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—¿Cuándo voy a verlos de nuevo?
Minseok observó los rostros serenos de sus padres. Los sentimientos fluían como una corriente dentro de su pecho, provocándole inseguridad. ¿Qué estaba haciendo? ¿De verdad iba a marcharse con un desconocido? ¿De verdad creía que iba a convertirse en un hombre lobo? Bueno, tal vez necesitara unas vacaciones en un manicomio, pero sí. Había algo dentro de él, algo que no podía explicar bien. Por las noches, no podía dejar de echarle miradas al cielo; la luna brillando casi en su punto parecía llamarlo. Minseok sentía un enorme deseo por echar a correr con todas sus fuerzas hasta alcanzarla.
—Pronto —Chen aseguró, tomando sus manos—, esto solo dura unos días al mes.
Minseok asintió. Tomó la mochila de su cama y observó su habitación por última vez. Había dejado todo en su lugar, incluso había reemplazado la lámpara con la que se había defendido de aquel intruso que ahora unía sus manos y le pedía abandonar su hogar.
—No tengas miedo —Chen susurró, sin poder ocultar su propio temor. Presionó sus labios sobre la frente de su compañero y ajustó su propia mochila en sus hombros.
Kris salió después de ellos. Si todo funcionaba bien, los señores Kim se quedarían tranquilos y nostálgicos con el recuerdo de su hijo menor marchándose a la universidad.
—Ya está —los ojos fluorescentes se clavaron en los marrones de Minseok—. Todo estará bien. Dense prisa o perderán el autobús.
Kris notó el miedo de Minseok. Intentó devolverle los recuerdos de su estadía en el castillo una última vez, pero no lo logró. El lobo en su interior estaba protegiéndolo, Minseok no lo sabría hasta que su mente y la de su propio monstruo no se unificaran.
Kyungsoo rodeó con sus brazos a Minseok, pegándolo con fuerza a su pecho.
—Promete que me visitarás alguna vez —le pidió, escondiendo sus lágrimas. Chanyeol se había marchado hacía unos días y ahora su amigo emprendía un viaje al que no podía acompañarlo. Lo soltó con un suspiro y se dirigió al licántropo—. Cuídalo bien, pulgoso.
Chen sonrió dejando caer su lengua fuera de su boca como si estuviera jadeando y se rascó la parte posterior del cuello. Minseok intentó no mirarlo demasiado. Intentó controlarse, se obligó a confiar en él aunque su estúpido temor estuviera amenazando con hacerle estallar el corazón.
—Vas a estar bien —Sehun murmuró sobre su oído mientras lo estrechaba entre sus brazos con fuerza—. Chen va a cuidarte bien, siempre lo hizo.
Minseok se obligó a asentir. Le dedicó una última sonrisa a Zitao y marchó con valentía hasta la estación, seguido de cerca por la reencarnación de una leyenda.
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Chen comprendía su temor. Quería abrazarlo y arrullarlo, susurrar sobre su oído que todo estaría bien. Aunque también tenía miedo. Miedo de que los descubrieran, de que intentaran cazarlos. Temía a este mundo desconocido tal vez un poco más de lo que temió al mundo que abandonó al internarse en ese oscuro bosque. Sin embargo, sonrió al recordar a Baekhyun mirándolo con recelo desde el otro lado de la reja y al recordar su miedo al saberse atrapado dentro de ese lugar con una amplia variedad de bestias que susurraban desde los rincones más oscuros.
Observó el paisaje a través de la ventanilla del autobús. Habían personas en las calles, personas que iban de aquí para allá con prisa, pero no con temor. Los edificios eran enormes, mucho más altos que las torres del castillo y más brillantes; todo tenía un matiz nuevo que él mismo no tenía. Apretó sus labios y consideró por un segundo lo que había hecho. Minseok podría ser uno de esos humanos que paseaban por las calles con tranquilidad. ¿Y si era eso lo que él realmente quería? Suspiró sonoramente llamando la atención de Minseok que también tenía su mirada fija en el cristal.
—Estás preocupado —Minseok murmuró observando sus ojos ambarinos. El licántropo negó débilmente.
—Quieres quedarte —Chen afirmó.
—¿Te dije alguna vez que quería estar contigo, asumiendo todo lo que eso implicaba?
Chen sonrió.
—Sí, mientras hacíamos el amor.
Minseok se ruborizó. Sus mejillas, que últimamente estaban más rellenas, parecían un par de duraznos.
—Entonces no te preocupes por lo que yo piense en este momento. Espera a que recuerde.
Chen entrelazó una de sus manos con una de Minseok e inclinó su rostro hacia él. Se acercó lentamente hasta rozar sus labios. Con su mano libre sostuvo su rostro mientras lograba que sus bocas se unieran completamente para besarse con suavidad. Se separó un poco para tomar aire y el aroma del muchacho se metió por su nariz para expandirse por cada rincón de su cuerpo.
Minseok intentó recordar, intentó perderse en ese beso y reencontrarse a sí mismo, pero lo único que pudo sentir fueron ganas. Ganas de besarlo eternamente, de sentir cómo su lengua le acariciaba los labios y se los humedecía, de sentir cómo el otro cuerpo se presionaba cada vez más contra el suyo.
De pronto, Minseok se separó e inmediatamente giró su rostro hacia la ventana. Chen, sorprendido, se pasó el dorso de la mano por la boca para limpiar la humedad y se encogió en su asiento. ¿Qué había hecho mal? Sus labios estaban resentidos por haber sido alejados de sus compañeros de manera tan repentina.
—¿Hice algo mal? —el licántropo preguntó con tristeza.
Minseok negó efusivamente y sus mejillas se colorearon de rojo.
—Van a bajarnos del autobús si seguimos así.
No agregó que de seguir así él no podría contenerse de subir a su regazo para seguir con los besos y puede que con algo más. Diablos, era tan fácil perder la noción de todo cuando unían sus labios.
Dejaron el autobús en la estación de tren y abordaron un vagón casi vacío. Se sentaron juntos y siguieron observando el paisaje a través de las ventanillas en completo silencio. Los edificios fueron desapareciendo hasta dejar a la vista poco más que campos abiertos. La vista le resultó más familiar al licántropo entonces. Tres horas más tarde llegaron por fin a su destino. Nadie además de ellos bajó en esa estación vieja y casi desierta.
Minseok no tardó en ubicarse y echar a andar en dirección al sur por el trayecto que aún recordaba bien. Tardaron muy poco en dejar atrás la escasa civilización y solo un poco más para ser capaces de escuchar el sonido lejano de las olas golpeando perseverantemente contra las rocas.
A Chen le pareció una eternidad; aparentemente el silencio tenía la capacidad de alargar los segundos de forma dolorosa. Cuando Minseok se detuvo por fin, luego de una larga caminata, y lo miró a los ojos, no supo si sentirse aliviado o no. El humano dejó caer su mochila al suelo con suavidad y lo miró con una abatida mezcla de emociones reflejadas en su rostro.
—Aquí es —Minseok anunció—. Creo... que ahora solo debemos esperar.
Chen asintió y se sentó en el suelo. Ya era tarde, pero aún faltaban un par de horas para que el sol se pusiera y diera paso a la noche.
Minseok le había explicado que había visitado ese lugar con sus padres varias veces cuando era un niño. A ellos les gustaba la tranquilidad de la pequeña ciudad costera. Se trataba de una playa fría y rocosa de difícil acceso, que por ende no era la favorita de los turistas, especialmente en esa época.
—No tengas miedo —Chen murmuró luego de un rato en silencio—. Cambiar duele, pero yo estaré aquí contigo.
Minseok se sentó a su lado y miró el pasto verde que crecía de forma irregular.
—Pareces más asustado que yo.
—Quisiera poder protegerte de cualquier cosa que te cause dolor —Chen murmuró con frustración.
Minseok le tomó una mano y acarició sus dedos sin saber qué decir. Le gustaban sus manos... y otro montón de cosas de él.
—Gracias...
—No tienes que agradecerme nada —Chen se apresuró a decir se giró para poder mirarlo. Minseok lo miraba también.
Como si fuera la cosa más natural del universo, la distancia desapareció entre ellos. Unieron sus labios en roces lentos y tranquilizadores.
—Apareciste en mi vida justamente una noche de luna llena —Chen dijo con voz tranquila, mientras unían sus frentes y mantenían los ojos cerrados—. Estabas mirándome desde tu ventana. Tu olor llenaba el aire. Por un instante, tu delicioso aroma nubló cualquier otro pensamiento. Corrí hasta tu habitación y te encontré bajo las sábanas. Temblabas de miedo y el hambre se me fue de golpe. Olías bien, pero no como alimento...
Minseok abrió sus ojos y se encontró con los inhumanos, brillantes y preciosos ojos casi dorados del hombre lobo.
—Creo que tu llegada al castillo no fue cuestión del azar, creo que mi luna ha guiado tu camino para que pudiéramos encontrarnos.
Minseok pensó en ello por un instante.
—¿Por qué dejaste que me marchara si estabas tan seguro de ello?
—El que se había convertido en mi hogar, no era un lugar seguro para ti y tus amigos, y tu hogar no parecía ser un lugar para mí... —Chen estiró una mano y la posó sobre una de las mejillas de Minseok—. Pero no pude soportarlo ni siquiera una semana. No podía aceptar perderte. Por eso vine aquí, porque... te amo.
Minseok sintió el impulso recorriéndole el cuerpo, su voz quería gritar que él también lo amaba, pero logró contenerse. En cambio, tomó ese rostro de facciones extrañamente caninas y lo sorprendió con un beso.
Deseaba recordarlo, lo deseó en ese momento como nunca deseó nada en su vida.
Chen se mostró muy contento con ese beso. Respondió con entusiasmo y de un momento a otro ya tenía al adolescente tendido sobre la hierba. Una cosa llevó a la otra y cuando Minseok fue consciente de lo que sucedía, ambos estaban desnudos sobre una manta, besándose lascivamente y acariciando ansiosamente el cuerpo del otro. Tal vez no debió permitir que aquello sucediera, pero sabía que no iba a ganar la batalla con su propio cuerpo en aquellas condiciones. Así que separó sus piernas dócilmente y disfrutó el calor del otro cuerpo desnudo sobre el suyo.
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Aún estaban echados sobre la manta, a medio vestir, cuando el día dio paso a una noche nublada.
Cuando todo se oscureció, Chen se puso de pie como si estuviera en una especie de trance y avanzó hasta la orilla del risco. Observó maravillado cómo las nubes se hacían a un lado para que el resplandor de su diosa se expandiera en el cielo y se duplicara en el océano.
Fue como si nunca antes se hubiera detenido a contemplarla. Esa noche parecía mucho más bella. Sabía que Minseok había seguido sus pasos y estaba de pie a su lado, pero no fue capaz de despegar los ojos de la grandiosa luna para mirarlo. Era tan deslumbrante, se sentía tan desnudo bañado con su luz. Su larga vida le pareció tan corta en ese momento. Quiso poder volar para perseguirla por el cielo... y entonces se percató de la diferencia entre esa luna llena y todas las anteriores.
Bajo esa luna seguía siendo un hombre. Solo un hombre.
Un movimiento a su lado lo obligó a despegar su mirada de su madre y girarse hacia su derecha. Retrocedió un par de pasos mientras el animal relinchaba enfurecido.
—¿Minseok?
El lobo logró quitarse de encima las pocas prendas que el adolescente había estado vistiendo y clavó sus ojos en él con un gruñido.
Chen dio otro paso atrás. Miró a la luna y luego al animal. Era hermoso, su largo pelaje era blanco en la parte inferior de su cuerpo y pardo en la parte superior. Ya no gruñía y lo observaba fijamente con unos ojos idénticos a los de Minseok. Notó el reconocimiento atravesando la mirada del animal, que de pronto se giró para observar a la reina de la noche y lanzó un aullido al cielo.
—¡Excelente, toda mi vida me has convertido en un monstruo feo, pero a él lo conviertes en un lobo hermoso! —Chen protestó mirando la luna con el ceño fruncido en disgusto.
El lobo jadeó dejando que su lengua se desparramara de costado fuera de su boca, en un claro gesto de burla, y entonces echó a correr en dirección a la civilización, dejando al humano abandonado en la orilla del risco.
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