Capítulo 7
Recuerdos prestados
—Damián, no por favor —susurra una voz femenina en la oscuridad entrecortada —Damián —solloza desesperada.
Busco quién necesita ayuda, pero no hay nadie. La oscuridad me hace imposible ver dónde estoy o quién llama. Sostengo en las manos un encendedor y lo uso para darme luz. La chispa rompe la penumbra y muestra un bosque.
Mis manos están sucias con tierra y pequeñas. Aletargado inclino la mano que sostiene la luz y reparo el resto de mi cuerpo. Me veo descalzo, en ropa interior y he vuelto a ser niño.
Estoy sobre una capa espesa de hojas húmedas y hace frío. El mismo que solía tener cuando el monstruo ingresaba al cuarto de baño y me sumergía en la tina. Lo hacía tantas veces que acaba en la inconsciencia. Mis manos y pies se sienten como si acabara de hacerlo. Entumecidas, arrugadas y resbalosas.
Mi respiración es irregular al escuchar los gritos que me llaman y me cuesta respirar. Necesito salir de este lugar. Uso de nuevo el encendedor para ver a más allá y hallar una salida. Estoy en medio de árboles, que se alzan hacia el cielo buscando la luz. La luna me permite ver las copas, están negras, fantasmagóricas, por momentos parece que se inclinan hasta mí queriendo devorarme.
—¡Damián! — me llama alguien en tono osco.
Se parece al tono de voz de ese hombre. Vuelve a llamarme una vez más y confirmo que si es él y amenaza con golpearme si no salgo de mi escondite.
—Desearás no haber nacido —su voz es un estruendo que rompe el silencio.
Tras el ruido de esa voz, escucho el aleteo de aves que se alejan. Las veo volar hacia las copas de los árboles y apago la luz para no ser descubierto.
—No veas por favor ...
Un par de voces se mezclan con las amenazas de mi padre. Un hombre y una mujer, ella cargada de pánico, él enojado y exigiendo algo. Escucho golpes, quejidos, sollozos y el grito ahogado de la mujer rogándole a alguien parar. Algo está sucede en ese bosque, pero no entiendo que es.
—No me gusta ver a un hombre sufrir ¿Un último deseo? —La voz es disfonía imposible de saber si es un hombre o mujer.
Por primera vez la oscuridad me asusta, alguien está en peligro. Mi corazón galopa a toda prisa, se detiene por instantes y vuelve a la marcha. Más aprisa, veloz. Salta de mi pecho amenazando con cada galope de explotar.
—Damián. —me llama otra voz un poco más suave.
Sigo escuchando las voces, están en todas las direcciones, enojadas, heridas, burlonas, etc.
—Mi hijo va a encontrarlos —Esa voz, aunque baja, es segura y en tono firme —tarde que temprano hallará la verdad. Verás mi rostro y sabrás que he vuelto de entre los muertos y pagarás.
—Tú no tienes hijos Konrad, ahora son míos.
¡No es mi padre! Nunca lo fue y no lo será. Una mano toma las mías en la oscuridad y las sacudo con violencia.
—Damián. —me sacude una vez más —Despierta.
Con el corazón incontrolable abro los ojos.
Evy está en pie al lado de mi cama, sostiene en sus manos algo que me muestra y me es imposible saber que es. Me quedo estático intentando controlar mis emociones. Ella no debe sospechar nada, es lo mejor. Enciendo la luz de la lámpara y descubro es un test de embarazo.
Era una pesadilla, aunque partes de ellas fueron alguna vez reales. No puedo sacarme de la cabeza esas cintas enviadas por los abogados de la abuela. La prueba de ADN me señaló como hermano de Evy, por lo tanto, hijo de Konrad. Hace un par de días me enviaron las pruebas recolectadas por la madre de Amelia, mi abuela.
—¿Qué haces despierta y a esta hora? —pregunto cuando logro encontrar la voz —es muy temprano.
Los números del reloj marcan la una y quince. Ella está vestida en ropa deportiva y remera. Aprieta con fuerza la prueba antes de extenderla. Su salida es dentro de siete horas.
—Lo siento — se excusa —pero no podemos hablar a otra hora.
Ella ha comprado varios tests de embarazo desde que le hice el procedimiento y se hace una cada semana. Le he asegurado que no es necesario, pero no hay poder humano que le haga entrar en razón.
—Es positiva — me dice feliz —no pude esperar.
Tomo la pieza plástica y me siento en la cama admirando las dos líneas rojas. Yo hice el procedimiento, fue la mejor forma que encontré de mantenerla en el anonimato. El socio de mi padre me indicó las muestras y me permitió hacerlas sin hacer preguntas.
Las otras dos mujeres están en un hotel esperando los resultados. Se supone que la mamá número uno (Evy) también lo está. Mantenerla cerca, me aseguraba poder controlar sus estados y asegurarme que el embarazo se diera.
Yo no iba a fallar.
— No hay vuelta atrás —sentencio. —lamento no poder hacer más.
—Has hecho más que ninguno en esta casa.
Ella está en pie imponente, libre de emociones. Cuenta con el poder de ocultarlas. Evy es de pocas palabras, capta las cosas la primera y obedece sin chistar. Por eso todo se dio perfecto, ella fue una paciente ejemplar. El destino quiso que fuera ella y no otra quien gestara los hijos de Jason Frederick.
—Tu padre subió hace dos horas, está dormido.
Aprieto las manos al escuchar ese término y tenso mi cuerpo. Ella no sabe que no es mi padre, es como me ve. El hijo de su peor verdugo. Me repito varias veces como mantra para calmarme.
— Apagué las cámaras de seguridad. —su voz me trae de vuelta a la realidad y afirmo.
—No podremos hablar hasta que entregues a los bebés —empiezo a decirle levantándome de la cama. —te conseguí el anticipo.
—¿Lograste la cifra exacta?
—Tu prueba salió positiva —me enseña lo más parecido a una sonrisa. —las demás gestantes han fracasado.
Abro el clóset y saco el maletín que dejo sobre la cama. Es la cifra exacta del dinero que le adeuda al anciano. El resto se le dará al finalizar el embarazo. No necesita dinero, en adelante y en lo que dure su embarazo los Frederick cubrirán todas sus necesidades.
No es sano que se vaya sin efectivo, algo puede pasar con esos tipos millonarios. Son tan volubles y excéntricos que pueden moverla de un lado a otro en búsqueda de privacidad. Retiré un poco del mío y se lo entregaré por si algo así sucede.
—Estarás en el hotel hasta que te recojan. Haré una llamada indicando que vas a ingresar —continuo y afirma.
Le entrego los documentos del nombre que llevará en adelante y los lee sin decir nada. Evy Becker Koch. Logré que conseguir documentos falsos, con los apellidos de la abuela, ingresé contactos amigos como referencias. En resumen, Silke y yo hicimos de su currículo muy atractivo para ser escogido.
—Te acompañaré a tomar un taxi.
—Lo mejor es que no —la veo sin entender y suspira —te expones y me expones.
—Yo me encargo de eso —niega vehemente.
—Un empleado puede vernos.
Acabo por ceder, ella no dará su brazo a torcer y los minutos pasan. Tomo un sobre y le hago entrega en silencio. Sus dedos palpan lo abultado y abre el contenido.
—Para imprevistos —le aclaro y duda un instante —la familia que te contrató suplirá tus necesidades, pero no es bueno que vayas sin dinero. No sé a dónde estarás, ni con quién. Es lo mejor.
—Te lo devolveré —promete golpeando el sobre en sus manos—gracias por todo ...
—Buscaré la manera de saber dónde estarás —afirma doblando el sobre y tomando el maletín con el dinero.
—Espero poder vernos en otra situación...
—¿En Berlín? —suspira soltando el aire —La verdad puede ser dolorosa ¿Lo has pensado?
—Susan era quien me mantenía en este país y no está. Mi hogar es Berlín —responde sosteniendo mi mirada — no estaré sola, mis padres me han acompañado siempre. Adiós. —habla dando media vuelta.
Permanezco en pie frente a la puerta cerrada una vez se ha ido. Una parte de mí se ha marchado con ella. Evy Klein es el lazo con mi pasado, sabré de mis padres por ella. Tendré que conformarme con sus vivencias.
Viviré de recuerdos prestados.
****
Días atrás hablé de independizarme, Paul e Igor me han enviado el resto de mis cosas y lo llevé directo a mi nuevo hogar. En ese lugar dejé también la caja con lo enviado por los abogados de la abuela.
Juna Becker Koch, mi abuela. Se negó a aceptar que dictamen policial. Ese que señalaba a Konrad Klein como homicida y suicida. El padre de su nieta no era un hombre cobarde, ni con problemas económicos. Se caracterizaba por ser orgulloso, pero no al extremo de no pedir ayuda.
Nunca quiso el dinero de su esposa, pero siempre estuvo a su alcance. De requerirlo, lo hubiera hecho si, con eso, le brindaba estabilidad a su familia. Una teoría que se afianzó cuando el reporte forense mostró que su hija estaba embarazada y había sido abusaba.
No deseaba mancillar el honor de su hija, ni el de su esposo, y aceptó públicamente lo que decía las autoridades. Pero no se quedó de brazos cruzados. Fue implacable en hallar la verdad, estaba segura de que fue un asesinato y él haría pagar al culpable.
Tiempo después la fábrica de fertilizante fue puesta en venta. Usó sus recursos para comprarla y poder averiguar más detalles. Dedicó lo que le restaba de vida a rescatar a su nieta de las garras de su ti, hallar la verdad y encarcelar al culpable. Al no poder lograrlo hizo prometer a su hermana en su lecho de muerte que seguiría la investigación. Murió esperando a su nieta ingresar por la puerta, libre y feliz.
Al escuchar las voces exaltadas de Silke y su esposo, salgo a los pasillos. Me quedo en la entrada de la puerta alerta. Dudo que sea tan imbécil de golpear a su esposa delante de su hijo, pero el viejo no se caracteriza por ser coherente.
—Las cámaras están apagadas, pero nadie tiene la culpa —escupe de mal humor dando un portazo, al notar mi presencia exige —¿Puedes encargarte?
—Si eso te hace feliz. —respondo en calma—¿Algo más? —pregunto cuando se queda viéndome por largo tiempo.
—¿Cuándo me presentarás a la mujer que te hizo cambiar?
Giro la cabeza de un lago a otro de forma negativa. Se moriría, si supiera el nombre de mujer me hizo cambiar y los motivos. Muerto me resulta atractivo, pero soy consciente que merece algo más cruel que pasar al otro mundo. Antes que lo haga, me aseguraré de hacer de su vida un infierno.
—Amar es doloroso, se corren muchos riesgos —respondo avanzando a las escaleras —algunos han fallecido producto de un mal amor, otros siguen su camino muertos en vida. Lo que resulta peor que la misma muerte.
Bajo las escaleras con él siguiendo mis pasos, bastante pensativo. En la planta baja él se dirige al comedor, yo al estudio. Lugar en que tiene las cámaras que solo él maneja, pero que por alguna razón Evy conocía como acceder a ella.
Desconozco con que me voy a encontrar, eso le da a Evy un punto a su favor. La sorpresa sería genuina y no tendré que fingir, he descubierto que soy bueno haciéndolo, pero todo en exceso es complicado. Ingreso al estudio y permanezco en pie viendo el paso de mi hermana por ese lugar.
—Será mejor que vengars a ver esto —le digo controlando las ganas de reír.
El contenido de la caja fuerte parece haber explotado. Hay billetes en el piso, muebles y sofá. Una ventana abierta ha contribuido a que el dinero que el dinero tapizara todo el estudio del gran doctor Damián Klein.
Un poco de ingenio, ciencia y venganza ¿El resultado? Un recuerdo que el anciano no olvidara. El bolso con el dinero está sobre el escritorio tal cual como se lo entregué.
Eso descarta que los billetes sean el pago y señala el contenido de la caja fuerte como el lugar de origen.
—¿Por qué es tan difícil?
El anciano me hace a un lado y maldice en su ingreso al estudio. Sus pasos son largos y gruñidos aumentan al llegar a la caja fuerte de donde retira una nota que lee y arruga con fuerza. Lo que sea le dejó escrito, lo enoja aún más que lo que ve.
Doy un paso al interior y miro a mi alrededor. Pocas cosas me resultan divertidas, soy un tipo aburrido, lineal por momentos, de poca empatía y temperamental todo el tiempo. Aun así, lo que veo me divierte y me cuesta demostrar seriedad.
—Será mejor si no tocas nada —le advierto cuando va a tomar el maletín. —es mejor si llamas a la policía.
—Tu prima se ha ido —maldice por lo bajo. —lo solucionaré yo.
—Sigo señalando a la policía. —insisto.
No lo hará, pero suena a lo que cualquier persona recomendaría.
—No.
—Ella pudo robarte —niega con una sonrisa en los labios.
Es un viejo predecible, que no ha aprendido nada de sus errores.
— Se fue con Magda. —inspira fuerte y sonríe aún más — Déjame solo.
—¿Seguro?
—Yo me encargo —insiste —tú ve a hacerte cargo del contrato Frederick.
No tiene que pedirlo dos veces, cierro la puerta chocando con Silke rumbo al jardín. Le da una mirada fortuita al estudio, otra a mí y espera hasta que llegue hasta ella para hablar.
—Espero que tengas las respuestas cuando tu padre se entere de lo que hiciste —sentencia.
—Es tu firma la que está al final de todos los procedimientos y no la mia —intento rodearla, pero impide mi salida con la mano en mis hombros.
—No te olvides que sigo siendo tu madre —me riñe y sonrío con sorna —no importa si tienes cinco, quince o veinte, seis. Si mides 1,20 mts o 1,90 mts sigo siendo tu madre Damián. Me debes respeto. —finaliza y enarco una ceja.
—Yo siempre lo tuve claro, eres tú quien lo olvidaste muchas veces.
Miro con desprecio la mano apoyada en mis hombros y la baja con rapidez. Sigo mi camino alejándome de ella y me sigue a pasos rápidos.
—¿A qué viene tanta majadería e irrespeto? —ignoro sus quejas, pero ella está decidida a no dejarlo a si y me sigue hasta el auto —¡Te estoy hablando!
—¿Conoces el término se cosecha lo que se siembra? —increpo —muchos desean cosechar en sitios que no han cultivado, otros esperan que alguien más lo hagan para robar los frutos, cortarlos o matarlos ¿Te suena familiar… mamá?
Abre la boca para decir algo y la cierra rápido, niega por momentos y da un paso atrás. Es el cerebro detrás de la clínica del maldito viejo, sin ella nada hubiera sido posible.
—Encárgate que no lo sepa, tienes cierta experiencia en eso ¿No? —retrocede hasta llegar al auto y observo como disimula su nerviosismo.
He tenido tiempo en pensar su grado de culpabilidad y llegué a la conclusión que es tan o más culpable que su esposo.
Sé que muchas personas han leído esta historia en Inefable
Pero quise darle voz a Damián porque siento que le debía un final.
Mil gracias a todos por el apoyo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro