Capítulo 30
La verdad y nada más que la verdad...
No pienso hablar de lo maravilloso que era mi vestido, la magia que me envolvía o de la mujer en el espejo. Todas aquellas cosas que una mujer suele ver con una sonrisa el día de la boda y que es probable, hallamos escuchado alguna vez.
Deseaba hablar o mejor aún, anhelaba hablar de la chica que defraudó a su padre e hizo a su esposo hacerse cargo a sus errores. Sí, mi deseo en este instante era hablar de Christine O'hurn Ivannov y como se ha negado a decirle a su padre la verdad.
—Eres una princesa —comenta Mauren arreglando mi velo y acomodando las flores —imagino que no hay magia, ya te has casado y comido el pastel.
Ella ha malentendido mi silencio y sonrío de manera triste al girar. Lo que hablaré no deseo hacerlo a la imagen del espejo. Toma mis manos y me obliga a avanzar hasta la ventana de la habitación de mis padres, el sitio escogido para vestirme.
—¡Míralo! —señala a un punto debajo de un sauce —desconozco que habla con papá, pero llevan más de una hora allí.
Damián sonríe por algo que el señor Christopher Meyer dice. Que sonría le alivia, pero mantiene en sus entrañas el sentimiento de culpa y no ayuda en nada la figura en solitario de su padre viendo a la nada en el jardín.
—Si alguien puede ayudarle es papá, sabe lo que es crecer sin una madre. —le explica su cuñada y suspira. —a papá no le gusta intervenir en las cosas de tu familia y se mantiene al margen, con Damián es distinto.
—Por lo alemán, supongo.
—Lo injusta que ha sido la vida, las autoridades, el destino y todos los que conociendo la historia no actuaron —sigue por mí y el nudo en mis entrañas se tensa aún más —eras demasiado niña para poder ayudarle, no es tu culpa.
—¿Puedes hacerme un favor? —le pido —dile a mi padre que ya estoy lista.
—Es la primera vez que la novia no llega tarde a la boda o los novios lo hacen al tiempo —bromea y me mira un instante —¿No irás a cancelar la boda?
—No. Quiero compartir unos momentos con papá.
Suspira aliviada y me sonríe. Su rostro redondo cambia con ese gesto y sus ojos adquieren un brillo juvenil. Sigue conservando ese rostro hermoso que conquistó a mi hermano y las locuras de juventud.
Mauren y Marck, tienen el matrimonio que yo deseo con Damián, tranquilo, sin altibajos, llenos de amor y locuras. Contrario al de Sasha y Angelo, no dudo que se amen, ese término les queda corto, pero, allí, no hay tranquilidad. No, mi deseo es tener un matrimonio como el de Mauren y Marck. Fin.
—Le diré a mi padre y a Damián que se adelanten —su voz me hace regresar a la realidad y sonríe —la señora Ivanna y Sasha están en la iglesia. Alexis y Emma llegarán directo a la ceremonia, pero no estarán en la celebración.
—La seguiremos en su casa —me muestras sus dos pulgares sin dejar de reír y le imito —le mostraremos que, si desean hacernos a un lado, no podrán.
—Le advertiré a mis padres que deben cuidar de los niños toda la noche —esto último lo dice saliendo de la habitación y al quedar sola mi sonrisa se esfuma.
Con cuidado de no arrugar mi vestido me ubico en la esquina de la cama matrimonial y contemplo todo a mi alrededor. Si hay una pareja que puede ostentar el título de felices por siempre son mis padres. Ese matrimonio es, sin duda, el que toda pareja desea tener, pero al que pocos tienen la dicha de llegar.
—¿Cómo empiezo? —me pregunto viendo la foto de su boda que reposa en el tocador.
En esmoquin abrazando a una rubia y ella a su vez a un chiquillo. Los tres con la sonrisa más radiante que ocasiona una sonrisa en todos cuando la vemos.
En aquellos días, Marck había vencido el cáncer, su madre era solo un mal recuerdo y mamá había logrado superar el título con destreza. Lo hizo tan bien, que hoy día, Marck la considera su madre y a quien le dio la vida no la nombra.
Una mujer que se dio el lujo de despreciarlo dos veces y tuvo la osadía de querer dañar a la única mujer que lo trató como un hijo. Al salir de prisión intentó buscarle y creo que lo logró, solo que Marck había dejado de ser su hijo. Ya era un Ivannov en título y en sangre.
—Papá, lo siento, te defraudé. —lo intentó viendo la imagen suya en la instantánea de bodas —Fui yo la de la idea de cazarme. Obligué a Vincent a mentir y mi esposo ha estado haciendo lo mismo. No quería, ni quiero defraudarte —bajo el rostro, entrelazando mis manos y negando —pero fallé y lo siento. —paso las manos por mi rostro con desesperación —me salió mal...
—Está perfecto —la voz de mi padre me hace saltar de la cama y verle asustada.
Se ubica justo al lado de la foto de bodas a la que he estado hablándole. Me resulta complicado no verle sin buscar las diferencias de más de treinta años de casados. Sigue siendo un hombre buen mozo, el más maravilloso del mundo.
—Sé que te he defraudado y no tengo excusas...
—Si lloras tu madre va a colgarme de mis partes nobles por arruinar tu maquillaje —el miedo que trae aquellas palabras me hace reír. —me has quitado un peso de encima.
Toma mis manos y nos sentamos de nuevo en la cama, esta vez de frente al espejo. La figura de ambos es contradictoria, el sonriente, yo al borde de las lágrimas.
—El miedo más grande era que no te amara lo suficiente.
Toma mi mano y llevándosela a sus labios en donde deja un beso fugaz antes de dejarla en su corazón y allí las presiona con fuerza. Permanece con ese gesto por tanto tiempo que acabo apoyando mi rostro en su hombro. Tiene la vista fija en la fotografía, es difícil saber que observa. Si a mamá, mi hermano o la felicidad que irradia esa instantánea.
Es probable que sea un poco de las tres.
—No es un mal hombre. —le defiendo y gruñe —le cuesta demostrar las emociones, aprendió a ocultarlas para no salir herido.
Lo que papá sabe sobre Damián y su niñez, fue por el juicio en su contra, no porque él haya hablado. A Damián le cuesta hablar de su pasado, ha vivido toda su vida adulta buscando la forma de enterrarlo que traerlo a la luz, no es algo que le agrade.
—Me basta saber que te ama lo suficiente, que ha soportado mis malos tratos, humillaciones y acusaciones, siendo inocente. Retira un peso de encima, una preocupación menos —continúa —sigo teniendo reservas con su comportamiento. —advierte y sonrío —lo hecho por tu padrino, le ha sumado puntos, pero estaré atento.
—No tienes motivos para dudar de él. —le riño y me mira de forma fortuita regresando la vista a la foto —mamá, tiene razón, lo tuyo, son celos y excusas, siempre tendrás muchas.
—¿Has visto como mira a todos?
—¿Lo ves? —le señalo y sonrío.
—¿A Magda? —insiste y bufo —no tiene contacto con ella y me atrevo a asegurar que la odia.
—No todos tenemos la capacidad de sanar papá —le calmo —ella se repuso rápido y me alegra. A él, hay que darle tiempo.
—Y no ayuda que un juez lo obligue a cuidar de ella —replica y afirmo —¿En qué pensaba su madre cuando hizo eso?
La misma pregunta me la hago yo. Magda tiene familia materna en Alemania y amigos en América. Ese socio de su padre, su esposa e hijos hacen parte de ambos. Fue a Angélica, la hija de esa pareja y la acompañante de Damián, el día que lo vi después de tanto tiempo. La encargada de dejarle una carta de despedida.
Una carta que llegó a sus manos tiempo después, cuando ya Damián había sido absuelto de culpa. Nadie sabe que le dejó su madre escrito allí, solo que la hizo llorar al leerlo y romperla en pedazos. Damián y yo, presumimos, narró la verdad sobre el origen de Damián.
—¿Hay o no una boda a la que asistir? —me pregunta rompiendo el silencio y le veo directo a los ojos.
—No sé, dime tú —respondo. —no quiero lo mismo que Alexis.
Algo debe ver en mi rostro que le quita la sonrisa y lo toma entre sus manos. No deseo salir de casa con él odiando al hombre que amo, ni vivir momentos amargos como los que vive Alexis con Emma. De ninguna manera soportaré ver que lo desprecian, porque si algo merece es ser feliz.
¡Yo merezco ser feliz!
—Tu esposo es un hombre inteligente y tu una mujer testaruda —Me abraza contra él —si este matrimonio no resulta lo que esperabas, esta será tu casa, no dejaremos de ser tus padres porque te cases —se aleja para verme a los ojos y me hace un guiño divertido —si tu hombre requiere un padre, estoy dispuesto a serlo.
—¿Por mí? —pregunto emocionada.
—¿Por quién más? —replica alzando la ceja —lo que acabo de decir, no es porque lo desee. Todo lo contrario, rezaré para que tú y tus hermanos tengan la sabiduría de sostener un hogar.
Lo hace por considerar que, toda mujer debe saber que cuenta con una familia, por si aquella que desean emprender fracasa.
—Existen mujeres que soportan hogares dañinos y violentos, por no enfrentar el fracaso, la sociedad o porque sus padres le dieron la espalda —sigue y afirmo —Siempre que tengan una duda, estaremos aquí para ustedes. Eres y serás mi bebé.
—No esperaba menos de ti, eres el hombre de mis sueños...
—Y tú el diablillo de mis pesadillas —se queja irguiéndose y estirando su mano —hora de ir a casa señora Klein.
Mi casa, mi hogar, mi esposo y mi vida. Pienso al verle en pie frente al altar sonriendo feliz. El mundo de recuerdos que se agolpan en mi mente viaja a mi rostro y salen de allí como lágrimas. Me invade la imagen suya por primera vez, con el rostro lleno de golpes, despeinado y su labio sangrante.
Jamás vi a nadie con tanta pasión en una imagen como en él, una lucha interna que se esmeraba en ocultar. Un miedo que descubrí podía ver y me sorprendió que nadie lo viera. Aquel odio en su rostro y la mirada de desdén ocultaban un alma herida.
¿Por qué yo lo vi y otro no?, no lo sé, es posible que porque éramos uno solo y uno conocía el dolor del otro. Nuestro medio para encontrarnos fue esa disputa con mi hermano en la que quiso ayudar.
Al llegar frente a nosotros se detiene y mira a mi padre interrogante. Papá sostiene mi mano y le mira con rostro serio. De no haber hablado con él hace unas horas, estaría asustada por la decisión que veo en su rostro.
—Hace más de treinta años, en esta misma iglesia —inicia. —Alexis Ivannov me contó una historia y me obligó a hacerle una promesa, que al día de hoy no he incumplido.
Mi madre sonríe, limpiando una lágrima de su rostro con un pañuelo que le ha entregado mi madrina con discreción. Dado que desconozco la historia y que en aquel tiempo no estaba dentro de los planes de mi padre, guardo silencio.
Existen en ese lugar una decena de personas que debieron estar ese día, lo revela el rostro sonriente en algunos o humedecidos en otro. Si papá no cuenta aquella historia, prometo hacer que mi madre me la diga al regresar de luna de miel.
Nota mental: obligar a mi madre a que nos cuente esa historia. Pienso cruzando miradas con mi hermano que afirma sonriente entendiendo mi mirada interrogante.
—Te lo resumiré con las últimas palabras que me dijo al entregarme a su hija —continúa y tal como lo sospeché, no va a contarla —Te estoy entregando el tesoro más valioso que tengo, quiero que seas consciente de todo lo que Dios ha trabajado para tenerla hoy aquí frente a ti así que ... No la cagues.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que todos los presentes escuchamos aquellas palabras como si las dijera el abuelo. Por un momento, nadie dice nada y ven el acto de entrega de mis manos en silencio.
—Puedo prometerle, amarla, respetarla, obsequiarle el castillo que merece —empieza a decir —puedo adaptarme a sus reglas —continúa —lo que no puedo es, prometer que la amaré con la intensidad que usted ama a su esposa —sonríe con desdén antes de seguir— de ninguna manera, disminuiré mis sentimientos hacia ella, ni siquiera por una promesa.
Sus palabras causan una risa fuerte en todos, incluidos en mi padre, que acaba palmeando sus hombros y dándole la bienvenida a la familia.
Un grupo pequeño de personas, les disgusta que las historias estén enlazadas
y que deban leer una para comprender la que leen.
Debo decirles que nunca dimensione que esto llegará tan lejos y me excuso por ello.
A quien le interese: la historia de los padres de Christine (180°),
la de los padres de Mauren y la de Mauren (Mujer soltera y exitosa, busca un hijo, Sálvame)
y la de la hermana de Damián, Evy (Inefable).
Les advierto que tienen una secuencia y en mi perfil encuentran el orden en ellas.
Hasta otro próximo descanso, mil gracias por su paciencia.
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