Capítulo 19
Momentos críticos ...
Se esperaba un dictamen forense para confirmar como causa de muerte envenenamiento. La escena hacía pensar que fue un suicidio, las demandas y el escándalo que enfrentaba lo hacían suponer.
Cualquier persona que lo haya tratado llegaría a la misma conclusión que yo. Jamás atentaría contra su vida, el móvil del supuesto suicidio era un absurdo. Era probable es que tuviera un par de soluciones, en ninguna figuraba morirse.
El ir y venir policial me distrajo, fijándome fijé en las coincidencias entre la muerte de mis padres y la de Damián con su esposa. Cámaras apagadas, personal de servicio en descanso, una cena servida, una visita esperada, entre otras muchas.
Alguien lo quiso hacer pasar como suicidio. No dejaba de cuestionarme que hubiera pasado de acudir a cena ¿Estaba en lista de muerte al igual que ellos o era una advertencia? Todos esos interrogantes me alteraban.
Que sucediera a puertas del juicio en su contra en Berlín, me hacía sospechar de su cómplice.
Salí de la mansión tres horas después, derrotado y con el sabor amargo de la derrota. Ingresé a mi apartamento, sin ganas de ver a nadie. Desde el balcón, vi el sol oponerse y darle espacio a la luna, en esta ocasión la oscuridad no me ayudaría. Vencido, sin salida y la bilis subiendo por mi garganta, hice una lista de posibles, sospechosos.
Deambulé en una especie de letargo, en donde el odio y frustración prevalecieron. Perdí la noción del tiempo y me olvidé del mundo. Innumerables llamadas, conocidos, empleados y amigos de Damián empezaron a llegar.
Rupert, su esposa e hijos, vecinos de los Klein Schulz a quienes jamás había visto u hablado. El teléfono se llenó de llamadas perdidas y mensajes de condolencias. La mayoría veían mi ausencia como una muestra de dolor. La perdida de mis padres de esa forma tan repentina era imposible de soportar.
En lo que pensaba era que se habían largado sin pagar. Si tuviera la certeza de que existe el infierno, sería un alivio. Pero nadie ha ido y regresado para saberlo.
La esposa de Rupert se ofreció a hacerse cargo del funeral y me pide valor. Algunos mensajes llegaron a hacerme reír, lo que hubiese dado por ese interés cuando chico. Los ignoré todos, fue el uno de Rupert el que me sacó de mi letargo y me obligó a salir de mi apartamento veinte horas más tarde.
"Puedo imaginar lo doloroso que es esto, entiendo que no desees ver a nadie, es necesario que lo sepa por mí. Fui yo el que de una u otra forma lo ocasionó. Estás siendo señalado como sospechoso de la muerte de tus padres..."
La policía le hizo un par de preguntas que respondió lo más honesto posible. Entregó el contacto de Magda y habló de la promesa que le hizo a su socia. Silke, le dio el número de su hija y pidió contactarle si algo le sucedía. En estos días se notaba asustada llegando a despedirse de algunos de sus empleados.
Como consecuencia y apenas lógico, Magda arribó al país esta madrugada. Su primera parada fue a la estación y entregó pruebas que me señalan como el asesino de sus padres. Rupert finaliza la nota dando excusas, no tenía idea de que eso sucedería.
En lo único que pienso es en Evy y Christine y lo que acusación puede ocasionar en ambas. Divago entre usar mi móvil o no, lamentando que los teléfonos públicos hayan quedado en el olvido dirigiéndome a la clínica de su hermano. La única persona en el país en quien confiaría mi vida es Christine. Los otros dos serían Igor y Paul, pero están lejos y es una tontería hacerlos venir un problema menor.
Detengo el auto frente a la clínica, voy directo a recepción y pregunto por la pediatra, Christine. Estoy de suerte, su turno acaba en dos horas y le agradezco a la mujer.
—¿Tiene usted cita? —me pregunta al verme avanzar al ascensor —de ser así, es necesario traer a su hijo señor.
—Tengo una duda con un medicamento —me excuso —tomará un par de minutos.
—Me temo que será en vano, la doctora no hace concesiones. —sonríe apenada —la jefe de piso de pediatría puede ayudarle.
Por segunda ocasión le agradezco fingiendo escuchar el número del piso al que debo dirigirme. En lo único que no mentí fue en que no iba a demorar. Mi presencia al lado de Christine llamará la atención de los buitres de la prensa y causará enojo en su padre.
Cinco minutos después la encuentro en la puerta de su consultorio charlando con una pareja. Al verme avanzar, sonríe y se despide de ambos. La sonrisa que me ofrece revela que desconoce lo que sucedió.
—Te he estado llamando —acusa con falso enojo.
—¿Tienes cinco minutos? —le pido y la sonrisa en sus labios se esfuma.
—¿Qué sucedió? —comenta haciéndose a un lado y dándome paso a su consultorio y niego. —¿Damián?
—Lo mejor es que no nos vean o estemos solos —sus hermosos ojos se abren sorprendidos —Silke y Damián están muertos.
—¿Qué...?
—Los encontré ayer. —continuo apresurado, cuento con poco tiempo para narrar lo que sucede—un supuesto suicidio.
—¿Por qué hasta ahora lo dices...?
—Me acusan de asesinarlos —le interrumpo —necesito que hagas algunas cosas por mí...
—Las que digas —intenta tomar mis manos y lo evito dando un paso atrás. —Damián...
—Necesito que alguien cuide y proteja a Evy y a los niños —le pido.
—Tú no pudiste hacerlo, estábamos juntos, en el vuelo, en tu apartamento —me recuerda y suelto el aire.
—Es solo tu palabra Christine —le aclaro —eres mi esposa y tu confesión será puesta en duda —intenta hablar y se lo impido —nadie nos vio, las cámaras no sirven. Te llevarán a declarar y tus padres se van a enterar de la peor manera que nos casamos.
—¿Qué importa? —explota enfadada —estás siendo acusado de algo que no hiciste ¡Damián!
—Por favor —le ruego —hazlo por los dos. —suspiro ingresando las manos en mi americana —confía en mí —muerde sus labios y niega con insistencia —alguien quiere que sea visto como culpable y deseo que piense que lo logró.
A esa conclusión llegué luego de mucha reflexión. La escena recreaba la muerte de mis padres, con la diferencia que mis padres murieron por disparos, no envenenados.
—Todo lo demás es idéntico. —finalizo con ella viéndome en medio de lágrimas —si tuviera a alguien más, juro que lo buscaría para no causarte problemas.
Encontrarán al culpable, pero sin ponerla en evidencia. Se abraza así misma por varios minutos escuchándome explicarle lo que deseo que haga. Evy requiere protección, de preferencia alguien pagado por mí.
Le entrego las llaves de mi apartamento y las tarjetas, que toma con manos temblorosas. Hasta no saber quién hizo esto, su vida y la de los niños corre peligro.
—Esto es personal. Si saben que eres mi mujer, también estás en riesgo.
—Buscaré al mejor abogado —promete —estarás libre en menos de lo que crees.
—Evy y tú son más importantes ...
—También tú —interrumpe —estoy segura de que ella me dará la razón.
—Es mejor no mezclarla, querrá salir de la mansión y allí está protegida.
—Conozco a un buen abogado y no le teme a mi papá.
Sonrío al escucharla decir eso entre sollozos. No considero al vikingo un mal elemento, es solo un padre con deseos de proteger a los suyos. Yo sería, igual o peor que él, si tengo la oportunidad de tener una hija tan hermosa.
—Me encargaré también de Evy. —promete.
—No tengo nada en contra de tu viejo, pero...
—Sé quién puede ayudarnos. —estira una mano en mi dirección que sostengo y arropo con la otra. —son de confianza y leales a quienes le pagan.
Insisto en que pague con mi dinero, no con el de su familia. Escucha mis indicaciones en silencio mordiendo el labio inferior.
—Te amo —confieso y su llanto aumenta — es doloroso, pero es lo mejor para ti.
—También te amo —comenta con los hombros bajos y la mirada perdida. —prométeme que no harás o dirás cosas estúpidas o hirientes que hagan enojarse...
—Me pides no ser yo —se limpia con el dorso de la mano las lágrimas y sonríe —haré mi mayor esfuerzo.
Doy media vuelta intentando que no se note lo que me duele y cuesta dejarla atrás. Si algo he aprendido en todos estos años es afrontar mis problemas. Soy inocente, bastaría una buena investigación para que lo sepan. Christine no estará en problemas y no defraudará a su padre.
****
El oficial reproduce por segunda vez la conversación que tuve con Magda hace unos días. Al hacerlo, sostiene mi mirada y sonríe como si lo escuchado fuera una confesión.
—¿Quiere escucharla una vez más? —cuestiona. —¿Es su voz, doctor Klein?
En su boca tiene una goma de mascar con la que hace movimientos y sonidos grotescos. La abre en cada masticada y sonríe. Sus modales son los mismos que un cerdo, pero he lidiado con peores.
—No.
Es mi voz, pero lo que digo fue sacada de contexto. No vale la pena aclararlo. Alguien me ha acusado de asesino y son tan holgazanes que no buscar otros sospechosos. Están cómodos en la declaración de una demente y harán de todo para coincidir sus estupideces.
—¿Doctor Klein?— menciona con despotismo. —¿Es o no su voz?
—No los asesiné.
—No fue lo que pregunté—insiste entre masticadas.
—Es por lo que estoy aquí —respondo aburrido de esa conversación —Estaba de viaje, ya se los dije.
—Su padre lo esperaba.
—Jamás confirme asistencia —estiro mis piernas logrando controlar los impulsos de golpearle hasta que suelte lo que mastica.
—Estuvo en el apartamento toda la noche, pero nadie puede indicar su coartada. —describe —las cámaras de seguridad no sirven, convenientemente para usted se dañaron justo cuando llegó a su edificio.
—¿Está acusando a la firma O'hurn de algo? Esa es nueva...
Enarca una ceja y me brinda una mirada de intelectual que me saca una sonrisa. Llevan dos horas intentando hacerme confesar, pero no han tenido éxito.
—No necesito una coartada, porque soy inocente —insisto —si hiciera su trabajo y dejaran de seguirle el juego a esa desquiciada, lo sabrían. No hallaron algo que me incrimine.
Abre el folio que lee o finge leer en silencio. Aún no me hablan de mis derechos, de ninguna manera quiere decir que saldré libre. Algo me dice que pasaré mucho tiempo tras las rejas.
Ellos se van a encargar de eso.
—Tiene el nivel intelectual para ejecutar el crimen perfecto —suspira cerrando los documentos —todos lo señalan como un genio.
—Magda también lo es —le aclaro sonriente —y si hay alguien que se beneficia de la muerte de Damián y Silke, es ella.
—¿Por eso los asesinó? —me pregunta y mi ceja se enarca —supo que ella era la única heredera y eso lo molestó...
—No he necesitado la fortuna de Damián y Silke desde que me gradué...
—¿Siempre los llama por su nombre? —pregunta. —los ha mencionado nueve veces. Viejo, ella, anciano, señora —enumera —nunca, papá y mamá.
—¿Es eso un crimen?
—Me habla de su poca empatía —escupe la goma a la cesta de basura y ese acto me hace respirar aliviado —no se hizo cargo de los cuerpos y huyó de la escena. Los oficiales que ingresaron con usted describen su comportamiento como impersonal y frío...
—Sigue sin tener algo que me acuse, oficial —le interrumpo —puede llenar un libro con mis defectos, pero en ninguno seré culpable de asesinato.
—Su hermana opina lo contrarío —señala el audio mientras sonríe —y este audio también. ¿No es usted la bestia que menciona? —pregunta inocente —dijo y cito textualmente...
—La bestia que adiestraron y que acabará engulléndoselos —sigo con él. —lo recuerdo.
El ruido de su móvil le impide hablar. Lee algo en la pantalla, al alzar el rostro en mi dirección sonríe triunfante.
—Sé por qué lo hizo —habla dejando el móvil en la mesa—tiene que ver con Konrad y Amelia Klein ¿Me equivoco?
—Quiero un abogado...
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