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Capítulo 18

La búsqueda es más exhaustiva de lo que Kápios había pensado, además una o dos personas advirtió de su presencia a los demás. Aunque pensaron que solo estaban delirando. Él recorre las esquinas más recónditas de la ciudad a una velocidad inhumana hasta hallar a una persona que llamó su atención. Una chica bajita y de grandes anteojos, por alguna razón creyó que la conocía, entonces entra a su casa, atravesando la puerta como un fantasma.

—¿Hola? —Al girar unos brazos lo rodean con fuerza.

—Adán, no te veía hace rato. ¿Cómo estás? ¿Ya le hablaste a la chica que te gusta? Ella vino a verme hace unos días y-

La capucha que cubría la cabeza de Kápios cae hacia atrás y Margarita retrocede rápidamente al ver ese cabello blanco.

—Lo conoces, eres su amiga. Adán me envió —dice sonriendo mientras que la chica aún no puede salir de su asombro.

—De verdad debo conseguirme uno yo también —murmura y da unas vueltas alrededor del ente.

—Necesitamos ayuda, sé que conociste a Kaneís y yo me llamo Kápios. Hay algo que nos acecha, no sé qué, pero presiento que vendrá pronto.

—Yo... Sólo tengo unos dibujos, los he estado haciendo durante una semana y no sé lo que significa. —Ella accede a ayudarlo al ser una amante de lo sobrenatural, porque no todos los días puede hablar con un ser espectral o demoníaco. Margarita coloca todas las hojas sobre la mesa, no parecen dibujos, sino que son un montón de garabatos en tinta negra.

Kápios toma los mismos y los inspecciona uno por uno, ella hace una mueca cuando lo ve subir a la mesa de la sala. Toma los dibujos para colocarlos a lo largo con rapidez y luego se detiene.

—¿Que? —Margarita sube sobre una silla con cuidado y observa lo mismo que él. Los dibujos, en conjunto, forman una imagen bastante clara. Un gran espejo agrietado en la parte baja—. ¿Qué es esto? ¿Lo entiendes?

—Si, gracias —responde dando un salto y cae de pie—. Ya sé lo que tengo que hacer.

En menos de unos minutos Kápios regresa a la casa de Adán, encontrando una escena bastante inquietante. Kaneís está allí, junto a los jóvenes, además se siente bastante nerviosa a causa de eso. El ser pálido se mantiene a unos pasos de la pareja mientras los observa fijamente.

—Ya regresé —anuncia su llegada, haciendo que los presentes dirijan su atención a él—. Necesito que duerman, tengo el presentimiento que la solución está en los sueños.

—Oh... Yo lo haré —responde Adán. Luego se acerca a Noa para darle un abrazo, esto sorprende tanto a Kaneís como a Kápios. Pero es algo que este último ansiaba, el abrazo un poco más que uno habitual. Entonces el pelirrojo se separa un poco para luego caminar hacia Kápios—. ¿Qué debo hacer?

—Acuéstate en la cama y duerme. Yo estaré allí contigo —responde mientras lo acomoda sobre el suave colchón. Se tumba a su lado y lo rodea con sus brazos una vez ubicados. Adán poco a poco va cerrando los ojos, debido a la falta de sueño que ha sufrido esta semana. Tiene marcadas sombras bajo sus ojos y cae dormido en poco tiempo junto con Kápios.

Noa se aleja unos pasos y toma la computadora portátil del pelirrojo. La misma tiene contraseña pero él le dio la combinación de letras y números. Kaneís la observa con atención, cada uno de sus movimientos.

—¿Qué haces? —pregunta, luego de que la curiosidad lo venciera.

—Terminar con esto. —Entra en la página y abre la historia que estaba escribiendo, la misma que causó todo este desastre. Una pequeña e insignificante cosa que casi llega a acabar con la vida de dos personas. Aunque reprime un grito de horror al ver que apenas el capítulo uno está allí, el resto desapareció sin más. Debido a esto maldice entre dientes y comienza de nuevo.

Mientras tanto, los otros dos ocupantes de la habitación se encuentran sumergidos en un sueño, o mejor dicho una pesadilla. Kápios apareció tendido sobre un asfalto, todo su alrededor es oscuro a excepción de una pequeña luz dentro de su bolsillo. Él revisa el mismo y descubre a Adán, quien abre sus ojos con pereza.

—¡Ah! Eres enorme —exclama el pelirrojo, su cabello ahora se parece mucho a una llama.

—Tú eres pequeño —responde mientras lo sostiene dentro de la palma de su mano. Adán se sostiene por los dedos del otro y mira hacia abajo, luego termina cayendo sentado y con la mirada perdida.

—¿Qué pasa aquí? Yo-

—El bosque de los espejos, debemos encontrarlo —dice Kápios mientras lo coloca dentro de su bolsillo nuevamente. Así estará seguro y podrá correr hacia su destino, sin embargo, a medida que avanza él siente sus pies mucho más pesados. Como si se fijaran al suelo.

Adán se asoma por el bolsillo para mirar qué sucede, su luz los deja ver que la misma oscuridad comenzó a trepar por las piernas de Kápios. Este suelta un grito de asco y da varios saltos. Con todo ese movimiento el pequeño pelirrojo sale volando directamente hacia la oscuridad.

—¡No! —El espectro logra tomarlo entre sus manos antes de que toque el suelo, entonces su luz desaparece un momento e intenta escapar a través de sus dedos. Gracias a esto, Kápios puede ver su alrededor, es un lugar repleto de infinita oscuridad, mucho más grande de lo que podría imaginar. Adán se asoma entre la pequeña grieta entre los dedos y también inspecciona el lugar, encontrándose con los ojos de una figura. Él retrocede del susto y le pide a Kápios marcharse ya mismo de ese lugar. Sin embargo el otro parece hipnotizado por esa figura que emerge de la oscuridad, al principio sólo parece una masa. Pero poco a poco va tomando forma, unos ojos oscuros observan a Adán fijamente.

—No tengo mucho tiempo —murmura, su voz es rasposa y baja, como si sus cuerdas vocales estuvieran desechas—. Creí que era él y traté de destruirte —comenta dirigiéndose a Kápios.

—¿Él? Hablas de Kaneís.

—Tal vez, tiene muchos nombres.

—¿Quién eres? —pregunta Adán luego de llenarse de valor. Esos ojos, lo único que alcanza a distinguir en la oscuridad, vuelve su atención hacia él.

—Alguien a quien ese monstruo le destruyó la vida —contesta bajando la mirada. Entonces les pide que lo sigan, él los guiará hacia su destino ya que conoce el lugar. Kápios no confía para nada, pero no hay otra opción. En el camino Adán vence su timidez y miedo para preguntarle algo más a su guía.

—¿Cómo te llamas?

—Eso ya no importa, él, de algún modo, sabrá que los ayudé y vendrá por mí. —Esa respuesta deja muy inquieto al pelirrojo.

—¿Podemos ayudarte?

—Ya lo están haciendo, destrocen a esa cosa por mí. —En ese momento siente como su cuerpo va perdiendo consistencia, ya lo sabe y lo está expulsando del lugar—. Sé que pueden, no se preocupen por mí.

Kápios mira asombrado el bosque marchito ante ellos, pero también siente un poco de tristeza cuando su guía se deshace. Su cuerpo desaparece en la oscuridad sin dejar rastros, entonces Adán señala algo frente a ellos. Un resplandor semejante al de él. Dos espejos.

—Es ese —indica al reconocer el espejo agrietado. Él se acerca y guarda a Adán en su bolsillo indicando que se sostenga. Así tiene ambas manos libres para tomar el marco del mismo y comenzar a jalar. Su fuerza ayuda un poco, ya que comienza a arrancar el espejo del tronco seco.

—¿Qué haces?

—Nos lo llevaremos, a ambos espejos.

—¿De quién es el otro?

—Es tuyo.

Ambos sienten un cambio de ambiente brusco luego de arrancar el primer espejo. El árbol donde se encontraba se deshace como ceniza y todo se hace mucho más frío. Adán puede ver su aliento con cada respiraciones agitada.

—Ustedes no quieren verme enojado. —Una tercera voz se hace presente y no se parece para nada a la persona que los ayudó. Kápios gira lentamente para enfrentar a su semejante, aunque suelta un quejido al sentir unas uñas perforar su pecho. Eso no es lo peor, sino que esas garras rodean a Adán e intentan arrebatárselo. Kápios lo aparta de un fuerte empujón y siente sus heridas quemar, como si estuvieran en llamas.

De repente el suelo comienza a sentirse como arena movediza bajo sus pies y son arrastrados hacia el interior de éstas. Kápios consigue aferrarse al espejo que quitó mientras proteger a Adán. Cuando son cubiertos se sienten caer sobre algo suave.

Despiertan de repente sobre la cama de la habitación, Noa se acerca y con una toalla seca el sudor de la frente del pelirrojo. Este se encuentran sudando y respira irregularmente debido a la sensación de asfixia que siente. Kápios, por otro lado, cae a un lado de la cama y sostiene la herida de su pecho, Kaneís lo había lastimado antes pero ahora lo siente diferente. Su sangre oscura comienza a manchar el suelo de la habitación.

—¿Qué hicieron? —pregunta mientras observa su reflejo en el espejo. Sus ojos dorados pierden un poco su brillo y color mientras traza la grieta con sus dedos.

Los otros lo observan de espaldas y el reflejo los mira fijamente. Sus ojos ahora son oscuros al igual que su cabello, además ya no tiene ese peinado alborotado. Kaneís se recarga en el espejo, dándole una sonrisa a Noa.

—¿Terminaste con la historia? —le pregunta Adán en voz baja, lentamente la coloca detrás de sí.

—No, cada palabra que escribo se borra.

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