Capítulo 1
Noa camina de un lado al otro en su habitación. Mira su computadora por un momento y continúa. Nada da resultado. La página continúa en blanco y la batería pronto se acabará. No puede creer que esto suceda. Al principio estaba muy emocionada por comenzar su primera historia, una novela juvenil. Pero a penas consiguió terminar solo tres capítulos. Ahora sufre debido a su mente en blanco, así como la hoja de la página.
—A ver... En este capítulo la prota conoce al chico y se enamoran. Pero, ¿cómo lo escribo? Pueden chocar a la entrada de la escuela, que ella se acerque a hablarle o...
—¡Ya cállate, es media noche! —Su hermano golpea la pared ya que sus habitaciones son continuas.
—Idiota, estoy en medio de una crisis aquí —refunfuña mientras apaga la computadora y se arroja en la cama. Descansará por ahora, mañana pondrá todo su empeño en escribir ese nuevo capítulo.
En su mente crea la imagen de sus personajes, imagina cómo podrían ser en aspecto físico. Altos, delgados, bajo, robustos, con voz suave o grave. Ya tiene definido al interés amoroso de su protagonista. Un chico de estatura media, de unos 16 años. De ojos verdes y cabello castaño que le gustan los videojuegos y es muy divertido. Alguien que le sacaría una sonrisa a cualquiera, incluso a su amargada protagonista.
Los imagina en su primer encuentro, él haciendo una broma pesada a la protagonista. Quien se molesta y termina encerrada en el baño para quitarse toda la brillantina que arrojaron sobre su cabello.
Para entonces Noa ya se encuentra profundamente dormida, cosa que le quita el poder de controlar lo que sucede en el sueño. Se siente caer en la profunda oscuridad hasta que, un extraño brillo en sus manos, llama su atención. Es brillantina, su color plateado brilla en sus dedos.
—¿Que? —Al levantar la vista nota que está en el baño de su escuela. Lo reconoce por las cientos de marcas que sus compañeras y las de los otros cursos hicieron en las puertas y paredes—. ¿Cómo llegué aquí?
No hay respuestas de ningún tipo, solo un rastro de brillantina que la guía hacia el último sanitario. Por alguna razón que desconoce, su cuerpo se mueve hacia ese lugar. Noa tiene miedo, pero es incapaz de detenerse. Intenta cerrar los ojos, entonces su mano derecha abre la puerta.
Así como en las películas de terror, las luces comienzan a parpadear mientras ella observa a la figura alta que están frente a sus ojos. La criatura casi toca el techo con su cabeza y sus alargados brazos descansan a los lados de su cuerpo.
Una mano blanca y huesuda se mueve hacia el rostro de ese ser para apartar la máscara blanca que lo ocultaba. Noa consigue ver un iris negro justo antes de despertar del susto.
—Que ya es hora de desayunar. —Su hermano León le había arrojado una almohada sobre su cabeza e interrumpió el sueño tan extraño.
—Ya voy —responde con los dientes apretados. Luego revisa sus manos y no hay rastros de brillantina en ellos.
Ya en el comedor, sentada junto a León. Una pregunta viene a su mente, porque acaba de recordar que a su hermano le fascina todo lo relacionado con los creepypastas. Además fue él quien la introdujo al universo de la lectura y escritura.
—Hey, ¿Slenderman tiene rostro?
—¿Qué pregunta estúpida es esa? Claro que no. Es completamente pálido y sin rostro, aunque algunos lo dibujan con una boca cubierta de colmillos.
—Bueno ya, sólo preguntaba —dice apartando la mirada.
El resto del desayuno Noa mira la pantalla de su celular, allí había descargado la aplicación donde escribe su historia. Aunque todavía no pensó en nada y, una vez en la escuela, no podrá usarlo.
—Mamá ya fue a trabajar y papá sigue dormido. Yo te debo llevar a la escuela —murmura León de mal humor. Entonces Noa busca su mochila en la habitación. Saben que al ser hermanos deberían llevarse bien, pero es imposible. Ambos discuten por lo que sea y sus padres terminan disgustados. Ellos creyeron que adentrando a sus hijos al mundo de la lectura y escritura se harían más cercanos, pero ahora compiten por quién crea las mejores historias. León lleva ventaja en la plataforma debido a sus muchos seguidores y, además, ya va por su cuarta historia. En cambio Noa, apenas a comenzado a escribir su primera historia y ya sufre la enfermedad de la mente en blanco.
—Odio matemáticas, ¿cuánto es dos más dos, dividido la masa por la circunferencia del Sol? —susurra mientras camina por los pasillos. El recreo puso fin a su tortura y ahora su cerebro puede descansar.
Entonces se encuentra frente a la puerta de los sanitarios, un par de amigas salen riendo y mirando las nuevas selfies que se sacaron. Luego Noa entra, dándole la espalda al espejo y observa las puertas. Son exactamente iguales a las de su sueño.
—¿Slenderman, estás ahí? —dice abriendo el último sanitario. Solo encuentra el inodoro sucio y un montón de papel en el piso junto con una que otra toallita higiénica-. Típico.
Cuando está de camino a la salida, nota que tiene un papel pegado a su zapato. Con una mueca de asco, intenta quitarlo y acaba tomándolo con dos dedos. Por suerte no es papel higiénico y tiene algo escrito en él.
—Sólo pide ayuda. Se necesitan velas... Mmm. Parecen los pasos para un ritual.
Una vez que la jornada termina, Noa corre a su habitación y termina arrojándose a la cama. Está frustrada. Todo el día estuvo charlando con sus compañeros acerca de cómo conocieron a sus parejas. Pero no puede basarse en ninguno de los relatos para escribir su capítulo. Una chica le dijo que conoció a su novio comprando fruta, sus protagonistas de ninguna manera pueden conocerse así.
Ella continúa sin ideas, permanece un momento más sobre la cama hasta ver algo blanco salir del bolsillo de su mochila. Se trata del papel que encontró. Esa misma noche, Noa se dirige a la cocina en busca de todo lo necesario. Está segura que no funcionará, pero no tiene nada mejor que hacer.
—Diez velas medianas, listo. Un encendedor, ya. —Cuando regresa a su habitación comienza con los pasos. Coloca las velas en el piso, cinco de cada lado de la puerta y separadas cada una por una distancia de treinta centímetros extractos. La nota dice que los pasos deben seguirse al pie de la letra—. Así trazas el camino para que, ¿nadie te encuentre?
No entiende esa parte, pero aún así termina de leer la nota. El último paso es decir en voz alta lo que deseas.
—Deseo terminar mi historia y que sea perfecta.
—¡Yo deseo que te duermas ya! —León golpea la pared, lo que despierta a sus padres y ambos terminan siendo regañados por discutir en plena noche.
—Idiota —susurra para luego rodar los ojos. Noa ve la hora y es muy tarde, entonces intenta apagar las velas con un fuerte soplido. Pero ninguna cede—. ¿Que? —Ella se arrodilla a un lado y trata de apagarlas con su dedos, aunque eso solo causa que se queme. Maldice en voz baja a su hermano al creer que es una broma. Entonces toma el picaporte para salir a ir a su habitación y enfrentarlo. Pero unos golpes hacen que se detenga.
Su mano descansa sobre el picaporte e intenta ver algo a través del cerrojo. El pasillo se encuentra muy oscuro y, en su habitación, la única luz son las velas ya que apagó las luces como decía la nota. El problema ahora es que no las puede encender, no responden por más que lo intente.
Dos golpes más la hacen retroceder hasta chocar con los pies de su cama, termina sentada allí mientras su vista está fija en la puerta. El picaporte se mueve y esta se abre suavemente hasta el tope. Noa está paralizada. Su corazón late muy rápido debido a la adrenalina, todo su cuerpo es invadido por el miedo al ver como una criatura emerge de esa profunda oscuridad. Las velas continúan ardiendo, su tono dorado se asemeja a esos ojos que la observan. En ese momento, solo es capaz de pronunciar unas pocas palabras. Mientras ese ser da los primeros pasos en el camino de llamas.
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