Capítulo 28
Voto de silencio
La desaparición de Damián y mi padrino estaban relacionadas. No como se sospechaba, pero Eliú había metido las manos. Me llamó desde un número desconocido, indicando el sitio en que se encontraba "El abuelo de los niños."
"—Llama a los Frederick, el anciano está herido."
Lo que ocurrió después de esa llamada lo sabemos gracias a Alexis y Gaspar, que, coincidieron en esa cabaña. Resulta un misterio, como llegó allí antes que los demás.
Se negó a ingresar al helicóptero, a venir con Alexis o a ser revisado. Insistió en todo el camino en que deseaba ir con Evy, eran solo raspones que no ameritaban cuidado.
Mi hermano y Gaspar pensaron distinto, todo el que lo viera llegaría a la misma conclusión. Alexis estuvo a punto de hacerle entrar en razón a los puños.
Ahogué un grito de sorpresa al verle llegar ayudado por mi hermano. La camisa manchada de sangre, cabello revuelto con rastros de césped y rostro hinchado por los golpes.
Desde entonces (hace más de una hora) ha guardado silencio con la mirada perdida. No ha habido poder humano que lo haya obligado a hablar manteniéndose en espera de noticias de mi padrino.
—Jamás he tenido que lidiar a alguien tan testarudo —se queja Alexis —¿Por qué no llamar? ¿Qué experiencia tienes con los puños?
—No es el momento para reclamo —le defiende mi padre. —iré a pedir que un doctor te revise, así podrás ir a casa y descansar.
Hace el primer contacto con alguien al ver a mi padre y afirmarle. Marcas rojas están en su cuello, los nudillos los tiene raspados, sucios de sangre, su boca está hinchada. Todo él indica que tuvo una lucha con alguien.
Alexis y Gaspar indicaron, Damián estaba con mi padrino en una enorme hoguera en donde parecía rostizarse algo o alguien. La gran mayoría pensaba en Eliú, me atrevo a asegurar que era el deseo de todos.
—¿Quién te hizo eso? —pregunta Vincent —Entiendo que no desearas dañar a Christine ¿Por qué no llamarme?—cierra los ojos y le ignora.
Su reacción hace a mi hermano soltar una maldición y alejarse murmurando que irá por información. Desconozco que lo mantiene en silencio, debe tener un motivo. La presencia de las autoridades le hacen reaccionar y una sombra de preocupación cruza por su rostro.
Cinco hombres se despliegan por los pasillos y dos avanzan hacia él. Detrás de ellos y casi pisándole los talones, David Rogers se abre campo entre los presentes. Mi padre hace lo propio y ambos, evitan, lleguen a él. No logra escucharse lo que le dicen, pero los oficiales se notan molestos.
Es Damián sabe el paradero de Eliú y los detalles de lo que sucedió. Con mi padrino en cirugía era el único testigo que había, imagino eso era la molestia. Papá rompe el círculo y avanza hacia nosotros, deteniéndose frente a Damián.
—Rogers ha pedido que esperen a que un doctor indique, estás bien—habla papá. —Un doctor te espera, tercera puerta a tu izquierda—señala.
Damián afirma sin hacer comentarios y se incorpora, intenta soltarme y le evito al apretar sus manos. Sus movimientos son robóticos, se nota aletargado y tenso.
Magda, que se encuentra en las sillas continuas a nosotros, nos observa pasar. No se detiene a verla, ni siquiera cuando ella se incorpora e intenta tomar sus manos. Su reacción es esquivarla y sacudirse de la mía, para hacer el resto del camino solo.
Ambas nos quedamos en silencio viendo como se aleja de las dos, sin mirar atrás o excusarse. Muerdo mis labios controlando el impulso de salir tras él.
—Démosle espacio —murmura Magda —no sabemos lo que ocurrió.
—Damián no sabe de puños —murmuro y siento la presencia de mi padre que me abraza —es pésimo y no se molesta en negarlo.
—De saber que esto iba a ocurrir, le hubiera insistido en que le acompañara. —habla Magda —Me dijo que iba a medirse el traje que usaría en el compromiso y a finiquitar el de la boda. —niega limpiando su rostro —le creí.
—Ya no está solo. —susurro —me tiene a mí.
—Cuenta con una familia. —habla mi padre —no harán este viaje solos, bebé. Estaremos allí con ustedes.
Cierro los ojos al sentir el cuerpo de papá abrazarme. Regresamos al grupo que espera por noticias de la cirugía del mejor amigo de mi padre. Papá camina de un lado a otro como animal enjaulado, es mamá que logra controlarlo y le lleva a un costado de la sala de espera.
Acabo sentada al lado de Angelo quien pasa una mano por mis hombros, deja un beso en mi frente y permanece allí por largo tiempo.
—¿Por qué actúa así?
—Hay muchos de motivos —susurra —por ego, fue golpeado y no supo defenderse. Por autosuficiencia, está acostumbrado a lidiar con su dolor y a no pedir ayuda. — vuelvo la mirada a él y me sonríe —en todas ellas debes ser su brújula, soporte y apoyo.
—Tienes experiencia —sus ojos dorados se entornan y aleja su cuerpo del mio —¿Podrías hablar con él? —sugiero.
—En este instante no es apropiado. Lo que sea lo mantiene en silencio, su abogado lo sabe. —le señala. —a no ser que tenga poderes telepáticos, solo tu esposo pudo llamarlo.
—¿Algo como qué? —me hace un mohín y aprieta mis mejillas haciéndome reír.
—Debes esperar a que él te lo diga. Va a decírtelo —se apresura a decir cuando estoy por interrumpirle —serás la primera en saberlo, te lo aseguro.
—Me ha dicho que eres el único que vale la pena en mi familia —recuerdo y sonríe. —sabes de sufrimiento, de perdidas... yo —sollozo y aprieta mis manos —necesito que sepa no está solo...
—Hablaré con él, pero no hoy —promete al fin y me hace verle, sus pulgares limpian mi mejilla —no es tu culpa, no se trata de algo que hiciste mal, tampoco es necesario que quieras solucionar su vida. Eres su esposa, no su madre ¿Lo entiendes?
—Sí. —sonríe volviendo a hacer ese gesto con sus labios y deja un beso en mi frente.
—Debo ir por mis hijos y cuidar de mi mujer, mantenme al tanto de todo. —Avanza hacia mi hermana, la toma de las manos y juntos salen del hospital.
****
Damián lleva casi dos horas que se fue y no hay noticias suyas. Las autoridades siguen esperando, de mi padrino sabemos que salió de cirugía y está en etapa crítica.
—¿Familiares del Damián Klein? —llama un doctor y Magda y yo caminamos hacia él a pasos rápidos.
Cuando Angelo fue por ella, no estaba en casa. Los eventos del día me impidieron llamarla o preguntar dónde estaba, no lo consideré relevante ni en ese entonces, ni ahora.
—Soy su esposa y ella su hermana —describo y el médico afirma.
—Requerimos de autorización para ciertos procedimientos —empieza.
Aparte de los golpes visibles en su rostro y cuerpo, hay riesgo de lesión en las costillas. Ha sido imposible hablar con él. Su poca o nula participación puede deberse a los eventos.
—Lo ideal sería sedarlo, —explica — requiere de autorización y él no está en condiciones de darlas...
—¿Por qué sedarlo? —le interrumpe Magda —cruzó el umbral de esa puerta por sus propios medios ¿Qué cambió?
—Si me permite explicarlo....
—No existe una explicación coherente para hacerlo —insiste —¿Ha tenido comportamiento violento? ¿Sufrió alguna crisis?
—El cardiólogo lo recomendó debido a su estado y no es necesario un acto violento para sedar a un paciente. —explica con voz pausada —el paciente está desconectado de la realidad.
—Me gustaría comprender por qué un cardiólogo supervisa un paciente que no es su área de especialización. —se cruza de brazos al decirlo —Exijo ver a mi hermano.
La sonrisa de desdén que obsequia es fugaz y casi imperceptible. Si no estuviera segura de lo que vi, pensaría que fue imaginación.
—¿Puedo estar con él en lo que dure el procedimiento? –
—Pero... ¿Qué estás diciendo? —su exabrupto hace acercar a mis padres.
—¿Bastaría mi firma para hacerlo? —sigo diciendo, ignorando sus quejas.
—Sí, a ambas señora —el doctor suspira y afirmo.
Papá pide saber lo que sucede y el doctor vuelve a explicar. Nos dice además que si mencionan la sedación no es por violencia.
—Es común que esté en silencio —argumenta mi padre —es de pocas palabras.
—Lo que vemos en este instante no es normal. Fue el cardiólogo Matthew Frederick quien lo sugirió luego de ver el estado en que se encontraba. —finaliza.
—Si lo recomienda Matthew, no tengo objeciones —hablo sin ver a nada que no sea el doctor —siempre y cuando pueda estar con él.
****
Magda acabó por entender que bastaba mi autorización para proceder. Mamá la había convencido de ir con ellos y pasar la noche en casa para no quedarse sola. Aceptó, pero no disimuló su disgusto por lo que le habían aceptado, le hicieran a Damián.
Observo su rostro relajado y sonrío delineando con los dedos sus rasgos. Ese hijo de puta se ensañó con él, pero es lo último que hará. Ha dormido por diez horas y me he deleitado al verle dormir tan tranquilo.
La razón por la que acepté fue por las evidencias que rondaban por todos lados. Matthew solicitó dormirlo, la presencia de los oficiales y la declaración que exigían. Su negativa a hablar hasta que "El anciano" no despierte, la ayuda del abogado, esa hoguera y el mensaje recibido de Fiorella, me dieron los detalles finales.
"Necesitamos ganar tiempo, los abogados están trabajando a toda prisa. Por favor, sé paciente."
Sus pestañas se mueven y de poco me muestran sus hermosos ojos miel. Mira a todos lados antes de fijarse en mi presencia y cuando lo hace sonríe.
Y por Dios, que no hay nada más hermoso que verlo sonreír.
—Perdón por dañarte la fiesta de compromiso —se excusa y su voz sale ronca.
—Te perdono si me compensas en la boda —afirma y su sonrisa se esfuma. —¿Qué sucede? —pregunto nerviosa.
—Acabo de descubrir que estoy desempleado. —hay duda en su voz y me ve un instante —¿Te arriesgarías a casarte con un desempleado?
—¿Por qué no? Quiero hacerlo desde que tienes quince —confieso y empiezo a reír al recordar ese instante.
Sus cejas oscuras se enarcan y cubro mi rostro entres sus piernas. El recuerdo de nuestra primera vez me impide hablar. El dolor que ocasionó su entrada tensó mi cuerpo y empeoró la situación.
—¿Me cuentas el chiste para alegrar el ambiente?
—Te pedía sacarlo, porque dolía como el infierno —le digo y me ve confundido —dijiste... "Eso explica el calor en mi pene."
Por un instante no dice nada y cuando pienso he cometido una indiscreción al revivir un evento vergonzoso para él, empieza a reír, esta vez más fuerte.
—Jamás he tenido tantas emociones contradictorias como en ese instante. Obedecerte o seguir mi instinto—me mira un instante y apoya la otra mano sobre la que tenemos juntas —Fue el mejor día de mi vida, no ha sido superado al día de hoy por nada. Me enseñaste que era merecedor de algo tan importante...
—Eres merecedor de todo lo bueno —le digo inclinando mi rostro hasta el suyo —nunca lo dudes.
—Lo incendié —me dice de repente cuando nuestros rostros están cerca —no miré que estuviera muerto o vivo, lo quería muerto y lejos de nuestras vidas. —y le afecta ese sentimiento.
—¿Le disparó a mi padrino?
—Intenté controlarlo, pero no pude. —confiesa.
—Por eso tus golpes.
—El anciano me pidió no hablar y esperar a que él estuviera bien.
Allí estaba, la razón por la cual se ha negado a hablar y por la que los Frederick le han ayudado.
—Eres el príncipe que toda mujer merece, pero que solo yo, tengo la suerte de tenerte.
—Uno muy golpeado...
—Las heridas sanan—paso mis dedos por sus golpes y cierra los ojos —algunas tardarán más, pero lo eventualmente, lo harán.
Su familia se encargará de ello...
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