Capítulo 7
La mañana amaneció con lluvia, un fresco y gris día de sábado. Noa despertó por el sonido de algunos relámpagos, fue a la cocina por algo de comer y encontró a su padre sentado junto a la mesada.
—Buenos días —saluda con energía a su pequeña niña—. ¿Pizza? Fría sabe mucho mejor.
—Hola y no gracias —responde mientras busca la leche para servirla con cereal en su tazón favorito. Un segundo después acepta la oferta de su padre sin olvidar su desayuno dulce.
—Kaneís, traje pizza y está fría.
—¿Si? Muchas gracias.
Al llegar a su habitación encontró al espectro desparramado en la cama, estaba un poco cansada de verlo de pie o sentado en el suelo, así que le dio permiso de usar la cama ya que es mucho más cómodo y él aceptó de inmediato.
Ahora ambos comen en la cama, Kaneís está sentado a los pies de la misma con sus piernas cruzadas, dentro de estas está el plato con las rebanadas de pizza. Mientras que Noa está en la misma posición pero sostiene el tazón de cereal y leche con la mano izquierda y toma la cuchara con la derecha. Ella observa en silencio mientras él come, lo hace con cuchillo y tenedor, cortando la pizza en pequeños cuadros y limpiándose la boca con una servilleta cada vez que sus labios se ensucian con salsa, aunque solo sea una pizca.
—No eres lo que yo esperaba —dice Noa subiendo la vista hacia sus ojos.
—¿Hum? ¿Qué esperabas?
—S-Supongo que a un monstruo, un fantasma como los de las creepypastas —responde subiendo y bajando los hombros.
—Ah sí, vi algo de eso en tu biblioteca digital y León las mencionó. —Él interrumpe la charla para colocar unos trozos de pizza dentro de su boca. Dejando a Noa con la duda de si continuará hablando de eso o no—. Él siempre se dirige a ti con gritos e insultos —comenta luego de tragar.
—Si, porque es un idiota. Además se burla de mí porque él ya ha escrito varias historias y yo... Me dice inútil.
—Yo podría arreglar eso.
—Si, después de que terminemos la historia. Es lo más importante. —Noa ya ha acabado con su desayuno al igual que Kaneís, él le entrega el plato dándole las gracias y no puede evitar notar su sonrisa—. También dejas las orillas como yo.
Él simplemente sube y baja los hombros, respondiendo que no apetecía. En ese momento, por una mala maniobra, una de las orillas termina cayendo al suelo. Noa se apresura a recogerla y se topa con un libro negro con letras rojas. El mismo estaba oculto bajo la cama junto con una libreta más pequeña. Ambos a nombre de su vecino.
—Adán debió olvidar esto cuando se fue —murmura tomando las pertenencias entre sus manos.
—Huyó despavorido —corrige Kaneís—. No era mi intención, ¿si?
—No pasa nada, le devolveremos su cosas y-
Noa se corta al ver a León en la puerta con una expresión de sorpresa y confusión. Ella traga saliva y le da una rápida mirada a Kaneís.
—Puedo explicarlo todo —se apresura a decir.
—La loca hablando sola, jaja. Hey, ya entiendo. Ese Adán te gusta, ¿no?
—No —responde soltando un pequeño suspiro, la atención de León está enteramente en ella y no en el ser alto y pálido que se encuentra a su lado.
—Seguramente dejó eso para tener una excusa para que lo visitaras. —León suelta una risa, haciéndola bufar.
—Eres tan malvado como las villanas de las telenovelas —contraataca dando unos pasos hacia él. De repente la puerta se mueve y se cierra en la cara de León, dándole un golpe en la nariz. Él maldice desde el otro lado mientras Noa no puede evitar reír, luego cubre su boca con las manos y mira a Kaneís, quien dice que León merecía lo que le pasó y más.
—Él no pudo verte —dice ella en voz baja, sorprendida.
—Solo pueden hacerlo las personas con la sensibilidad necesaria —responde dándole una sonrisa.
—¿Y esas son muchas personas o...?
—No, tranquila. Son muy pocas.
Luego de eso, Noa sale de la casa con Kaneís detrás de ella. No quería arriesgarse tanto, las personas podrían entrar en pánico si llegaran a verlo. Pero él insistió en acompañarla a donde vaya a partir de ahora. Por suerte, las personas que caminan por la calle o las que conducen, continúan con sus vidas normales. Incapaces de ver al ser alto, muy notorio bajo el brillante Sol.
Noa solo camina unos metros y se dirige a la puerta de sus vecinos. Luego de golpear, una mujer pelirroja la atiende y le sonríe de la manera más dulce.
—Hola, eres la hija de los vecinos —la saluda—. ¿Qué necesitas?
—Hola, yo solo vengo a entregarle estos libros a Adán. Los olvidó en mi habitación ayer —contesta de manera amable. Entonces la preocupación la invade al ver a la mujer dar unos pasos hacia atrás y llevar una mano a su pecho.
—¿Adán? —suelta, su voz tiembla ligeramente—. Él murió hace tres años.
—¡¿Qué?!
En ese momento, un hombre se asoma a la puerta y mira a la mujer con el ceño fruncido. Él la toma de los hombros y la aparta un poco.
—Cielo, deja de asustar a cada persona que toca la puerta —dice rodando los ojos, mientras que su esposa cambia su mueca por una sonrisa—. Pero, ¿es cierto que Adán salió de su cuarto? Eso es increíble.
—¿E-Entonces no m-murió?
El hombre niega y la mujer le pregunta qué le pareció su actuación. Ella confiesa haberse asustado un poco, entonces le pide que la disculpe. Ambos le dan la bienvenida a su casa y dejan que Noa pase hacia el cuarto de su hijo.
—Que personas tan agradables —comenta Kaneís soltando una risita. Noa asiente, sonriendo y luego llama a la puerta de Adán. La misma es de un tono oscuro y tiene escritos unos símbolos extraños con tinta roja.
El muchacho abre la puerta, creyendo que es alguno de sus padres. Aunque, al ver a Noa y a su acompañante, cierra rápidamente y se oculta bajo la cama. Quiere que la tierra lo trague en este momento.
—Adán, olvidaste unos libros en mi habitación ayer y pensé que los necesitarías. —Escucha desde el otro lado, su corazón acelerándose al oír su nombre pronunciado por la muchacha. Aunque la vergüenza puede más y opaca sus demás sentimientos.
—D-Déjalos junto a la puerta... Luego lo-los recojo.
Del otro lado, Noa hace una mueca y estaba a punto de dejarlos en el piso. Pero aclara su garganta.
—No estoy molesta por lo que hiciste, en serio. —No hay respuesta, sólo silencio. Entonces le ordena a Kaneís abrir la puerta.
Adán continúa en su habitación del pánico bajo la cama mientras espera que Noa se vaya. Ella parece decidida a verlo, cosa que le resulta bastante extraño. En eso, la envoltura de un chocolate llama su atención, sacándolo de sus pensamientos, el papelito flota ante sus ojos, burlándose de la gravedad. De repente ve a la puerta abrirse de golpe y su cama vuela lejos, chocando contra su armario.
—Oh, ahí está —murmura Kaneís ladeando la cabeza. Noa, quien se encuentra detrás de él, se cubre la boca con las manos. Sorprendida por el gran desorden que el espectro causó.
—Solo quería que abras la puerta —lo regaña, mientras Adán tiembla y abraza sus piernas. Esto llama su atención, entonces se acerca y lo ayuda a ponerse de pie—. Tranquilo, yo no sabía que podía hacer esto —le dice en voz baja. Se encuentra tan cerca que él puede oler su perfume, haciéndolo suspirar.
—Lo lamento. Dejaré todo como estaba o puedo arreglar la habitación. —Kaneís toma algunas cosas del suelo, mientras la cama flota, pasando sobre los jóvenes y se acomoda en su lugar.
Adán mira con sorpresa como todas sus cosas quedan perfectamente en el lugar que estaban anteriormente. Él baja la mirada al notar que estaba mirando fijamente a Noa por un largo tiempo.
—G-Gracias... Eso creo —murmura tomando sus pertenencias de las manos de Noa. En su interior se encuentra gritando del terror ya que ella pudo darle un vistazo a su libreta. Donde hay dibujos de ambos en su primera cita, en su casamiento hasta en sus muchas noches íntimas que llegó a imaginar a su lado—. Tu-Tú viste algo de...
—No, no me pertenecen —responde luego de que él quedara en silencio por unos segundos. Noa contiene su sonrisa al verlo rojo, casi tanto como su cabello.
—Es una lastima, tu técnica al dibujar anatomía es muy buena y detallada —comenta Kaneís—. Casi tan buena como la de Noa.
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