𝐯𝐢. dejar caer al miedo
𝗺𝗼𝗻𝘀𝘁𝗲𝗿 𝗶𝗻 𝗺𝗲 | 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟔.
"give peace a chance, let the fear you have fall away, and say yes to heaven, say yes to me "
Pequeñas gotas de lluvia se filtraron entre el abundante follaje del árbol. Enfriando tu piel cuando cayeron sobre ti, cruzaste los brazos para abrazarte. Admiraste el rugir furioso de la tormenta retumbando con truenos distantes.
La tranquilidad del momento era surreal, el mundo real desapareció en los confines de la zona arbolada que rodeaba al parque. La ocasión solo permitía que el joven rubio a tu lado y tú coexistieran en un silencio total.
Él, imponente pero calmado, capturó tu imagen fijamente; como si tuviera la habilidad de develar todo lo que intentabas ocultar. Ocasionalmente echabas un vistazo de reojo, te encontraste admirando la línea de su mandíbula, la elegancia natural de su perfil.
El aire cargado de humedad y olor a tierra mojada llenó tus sentidos, anclándote a la realidad del entorno. Pero perdiste el control, tu vista comenzó a nublarse y una sensación extraña recorrió cada centímetro de tu cuerpo. Estabas siendo arrastrada fuera de los límites del presente.
Todo se oscurece. Todo desaparece, incluido el hombre que te acompañaba. Sin rastro de presencia ajena a la tuya, apareces en un escenario opuesto a la tormenta. Ahora flotabas en un vasto lago, oscuro y silencioso, bajo un cielo estrellado. Habías estado ahí antes, lo sabías. La cantera de Derry. La luz de las estrellas se reflejaba débilmente en la superficie del lago, creando destellos que apenas podían verse pero que le daban una atmósfera etérea, como un sueño del que nadie podría despertar.
Empeñaste un esfuerzo inmenso en tus extremidades, pesadas, en una lucha por seguir flotando. Ves la vegetación en la cima de la cantera, se hacía más alta, inalcanzable poder salir de allí. Un vacío ahueca tu pecho, convirtiendo la soledad del lugar en algo abrumador. La paz de las estrellas contrastaba con el desastre confuso enraizado a tus pensamientos.
La calma aparente del agua te envolvía, pero a medida que intentabas mantenerte nadando, empezaste a hundirte. El agua tragaba tu diminuta presencia, cubriéndote los hombros, el líquido frío pronto llegó a cubrirte el rostro. El cielo estrellado se veía cada vez más lejano mientras descendías, sumergiéndote en la oscuridad del lago.
Debías luchar para llegar a la superficie, pero tus propias sombras te jalaron a resistirte. Como si esa agua profunda representara todos los miedos, las dudas y el desconcierto que habías sentido desde que las cosas extrañas comenzaron a suceder.
Las intenciones de gritar y respirar se vieron frustradas cuando el "agua" invadió tus pulmones. Ahogándote, incapaz de escapar de esa sensación asfixiante. Sintiendo un peso del que no podrías escapar.
Justo cuando pensaste que morirías olvidada, perdida como todas las víctimas del pueblo, una mano cálida te atrapó. Robert.
La certeza de que era él se confirmó cuando levantaste la vista. Descendiendo junto a ti, con una cara serena y luceros verdes que brillaban como faros bajo el agua. Te envuelve con sus brazos, sosteniéndote con firmeza, mientras se elevaban lentamente hacia la superficie.
El lago dejó su frialdad. Seguía siendo profundo y oscuro pero en su cercanía ya no era abrumador. Él susurraba, aunque sus palabras parecían resonar en tu mente en lugar de escucharse en el agua.
—Olvídate de todo. Deja que se desvanezca. Déjate llevar.
La ansiedad se esfuma bajo su influencia. Te gustaba como te sostuvo con aire protector, todo parecía tan fácil bajo su mirada, tan sencillo. Sientes el roce cálido de tu piel desnuda con la suya, él te atrajo más cerca, sus rostros apenas separados por centímetros. Sus labios a punto de rozar los tuyos.
La burbuja explota antes de que puedas unirte, mezclarte a su esencia. Todo vuelve a desaparecer. Una chispa de conciencia se encendió en tu mente y con un sobresalto sales del bello trance al que te indujo.
La realidad te propina un golpe excesivamente fuerte, la lluvia regresa para terminar de despertarte de la fantasía fugaz. Tocaste el centro de tu pecho, en tu corazón desbocado que apenas recuperaba la noción de tiempo y espacio. Miraste a tu alrededor, desorientada y con el rostro enrojecido. "¿Qué me sucede" te preguntaste.
Pronto notaste que aún seguías en compañía del muchacho de la fotografía, es decir, de la fantasía ¿no? Observándote con una sonrisa tranquila en el rostro, como si no hubiera notado nada inusual.
—¿Qué pasa? ¿Sueñas despierta?— Él pregunta simulando una burla inofensiva a tu disociación.
Tragas saliva, intentando recuperar el aliento o el sonido de tu propia voz. —Creo que ya me afectó mucho no dormir bien— Admites, frotando tus párpados exhaustos. Con el rostro aún sonrojado, forzándote a sonreír, tratando de actuar con normalidad.
—Sabes, eres bastante extraña— Gray confiesa de una forma tan inoportuna que dudas de lo que había dicho.
Levantas una ceja casi indignada. —¿Se supone que tome eso como halago u ofensa?— Interrogas con porte defensivo. Arqueas la ceja fingiendo estar ofendida.
Él se carcajea, y aquel sonido hace eco en tu pecho con aires de familiaridad. —Me agrada, eres extraña de una manera que me atrae— Captas el matiz travieso en su voz. —Pero puedes tomarlo como gustes.
Ignoras la calidez que sube hacia tus mejillas. Mantienes una pose fingida de ofensa por un segundo más. —¿Y cómo exactamente soy diferente de los demás?— Juegas con el borde de su chaqueta, incitándolo a contestar.
—En lo poco que he visto de ti, me percaté de que no dejas que lo que no puedes entender te consuma— Le propinas una mirada más confusa, frunces tu ceño con duda. —Cualquier otro en tu lugar ya se hubiera alterado o peor.
Sus palabras, aunque misteriosas, sonaban extrañamente sinceras. —No sé si pueda considerar eso algo bueno o para destacar— Bajas la mirada a tus manos sobre tu regazo. Pensando en cómo habías dejado pasar muy a la ligera todo lo que sucedió los últimos días.
Robert mide cada una de tus reacciones, observándote con intensidad sin que te percates. —Al contrario. Lo digo en serio, créeme.
Cuando creíste que la conversación se había cortado, él vuelve a hablar. —Quiero conocerte más— Admite, sorprendiéndote con su confesión completamente directa. Con lo enigmático que se presentaba en cada encuentro que tuvieron, tan poco dado a expresar claramente sus intenciones; esa frase, tan simple y tan honesta, te tomó desprevenida.
—¿Conocerme?— Dices sin poder evitar mostrar asombro.
Él asiente. Cuando el viento jugueteaba con el cabello de ambos, se adelantó para acariciar uno de tus mechones húmedos; acomodándolo suavemente detrás de tu oreja. Contrario a la primera vez que lo viste, en esta ocasión no detuviste el gesto.
—Sí. Quiero seguir viéndote, pasar más tiempo contigo— Sus ojos cautivadores ahora estaban fijos en los tuyos. —Conocer lo que te hace sonreír, lo que te hace pensar. Lo que te hace ser tú.
La franqueza y sencillez decoraron bellamente su voz, desarmándote de cualquier respuesta. Aun cuando advertías la peligrosidad del tipo, esa parte de ti, la parte íntima, se sintió tocada por esa confesión inesperada. Sí, habías conocido a diversas personas, pero nunca a alguien como Robert. De alguna manera, hizo que creyeras que cada palabra y mirada eran únicamente dirigidas a ti.
—No esperaba que dijeras algo así, Robert— Sonreíste tímidamente, deslindando el escudo que impusiste entre ambos.
El rubio inclinó su cabeza, un gesto casi juguetón, pero con la seriedad velada que siempre lo acompañaba. —Supongo que a veces es bueno decir lo que uno realmente siente. Aunque no sea lo que los demás esperan.
Sueltas una leve risa, inesperada, el nudo en tu pecho se aflojaba un poco. Pero por primera vez en días, una sonrisa genuina y despreocupada se dibujó en tu rostro.
El rubio observó esa sonrisa con una expresión que parecía entre sorprendido y complacido.
—Eso. Eso es lo que quería ver.
Arrugas el entrecejo confundida. —¿Qué cosa?— Le cuestionas, aún con rastros de alegría en tu semblante.
—Tu sonrisa. Es algo que... quería ver desde que te conocí— Él se sincera.
Una sensación ardiente fluyó a través de tus venas, combatiendo la frialdad del ambiente. Era extraño, intenso pero a la vez tan sencillo. Habías estado a la defensiva por tantas horas seguidas, pero ahora, conseguiste momentáneamente paz. Tal vez, esa emoción era la que tanto te describió Joe, con añoranza en su voz.
—Tampoco pensé que mi sonrisa fuera tan importante, señor Gray— Te burlas un poco, en búsqueda de minimizar el sentimiento evidente en sus palabras.
—Lo es. Más de lo que crees— Tu nombre se resbala entre su habla, cargando con más intención sus miradas compartidas.
—Supongo que esa es tu razón más válida del porque me perseguiste el primer día que nos vimos ¿cierto?— Lo miras de reojo con una sonrisa juguetona bailando en tus labios.
Tu sonrisa se ensancha cuando él alza una ceja, y te mira con curiosidad. —¿Eso piensas? ¿Que te perseguí?
Cruzaste de nuevo los brazos pero ahora con más seguridad. —No lo piense tanto, señor Gray. Lo sé, ahora que pongo en retrospectiva lo que pasó ese día— Dices pensativa. —Fue como si estuvieras decidido a no dejarme escapar.
—Tal vez no quería que te escaparas. Y ahora... parece que funcionó, ¿no?
Giraste los ojos mientras reíste de nuevo. Decidiste no dejarlo tan fácil. —Oh, claro, ahora parece obvio. Pero en ese momento, ¿no te parecía un poco espeluznante? Un chico misterioso apareciendo de la nada.
Robert te interrumpe, fingiendo estar ofendido. —¿Espeluznante? No lo creo. Más bien intrigante. Admitelo, desde el principio te gustó la atención.
Aunque seguiste divertida, eso taladró algo en tu subconsciente. —¿De verdad? ¿Eso crees? Pensé que eras uno de esos tantos tipos raros del pueblo.
Robert hizo una pequeña pausa teatral, llevándose una mano al pecho como si hubiera recibido un golpe. Un dejavú de aquella noche bajo la luz del farol. —¿Raro? Vaya, eso si me dolió. Aunque, por cómo te ríes, parece que me gané tu atención también.
—Tal vez un poco. Pero todavía no me he decidido si fue una buena o mala decisión.
Robert te escaneo intensamente, su sonrisa juguetona desapareciendo por un segundo, dando paso a algo más serio. —Fue una buena decisión— Dice en voz baja.
Por un momento, el aire entre ambos pareció volverse más denso. Aunque sabías que jugaban, algo en las palabras del hombre siempre llevaba consigo una capa de verdad que te descolocaba.
Recuperas la compostura al segundo. —Oh, ¿de verdad? ¿Y qué te hace estar tan seguro?
El rubio pasa uno de sus largos brazos detrás de ti, rozándote la espalda. Lo disimula apoyándose contra el respaldo de la banca. —Porque si no fuera así... no estarías aquí, conmigo, recordando ese día. Admitelo, desde el principio, algo en mí te llamó la atención.
Sentiste un escalofrío que erizó los vellos de tu nuca. Sabías que lo que decía era verdad, pero no te permitirías admitirlo ni siquiera para ti misma. Así que decidiste seguirle la corriente. —Tal vez. Pero sigues siendo un poco espeluznante, Robert— Él resopla mientras niega ligeramente con su cabeza. —Eso fue por llamarme extraña.
Gray suelta una risa delicada. —Y eso, es precisamente lo que te atrae.
Admiraste el ritmo constante del caer de la lluvia que casi parecía una canción de fondo para el momento que compartían. Habías perdido la noción del tiempo, embelesada por la conversación con Robert y la extraña conexión que se había formado entre ambos. Por fin, consideraste que habías pasado un lapso de tiempo más largo del que creíste. Pensaste en mamá, que seguramente estaría preocupada. Más aún después del pequeño altercado que habían tenido antes de que salieras de casa.
Instintivamente, tu mirada se dirigió a la muñeca del hombre, donde llevaba un elegante reloj antiguo, con una correa de cuero y una esfera metálica que brillaba suavemente bajo la tenue luz.
—¿Qué hora es?— Le murmuras. Él había estado observándote con curiosidad combinada con leve misterio. Se dio cuenta de hacia dónde estaba mirando.
En lugar de darte una respuesta directa, sonrió levemente, inclinando la cabeza hacia un lado como si estuviera pensando en algo. —¿Estás preocupada por el tiempo?
Asientes, mirando el reloj con más insistencia.
—Creo que mi mamá debe estar preguntándose donde estoy. No quiero que se preocupe.
Robert hizo una pausa, bajando la mirada hacia su propio reloj, pero en lugar de leer la hora, comenzó a desabrochárselo lentamente. Lo observaste, algo desconcertada por sus acciones.
—Aquí tienes— Antes de que pudieras procesar lo que estaba ocurriendo, Gray te tendió el reloj. Era una pieza delicada, antigua y claramente valiosa, pero él lo ofrecía con una naturalidad que te dejó sin palabras.
—¿Qué...? No puedo aceptar esto, Robert. Es tuyo, y parece importante— Niegas, tratando de regresar el objeto a él, y alejarlo de ti.
Pero él, a cambio habla con una voz tranquila y encantadora. —Para mí lo importante es que lo tengas tú. Tómalo como un vínculo, algo que te recuerde este momento... a mí. No te preocupes por el tiempo ahora. Disfruta el presente.
Contemplas con admiración su gesto significativo. Tomas el reloj con delicadeza sintiendo el peso y el frío del metal en tu mano. Aún incrédula, bajaste la mirada hacia tu muñeca, debajo de la manga de tu impermeable amarillo, donde llevabas una de tus pulseras. Era simple, hecha de cuerdas entrelazadas, pero con pequeños detalles que la hacían especial para ti. Sin pensarlo demasiado, la desprendiste de tu brazo y, con una sonrisa tímida, la tendiste hacia el rubio.
—Aquí... no es tan impresionante como tu reloj, pero tal vez te guste— Robert observó la pulsera por un momento, luego extendió su mano y la aceptó con una suavidad inesperada. Sus dedos rozaron los tuyos mientras la tomaba, sentiste una extraña electricidad correr por tu piel.
El rubio escanea la pulsera entre sus manos. —Es perfecta.
Sin decir nada más, Robert se colocó la pulsera en la muñeca opuesta, sonriendo con esa expresión que parecía siempre esconder un secreto. No pudiste evitar sonreír también, sintiendo cómo algo en ese gesto había cambiado el ambiente entre ambos, un vínculo silencioso, algo que ahora compartían y que parecía mucho más profundo de lo que se podría explicar con palabras.
Por tu parte, apreciaste el reloj, ahora alrededor de tu brazo, sintiendo su peso, no solo físico, sino simbólico. —Gracias— Dijiste, en algo más bajo que un simple susurro.
Él te mira, con añoranza profunda. —No tienes que agradecerme. Ahora ambos llevamos algo del otro. Algo que nos conectará, sin importar dónde estemos.
Sentiste el tiempo deteniéndose una vez más, el sonido de la tormenta quedando en segundo plano. No había prisa, no había preocupaciones. Solo estaban los dos, compartiendo un pequeño fragmento del mundo, bajo la lluvia.
_____________
Llegaste a casa horas más tarde. Posando frente al pórtico con el rastro evidente de aquel momento, las gotas de lluvia aún resbalando por tu cabello. Nada en el exterior podría igualar la tormenta de emociones que llevabas dentro. La puerta se cerró suavemente detrás, y por un segundo, te permitiste apoyarte contra el marco, tus comisuras develando una sonrisa solo para ti.
El reloj de Robert, frío y elegante en tu muñeca, era un recordatorio tangible de lo que acababas de vivir. No pudiste evitar darle una ojeada una vez más, admirando los detalles, el brillo del metal y la historia que probablemente escondía. Recordaste sus palabras con un vuelco en el corazón, aquella forma que te había ofrecido algo tan íntimo y como tú lo habías correspondido. Aún podías sentir la calidez de sus dedos al rozar los tuyos.
Tu ensueño se vio interrumpido por la voz de tu madre, ella llama tu nombre con evidente preocupación. —¿Dónde has estado?
Enderezas tu postura rápidamente y desvías la vista de tu brazo, en un intento de parecer tranquila. Mamá se encontraba en el pasillo, con los brazos cruzados y una mirada de alerta que no dejaba lugar a excusas.
—Estaba... con una amiga, mamá. No te preocupes, estoy bien— Fuerzas una sonrisa, minimizando la situación.
Pero ella frunce el entrecejo y da replica.
—Estuve buscándote. Incluso llamé a la casa de Joe. Pero no estaba... Nadie contestó— Te mira expectante tratando de quebrar la barrera con la que ocultabas la verdad. —Y por lo que yo pienso y asumo cuando fuiste tú tampoco la encontraste, ¿no?
Parpadeaste, sorprendida por lo que acababas de oír. Sí, la habías buscado antes de encontrarte con cierto hombre, y su casa estaba vacía. Sin embargo, la llamada de tu madre sugería que Joe tampoco estaba en casa cuando ella te buscó, eso te provocó una punzada de inquietud.
—¿Llamaste a la casa de Joe?— Preguntas confundida. Ella asiente con una seriedad que solo te asegura que algo andaba mal.
—Sí, varias veces. Me pareció raro que no estuviera ni ella ni su familia. ¿Segura que estabas con una amiga?— Te observa con cautela, queriendo descifrar la expresión de tu rostro.
Bajás la mirada un instante, sintiendo cómo la realidad se mezclaba con los recuerdos de lo que habías vivido esa tarde. Sabías que mamá estaba preocupada, y sentiste una pizca de culpa porque no podías evitar que un cálido sentimiento de emoción aún latiera en tu pecho. Aunque la incertidumbre crecía alrededor de lo que había pasado con Joe, esa sensación no lograba borrar la ilusión que estabas experimentando.
—Sí, mamá, de verdad. Solo creo que... estaba demasiado distraída— Susurras. Sabías que la explicación no era del todo convincente, pero estabas tratando de evitar cualquier detalle que revelara lo que realmente había pasado.
Esa conexión que habías compartido con aquel hombre bajo la tormenta era un secreto que pensaste, debía permanecer oculto. No podías ni siquiera pensar en cómo explicárselo a mamá, ni tampoco querías en realidad.
Ella te miró con desconfianza, pero finalmente suspiró y dejó el tema por ahora. —Está bien, pero no vuelvas a desaparecer así. Sabes cómo me preocupo. —La ves acercándose, y te brinda una mínima caricia en tu mejilla. —No quiero que algo te pase.
Apruebas suavemente con la cabeza, aunque sus palabras resonaban en tu mente. Una ligera duda se asomó en el fondo, pero antes de que pudieras profundizar en ello, tus ojos volvieron a posarse en donde el reloj estaba escondido, bajo la manga del impermeable.
—No te preocupes, mamá. Estoy bien— Sonríes débilmente, habiendo un paralelismo y contraste al semblante que tenías por la mañana.
Sin esperar más preguntas, subiste las escaleras sintiendo la necesidad de despejarte. Cerraste la puerta de tu habitación, y te despojaste del impermeable colgándolo en el perchero. Te dejaste caer sobre la cama, sintiendo el peso del día, pero también esa inexplicable sensación de emoción que aún no se desprendía de ti. Acariciaste el objeto alrededor de tu brazo, deslizando los dedos por la fría superficie metálica, como si eso reviviera el momento especial.
Pero también vagaste por la inquietante mención de mamá sobre Joe. ¿Dónde podría estar? ¿Y por qué tenías esa sensación de que algo estaba terriblemente mal, incluso cuando esa nueva sensación por Robert te arrastraban en otra dirección?
Suspiraste, levantándote para dirigirte al baño. Cerraste la puerta tras de ti, sin pensarlo demasiado, encendiste el grifo del agua caliente. El vapor empezó a llenar lentamente el baño, empañando el espejo que tenías de frente .
Diste otro suspiro pesado, inclinándote sobre el lavabo sintiendo el cansancio en cada fibra del cuerpo. Pero cuando levantaste la vista al espejo, notaste algo extraño.
En un principio pensaste que fue un descuido de tu imaginación, pero luego se volvió más evidente. Tu reflejo no coincidía con tus movimientos. Te quedaste inmóvil paralizada por el desconcierto y la creciente sensación de pavor.
El reflejo te miraba directamente, mientras tu quisiste burlarlo moviéndote. Un escalofrío te recorrió la columna vertebral. La otra tú comenzó a moverse, pero de una manera extraña, lenta y descoordinada. La expresión en el rostro reflejado cambió, volviéndose rígida, casi antinatural, mientras una sonrisa siniestra se formaba en sus labios. No pudiste apartar tu mirada, tal como la escena de la mañana, ni siquiera cuando sentiste que tu corazón saldría de tu pecho.
Esa versión tuya alzó una mano, temblaste cuando viste como ella dibujaba lentamente algo en el espejo empañado, como si el vapor formara palabras a su propio antojo.
"Eres la siguiente". La inscripción en mayúsculas sobre el espejo tenía una claridad aterradora. Los ojos del reflejo se oscurecieron, y la sonrisa que mantenía se volvió más torcida, casi burlona, como si disfrutara del miedo.
Tu respiración se aceleró y el sonido del agua corriendo parecía aumentar, como si la habitación estuviera cerrándose alrededor tuyo. No sabías cómo escapar.
El reloj en tu muñeca comenzó a sentirse más frío, como si estuviera absorbiendo el calor de tu piel, como una presencia silenciosa.
Todo se desmoronó en un santiamén, en el baño oscuro y lleno de vapor, con tu reflejo mirándote como una advertencia macabra, esa débil seguridad se desvanecía.
Con un último vistazo al espejo, donde las palabras aún brillaban en el vapor, saliste apresuradamente del baño, casi tropezando en la prisa. Y al cerrar la puerta fue entonces cuando lo escuchaste, el suave e insistente sonido de cascabeles, acompañado de la melodía grave de una canción de carnaval. Como esa que te recibía cuando entrabas a la feria, o un circo.
Poco sabías que, tras aquel viejo cerrojo de la puerta, estaba cierta entidad monstruosa, el monstruo infame que manejaba Derry a su propio antojo. El mismo que ya te había elegido como su próximo objetivo. La próxima presa a cazar.
Por otra parte, te sentaste al borde de la cama procesando la visión horrenda. Algo te acechaba y la advertencia en el espejo era una señal clara de que no estabas a salvo.
Observaste de nuevo el pequeño obsequio de Robert. Y a través de su brillante cristal pudiste apreciar un coraje centelleando en tu mirada cansada. Decidiste que no permitirías que tu vida, tu destino, se viera opacado o sellado por aquella amenaza. Pero ¿serías capaz de cambiar lo que tu alma profetizó aquella tarde en la tienda de antigüedades?, ¿serías capaz de salir ilesa de la batalla?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro