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Único

"No, no aparta a dos almas amadoras adverso caso ni cruel porfía: nunca mengua el amor ni se desvía, y es uno y sin mudanza a todas horas"

—William Shakespeare.

En un tiempo en el que amar es un delito y no un placer, en donde ser quién eres es símbolo de herejía y aberración, se encuentran dos cuerpos desnudos, en una vieja casa alejada de la sociedad, cubiertos apenas por una ligera sábana y siendo iluminados por la luz de la luna, misma que es testigo de la fusión de sus corazones.

—¿Crees que esté bien lo que hacemos? —dice el rubio rompiendo el tranquilo silencio, aferrándose al marcado cuerpo que está debajo suyo.

—¿A qué te refieres? —responde el pelinegro, aún con los ojos cerrados, disfrutando de aquel momento de tranquilidad.

—A lo que tú y yo... a esto —el miedo se nota en su voz, y ¿Qué decir del temblor de su cuerpo?, que es aún más notorio cuando sale del agarre de su amante.

—Se llama: amarnos. No le veo razón para llamarlo de otra forma —menciona el más alto, ahora mirándolo con determinación y algo dolido por sus palabras.

—Pero la socie —es interrumpido por los delgados labios de su pareja, mismos que hacen que el rubio suspire de alegría, producto de ser el único merecedor de esos besos que le roban el aliento; siente su cuerpo vibrar con cada uno de los toques que recibe del mayor. Al separarse, sus bocas emiten un sonido húmedo, el cual hace que el más pequeño suelte un gemido de disgusto, provocando en el otro una pequeña sonrisa.

—No lo menciones, ellos no saben lo que es amor —dice, encendiendo un cigarrillo, el cual apaga al instante de ver a su pequeño arrugar la nariz, por el desagrado que le produce el olor.

—Amor, ambos sabemos que si nos llegan a descubrir —este fue interrumpido nuevamente por su pareja.

—Por eso mismo estamos aquí. Por favor no hagas que se torne triste este momento —pide haciendo más fuerte el agarre de sus brazos, alrededor del delgado cuerpo de Jimin.

—Tienes razón —dice con una hermosa sonrisa pintada en sus labios—... ¿Tienes idea de cuánto te amo? —pregunta tratando de alejar ese sentimiento de tristeza de su corazón.

—Tal vez. Pero lo confirmaré cuando me dejes amarte de nuevo, como lo hice hace unos momentos —menciona Yoongi con una ceja en alto, tratando de provocar a su "pequeño", como él lo llamaba.

—Eres un pervertido —suelta, sonrojado hasta las orejas, dando un golpecito en el pecho de su amado—... pero está bien, ámame como lo hiciste. Hazme llegar al momento en que olvidemos todo aquello que nos hace sufrir —expresa, muy seguro de las palabras, sacando así una risita del contrario.

—No por nada eres el mejor poeta de este lugar —pronuncia comenzando a repartir besos delicados por todo el cuerpo ajeno.

Besos que para él: eran como pintar en el mejor papel del mundo, dejando cada gota de pintura marcada de por vida en su cuerpo, demostrándole cuán valioso era en su vida.

—Yoonnie —musita entre suspiros el más joven—... prométeme que, sí un día nos llegan a descubrir, lucharemos por permanecer juntos.

La respiración de los amantes se mezcla cada vez más, soltando suspiros que apenas ellos logran percibir, haciendo más largo el momento en que el de piel lechosa decide hablar.

—Aunque me maten Mimi —toma entre sus grandes manos el rostro del más joven, viéndolo a los ojos—... lucharé por ti: por nosotros, de eso no hay duda. Te amo y si esta vida no me toca vivirla a tu lado, te buscaré en muchas otras más —ahí es que el pelinegro sella su promesa con un beso sabor a sal, producto de las lágrimas derramadas por el rubio.

Con la luna como única cómplice, dos almas juran permanecer unidas hasta el final de sus vidas. El astro lunar es el único testigo de cuántos "Te amo" salen de sus bocas, cuantos suspiros y bajos gemidos inundan aquella casa; es testigo del más grande amor que se profesan entre las sábanas blancas de esa cama.

No solo sus cuerpos están presos del placer, también sus corazones.

[...]

—Joven amo —dice aquella mujer de edad avanzada, que le sirve a Park Jimin desde hace años—, lo busca el sacerdote del pueblo.

—Hazlo pasar, por favor.

—Hijo, que gusto verte —menciona el mayor tomando asiento frente al joven rubio, en una de las sillas de madera que había en la habitación.

—¿A qué debo su agradable visita, su excelencia?

—A nada en especial, solo quería ver a quien es el orgullo de este pueblo: mi sobrino —clama, con aires de grandeza, el sacerdote mayor del pueblo.

—Oh tío, no digas eso. La gente pensará que solo me pones de ejemplo por ser tu sobrino, y no el mejor poeta del poblado.

—Claro que lo eres, hijo. Pero también eres el único familiar que me queda. Después de lo que pasó, no creo poder recuperarme pronto.

—No lo digas tío, aún duele recordar que mis padres murieron en manos de aquellos bandidos —la melancolía en la voz del rubio, se escucha como el lamento de una madre que ha perdido a su hijo.

—Bueno cambiando de tema —habla el mayor para aligerar el momento tan tenso creado—, quisiera platicar contigo acerca de alguien —un escalofrío gigante se cuela entre los huesos del menor, viniendo a su mente la madrugada aquella en la que casi es derribado por su caballo frente a la casa de su tío, cuando recién regresaba de estar con su amado, aumentando aún más su frustración—. Me refiero a Min Yoongi, el pintor del pueblo vecino —eso basta para que Jimin comience a balbucear cosas sin sentido—. Hijo, ¿Estás bien?, te notas algo extraño.

—No pasa nada, tal vez solo fue por el clima, ¿Qué hay con él joven Min? —trata de sonar lo más convincente posible, para que el sacerdote no sospeche nada.

—He escuchado que tiene una linda hermana y, por lo que he visto, eres muy amigo de Yoongi. Entonces, quisiera que comenzaras a cort — sus palabras se quedan en el viento, ya que el joven de lindos ojos lo interrumpe.

—Su excelencia, discúlpeme, pero... con todo el respeto que merece, le pido que no se meta en mis decisiones. Yo sabré cuándo es el momento adecuado para cortejar a alguien.

—Pero hijo, date cuenta: casi cumples 30 años. Estás perdiendo el tiempo —dice Miteum exaltado ante la respuesta de Jimin.

—En este mundo, vivimos descubriendo sentimientos que nos hacen muy felices, dejándonos sin aliento. No le veo nada de malo al cumplir 30 y no tener a alguien —decide, acercándose a la ventana de su estudio.

Se puede apreciar como el sol se esconde, dando paso a la luna. Es un atardecer hermoso y, de su mente, no sale la idea de que: los ojos de Min son aún más bellos que todos los atardeceres.

—Veo que no te haré cambiar de parecer. Por favor, piensa en lo que te dije, quisiera que tuvieras tu musa. Una a la cual puedas dedicar y escribir tantos poemas como puedas, una que pueda darte una linda familia.

—Que tenga excelente noche, su excelencia —dice a su tío, de manera que pone fin a su conversación.

—Que tengas excelente noche, hijo —pronuncia, saliendo de aquella casa, enfrentando la noche fría que se acerca.

—No necesito una musa, si todos y cada uno de mis poemas ya llevan nombre y apellido —lanza un suspiro, completamente enamorado.

—Niño, debería de ser más precavido, alguien podría escucharlo y yo ya no tendría a quién hacerle la merienda.

La mirada maternal de Byeol hace que Jimin se sienta seguro. Ella es quien cuida de él desde que murieron sus padres; también es la primera, y única, en saber de la relación que mantiene con Min.

—Tranquila, él y yo somos muy precavidos, no tienes porqué preocuparte. Además, me dijo que esta noche me tiene una sorpresa —un suspiro aún más profundo sale de sus labios y, en un abrir y cerrar de ojos, ya la tiene abrazada, bailando a lo largo de aquel gran salón—. Nana, estoy tan enamorado.

—Lo se mi niño, lo sé. Soy tan feliz de que él sea quien te cuide, pero, prométeme que, si algo llega a pasar, lucharán por su amor.

—Lo haremos, pero tranquila, no pasará nada. Ahora, si me disculpas, voy a tomar un baño. No falta mucho para que sea la hora en la que me encuentre con el hombre de mi vida —sin más, sale de aquel salón rumbo a su baño, para alistarse en razón de su encuentro.

[...]

Una hermosa mesa adornada con las más bellas flores y los más ricos platillos, está a la espera de la gran noche que tendrá la feliz pareja. Adicionalmente a eso, frente a aquella chimenea se encuentra una improvisada cama de sábanas blancas y un caballete con un lienzo cubierto por una cortina.

—¿Amor?, ¿Dónde estás? –cuestiona el rubio, abriendo aquellas puertas.

Su impresión con aquella vista, es demasiado tierna para el pelinegro, quien se encuentra vistiendo un hanbok a color rojo con detalles dorados y pantalones negros. Su cabello está peinado de una manera un poco desaliñada, pero, sin duda alguna, lo que corona esa hermosa imagen, es que lo recibe con los brazos abiertos. Después de abrazar a Jimin contra su torso, captura sus labios en un beso que es torpe al principio, pero que, conforme pasa el tiempo, solo se escuchan los chasquidos de sus bocas.

No es un beso que lleva otra intención, más que solo demostrar el infinito amor que se tienen.

—Yoonnie, te amo como no tienes idea. Incluso, podría gritarlo al mundo entero... pero, ambos sabemos qué pasa si lo hago —una risita sale de entre sus labios.

—Pequeño, no digas eso y mejor ven aquí —dice, abriendo nuevamente sus brazos.

—Así que... esta era la sorpresa, ¿Eh?

—Bueno, quería festejar que estamos juntos; que podemos profesar nuestro amor, al menos entre nosotros, ¿No crees?

—Tienes razón —menciona el más pequeño, volviendo a besar los labios de aquel hombre de cabello negro.

El beso sube de tono cada vez más, logrando que lo que comienza como algo tierno: se convierta en algo tosco, algo que los hace terminar enredados en aquella cama improvisada por el de mayor estatura. Los besos cada vez son más audibles y sus respiraciones entrecortadas. Aquellas ropas que una vez cubrieron sus cuerpos, ahora se encuentran dispersas a lo largo de aquella sala de estar.

Frente al fuego, se puede observar una imagen digna de una pintura de museo. Dos cuerpos unidos, que sueltan gemidos, formando una bella melodía a los oídos de sus dueños.

Min era el más feliz de tener bajo sí, el cuerpo desnudo de Park Jimin. Sus mejillas sonrosadas y una fina capa de sudor es lo único que cubre al de hebras doradas.

—Amor... Sí supieras lo lascivo que te ves en estos momentos ante mis ojos, no serías capaz de creerlo.

—Yoongi... ahhh mmhh —jadea—. No hables ahora amor. Lo que más quiero en este momento es que ahhh~ —un gemido, aún más fuerte, resuena entre esas cuatro paredes, logrando que el de la piel lechosa se tense y llegue a su punto máximo, provocando su cuidadosa caída sobre el cuerpo menor.

Ambos son un desastre de fluidos, pero nada importa cuando, todo eso, es símbolo del más profundo amor.

Cansados por el reciente hecho, deciden permanecer en una posición cómoda, logrando descansar y admirarse el uno al otro. Nada importa mientras estén juntos, ellos son el vivo ejemplo del amor sincero.

Tiempo después de haber tomado un baño juntos, entre besos y caricias que no tomaron otros rumbos, ahora se encontraban frente a aquella mesa, comiendo los más ricos platillos preparados con ayuda de Byeol.

—Pequeño, ¿Sabes?, te tengo una sorpresa —indica poniéndose de pie y tomando entre sus manos el cuadro cubierto por aquella cortina.

—Dios mío Yoongi, esto es maravilloso, ¿En qué momento lo pintaste? —pregunta el rubio dejando ver una pintura de él, frente a una ventana, con las más bellas ropas blancas; sus ojos son totalmente expresivos, sus labios y hebras doradas son exactamente como él. Es una pintura digna de admirar, pero que solo ellos tienen el privilegio.

—El poder verte como solo yo te veo, es la inspiración para que este cuadro esté aquí.

—No me imagino una vida sin ti, amor mío —menciona, abrazando a su mayor con todo el cariño del mundo—... pero, no eres el único que preparó algo, así que escucha con atención:

"Mi corazón desmaya cuando tus ojos brillan,

porque me haces temblar cuando ellos me miran

y me haces sudar al momento de escuchar tu voz.

Mis piernas se debilitan y mi mente se echa a volar

y me pregunto, sí eres prohibido:

Entonces, por qué de ti me vine a enamorar.

Por qué si serás el amor prohibido,

pero en mi corazón, por siempre, te llevaré conmigo.

Estoy enamorado de un amor prohibido,

lo deseo y lo extraño.

Sus besos y caricias: los llevo conmigo,

y su voz me enloquece.

No me importa si eres el amor prohibido,

sé que me amas como yo a ti, amado mío.

Toda la vida, no me importa si tengo que vivir contigo un amor prohibido.

No me importa robarle a la vida unas cuantas horas de felicidad: a la semana, al mes... al año.

Doy todo por un beso de tus labios.

Doy todo por volver a mirarme en esos divinos ojos.

Te extraño, te siento y te amo".

Finaliza, con una lágrima derramada que recorre sus mejillas, entre los fuertes brazos de su amante.

—Gracias mi pequeño Mochi. Gracias por ser el amor de mi vida, por ser aquel amor prohibido del que tantos temen —dice, sellando ese bello momento, con un tierno beso.

—Gatito, amor, casi es hora de que amanezca. Debemos irnos, no queremos que algo malo pase.

—Tienes razón, pero antes de irnos déjame pedirte algo y, por favor, no digas que no —pide con ilusión el mayor.

—Adelante amor, hoy te diré que sí a lo que me pidas —afirma el menor, feliz por todo lo que están viviendo.

—Déjame llevarte a casa esta noche y que actuemos como una pareja normal.

—Aunque sé que es un poco peligroso, lo mismo te iba a pedir. No creo que pase algo malo, algo me dice que es buena idea —menciona abalanzándose al cuello del pelinegro—. Vamos, nada malo pasará.

Quien diría que, al salir de aquella casa, serían quienes siempre quisieron; aquellos que la sociedad odia y quienes verdaderamente se aman.

La sociedad siempre quiere que besen sus pies y sean esclavos de sus ataduras, pero ellos deciden romperla, no estar más bajo el yugo de su cuchillo llamado indiferencia, asco y homofobia.

Quien diría que al llegar a un callejón y demostrar su amor con un beso, se darían cuenta de que era la hora exacta para terminar con sus vidas.

Un golpe tras otro se escucha en aquel lugar y, aunque tratan de pelear, no son capaces de escapar. Quisieron arrastrarse, pero una bala atraviesa el cuerpo del rubio y un desgarrador grito rompe la garganta del pelinegro.

—Jimin, amor por favor resiste. Te sacaré de aquí —las lágrimas no se hacen esperar, al salir de sus ojos—... Por favor, te pido que no me dejes, recuerda que prometimos estar siempre juntos... siempre. Por favor mi pequeño Mochi: respira. Mírame, te lo pido —tener el cuerpo casi muerto de su amado entre sus brazos, es algo que lo quiebra totalmente.

—Ga....gatito, por favor, mírame, te lo pido —murmura con las pocas fuerzas que le quedan—. Algo me decía que no llegaríamos a nuestras casas, pero quiero decirte algo que leí esta mañana: "La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la siguiente". Por favor, amor mío, lucha por seguir vivo. Te amaré, aunque me cueste la vida, como ahora está pasando.

—Amor, por favor, no me digas eso. Quiero que podamos casarnos, tener nuestra casa como habíamos dicho, por favor: resiste —grita al amor de su vida. Con un último beso y un último suspiro por parte de Jimin, el gobierno termina con aquello tan maravilloso y sublime que tienen—. Jimin, mi amor, prometo seguir amándote aun así me lleve una eternidad.

Aquellas ropas que en su momento eran blancas, ahora son rojas, producto de la gran cantidad de sangre perdida; las manos y rostro de Yoongi, se encuentran de igual forma.

Sus manos tiemblan y cuando está a punto de levantarse, para llevarse el cuerpo sin vida de Jimin, un guardia se planta frente a él.

Un último disparo resuena en aquel callejón, una bala que atraviesa la cabeza de Min Yoongi terminando instantáneamente con su vida. Y, ahí, justo en ese callejón, dos cuerpos son hallados. Tristemente, se encuentran abrazados, repletos de golpes. Uno tiene una bala cerca al corazón y otro en la cien.

Solo la luna, quien era su fiel consejera y cómplice, fue testigo de cómo les arrebataron el último suspiro de sus vidas.

La sociedad se hace llamar nuestra amiga, cuando es la primera en juzgarnos.

En este mundo, nosotros somos dueños de nuestra vida... solo nosotros decidimos qué es lo que pasa con ella.

Año 2011.

Un joven pelinegro entra a una empresa que es nueva para él. Quiere cumplir su sueño y lo logrará. Cuando está a punto de entrar, se topa con un joven mayor que él, tiene una tez pálida, pero, sin duda alguna, destaca en él su mirada gatuna y una gummy smile terriblemente tierna.

—Hola y disculpe mi torpeza, me llamo Park Jimin. Soy nuevo y voy a formar parte de la dance y vocal line de BTS. Espero llevarme bien con usted, hyung —dice haciendo una reverencia ante el joven pelinegro.

—Te encontré. Después de tantos años, al fin te encontré mi pequeño Mochi —pronuncia, abrazando el pequeño cuerpo de Park—. Min Yoongi, ese es mi nombre.

Fin.

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Hasta aquí esta pequeña historia, espero que te guste mucho y si es así no te olvides de votar y comentar.

YesenM Muchas gracias por todo amiga


Suran 🐍

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