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2. Aroma

Temática: Vecinos
Relación: Alfa x Omega

KyungSoo regaba tranquilamente las macetitas de los jazmines que adornaban su balcón. Había retomado la misma rutina de cada día, después de volver de unas breves vacaciones en la casa de sus padres. Hacía pilates muy temprano, un poco de yoga, se bañaba y llenaba su pequeña regadera para rociarles agua a sus plantas. Era satisfactorio ver cómo crecían tan saludables y oler su fragancia al despertar, pues relajaba cada fibra de su ser. KyungSoo era un omega masculino que soñaba con encontrar un alfa encantador con un aroma que lo hiciera sentir como en casa, tal y como sus jazmines lo hacían.

Con tan solo diecinueve años, había dejado la pequeña provincia que lo vio nacer y crecer para mudarse a la capital, en donde comenzaría una nueva vida de la mano de sus estudios universitarios. Salir de casa fue un evento que esperaba desde que era un adolescente, pues al ser el hijo menor de una familia llena de alfas, no había tenido la oportunidad de explorar el mundo por él mismo. Siempre detrás de sus hermanos mayores como una frágil flor que necesita ser cuidada. No quería eso nunca más, así que postuló a una beca estudiantil y la ganó. Ahora, lejos de la protección de sus padres y hermanos, podía ser un adulto de verdad, uno que estaba a punto de comenzar su vida.

Llevaba casi un año adaptándose a la vida acelerada en Seúl, y debía admitir que, para ser un chico de pueblo, estaba manejando la situación de buena forma. Aunque no iba a negar que se sentía un poco solo, su familia podía ser muy intensa al protegerlo, pero no dejaban de ser sus seres más queridos, y entendía que solo no querían que se lastimara. Por eso, aprovechó sus dos semanas de vacaciones para visitarlos y, por supuesto, llevó sus jazmines con él. Aquella visita había sido muy reconfortante, pero un nuevo ciclo comenzaba y debía continuar con la vida que estaba construyendo aquí. 

Al caminar hacia la entrada del condominio, su olfato capturó un aroma embriagador que removió sus entrañas y lo sacudió por completo. Corrió con todas sus fuerzas, incluso después de abrir la puerta y salir a la calle, intentando hallar al dueño de aquella fragancia, pero no lo encontró por ningún lado. Decepcionado por no conseguir ver a la persona que olía como los jazmines de su balcón, desaceleró el paso y se dispuso a caminar hacia la universidad para no llegar tarde. 

Tal vez ese anhelo, que siempre estuvo ahí desde que nació, le hacía pensar cosas que no existían. Quizá alguien solo había comprado un ramo de jazmines para su amado, o de repente la señora de la limpieza había usado un nuevo perfumador.

Pero muy en el fondo no desistía de creer que se trataba de aquel que había nacido para abrazar su alma con su tan reconfortante fragancia.








🌸

A la mañana siguiente, KyungSoo volvía a regar su pequeño jardín en el balcón, mientras tarareaba una dulce canción que su mamá solía cantarle cuando lo arrullaba en sus brazos. De pronto, al alzar la vista, se encontró con la mirada penetrante de un hombre que sostenía un cigarro humeante entre sus dedos y lo miraba con curiosidad. Era un alfa, podía sentirlo a pesar de la distancia entre un balcón y el otro.

El hombre le dio otra calada a su cigarro antes de dirigirle la palabra.

—Atraes a los insectos —dijo despectivamente.

No había esperado una falta de respeto como esa tan temprano en el día. La expresión de enojo en el rostro de KyungSoo no se hizo esperar.

—Y tú atraes un cáncer de esófago —le respondió enfadado y, dando media vuelta, se metió a su departamento echando fuego por las orejas.

Era la primera vez que se pasaban de groseros con él y también era la primera vez que veía a ese sujeto. Ni siquiera sabía que tenía un vecino joven habitando el departamento de enfrente. Estaba seguro que no lo había visto antes, así que lo más probable era que fuese nuevo en el condominio.

¡Vaya vecino le había tocado!

En su pueblo, su familia nunca tuvo problemas con los vecinos, todo era tan tranquilo que esperaba no tener una experiencia tan desagradable como la que acababa de tener. Pero ese chico tenía que aprender a respetar sus plantas porque ellas habían llegado antes que su malhumor y humo apestoso.

De acuerdo, lo olvidaría, intentaría distraerse con sus actividades del día para alejar el mal sabor de ese encuentro. Tal vez solo lo había agarrado en un mal momento de su mañana y por eso había sido así de grosero. De repente solo era cuestión de tiempo para que se adaptara a su nuevo entorno.

O quizá estaban destinados a seguir encontrándose para conocerse mejor.






🌸

—¿Sabías que las plantas botan dióxido de carbono? —comentó su vecino al volver a encontrarse en el balcón—. Quiere decir que aspiras todo el desperdicio que tú y las otras personas expiran de sus pulmones.

KyungSoo rodó los ojos, intentado hacer oídos sordos mientras regaba sus jazmines.

—También están las plagas como las moscas y otros bichos que pueden transmitir enfermedades —continuó—. No creo que estés siendo responsable al montar un invernadero en un departamento tan chiquito.

El omega bajó la regadera y miró a su vecino con ojos juzgadores. ¿Tenía la desfachatez de decirle que estaba "contaminando el ambiente", cuando literalmente toda la casa del alfa debía estar apestando a tabaco por todos los cigarros que se fumaba todos los días?

—Pienso que un hombre dependiente del cigarrillo no debería darme recomendaciones sobre lo que es ser responsable o no.

—Soy Kim JongIn —dijo de pronto el alfa.

KyungSoo enarcó una ceja y bufó.

—No pedí saber tu nombre.

—Sí, pero no me gusta ser llamado un hombre así sin más —argumentó, dibujando una sonrisa traviesa.

Era increíble, ahora estaba... ¿coqueteándole? Después de haber pasado una semana criticando a sus plantas, amargándole las mañanas y hablándole como si tuviese derecho a hacerlo. ¿En serio? ¡Qué tipo para más desquiciado!

Antes había escuchado hablar mal de los alfas, pero al vivir rodeado de ellos nunca vio una actitud tan atrevida como la de su vecino, quien no desperdiciaba un segundo para comenzar a hablarle ni bien lo veía salir al balcón.

—¿Y tú? —preguntó el alfa—. ¿Cuál es tu nombre?

—Prefiero no decírtelo. No te conozco.

A JongIn se le salió una fuerte carcajada.

—Tu madre seguro debe estar orgullosa de ti. Primera regla que nos enseñan: no hablar con extraños. Bien aprendida, eh —dijo en un tono burlón—. Vamos hombre, dime tu nombre, somos vecinos, ¿no? Además, ya hemos hablado por una semana.

—No, tú has insultado a mis plantas por una semana y no has dejado de molestarme.

—Qué rencoroso —chasqueó la lengua y tiró la colilla de su cigarro hacia una esquina de su balcón—. No pude evitarlo, supongo, te veías muy cómodo ahí con tu regadera.

—¿Y por eso me molestaste? ¿Para divertirte?

JongIn se encogió de hombros.

—Te ves adorable cuando te enojas. Haces lindos pucheros y tu rostro se pone rojo como Campanita.

—¿Campanita? —preguntó confundido.

—Sí, la hada compañera de Peter Pan. Tiene sus propias películas, ¿nunca las has visto? Puedes venir a mi casa, tengo los videos de toda la saga.

¿Lo estaba comparando con un personaje de una película? ¿Podía ser más infantil? Y encima lo estaba invitando a su casa, pero ¿quién se creía que era? Por supuesto, vio a un omega solo e ingenuo y pensó que sería fácil cazarlo, seguramente. Ni loco entraría a esa casa que de seguro lo recibiría con un olor sofocante.

Era suficiente, ya había cruzado más palabras con ese sujeto que en todo el tiempo que lo venía "conociendo". Por eso, tomó su regadera, le dio una mirada furiosa una última vez y se metió a su departamento.

—¡Oye! Todavía te estaba hablando —le escuchó decir, pero él ya había terminado de decir todo lo que debía.






🌸

Sucedió otra vez, aquel olor que removió su ser entero regresó. Esta vez lo encontró cuando estaba entrando al condominio después de volver de clase. Decidió seguir el rastro, el cual lo llevó a una torre diferente a la suya. Subió escaleras, escaneó pasillos, se acercó a cada puerta hasta que llegó a una que parecía ser la indicada. Su cuerpo tembló ante las ansias de saber quién se encontraba del otro lado. Estaba seguro que había encontrado a su persona indicada y no podía creer cuán suertudo había sido de que este viviera en el mismo lugar que él. Había escuchado hablar de lo difícil que era encontrar a ese ser que te llenaría por completo, con el que te sentirías seguro en sus brazos, ¡pero aquí estaba el suyo!

¿Debía tocar la puerta o...?

—Oh, ¿Campanita? ¿Qué haces aquí?

La persona con la que menos se quería encontrar apareció detrás de él con unas cuantas bolsas negras en la mano.

—¿Te animaste a ver las películas? —preguntó animado, tal vez un poco más entusiasmado de lo que alguna vez lo había visto en sus anteriores encuentros. Podía jurar que sus ojos estaban brillando por alguna razón.

Pero pasó por alto esos detalles, pues lo que más le interesaba en ese momento era saber por qué tenía un juego de llaves en la mano y estaba esperando a que KyungSoo se apartara de la puerta.

—¿Vi-Vives aquí?

—Sip, esta es mi casa —dijo, haciéndose espacio para abrir la puerta ni bien el omega se alejó de esta. Al entrar, le hizo una seña de bienvenida—. Pasa.

—Ah, no, no es necesario. Tengo cosas que hacer, con permiso.

KyungSoo tenía la intención de salir corriendo de ahí, pero al momento que se giró para huir, la mano del alfa en su muñeca lo detuvo.

—Quédate —pidió en un tono que oscilaba entre una orden y una súplica.

Para cuando su cabeza reaccionó, ya había sido traicionado por sus piernas, las cuales lo habían llevado hasta el sillón de la sala de un desconocido que lo aterraba. Lo peor de todo era que todavía tenía muchas cosas por reprocharle, pero su cuerpo se sentía bien por el aroma que desprendía y que perfumaba toda la casa. Solo se había sentido de esta manera cuando se encontraba regando a sus plantas, y estas le agradecían con su tan relajante fragancia.

Mientras JongIn dejaba las cosas que había comprado recién, KyungSoo intentaba calmar su tembloroso cuerpo y adaptarse a esta nueva sensación que lo abrumaba.

—¿Quieres algo de tomar?

El alfa se mostraba muy tranquilo, por lo que KyungSoo se cuestionó las conclusiones prematuras que había sacado. Quizá no se trataba de él, tal vez el aroma le pertenecía a otra persona. Eso explicaría mucho.

—¿Vives solo? —preguntó el omega casi desesperado por conocer la respuesta del otro.

JongIn lo miró intrigado.

—Sí, no vivo con nadie más —respondió orgulloso.

—Entonces, ¿alguien te visita de vez en cuando? —KyungSoo lo vio sonreír como si le divirtieran sus preguntas. Juntó sus cejas hacia abajo—. ¿De qué te ríes?

Pero el alfa meneó la cabeza y se acercó para sentarse a su lado.

—¿Quieres saber si estoy viendo a alguien?

—No, lo que quiero decir es que-

—Estoy completamente soltero —continuó. Recostó su espalda en el mueble y estiró los brazos hacia los costado, tomando una pose muy confiada.

—Uh huh, sí, bien por ti, pero a lo que me refiero es que-

—Un momento, ¿no te alegra que esté soltero? —lo interrumpió de nuevo, esta vez con un tono de sorpresa y confusión.

—¡No es lo que te estoy preguntando! ¿Por qué debería interesarme tu estado civil? Lo que estoy tratando de decirte es-

—Mi aroma —lo detuvo haciendo que el omega le pusiera más atención—. Viniste por mi aroma, ¿cierto?

—¿Cómo lo sabes...?

—He pasado días tratando de encontrar de dónde carajos provenía ese olor tan dulce como el de un durazno, que me estaba volviendo loco. Entonces, apareciste tú frente a mi balcón.

La mirada que JongIn le estaba dando ahora era la misma que la primera vez que lo conoció. Penetrante, algo salvaje e intimidante. Su corazón latió de prisa y su respiración se hizo pesada, no por miedo, al principio pudo haberlo confundido con eso, pero ahora estaba más que seguro que se trataba de algo diferente.

—Sabía que eras el responsable de mi desesperación —confesó.

—Pero nunca antes te había visto.

—Eso es porque no solía quedarme a dormir en casa —admitió algo avergonzado.

Era cierto, JongIn solía pasar la noche afuera, divertirse con sus amigos y echarse a algún omega o beta de turno para satisfacer sus necesidades. Pero un día, al llegar ebrio a casa, percibió un olor que prácticamente se deshizo de todos sus males.

—No entiendo, entonces, ¿por qué fuiste grosero? —le reclamó.

 —Porque estaba asustado. Sé que es una excusa mediocre, pero es la verdad. No quería ni imaginaba encontrar a mi omega algún día, así que nunca me preocupé por cómo vivía o con quién andaba —dijo con sinceridad—. Luego te vi y pensé en lo idiota que había sido, pero no podía dejar de molestarte porque tengo cinco años mentales y porque en serio me gusta ver tu expresión de enojo. Eres adorable.

KyungSoo sonrió con timidez por el halago. Antes le habría tirado un puñetazo en la cara por decir que era adorable, pero ahora le parecía gracioso porque quien estaba siendo más tierno era JongIn, al confesarle todo esto con un ligero sonrojo en las mejillas.

—Qué tonto.

—Lo sé, pero sabía que no te podrías resistir a mis encantos por mucho tiempo.

—Oh, Dios, voy a volver a mi departamento con mis plantas, mejor.

—No te vayas, Campanita.

—¡Deja de llamarme así! —chilló con la cara enrojecida.

—Ah, justo así es Campanita.

El omega puso los ojos en blanco y se levantó para caminar hasta la puerta. No pensaba quedarse un minuto más a escuchar al alfa tan infantil que le había tocado como compañero.

¿Era guapo?, Sí, jodidamente guapo.

¿Tenía una voz muy varonil que le hacía flaquear las piernas? Sí, maldita sea.

¿Su aroma era el más reconfortante que había percibido en toda su vida? Cielos santo, ¡sí!

Y suponía que todas esas cualidades serían su perdición, pero por el momento no lo demostraría, o al menos se esforzaría para que así fuese. Estaba dispuesto a conocerlo y a dejarse conocer, después de todo, sus jazmines ya no eran las únicas que lo hacían sentir como en casa.

—¿Me vas a enseñar tu departamento? —preguntaba el alfa mientras salía detrás de KyungSoo—. ¡Llevo las películas!

Quizá estaba loco, tal vez se le había subido la sangre a la cabeza por toda la repentina situación. Pero muy en el fondo, y de todo corazón, elegía creer que JongIn era el alfa que había nacido para abrazar su alma con su reconfortante fragancia.


Extra

Las paredes se tambaleaban con cada paso que daba, su cabeza apenas podía controlar sus piernas, mientras que sus ojos de milagro no se cerraban. Nunca había bebido de forma tan salvaje como ese día, y ahora se arrepentía, pues su despertar no sería para nada agradable. A veces se sentía cansado de llevar una vida tan desordenada y agitada, pero seguía haciéndolo sin saber la razón exacta.

Kim JongIn era un alfa de veintidós años que no hallaba divertida la vida y que por eso llevaba las cosas hasta su límite para finalmente sentirse vivo.

Aquella noche no era más que una de las tantas en las que se había sentido como un estropajo, luego de ingerir todo lo que le ofrecieron en la fiesta, bailar hasta que no sintiera sus pies y follar a cualquier persona que moviera bien el culo en la pista de baile. Pero esta vez, cuando caminó por el pasillo hacia su torre, algo lo hizo detenerse y girarse hacia atrás. Un olor, tal vez muy similar al de un durazno, dulce y embriagador a la vez. 

Su corazón latió con fuerza.

Su cuerpo se repuso automáticamente por instinto e intentó ir detrás del aroma para ver hacia dónde lo llevaba. Para su mala fortuna, el olor desapareció cuando una fuerte corriente de aire lo alcanzó. Lo perdió, y su pecho dolió ante la desesperanza. Regresó decepcionado a su departamento y no dejó de pensar en aquel aroma durante toda la noche.

Y por el resto de días que le quedaba a la semana.

Tomó mucho de sí mismo para no perder la cabeza ni la fe. Estaba seguro de que lo encontraría, porque tenía que hacerlo. Debía encontrar al dueño de esa fragancia que hacía que su corazón se agitara sin la necesidad de ir a una fiesta loca.

Entre anhelos, plegarias y una espera que se sentía como un siglo, un día apareció la respuesta frente a él. Un joven omega de cabello azabache, ojos grandes y brillantes como la luna nueva, y unos labios abultados esperando ser probados. Las blancas manos del omega direccionaban con cuidado una regadera de metal hacia las hermosas flores que adornaban el balcón de su departamento, mientras este entonaba un dulce cántico que se oía como una caricia en sus oídos.

El tiempo se detuvo en cuanto el muchacho posó sus dos orbes negros sobre él. JongIn se sintió desfallecer por primera vez en su vida.

"Te encontré", se dijo extasiado, pero la emoción alegre fue reemplazada por una de temor de un momento a otro.

¿Qué debía hacer? ¿Cómo podía acercarse a él?

Nunca se había preocupado por tratar bien a alguien, pues su posición como alfa siempre le daba ventaja por sobre otros. Sin embargo, ahora se sentía como un pequeño niño, desprotegido y expuesto. Esa hermosa mirada lo desarmó por completo, y aunque sentía miedo, también se sentía como el suceso más espectacular de su vida.

El omega lo miró con curiosidad y la valentía del alfa flaqueó. 

Así que, no sabiendo qué más hacer, JongIn le dio otra calada a su cigarro antes de abrir la boca para decir algo coherente.

—Atraes a los insectos.

Pero no salió como pensaba. La expresión de enojo en el rostro de KyungSoo no se hizo esperar.

—Y tú atraes un cáncer de esófago —le respondió enfadado y, dando media vuelta, se metió a su departamento.

No había sido el mejor inicio, pero al menos había podido escuchar su melodiosa voz hablándole, la cual era igual de dulce que su fragancia. Entonces, JongIn supo que lo había encontrado. Ese aroma que calmaba sus sentidos tenía dueño y no podía esperar para seguir conociéndolo. Por eso, sonrió al ver al pequeño omega entrar enfadado a su casa, echando humo por las orejas.

—Adorable —dijo con una sonrisa tonta en los labios.


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