Capítulo 32
Una herida que no sana
Que el mejor momento para dormir resultara la hora de levantarte, fue, es y será de lo más injusto que me proporciona la vida. Resignada y dispuesta a cumplir con mi destino, salgo de las reconfortantes cobijas.
La ausencia de Damián en la cama o habitación no es extraño, contrario a mí, él no tiene el mismo problema con levantarse. En pie justo al frente de la cama, estiro mi cuerpo antes de ir a la ducha. Unos minutos conmigo misma que darán fuerzas para despertar.
¡Aún estoy dormida!
Mis pies se detienen en el tocador, sitio en el que reposa la tarjeta de invitación de la boda de Evy y Jason. La tomo en las manos y leo las inscripciones. Cada que leo los nombres de los padres de Evy y Damián escritos allí, mi corazón se arruga. Mi madrina insistió en que sus nombres reposaran en el sitio que merecen. Sin importar si vivían o no. Era el que les correspondía y no dejaban de ser padres por haber fallecido.
Mañana a esta hora, Evy pasará a ser la señora Frederick. Me despojo de la pijama en baño pensando en que si llegó alguna vez a verse casada de esa manera.
Una boda como en un cuento de hadas, con príncipe azul y castillo incluido. Es posible que no, aun así, si había alguien que merecía la felicidad era ella.
Una hora después salgo a los pasillos, dispuesta a empezar mi día en el hospital. Lanzo el morral al hombro y tarareo la canción que empieza a escucharse en la planta baja.
La encargada de la cocida le gusta la música country, lo primero que hace al ingresar a su punto de labores es encender su vieja radio y sintonizar una emisora con esa música.
Disculpe, señora, ¿la vi caminar?
Me di la vuelta, no soy un acosador
¿Adónde vas? Tal vez pueda ayudarte
Mi tanque está lleno, y estaría obligado a llevarte.
Mis ganas de seguir cantando acaban cuando música se mezcla con la de los hombres encargados de la remodelación de la casa. Por recomendación de mi padre iniciaron por las habitaciones e iban descendiendo hasta llegar a los arreglos externos. Lo anterior con el fin de facilitar nuestra convivencia en el hogar.
Así las cosas, en este instante teníamos los pisos superiores remodelados y finiquitaban labores en la planta baja. La tarea más grande estaba allí.
Por fortuna, ninguno de nosotros estaba mayor tiempo en casa o nos volveríamos locos con tanto ruido.
—Extrañaré el acabado blanco de las cortinas cuando todo acabe—le digo a uno de los chicos que tiende un muro de hule blanco para separar el sitio de trabajo.
—Lamento la incomodidad, pero le aseguro que valdrá la pena —se excusa apoyando su mano en el casco.
—Ya lo vale.
Sonríe inclinando la cabeza, sin despegar la mano de la visera de su casco. La vibración de mi móvil me llega, es una llamada de mi madre. Ante la dificultad de escuchar algo en medio de tanto alboroto, busco un sitio libre de ruidos y lo encuentro en el pasillo que va al estudio.
—Buenos días, cielo.
—Buen día, mamá ¿Cómo has estado?
—No pensé que llegaría el día que diría esto, cariño. Pero, te extraño. —el comentario me saca una sonrisa y reclino mi cuerpo en la pared—tu padre también.
—También me hacen falta. —confieso y ella suelta un suspiro largo.
—Vincent se mudará con Raquel, quedaremos solos tu padre y yo. —no es una queja, aunque podría parecerlo. Ella parece querer desahogarse y guardo silencio. —el conflicto es que estamos muy viejos para que nos deslumbre una casa para los dos solos.
Intento desechar las imágenes mentales que me llegan de mis padres desnudos, desfogando pasiones por la casa en solitario. Una tarea difícil que acaba en una sonrisa fuerte y que al ser acompañada por la de mi madre, me indica que ella estaba igual que yo.
—Te lo has imaginado, ¿verdad?
—¿Tú qué crees? —su sonrisa fuerte me inyecta energía, como solo ella puede hacerlo —te amo Mami.
—La casa está en remodelación, no es habitable. Ustedes pueden vivir con nosotros...—duda en seguir y se detiene.
No es una decisión que pueda tomar yo, Damián tendrá que estar de acuerdo. Una mirada a mi alrededor me dice que ella tiene razón, hay mucho desorden, olores fuertes y polvo.
—Hablaré con Damián —prometo — no te hagas ilusiones. Ya sabes cómo es la relación entre él y papá.
—No tiene sentido que vivan en una casa enorme, cuando está quedará sola. —una voz exaltada proveniente del estudio me hace mirar en esa dirección. —Gregory no tiene problemas en vivir con sus padres, Jason incluso hace lo mismo justo al lado. ¿Por qué tuvieron que irse tan lejos? —protesta.
Alcanzo a escuchar extractos de una discusión, pero solo me llega una sola voz. Si mis sentidos no me fallan, se trata de Magda y a quien le ausculto maldecir y el nombre que sale tras eso es el de Damián Klein, mi esposo.
—No fue una decisión adrede, fue lo más cerca que Damián encontró —menciono bajando la voz para escuchar un poco más de ese exabrupto.
—Igual no llamaba para eso. —capto el tono molesto en su voz y suspiro —tengo correspondencia tuya, de tu esposo y Magda. ¿Sabes por qué llegan aquí?
—Ni idea mamá ¿Deseas que le pregunte?
Detengo mi avance a pocos pasos del estudio. La puerta se encuentra semiabierta, mostrando partes de los estantes vacíos y varios muebles cubiertos por hules blancos.
—No. Solo me causa curiosidad—responde luego de un largo silencio ——los dejaré en el estudio de tu padre. Los de tu esposo tiene remitente Berlín y pueden ser importantes.
—Gracias Mami. —agradezco con voz inaudible sin despegar la mirada de la figura de espalda que habla por teléfono.
—Insinúas que me inventé todo. —grita Magda a quien sea esta del otro lado—Lo que parece no siempre es lo correcto.
Mi lado racional me dice que si buscó un sitio tan alejado es por el ruido, al igual que yo. La parte curiosa y oscura, me muestra que ese comportamiento, sumado a muchos, es anormal. Sobre todo, por qué no habla, sino que discute y no se molesta en bajar el tono de voz.
—No son excusas y no lo estoy inventando. Damián Klein fue, es y será un bastardo abusador. No puedes culparme por hacer lo justo.
Hay tanto desprecio en esas palabras que mi piel se crispa. Sin tener claro de la mayoría de lo que dice, salvo que tiene que ver con Damián, a quien no ha dejado de maldecir. Muerdo mis labios, viendo la figura de mi esposo en mitad del jardín, observando la hora y esperando por mí.
Damián siempre ha tenido sus reservas con ella y si está viviendo con nosotros es porque yo le insistí. La conoce mejor que nadie, si bien, no son hermanos, convivieron como si lo fueran. No debí insistir.
—No tiene por qué saber nada... ¡No se lo diré! —retrocedo hasta quedar oculta a la vista y dudo entre salir o quedarme. —puedo vivir sin que me importe la opinión de los demás... ¡Por supuesto que me siento feliz! Si me amarás como tanto aseguras, tú también lo estarías.
Ok, no es buena idea seguir escuchando o me arriesgo a ingresar y hacerle entrar en razón a los golpes. Es una desagradecida e hipócrita que se ha estado burlando de todos. La dejaré suponer que tiene el control, antes de enfrentarle requiero tener pruebas.
Con la sensación de haber sido burlada me acerco a mi esposo que al notar mi presencia y abre sus brazos para recibirme en ellos. Al notar mi turbación me abraza fuerte y alza del césped hasta quedar mi rostro a la altura del suyo.
Sin poder sostener su mirada, me oculto en su cuello. Traerla con nosotros fue quizás una mala idea, tuvo razón con las reservas. Sin embargo, no deseo proporcionarle más carga a la que ya tiene. Él necesita de paz, yo me encargaré que Magda deje de ser un problema.
—¿Qué sucede? —quiere saber —¿Diosa?
—Mamá nos invitó a vivir con ella, en lo que dura la remodelación.
Si bien, estoy preocupada por mamá y que se sienta sola. No es todo lo que me inquieta. La mujer que hablaba por el teléfono hace unas horas, no era la chica tímida que hemos visto en estos meses.
—Vivir con tu padre no me resulta atractivo, cariño —bromea y mi cuerpo se relaja al sentir su risa —la casa puede explotar ¿Te arriesgarías? Sin mencionar que debemos cargar con Magda. Amaría dejarla aquí, pero no se vería bien.
—Lo intenté —me alejo de la magia que suelen tener sus brazos y observo su rostro inquieto.
—¿Segura que es todo? —afirmo y entorna los ojos.
—Te ha llegado correspondencia de Berlín, y de Magda —le digo al recordar —está en casa de mis padres.
—Pasaremos por allí antes de dejarte en la clínica —toma mi rostro entre sus manos y lo observa por largo tiempo. —me ocultas algo, linda. No es solo tu madre.
—¿Damián?
La voz de Magda lo hace tensar, en esta ocasión no lo reprendo por verla con enojo. Me alejo de sus brazos y aguardo a un costado cerca del vehículo. Ella ha vuelto a ser la chica desprotegida, tímida y llena de miedos.
Fue ese comportamiento el que me llevó a querer ayudarla, mis padres y hermanos también. Ingreso al vehículo cuando Damián se aleja dejándole en mitad del jardín bastante sorprendida.
—¿Qué sucede?
—Una reunión de socios de la clínica —responde encendiendo el auto —el estado ha otorgado los permisos, aceptaron el cambio de nombres y dueños.
—Eso es bueno, ¿No?
No me responde y, en cambio, enciende el auto concentrándose en los siguientes minutos en la vía.
—Traeré una sede de la empresa de mi padre a este país —su voz rompe el silencio, pero sigue sin verme —no voy a ejercer. Mi profesión murió con la venida al mundo de Susan y Sebastián.
—Te entiendo —respondo tomando la mano que reposa en la palanca de cambio y mira el gesto —lo que te haga feliz, es bueno para mí.
—Ella tampoco desea ejercer. —me mira un instante y niega —yo fui obligado a estudiar ginecología, ella, por el contrario, lo escogió. Fue la forma que escogió de agradecerle a Susan haberla liberado de mí.
—¿Qué será? Quizás no ha podido hacer el papeleo de su título o no pueda ejercer en este país —piensa un poco en la respuesta y niega.
—De ser así, lo diría y no podría tanto problema.
Guarda silencio hasta llegar a casa de mis padres, pero ninguno de los dos tiene ganas de bajarse.
—Iré a la cabaña. —comenta minutos después rompiendo el silencio conmigo viendo la casa de mi niñez —¿Qué horas tienes libres?
—De doce a tres —respondo distraída.
Hay muchos recuerdos en esa casa de paredes blancas y tejas rojas. Tantos que se agolpan en mi cabeza y me sacan sonrisas. Allí y en la casa de la playa pasamos los mejores momentos en familia. La llegada del matrimonio primero en Mark, luego en Alexis, puso fin a esa época.
—Pasaré por ti para almorzar. Hay que comprarle el regalo de bodas a Evy.
Lo encuentro viendo hacia la nada, mandíbula tensa y manos aferradas al volante con fuerza.
—No me gusta la idea de tener a una extraña en mi casa —niega confundido liberando el aire de sus pulmones —suena irracional, pero es lo que ella es. ¿Qué sabemos de ella? Nada.
Tiene novio. Quise decirle, pero no me atrevo y bajo el rostro. Siento temor en lo que pueda hacer si le digo lo escuchado hace unos minutos. Unos golpes en la ventana nos hacen saltar.
El inconfundible porte de Angelo Vryzas, al lado de Alexis y papá, nos recibe. Sorprende ver a Vincent O'hurn cordial y obsequiando una sonrisa a un aletargado Damián, que parece estar a años luz.
—¿Qué sucede? —papá alza el mentón señalando a Damián que se hizo a un lado.
—Iré a la cabaña —la respuesta no llena las expectativas de papá y me mira interrogante —¿No tenías una empresa de seguridad en Estambul? —la pregunta la dirige a Angelo.
—¿Qué deseas saber?
La llegada de mi hermano gemelo los distrae un instante, no los suficientes para volver a preguntar y la respuesta no le intriga.
—Magda Klein.
El esposo de Sasha, no se muestra sorprendido, tampoco hace preguntas al respecto. Se limita a verle con aquella sonrisa diabólica en los labios antes de responder.
—Haré unas llamadas.
El intercambio de frases causa intriga en papá, Alexis y mi gemelo. Los tres sí tienen dudas sobre los motivos de querer investigar a Magda. Me alejo de los cuatro y voy por la correspondencia.
La encuentro en el sitio en que mi madre indicó estaría. Tal como aseguró, la de Damián es de Berlín enviada por los abogados de su abuela. Un par de las tarjetas de crédito y universidad. Detengo mi avance al toparme con la de Magda.
Sin remitente o algún detalle que exprese quién, que o de donde lo envía. Giro la pieza blanca en mis manos, la veo en contra luz intentando hallar algo en ella, sin éxito.
—Tu esposo se ha ido —salto asustada y giro solo para ver a mi gemelo cruzado de brazos viéndome divertido —¿Desde cuándo no respetas la privacidad de los demás?
—Nos está viendo la cara Vincent. —entorna los ojos y suspiro —la escuché hace unos minutos despotricando contra Damián y maldiciéndole.
—¿Estás segura? —afirmo y niega —¿Escuchaste que era tu Damián? —insiste —te recuerdo que su padre se llamaba igual.
—Hablaba de mi esposo.
—No tienes como saberlo. —insiste —no lances juicios a priori, cariño.
—Hablaba de Damián, como su abusador y como fue obligada a vivir con él.
—Ambas situaciones pudo estar hablando de su padre —se acerca a mí tomando mis manos —el bastardo era un abusador y fue obligada a vivir con él cuando era una niña. Y, en el remoto caso que se refiera a tu príncipe, ¿Le juzgas si lo ve de esa forma?
—No vas a entenderlo, porque no viste lo mismo que yo... —me sacudo de su agarre y salgo del estudio.
—Estás siendo influenciada por tu esposo y eso no es justo. —le escucho decir, pero no me detengo. — No te dejes influenciar por la bestia de tu esposo. Sé racional.
****
Estar en ese lugar disminuyó de mis entrañas el sentimiento de vacío, pero no los retiró del todo. No estuve solo, en mitad de mis pensamientos, el hoy esposo de mi hermana me hizo compañía. ¿El motivo? Mi hermana estaba preocupada por mi silencio y negativa a verle.
No deseaba que me viera derrotado, para mí era importante que ella fuera feliz. No sucedería si me viera en ese estado y no disfrutaría de su luna de miel o matrimonio.
—¿Has visto a alguien más feliz que esos dos? —pregunta Christine señalando a Jason y Evy que bailan en mitad de la pista, como si estuvieran solos y no rodeado de casi un ejército Frederick, D'angelo y Bradford.
—De hecho, sí. —respondo pasando una mano por su cintura y atrayéndola hacia mí —a ti y a mí.
—¿Superamos ese amor? —pregunta divertida.
—El nuestro nació a los trece y sigue intacto —respondo tomando su rostro entre sus manos —¿Qué respondes a eso?
—Había olvidado lo gigantesca y diversa que es esta familia —una voz marcada con acento griego nos hace alejar y observo al hombre mayor que me observa tan o más tenso que yo —Espero que seas Damián Klein o mi sobrina estará en serios problemas conmigo.
—¿El hombre más cuerdo y divertido de los Ivannov? —quise saber y su ceja se enarca antes de ver a Christine que le sonríe lanzándose a sus brazos.
—Te extrañé en mi boda.
Apoya una de sus manos en el mentón de su sobrina y besa ambas mejillas mientras se excusa diciéndole que el tiempo suele ser ingrato.
—¿Nos dejas solos unos minutos? —le pide.
Son pocas las veces en que la vez obedecer una orden sin cuestionarla o lanzar miles de peros. Christine afirma dando media vuelta, no sin antes lanzarme un beso fugaz y un guiño.
—Me enteré de los problemas que has tenido con mi cuñado —inicia —y con la justicia.
—Nunca culparé al señor Vincent por cuestionar mi comportamiento —respondo estirando la mano hacia él —Damián Klein, es un placer conocerlo.
—William Ivannov York, y el placer es todo mío. —estrecha mi mano que no suelta, se queda viendo mi rostro por largo tiempo antes de hablar otra vez —se dejó influenciar por tu rostro.
—¿Quién no?
—Alguien que ha visto la maldad disfrazada de sonrisa. —sé que se refiere a él cuando dice aquello —lobos disfrazados de ovejas y falsedad en trajes de amigos.
—No todos han vivido tanto.
—No se debe negar que existe. Es lo mismo a suponer que el mundo es a blanco y negro.
—Y la tierra plana. —sigo por él.
—¡William! —le llama una voz femenina a la que busca entre la multitud y una vez lo hace sonríe.
—Visítenme en Moscú, tengo un par de cosas que hablar con ustedes dos —apoya una mano en mis hombros al pasar por mi lado y se detiene —bienvenido a la familia doctor, espero reconsidere la idea de ejercer. El mundo no puede privarse de un genio, por el comportamiento de tres bastardos y dos locas.
—Rupert necesita hablar contigo. —habla detrás de mí —no tienes que tensarte siempre que escuchas mi voz. Se ve como si fueras la víctima en esta historia y no al revés.
—¿Qué deseas? No me has espiado toda la noche solo para darme un mensaje que ya he recibido.
—Pero que has ignorado.
—No deseo nada que tenga que ver con tu padre.
—Alguna vez fue también tu padre —esta vez se asegura que yo la vea al decirlo.
—Nunca lo fue. Eso es motivo de alivio para mí y tormento para ti. —cruza sus brazos en actitud protectora.
—¿Qué nos hicieron Damián?
—¿Qué deseas? —insisto al no tener interés en lo que sigue.
—Necesito hacer un viaje. Estaré por fuera...
—Expandiré tu tarjeta y trasladaré dinero a tu cuenta privada —le interrumpo dando media vuelta —puedes durar todo lo que se te pegue la gana y si vuelves a los veinticinco por tu fortuna, me harías un favor.
—Damián...
—Dile a Rupert que mañana a primera hora estaré en la clínica...
—Tú me invitaste a tu casa, aseguraste que había un largo camino por recorrer.
—Estaba equivocado, la mejor forma de sanar para ambos es estando lejos uno del otro.
Nadie puede obligarme a hablarle o a mantenerla a mi lado. Acabado de descubrir que hacerlo es recordar los instantes más dolorosos de mi vida.
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