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23. Ojos de cachorro

Temática: Adicciones
Relación: Alfa x Omega

—Y bien, ¿quién se anima a ser el siguiente?

Había llegado a ese lugar, literalmente, como por inercia. Sus ojos carecían de vida, su mente estaba en el espacio y su cuerpo actuaba de forma mecánica. Llevaba en sus manos la orden que el juzgado le había dado hace un par de días atrás, cuando dieron su sentencia. "Libertad condicional. Realizar servicio comunitario cinco horas al día e inscribirse a un grupo de rehabilitación", como si no hubiera sido suficiente la culpa con la que cargaba todos los días, y que lo hacía sentir tan miserable que aún se preguntaba por qué demonios continuaba con vida.

Entonces, ahí estaba, en una gran sala vieja, rodeado de un montón de extraños que lo miraban como esperando algo.

¿Qué acababa de decir la mujer?

—Joven Kim, lo estamos esperando —repitió una vez más, al parecer, la líder del grupo. Supuso que se trataba de la terapeuta.

Se recompuso en su asiento para ponerse de pie y hacer una ligera reverencia con la cabeza.

—Ah... Sí... —titubeó y empezó a juguetear con sus dedos debido a los nervios—. Yo, uhm, no estoy muy seguro sobre qué decir.

—Puede comenzar diciéndonos su nombre, edad y a qué se dedica —lo animó la mujer.

Eso podría ser algo simple de responder, si las demás personas no lo estuvieran mirando demasiado atentos, casi perforando su cuerpo con sus ojos.

—Bueno, yo... —Sus manos sudaban y su voz media quebrada lo hacía quedar como un completo idiota. Carraspeó y secó sus manos en las costuras de su pantalón—. Mi nombre es Kim JongIn, tengo 21 años y...

¿A qué se dedicaba? ¿Solamente a ser un ex convicto? Apenas había sido liberado, debido a la apelación del abogado de su padre. Su madrastra aún lo odiaba, pero había enloquecido después de lo sucedido, hace seis meses atrás; solo así su padre pudo ayudarlo.

—Me estoy preparando para dar el examen de admisión —mintió con una expresión apenada en su rostro.

—Felicitaciones por eso, JongIn —alentó la guía—. Estoy segura que, con mucha dedicación, logrará entrar a una buena universidad.

JongIn formó una línea con sus labios, intentando curvarlos hacia arriba para fingir una sonrisa, pero ni siquiera sus labios colaboraban.

—Gracias —dijo con timidez.

Se sentía mal por haberle mentido a una completa desconocida, ¡qué patético!

—Díganos, ¿por qué ha venido aquí exactamente?

La pregunta dio justo en el centro de su herida, y la dejó sangrando una vez más. Podía ser sencillo de responder, si no fuera Kim JongIn quien tuviera que hacerlo. "Solo arma otra mentira", le gritaba la voz en su cabeza, "no dejes que te descubran", pero lo cierto era que se sentía demasiado culpable como para hacerlo.

Miró a su alrededor solo para confirmar que todos se encontraban atentos a su respuesta. Tembló bajo su fachada de seguridad. Tenía mucho para decir, pero quería hacerlo.

—¿JongIn? —dijo la mujer para presionarlo con la respuesta.

Acorralado, era así como sentía esta asfixiante situación. Tenía ganas de correr lejos; si era necesario, volver a la prisión, a su miserable celda en donde era ignorado por todo el mundo.

—Vamos, YeJin, ¿desde cuándo tan insistente con los nuevos?

Alguien más intervino cuando estuvo a punto de sufrir un colapso al verse tan abrumado. JongIn buscó con la mirada a su salvador, encontrándolo justo frente a él. El círculo no era demasiado grande, por lo que si daba unos cinco pasos hacia adelante, podía alcanzarlo.

—Sabes que es parte de la rutina —afirmó la señorita.

—Ya. —El muchacho extendió las manos hacia los costados y meneó la cabeza—. Tú eres la jefa.

La mirada de la guía regresó a JongIn, esperando por su respuesta, pero este estaba demasiado ocupado viendo al chico que había intercedido por él hace unos segundos. Era bastante delgado, su cabello rojo rapado a los costados y la piel de su cuello y brazos —que alguna vez debió ser igual de blanca que su rostro— cubiertos en trazos negros que componían un dibujo o alguna letras, supuso que, importantes para él. Era un omega, pudo notarlo en su aroma, pero no lucía para nada como uno, al igual que él no se veía como un alfa; demasiado escuálido y cobarde como para serlo.

—Bien, no es necesario que nos cuentes tu pasado —continuó la mujer—, puedes hacerlo cuando te sientas listo. Solo dinos, ¿qué es lo que estás buscando aquí? ¿Qué es lo que esperas llevarte de nuestras sesiones?

¿Qué esperaba encontrar? ¿Tal vez sería muy honesto decir que a sí mismo? ¿O sería demasiado hipócrita si dijera que nada en absoluto, que solo estaba ahí por órdenes de una corte?

¿Qué quería Kim JongIn?

«¿Qué quieres? ¿Qué esperas? ¿Qué buscas?»

—Ser yo —respondió a las voces en su cabeza, fuerte y claro, dejando que todos los demás lo escucharan. Se había respondido, dándose cuenta de cuán poco le importaba si se exponía por voluntad propia. Tenía muchas ganas de hacerlo bien esta vez, de esa forma, quizá conseguiría un poco de misericordia—. Quiero... Volver a ser yo.

Hubo un silencio ensordecedor durante unos segundos, que por poco termina con su pequeño acto de valentía; pero un momento después, YeJin animó al grupo a dar una ronda de aplausos que terminó con su angustia.

—Muchas gracias por abrirte con nosotros, JongIn. Estaremos gustosos de oír el resto de tu historia cuando te sientas listo para hacerlo. —Le sonrió, luego cerró su libro de anotaciones y se puso de pie—. Eso es todo por hoy, mis guerreros, nos estaremos viendo el próximo miércoles a la misma hora. Y ya saben...

—Un día a la vez —repitieron todos en coro, dejando a JongIn confundido y sorprendido a la vez. Supuso que era algo así como su lema.

—Excelente —felicitó la mujer con una sonrisa satisfecha—. Vayan a casa con cuidado.

Mientras el grupo se dispersaba, JongIn buscó con la mirada al jovencito de los tatuajes y melena roja; no pretendía acercarse y hablarle, pues estaba tan entumecido que apenas sus brazos se movían para cubrirse a sí mismo, en un acto cobarde, como si tuviera que esconder más de lo que se podría ver.

Definitivamente, no estaba esperando que este muchacho se acercara a él, pero por alguna razón esto terminó sucediendo. Y aunque ya era demasiado tarde como para huir, lo consideró una y mil veces; sin embargo, sus pies traicioneros se estancaron en el suelo. La ansiedad tomó el control de su cuerpo, su corazón se disparó y su respiración se volvió irregular. De nuevo se encontraba orillado en un callejón sin salida.

La voz del otro chico se oía como si estuviese debajo de aguas profundas, ¿o era su mente la que estaba llena de un mar de pensamientos que si se derramaban podían desatar una gran devastación?

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Poco a poco fue recuperando los sentidos hasta que pronto la voz del muchacho ya no se oía distorsionada, pero aún tenía los ecos de esta retumbando en las paredes de su cabeza.

—¿Estás bien?

—¿Ah? Oh... S-Sí.

El chico se rio bajito para restarle importancia al extraño momento.

—Te decía que la salida es por allá —dijo señalando hacia a la puerta.

—Tienes razón, creo que me perdí un poco en mí —respondió sin cuidado. 

A veces, JongIn interpretaba ese papel de ser el de antes, solo para ponerse a prueba sobre si podría alguna vez sentirse bien en esa piel.

—Descuida, me pasa lo mismo —aseguró el otro y señaló su propia cabeza con desdén—, ya sabes, las putas drogas te cagan el cerebro. Pero aprendes a sobrellevarlo de alguna forma.

JongIn asintió. Lo entendía muy bien, no eran las drogas en su caso, pero las consecuencias eran prácticamente las mismas o tal vez peor, no quería saberlo.

—Uhm... Gracias por lo de antes.

—¿Lo de antes? ¡Oh! ¿Te refieres a lo de YeJin? Ay no, no tienes por qué agradecer. YeJin suele ser así, pero si le dices que no, no te obligará a contarlo.

—De todos modos... Yo...

—Oye, ¿te gustaría tomar un café? —interrumpió el pelirrojo—. Aún no arreglan la calefacción del lugar, así que hace un maldito frío aquí y si seguimos hablando nos vamos a convertir en dos cubos de hielo.

—¿Un café?

—Sí —respondió muy animado—. Hay un lugar cruzando la calle, ¿quieres ir?

Y tal vez una excusa no tan elaborada, de esas en las que era experto diciendo, le hubiese servido para salir del paso, pero por alguna razón desconocida, su mente se autoconvenció de que era buena idea.

—Claro, ¿por qué no?

¿Qué acababa de hacer? Muy probablemente nunca obtendría una respuesta por esto, y ya no importaba, pues para cuando quiso retractarse ya estaba ocupando una pequeña mesa para dos en aquel Café del que habló su colega de sesión.

—¡Cierto! —dijo de pronto el pelirrojo—. Soy Do KyungSoo, por si no lo habías escuchado antes ni lo habías notado en mi etiqueta.

JongIn apenas lo notaba. Estuvo ahí todo este tiempo y recién la veía.

—KyungSoo... —repitió en voz baja. Últimamente tendía a hacer eso, en una especie de ejercicio para no olvidar las cosas que aprendía en el día. Sus neuronas estaban tan quemadas por culpa de su maldita adicción.

—Eso es. ¿También lo haces?

—¿El qué?

—Repetir las cosas. —KyungSoo era un buen observador, JongIn lo estaba notando—. YeJin nos dio ese tip, porque solemos olvidar las cosas con mayor frecuencia. Debe ser más difícil para ti que estás preparándote para el examen, ¿no?

—¿El examen?

Oh claro, su mentira.

—Sí, dijiste que te estabas preparando—resaltó—. ¿Era cierto y ya lo olvidaste, o solo lo dijiste por...?

—Lo siento. —Se apresuró en decir JongIn, demasiado avergonzado como para sostener su teatrito.

—No te disculpes. Todo el mundo miente, ¿por qué un adicto en proceso de rehabilitación no puede hacerlo? ¿Sabes, JongIn? Apuesto a que muchos en ese grupo se fuman un porro al menos una vez a la semana, pero ahí los ves, fingiendo ser los ciudadanos modelos de Corea. —Hizo una mueca de disgusto antes de chasquear la lengua y alzarse de hombros—. El problema es que nos obligan a aparentar, ¿cómo demonios quieren que mejoremos si no podemos expresarnos como queremos?

KyungSoo parecía realmente harto del sistema de rehabilitación y sus protocolos, aunque de cara al grupo guardaba las apariencias bastante bien.

—Pero no te apures, pillarás el ritmo más pronto de lo que crees.

Se veía bastante seguro al respecto, ¿acaso le sacaba la vuelta al proceso?

—Tú... ¿Sigues consumiendo?

—¿Qué? No, no, claro que no. Hace un tiempo que dejé esa mierda. ¿Y tú?

«No por voluntad propia...»

—Tampoco.

KyungSoo fue dibujando una sonrisa en su rostro tras su respuesta.

—Eso es genial.

JongIn asintió un par de veces con la mirada hacia abajo.

—Lo es —aseguró, mientras se sumergía en su taza de café para esconder cualquier expresión que lo delatara.

No escuchó decir nada más a KyungSoo, tan solo sintió que la taza frente a él era tomada, por lo que supuso que el pelirrojo había imitado su actuar. Y así transcurrieron unos cuantos minutos en silencio, hasta que KyungSoo volvió a hablar.

—Es agradable conocer a alguien que te entiende porque ha vivido una experiencia similar —dijo, retomando la conversación—. Deberíamos intercambiar números.

—Sí, está bien.

Así lo hicieron y poco después, luego de terminar sus bebidas calientes, se despidieron con la promesa de contactarse en algún momento antes de volver a encontrarse en la sesión de rehabilitación.

JongIn volvió al viejo cuarto que su padre había rentado para él, pues su madrastra no podía verlo ni en pintura, y debido a su estado mental actual, dificultaba más las cosas. Se sentía solo, no iba a fingir que no era así, pero esto había ocurrido debido a sus malas elecciones, todo era su culpa. Su maldita culpa y de nadie más.

Antes de siquiera percibirlo, otra vez estaba llorando solo sobre un destartalado colchón. Las lágrimas solían caer cuando llegaba la medianoche y el silencio lo consumía por completo. La oscuridad lo dejaba sin fuerzas y el vacío hacía que sus extremidades se entumecieran. Ojalá no tuviera que pasar por esto, pero ya nada podía hacer para arreglarlo. Dolía demasiado, así que solo quería que se detuviera. Su pecho quemaba tanto... Una agonía silenciosa que fue interrumpida por sonido de su celular y la luz de la pantalla de esta.

"¿Ya estás durmiendo?"

Era un mensaje de KyungSoo. Como si leyera sus pensamientos, este chico había llegado en el momento preciso para apartar el silencio del cuarto por un momento y para callar a las voces en su cabeza.

¿Qué debía decirle? Tenía que responderle... O quizá no...

"¡Ah! Me leíste. ¿Ya vas a dormir?"

Cierto... Las confirmaciones de lectura.

"Estoy en mi cama"

Respondió, solo para no quedar como un desconsiderado.

"Eso es bastante erótico, JongIn. Sabes? Soy un omega soltero y con toda la vitalidad que mi juventud me lo permite"

No sabía por qué se estaba sonrojando en lugar de reclamarle tales confianzas. Tan solo se quedó en silencio porque no tenía idea de qué responder.

"Te enojaste? ㅋㅋㅋ Solo estaba bromeando! Yo también estoy en mi cama. No hay mucho que hacer durante el día, así que tal vez compartimos la misma monotonía. ¿Te gustaría hacer algo mañana?"

"No estoy seguro..."

"Vamos! Di que sí!!!"

"Es que no sé qué podríamos hacer exactamente"

"Solo saldremos por ahí. Nos haremos compañía"

"Uhm..."

"Por favor? 🥺"

A JongIn se le escapó una risita. KyungSoo no se veía como una persona tierna, pero totalmente podía verlo haciendo ojos de cachorro para persuadirlo porque bajo esa fachada de chico rudo todavía estaba un joven de casi su misma edad.

"Está bien"

"Genial! Nos encontramos en el Café de hoy?"

"De acuerdo"

"Buenas noches, JongIn"

"Buenas noches"

Dejó su celular debajo de la almohada y cerró los ojos, alzando una plegaria para que esa noche no lo visitara uno de los monstruos de su pasado entre sueños.








Luego de aquel primer encuentro, muchos más vinieron, acompañados de visitas a distintos lugares dentro de la ciudad. KyungSoo tenía una moto, conocía cada rincón de Seúl como la palma de su mano y era bueno conectando con la gente. JongIn cada día se convencía de que la apariencia del omega solo era para amedrentar a las personas que se atrevían a mirarlo como menos solo por ser un omega.

Durante la semana, recorrían las carreteras junto al río, disfrutando del aire fresco antes de enjaularse en su departamentos por la noche. Aunque la oscuridad ya no era un problema para JongIn, pues se quedaba conversando con KyungSoo a través de los mensajes en el chat. De una forma u otra, habían terminado por conectar tan bien que su corazón ansioso volvió agitarse, pero ya no por miedo.

Por primera vez en mucho tiempo, volvía a sentir emociones de felicidad, satisfacción y tranquilidad. ¿Hacía lo correcto al dejarlas tomar el control? La imagen del pasado se reconstruyó por un momento, pero al sonar su celular, esta se desvaneció antes de apoderarse de su mente.

"Recógeme, por favor"

El mensaje de KyungSoo había llegado alrededor de las 2am, cuando se suponía que ya estaba durmiendo, pero no podía hacerlo debido a que no había tenido noticias del omega durante la tarde. Este le había dicho que se encontraría con unos amigos, pero eso se suponía que sería en la tarde. ¿Por qué no supo de él hasta ahora?

"¿Qué pasó? ¿En dónde estás?"

KyungSoo no respondió a lo primero, tan solo le envió la dirección a la que debía ir para encontrarlo. Así que, JongIn se vistió con las ropas más casuales y holgadas, y salió muy de prisa del cuarto para tomar un taxi.

Si su padre se enteraba de esta salida a altas horas de la noche, muy probablemente lo mandaría al servicio militar para encerrarlo ahí por un tiempo. Esperaba que no se enterara de esto bajo ningún motivo.

Al llegar a la dirección, encontró una casa llena de luces de colores y música a alto volumen. Alguien estaba saliendo de ahí, por lo que aprovechó para meterse sin pedir permiso.

No le gustaba ese ambiente. Algo seguramente estaba mal aquí.

—¿KyungSoo? —preguntaba lo más fuerte que podía por si el omega lo escuchaba o por si alguien más podría dar razón de su paradero.

No había persona que no estuviera ebria en esa fiesta, así que cada vez se preocupaba más por el estado de KyungSoo.

Decidió subir al segundo piso, esquivando a las personas que parecían estar succionándose la cara. Ya había olvidado cuán desastrosas eran las fiestas de magnitud, lo había vivido en carne propia.

Caminó por el pasillo de los cuartos, y en medio de la poca iluminación, pudo divisar una silueta conocida que se apoyaba en la pared para no caerse.

—¡KyungSoo!

Rápidamente fue a socorrerlo antes de que este cayera con todo su peso. Inspeccionó su rostro, confirmando que efectivamente se encontraba ebrio. Su rostro ligeramente sonrojado y sus ojos entreabiertos que le daban una apariencia de un chiquillo indefenso, a pesar de sus tatuajes, piercings y su cabello rojo alborotado.

—Viniste... —murmuró entre sus brazos, medio esbozando una sonrisa.

—¿Qué hiciste? ¿Por qué bebiste?

—S-Solo fue un... —hipó antes de continuar—... Traguito.

—No tienes permitido tomar. Ahora vamos, te llevaré a mi departamento para que descanses y en la mañana iremos al tuyo.

KyungSoo no refutó la reprimenda que le acababan de dar y JongIn agradeció eso. Entonces, habiéndose acomodado en el piso, lo cargó sobre su espalda y salieron de esa casa en dirección a su departamento.

No era grande ni mediano, literalmente era un cuarto, pues solo tenía una cama y un baño; la cocina y el comedor estaban al lado de su colchón. JongIn se avergonzó por eso, no lo había pensado demasiado antes de traer al omega a su lugar, pues estaba pensando primero en la seguridad de este.

—Puedes darte una ducha si-

Las palabras se quedaron atoradas en su garganta, cuando los labios de KyungSoo se estamparon contra los suyos. JongIn no se movió de su sitio y tampoco correspondió el beso porque había pasado tan repentinamente que no tuvo tiempo para coordinar sus pensamientos y acciones.

—Me gustas —confesó KyungSoo al alejarse.

Ahí estaba de nuevo, esos ojos vidriosos que lo hacían lucir como un cachorro en busca de ayuda.

Si decía que tenía miedo, ¿sería eso muy honesto de su parte? O tal vez, ¿debería dejar de escuchar a su mente y darle el mando a su corazón?

—No... —KyungSoo se detuvo y retrocedió con miedo—. ¿No vas a decir nada?

La mirada del omega descendió hasta sus pies, al igual que su propio corazón al ver lo decepcionado que lo había hecho sentir. No quería eso, le dolía verlo triste, aunque no debería porque solo eran dos extraños que acababan de conocerse.

¿Por qué demonios dolía?

—Tengo que... Tengo que irme...

KyungSoo dijo eso más sobrio, pero JongIn no lo dejaría irse, no hasta que le demostrara lo equivocado que estaba. Así que lo tomó del brazo y tiró de él para atraparlo en un beso urgente y demandante que calentó cada fibra de sus cuerpos. Por primera vez estaba siendo el alfa que siempre quiso ser. Por primera vez estaba tomando una decisión sin miedo a ser juzgado.

Tenían una cama frente a ellos y dos corazones perfectamente dispuestos a entregarse el uno al otro.






—Mi padre era un adicto al alcohol, así que comencé a beber junto a él desde los trece años. Mi madre trataba de intervenir pero él la golpeaba hasta que perdía la consciencia. Luego... —Se detuvo por un momento, inseguro sobre si contar el resto, pero pronto lo decidió y continuó—. Luego solo vio provechoso venderme a sus amigos y otros desconocidos, mientras me drogaba para no poner resistencia.

Las expresiones del grupo eran de compasión y otras de lástima; en cambio, JongIn se mantenía serio mientras escuchaba, y con los labios en una delgada línea.

—Cuando me llegó el primer celo, creyó oportuno que lo mejor sería esterilizarme para que un bebé no perjudicara su negocio. Así que soy un... ¿Omega-beta? ¿Un beta? —rió sarcásticamente—. No lo sé, pero algo debo ser, seguro.

—Lamento que hayas tenido que pasar por eso, KyungSoo —dijo YeJin—. Lo que tu padre hizo fue y sigue siendo terrible. Entiendo tu dolor, pero refugiarte en las drogas no cambiará tu pasado. Debes seguir enfrentándolo como lo has hecho hasta ahora. ¿Cuántos meses ya son?

KyungSoo mostró su ficha, en la cual se dibujaba un número impar.

—Cinco meses.

—¡Excelente, KyungSoo! ¡Vamos por otros cinco meses más! —le animó—. Por favor, denle un aplauso a su compañero.

La sesión de aquel día finalizó entre una ronda de fuertes aplausos y vitoreos. JongIn no apartaba la mirada de KyungSoo, y se preguntaba si algún día podría ser igual de fuerte que él.

—¿Y bien?

KyungSoo pegó su cabeza al pecho del alfa, mientras caminaban de regreso al departamento de JongIn, tomados de la mano. Habían pasado un par de semanas desde que ambos aceptaron sus sentimientos y comenzaron a salir.

—¿Y bien qué? —cuestionó JongIn genuinamente curioso.

—¿No crees que soy un monstruo?

JongIn se detuvo en medio de la calle.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Por qué pensaría eso?

—Por lo que conté en el grupo. Vamos, admítelo, soy repugnante, ¿no es así?, ¿verdad que sí?, ¡ya dilo!

La insistencia con la que KyungSoo intentaba hacerle afirmar todo eso lo perturbó. No había siquiera un rastro de tristeza en su rostro, parecía que en lugar de preguntar eso estuviese preguntando si lo quería a modo juguetón, como las parejas suelen hacerlo.

—Eso no es cierto —respondió muy serio—. No creo que seas repugnante y todo lo que contaste no me espanta, mas bien, en serio admiro tu valentía. KyungSoo, esto solo ha hecho que te valore más. Quisiera tener aunque sea el diez por ciento de ese coraje que tienes, pero sigo siendo el mismo pusilánime que te conoció la primera vez.

El omega guardó silencio para dejarle su espacio. JongIn necesitaba desahogarse, podía verlo en sus ojos. Por eso, no hablaron más sobre el tema o sobre cualquier otro hasta que llegaron a casa.

—¿Alguna vez me contarás sobre tus pesadillas? —preguntó KyungSoo, al verlo más calmado y dentro de su lugar seguro.

Las pesadillas, claro, ya no podía fingir que no pasaban, no cuando prácticamente vivían juntos ahora.

—¿Me contarás qué fue lo que te llevó a ese lugar?

JongIn tomó asiento sobre su cama e intentó relajar su respiración. Demasiados recuerdos se arremolinaron en su cabeza. Entonces, KyungSoo se sentó a su lado y tomó su mano.

—Está bien, puedes decirlo —le animó.

—Comencé a tomar alcohol desde los quince, pero mi condición se agravó durante el último año —narró en un tono de voz plano—. Mis padres salieron una noche, tenían una cena con los de su empresa y yo lo sabía, así que planeé una fiesta clandestina en casa. Yo...

La voz se le terminó por quebrar y su cuerpo empezó a temblar. KyungSoo le acarició la espalda y apretó más su mano para hacerle saber que estaba ahí, que no estaba solo.

—Si no quieres continuar... —sugirió el omega.

—Mi hermano menor se había quedado en casa también y lo dejé encerrado en su cuarto para que no saliera. Entonces, todos nos pusimos a tomar hasta que casi perdimos la consciencia, pero antes de hacerlo escuché... —A ese punto, las lágrimas empezaron a brotar a montones de sus ojos y el temblor en su cuerpo incrementó—. Lo escuché gritar... Escuché a mi hermanito gritar, pero no le tomé importancia porque estaba demasiado ebrio como para recordar que sufría de epilepsia.

KyungSoo comenzaba a sospechar el final de esa descontrolada fiesta, así que soltó su mano y lo abrazó fuerte.

—Horas después fui a su cuarto y lo encontré tirado en el piso con un enorme charco de sangre brotando de su cabeza —finalizó—. KyungSoo, no pude socorrerlo cuando me pidió ayuda. Fue mi culpa y ahora él... Él está muerto por mi negligencia.

—Fue un accidente, JongIn.

—Un accidente que pude haber evitado si no hubiese estado tan alcoholizado esa noche.

—No ganarás nada si te sigues culpando por eso.

—¿Y por qué querría ganar algo? Soy yo el que debería estar muerto, no él.

KyungSoo entendía la culpa que JongIn sentía, así que no podía hacer más que mostrarle su cariño y estar ahí por si lo necesitaba. No había más que pudiera hacer para sanar ese gran dolor que el alfa llevaba en su pecho. Lo mismo iba para él.

—Todo esto es una mierda —dijo KyungSoo ante la frustrante situación—. Pero ¿sabes? Es la mierda con la que debemos vivir. Al menos nos tenemos el uno al otro, ¿no?

JongIn bufó de buena gana.

—Bien dicen por ahí que siempre hay un roto para un descosido.

—Kyung...

—Ya, lo sé —dijo tomando su rostro entre sus manos—. Vamos a superarlo, ¿sí? Juntos.









Después de tres meses de relación, KyungSoo salió un día del departamento y no volvió hasta dos días después. En ese lapso, JongIn había sido muy insistente con las llamadas y mensajes, pero el omega no respondió a ninguna de ellas. Así que, realmente estaba molesto y lo enfrentó a su regreso.

—¿En dónde demonios estabas?

KyungSoo paso de largo hacia la cocina provisional que habían montado a un lado de la cama y tomó dos vasos. Luego, abrió su mochila y sacó una botella de ron para abrirla.

—Hey, oye, no. —JongIn lo detuvo colocando su mano sobre la suya—. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Por favor, bebe un par de copas conmigo.

—No haré eso, KyungSoo, ¿qué te sucede?

—Te lo suplico, solo serán dos copas y echaré esta botella a la basura —continuó con su ruego.

—Explícame por qué estás así. ¿Qué fue lo que pasó?

KyungSoo gruñó antes de dejar la botella en la mesa.

—Lo encontré de nuevo —espetó el omega.

—¿A quién?

—Al maldito que me arruinó la vida.

JongIn, entonces, supuso de quién estaba hablando.

—¿En dónde? —preguntó frunciendo bastante el ceño.

—Fue a hacer un espectáculo en la casa de un amigo, así que tuve que ir a sacarlo de ahí. No me dejará en paz nunca a menos que lo mate.

—No digas eso.

—¡¿Y qué se supone que haga?! —chilló—. Me va a arruinar siempre, toda la vida hasta que deje de respirar. No puedo huir de él, JongIn. A donde sea que voy, me encuentra.

—¿Por qué no lo has denunciado?

Esa era una pregunta que llevaba en rondando la cabeza de JongIn desde que escuchó su historia, pero como a KyungSoo no le gustaba hablar de eso, nunca insistió.

—Mi madre sigue con él porque es su omega —explicó con rabia—, porque lleva su puta marca, porque están malditamente enlazados y, ya sabes... Un omega no puede estar lejos de su alfa o muere. Aunque de todos modos, estoy seguro de que preferiría morir.

Al quedarse en silencio la habitación entera, KyungSoo volvió a tomar la botella y la abrió.

—No, KyungSoo.

—Por favor, JongIn, solo déjame beber un poco.

Y ahí estaba de nuevo, esos ojos de cachorro que le ablandaban el corazón. Esto estaba mal, pero KyungSoo lo necesitaba tanto, quería olvidar el mal rato que su padre le había hecho pasar, quería cubrir las heridas que habían abierto de nuevo.

—Voy a detenerme después de dos vasos —afirmó—. ¿No quieres unirte? En memoria de tu hermano.

JongIn soltó su mano al escuchar esa palabra. Su pequeño hermano... ¿En dónde estaría ahora si no hubiese sido tan descuidado?

—Sírvete —dijo el omega, alcanzándole un vaso lleno—. Vamos a hacer que el mundo se arrepienta por habernos tratado como basura. Esos monstruos de aquí —señaló hacia su cabeza—, vamos a quemarlos hoy.

Y de una sola bebió todo el contenido de su vaso. JongIn, aunque con duda, lo siguió poco después, sin saber que tras volver a probar un poco de aquel dulce veneno, no podría detenerse de nuevo.

.

.

.

Para cuando despertó, la habitación estaba en completo silencio e inundada por la oscuridad. Se sentía entumecido y su cabeza dolía, además de que todo le daba vueltas. Se sentó al borde de la cama, intentando volver en sí hasta que lo recordó.

KyungSoo.

—¡KyungSoo!

Se puso de pie para ir en busca del interruptor, y cuando al fin lo alcanzó y la luz se encendió, pudo encontrar un cuerpo tirado en el piso, completamente quieto.

JongIn se acercó con pasos lentos. La ropa, el tinte de cabello y los tatuajes que sobresalían por su cuello indicaban que se trataba de la persona que estaba buscando.

—¿KyungSoo?

Al llegar junto al cuerpo encontró unas jeringas a su costado, no las había visto antes, KyungSoo nunca las había sacado en su presencia. ¿Qué era eso? ¿Droga?

—KyungSoo... ¿Qué...? ¿Q-Qué está pasando? Oh, no, por favor no.

Todo su cuerpo comenzó a temblar y su ritmo cardíaco se disparó. Pero antes de zambullirse en ese mar de ansiedad, agarró su teléfono y marcó a emergencias. Respondieron de inmediato.

—Hay... Un accidente... No sé... —titubeó con la voz quebrada.

—Señor, relájese, ¿puede decirnos qué está sucediendo?

JongIn se tomó la cabeza y tiró de su cabello, mientras intentaba describir la emergencia.

—Mi pareja... Él está inconsciente, ha-hay agujas a su lado... Cr-Creo que... No respira...

"Señorita, mi hermano no respira... ¡Creo que no respira!"

"Joven, cálmese, por favor"

"Demonios, ¡está muerto! ¡Mi hermano está muerto!"

—¿Señor? ¿Señor se encuentra ahí? Estamos enviando una ambulancia a su dirección. La ayuda ya va en camino, ¿de acuerdo? ¿Señor?

JongIn dejó caer el teléfono en cuanto los recuerdos de esa noche lo alcanzaron. Tan vívidos, tan dolorosos.

El alfa se arrodilló junto a KyungSoo y lo atrajo hacia él, mientras derramaba lágrimas de amargura, pensando en que otra vez alguien más murió en sus brazos sin poder ayudarlo.

.

.

.

—Los paramédicos llegaron a tiempo. Su estómago es el que ha sufrido casi todo el impacto, así que tendrá que hacer una dieta estricta para no afectar más su funcionamiento. Afortunadamente, su cerebro y otros órganos se encuentran en buen estado —explicó el doctor—. Disculpe, ¿usted es su pariente?

JongIn, que había estado escuchando la explicación del doctor con una expresión casi muerta en el rostro, meneó despacio la cabeza.

—Solo un amigo.

—Entiendo, en ese caso, tal vez puedas comentarle a sus familiares que estará siendo dado de alta en tres días. Lo recomendable sería que lo internen en un centro de rehabilitación, porque una recaída más como esa será fulminante.

Cuando el doctor se marchó, JongIn tuvo tiempo para pensar las cosas con más tranquilidad.

¿Cómo terminaron las cosas así? ¿Qué los había acercado tanto? ¿Se trataba de amor en realidad? ¿O solo eran dos personas solitarias intentando llenar el vacío de sus corazones?

Era muy probable que si seguían juntos, alguno de los dos llegaría a su límite y llevaría al otro entre las patas. Estaban enfermos y necesitaban ayuda, pero no del tipo con el que estuvieron sobreviviendo durante esos meses.

JongIn lo sabía, quizá lo supo desde el inicio, pero para ser honestos, fue un cobarde al no alejarse cuando sus alarmas sonaron. Todo por esos benditos ojos que le suplicaban quedarse.

No llegarían a la orilla remando juntos. Esto debía parar.

—Hey... —KyungSoo lo saludó cuando lo vio llegar a la habitación.

—¿Cómo te sientes?

—¿Esto? —bufó—. Solo es una heridita más en mi record de balas tomadas.

JongIn sonrió por cortesía.

—Lo siento. No quise asustarte.

—Lo sé.

—Volveré a rehabilitación y todo estará bien. Lo superaremos... —aseguró—. Juntos.

El alfa acarició su rostro y le dio un apretujón a su mano.

—Estaremos bien. —Fue todo lo que dijo durante su tiempo de visita.

.

.

.

A la mañana siguiente, cuando KyungSoo despertó, vio a su madre sentada al pie de su cama y casi dio un brinco.

—¿Mamá?

—Hijo...

—¿Qué haces aquí?

—Tu amigo me contactó. ¿Qué hiciste esta vez, KyungSoo?

El omega estalló en llanto ante la mirada llena de tristeza de su madre. Su padre había sido el causante de todo su dolor, pero él solo hacía que las cosas empeoraran, y eso lo devastó.

—Perdón, mamá. Yo no quise...

—Sé por qué lo hiciste y quiero que sepas que esto va a parar. —Su madre sacó una tarjeta de su bolsillo y se la dio—. Tu amigo me dijo que el abogado de su padre nos puede ayudar. Además, podrán removerme la marca. Él cubrirá con los gastos.

—¿JongIn dijo eso? —La vio asentir—. ¿En dónde está?

—No lo sé. Solo me pidió que te entregara esto. —Le entregó un sobre blanco cerrado—. Voy a traerte un poco de agua. Mientras tanto, puedes leer su contenido.

Al salir del cuarto, KyungSoo rompió el sello del sobre y sacó la hoja doblada que estaba adentro. Era una carta escrita con el puño y letra de JongIn, y en ella ponía lo siguiente:

"Hola KyungSoo, supongo que estarás sorprendido por las repentinas noticias que tu mamá ha venido a contarte. Lamento haberme ido sin despedirme, pero no quería hacerlo frente a frente porque descubriste mi debilidad por tus ojos negros. Estoy seguro de que si me hubieras pedido quedarme, lo habría hecho inmediatamente.

Hay algo que aprendí en nuestro periodo juntos... Y es que el amor no puede ser atado. Para amar primero debemos ser libres, sanar, comenzar de nuevo. Necesitamos eso, necesitamos ser libres de nosotros mismos.

Iré al servicio militar, puede que eso me ayude en mi proceso de encontrarme a mí mismo. Por tu parte, espero que el abogado de mi padre pueda ser de gran ayuda para ustedes.

Esta no es una despedida definitiva, porque seguramente nos volveremos a ver. Para ese entonces, me mostraré frente a ti como una mejor versión de mí, como un alfa que podrá sostener tu mano y cuidarte.
Estaré ansioso por conocer esa versión tuya también.
Para cuando nos encontremos, cuéntame todo lo que aprendiste en el proceso. Yo también lo haré.

Mantente saludable, por favor.

—JongIn"


KyungSoo arrugó la carta cerca de su pecho y lloró todo lo que nunca pudo hacer frente a JongIn. Realmente deseaba volver a verlo, algún día, en algún lugar, para poder abrazarlo y decirle que ya todo había quedado en el pasado.

Con un corazón herido, pero cicatrizando, KyungSoo quería volver a sostener su mano.

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