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Capítulo 17

Señora Klein

Una semana después ...

Cuando tomé la decisión de seguirle a Berlín y de planear nuestra boda, no profundicé en detalles. Admito que me centré en que era la única forma de que mi padre aceptara a Damián.

Es posible que me aceleré y no tuve en cuenta los problemas de Damián. Mi decisión podía poner en pausa sus planes o truncarlos.

¿Cuál era mi temor en realidad? Me pregunto al ver su figura en la terraza al teléfono. Perderlo. Me respondo rápidamente. Y no se trataba de que otra mujer conquiste su corazón, que podría ser el caso. Era que en búsqueda de respuesta acabara por absorberlo la oscuridad o que lo encontrado lo llevara a un callejón sin salida.

En esta ocasión no iba a dejarlo solo.

No me arrepiento de la decisión tomada y la felicidad me embarga cada vez que contemplo los anillos. Sin embargo, busqué un mal momento para ejecutar esta boda.

Me convertí en su esposa hace tres horas, en medio de un ambiente festivo y mucha improvisación. Nunca pensé que sé tanta dicha llegara con tan poco espectadores y en algo sencillo.

Mi corazón saltó emocionado al verle feliz durante toda la ceremonia. Bromeó con mi hermano y hasta aceptó una pequeña reunión en el hotel. Insistió en el vals y ante la ausencia de música, su móvil hizo la magia.

Con mi hermano y su prometida como únicos integrantes de mi familia y  una decena de su recién conocida familia materna de la suya. Nos acompañaron en la ceremonia y en el brindis, después de lo cual se fueron.

No sin antes hacernos prometer que le visitábamos.

Comprendí que para ser feliz no necesitaba de lujos y muchas personas. Ni siquiera la renuencia de mi padre de aceptarle o permitirle hablar, lograron empañar el momento. Admito que hacia falta el apoyo familiar, pero no era imprescindible.

Fui yo quien dañó la magia al insistirle en que revelara los detalles de su llegada a este país. Asegurando que, convertirme en la señora Klein me daba ciertos privilegios y los secretos no estaban permitidos en adelante.

Intentó persuadirme, sus alegatos iban desde que no quería mezclarme en actos riesgosos, hasta que el escándalo podría afectar mi relación con papá. Fracasó en todos ellos.

Pensaba que podía manejarlo e imaginé que no era delicado. Él se mostraba bastante tranquilo, ese comportamiento me convenció de que no era nada transcendental. Olvidé que mi amor era un experto en ocultar emociones y no demostrar lo afectado que estaba.

Me confesó que el asesino de sus padres, estaba dentro de la familia. Existía un audio de la noche del asesinato de su familia. Damián llevaba a cuesta un dolor inmenso producto de su pasado y el daño producido por Damián y Silke.

¿Por qué guardé silencio? Un acto tan ruin debió ser acusado e investigado. De hablar, todo hubiera salido a la luz. Quizás sus padres vivieran y él gozaría de un verdadero hogar.

Fui tan cobarde y el pánico a perderlo me cegó. Ese miedo visceral que aún siento de solo imaginar que él puede enfadarse y/u odiarme de hacer algo que vaya en contra de sus deseos.

—¿Se puede saber qué te sucede? —se queja Vincent — ¿El tono azul en tu príncipe no era esperado? ¿Se destiñó antes de tiempo? — insiste ante mi sorpresivo silencio. —Espero que esto no haya sido otro de tus caprichos o...—gruñe cuando Rebeca apoya la mano sobre la suya para calmarle.

Damián ha salido a la terraza a contestar una llamada y no lo he perdido de vista desde entonces. Salvo en un par de ocasiones ha intervenido, la persona del otro lado tiene la palabra y lo tensa. Su espalda esta rígida y su cuerpo parece las cuerdas de un violín.

En lo único que puedo pensar es en problemas. De mi garganta sale un sollozo que no he logrado controlar. Damián ha sufrido más de lo que imaginé e insiste en no necesitar ayuda.

—¿Christine? —Rebeca me abraza, Vincent lanza una maldición. —¿Qué sucede?

En minutos tengo a los dos a cada lado abrazándome. Lo peor de saber la verdad es no poder compartirla o pedir ayuda. Según Damián, la mejor prueba de amor que podría brindarle era guardar el secreto.

—Lo lamento —me excuso. —no es nada...

Vincent bufa, Rebeca sonríe aliviada, culpando a la emoción por la boda y la ausencia de mis padres. Mi hermano no hace comentarios y se limita a verme en silencio. Al único que será imposible mentirle es a él, pero no es el mejor momento para hablar al respecto.

—¿Y bien? —insiste obligándome a verlo —¿Qué sucede?

—Amo a Damián, Vincent. No lo pongas nunca en duda —manifiesto segura. —estoy donde deseo estar. —finalizo y afirma luego de verme en silencio por largo tiempo.

—En ese caso —sonríe dejando un beso en mi frente —En esta ocasión son los invitados quienes deben partir —bromea en voz alta, de tal forma que Damián le escuche. —si no la atiendes me la llevaré. —advierte.

—Ya no tienes el control sobre ella —responde colgando la llamada y caminando hacia mí.

—¿Problemas? — me animo a preguntar al verle tan tenso.

—Evy tuvo un accidente.

Eso explica la preocupación en su rostro, pero no la frustración que logro ver en él. Lo observo guardar el móvil en su pantalón como si le quemara y me aclaro la garganta antes de hablar.

—¿Es delicado? —mueve la cabeza de un lado a otro al tiempo que sonríe.

—No hay mal que no traiga consigo un bien. Es delicado, pero está en las mejores manos y pudo ser peor.  — los tres nos miramos sin saber que significa aquel comentario. —un altercado con una compañera puso en riesgo a Sebastián.

—¿El hijo de Jr.? —mi voz sale más aguda de lo normal y él afirma. —¿Sufrió daño?

—La habitación de los gemelos estaba en remodelación, varios objetos estaban en la zona en que ellos transitaban—manifiesta preocupado — se lesionó un tobillo, el pequeño se encuentra fuera de peligro. Evy logró sacarlo de la zona de riesgo.

—¿Qué tipo de altercado hace peligrar a un niño? —pregunta Rebeca.

—Su jefe fue ambiguo en detalles. Aseguró que están fuera de peligro. —Damián guarda silencio e intercambia miradas cómplices con mi hermano.

—Un empleado que pone en riesgo la seguridad de un niño, no merece una oportunidad. —insiste Rebeca.

A Damián no parece gustarle dar detalles y Vincent lo entiende. Interrumpe la conversación alegando que es hora de tomar un vuelo. Se irán a Las Vegas, lugar en que supuestamente estamos él y yo.

—Tomarán medidas. —suspira viéndonos a los tres —cuando llegue a América aclararé las cosas, desde aquí es difícil.

Media hora más tarde, mi hermano y su prometida abandonan el país. El plan seguía según lo planeado. Yo regresaría a casa tomada de la mano de Damián y juntos enfrentaríamos la furia de mi padre.

En cuanto a mi hermano, junto con su prometida, se irían de vacaciones. Se desconectan de todos, aseguraban necesitar ese tiempo solos y le entendimos. Era la primera vez que debía hacer algo por él y no deseaba fallar. Aunque mi padre no era tan duro con él, como conmigo.

Y me lo he ganado.

****

Despierto en la madrugada y siento el vacío en la cama, busco a Damián a mi alrededor, pero no hay rastros de él. Su móvil esta en la mesita de noche, eso me dice que esta cerca.

El objeto me atrae y las imágenes de esta tarde me llegan me lanzo al objeto. La sorpresa de que esta libre lo supera al ver el registro de llamadas. Dentro del registro de llamadas entrantes se encontraban sus padres, Jason Jr. Y Gregory. Sin embargo, era el último número el que arrugó mi corazón obligándome a dejarlo en su lugar.

La hora coincidía con su presencia en el balcón del hotel y quién le  llamó... mi padre.

Lo encuentro sentado en un sillón frente a la TV con una imagen azul y todas luces apagadas. Sostiene en sus manos un encendedor que usa y apaga sin despegar sus ojos de la TV.

—Hablaste con papá —le digo avanzando hacia él y apoyando mi cuerpo detrás del sillón —¿Qué te dijo?

—Nada de lo que yo previamente no me haya acusado y señalado —el sonido de su voz sale rota y al verle descubro, ha  llorado. —él tiene razón, no es correcto ensuciarte.

Mi príncipe, el hombre más fuerte que he conocido y al que jamás le he visto llorar, hoy lo hace. Luce, destruido y acorralado, odiaría saber que fue mi padre el que lo llevo a esta condición. Me arrodillo ante él, tomo una de sus manos y con la otra limpio su rostro.

—Los Frederick han demandado a Damián y Silke —me toma de la cintura y me sienta en sus piernas. —tu padre se enteró de eso y mucho más. Las demandas han cobrado fuerza y el escándalo es inminente.

Cubro su cuerpo con él mío. Nuestros corazones laten al mismo copa, su respiración pesada contrasta con mis sollozos escuchándolo narrar todos los delitos de quien creyó era su padre por muchos años.

Si albergaba una pizca de esperanza en que mi plan fuera un éxito, con lo que estoy escuchando ese sueño se destruye. Los hijos que Evy gestó y que deberían ser de Susan Cass, eran sus sobrinos. Evy lo ha confesado a Jr. Es el dueño de la multinacional quién  tomó la decisión de tomar acciones legales.

—No es tu culpa, no tenías como saberlo...

—Me enteré hace un par de meses —me interrumpe y se encoge de hombros —Evy lo sospechaba. Ingresó a trabajar a la mansión para reunir pruebas...

—Aun así...

—Mi madre fue abusaba y papá obligado a ver ese acto —continua ignorando mis quejas y lanzo un respingo alejándome de él —Por Damián Klein —habla con tristeza y muerdo mis labios para no llorar. —ya no hay dudas —sigue diciendo, señalando la TV apagada frente a los dos. —Las voces ya tienen rostros. —finaliza.

Cuando me narró lo ocurrido no dio nombres e imaginé aún no sabía todos los detalles. Comentó de una cinta de la que solo había un audio que la policía desestimó. Ni en mis más locas pesadillas, imaginé que ese hombre fuera capaz de un acto tan cruel.

—¿Se lo dijiste? —niega —... hablaste con él esta mañana. 

—Me pidió volver —tensa su mandíbula y sus ojos se oscurecen antes de seguir —necesita hablar conmigo.

—¿Qué harás? —guarda silencio por tanto tiempo que temo no va a responder y cuando lo hace solo dice.

—Le dije que regresaría en quince días...

—¿En qué puedo ayudarte? —le digo apoyando su rostro entre mis manos.

—Estás aquí, no te has ido —susurra sosteniendo mi mirada —tú me das fuerzas para seguir. Todo lo que necesito en este instante es tu compañía.

—Si le decimos a mi padre...

—Lo mejor es que nadie sepa de esta boda. —me interrumpe —alguien ya se está encargando de eso...

—Damián. —le ruego y niega.

—Por el momento es lo mejor —insiste y alejo mis manos de su rostro —si llegas como mi esposa, el escándalo te alcanzará y tu padre no va a perdonártelo. Me advirtió esta mañana que un escándalo más y te olvidabas de que eras su hija.

Le comentó que le he defraudado tantas veces y puesto en riesgo la seguridad de la familia, que en esta ocasión no tendrá clemencia. Damián toma mi rostro y me hace verle, limpia con el dorso de su mano mis mejillas mientras sonríe.

—Sé que no es la boda de tus sueños, prometo compensarlo cada aniversario.

Me gustaría pensar que esa sonrisa es genuina, pero sé que no es así. Esta haciendo un gran esfuerzo para no romperse delante de mí. Lo que sea, acaba de ver, lo ha afectado al punto de que sus manos tiemblan.

—Me importa estar a tu lado, nada más.

—Pronto —promete —hablaré con tus padres cuando tenga en mi poder los documentos que me certifiquen como hijo de Konrad y Amelia. No habrá poder humano que me aleje de ti después de eso.

¿Qué son treinta días comparado con toda una vida de felicidad juntos? Un pequeño sacrificio que valdrá la pena si el pago es su compañía. Ya tendré el tiempo de disfrutar, ser la señora Klein.


Si eres nueva es necesario tener en cuenta una cuestión crucial que

no está en negociación.

No escribo historias picantes y las escenas de sexo las evito.

Espero puedan entenderlo.

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