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Especial ❤️14 De Febrero❤️


Alguna vez se han preguntado ¿Cómo se conocieron Asmodeus y Francisca?

Si quieren Saber, entonces lean está historia de amor.

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El palacio de Lescatie estaba envuelto en una brisa primaveral, sus majestuosos jardines repletos de flores en plena floración. Entre los pasillos de mármol y las altas columnas adornadas con tapices dorados, un niño de aspecto peculiar caminaba con cautela, asegurándose de que su presencia pasara desapercibida.

Asmodeus, aún un niño, había usado su habilidad para adoptar la apariencia de un humano ordinario. Su cabello albino caía sobre su frente con suavidad, y sus ojos rojos brillaban con una curiosidad infantil. Vestía de manera elegante, lo suficiente para no parecer un plebeyo, pero sin destacar demasiado como un noble.

Su propósito al infiltrarse en el palacio era simple: observar. Quería conocer mejor la política de los humanos, sus costumbres y su forma de vida. Sin embargo, su aventura tomó un giro inesperado cuando, al doblar una esquina, encontró a una niña sentada sola en un banco del jardín privado del castillo.

Era frágil, con la piel pálida como la porcelana y el cabello lavanda cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Sus delicadas manos sostenían un libro abierto sobre su regazo, aunque sus ojos parecían vagar más allá de sus páginas. Había un aire de melancolía en su expresión, algo que a Asmodeus no le pasó desapercibido.

Por un instante, el joven mamono pensó en seguir su camino. Sin embargo, cuando sus miradas se cruzaron, la niña parpadeó sorprendida y, con una voz tímida pero curiosa, le preguntó:

—¿Quién eres? No te he visto antes en el palacio.

Asmodeus evaluó rápidamente la situación. Decidió que lo mejor era no levantar sospechas y, con una ligera inclinación de cabeza, respondió con una sonrisa encantadora:

—Mi nombre es Asmo. Soy hijo de un comerciante que ha venido a negociar con la corte. Me perdí entre los pasillos y terminé aquí… ¿y tú quién eres?

La niña dudó por un momento, pero finalmente bajó la vista y cerró su libro con delicadeza.

—Soy Francisca Mistel Lescatie. —Su tono era tranquilo, casi resignado. Luego añadió con una pequeña sonrisa—. Pero dudo que hayas oído hablar de mí.

—Francisca… —Asmodeus repitió su nombre con suavidad, como si lo estuviera probando en sus labios. Algo en ella lo intrigaba, la calidez oculta tras su aparente fragilidad.

Hubo un breve silencio entre ambos, hasta que Francisca miró a su alrededor, como si dudara de que realmente pudiera estar conversando con alguien. Finalmente, señaló el libro en su regazo.

—¿Te gustan los cuentos? —preguntó.

Asmodeus arqueó una ceja. No era lo que esperaba, pero sonrió con amabilidad.

—Depende del cuento. ¿Cuál estabas leyendo?

Francisca le hizo un gesto para que se acercara y, con cierto recelo inicial, Asmodeus se sentó a su lado. Ella le mostró la portada de su libro: era un cuento sobre un príncipe perdido en busca de su hogar. Algo en la historia le resultaba irónicamente familiar.

—¿Quieres leer conmigo? —ofreció ella, con una expresión que mezclaba timidez y emoción contenida.

Asmodeus la observó por un momento y, sin poder evitarlo, sintió una extraña sensación de calidez en su pecho. Esta niña, ignorada incluso dentro de su propio hogar, le recordaba un poco a sí mismo.

—Claro —respondió con suavidad.

Y así, entre páginas y risas discretas, el pequeño mamono y la princesa marginada compartieron su primer momento juntos. Ninguno de los dos lo sabía aún, pero aquel simple encuentro marcaría el inicio de un lazo inquebrantable.

A medida que pasaba el tiempo, su relación se fortaleció. Francisca encontraba consuelo en la compañía de Asmodeus, quien le ofrecía un tipo de amistad sincera y libre de expectativas. Para Asmodeus, ella se convirtió en un respiro de su mundo, una luz cálida en su vida que no podía encontrar en su hogar.

Con el pasar del tiempo, Asmodeus, bajo el sobrenombre de "Asmo", continuó visitando a Francisca, fortaleciendo su amistad con cada encuentro. Sin embargo, llegó un momento en que tuvo que cesar sus visitas para evitar que su familia sospechara. No quería poner en riesgo ni a Francisca ni su secreto.

Castillo del Lord Mamono

El aire nocturno en el palacio de la Lord mamono era oscuro y los sonidos lujuriosos interrumpían el sueño del principe quien no dudo en usar un hechizo silenciador para no escuchar esos repulsivos y molestos sonidos. Las luces de las velas recién encendidas parpadeaban en la habitación del príncipe, pero como su sueño fue interrumpido la atención del joven Asmodeus se centró en un recuerdo de hace más o menos 7 meses... "¿Cómo estaría Francisca?" fue lo que preguntó mentalmente el joven príncipe.

A pesar de la distancia, Asmodeus no pudo resistir la necesidad de verla.

A través de un pequeño portal que solo él podía ver y escuchar, observaba en silencio a la niña que, sin darse cuenta, se había convertido en su mayor debilidad: Francisca Mistel Lescatie.

Al principio, todo había sido un simple juego, un experimento para conocer más sobre los humanos. Se infiltró en el palacio usando su apariencia humana bajo el nombre de "Asmo", convenciéndose de que su cercanía con la pequeña princesa no era más que una estrategia. Pero con el tiempo, sus intenciones se habían distorsionado. Ya no era por información, ni por curiosidad.

Era por ella

Apretó los puños, sintiendo cómo su pecho se contraía con una emoción desconocida para él. No era la atracción visceral y repulsiva que sentía cuando su madre lo forzaba a pasar tiempo con las hijas de las súcubos o con las insistentes brujas. Era algo diferente, algo cálido.

Al principio lo negó. Pensó que era un simple apego infantil, una costumbre. Pero cuando dejó de visitarla para evitar sospechas en su familia, comprendió lo que realmente sentía. Cuando la veía desde los portales, su corazón latía de una forma que jamás había experimentado. Se estremecía cuando ella sonreía, y sentía un vacío insoportable cuando no podía verla.

Se había enamorado

La revelación lo golpeó como un rayo. ¿Cómo podía, él, un príncipe mamono, el primer mamono macho en la historia, enamorarse de una humana? Se suponía que el amor era lujuria desenfrenada, deseo corrupto, un juego de dominación y placer. Pero esto... esto no se parecía en nada a lo que su madre y sus hermanas le habían enseñado.

Era algo puro. Algo que quería proteger, no poseer.

Cada risa suya era un bálsamo. Cada conversación, una melodía. Asmodeus había sido criado en un ambiente donde el amor era sinónimo de deseo, donde el afecto era posesión. Pero con Francisca... con ella descubrió algo nuevo. Un amor que no lo devoraba como las pasiones de su madre y hermanas, sino que lo llenaba de paz.

Sin embargo, esa paz traía consigo un miedo asfixiante.

Asmodeus cerró el portal con un movimiento de su mano, su pecho ardiendo con emociones encontradas. ¿Qué haría si algún día ella descubría la verdad? No era un simple sirviente. No era un humano. No era alguien con quien el destino la uniría fácilmente.

Si Francisca descubría quién era en realidad... ¿lo odiaría? ¿Lo vería con asco? ¿Se alejaría de él?

Solo pensar en esa posibilidad lo aterrorizaba.

No podía perderla. No quería perderla.

Él era Asmodeus, el primer y único hijo varón de Lilith. Un mamono macho en un mundo donde los de su especie (mayormente mujeres) eran vistos como seres corruptos y oscuros únicamente llenos de lujuria.

Se levantó de su asiento y caminó hacia el espejo de su habitación para verse a si mismo en su forma humana por un rato. Con un chasquido de sus dedos, su forma humana desapareció, dejando ver su verdadera apariencia: su cabello plateado caía en sedosas cascadas sobre sus hombros, sus ojos rubí brillaban con intensidad sobrenatural, sus cuernos sobresalían de su cabeza como una especie de corona, sus alas y cola eran tan blancos y palidos como la nieve, y sus labios se curvaron en una expresión melancólica.

—Si supieras quién soy… ¿me mirarías con los mismos ojos? —susurró.

Su reflejo no le dio respuestas y miró de reojo el pequeño portal donde podía ver a Francisca leyendo un libro antes de dormir.

Con una mano temblorosa, cerró el portal.

Por ahora, solo podía conformarse con observarla de lejos. Algún día... reuniría el valor para decirle la verdad. Pero no hoy. Hoy, simplemente, la amaría en silencio.

La sensación de observarla en secreto le resultaba incómoda, casi como un acosador, pero su amor por ella superaba cualquier remordimiento.

Así, en la sombra y el silencio, Asmodeus esperó el día en que pudiera regresar a su lado sin temor ni restricciones.

... Tal vez sea hora de volver a visitarla.

En el castillo de Lescatie

El suave aroma de las flores impregnaba el aire mientras Asmodeus avanzaba sigilosamente por los jardines del palacio de Lescatie. En sus manos sostenía con delicadeza un pequeño ramo de flores, una disculpa silenciosa por su larga ausencia. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había podido visitar a Francisca en persona. 

Sin embargo, al llegar al claro donde solían encontrarse, se detuvo en seco. Allí, bajo la cálida luz del sol, Francisca no estaba sola. 

Una niña de cabello plateado, cortado a la altura de los hombros, sostenía una espada de madera con una postura sorprendentemente firme para su edad. A su lado, un niño pelirrojo con ojos verdes brillantes la imitaba, con su propia espada de madera en alto, su expresión radiante y determinada mientras jugaba a ser su protector. 

Y en medio de ellos, sonriendo con dulzura, estaba Francisca. 

Asmodeus sintió un peso extraño en su pecho. Algo agrio, como una espina envenenada. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor del ramo de flores sin que se diera cuenta, arrugando algunos pétalos.

(¿Son celos…?) 

La idea le resultaba desconcertante. Nunca antes había sentido algo así. El amor era un sentimiento hermoso, dulce y cálido cuando estaba con Francisca. Pero esto… esto no era cálido. Era una sensación incómoda, punzante y desagradable. 

Era algo nuevo para él, y no le gustaba cómo se sentía. Su instinto le decía que apartara a Elt, que le recordara quién había estado primero al lado de Francisca, pero su razón le frenó. "Patético", se dijo a sí mismo. ¿De verdad iba a permitir que un sentimiento tan irracional contaminara algo tan puro como su amor por ella?

(Esto es ridículo.) 

Sacudió la cabeza, despejando esos pensamientos. Ese niño de cabellos rojos… a simple vista, parecía alguien agradable. Estaba protegiendo a Francisca como un caballero de los cuentos de hadas, con una devoción inocente. Asmodeus no tenía razones para verlo como una amenaza. Si acaso, podría incluso ser alguien interesante con quien hablar más tarde. 

Y la niña… ella también tenía potencial. Su postura con la espada de madera no era la de alguien que solo jugaba por diversión. Había disciplina en su forma de sostenerla, en la manera en que sus ojos analizaban los movimientos de su oponente. 

Asmodeus exhaló con suavidad, relajando los dedos y alisando los pétalos dañados del ramo. No tenía que ensuciar sus sentimientos con inseguridades innecesarias. 

Dando un paso firme hacia adelante, dejó que su presencia se anunciara suavemente con el crujido de la hierba bajo sus zapatos. 

—Francisca. 

La pequeña princesa se giró de inmediato al escuchar su voz, sus ojos amatistas brillando con sorpresa antes de llenarse de alegría. 

—¡Asmo! 

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él, su vestido ondeando con el movimiento. 

Asmodeus sonrió con ternura, extendiendo el ramo de lirios hacia ella. 

—Siento haber tardado tanto. 

Francisca tomó las flores con delicadeza, acercándolas a su rostro para aspirar su aroma. 

—Son hermosas… —susurró con una sonrisa tímida—. Gracias, Asmo. 

Él inclinó la cabeza, sintiendo que todo lo demás perdía importancia en ese momento. 

Los otros dos niños se acercaron con curiosidad, observando a Asmodeus con atención. 

—¿Quién eres? —preguntó el pelirrojo con una mezcla de desconfianza y curiosidad. 

Asmodeus sostuvo su mirada con calma y le dedicó una sonrisa tranquila. 

—Asmo. Soy amigo de Francisca. 

La niña de cabello plateado entrecerró los ojos, como si intentara analizarlo, mientras el pelirrojo cruzaba los brazos con una leve sonrisa. 

—¡Soy Elt! Y ella es Wilmarina. 

—Mucho gusto. —Asmodeus inclinó levemente la cabeza—. Parecen estar pasándola bien. 

Elt sonrió con orgullo, levantando su espada de madera. 

—¡Por supuesto! ¡Un caballero debe estar listo para proteger a una princesa en cualquier momento! 

Wilmarina asintió con firmeza. 

—Y un guerrero siempre debe estar entrenado. 

Francisca rió suavemente, abrazando su ramo de flores. 

—Ellos son muy divertidos, Asmo. 

Asmodeus observó la forma en que la miraban con aprecio. No pudo evitar sonreír. Quizá no tenía nada de qué preocuparse. 

Al final del día, Francisca seguía siendo su luz más cálida. 

Y él seguiría a su lado. Siempre.

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Holis~

Lamentó la demora y sé lo que estarán preguntando.

"¿Y la escena de amor en tú bandeja de anunció?"

Fácil, aún está hay pero no la usé en el especial.

Pensé que sería más bonito darles un contexto de como empezó TODO.

Del como Asmodeus encontró un verdadero propósito y su razón para hacer lo que hace, la razón por la cual ama a Francisca y el como conoció a Elt.

Sinceramente, esperó que les haya gustado y como un pequeño regaló les dejó a Asmodeus y a Francisca cuando eran niños.

~💜¡Feliz San Valentín!💜~

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~(Imágen de Asmodeus con Francisca)~

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