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Capítulo 33

Fuga

La antigua clínica de fertilidad tiene el aspecto de haber sucumbido a diez huracanes. Polvo, papeles y soledad impera en cada rincón, piso o paredes. Hay que admitir, se nota el esfuerzo de Rupert por darle un toque distinto. Con todo, sigue pareciendo un sitio lúgubre.

Dudo que alguna vez logre quitarle la fama de sitio de la muerte como era vista desde que se supo la verdad. Mantenerla en pie le ha costado una fortuna y sacarla a flote otra más. No lo ha hecho solo, ha recibido apoyo de su familia y el monetario de Magda.

Lo encuentro en el sótano apilando varias cajas con ayuda de sus hijos y esposa. Se detienen al escuchar los pasos y al girar bajan los hombros aliviados.

—Pensé que nunca ibas a venir —me dice tomando una caja y dejándola sobre otras tres —si no lo hacías, lo entendería.

—Espero que funcione. —hablo viendo todo el lugar con ojos críticos — espero que así sea.

—¿No vas a volver? —pregunta Angélica y todos, incluido su madre, esperan por mi respuesta —¿Es por lo que dijo mi padre cuando estuviste en prisión?

—De ninguna manera.

Todos sabían de mí poca o nula relación con quien se creía era mi padre. Más de una decena de empleados presenció alguna vez alguna disputa con él o Silke. Rupert no dijo, más que la verdad.

—¿Entonces? —insiste la esposa —¿Qué te detiene?

—Me siento impedido para trabajar —les confieso —ni preparado para ser asociado a ese hombre sin que se reviente la bilis.

—Eres el mejor y a la clínica le servirá que el mundo sepa que has vuelto —sugiere Rupert. —promete que lo pensaras. —me ruega con una caja en brazos.

Cada uno de ellos espera por mi respuesta con una caja en manos y miles de sueños en su rostro. En menor medida, ellos también han sido víctima de Silke y Damián. Nada me encantaría más que poder ayudarle o sentirme a gusto haciéndolo, pero no es así.

—Reflexionaré en los pro y contra —todos respiran aliviados y dejan la caja en el sitio que corresponde. —de todas maneras, voy a ayudarte, no como lo deseas, pero...

—Te lo agradezco —interrumpe emocionado y mira a su esposa —llama al abogado y a Magda.

—Lo que acabo de decir no es un sí. —menciono viendo a su esposa salir del sótano con una sonrisa.

—No ese abogado Damián. —me aclara Angélica. —tu ex padre pidió que en este sitio se diera la lectura de su testamento.

De pronto y sin entenderlo, hemos quedado ella y yo solos en ese sitio. Me dice que los mensajes de su padre pidiéndome acercarme a la clínica eran lo del testamento.

—Aprovecharía el momento para convencerte, pero la idea original era esa.

—¿No era mejor decirlo? —increpo con ella viéndome en silencio —¿Qué testamento? Se supone que todo está a manos de Magda que yo controlo hasta que un juez la declare competente.

—La herencia de Damián Klein, no tiene nada que ver con la de su esposa —me explica —Silke, figuraba como la dueña de este edificio que dejó a mi padre, las acciones estaban entre ella, papá y ese hombre.

—Debieron empezar por allí...

Me recuerda que por si no me he dado cuenta, he ignorado todos los mensajes y llamadas. El único enlace que hay entre ellos es Magda, a quien se le asignó la tarea de decirlo.

—Pues no lo hizo —respondo enojado —¡Es tan estúpida! No dejo de cuestionarme que pensaba su madre cuando me dejó a mí y no a tu padre para cuidar de su dinero.

—Opinamos igual. Hizo tantas cosas correctas en sus últimos días... —suspira y vuelvo a verla.

Su cabello rubio se ilumina por un rayo de luz que se cuela por alguna de las ventanas. El perfil muestra a una mujer distinguida, hermosa y de buena familia.

—No me lo tomes a mal, no es personal.

—Lo entiendo, no te preocupes —la excuso rápido y mueve los brazos al aire.

—Ambos fueron heridos, ella lo sabía. Conoció a este Damián —me señala con desdén —tu odio hacia ella era evidente. —niega derrotada —es extraño que dejara la herencia a Magda y la orden que un juez dictara si era o no competente.

Lo ve como si ella hubiera visto algo en su hija que nadie más. Extraño, hasta donde ha podido investigar, la última vez que se vieron fue en el cumpleaños número diecisiete.

—¿No le has preguntado a Evy?

—Magda no figura dentro de mis conversaciones con mi hermana —respondo lo más cordial que puedo —sé lo mismo que tú. A los dieciocho se dio su emancipación que dio origen a la persecución de su padre contra mi hermana, dando origen a todo lo que ya conoces.

—Vi la crónica de su boda. Salió una foto de sus padres en esa crónica —sonríe cruzando sus brazos y suspirando —tú y ella se parecen tanto a esa ambos, que me sentí estúpida.

—No conociste a mis padres, Rupert tampoco —me veo excusándole —el desgraciado hizo todo perfecto. Insistió hasta el penúltimo día en que la vi que estaba tratando de dañar a su hija, a través de Evy.

—Me citó en la azotea, habló de cometer errores en juventud y mantenerlos ocultos —empieza a decir —me dio dos cartas, una para su hermana y otra para Magda.

—¿Sabes qué decía? —niega con molestia.

—Tengo modales, Damián —se queja —la mantuve oculta hasta que papá me llamó el día en que parecieron muertos. Yo no podía viajar en seguida, tenía compromisos.

—¿Cuándo se la entregaste?

—Una semana después de que fuiste declarado inocente ¿Por qué?

—Curiosidad —respondo encogiéndome de brazos.

—¿Subimos? —señala la salida y afirmo haciéndome a un lado.

—Después de ti.

****

Una vez el abogado lee el último párrafo y cierra el documento, el silencio se hace en la sala. He sido víctima tantas veces por esa familia, que nada me afecta. Debo admitir que nunca imaginé que fuera capaz de dejar a su hija sin nada.

Lo hizo bajo el señalamiento de traición y falsedad. Dos cosas que no toleraba en nadie, ni siquiera en su hija. Resulta divertido que sus dos grandes defectos llegaran a ser para él, actos que no podía perdonar.

En toda la lectura se abrazó a sí misma, tembló y no dejó de llorar. El único que estuvo presente, fue Rupert por indicaciones del anciano. Imagino que previó el enojo de su hija y mi poca tolerancia o de plano deseaba tener audiencia cuando la humillara aún más.

—Aquí debe existir un error — es lo primero que dice en medio de balbuceos.

—Lo lamento, pero así quedó estipulado —responde el abogado —está de testigo su madre y Eliú Cass.

—¡Soy su hija! Él, un bastardo. —me señala. —¿Por qué dices nada? —me reprende.

—Te devolveré hasta el último dólar, Magda. Deja el drama...

—¡Ese no es el maldito punto! —grita exasperada, levantándose de la silla y lanzándola a un lado — por qué no pudo resarcir su error haciendo lo correcto.

—Damián tiene razón, no es momento para reclamos. —habla Rupert —todos estamos igual de sorprendidos, pero sin dudas, nadie en esta sala tiene la culpa.

La vemos salir dando un portazo y permanecemos en silencio. Intento buscar, en medio de todo, la razón por la cual ese hombre se ensañara tanto con Magda.

—Es increíble que, aun después de muerto, la siga dañando —afirmo en silencio viendo la puerta cerrada.

—¿Cuál fue su traición? ¿No volver cuando se le ordenó o emanciparse? —preguntó señalando la puerta cerrada cuando el abogado ha abandonado la sala con sigilo —ella tiene razón en algo, puede entenderse el odio hacia mí, pero no en ella.

—Considero que aquí hay más que eso. Es absurdo que se desquite con su sobrino por odiar a su hermano y aún más con su propia sangre ¿Qué excusas tiene? —responde.

—Ninguna que podamos entender —le digo incorporándome —de todas maneras, pienso devolverle todo en cuanto un juez la libere.

— ¿Has hablado con la psicóloga?

Niego incorporándome y me pide hacerlo cuanto antes. Ella ha intentado contactarse conmigo, a través de él, creyó que ser socios de la clínica le hacía cercano.

—Han sido días difíciles. —confieso —iré hoy. Cuanto más rápido le declaren acta mejor.

—Si necesitas ayuda, dilo. —le agradezco con un estrechón de manos y prometo visitarle para agilizar la apertura de la clínica.

En la entrada del edificio y a pasos del vehículo, me aseguro que haya un cupo disponible. Una vez me dan la hora, se la reenvío a Christine, quien me pide pasar por ella.

****

Contaba con poca información sobre los motivos que lo llevaron a ver a la psicóloga. Al respecto, solo me dijo que era hora que los caminos de él y Magda se abrieran. Si no hubiera escuchado aquella conversación, estaría enojada por la frialdad de sus palabras.

Es lo mejor, me repite mi mente al tiempo que ingresamos y saludamos a la mujer que nos recibe. Una trigueña de unos cuarenta años, de cabello rizado y ojos negros. La pared en donde reposa su escritorio está repleta de diplomas y posgrados. Leo un par de ellos, ante de centrarme en su rostro ovalado y sonreírle.

—Agradezco que acudieran a mi llamado —la psicóloga señala la silla frente a nosotros —¿Algo de tomar?

—Preferiría recibir lo que tenga que decirnos, sobrio. Si no es molestia.

Sonríe ante el comentario de Damián y espera hasta quedar todos sentados para empezar a hablar. Extrae unos documentos de las gavetas, empieza a leerlos ante nosotros en silencio. Ajusta sus lentes y carraspeo indicándole, estamos aquí, pero mi esposo es más directo.

—Me ha estado llamando antes, durante la boda. En la luna de miel y al regresar. —describe —¿Solo para verla leer?

—Estoy buscando las palabras adecuadas, señor Klein.

—No dirá nada que pueda sorprenderme o quebrarme —le sonríe —se lo aseguro.

—Normalmente, no podría revelar detalles tan precisos. —se aclara la garganta antes de seguir y me ve apenada —Si desea puede esperar, lo que diré puede resultará incómodo de escuchar.

—No va a salir, se quedará a mi lado—le interrumpe Damián notando mi nerviosismo y entrelazando nuestras manos —vaya directo al punto doctora, si desea se expande después.

—Magda a descrito abuso sexual e insiste en que usted fue el causante —Damián sonríe al tiempo que pasa una mano por su rostro —dio detalles claros, precisos y sin titubear

Guardo silencio ante la imposibilidad de hablar. Presumí que con los videos todo había quedado claro para ella. A pesar de todo lo sádico que fue ese hombre, Damián asegura que nunca recurrió a ese tipo de daños. Por lo menos, no con él.

—¿Qué más?

—Ella posee cierto grado de fijación en usted que me hace dudar —libera el aire lento antes de seguir —no dudo que haya existido...

—¿A qué tipo de fijación se refiere? —la doctora enarca una ceja confundida.

—Acabo de decirle que su hermana le señala de abuso y usted ...

—Si me creyese culpable no me hubiera llamado y contado —vuelve a interrumpir y esta vez le saca una sonrisa. —sé leer entre líneas doctora, no soy imbécil.

—Negó el evento en la cesión siguiente. Se tornó violenta cuando insistí en que hablara al respecto. —empieza a decir —aseguró que había entendido mal, hablaba de su padre y no hubo abuso sexual.

Fue el primero de sus acusaciones, en adelante ha descrito varios de ellos que en la cesión siguiente niega. Todas ellas tienen como patrón común, que soy el causante de todos sus males. El odio de su padre, la decepción de su madre y el fracaso en su vida.

—¿Qué hay que hacer?

—Hay más —gira el folio que ha estado leyendo, pasa las hojas con rapidez hasta detenerse en uno.

Sus uñas teñidas de un rojo carmesí señalan un punto en particular en donde debemos leer y ambos lo hacemos. Damián sonríe, mi piel se crispa entendiendo con lo que leo algunas cosas, pero cuestionándome otras.

Reclino mi cuerpo en la silla y cubro mis labios. La doctora explica lo que estamos viendo, muy a pesar de que todo está claro. Comenta las razones que la llevaron a investigar sobre sus estudios en el extranjero.

—Evadió todo sobre sus estudios en el extranjero. Sus detalles iban de los cuatro, cinco, seis, hasta los doce años. Dando un salto a los veinte —explica y Damián afirma. —no narraba lo vivido en el extranjero. Sin importar que camino tomara la conversación, ella sabía escabullirse.

Quiso que ella le hablara sobre cómo había sido su vida sin el yugo de sus padres. Halló solo evasivas, narraciones contradictorias. En un intento de hacerla hablar, cierto día invitó a un colega de Magda. Uno con todas las especialidades que se suponía, ella tenía.

Magda no pudo seguir la conversación durante la cena. Se mostraba enojada en algunos momentos y avergonzada en otros. Al final, abandonó la mesa aludiendo que debía ayudarme con lo de la boda.

—¿Está segura de esto? —pregunta Damián tenso y ella afirma.

— Estudió tres semestres de ginecología. La retiraron por mal comportamiento y pésimos promedios. —continúa diciendo —le he enfrentado y su reacción fue acusarme de violar su privacidad.

—¿Cuándo fue la última vez que la vio?

—El día que no llegó a la cita y le envié el primer mensaje...

—Eso fue hace dos meses —sigue Damián y ella afirma.

—Ella sale de casa, diciendo que viene a verla. —hablo por primera vez —¿A dónde va?

—Yo no me preocuparía por eso. —comenta cerrando el folio —empezaría a averiguar en donde estuvo o que hizo con su vida entre los quince años y su mayoría de edad.

—Vivió de lo enviado por sus padres —me apresuro a decir —no es la primera, ni la única chica que lo hace.

—Sus problemas psiquiátricos hacen la diferencia. Ella necesita ayuda urgente. —finaliza.

En todo lo que pienso al despedirme y salir del consultorio es en ese sobre. Lo dejé en casa de mamá y le dije que pasara a recogerlo. Llevarlo conmigo era intentar saber qué había allí y no lo deseaba.

En este instante opino distinto. Debí abrirlo y ver qué había allí.

—Tengo una sola duda —habla deteniendo sus pasos en el estacionamiento —¿Quién carajos hizo el examen de ADN que me mostró ese día?

El viaje a casa es en silencio, tuve que hacerme de una enorme fuerza de voluntad para no llamar a mi hermano y pedirle, o mejor, rogarle que me acompañara. Éramos una pareja de casados, no podía recurrir a ellos cada que hubiera un problema.

Le dejo avanzar al interior de la casa y me quedo en la zona del comedor. Una de las chicas sale a preguntar si vamos a comer.

—En cuanto el señor y Magda bajen.


—La señorita abandonó la casa al medio día —me responde justo en el instante en que Damián baja las escaleras a de tres. —se despidió de todas y dijo no iba a volver.

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