24. Púas en la lengua
Una ligera vestisca acarició su rostro, y sus ojos brillaron, presenciando el atardecer que le brindaba ese día. Desde la altura en la que se encontraba, pudo llegar a observar un pequeño río que cantaba para sus oídos y corría sin prisa, como el tiempo que su corazón había esperado.
Kyungsoo leyó la carta que había escrito horas atrás en la que pequeña biblioteca en la que trabajaba, y al terminar de hacerlo, del bolsillo de sus pantalones sacó un encendor, prendiendo una de las esquinas.
En silencio observó como el papel se volvía cenizas y las mismas se perdían con el viento desde la colina.
Sus ojos picaron y sus labios temblaron.
Habían sido dos años desde que betas y alfas habían sido reclutados. Los desacuerdos entre países vecinos que venían colgando de un pendiente desde hacía un tiempo atrás, había desatado un conclicto territorial en el que todos aquellos que habían servido al país, debían enlistarse y partir a la guerra prevista.
Una lucha en la que se habían perdido vidas y en donde betas habían sido puestos en primera fila durante el combate.
Habían sido dos años sin ver a Jongin.
Su compañero no era precisamente un beta, pero se trataba de un alfa emigrante que había llegado poco tiempo antes de que se desatara el caos. Él y Kyungsoo se habían conocido en un crucero, él trabajaba como mesero, y Jongin, con el uniforme propio de alguien que apenas había terminado con su servicio, lo había deslumbrado en la punta de la embarcación, con el perfil que era tocado suavemente por el sol.
No era de ahí; cuando hablaron por primera vez después de hacer contacto por primera vez, pudo darse de lo poco que sabía del lugar, por lo que después de conocerse y entablar inevitablemente una relación amorosa, decidieron que explorarían el pequeño país juntos.
Y para ser alguien que había pasado gran parte de su vida en un ambiente violento y estricto, Jongin era la persona más cálida que en algún momento se había cruzado. Durante su primer viaje juntos a un pueblito bastante perdido del ojo público, habían disfrutado de su relación como si se tratara de dos amantes que desprendían la llama flameante que los envolvía y se adoraban cada noche como si fuera la última.
Pero en una oportunidad, meses después, cuando Kyungsoo había planificado su segundo viaje, en el que tendría pensado pedirle a Jongin que lo marcara porque estaba seguro de que eso era lo que quería, el más alto había llegado con el semblante tan serio como en los últimos días, y le había mostrado el comunicado en el que solicitaban su reclutamiento.
Las cosas no marchaban muy bien en Seúl —no lo estaban en cualquier otro lugar cercano a los puntos comerciales—, él lo había tratado de ignorar en cada oportunidad que tenía, porque lo terminaba relacionando al estado de su novio. Aunque la noche en la que JongIn le avisó lo que tanto evitó escuchar y en donde habían terminado discutiendo, la plaza cerca a donde vivían, había sido bombardeada e hizo que se obligara a entenderlo.
Pero ni de esa manera creyó justo que su novio terminara partiendo, y siguió estando en desacuerdo cuando el moreno lo trasladó a un pequeño pueblito en el bosque en donde estaría más seguro.
A la vista había sido el omega más firme entre los que pasaban la misma situación que él, pero al final del día, le era imposible no llorar desconsoladamente por las pesadillas que lo atacaban y trasladaban al momento en el que le rogó al alfa que lo marcara y este con una sonrisa se había negado a hacerlo, pidiéndole que no se perdiera sus mejores años esperando por él.
Pero hasta ese momento, Kyungsoo había esperado por él.
Cuando la carta fue consumida por el fuego frente a sus ojos, soltó la punta restante y observó las cenizas irse con la viento, inclinando su cabeza hacia el cielo.
La angustia lo llevaba todos los días a ese lugar.
Había sido informado hace casi un mes, que la guerra había finalizado. Y lejos de sentirse contento por el hecho, la ansiedad había cubierto cada poro de su pequeño cuerpo.
¿Jongin estaría bien?
Si hubiese sido de esa manera, Jongin estaría en el pequeño pueblito desde hace dos semanas.
Los compañeros de sus amigos habían llegado en un tren, y cuando él fue consciente de la situación, había esperado con el corazón en la boca alguna noticia del alfa.
Pero jamás llegó.
Por lo que seguía en la misma situación.
¿Tal vez el alfa ya tenía a alguien más?
Tomando un bocanada de aire antes de levantarse, subió el dobladillo de sus pantalones y quitó las lágrimas casi secas de sus mejillas.
Jongin le había prometido que lo buscaría.
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Se encontraba organizando los libros en los estantes, cuando su hombro fue tocado suavemente.
—Junmyeon, ¿Qué ocurre? ¿No encuentras algún libro?
Sonrió amablemente hacia el beta, que solo rascó su nuca nerviosamente, fue paciente en esperar a que hablara.
Kim Junmyeon era un beta que había llegado por ninguna razón importante a ese pueblito. También había sido reclutado, y aparentamente, al igual que otros soldados, había regresado a tiempo.
—¿Tu turno ya está por terminar?
Sus ojos parpadearon ante la pregunta, y su vista viajó al reloj colgado en la pared.
—Sí, no me había dado cuenta de ello. —los ojos expectantes del beta lo hicieron ocuparse nuevamente en organizar los libros que restaban. —¿Por qué la pregunta?
—¿Puedo acompañarte a casa?
—No iré a casa. —respondió, mirándolo luego de haber terminado.
Después del trabajo iría a la colina que había frecuentado los últimos días, y aunque no fuera el caso, no era un felino que gustara de formar amistades o entablar relaciones. Mucho menos en la tensa situación en la que se encontraba.
Luego de haber ordenado el escritorio, y encargárselo a la siguiente persona, en su camino a la salida se detuvo, observando la llovizna que mojaba las ventanas del lugar.
Un estremecimiento recorrió su cuello y se preparó mentalmente para salir. Pero pronto, alguien se colocó a su lado.
Observó a Junmyeon mirarlo con una sonrisa ladeada y un paraguas en la mano —¿Vamos?
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Debido a su compañía y al nada favorecible clima, habían terminado por emprender camino a su casa.
Junmyeon se había auto-invitado a su hogar, y había comenzado a contarle todo lo que padeció en la despiadada guerra mientras el agua hervía en la cocina. Kyungsoo lo había escuchado atentamente, cambiando al personaje de los escenarios que se formaban en su cabeza para cada anécdota.
Su corazón inevitablemente se encogió al imaginar a Jongin en ese tipo de situaciones.
—¿En tu pabellón solo eran betas? —soltó la pregunta sin pensar.
Su respiración se detuvo cuando el mayor negó. —Había un alfa que fue trasladado poco tiempo después de que comenzó todo. Era tan hábil en todo que nos preguntábamos por qué un alfa como él estaba en un lugar como ese. Los de primera fila, teníamos poca probabilidad de salir ilesos, y usualmente somos usados de peones...
—Pero tú sobreviviste —puntualizó el omega.
Junmyeon lo observó un momento antes de asentir —Sí... lo hice. —relamió sus ojos y continuó —Pensábamos que el alfa sería un defectuoso o había cometido algún castigo grave para encontrarse ahí.
Kyungsoo jugó con sus manos en su regazo, ansioso —¿Y que más supiste de él?
El sonido de la tetera interrumpió el momento, produciendo el chirriante sonido que hizo que el más bajo clavara sus garras en sus rodillas.
Aún así, Junmyeon respondió —Me ascendieron de posición antes de que ocurriera la primera baja en nuestra alineación.
Kyungsoo se levantó rápido, tan rígido que se podían oír sus articulaciones —¿Es eso posible?
El asentimiento silencioso del mayor fue lo último que vio antes de partir a apagar el fuego de su cocina.
El sonido del timbre resonó en la pequeña casa, cuando él se encontraba vertiendo el algua caliente en las tazas.
—Junmyeon, ¿Puedes-
—Ya voy —respondió de inmediato.
El sentimiento de incertidumbre jamás se había sentido tan presente en su pecho. Sus bellos se erizaban ante la cantidad de posibilidades, sus sentidos se sensibilizaban y su felino lo arañaba con desesperación.
¿Qué era lo que podía esperar de todo aquello?
Sin un enlace de por medio no podía sentir si Jongin se encontraba a salvo. El moreno podía haber perdido la vida durante esos dos años, pero él vivía en la ignorancia, aceptando de manera forzada la desición de su pareja destinada a no marcarlo, escuchando su petición de vivir sus mejores años con libertad, y cambiando de parecer con el beso cargado de emociones que se dieron en su despedida.
El moreno era un egoísta y él era un idiota.
Gruesas lágrimas cargaron sus ojos antes de darse cuenta que el agua comenzó a rebalsar las tazas.
—Mierda —murmuró. Soltó de manera brusca la tetera, y salió de la cocina, después de que el silencio se hubiera apoderado de su hogar.
La puerta de la entrada se mantenía abierta, sin el beta de por medio. Se acercó extrañado, y un particular aroma sobre la estruendosa lluvia, lo obligó a detenerse en medio de su sala.
Un momento después, las fuertes pisadas de botines resonó en su hogar, y el sonido de la puerta cerrarse lo hizo darse cuenta que se encontraba mirando al suelo.
Su hombros se sacudieron, con la vista puesta en los botines negros cubiertos de barro. Un sollozo contenido escapó de sus labios.
Apretó sus manos en puños y negó cuando las pisadas se acercaron a él.
—Kyungsoo
El omega apretó fuerte los ojos, tratando de detener la vibración en sus hombros cuando su piel hizo contacto con la ropa húmeda del individuo —Estás a salvo.
Cuando Jongin pronunció esas palabras, pareció haber activado la zona más vulnerable de él. Y aprovechando los brazos que lo sostenían con fuerza, se deshizo en el acumulado llanto aliviado que había retenido en esos dos años.
¿Cómo el alfa podía preocuparse por él, cuando él no era quien se enfrentaba directamente al enemigo?
—Estás mojando mi alfombra.
La pequeña risa de tonos bajos lo hizo llorar aún más.
—Eres un gatito llorón. —murmuró el moreno, tratando de alejarse de él. Aunque Kyungsoo, sin tener suficiente de ello, lo retuvo por su abrigo.
—¿Dónde está Junmyeon?
—¿Hablas del desertor? —preguntó el alfa, acariciando su espalda con toques circulares. —¿Estás saliendo con él?
Se apresuró a responder.
—Así es —mintió descaradamente.
—Oh, se habrá escapado, pero supongo que es un buen chico. Creo que creyó que lo vine a buscar.
Kyungsoo frunció el ceño, alejándose del alfa. Con la nariz roja y los ojos hinchados. —¿Junmyeon es un desertor?
El moreno asintió.
—Así es, de alguna manera se escabulló en diferentes pabellones y terminó huyendo antes de siquiera levantar un arma.
—Llegó aquí hace un par de semanas, con otros soldados.
—Es astuto —una sonrisa incrédula apareció en el rostro mojado del más alto. Luego lo miró atentamente, recorriendo cada parte de su rostro, hasta terminar en sus párpados —En serio eres tú.
Las ganas de llorar quedaron atascadas en su garganta una vez más, cuando vio la mirada de adoración del alfa y se preguntó cómo había sobrevivido sin ella.
—No tienes ninguna marca —mencionó el alfa cuando vio a un silencioso Kyungsoo tratando de contener sus emociones.
La afirmación lo ofendió, pero no lo detuvo a restregar su cabeza bajo el cuello del moreno, quien lo dejó estar, dándole su tiempo a su tigre en reconocerlo y conciliarse con el suyo.
Agradeciendo el haber encendido la chimenea, Kyungsoo los guió a uno de los sillones, colocando al más alto en uno de los asientos y sentándose encima de él.
Tan solo quería que ese momento se volviera eterno.
—Tardaste mucho —murmuró sobre su pecho.
—Te pensé cada día, Kyungsoo.
—Me hiciste tanta falta. — se sinceró, atrapando la mano del moreno y llevándola por encima de su corazón—Quiero que me marques en este momento, no importa si duele por no hacer el amor, necesito saber que estás bien, Jongin.
—Estoy bien —alargó el moreno.
Un suspiro nervioso escapó de sus labios en todo el extasis que lo envolvía. Aún sin creer lo que pasaba en los últimos minutos y que en serio tuviera un lugar al cual regresar después de tanto tiempo arriesgando su vida. Lo volvía inmensamente feliz ver a Kyungsoo, y su tigre también lo estaba por encontrar al del omega sin algún enlace. Su alfa era un egoísta, pero debía admitir que él, sobre todo lo que había dicho, guardaba la esperanza de que Kyungsoo realmente cumpliera su palabra. Un gran peso se esfumó de sus hombros, arrullándolo en ese momento
—Quítate la ropa, te resfriarás. — el omega sorbió su nariz cuando vio al moreno con los ojos entrecerrados e hizo el amago de levantarse de encima.
Quería despejar su mente.
Pero de poco sirvió, porque de inmediato fue atraído a unos fríos labios acolchados. Cerró los ojos cuando sintió la lengua tibia acariciar la suya y se dejó consumir por el amor contenido del alfa, que moldeó y lo aprisionó en ese único beso, demostrándole la pasión que seguía intacta entre ellos.
—Lo siento por haberte hecho esperar —murmuró el moreno sobre sus labios.
Quiso decir que no había nada que hacer, que era inevitable, que estaba bien porque ya se encontraba ahí con el él. Pero esos dos años habían sido los peores de su vida, y por más consciente de la situación que fuera, su omega no lo estaba.
Y su parte animal era quien había estado reprimida todo ese tiempo.
Conectó su mirada con la de Jongin cuando su significativo beso terminó, y lo abrazó por el cuello, adheriéndose alfa por otro momento más.
Su único deseo era que el tiempo se detuviera.
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Jongin se encontraba cambiándose en su recámara, mientras él preparaba algo de chocolate caliente, para regular la temperatura del cuerpo del alfa.
Habían pasado un buen par de horas en el sillón, dejando a su lado animal salir a flote y mimándose entre ellos con necesidad.
Pero cuando vio que el viento corría más fuerte, fue cuando un foco se encendió en la cabeza del omega y le ordenó que fuera a vestirse porque su ropa aún se encontraba húmeda.
Cuando terminó de preparar el chocolate, fue hacia su habitación y asomando su cabeza, encontró el gran cuerpo tendido a medio vestir, ocupando la extensión del colchón.
Debían comprar uno nuevo.
Se acercó con intención de despertarlo, hasta que sus ojos alcanzaron los pequeños cortes descuidadamente sanados en el fornido cuerpo del alfa. Su pecho se hundió con malestar al ver el estado de su pareja y contuvo el aliento cuando vio una herida de bala cerca en uno de sus hombros. Esa si parecía tener un tiempo, pero seguía siendo algo nuevo para el más bajo.
Decidiéndose en hacer algo con ello, Kyungsoo se subió encima del imperturbable alfa y acarició con la de yema de sus dedos los cortes que no parecían sanar. Podía decir que tenían menos de una semana, y le hizo preguntarse cómo había sucedido.
Haciendo un recordatorio de preguntarle más adelante, acercó su rostro hacia una de las heridas, y sin meditarlo una vez más, su áspera lengua repasó uno de los cortes.
Y así se mantuvo con cada herida, hasta que las pequeñas púas en su lengua despertaron a Jongin.
Cuando sintió la respiración pesada del menor, no se detuvo en su labor, y continuó bajo la mirada del alfa.
—¿Sabías que eso tiene un efecto secundario? —Kyungsoo lo miró confundido, hasta que sintió un bulto creciente bajo él. —No me siento bien con esta reacción si estás llorando.
Una pequeña risa escapó de sus labios y secó las lagrimas que no se dio cuenta que estaba derramando.
Estaba siendo demasiado emocional, ¿Su celo se estaba adelantando debido a la presencia de su compañero?
—Lo haremos bajo una condición.
El alfa sonrió con con sus pequeños ojos y asintió —Yo también muero por marcarte.
El omega negó, soltando una risa —Primero déjame curar tus heridas, y darte un baño.
Luego le mostraría todos los planes ocultos en el cajón de su mesita de noche, en donde se había pasado matando el tiempo organizando sus futuros viajes con el alfa.
Con suerte, partirían pronto de ese pequeño pueblito, con una marca en su cuello y con la mano de su compañero sosteniendo la suya.
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