Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29



—Estás enojada —Harry habla, mientras conduce en dirección a su apartamento.

No respondo. Me limito a mirar por la ventana.

— ¿Por qué estás enojada? —Su voz suena impaciente ahora.

— ¿De verdad tienes qué preguntarlo? —Mi voz suena dura e irritada—. ¿No puedes deducirlo por tu cuenta?

El silencio inunda el vehículo durante unos instantes.

—Discúlpame por preocuparme por ti y por no hacer otra cosa más que ver por tu bienestar —dice, con ironía.

Mi vista se vuelca hacia él a toda velocidad. El coraje crece en mi sistema y forma un horrible nudo en mi pecho.

— ¿De verdad pretendes que crea que haces esto sólo porque te preocupas por mi bienestar? —Una risa carente de humor brota de mi garganta—. Mejor admite de una buena vez que lo hiciste porque no soportabas la idea de que pasara la noche en casa de otro chico. Así ese chico esté perdidamente enamorado de su novia y no tenga ningún maldito interés romántico en mí.


Harry no aparta la vista del camino, pero noto cómo su mandíbula se aprieta con fuerza debido a mis palabras.

—Jeremiah no es capaz de cuidar de ti —masculla, mientras se detiene en un semáforo.

— ¿Y tú sí? —Mi tono de voz se suaviza—. Harry, saliste hace un poco más de una semana del hospital. Estás recuperándote de una herida de bala. ¿Cómo pretendes cuidar de mí cuando...? —"cuándo debería ser yo quien cuidara de ti" —, ¿... cuando necesitas guardar reposo?

—No puedes pretender que me quede de brazos cruzados cuando el imbécil de Tyler ha ido a destruir tu apartamento y a amenazarte de muerte —dice. Su voz suena más ronca que de costumbre. Sus ojos me miran fijamente y veo un destello feroz en ellos—. No puedo quedarme en casa sabiendo que alguien ha tratado de hacerte daño, Maya. Me volvería loco de sólo intentarlo.

Mi pecho se calienta con sus palabras, pero me obligo a mantener mi expresión serena.

—A mí me vuelve loca saber que estás aquí cuando deberías estar en casa descansando —mi voz sale en un susurro cansado—. Harry tienes que dejar de preocuparte por mí y empezar a pensar un poco más en ti.

Los ojos de Harry se oscurecen.

—No puedo —niega con la cabeza—. Sé que estás tratando de sacarme de tu vida y respeto eso, pero no puedes pedirme que no me preocupe por ti. No cuando yo... —se detiene abruptamente y aprieta la mandíbula.

— ¿Cuando tú, qué?

Toma una inspiración profunda y posa su vista en el camino.


—No quieres escucharlo —dice, al cabo de unos segundos. Justo después de que el semáforo se ha puesto en siga—. Y yo tampoco quiero decirlo.

Un agujero se instala en mi pecho, pero no digo nada. Me limito a observar su perfil afilado y su semblante contrariado. Sus manos aprietan el volante hasta que sus nudillos se ponen blancos, pero no pronuncia nada más. Se limita a conducir con la vista fija en la avenida.


No hablamos el resto del camino a su apartamento. Dejamos que el silencio se extienda entre nosotros hasta el punto de llegar a ser incómodo.

Ni siquiera conversamos mientras subimos las escaleras y cruzamos el pasillo hasta llegar a su puerta. Él trabaja en la cerradura cuando nos detenemos ahí y, una vez que abre el cerrojo, se aparta para dejarme entrar.

La sala está a oscuras, pero Harry ni siquiera enciende la luz mientras avanza por la pequeña sala. Camina con lentitud mientras lo hace, casi con cautela.

— ¿Qué estás...? —Ni siquiera me permite formular la pregunta, ya que se gira con violencia hacia mí y coloca un dedo sobre sus labios, en señal de silencio. Mi ceño se frunce en confusión y, en ese momento, noto cómo sus ojos miran con ansiedad en dirección al corredor que da a su habitación.

El entendimiento llega a mí al instante.

"Anne"

Su madre debe estar dormida en la habitación del fondo. Seguramente, se escabulló fuera cuando recibió la llamada de Thomas.

Una sonrisa burlona tira de las comisuras de mis labios sin que pueda evitarlo y, de pronto, no puedo evitar sentir como si estuviese mirando a un chico de dieciséis años escapándose de casa para encontrarse con sus amigos y beber hasta la inconsciencia.


La irritación se filtra en las facciones de Harry cuando nota mi gesto y me dedica una mirada enojada mientras que vuelve a mirar hacia el pasillo.

—Le diré a tu madre que te ate a la cama todas las noches —digo, en un susurro bajo—. A ver si así te quedas quieto de una vez por todas.

—A ti es a quien voy a atar a mi cama —dice y mi estómago cae en picada. La sola idea de él atándome hace que mi rostro se caliente y sé, de antemano, que estoy ruborizándome. En este momento, lo único que puedo hacer es rogarle al cielo que no sea capaz de mirar el tono carmesí que, seguramente, han adquirido mis mejillas—. Para que no te metas en problemas, quiero decir.

Las palmas de mis manos hormiguean. He perdido el hilo de nuestra conversación. He dejado de poner atención al contexto de lo que habla porque cientos de recuerdos se mezclan con el millar de imágenes creadas en mi cabeza.

Él sobre mí, él dentro de mí, él tocándome...

Un escalofrío me recorre de pies a cabeza y me quedo sin aliento. Mi respiración se atasca en mi garganta y mis ojos se posan en sus labios entreabiertos durante una fracción de segundo. Quiero golpearme por ello. Quiero estrellar mi cara contra un muro por pensar en él de esta manera. No se supone que deba pensar en estas cosas cuando trato de poner distancia entre nosotros.


Mi vista se alza en el instante en el que me percato de que ha acortado la distancia entre nosotros y le sostengo la mirada. El brillo que hay en sus ojos hace que un estremecimiento me recorra la espina dorsal.

Está cerca. Tanto, que puedo percibir el aroma fresco y varonil de su loción. Tanto, que puedo sentir el calor que emana su cuerpo.

Su postura es desgarbada pero tensa. Su rostro está inclinado hacia mí y su mirada está teñida de algo que conozco muy bien. Algo que yo misma siento en este momento...

—No va a volver a pasar —mi voz suena pequeña y rota y mis manos tiemblan ligeramente debido a su cercanía y al poder del deseo que se cuela en su mirada.


El brillo juguetón que había adquirido su expresión desaparece en ese instante y su mandíbula se aprieta.

—Lo sé —dice, con la voz enronquecida. El pequeño y breve momento se ha desvanecido—. No te traje aquí para eso, Maya. Yo sólo...

—Dormiré aquí —lo interrumpo, al tiempo que doy un paso hacia atrás para poner distancia entre nosotros. Entonces, señalo el sillón más cercano y noto, a pesar de la oscuridad que lo envuelve todo, que ha fruncido el ceño. Está a punto de protestar, yo lo sé, pero no se lo permito—: No vine aquí para eso y... —trago duro—. Y, si me permito bajar la guardia... —sacudo la cabeza—. No quiero que ocurra de nuevo, Harry. Lo siento. Yo...

—Entiendo —me interrumpe, sin apartar la vista de mí. No me atrevo a apostar pero luce casi... ¿herido?—. Si quieres quedarte aquí, lo entiendo perfectamente.

El peso sobre mis hombros se afloja un poco, pero la sensación de alivio viene acompañada de otra cosa. Algo doloroso y extraño...

—Gracias —apenas puedo pronunciar.

No se supone que deba sentirse de este modo. No se supone que deba sentirme decepcionada por la manera tan rápida en la que accedió a dejarme dormir aquí...


—Déjame traerte un par de sábanas, entonces —su voz me trae de vuelta a la realidad y parpadeo un par de veces, mientras trato de poner en contexto sus palabras.

—No te molestes —digo y trato de esbozar una sonrisa, pero no estoy segura de lograrlo del todo—. No tengo frío.

Él me mira durante un largo momento.

—Sabes que no tienes qué quedarte ahí. Puedo dejarte la habitación.

Quiero quedarme aquí, Harry —sueno más dura de lo que pretendo—. Necesitas descansar y en un sillón no vas a hacerlo. No está a discusión. La habitación es tuya.

Nuestros ojos se encuentran y le sostengo la mirada. Tengo que dejarle en claro que, si bien estoy aquí porque él lo ha querido, no va a ser bajo sus términos y condiciones. No estoy dispuesta a ceder una vez más.


Un suspiro cansado brota de sus labios al cabo de un largo momento.

—De acuerdo —dice, en tono cansino—. Tú ganas pero, por favor, déjame darte una manta. La temperatura tiende a bajar mucho en la madrugada. Vas a enfermarte si no te abrigas un poco.

Dudo unos instantes, pero termino asintiendo con la cabeza. Harry, sin embargo, no se mueve de donde está durante un largo momento. No deja de mirarme. No aparta su vista de mí mientras me estudia a detalle.

Hay algo en la forma en la que me observa que me hace querer esconderme detrás de uno de los sillones. Hay algo en la forma en la que se encorva hacia adelante, que me hace querer acortar la distancia entre nosotros y besarle.


Harry aparta la vista. Una inspiración profunda es inhalada por sus labios y, sólo entonces, parece armarse de valor para dar un paso hacia atrás. Sus ojos me buscan de nuevo y veo un atisbo de tristeza y decepción en ellos, pero no dice nada. Se limita a girar sobre sus talones y desaparecer por el pasillo que da a su habitación, no sin antes murmurar algo acerca de traer un cobertor y una frazada.



~*~



Las pesadillas perturban mi sueño durante toda la noche. Sueño con Liam, con el cuerpo ensangrentado tirado en el asfalto afuera del hospital donde le dispararon; sueño con Hayley y Kim, siendo asesinadas a mano fría por Tyler. Sueño, también, conmigo, sosteniendo un arma y apuntándola al cráneo de Harry y, justo después de una pesadilla en la que aparezco siendo torturada por Rodríguez, me rindo. Dejo de intentar conciliar el sueño.

Me siento agotada, pero me consuela saber que falta poco para que amanezca. No sé exactamente qué hora es, pero el sonido del tráfico matutino que comienza a filtrarse a través de las ventanas del apartamento, me dice que el sol está próximo a salir. Eso me alivia en modos incomprensibles. Hacía mucho tiempo que no pasaba una noche así de mala. Hacía mucho tiempo que no pasaba la noche entera entre sueños tortuosos...


Cuando los primeros rayos de sol comienzan a filtrarse entre las cortinas, me pongo de pie y doblo las frazadas que Harry trajo anoche para mí. Me quedo unos instantes sentada, con la mirada fija en la alfombra, antes de decidir levantarme.

En silencio, me cuelo en la cocina y rebusco en las gavetas superiores por un vaso para beber algo de agua. Logro identificar una cafetera justo sobre uno de los muebles de cocina y, por un breve segundo, considero la posibilidad de preparar un poco. Lo deshecho de inmediato. No me siento cómoda preparando café en una casa que no es mía, con un aparato que no me pertenece en lo absoluto.

Me atengo, entonces, al plan inicial, y sirvo un poco de agua en el vaso que he tomado prestado. Me lo bebo todo casi de un trago.


— ¿Te gusta el café? —La voz amable a mis espaldas me hace pegar un pote.

El vaso casi cae de entre mis dedos, pero logro aferrarlo antes de comenzar a toser con fuerza. El agua quema en mi nariz y no termina de bajar del todo por mi tráquea mientras que golpeo mi pecho y lucho por recuperar el aliento. Mis ojos lagrimean en el proceso.

Finalmente, cuando logro respirar con normalidad una vez más, me giro sobre mis talones y me topo de frente con la mirada escandalizada y divertida de Anne.

— ¿Te encuentras bien? —Sonríe, pero luce ligeramente horrorizada.

Asiento, mientras que trato de deshacer la sensación rasposa que se ha apoderado de mi garganta.

—B-Buenos días —mi voz suena áspera y ahogada, pero es el mejor sonido que consigo ahora mismo.

Anne asiente, con lentitud.

—Buenos días —dice y, sin decir una palabra más, se encamina hasta la cafetera y comienza a trabajar en ella.

No luce impresionada por mi presencia aquí, así que asumo que debe saber que Harry salió ayer a mitad de la noche. Asumo, también, que intuyó a dónde se dirigía y que es bastante probable que nos haya escuchado cuando llegamos.


— ¿Maya? —Su voz es jovial y amable y me saca de mis cavilaciones.

— ¿Si?

— ¿Puedes freír algo de tocino, por favor?

La pregunta me saca de balance, pero asiento y me apresuro con pasos torpes hasta el refrigerador para tomar un paquete abierto de tiras de tocino. Anne me muestra el lugar donde puedo encontrar una sartén y, en silencio, me pongo a cocinar. Ella, por otro lado, cuando termina con el café, comienza a preparar huevos revueltos.

Revoloteamos alrededor de la cocina y, al cabo de veinte minutos, tenemos el desayuno listo.

Durante todo ese tiempo espero que diga algo acerca del modo en el que he aparecido aquí o de la forma en la que me marché la última vez, pero no lo hace. Actúa como si tenerme aquí no fuese nada del otro mundo. Como si fuese cosa de todos los días mi presencia en este lugar.


—Llamaré a Harry —anuncia, cuando apaga el sartén y me dedica una sonrisa amable antes de desaparecer por la puerta de la cocina.

Mi ceño se frunce ligeramente en ese momento. La confusión es cada vez más grande, pero me las arreglo para ignorarla unos instantes mientras que sirvo comida en tres platos y los acomodo sobre la pequeña mesa.


Al cabo de unos segundos, Anne y Harry entran a la cocina. Él mira a su madre como si le hubiese crecido una segunda cabeza y sé, de inmediato, que también esperaba otra reacción por parte de ella.

Una sensación incómoda se cuela debajo de mi piel, pero trato de ignorarla mientras que, sin decir nada, me siento en una de las sillas. Harry me imita y se sienta en el lugar a mi lado.

La madre de Harry se demora llenando una taza con café y yo trato de justificar la falta de conversación engullendo un poco de tocino.

—Voy a decir esto sólo una vez —dice Anne, al cabo de unos tensos instantes, sin mirarnos. Su voz suena dura, pero no deja de trabajar en la bebida. Ahora se dispone a poner azúcar en ella—: Deben dejar de hacer esto.

Detiene todos sus movimientos y se gira para mirarnos. Hay un brillo enojado en su mirada, pero su gesto sigue impasible.


—Ya no estoy en edad de aguantar estas cosas —dice, con dureza—, y ustedes no son un par de adolescentes como para comportarse como lo hacen —nos mira de hito en hito—. Harry —posa su atención en su hijo y esboza un gesto exasperado—, si la chica te ha dicho ya una y mil veces que quiere que te alejes, lo haces, por el amor de Dios —entonces, me mira y su expresión se vuelve severa y maternal—. Maya, si mi hijo te busca, hazme el favor de mandarlo a la mierda y no ceder más a sus caprichos absurdos —sacude la cabeza y la furia se filtra en sus facciones—. Estoy harta de ustedes dos. Estoy cansada de ilusionarme con la idea de que, por fin, van a dejar su estupidez y van a intentar tener algo en serio. Estoy harta de sentirme terriblemente mal por ti, Maya —me mira con aprehensión—, porque sé y me consta que has sufrido la vida entera por este imbécil que tengo por hijo —lo señala—. Porque vi el dolor en tu mirada durante un año entero en el que no supimos nada de él y porque sé que mereces algo mejor que lo que te está ofreciendo —posa su atención en su hijo y habla ahora para él—: Estoy cansada de que no seas capaz de luchar por lo que quieres, Harry. Estoy harta de ver cómo estiras la mano para tomar lo que es tuyo, pero terminas arrepintiéndote a último minuto. ¿Qué no tu objetivo al entregarte y trabajar para la policía era estar con Maya?, ¿qué pasó, entonces?, ¿por qué, cuando ella te dice que ya no quiere saber de ti, te rindes?, ¿a qué crees que estás jugando?

Harry luce horrorizado y yo quiero enterrar la cara en la tierra debido a la vergüenza que siento.

— ¿Es que acaso no entiendes que lo único que esta muchachita quiere es que luches por ella?, ¿Qué le demuestres que vales la pena? —Sacude la cabeza, con pesar y nos mira durante unos instantes antes de agregar—: No tienen una idea de lo desgastante que es mirarlos estirar y aflojar. ¿Es tan difícil para ambos dejar el maldito orgullo a un lado y admitir que no pueden vivir el uno sin el otro?, ¿son tan ciegos que no pueden ver que se les nota a kilómetros a la redonda lo mucho que aún se quieren?

—Mamá...

— ¡No!, ¡mamá, nada! —Anne lo señala con un dedo, como quien regaña a un niño pequeño—. Deben dejar de hacerse esto. Deben dejar de lastimarse el uno al otro y decidir de una buena vez por todas qué quieren hacer con este remedo de relación que tienen —sacude la cabeza—. Suficiente mierda han tenido ya en sus vidas como para seguir poniendo más en ellas. Ya basta. Por el amor de Dios, ya basta.


Anne nos dedica una última mirada enojada antes de girarse de nuevo hacia su café a medio preparar. Entonces, masculla, en voz casi inteligible—: Yo debería estar malcriando nietos, no haciendo esto...

El rubor se apodera de mi rostro y siento cómo la vergüenza se apodera de mí a toda velocidad. Mi vista se clava en el plato que tengo enfrente y, de pronto, el hambre y el cansancio se esfuman. Lo único que quiero hacer en este momento, es cavar un agujero en la tierra e introducirme en él hasta olvidar lo que acaba de pasar.

Ni siquiera me atrevo a mirar a Harry. No dice nada, pero puedo sentir la vergüenza que transpira por los poros.


Anne se sienta en la silla frente a mí y bebe su café a sorbos pequeños antes de comer un poco del tocino que preparé. Su expresión es estoica, pero aún hay irritación filtrándose en sus facciones.

Harry imita a su madre y picotea algo de la comida sin decir una palabra. Yo soy la única que no puede hacer otra cosa más que mantener la mirada gacha y el tenedor aferrado entre los dedos.

—Tengo que ir a la lavandería —dice la mujer, al cabo de un largo rato. Se pone de pie casi de inmediato—. No tardaré demasiado —nos mira una vez más—. Por favor, no se maten el uno al otro. No discutan más. Dejen de lastimarse, ¿de acuerdo?

Siento cómo el calor se apodera de mi rostro en ese momento, pero asiento con un movimiento casi imperceptible. Harry masculla algo que no logro entender y, segundos después Anne abandona la estancia.


El silencio se apodera del ambiente en el instante en el que la madre de Harry se marcha. Él no dice nada, así que yo tampoco lo hago. Dejo que las palabras de Anne se asienten entre nosotros y creen un ambiente extraño y tenso.

Al cabo de unos instantes, Harry empieza a comer en silencio, así que lo imito, a pesar de que no puedo engullir bocado alguno.


No sé cuánto tiempo pasa antes de que Harry se ponga de pie con su plato vacío y lo deje en el lavatrastos. Yo ni siquiera he podido comer la mitad de la porción que serví para mí, pero trato de meter un poco más de comida en mi sistema mientras observo cómo se inclina hacia adelante y aferre el borde del mueble de cocina con ambas manos.

Por un segundo, un horrible y tortuoso pensamiento se apodera de mi cuerpo... ¿le dolerá algo?

Me pongo de pie al instante, alarmada, pero él se gira sobre sus talones para encararme. Su rostro entero es una máscara de serenidad, pero soy capaz de detectar la vergüenza en su mirada.

—Tengo que ir a la comisaría —anuncia—. No tardaré demasiado.

Alzo una ceja.

—Se supone que debes guardar reposo —apunto.

Aprieta la mandíbula.

—Necesito saber qué ha pasado con el asunto de ayer.

Un suspiro cansado brota de mis labios.

—No puedo creer que seas tan inconsciente.

—Sólo será un momento —dice, en voz baja—. No creo tardarme demasiado. Una vez que averigüe qué demonios pasó, volveré aquí. Lo prometo.

—Diga lo que diga no voy a evitar que hagas tu santa voluntad —mi voz suena más amarga de lo que pretendo—, ¿no es así?

Harry desvía la mirada.

—Maya... —su voz es una súplica dulce y mi corazón se aprieta ante su tono.

Niego con la cabeza y me abrazo a mí misma.

—Ve —digo, en voz baja y derrotada. Un suspiro brota de mi garganta y añado—: Yo también saldré, de cualquier modo. Tengo que buscar al abogado Schneider.

— ¿A Douglas?, ¿para qué? —Escucho el filo tenso en su voz y me regocijo en él durante unos instantes.

Me encojo de hombros, en un gesto que pretende ser indiferente.

—Me dijo que fuera a encontrarlo tan pronto como pudiera. Supongo que tiene que ver con todo esto que ha ocurrido con Tyler.

—No vas a encontrarlo en su despacho a esta hora —dice—. Se la vive en la comisaría por la mañana.

—Supongo, entonces, que iré a buscarlo ahí.

—Vamos juntos —Harry resuelve—. Sólo déjame tomar una ducha rápida antes de marcharnos.

No me da tiempo de responder, se apresura fuera de la cocina y me deja aquí, con un nudo en el estómago y las palabras de Anne haciendo eco en mi cabeza.



~*~



Perdí de vista a Harry en el instante en el que atravesamos la puerta de la comisaría. La primera en abordarlo, por supuesto, fue Paula. Acaparó su atención desde el principio y lo llevó hasta una oficina al fondo del pasillo principal.

Quise estrellar su cara contra la pared en ese momento, pero me contuve y me limité a esperar al abogado Schneider.


La conversación con Douglas no fue relevante en lo absoluto. Como era de esperarse, me pidió que declarara en contra de Tyler cuando fuese necesario hacerlo y me ofreció entrar al programa de protección de testigos. Yo decliné su oferta en el momento en el que comenzó a explicarme en qué consistía.

De ninguna manera planeo pasar mis días enteros dentro de la delegación hasta que Tyler sea capturado. Me niego rotundamente.


Cuando terminamos de hablar, el abogado me acompaña afuera de la reducida oficina en la que nos hemos reunido y aprovecha el momento para disculparse por no haberme contado nada acerca de lo que sabía acerca de Harry.

Yo le resto importancia al asunto y le dedico una sonrisa tranquilizadora antes de que Thomas se acerque a saludarme.

Para este momento, han pasado ya casi dos horas desde que Harry desapareció de mi vista. La sola idea de saber que se encuentra con Paula no hace más que revolverme el estómago, pero trato de mantener los celos absurdos a raya mientras que hago tiempo en compañía del abogado y Tom.


—Parece que Styles tardará un poco más —observa Douglas, mientras mira el reloj de su muñeca—. ¿Quiere que la lleve a casa, señorita Bassi?

Muerdo mi labio inferior y miro en dirección al pasillo por el cual Harry desapareció. Dudo. No quiero marcharme y dejarlo aquí con ella, pero tampoco quiero quedarme aquí como idiota mientras que él se divierte haciendo no-sé-qué, en no-sé-dónde.

"Él podría estar follando con ella ahora mismo..." Susurra el horrible demonio en mi cabeza, pero ahuyento el pensamiento con una sacudida de cabeza.

—No se moleste —digo—. Puedo tomar un autobús.

Douglas hace un gesto desdeñoso con la mano.

—Tonterías. Puedo llevarla. No me cuesta nada. Además, quiero hacerlo —me dedica una sonrisa amable.


Una sonrisa tensa se dibuja en mi boca y bajo la vista. No sé qué hacer. No quiero quedarme aquí y esperar a que Harry termine de tontear con Paula. Tampoco quiero torturarme con la cantidad ridícula de escenarios que he comenzado a imaginarme así que, sin dudarlo más, digo—: Si no supone una molestia muy grande, agradecería muchísimo que pudiese llevarme.

La sonrisa de Douglas se ensancha.

—Por supuesto que no es molestia —dice y hace un gesto en dirección a la puerta de la comisaría—. Vámonos.



~*~



Le pido al abogado que me deje en casa de Jeremiah. Emma y Niall están ahí cuando llego, así que me invitan a quedarme a comer.

Pasamos la tarde tumbados en la sala, mientras que engullimos un montón de comida chatarra y miramos películas malas de terror. Jeremiah y Emma han pasado todo el día acurrucados el uno junto al otro, así que la comida, Niall y yo hemos hecho un trío maravilloso en la alfombra de la sala.

Trato de no pensar demasiado en Harry y en Paula pero, de vez en cuando, mi mente me traiciona y me lleva de nuevo a la comisaría y a todos esos posibles escenarios en los que ambos terminan desnudos y sudorosos. Cuando mi imaginación llega a ese punto, trato de concentrarme en otra cosa. Entonces, el proceso se repite.


No soy consciente de la hora hasta que Niall pregunta qué vamos a cenar. Entonces, el horror se instala en mi cuerpo. No le avisé a absolutamente nadie donde me encontraba. Tampoco le dije a nadie a dónde iría...

Mis párpados se cierran con fuerza y el primer pensamiento que viene a mi cabeza es que Harry va a estar vuelto loco.

"No deberías preocuparte por él. Te dejó sola durante horas. Se fue con ella."

Ignoro a los susurros viciosos en mi cabeza y me enfoco en el aquí y el ahora. Trato de convencerme a mí misma que todo está bien. Si Harry estuviese realmente preocupado, me habría llamado por teléfono.

En ese momento, rebusco el aparato en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Mi estómago cae en ese instante. Está apagado.

"Oh, mierda..."

— ¿Jeremiah? —Mi voz suena nerviosa.

— ¿Si?

— ¿Puedo tomar tu teléfono para hacer una llamada?

—Claro.


Tomo el aparato entre mis dedos y me encamino hasta la cocina para llamar desde ahí. Me toma tres intentos recordar el número correcto de Harry. Él responde al primer timbrazo.

—Soy yo —mi voz es apenas audible. No sé por qué me siento tan asustada. No sé por qué me siento tan culpable...

El silencio se extiende del otro lado de la línea.

— ¿Harry? —Hablo de nuevo, en un susurro.

— ¿Dónde estás? —Su voz suena ronca e inestable.

—Donde Jeremiah.

—Voy para allá.



~*~



Estamos sentados en las escaleras del piso de Jeremiah. Cuando Harry llegó, lo primero que hizo fue mirarme a los ojos y decirme que necesitaba hablar conmigo.

Entonces, salimos del apartamento de mi mejor amigo y avanzamos hasta este lugar para sentarnos el uno junto al otro. Yo estoy recargada contra la barandilla de metal. Él contra la pared.

Sus ojos están fijos en mí, pero no dice nada. De hecho, no ha dicho nada durante ya casi diez minutos.


—He pensado mucho acerca de lo que dijo mi madre esta mañana —dice, al cabo de unos minutos más—. He pasado el día entero dándole vueltas a lo que dijo. Incluso, mientras estaba en la comisaría, siendo regañado por el comandante, no podía dejar de pensar en eso —sacude la cabeza, en una negativa—. Hice que una chica terminara odiándome porque... —se detiene abruptamente y me mira, sin lucir seguro de lo que está a punto de decir—. Porque le dije que no puedo amarla.

Mi corazón se salta un latido.

—Porque le dije que no puedo olvidarte —me mira a los ojos y una mezcla de tristeza y frustración inunda sus facciones.

Mi estómago se revuelve ante sus palabras y mi corazón se acelera ligeramente. Trato de mantenerme serena, pero mi cuerpo entero parece reaccionar ante el sonido de su voz. De pronto, me encuentro apretando los puños con toda la fuerza de mi cuerpo.

Los ojos de Harry me estudian a detalle, mientras que lucho por mantener mi expresión tranquila y resuelta.


—Pero esto —continúa, y se señala a sí mismo—. Que yo lo sienta, quiero decir... —hace una pequeña pausa—. No es suficiente. Así que he pasado el día entero preguntándome... ¿Qué es lo que ella necesita?, ¿qué es lo que quiere de mí?, ¿qué es lo que espera? —Me mira, con aprehensión y su voz baja hasta ser un susurro—. ¿Qué es lo que esperas, Maya?


Abro la boca para hablar, pero me interrumpe—: Necesito que, por una vez en la vida, seas honesta conmigo, por favor —dice. Su voz suena más baja ahora... casi asustada.

—Yo no espero... —Comienzo a decir, pero me detengo al ver cómo sus facciones se oscurecen con frustración reprimida. Un extraño peso se instala sobre mis hombros y clavo mi vista en la suya, mientras que un centenar de palabras se acumula en la punta de mi lengua.

No me atrevo a decir nada, sin embargo. Me limito a mirarlo directamente a los ojos durante un largo e incómodo momento.


Un suspiro frustrado brota de su garganta y sacude la cabeza, en un gesto irritado. Su ceño se frunce en un gesto contrariado y aprieta la mandíbula antes de frotar su rostro con una mano.

—Por el amor de Dios, Maya —dice—. ¿Es demasiado difícil hacerlo?, ¿es difícil abrir la boca y decir qué diablos es lo que quieres?, ¿es tan jodido para ti escupirme a la cara todo eso que siempre has guardado para ti misma?

Silencio.


— ¿Lo ves? —Dice, al cabo de un largo rato—. Esto es lo que yo detesto. El silencio. Tu silencio... —pasa una mano por su cabello y deja caer las hebras largas hacia un costado de su rostro—. Odio que no seas capaz de decirme lo que piensas. Odio tener que andar a tientas, sin saber qué es lo que quieres de mí. Siempre ha sido así, Maya. Desde que te conocí —me mira a los ojos—. Necesito saber qué es lo que esperas que haga porque ya me cansé de intentar adivinarlo. Me pides que me aleje, pero luego me buscas. Te busco y me echas de tu vida con una patada en el puto culo —traga duro—; y me dejas así, sintiéndome tan patético y miserable como siempre; intentando descifrar qué he hecho mal ahora; qué debo hacer para tenerte... para hacerte feliz. Así que dime, por favor, Maya, qué es lo que quieres de mí. De una maldita vez por todas.


No puedo hablar. No soy capaz de encontrar el sonido de mi voz y me quedo aquí, con la vista clavada en él y el corazón latiéndome a una velocidad antinatural. No sé por qué estoy paralizada ahora. No sé por qué tengo tanto miedo de decir todo lo que pasa por mi cabeza en este momento.

Un suspiro brota de la garganta de Harry y, de pronto, noto la decepción en su mirada. No dice nada más, sin embargo. Se limita a asentir, en señal de entendimiento, antes de ponerse de pie para marcharse.

—Lamento mucho hacerte perder el tiempo, amor —dice, con amargura y comienza a descender para marcharse.

Todo mi cuerpo grita debido a la angustia. Quiero detenerlo. Quiero que se quede aquí y hable conmigo. Quiero ser capaz de mirarlo a los ojos y decirle todo eso que nunca he tenido el valor de pronunciar. Quiero dejar de ser así de cobarde...

"¡No dejes que se vaya!"


—Seguridad —digo, en voz alta y Harry se detiene en seco. No estoy segura de qué estoy haciendo, pero me pongo de pie—. Quiero seguridad. Quiero tener la certeza de que no voy a tener dos versiones diferentes de ti —las palabras comienzan a salir a toda velocidad—; que vas a ser el mismo Harry hoy y el día de mañana. Quiero tener la seguridad de que nunca más vas a volver a ocultarme algo o a mentirme —sueno temblorosa e inestable, pero no me detengo—. Necesito estabilidad emocional, paz, tranquilidad... —hago una pausa—. Quiero que dejes de asumir que estoy mejor sin ti, porque sabes bien que no es así. Quiero que dejes de sobreprotegerme y me enseñes a cuidar de mí misma... —me detengo de nuevo y trago el nudo que comienza a formarse en mi garganta—. Quiero que seas honesto conmigo, siempre, Harry. Es lo único que quiero.

Se gira para mirarme.

Me contempla durante un largo momento y, entonces, con voz pequeña y tímida, pregunto—: ¿Tú?, ¿qué es lo que quieres?

—Yo quiero que dejes esa maldita inseguridad tuya —dice él, con la voz enronquecida—. Que dejes de echarme de tu vida a la primera de cambios y dejes ese absurdo miedo que le tienes a sentir algo por mí —sube un par de escalones para acercarse a mí—. Quiero que luches por mí del mismo modo en el que yo ansío pelear por ti. Quiero sentir que me amas con cada fibra de tu ser y no con ese amor asustado que siempre me has ofrecido —se detiene cuando queda frente a mí—. Sé valiente, Maya. Estoy harto de las medias tientas —niega con la cabeza—. Y no puedo dejar de pensar en los motivos por los cuales nos fuimos a la mierda tantas veces y lo único que se me ocurre es que siempre estuvimos a medias. Tú estabas demasiado asustada de mí como para dejarme entrar en tu vida y yo estaba a la defensiva todo el tiempo —se detiene unos segundos—. ¿Cómo iba a funcionar si ninguno de los dos estaba dispuesto a dar más?...

Me quedo callada.

—Maya, estoy harto de aferrarme a los pequeños destellos de cariño que me das cuando te sientes vulnerable —su voz se enronquece—. Y, no me malentiendas, estuve enamorado de la Maya asustada. Me volví loco por esa chiquilla insegura e indefensa que necesitaba que la protegieran todo el tiempo. Estuve enamorado de esa chica con todo mi jodido ser —sacude la cabeza—, pero ya no puedo más con ella. No puedo cargar su mierda cuando apenas puedo cargar con la mía —ahueca mi rostro entre sus manos—; y no estoy pidiéndote que cambies por mí —se inclina hacia adelante—. Estoy pidiéndote que seas valiente, porque sé que puedes serlo. Porque he visto eso en ti. Muchas veces, Maya... —está tan cerca, de pronto, que lo único que puedo ver es el color esmeralda de sus ojos—. Lo vi la noche en la que me dispararon. Lo vi en la manera en la que defendiste a tu mejor amigo y fuiste a intentar salvarme. Lo veo cada que te miro a los ojos. Veo esa valentía. Esa que tuviste para aferrarte a la vida a pesar de todas las cosas horribles que tu padre te hacía. Esa con la que me enfrentaste cuando me negué a aceptar que me pagaras los putos cincuenta dólares que le di al alcohólico de tu padre... —sacude la cabeza y una pequeña sonrisa tira de las comisuras de sus labios—. Deja de tenerle miedo a esa parte de ti, Maya.


Mi garganta quema debido a las lágrimas que amenazan con alcanzarme, pero no aparto los ojos de él. Harry tampoco dice nada. Se limita a mirarme fijamente durante un largo momento.

Sus pulgares trazan caricias suaves en la piel de mis mejillas. Entonces, se inclina un poco más y roza sus labios contra mi frente. A pesar de que estoy un escalón más arriba que él, sigue siendo demasiado alto.

—Quiero estar contigo, Maya —susurra, contra mi piel—. Con cada fibra de mi ser. Con cada jodida célula de mi cuerpo... Pero, si tú no estás dispuesta a hacer que funcione, no puedo hacer nada.

—Harry... —mi voz es un susurro tembloroso.

—Enséñame a hacerte feliz, Maya... —pide, y sus labios bajan por el puente de mi nariz para detenerse muy cerca de mi boca—. Déjame demostrarte que puedo ser eso que necesitas...

Entonces, sus labios rozan los míos con suavidad. Un escalofrío me recorre el cuerpo y mis párpados se cierran. Él no intenta profundizar el beso, se queda ahí, suspendido en el aire, mientras que espera a que sea yo quien acorte la distancia entre nosotros.

Mis labios hormiguean, mi corazón late a toda velocidad y siento cómo mi sangre zumba por todo mi cuerpo. Entonces, viene otro roce.


Un sonido ahogado brota de mis labios en ese momento y, sin pensar en lo que hago, rompo la distancia que nos separa y planto mi boca en la suya en un beso urgente y furioso.

Harry se queda quieto durante unos instantes, asimilando el hecho de que he sido yo quien lo ha besado, pero me corresponde casi de inmediato. Mi pulso ruge detrás de mis orejas, mis manos tiemblan, mi cuerpo se siente más ligero que nunca y mi corazón late desbocado.

Él murmura algo contra mi boca, pero ni siquiera trato de entender lo que ha dicho. Me limito a acallar sus palabras con otro beso intenso.

Quiero creer en él. A pesar de que mi parte sensata me grita que debo apartarme y que Harry nunca va a ser capaz de ser honesto conmigo, dejo que el corazón se haga cargo y domine mi cuerpo por completo. De verdad quiero creer en él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro