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Capítulo 34

Visita inesperada

A cinco días desde que Magda abandonó la casa, seguimos sin saber su paradero. Antes de que se la tragara, retiró todo el efectivo de sus cuentas, desde entonces no hay registro de movimientos en las tarjetas y no ha abandonado el país.

No me incomoda que se haya ido, me siento agradecido que lo hiciera. Muchos verán este comportamiento como egoísta e insano. Es probable que exista un poco de eso ¿No dice que para hallar la felicidad debes serlo?

Mi sentido de supervivencia, el que me permitió sobrevivir a los asaltos de Damián y los insultos de Silke, me hicieron parecer, e incluso, ser egoísta. Es Paul la persona que puede entenderme, estar a mi lado en los momentos más críticos le hace posible hacerlo. En nuestra acostumbrada videollamada, le narro los pormenores de la salida de Magda y lo relatado por su psicóloga.

—¿Fuiste a la policía?

—Me recordaron que era mayor de edad y ha vivido fuera del país por mucho tiempo. —explico.

—¿Qué hay de sus problemas psicológicos?

—¿De los que hay registros de la psicóloga en América?

—E incompletos —sigue por mí y suspira. —puedo comprender que su salida sea para ti casi un regalo, pero es necesario afrontarlo.

—¿Dónde buscar? Los padres de Christine, los suegros de Evy —enumero exasperado —todos, están ayudando hallar a quien no desea ser encontrada.

Vació sus cuentas y donde sea se encuentre, maneja efectivo, haciendo imposible ubicarla. Algo me dice que lo hizo con ese fin, para no ser encontrada. Lo único que se me ocurre es restringirle las tarjetas, para hacerla salir. Aclarando que mi interés es que busque ayuda y lograr alejarla para siempre. El dinero retirado es suficiente para vivir por algún tiempo, me resta solo esperar.

—Sin lujos y con lo básico. —explico a un contrariado Paul que me observa sin hacer comentarios —sabe vivir de esa forma, mintió por mucho tiempo sobre sus estudios. Vivió del dinero de la universidad.

—¿Te sientes feliz por eso?

La pregunta es sencilla y sin rastros de acusaciones, en otra persona no lo hubiera tolerado, en Paul, es diferente. Es mucho más que mi terapeuta, es lo más parecido a un padre que la vida me pudo dar.

—Me da igual. —respondo tras pensarlo un poco. —¿Qué piensas al respecto?

Mi inquietud le saca una sonrisa, se acomoda en la silla y cruza sus brazos pendientes a la pantalla. No está en la biblioteca de su casa o en el estudio, el sitio escogido para hablar conmigo es la sala de estar de su hogar. Se ve como una de las tantas visitas a su casa que solía disfrutar con una copa de su vodka preferido.

—Que es lo más obvio —suspira —no tuve la oportunidad de conocerla, durante tu boda me esquivo todo el tiempo.

—¡Inteligente!

—¿Tú crees? —sonríe aclarando su garganta y guardando silencio un instante —asumiré que no busco ayuda o, por lo menos, no tuvo la adecuada —sigue —asocia sus buenas notas con los asaltos de los que fue víctima. Es la conducta de muchos adolescentes con padres estrictos, al verse libres.

Han estado tan sometidos a las directrices de adultos que, una vez en libertad, no saben como manejarla o se rebelan. Asociaba las notas con su padre, nunca fue un genio como todos suponían. Solo una niña lista llevaba al extremo por un padre abusador y una madre permisiva. En Magda era evidente esa liberación y le sorprende que su padre no previera que sucedería.

—Culpa a su seguridad. —respondo con amargura —nos veía tan poca cosa y que le fue difícil siquiera pensar que nos rebelaríamos.

Recuerdo que, al regresar, en más de una ocasión mostró comportamientos que solían intimidarme de niños. Al descubrirlos y asociarlos a la niñez no pude entender como llegué a temerle.

—Recuerda que todos veían un niño problema, ese hombre eras la fuente de tortura. Tienes registro desde los cinco años, estoy seguro de que empezó antes.

No logro recordarlo. A esa conclusión llegó luego de estudiar mi caso y tras yo describirle los maltratos. No es un comportamiento que nazca de repente en un individuo. Se atreve a pensar que la primera víctima fue su hermano, mi padre, a quien le llevaba veinte años.

—¿Por qué nadie lo sabe? —cuestiono indignado.

—Todos señalan a Konrad Klein como un hombre de carácter fuerte y orgulloso. —me recuerda —nadie que poseas esas dos ¿Virtudes? —calla un instante y mira la hora en su reloj —recreará, narrará o confesará instantes en los que fue débil. Como tú —me señala. —¿No recurriste a tu carácter violento para no ser visto como víctima? Lo mismo hizo tu padre.

Guardo silencio, al ver que tiene razón. Era mucho más que no ser visto como víctima. No deseaba o deseo sentimientos de pesar. Me habían fallado personas que viendo mis marcas, no actuaron. Al final, la sociedad acabó por no importarme.

—¿A qué horas tienes esa reunión?

—En una hora. —respondo recordando lo poco que me interesa acudir a la casa de Damián y Silke Klein.

Una pareja estaba interesada en comprar la propiedad, pero deseaba hablar con alguno de sus dueños o alguien que hubiera vivido en ese lugar. La persona idónea era Magda Klein, pero dado que la desdichada había optado por largarse.

A mí me tocaba jugar este partido.

—Cierra ciclos, hijo —dice al notar mi turbación —nada de allí tiene el poder de dañarte tanto como tu propia mente.

Sonríe y muestra la palma de su mano derecha a manera de saludo. Hago el mismo gesto, quedando ambos en silencio por largo tiempo.

—Debí conocerte al llegar a Zúrich —comento al fin cerrando la mano, sin bajarla.

—Pase lo que pase, debes saber ..." Eres lo mejor que le ha pasado a los Zimmerman." No lo olvides.

—¿Cómo sabes que necesito saberlo?

—¿Qué clase de padre sería si no lo supiera? —y no hay un mínimo de broma en sus palabras —si todo se va a la mierda o nadie parece apreciar tu valía, aquí tienes un hogar, un empleo y una familia. —afirmo y sonríe con solemnidad —pero, no te rindas sin luchar.

—Gracias.

—¡Cuídate!

—Ustedes también.

Cierro la laptop, retiro el saco del sillón contemplando la puerta cerrada de la habitación que servirá de estudio. Muy a pesar de no tener recuerdos y que jamás había estado allí, me es difícil ingresar.

Supongo que hay heridas que nunca van a sanar y seguirán sangrando hasta que ellas me maten o yo lo haga. Ese pensamiento me ronda desde hace un tiempo, ha ingresado a mi sistema y destruye la felicidad que me rodea.

—No puede ser. —me quejo al notar que el auto no enciende —¡Maldita seas! —golpeo con fuerza el volante y salgo azotando la puerta.

Rodeo el vehículo y abro el capó, como si entendiera de mecánica o tuviera alguna puta idea de lo que le sucede. El humo que sale del viejo motor me rodea y retrocedo fastidiado. Cuento con solo cincuenta minutos para llegar y me tardo cuarenta en recorrido.

—Necesitas a los bomberos y un nuevo auto —la voz de Vryzas suena burlona y resoplo —Te pedía un cambio desde hace tiempo.

—Pensé que daría la pelea. —cierro el capó con fuerza y enfrento al cuñado de Christine.

—¿No fue así? —afirmo viéndolo un instante. —Puedes usarlo como maceta, en caso de que no desees deshacerte de él.

—No es mala idea.

Un vistazo a la hora, me indica, es imposible llegar a tiempo. Paso ambas manos por mi rostro, no sin antes darle punta pie a uno de los neumáticos. Escuchar la carcajada, no contribuye a mi buen humor y al enfrentarle lo encuentro sosteniendo la puerta de su vehículo.

—Espero no te moleste la compañía, hoy seré tu escolta y chofer.

—¿Razón?

Enarco una ceja, pero cedo a su ofrecimiento al no tener más elecciones. No suele ser mala compañía, es un tipo con excelentes y diversas platica. La mayoría de ellas cargadas de sarcasmo y humor negro.

—Has sido seleccionado como mi cuota de vida social del mes —enarca una ceja al posicionarse detrás del volante y me lanza una mirada de burla —tengo lo que me pediste. Magda Klein Schultz, fue retirada de la facultad de ginecología por faltas a la moral.

Con todo lo de su desaparición, olvidé decirle que ya no era necesario la investigación. Lo hallado por su psicóloga era suficiente para hacerme una idea de lo que había sido su vida lejos del yugo de su padre.

—A mitad del segundo año —sigo y su ceja cobriza se enarca aún más —su psicóloga tuvo dudas e hizo sus investigaciones.

—¿Te dijo que tipo de faltas?

No y tampoco lo pregunté por no verlo relevante. Turquía era conocido por sus restricciones que imaginé alguna conducta normal para muchos, fue mal vista para ellos. Mostrar afectos en público, fumar y hasta la vestimenta era señalada. Extrae de la guantera una botella de metal, dorada, de unos quince centímetros, y la sujeta en sus manos antes de lanzármela.

—Lo vas a necesitar —comenta ingresando la llave y el auto ruge. —puedes quedártela. ¿A dónde?

—¿Qué tan malo es lo que vas a decir? —pregunto con cautela —a casa de los Klein Schultz.

—Tu tío —explica sonriente — llenará algunos vacíos, si eres mojigato te alarmará y si te preocupas por ella...

—No es mi caso —le interrumpo y en ese punto ya estamos en la vía.

—¿Qué harás en ese lugar?

—Un comprador desea verla.

—¿No tienes agente de bienes raíces?

—Piden hablar con el dueño o alguno de los que hayan vivido allí. —afirma sin verme y tuerce los labios.

—Hablaremos al acabar esa reunión.

—Eres al último personaje que imaginé preocupado por mi salud emocional...

—Fue pillada por el decano de su facultad teniendo sexo con su psicóloga —me interrumpe sonriendo ante mi rostro de asombro —con quien por cierto se escapó de ese país meses antes de cumplir la mayoría de edad.

Eso explica su renuencia a hablar al respecto. Le escucho decir que se casó en una boda civil en California. Ciudad en la que se estima ha vivido en el último año.

—¿Aún deseas que hable?

—¿Falta más? —le pregunto y afirma.

—Seguiremos en el Vryzas. —comenta.

Guardo silencio en lo que queda del viaje, el griego nota mi tensión y no hace comentarios. ¿Ayudó el daño físico a su orientación? ¿Fue acaso influencia de Susan Cass?

— Siendo niños, ambos sufrieron bajo el yugo de Damián Klein, en eso no son culpables—me dice a metros de llegar —de adultos la meta debería ser feliz, tendría que ser el tema principal en todo aquel que le han robado su infancia. Allí si hay culpa, si no lo hacemos.

—¿Soy egoísta? —el auto empieza a disminuir la velocidad al ingresar al lujoso barrio. —por sentirme aliviado por su retirada.

—Jamás debieron volver a estar juntos. Fue un error.

No es la respuesta a mi pregunta, pero no hay forma de hacérselo entender. El auto se ha detenido frente a las rejas en donde una pareja y el agente de bienes raíces nos espera. Me pierdo en los recuerdos de esa mansión tétrica de rejas y tejas negras. Por un instante no soy consciente de nada, que no sea las memorias que me golpean. Si bien, lo hacen, menos que ayer, siguen doliendo.

No sé cómo ha ocurrido, pero en un instante estoy dentro del auto y en el otro frente a las rejas. Dejo al agente hacer los honores de abrirlas y me quedo relegado.

—No pensé que tu estatus fuera tan alto como para necesitar de escoltas.

La queja de la voz femenina desconocida me brinda la sacudida que requiero para volver a la realidad. Aletargado tropiezo con Vryzas que mira con desdén a su izquierda y al girar me topo con una versión más joven de Silke Klein.

Se pueden contar con la mano, las veces que vi alguien de la familia de Silke. En todas, fueron visitas improvisadas que no esperaban. A ella la vi hace un par de años. Es evidente que las de Damián Klein, jamás pisaron la mansión. Por lo menos, no que yo lo recordara.

—¿Sabes quién soy?

Ella sigue mostrando reproche en sus palabras y el que imagino es su esposo toma sus manos susurrándole algo en el oído.

—Helena Schultz.

—Tu tía —corrige y busco al agente.

—No es necesario mostrar la casa.

Su reacción resultaría divertida si la situación no fuera tan embarazosa. La última vez que la vi buscaba respuestas a mi pasado. Fue la primera puerta a la que toqué y que me cerraron en las narices.

—Es una hermana de Silke.

—¡Tu madre! —sonrío, pues ella parece querer llevarme a situaciones incómodas —¿Ya lo has olvidado? —me señala de cabeza a los pies antes de seguir —todo lo que eres se lo debes a ella.

—Será mejor si siguen esta conversación dentro de la casa —aconseja el agente y Vryzas afirma recibiendo las llaves —las pasaré a buscar esta noche.

—Es mejor si no se va, necesito hablar con usted sobre esta y todas las propiedades a nombre de Magda —comenta enojada —vine por tu hermana.

—Helena —se queja su esposo —estás incomodando al chico.

—¿Dónde está?

—Con su esposa, supongo —respondo indiferente y su rostro palidece. —¿Quiere seguir esta conversación aquí?

Señalo la puerta que Vryzas abre en estos momentos y nos deja abierta. Regresa por el auto y lo deja a un costado de la mansión, no hace muestras de seguirnos, me muestras los dedos índice y corazón al verme pasar por su lado.

—Aquí te espero.

—Por lo menos tiene lengua...

—Y dientes —responde Vryzas sonriéndole.

Avanzo hasta el primer salón y me tengo a pocos metros del centro. El decorado del lugar fue cubierto por sabanas blancas. Magda se llevó los cuadros comprados por su madre y las fotografías familiares. Yo no desee nada allí, mi anhelo era arrancar cualquier tipo de recuerdos, pero parecía cada día imposible.

Siempre había un motivo por el cual recordarlo. La casa parecía necesitar de mí o de plano, los recuerdos que me perturbaban la alimentaran.

—No sé por qué dicen que eres una copia de Konrad. Te pareces, no para tanto.

Sigo el rumbo de su voz y la encuentro en límites con el comedor y el segundo salón. Su esposo ha tenido la delicadeza de quedarse en el jardín y en este instante charla con Vryzas. Es difícil saber, si es una plática amistosa o no, ninguno de los dos sonríe.

—Konrad tenía el rostro cuadrado, tú lo tienes fino, los hombres de Konrad eran más anchos y su presencia llenaba cualquier lugar —suspira cerrando los ojos cuál adolescente enamorada.

—No me diga, también amaba en silencio a mi padre. —replico divertido —Silke pudo distraerme un tiempo con esa historia —la miro antes de darle la espalda y noto está por sentarse en el lugar en que murió su hermana—en esa silla falleció su hermana.

El ruido de la silla caer me hace ver en esa dirección de forma fugaz. Ella se frota los brazos unos con otros y sale a pasos rápidos del lugar.

—Su sobrina...

—Tu hermana —insiste en corregir.

—Antes de seguir, señora, es necesario aclarar ciertos puntos —menciono deteniéndome en mitad del tercer salón y a pasos de las escaleras —Silke Klein, no es mi madre. Magda no es mi hermana, Damián Klein no es mi padre —señalo todo el lugar antes de seguir —y todo lo que ve, fue todo para mí menos un hogar.

Ella lo sabe, yo lo sé y no veo necesidad de enfrascarme en discusiones estúpidas. Guarda silencio por unos segundos, parece procesar lo que acabo de decir, pero acaba por afirmar lanzando un suspiro.

—Silke, nunca estuvo enamorada de Konrad —le escucho decir —Le dije que había conocido al padre de mis hijos, fue en club. —sonríe —Le mostré fotos y le di detalles. Insistí en que no me brindó atención, pero no iba a desistir.

Aquello causó recelo en su hermana mayor, que solía sobreprotegerla y quiso conocer en persona al hombre. Se topó con él en un evento de caridad, también con su hermano mayor.

—Amó a ese bastardo desde el primer instante y él se dio cuenta.

Bastó una plática de ambos para descubrir que compartían la misma profesión. Silke estaba graduada y ejercía, pero no contaba con un empleo estable.

—Le dio empleo en su clínica y lo amó a un más...

—No sé dónde está su sobrina —le interrumpo —abandonó la casa luego de que se dictó el testamento de su padre.

Soy escueto en detalles, que ella parece saber por qué no hace preguntas. Se mantiene en la misma posición, lejos de mí y en actitud beligerante.

—¿Qué sentiste cuando regresaste y viste a tu victimario feliz? —pregunta al fin —feliz, millonario, con estatus e inalcanzable.

Es una mujer menuda, 1,65 mts, es posible que un poco más. Cabello castaño, ojos marrones, dedos largos y delicados. Sus ademanes son finos y distinguido, muestra educación superior en su vocabulario y ademanes. Todas esas descripciones me miran acusadores y es como ver a Silke reprochándome de algo.

—¿No sentiste que la vida era injusta? —insiste ante mi silencio —Lo odiaste aún más ¿Me equivoco? —su sonrisa es auténtica cuando mi respiración es irregular —tus padres estaban muertos, tu hermana no sabía de tu existencia y él ¿Por qué era feliz?

—¿Cuál es su punto?

—Eso mismo ha vivido Magda todos estos días contigo —me señala —su victimario es feliz. La has obligado a ver tu felicidad, porque es tu forma de hacerles pagar.

—No...

—Tú eres tan o más responsable que ese bastardo. Lo sabes, pero es más fácil odiarla a ella que a ti.

—No...

—Se aseguró que aun después de muerto siguieras haciéndolo...

—¡No! —le interrumpo con violencia alertando a los dos hombres del jardín —Contrario a él, siempre estaba drogado cuando lo hice.

—Te gustaba y gusta el control que ejercías con ella, por eso la invitaste a tu casa. —continúa y entiendo que no estamos solos —Le mostraste a mi hermana una imagen falsa, haciéndole pensar que habías cambiado y estabas arrepentido.

—Helena, estás en un error.

Ella no parece escuchar, mientras a mí las paredes de esa casa se encogen y ahogan. Fue ese comportamiento el que, según ella, hizo que su hermana me diera la custodia de los bienes de su hija.

—Era lo que deseabas —continúa con el rostro cargado de odio —el control absoluto de ella. Porque no has dejado de ser lo que eres...

—¡Basta! —insiste su esposo.

Hiperventilo buscando un sitio en el que apoyarme.

—Bajo la excusa que lo hiciste buscando venganza, por tus muertos...

Vryzas apoya una mano en mis hombros alejándome de la pared. Un acto simple para muchos, que me inyectan fuerzas para sostenerme. Me observa con rostro severo y sacude mis hombros en un intento que recobre el control.

—Su teoría es buena, supongo no tiene pruebas —le sonríe antes de seguir con sus ojos dorados pendientes a mí—su hermana fue invitada a la boda de su hija. Lo que sea descubrió en ese lugar, fue suficiente para que al volver buscara a su abogado y le solicitara elaborar ese documento...

—Mi hermana jamás rechazaría las inclinaciones sexuales...

—Es extraño que recuerde tiene sobrina, tras la muerte de sus padres —continúa Vryzas ignorando sus débiles protesta — o que su hermana no la escogiera a usted como albacea de esos bienes... Después de todo era su única familia real.

—¿Qué intenta insinuar?

—Que Magda no es hija de Konrad, pero tampoco de Damián —nos explica sosteniendo mi cuerpo con fuerza —ella deseaba un hijo suyo, por más que lo buscaron, nunca se dio.

—Se está dando cuenta de lo que intenta decir.

—Lo pensó mejor —me hace un guiño y sonríe aún más al regresar hacia la pareja que abrazada los escucha —contaba con una clínica de fertilidad y muchos donantes. Buscó al más parecido a un Klein, con gen alemán incluido.

No quiso arriesgarse a hacerlo a través de la clínica y buscó el método tradicional. Sonríe con sorna al decirlo viendo a la mujer abrazarse a su esposo con fuerza.

—¡Cállese! —balbucea.

—Olvidó un pequeño detalle —continúa soltándome y acercándose a ella —la naturaleza fue sabia y quiso que ese bastardo fuera estéril. Su secreto mejor guardado.

A uno lo odió por ser hijo del hombre al que la vida lo dotó de muchas virtudes y a él ninguna. A la pequeña por ser la prueba viviente de una infidelidad. Decir que sabía la verdad era admitir que era estéril, era tan soberbio que veía ese acto como una debilidad.

—Por eso escogió esa rama de la medicina, deseaba encontrar solución a su problema —chasquea la lengua cruzándose de brazos —yo tengo como probar mi teoría ¿Qué hay de usted?

—Está equivocado...

El día en que se hizo la prueba de ADN, acudió a la ayuda de uno de los genetistas. Le pidió hacer el examen y estampar al final su nombre. Ese día, Magda, se enteró de que no era mi hermana, además, que no era Klein.

—Ya lo sospechaba, porque su madre se lo confesó en esa carta. También a usted le dejó una ¿Me equivoco?

—Nunca me dijo nada sobre Magda. —se suelta del abrazo de su esposo y nos mira a los dos con desprecio. —nuestra relación acabó cuando me dijo las intenciones de Damián que debía abortar.

Jamás le dijo que no lo haría y cuando llego a verle le dijo lo mismo que a todos. Fui gestado en América. Ella no hizo cuestionamientos y yo era un niño demasiado retraído para que ella quisiera acercarse.

—No importa los miles de pruebas que tengas y te muestren como víctima —me dice acercándose a mí —para Magda y todos eres un abusador. Fuiste y eres, la daga que ese malviviente afiló y usó para dañarla. Eres su mejor creación. No te equivoques, no voy a permitir que las dañes.

Retrocede hasta llegar a su esposo y una vez allí ambos salen del lugar sin mirar atrás. Al cruzar miradas con el griego lo encuentro viéndome en silencio.

—No te defines por lo que otros supongan saber de ti —me dice—Nikolái Borch, tiene una frase que te viene bien en este momento"No importa toda la mierda que te lancen, siempre puedes hacer fertilizante con ella."

—Tenías razón, necesitaré ese trago....

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