Capítulo 12
La marca Klein
Lograr ayudar a escapar a Evy, fue posible gracias a dos cosas. Cariño y dinero. Mi hermana estuvo todo el tiempo con una chef que hacía las veces de enfermera. La mujer le tomó cariño, debido a su comportamiento tranquilo y solitario. Eso y una fuerte suma de dinero fueron suficientes para que la sacara por la parte trasera, el mismo día de dar a luz.
Antes de irse, pidió ver a los supuestos bebes, Frederick. "—No me preguntes los motivos, pero quería verlos, desconozco por qué me vi buscando la marca Klein. Lo único que sé, es que, sentí alivio al verla."
Evy había gestado los hijos de Jason Frederick, pero no con Susan Cass como todos pensaban. Si bien, hace falta una prueba de ADN que lo confirme, para ella y para mí es más que claro que son sus hijos.
Y, por ende, mis sobrinos.
Ha decidido buscar respuesta y para ello debía ingresar a la mansión como niñera de los niños. Estaba convencida de que era más fácil de esa forma que de cualquier otra y estaría lejos del ojo del anciano.
—El hombre busca una niñera para los gemelos. —les comento a mis espectadores—Silke me ha proporcionado un par de datos en Alemania como referencia. Su currículo debe ser impoluto y libre de sospechas.
La ayuda recibida por Silke, es, en parte, por proteger ella a Magda. El anciano sigue buscando a su hija e insiste en que Evy sabe su paradero. Por otra parte, su madre ha entendido, está mejor lejos de ellos. No obstante, el peligro que corre mi hermana se triplica, si se entera de que fue quien gestó a esos niños.
—¿Qué hay de los abogados de tu abuela? —pregunta Igor —dijeron que podían ayudarte.
—Ni siquiera lograron encarcelar al anciano en Alemania —le recuerdo— ¿Qué influencias pueden tener en América?
—Estoy de acuerdo en que se haga esa prueba de ADN y confirme que sean sus hijos. Lo que considero delicado y hasta peligroso es que la incites a que ingrese a esa casa. —habla Paul tras escucharme narrar los hechos de los últimos meses. —ellos pueden descubrirla y en ese caso, acusarlos de ser cómplices.
—A ti y a ella —recalca Igor.
Paul y su hijo Igor, habían decidido visitarme un fin de semana. Fue agradable escuchar a los guardias anunciar su presencia en el lobby del edificio. Compartir tiempo con ellos y recordar momentos felices, hizo florecer en mí la alegría que su presencia causaban.
—Se lo he advertido, no ha sido posible hacerla entrar en razón—ambos niegan tomando la taza de café dejada por la mesera segundos antes. —y no hay un lugar mejor para ella en este instante que la mansión Frederick.
Un sitio que es casi una fortaleza. Evy estará cuidado a dos de los nietos del magnate y todo mundo sabe la seguridad que tiene cada uno de esos niños.
—¿Qué hay de Berlín con su familia? —sugiere Paul.
—¿En Zúrich con nosotros? —Igor sonríe al ver que me tiene acorralado.
—¿Ustedes se irían si tienen esa duda? —guardo silencio en espera de una respuesta que no llega, por lo que sigo —le pagaron para gestar hijos de otro, nada más.
Ahora se entera de que pueden ser suyos, está la duda si el millonario sabía o no lo que sucedía. En documentos tengo que lo desconocía, la vida me ha enseñado a sospechar de todos.
—Una razón de más para buscar a esa familia y decirle la verdad. —Paul deja la taza en la mesa y suspira —ellos se encargarán de destruir a ese hombre y ustedes sigues con su vida. Sin derramar sangre o ensuciarte las manos, Damián.
Esto último tiene un tinte de desesperación. Por más que le he prometido no voy a hacer un acto violento en contra de ellos, no me cree. Paul Zimmerman me ve como una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier instante y destruirme.
—Papá tiene razón, estás lanzando puños al aire sin derribar a nadie —bromea Igor —muy tú, solo que en este caso es peligroso.
Ambos hacen coro intentando hacerme entrar en razón, lo que no saben es que no soy yo a quien deben convencer. Es Evy la que insiste en no decir sus sospechas hasta tanto no tener pruebas. Mismas que asegura tendrá dentro de ese hogar.
—Acceder a esa familia es difícil —les aclaro —es más fácil hacer una cita con el presidente que con Jason Frederick.
—Alguno debe ser accesible —replica Paul —busca otros métodos, ese no me agrada.
—Ni a mí —reconozco — no puedo hacerla cambiar de parecer.
—¿Has pensado en la verdad? —niego e Igor y este resopla —no la subestimes.
—Si lo hiciera no le ayudaría en sus planes e insistiría en los míos —comento —es más fácil acceder a los niños con ella siendo niñera. Los conocerá a todos y sabremos a quién hablarle primero.
—O, ingresas los documentos en uno sobre, lo remites a Jason Frederick, sin especificar si es padre o hijo —insinúa Igor y sonríe dándole el último trago a la bebida — dejas al destino y a su lado paranoico hacer lo suyo. En un mes la prensa sabrán todo sobre tu tío.
—Y con todo, nos referimos a...
—La muerte de mis padres —interrumpo —lo sé.
Deseo ser yo quien haga justicia y encuentre al culpable. Algunos pueden verlo como cuestión de ego, es posible que exista un poco o mucho. Sin embargo, no hay una noche en que, al cerrar los ojos, no reviva las palabras de mi padre segundos antes de morir.
Paul observa la hora cuando una voz anuncia su vuelo. En una de las cafeterías del aeropuerto nos tomábamos la última taza de café en América. La siguiente sería en Alemania y cuando todo estuviera en su lugar.
—Los acompaño.
Treinta horas de visita, que lograron nivelar mi odio e inyectarme tranquilidad. Los Zimmerman, contaban con ese poder y muchos más.
En silencio, nos abrimos pasos entre pasajeros y personal del aeropuerto. El final del fin de semana obliga a muchos a regresar a su punto de trabajo. Me distrae ver familias, sonreír y avanzar en medio de comentarios divertidos.
—¿Qué te preocupa? —pregunta al llegar —dices tener todo bajo control.
—Le fallé a mi hermana —admito.
Una amarga verdad que siento atorada en mi garganta y consume cada día. En mi loco empeño por protegerla, lo único que hice fue destruir su felicidad. Evy tiene ahora que lidiar con un proceso legal que va a perder. Los Frederick no dejarán que dos de los suyos se alejen.
—Y no se irá sin ellos —finalizo.
—Estás viendo una tormenta en un cielo despejado —me calma —das por hecho que esa familia le dará la espalda, es posible que la vean como lo que es. Víctima.
Por eso insiste en que los busque y entregue lo que tengo hasta el día de hoy. Me recomienda anexar lo que tengo sobre la muerte de mis padres. Con eso dejaré claro el verdadero rostro del anciano y les daré un camino por donde iniciar la investigación.
—Lo estudiaré —prometo y afirma —primero debo dejar a Evy en un sitio seguro.
Ambos se notan decepcionado al finalizar la conversación. Evy ha dejado claro que no negociará con la decisión que ha tomado y sigue teniendo reservas conmigo.
—Esto es tuyo, las referencias que ella necesita —me dice Paul dejando en mis manos un pendrive que miro con curiosidad —Sabia que no iba a convencerte —sonríe con nostalgia.
Le agradezco con una inclinación de cabeza y guardo silencio. Nada me haría más feliz que dar un paso al costado y dejar en manos de las autoridades el destino de los Klein Schultz.
—Ofrezco mis disculpas por decepcionarlos —les digo estrechando las manos de cada uno —salieron ilesos una vez, harán de todo para no caer.
—Si algo falla, estamos aquí para ti —agradezco a Paul quien saca un sobre naranja de su saco y que golpea entre sus manos —Me lo entregaron los padres de Jean Pierre.
Lo escribió Jean Pierre, quien desde que supo vendrían a verme les insistió a sus padres su deseo de escribirme. Sonrío con nostalgia leyendo en letra pequeña mi nombre.
Doctor, Damián Klein.
—Cuando olvides el norte, recuerda a ese niño —señala la carta.
Ambos toman su equipaje y empiezan el ingreso a la zona de abordaje. Me quedo en pie viendo las figuras de padres e hijos intercambiar sonrisas y comentarios.
Años atrás, la madre de Igor murió producto de una falla cardiaca, aquello unió a padre e hijos convirtiéndolos en inseparables. Por mucho tiempo quise tener un vínculo como ese con quien creí mi padre.
****
Avanzo en silencio hacia la mujer sentada en la banca del parque. Escogí el cercano a casa y la noche para hablar con ella. La hora es perfecta para hablar sin problemas. La ausencia de personas contribuye a nuestra privacidad.
Damián y Silke, estaban en estos momentos en una reunión con los abogados de la familia Frederick. Consideraron un insulto la manera en que le entregaron a los pequeños. Al parecer, la familia quería tener presencia durante el parto y el anciano no lo permitió.
Me siento a su lado viendo sus rasgos en silencio. Está delgada, grandes ojeras, los labios resecos y señas de abandono. Verla, aumenta mi agonía, yo pude buscar los medios para enviarla a Berlín, hablar con los abogados de la abuela. Cualquier cosa menos tener que afrontar esta derrota.
—Eres puntual —son sus primeras palabras mientras me mira de manera fortuita—estoy bien, no te preocupes.
—¿Te estas tomando los medicamentos? —afirma en silencio.
Dejo en medio de los dos la carpeta con su currículo que mira un instante antes de regresar la vista al frente.
—¿Qué es?
—Tu currículo —le aclaro—necesitas de uno para pedir un empleo a esa familia.
—He estado pensando —se aclara la garganta cuando su voz sale gruesa —ese hombre me conoce.
—¿Quién?
—Jason Jr. —responde —Lo conocí el mismo día que Susan.
—Entiendo...
El día en que le pagué a un delincuente para que la dañara. Un acto por el que asegura no me culpa, gracias a ello conoció a lo más cercano a una hermana. Yo si me culpo, la intensión en ese instante era clara.
Hacerle el mayor daño posible.
—Te llamarás Evy Becker Koch, los apellidos de tu abuela —le aclaro —ha pasado mucho tiempo, has cambiado.
—¿Qué sucede si me conoce?
—Duda —respondo rápido —míralo directo a los ojos y finge que intentas recordarlo. No le digas que lo conoces, pero tampoco lo contrario.
—Buena idea —sonríe fugaz y de nuevo su rostro adquiere el mismo semblante frío. —Debo aprender lo que allí dice, supongo.
Según el reporte, es de Berlín. En donde trabajó de niñera y fue despedida por problemas de economía familiar. La trajeron a América bajo el engaño de un empleo. Al llegar, el trabajo no existía y en adelante, ha sobrevivido gracias a trabajos esporádicos.
—Tres referencias en Berlín, amigos Silke—sigo describiendo y ella me observa atenta — dos en Zúrich, cortesía mía.
—Van a querer confirmar esa versión. —responde con miedo —los documentos, sabrán que son falsos.
— Los cinco están alertados y darán esa versión. —le calmo —todo está controlado. Si haces todo lo que te digo y sigues consejos, no crearas sospechas.
—¿Qué consejos? —cruza sus brazos y alza el mentón desafiante.
—No des problemas, acata y sigue ordenes sin refutar —empiezo a decir —no hagas lazos estrechos, son tus hijos, pero ingresas como empleada. ¡Recuérdalo!
Esperaba encontrar a una mujer remilgosa, llena de peros a todo cuanto le decía. Me encontré, en cambio, con una dama accesible y con ganas de llegar a feliz término este plan.
—Querrán ponerte a prueba cuando constaten tu currículo —sigo —Le dirás que no puedes acercarte hasta tanto no te hagan los exámenes. Deseas estar segura de que estas sana y no vas a contagiarlo. —me mira directo a los ojos y un brillo diferente hay en ellos —Le brindaras confianza y el deseo de bienestar de todo padre se activará.
—Digamos que ingreso... ¿Qué haré?
—Necesito una muestra de cabello —suspiro —sin dañarles.
—Lo sé —gruñe, molesta. —no soy tan tonta.
—Le dirás que tienes un amigo, si puede visitarte —sigo ignorando su queja —no será en los primeros meses, espera tener confianza.
—Comprendo —suelta el aire y toma la carpeta que el extiendo.
—¿Tienes efectivo?
—Si.
Saca una tarjeta de su jean y juega con ella. Por varios minutos la observo jugar con el trozo de papel sin hacer o decir nada. Alcanzo a leer el nombre de un hotel y empiezo a entender su temor.
—Aún te busca —confieso —Yo no pienso decir sobre tu paradero y Silke, tampoco.
—¿Por qué lo haces? —me mira al hacer la pregunta y me tomo el tiempo en responder.
—Porque lo necesito —respondo simplemente.
—Estoy alojada en este hotel —me entrega la tarjeta.
Le doy una lectura rápida centrándome en los números telefónicos y de su habitación. Cuando me aseguro no voy a olvidarlo se la regreso y me observa con interés, pero no hace comentarios.
—Lo mejor es que no nos veamos por un tiempo —sugiero y afirma —la próxima vez que nos veamos estarás dentro.
—¿Tú crees? —Afirmo y me imita para luego partir sin despedirse.
Viéndola alejarse por el sendero más oscuro, me pregunto si es una costumbre adquirida por los años o fue algo que heredó de nuestros padres.
—Te pareces a ella —un par de manos se cruzan en mi cuello y un rostro se asoma cerca al mío —y al hombre de la foto. Me alegra que no seas tú—sigue cuando nuestros rostros están cerca.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunto confundido.
—¿Qué no es tu padre? —pregunta y afirmo.
Su reacción es sonreír, la mia es mantenerme cerca de ese rostro, que me hipnotizan impidiéndome alejarme. Roza nuestras narices y cierro los ojos aletargado por esa caricia tan sencilla. Se aleja dejando una sensación de abandono y abro los ojos.
—Lo supe desde qué lo llamas, viejo, anciano, él o Damián.
Recoge rocas en el césped, me lanza una mirada pícara antes de asestar una a una lámpara. El estallido de la bombilla llega con la oscuridad, hace lo mismo con las tres que rodean la banca en la que estamos y se sienta a mi lado cuando la semi oscuridad nos rodea.
—Pero, empecé a sospecharlo desde que supe intentaba opacarte con golpes y azotes —La llama de un encendedor ilumina nuestras piernas y observo la flama en sus manos —Él es la luna, necesita de otros para iluminarse, tú una estrella. Brillas con luz propia.
—Me gustaría poder verme como tú lo haces —confieso viendo la luz que se proyecta en el encendedor.
—Eso es lo más hermoso de ti —sonríe apagando el encendedor y aproximando su rostro al mio —no eres consciente de que lo eres, ni cuanto vales.
Hay muchas formas de querer y demostrar que te aman. Christine las usó todas en el proceso de hacerme sentir especial. Aún lo hace, no pierde oportunidad para arrastrarme lejos de la miseria en que insisto revolcarme.
—Y, eres mío —siento su aliento a menta en mis labios y la sonrisa que logro ver gracias a la luz que saca del encendedor —Mío, de mi propiedad.
—Supongo que ser huérfano te ayuda —sonríe contra mis labios y la tomo por la cintura para dejarla segundos después en mis piernas. —debe saber que tengo ciertos vicios y un par de mañas difíciles de limpiar...
—Estás perdonado, si eres una bestia en la cama—recibo sus labios que esperan los míos tan o más ansiosos que los suyos.
—Te decepcionarán mis cinco centímetros... —refuto alejándome de esa embriaguez que ocasionan sus labios.
—Tienes una lengua y diez dedos Klein —me reta divertida alejándose un instante —aprende a usarlos...
—¿Es demasiado tarde para pedirte que seas mi novia?
—Ya somos todo Klein...
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