Capítulo 29
Una habitación vacía y como llenarla.
La investigación y los videos de vigilancia corroboraron que, Eliú Cass, siguió a los integrantes de la mansión. Estudió cada persona, lugar y medio de transporte en búsqueda de a quién atacar.
Ese mismo análisis hablaba de que nunca estuve dentro de sus posibles víctimas. Me mantuve lejos de casa y sin protección. Siempre a la vista, convirtiéndome en un blanco perfecto. Ese fue mi error, mi comportamiento le alertó y buscó a alguien más.
Jason Frederick, la fama de hombre de paz y adinerado que le precedía, le hizo atacarle. Que su chofer tuviera comportamientos fijos y preestablecidos le ayudó a acercarse. Ser abuelo de los Klein y suegro de Evy, le dio el detalle final para escogerlo.
Todo eso no hizo más que aumentar la certeza que, Jason Frederick, estuvo en riesgo de muerte por mi causa. No todo el mundo, opina lo mismo, hasta el mismo anciano, que, llevado por el agradecimiento, tanto él como su familia movieron sus influencias para que saliera ileso de culpa.
Ninguno mencionó el hombre a quien el anciano llamó Jedrek y se proclamó su ángel. Si bien, soy culpable de encender el cerrillo y no verificar su estado, el desconocido se llevaba todo el crédito de asesinarlo.
¿Por qué no mencionarlo? Aquello causó curiosidad, no la suficiente para desobedecer. Paul me enseñó una máxima sobre las promesas y por qué no debo romperlas.
"Quienes rompen promesas, rompen personas."
Si alguien tiene la culpa del porqué me tomo en serio lo que prometo y me prometen, es Paul Zimmerman. Me hizo hacerme cargo de ellas. En aquellos tiempos, era el no volver a consumir drogas o inyectarme porquerías. Por eso, cuando el anciano me hizo darle la palabra de guardar silencio, obedecí.
Era lo menos que podía ofrecerle, estaba al borde de la muerte por mi causa.
Después de quince días y con él recuperándose en casa, acudí a la estación a dar mi versión de los hechos. Crucé la estación con la única compañía de David Rogers, Christine estaba organizando los últimos detalles de nuestra boda y Evy.
Mm...
A ella no he tenido el valor de ver, mi testarudez y ego hicieron que un inocente muera. Si el plan de Eliú hubiera tenido éxito, ambos tendríamos que vivir con la culpa y señalamientos.
Ante la negativa de mi abogado de no acudir al lugar de los hechos, los oficiales aceptaron que lo hiciera en la estación. Tres oficiales, uno de civil y dos de uniformes escucharon mi declaración. Fui escuchado, atento y de vez en cuando es cuando hacían preguntas sobre el punto en donde estaba Eliú cuando le disparé.
Era evidente que mi explicación tendría inconsistencias. Imposible de creer que alguien como yo. Pésimo con los golpes y cero músculos. Logrará ganarle a un ex miembro de la marina norteamericana. Con todo, no hicieron comentarios al respecto e imagino el anciano dueño de la petrolera tuvo que ver.
—¿Qué se siente ser el hombre más popular de la ciudad? —pregunta un oficial dejando el bolígrafo sobre la libreta y viéndome atento. — de manera positiva, no haciendo actos estúpidos como se acostumbra —replica rápido.
—No me siento un héroe. —confieso— Asesinar a un ser humano, no debe crear ese sentimiento, en nadie.
— Es difícil no verlo de esa forma —comenta un segundo. —de no estar allí ese día, el muerto sería el señor Frederick. Un hombre importante para nuestra sociedad.
—Yo solo tengo una duda...
La voz del tercer oficial hace a todos callar y verlo atento. Su silla está reclinada en la pared, ha estado alejado de los dos compañeros en lo que lleva la declaración y no ha hecho contacto visual con ellos.
—Su declaración ha acabado —señala el folio en donde su compañero ha reposado su mano derecha —no es necesario que responda, si no lo desea.
—Khalid... —le advierte uno de sus compañeros.
El hombre hace caso omiso a su voz y sonríe retirando la silla de la pared e inclinando su cuerpo hacia mí.
—¿Por qué cree que regresó Cass? —reclina sus ante brazos en sus piernas y une sus manos —estaba en un sitio al que nos sería difícil, sino imposible hacer un trato de extradición.
Es dueño de esas sonrisas cínicas que pueden ser ofensivas para las mentes más débiles. Con una mirada profunda y para nada amigable. Controla su cuerpo y ha guardado silencio en toda la conversación. Durante mi relato, me vio directo a los ojos, cruzado de brazos y sonriendo.
—En mi carrera como oficial no he visto un comportamiento más estúpido. —sigue ante mi silencio —contaba con el dinero necesario para vivir de forma cómoda...
—Le gustaba el lujo —replica uno de sus compañeros. —y el dinero fácil.
—Te mostraré la investigación en unas horas ...—niega a su compañero y me sonríe.
—No lo estoy acusando. —le responde — He captado la orden de no atacarle. No la comparto, pero, la entiendo —explica y suspira levantándose de la silla —algo o alguien lo hizo volver a este país.
Para él, la venganza en mi contra tuve que ver, pero no toda. Sigo en silencio, no por temor a lo que dice o que me inculpe. No ha formulado una pregunta a la que yo tenga respuestas. También, llevado por la curiosidad de lo que escucho.
—En la muerte de sus padres, Damián y Silke...
—No son mis padres —le interrumpo con violencia y su sonrisa aumenta —le recomiendo estar al tanto de los detalles antes de emitir juicios...
—Khalid —insiste el oficial.
—Hay inconsistencias sobre su presencia ese día —sigue diciendo, ignorando la voz de advertencia de sus compañeros —Eliú no actúo solo doctor Klein, pero, tampoco usted.
—Puede irse, doctor —escucho a alguien decir, pero sigo pendiente al alegato del experimentado oficial. — te recuerdo, no es tu jurisdicción.
—Deseo escucharlo —le calmo levantándome de la silla —es su verdad, no una universal. —la sonrisa del hombre no parece morir en sus labios.
—Entiendo es imposible que usted sea su cómplice o le ayudara.
Asegura ha leído lo suficiente sobre mí que llegó a esa conclusión. He buscado justicia en todo momento y no venganza sobre lo sucedido con mis padres. En Alemania y en este país, hay infinidad de registros míos y de mis abogados que dan cuenta de ello.
No soy un hombre de violencia, pese a mi historial de maltrato y mi adolescencia conflictiva. Si es verdad que asesiné a Eliú, lo hice por desesperación, la adrenalina del momento me hizo actuar.
—Puedo entenderlo y hasta compartirlo —abre sus brazos sonrientes —pero, alguien ayudó a Cass en la muerte de sus tíos. Y, quizás, solo quizás —calla y sonríe aún más — ese alguien, fue quien lo hizo volver.
Hace una leve inclinación de cabeza, se despide del oficial que ha intentado hacerle callar y al segundo le sonríe antes de salir. Permanezco en pie con la mirada perdida y viendo la puerta cerrada por unos segundos, antes de reaccionar.
—Está de visita —se excusa un oficial. —Eliú tiene el ego elevado producto de sus certeras investigaciones.
—Es un egocéntrico hijo de puta —escupe el otro hombre que ha permanecido en silencio haciendo reír a su compañero —que tiene un buen punto. Eliú Cass no tenía la clave de la mansión y fue el anciano el que apagó las cámaras.
No escucho lo que sigue, pues decido salir en búsqueda de un taxi. El cómo hayan muerto o en manos de quién, no me importa. Lo único que lamento es que no pagaron ni los enfrenté. Encuentro al oficial rumbo a la salida y sonríe al ver que paso por su lado. Está frente a un escritorio firmando unos documentos que le extiende otro oficial.
Sin importar las palabras de aliento que me den o si tienen o no peso, sigo sintiéndome miserable. Un inocente estuvo a punto de morir y todo llevado por las ganas de hacer justicia.
Hoy, que todo ha finalizado y a mi alrededor debe existir felicidad, sigo hallando grises. La mayor parte del tiempo veo mi vida como una habitación vacía, es de noche y no hay ventanas, ni luz. En ese lugar oscuro, estoy solo, me acompaña el frío y la desesperanza. Soy una habitación oscura o un barrio peligroso, cualquiera de la dos me hace ver como miserable.
Cruzo la estación consciente de las miradas curiosas y las ignoro todas. Siempre he sido o me han visto como un show de circo. A los cinco fue el dictamen de esquizofrenia, en mi adolescencia la violencia, lo antisocial, agresividad.
No es raro ser visto como bicho raro o atracción circense. Eso no quiere decir, de ninguna manera, me acostumbro y, de hecho, lo odio.
Ignoro la vibración de mi móvil en mi bolsillo, al hacerme una idea de quién se trata. Sigo sin encontrar el valor para enfrentarla.
Un auto negro apostado justo al frente me hacen detener, observo atento a las dos personas que me esperan. La más pequeña me ve y sonríe moviendo sus brazos gesto que su padre le celebra besando su mejilla.
De todos los esperaba ver este día. Angelo y su hija, eran las únicas que estaban en ellas.
—¿Cómo te fue? —me pregunta haciendo un gesto con la cabeza señalando la estación.
—Dos de tres —respondo al llegar a él. —uno solo tuvo dudas.
—¿Creo problemas?
—Un par. —me abre la puerta del auto y me insta a ingresar.
Lo observo dejar a su hija en el asiento trasero, ajustar las correas de su silla y dejar un beso en ambas mejillas que ella agradece lanzándole besos al aire.
—¿De qué tipo? —quiere saber al ubicarse a mi lado —antes que respondas, debes escoger los vinos y el bufete, de la ceremonia —se encoge de hombros ingresando las llaves en la ranura —imagino no tienes ni puta idea y te daré una mano.
—¿Fue el viejo verdad? —el hombre sonríe afirmando y el auto ruge con él detrás del volante — me lo imaginé. No me hará las cosas fáciles.
—No.
—¿Fue lo mismo con usted? —niega con duda en su rostro y sonríe.
—Mi problema fue con Alexis—me mira un instante y apoya una mano en su muslo izquierdo —me disparó justo aquí.
—¿Bromeas? —Niega divertido.
—Me gané ese disparo. —guarda silencio al adentrarnos en la congestionada vía. —Si fuera mi hermana, haría algo peor.
Me distraigo viendo el móvil con las llamadas perdidas de Evy y la terapeuta de Magda. La mujer me pide ir a verla en cuanto tenga un cupo en la agenda. Sabe que estoy en los preparativos de la boda, pero es necesario hablar.
Los de Evy me pregunta si estoy bien y cuando iré. Suspiro largo y pesado, releyendo cada uno de sus mensajes, sintiendo la desesperación en cada letra. El gesto de apagarlo y guardarlo en mi saco es visto por el hombre con curiosidad, pero se distrae con el cántico infantil de su hija detrás de ambos.
—Tiene dudas sobre el regreso de Eliú, la muerte en mis manos —empiezo a decir —Y el deceso de Damián y Silke.
—Nunca faltan los oficiales con aires de grandeza—brama con desprecio —no podrán hacer nada.
—No me molesta si lo hace —logro decir—me lo merecería.
Cierro los ojos sintiendo que caigo en un foso oscuro en el que no puedo salir. Agradezco a mi acompañante que se centre en distraer a su hija y pierde interés en mí, pero solo por unos instantes. Al escucharle hablar suspiro largo y pesado. Algunas personas no saben el poder que tiene el silencio. De saberlo, lo usarían a menudo.
—Sé lo que siente.
—Lo dudo...—mi comentario lo hace reír y a mí verle.
—Llenaste tu cuerpo con sed de justicia —empieza a decir —has vivido todos estos años por y para ello. Fueron tus únicas metas, esa y sobrevivir un día tras otro.
— ...—mi silencio parece divertirle y me mira un instante antes de detener su vehículo en el sitio en que será la fiesta de bodas.
—Cuando todo acaba —calla y mi señala —en tu caso, no fue como lo esperabas y eso te frustra aún más. Al finalizar tu Azaña...
Le escucho decir que lo que queda es desesperación y dolor. La realidad nos golpea. Descubrimos que hacer justicia por cuenta propia no fue tan liberador como creíamos.
—El dolor por la pérdida no se va, lo sigues recordando incluso con más sufrimiento, mucho más.
Esto último lo dice apretando los dientes y empuñando las manos con fuerza. El silencio que sigue es por la sorpresa de descubrir en esas palabras lo que siento.
—He asociado mi vida y comportamiento, con un barrio peligroso. —empiezo a decir —uno en donde nadie puede vivir tranquilo. La violencia no hacía parte de ese lugar, era la oscuridad y dolor que se sentía allí.
—Mis hermanos tienen una agencia de seguridad muy buena —el comentario me saca una sonrisa —no tienen límites y se rigen por la ley. Si es de seguridad y hay un barrio peligroso, cualquiera de ellos puede ayudarte. Cuentan con la experiencia.
—¿No hace lo mismo Vincent? —niega enérgico.
—Vincent tiene moral y ética, los míos pasan por ella y se mofan —responde sincero —puede que seas un barrio peligroso, pero las Ivannov no son chicas frágiles. —le hace un guiño a su hija que le dice algo en griego y envía besos —no pudiste encontrar mejor compañera de viaje.
—Pensé que tu matrimonio era un infierno—le digo recordando cuando lo insinúo.
Lo dijo el día en que pedí la mano de mí esposa de manera oficial. La reunión había acabado y Christine quiso acompañarme al auto, gesto que hizo con la orden de su padre de "No tardar."
Flashback.
—Lo siento mucho cariño —se excusa cuando llegamos hasta el auto —sé lo que odias los sermones.
—Sobre todo aquellos en donde soy inocente —esbozo una sonrisa al verla sonrojarse.
Su padre me odia porque tiene la idea fija que fui yo, el de la idea de casarme. Me lo dijo hace cuando pedí su mano en matrimonio y aseguró ser un acto que no perdona. Sobre todo, porque confío en mí cuando le dije que me casaría con su consentimiento y le mentí de manera descarada.
Deseaba hacer las cosas según se esperaba y estaba convencido al viejo Vincent, no le agradaría. Sin embargo, tanto ella como su hermano le restaron importancia al posible enojo de sus padres.
Le abrazo al sentir su incomodidad y la siento sonreír.
—Siempre he sido mala influencia para ti —sonríe alzando el rostro y me hace un guiño — Vincent y yo somos tu debilidad.
—Hoy día no entiendo si defenderlo fue una bendición o maldición —hablo con la confianza que me da saber, ella no va a enojarse, todo lo contrario.
Me gané el cariño de su mellizo al ayudarle en una pelea. En adelante, no hubo poder humano que lograra zafarle de él y su gemela. De la segunda quedé flechado, pero el gran parecido con su gemelo me hacía sentir incómodo. Ver atractiva a una mujer con tanto parecido con su hermano era perturbador, haciéndome hizo dudar de mi masculinidad.
—Tú eres mi bendición—sonríe — soportar a tu padre una maldición.
—Si crees que el matrimonio te hará tener privilegios, estás equivocado —nos alejamos al escuchar la voz, solo para ver al chef contemplando la escena —Te casas con un O'hurn y lo harás con todos... Literal. —señala serio.
—¿Pretendes que se asuste y se vaya? —se queja Christine y sonrío al notar lo poco que le interesa al hombre el enojo de su cuñada.
—Hago un acto heroico. A mí nadie me dijo que sería de esa forma —la señala, luego a la casa —son una plaga, huye en cuanto puedas—sigue —Será mejor si entras— le advierte entrando a la casa —tu viejo está en la ventana, segundo piso, sexta ventana. Puedo ver el cañón de una semiautomática desde aquí.
Fin del flashback.
—No te voy a decir que el matrimonio es fácil y divertido. —su voz me trae de vuelta a la realidad —el noventa por ciento de las veces estás dando perdón por cosas que no hiciste y el diez restante por otras que no tienes ideas que existen.
—Perturbador...—afirma resoplando.
—Tiene sus buenos momentos —salimos del auto, él busca a su hija que sorpresivamente se lanza a mis brazos. —lo mejor de todo es que no estás solo. Cuentas con una familia y me incluyo.
—Le agradezco.
—Si tienes problemas, solo dime—se ofrece tomando las manos de su hija. —no soy experto en muchas cosas, pero suelo conocer a personas que sí lo son.
—Es lo importante —afirma besando las manos de su hija, cuya fijación en mí parece inquietarle.
—Hola.
La pequeña saluda ubicando su rostro en mi campo de visión y sonríe. Me resulta raro que llame su atención. Salvo con mis sobrinos, no he tenido la oportunidad de tener en brazos a otros niños. Este acto en Adara Vryzas, es una rareza.
—Tío Dan ¿Sí? —me pregunta afirmando con la cabeza en un mal alemán que me divierte y sorprende a su padre.
—¿Quién te enseñó eso? —su padre la retira de sus brazos tan rápido que ocasiona en ella una risa fuerte.
—Anker —responde en medio de risas, con su padre en silencio.
Su primera esposa era de Alemania, su hijo mayor tiene ciudadanía griega y alemana, maneja ambos idiomas con destreza. No he tenido la oportunidad de hablarle, pero lo he escuchado por teléfono hablar en ambos idiomas.
—¿Empezamos? —le pregunto cuando el silencio es incómodo. —¿Qué debo saber antes de ingresar allí?
—Que no son tus gustos, sino los de dos cientos invitados —responde reponiéndose rápido de lo que sea le perturbara —piensa en ello al escoger vinos y comida. Tienes al Dan-York en la familia y eso es un punto fuerte.
—¿No es el vino de los padres de la señora Fiorella?
—Primos de Ivanna —responde empezando a avanzar hacia el interior —la madre de Ivanna y la de Fiorella eran hermanas. Una se casó con un ruso y la otra con un acaudalado vinicultor de Italia.
Existen tantas cosas que no sé de la familia de Christine y ese pensamiento me hace guardar silencio por largo tiempo. El chef hace los honores y descubro es conocido en medio del grupo que nos recibe. Un par de ellos bromea al preguntar que imaginaron él se encargaría del Bufete.
—Demasiado trabajo para tan poco pago y muy desagradecido. —el comentario y el tono sarcástico nos hace reír. —Mi compañía es por mi experiencia, no para quitarles la comida de la boca.
—Necesitará un toque femenino —sugiere una de las presentes —¿Su prometida, hermana o cuñada? —enumera y niego.
—¿Qué hay de tu prima? —pregunta Vryzas.
—Está con el terapeuta y de allí irá con Rupert —explico y el hombre me mira contrariado —están tratando de abrir la clínica de nuevo. Yo decliné la oferta...
—Espero que ese terapeuta le haga pisar tierra y dejar de soñar despierta —el repentino tono de voz molesto me sorprende, pero él está viendo a su hija —En cuanto a abrir la clínica, solo tú y ese socio pueden sacarla a flote. —comenta distraído —a ella le será difícil sin un t...
—¿Me extrañaron? —la voz de Christine lo hace guardar silencio.
Lo que estemos hablando en estos momentos pierde importancia al verla sonreír avanzando hacia nosotros. Su sobrina canturrea su nombre haciendo movimientos con los hombros logrando sacarnos a todos una sonrisa.
Es posible que David Rogers tenga razón y la felicidad no dependa de mi entorno, sino de mí. Debo admitir que ella inclina la balanza de manera positiva. Necesito solo de su sonrisa para que le dé luz a mi habitación y el ambiente lúgubre tenga toques primaverales.
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