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11. Construcción del nido

Temática: Época | Histórico
Relación: Alfa x Omega

Kim JongIn, un alfa que tenía el titulo de Gukgong en la dinastía Goryeo, caminaba por los largos pasillos de su morada con su elegante túnica negra, la cual llevaba hilos de oro bordados en las mangas y el pecho. Acababa de llegar del cansado viaje al palacio, pues el rey había solicitado verlo, al igual que a otros miembros de la nobleza. Las negociaciones sobre las tierras junto al mar eran pieza clave para que el reino se mantuviera en pie, al menos por unos cuantos años más; así que, durante el último mes había tenido que estar fuera de su hogar más tiempo. Extrañaba su casa, pues ahí se encontraba la persona más importante en el mundo para él.

Su omega.

—Bienvenido, mi señor —lo recibió su eunuco beta de confianza—. Su baño de rosas se encuentra listo y encargué una nueva muda de ropa para que pueda descansar plácidamente con ella.

—Gracias —dijo de forma escueta.

Su mirada viajó hacia todos los rincones, pero no tuvo éxito encontrando al que tanto quería ver.

—El señor Do se ha quedado en sus aposentos.

El alfa le dio una mirada desafiante al beta.

—Su apellido ahora es Kim. No quiero repetirlo de nuevo —ordenó.

El eunuco tembló bajo su túnica. No era la primera vez que sucedía, pero la ceremonia de unión había sido tan cercana que los empleados apenas podían acostumbrarse a llamarlo de esa manera, mas aun cuando habían conocido al omega desde que era un niño.

—S-Sí, señor.

JongIn no se detuvo a tomar aquel baño tan tentador ni a cambiar su ropa por una nueva y limpia. Ansiaba volver a ver a su omega, necesitaba hacerlo o su estabilidad mental decaería abruptamente. Por eso, se puso en marcha hacia su habitación, en donde encontró a varias empleadas intentando arreglar el desorden que había en el cuarto. Ropa tirada por doquier era lo que adornaba la habitación, como si un huracán hubiese pasado por ahí.

—¿Qué significa esto? —preguntó con un tono autoritario, pero que a la vez denotaba confusión.

—¡Señor! —Las muchachas se inclinaron hacia él tan pronto como se enteraron de su presencia.

—¿Qué ha sucedido? —volvió a preguntar.

Pero las sirvientas enmudecieron, lo cual hizo enojar a JongIn, quien esperaba una pronta respuesta a su gran incógnita. ¿Algo malo estaba ocurriendo? Tal vez... ¿Se trataba de un asalto? Y lo más importante, ¿en dónde se encontraba su omega?

—Ocultarle información a su amo es una grave falta que se paga en la horca, lo recuerdan, ¿cierto?

—Nos disculpamos, señor —dijeron en coro.

—Entonces, hablen.

—Se trata de su esposo —confesó una de las empleadas más jóvenes.

JongIn arrugó el entrecejo.

—¿Qué pasa con él? ¿Le sucedió algo? —preguntó alarmado—. ¿En dónde está?

No habían tenido amenazas de otros pueblos en un largo tiempo, por lo que no esperaba que se tratara de un ataque enemigo.

—Él está en casa, mi señor —dijo la dama de servicio con más años dentro de su castillo, que había llegado apenas escuchó el alboroto—. Tomó algunas prendas suyas y se las llevó a la habitación contigua. No ha salido desde entonces y no permite que nadie se acerque tampoco.

Muy preocupado al recibir esa información, el duque se apresuró en salir de ahí para visitar el cuarto en donde su omega había decidido encerrarse. Le era difícil descifrar qué lo había llevado a aislarse de todos y espantarlos por si se atrevían a acercarse. Esperaba que no fuese algo malo como una enfermedad o no podría soportar ver a su hermosa pareja marchitándose por eso.

Al llegar a la puerta de la habitación, las feromonas del pequeño hombrecillo, que estaba detrás de la puerta, lo alcanzaron. Eran dulces, pero espesas, por lo que ahora entendía por qué nadie podía acercarse. Ellas gritaban aléjate en letras mayúsculas. Por suerte, JongIn era un alfa dominante, y lo mejor de todo, era su alfa. Podría con esto.

—¿KyungSoo? —llamó su nombre al abrir la puerta.

El omega tomó una postura defensiva y sus ojos brillaron en un azul radiante al notar un intruso en su zona. JongIn liberó sus feromonas de alfa para calmarlo y, a su vez, hacerlo reaccionar. Lentamente, los ojos del omega empezaron a volver a su color normal, y la tensión en su cuerpo desapareció.

—¿JongIn? —preguntó cuando recobró sus sentidos—. Has regresado.

—¿Qué está pasando? —Intentó acercarse, pero KyungSoo volvió a encender sus ojos en ese azul feroz y a desprender feromonas—. KyungSoo.

La voz de JongIn sonaba severa y por eso el omega se ablandó.

—Lo siento.

KyungSoo retrocedió avergonzado. ¿En qué estaba pensando? ¿Iba a atacar a su alfa? Se consideraba una completa falta de respeto siquiera atreverse a retar al alfa con el que un omega se había enlazado. Cualquier otro le hubiera dado un severo castigo, pero JongIn no era de ese tipo, jamás lo lastimaría, así la ley amparara dicho escarmiento. Tuvo la fortuna de conocer ese lado bondadoso de él desde que eran unos niños, cuando aún no se manifestaban como alfa y omega.

—Déjame acercarme —pidió JongIn.

KyungSoo se apartó despacio del muladar que había formado con las diversas prendas de ambos, que en su mayoría eran de JongIn.

—Por favor, no lo pises —dijo KyungSoo en tono de súplica y con los ojos cristalizados.

En cuanto el duque vio la mirada llena de lágrimas contenidas de su omega, lo atrajo hacia su pecho y acarició su cabeza. KyungSoo aspiró el aroma de su alfa, intentando recuperar todos esos días que no estuvo entre sus brazos, y sus manos se aferraron fuerte a su espalda.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó JongIn, procurando ser delicado con el tono de sus palabras.

—Intento hacer un refugio para nosotros. Creí que podía esperar por ti, pero no pude. Anhelaba demasiado tenerte aquí, extrañaba tu olor, tu calor. Te extrañaba a ti.

JongIn lo apartó un poco para mirar su rostro y secar sus lágrimas. Las mejillas de KyungSoo estaban ligeramente hinchadas por el repentino llanto, lo cual le hacían ver adorable. El alfa no pudo resistirse a esa imagen y lo besó. Primero, la unión de sus labios fue suave y delicada, como saludándose de nuevo después de varias semanas sin hacerlo. Luego, el beso se volvió apasionado y demandante, combinando el deseo con la necesidad de tocar más allá que solo un poco de piel que sus cuerpos podían ofrecer. Era mucho más que un anhelo por satisfacer el deseo carnal. Se trataba también del sentimiento que derretía sus corazones cada vez que estaban frente al otro.

Algo tan raro e indescifrable que la gente llamaba amor.

—Lamento haberte alarmado, mi precioso omega —dijo JongIn cuando se separaron para recuperar el aliento—. Pero ya estoy aquí, ¿cómo puedo ayudarte?

KyungSoo sonrió al tener una idea, la cual compartiría con su alfa y en la cual pasarían el resto de las semanas que le quedaban al mes. Durante ese tiempo, varias prendas, accesorios y todo tipo de ornamentos viajaron por los pasillos hacia el pequeño refugio que el omega había decidido crear. JongIn aún no comprendía a qué se debía tanta devoción a una idea que, según él, había nacido a partir del aburrimiento de su consorte. Pero dejando la rareza del asunto de lado, no podía negar que disfrutaba de esto, ya que le daba la excusa perfecta para escapar un momento del trabajo y pasar ese tiempo con KyungSoo.

La gente que lo servía se preguntaba a dónde iba tan apurado el Gukgong, un lunes por la tarde, cuando se suponía que debía estar en su despacho revisando los papeles que el rey de Goryeo le había mandado.

—Solo falta esto y... —dijo KyungSoo mientras terminaba de trenzar una de las prendas de JongIn a otra—. ¡Ya está!

Había formado una especie de canasta gigante con las prendas de ambos. Ahí yacían las túnicas más lujosas del Gukgong, pero este no refutó cuando las vio siendo usadas como un reemplazo de cama para KyungSoo.

—Excelente. Ya has terminado — felicitó JongIn.

—Lo terminamos, alfa. Los dos —dijo muy sonriente el omega—. Hacemos un gran equipo.

—Eso es evidente.

KyungSoo entró al círculo y se sentó para probar su comodidad. Se veía tan bien ahí que JongIn también quiso sentarse junto a él.

—No entres —dijo KyungSoo ante la consternada mirada de JongIn.

—¿Por qué no puedo entrar? Quiero sentarme a tu lado.

Pero el omega meneó la cabeza con fuerza.

—No es para ti.

—Pero dijiste que era un refugio para nosotros —argumentó.

—No para nosotros. —Su índice viajó del alfa hacia él mismo—. Es para nosotros.

Al decir esto, su mano se posó sobre la parte baja de su vientre y la acarició. Miró a su esposo con una sonrisa llena de vida y este le devolvió una expresión de confusión.

—¿Qué quieres decir...?

—Creo que el nido es del agrado de nuestro pequeño durazno.

JongIn, que había sido arrastrado a esta misteriosa construcción, ahora era presa de una emoción que lo superaba. Estaba al tanto de las construcciones de nidos que los omegas hacían cuando estaban esperando un bebé, pero nunca había visto una, así que fue completamente engañado bajo la máscara de poder pasar tiempo juntos. Pero amaba esto, podía considerarla una dulce mentira.

No podía contenerse más, necesitaba entrar en esa cesta de ropa gigante y abrazarlo muy fuerte.

—Muchas gracias, KyungSoo —dijo con el rostro enterrado en su cuello—. No dejaré que les falte algo jamás.

KyungSoo lo alejó para acunar su rostro entre sus manos.

—Lo único que necesitamos es que te quedes junto a nosotros todo el tiempo que tus deberes te permitan hacerlo.

Podía ser un Gukgong de Goryeo, ser solicitado frecuentemente por el mismísimo rey y tener en sus manos el poder de decidir sobre si apoyar al reino para que continúe abasteciéndose de las tierras más ricas de su territorio durante otro par de años más, pero nada en el mundo lo haría sentir tan importante como ser el alfa de KyungSoo y el padre de su hijo.

Ese era su verdadero lugar en el mundo.

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Glosario

Gukgong: Duque
Goryeo: dinastía de Corea.

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