Capítulo 23
Mi príncipe.
La orden de papá fue ejecutada sin chistar, no ir a casa de Damián y comunicarme con él por móvil. Por el momento, era necesario obedecer, era importante que papá le aceptara y eso era posible si lo hacía. Acudí a la estación y declaré que estaba con él aquel día. Me extendí en detalles buscando hacerlo creíble.
En el edificio había un revuelo por un incendio y todo el personal estaba buscando la falla. Declaración que coincidió con la de muchos vecinos de Damián. Mi relato de llegada y salida, los detalles dados, todo indicaba que no mentía. Hasta mi silencio pudo ser entendido, aunque no comprendido.
Supuse que eso les diría que era inocente y no dañó a sus supuestos padres. Con lo que no conté era que Magda aceptaría su inocencia y lanzaría acusaciones absurdas o que las mismas harían eco en algunos oficiales.
"—Hay que creerle a la víctima." Comentó Marck al escuchar mi queja. Damián también era una víctima e insistí en ello, sin dar detalles. Encogió sus hombros ante mi insistencia. "—Sigue vigente y no todas las víctimas mienten."
Ella sí.
Y estaba dispuesta a desenmascararla. Acudí al apartamento de Damián, busqué las dos cintas y le pedí a papá que moviera sus contactos. Necesitaba una audiencia con el juez y/o fiscal que llevaba el caso de Damián.
Preguntó los motivos "—Le enseñaré que lo dicho por Magda es una verdad a medias." Una respuesta ambigua, pero la única que podía dar por el momento. No podía narrar algo que él guardaba con tanto recelo. Él pudo decirle a mi padre su pasado y son eso hubiera dejado de acosarlo. No lo hizo y aunque no me gustaba la decisión tomada. La respeté.
Pese a la falta de información, papá decidió ayudarme. Según mamá, le bastaba saber que a yo poseía pruebas de su inocencia. Lo que resultaba halagador, que siguiera confiando en mí, era un milagro.
Vincent, que me ha escuchado en silencio y una sonrisa en los labios afirma de vez en cuando y bufa en otras. En la familia lo niegan, pero el machismo es evidente. Mientras que yo fui reprendida y obligada a aceptar el castigo de no ver a mi esposo, hasta tanto no fuera absuelto. A mi gemelo le dieron una cátedra larga de lealtad a sus padres y buena conducta. El alegato que derribó el enojo de mis padres fue el siguiente.
"— Se hubiesen casado igual. La conoces mejor que yo. Pasaría por tu decisión y haría alguna estupidez. Me aseguré de que no sucediera al ir con ellos."
Él enojó, disminuyó, solo hacia Vincent, a mí seguía viéndome con decepción y no lo entendía. Alguna vez antes de conocer a mamá se enamoró, hizo locuras.
—¿Lo habrá olvidado?
—Puede que no sea por eso. —Vincent rompe el silencio — y su odio venga del pasado.
—¿Qué dices? Damián nunca...
—Una barbacoa de despedida, una cámara mal ubicada y un desliz descubierto...—interrumpe y calló de forma abrupta.
Mis mejillas arden, mi hermano sonríe acomodando su cuerpo en el sillón. Me frotó el rostro con las manos y me lanzó hacia atrás. Abro los dedos que cubren mis ojos y me encuentro con la mirada socarrona de Vincent.
—No puedo creerlo. ¿Qué tanto quedó registrado en videos?
—Lo suficiente para intuir lo que hicieron y odiarlo. —responde suspirando —tenías quince, pero, él igual. Imaginó, fue tu idea, Klein era lento en esos menesteres. Tu más ansiosa, por no decir caliente.
—¡Idiota! —le lanzo una pluma que atrapa entre sus manos, sonriente.
—Papá nunca te verá como el cerebro en esta historia. Yo sí. —ríe —abusaste de Klein.
—¡No me jodas! —mi exabrupto lo hace reír aún más fuerte.
Me alivia saber que lo sabe por sospechas y no por la imagen de su hija teniendo su primera experiencia sexual. Una muy traumática, para los dos, debo admitir que a Damián no le fue muy bien.
El recuerdo de ambos temblando, controlando el dolor y viéndonos a los ojos me hace reír. Ese día se derribaron las ruinas del monstruo que cubría a mi novio. Damián estaba lejos de ser el chico insensible. Lo demostró esa tarde -
—Es increíble que me crea la niña de papá y al mismo tiempo a ti ufane de decir que su hijo es todo un hombre.
—La Madurez no es de años, mi cielo.
—Tienes novia, la ocultas y no dice nada.
—De toda la vida y mi padre la conoce.
—¡Mientes! —le señalo molesta y niega.
—No. —responde sin dejar de reír —lo confesé en una plática de hombre a hombre. Fue mi primera novia y en ese instante pensé que la única —niega suspirando —le profesé lealtad, que no me acostaría con nadie...
—Y no pudiste cumplir —sigo por él y es mi turno de reír al ver que su risa se ha esfumado y le da paso al enojo.
Puedo imaginar la histeria adolescente al ver que su príncipe azul le fuera infiel y a Vincent intentando calmar la furia. Vincent, confiesa que aquel desliz le costó la relación acabando por distanciarse por algún tiempo.
—Durante el cual, te acostaste con medio Beverly Hills.
Mi risa aumenta al recordar que convenció a mis padres a irnos de vacaciones los dos a esa ciudad. Usaba nuestra apariencia para atrapar chicas de la misma edad que nosotros (17/18), que atraídas por la similitud de nuestros rostros se acercaban a platicar.
—Serás mi único amor, —digo fingiendo la voz grave de aquella época con sobre saltos infantiles —te prometo que solo contigo deseo estar.
No dejo de recordar aquella época de follador empedernido de mi hermano. Se trató del primer viajes, solos, estuvimos veinte días. La importancia de portarnos bien era más que nada porque de ello dependía las demás vacaciones. Salvo la diversidad de chicas con las que amanecía, no hubo novedad.
Por lo menos, en ese viaje.
—No hay un hombre que pueda prometer y cumplirlo. Todo al tiempo —finalizo entre risas.
—Damián Klein, sí que puede —mi risa se pierde a medio camino. —¡No! —su negativa viene acompañada de asombro e inclinación de su cuerpo al mío. —¿No lo sabes?
Junto a las cejas y aprieto los labios, una señal clara que no me gusta que lo mezcle en nuestras disputas. Pero, que como suele suceder, a él no le importa.
—No me dijo los motivos, supongo que tener que lidiar con sus tormentas se lo impedía o su odio a todos —mi hermano parece reflexionar, mientras yo intento buscarles lógica a sus palabras —Tu príncipe solo ha estado íntimamente contigo, nadie más.
Inmóvil ante esa revelación, observo mi hermano que, aprovechando ese detalle, narra lo poco que conoce al respecto y como se enteró. Lo hizo el día en que le confesó que tenía una novia y como la perdió a la edad de dieciocho.
Intentó buscar apoyo como hombre en su cuñado, alegando que era difícil prometer un acto así siendo joven. Una época en la que se abren al sexo y explorando diversas mujeres.
Damián, aseguró que era posible. Si bien, él nunca me lo prometió en palabras, lo hizo con pensamientos. La próxima mujer con la que estaría seria su Christine y tendría la suficiente experiencia para no lastimarla.
—Leyó mucho y de todo —se encoge de hombros —pienso que siendo un tipo aburrido que suele espantar a todos por su rostro de psicópata —se mofa —Le dio éxito a esa promesa. Alguien como yo, tan sexy y encantador, le seria difícil.
Le hice prometer que tendría mucha experiencia la próxima vez. Puedo recordarlo como si fuera ayer, sentados en esa banca. Yo acostada en sus piernas, él jugando con mi cabello.
Le dije que tenía derecho a estar con mujeres solo por sexo. El diálogo de esa época llega y el recuerdo empaña mi vista.
"—Por eso debes tener sexo... No mucho. El suficiente para que no nos duela tanto. No quiero que me reemplaces o me olvides, solo que seas un maestro en las artes del sexo."
"—Eres imposible de reemplazable Christine. Seré un hombre nuevo al volver e iremos juntos a Berlín a buscar respuestas."
"—¿Es una promesa?"
"—Es una promesa."
Los brazos de Vincent me atrapan desde atrás y sus labios cubren mi frente de besos. La parte más difícil es aceptar los pedidos de mi padre, olvidando que soy mayor de edad, casada y amo a Damián.
—No importa lo buen partido que sea o cuanto te ame. Para papá siempre será el chico al que entregaste con apenas quince —comenta apretándome fuerte contra él —acabará por aceptarlo y con el tiempo a amarlo, más que a ti.
Lo dudo, pero se vale soñar.
****
Lo que para Magda fue un acto de humillación. Resultó siendo de gran ayuda para este miserable. La zona de servicio era de los pocos (si no el único), sin recuerdos nebulosos de este perdedor siendo maltratado.
No podía decir lo mismo de los demás. Jardín trasero, sótano, ático, comedor, estudio, mi habitación, la suya, la de Magda, las del servicio. Donde me encontrara escondido, lo usaba para dar rienda suelta a su ira.
Cuando regresé de Zúrich, me cuidaba de quedarme tiempo de más y evitaba ciertas zonas. La certeza que estaba allí para vengar la muerte de mis padres y desenmascararlos hizo mi estancia tolerable. La muerte de ambos impidió ese deseo y muchos más.
Damián y Silke Klein no merecían la muerte, aquello era demasiado fácil y hasta el paraíso. Ellos tendrían que vivir y pagar por sus actos, de esa manera el infierno en que se había convertido mi alma se enfriaría.
La frustración por no ver mi acto cumplido hizo revivir mis recuerdos, esta vez más fuertes que de costumbres. Fue ese detalle, el que me hizo quedarme mi habitación de donde solo salía a comer.
Compartía mensajes con Christine, Evy, Vincent, mi abogado, Igor y Paul. A todos les pedí no visitarme, este nunca fue mi hogar, sirvió de todo menos eso. Mi cárcel, inquisición, mi cueva oscura, mi infierno, entre otros.
Seguía siendo prisionero, esta vez de mis recuerdos. Esos que insistían en aparecer con el pasar de los días, convirtiendo mi estancia en ese lugar en un abismo que no tenía fin. Esta noche, ahogado por ellos y cuando las cuatro paredes libres de ellos no son suficiente. Me arriesgo a salir.
En la prisa evito cubrirme los pies y solo soy consciente que estoy descalzo cuando percibo la frialdad y humedad del césped. Me siento en la primera banca que encuentro, la que tiene menos luz e inclino mi dorso a las rodillas.
Tardo un par de minutos en controlar el temblor en mi cuerpo. Me cuesta no lanzar un grito de frustración cuando las imágenes se agolpan unas con otras. Pero, lo logro. Soy mucho más que Damián, soy hijo de Konrad, repito en mi cabeza esas palabras hasta que logro el efecto deseado.
Hasta que capto su aroma. Lo hago, mucho antes de sentir su presencia sentarse a mi lado. No la quiero cerca, pero estoy tan desgastado emocionalmente para decírselo una vez más. Siento sus dedos temblorosos en mis brazos y giro mi cuerpo hacia ese acto que rechazo con violencia.
—En los últimos días, mi madre, hablaba maravillas de ti —empieza a decir y vuelvo la mirada al césped —odiaba la sarta de cumplidos que seguían a tu nombre. Decía que eras un príncipe, tu parecido con tu padre era inmenso. No lo entendí, hasta ahora.
—Es tarde para llevarnos bien...
—Soy consciente de ello —me interrumpe —Esto te ayudará a dormir.
Me extiende una taza con un líquido amarillento humeante que me niego a tomar. Poseo mis reservas, sin importar que tan arrepentida se muestre, sigue siendo hija de ese hombre y yo quien le ocasioné dolor de alguna u otra forma.
Quizás estoy rayando mi desconfianza al absurdo, pero en una mente tan inestable como la de ella, todo puede ocurrir. He leído varias veces lo escrito por el psicólogo para estar alerta.
No se muestra dolida por el rechazo a su bebida y, en cambio, me ofrece un papel que tiene en la otra mano.
—Buscaba respuestas —se excusa cuando ve leyéndolo —pensé que era posible. Somos primos.
La razón por la que nunca llegué a suponer que era mi hermana, al igual que Evy, fue Silke. El amor que le profesaba a Magda era notorio. De ser hija de Konrad, otra hubiera sido la historia. Amor que no le fue suficiente para alejarse de quien la estaba dañando. Nadie retira de mi cabeza esa verdad.
Silke conocía los vejámenes que éramos victimas su hija y yo, de manos de su esposo.
—En mi cabeza creció una loca idea que era hija de Konrad, con mamá. —solloza apretando con fuerza la taza. —por aquello que fue su amor imposible y las muestras que se robaron de ambos.
No tengo idea de cómo se enteró, imagino, hizo parte de las cosas que su madre le confesó o ella encontró en su exploración por toda la casa. Yo dudo que ese amor alguna vez existiera, no fue más que una excusa barata para cubrir sus fallas.
—Es perturbador que te odiara a ti y los motivos —sigue —pero es una respuesta a tus daños. Los míos, no los encuentro. Salvo, que estaba loco y perturbado.
Sigue diciendo que su padre le enseñó que detrás de una persona amable y carismática se puede esconder una mente perversa. La enseñanza que me dejó fue un poco más fuerte. "Cuando la traición te abraza es porque el traidor camina contigo."
—Tu padre me veía como un competidor fuerte.
Me distraigo doblando la hoja viéndola a ella degustar la bebida que segundos antes me había ofrecido.
—En ese juego macabro, tú debías vencerme y te esforzaba a ello.
—Siempre eras holgazán con los estudios, nunca te vi estudiando o esforzándote. Participaste —reflexiona y en sus ojos se asoma la tristeza.
—No necesitaba de estímulos —confieso —yo nunca fui un participante real en ese juego, por eso, su enojo con ambos.
Ella necesitaba de una escuela especial que le ayudaran a estimular sus virtudes. A mí, me bastaba ir a biblioteca, leer un buen libro o una amena charla en algún parque. Me incorporo de la banca y le extiendo la prueba, no sin antes advertirle.
—Un juez puede obligarme a cuidar de ti y protegerte, pero no a quererte —ella baja el rostro al escuchar aquello —algo que le debes agradecer a tu padre. Me cuesta verte a los ojos sin sentir odio, pero no es personal.
En mi primera semana de conocer a Paul y siguiendo su consejo, me hice un test de psicopatía. Estaba convencido de que había pensamientos dañinos y no solo hacia mí.
— En diez minutos de conversación, te vi reír, llorar y compadecerte de mí. Yo no encontré más que odio... "Está fuera del rango normal de comportamiento sensible e impavit." —me tenso al recordar las palabras del psicólogo. —esas fueron las palabras más o menos de aquel test.
Abre los ojos sorprendidos por lo que acabo de decir. Entiende el término y sabe la gravedad de quien lo tiene. Carecía de emociones, contaba con poca empatía y me costaba socializar. Una patología que suele estar en alguien con malos tratos o abandono.
—Pero... No era manipulador, poseía límites y eso era bueno —sigo empezando a caminar rumbo a casa —no te me acerques a no ser que yo lo desee. Por nuestro propio bien.
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