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𝐢𝐢. cuando golpeaste a mi puerta

𝗆𝗈𝗇𝗌𝗍𝖾𝗋 𝗂𝗇 𝗆𝖾 | 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐.
"early this morning, when you knocked
upon my door"


Contemplaste como el crudo resplandor del amanecer sentenció el fin de otro intranquilo anochecer. Tan pronto como su luminiscencia descendió sobre la malograda hoja de tu cuaderno, pudiste observar con más precisión cada trazo sobre ella.

Trasnochar era complicado y solo lo pudiste solucionar librando a tu mente de todas las ideas que lo atormentaban cada que intentaste descansar.

No había un milagroso momento que tus pensamientos soltaran su imagen. Te viste en la necesidad de plasmarlo en papel. No tenías referencia para hacerlo, lo único que te apoyó fueron tus recuerdos. Pronto simples rayones se transformaron en una docena de bocetos rápidos esparcidos en cada espacio en blanco. Aún así no te mantenías del todo calmada.

Al pasar de los minutos tus párpados pesaban cada vez más, y cada parpadeo se hacía más lento y largo. El cansancio se apoderaba de ti. Te balanceaste sobre el escritorio de madera, rechinó cuando el peso de tu torso se reposó sobre él. Consideraste no levantarte quizá hasta que el sol se ocultara de nuevo.

El frío viento que se filtraba por la ventana te arrullaba. También contribuyó que una entrecortada y bestial respiración golpeara la mitad de tu rostro y te tranquilizara de cierta forma insana. Pero eso no estaba bien ¿verdad? Tu subconsciente gritó tu nombre con tanto fervor que parecía sufrir. Levántate.

Tu cuerpo se reincorporó en la silla y casi caes al suelo por la fuerza que habías aplicado. Recordaste algo, había alguien más en la habitación.

Inspeccionaste cada rincón de ella, inclusive debajo de la cama. Para tu decepción y alivio, estabas sola. Sin embargo, no era suficiente.

Escuchaste pasos apresurados en el pasillo, era quedarte dentro de la habitación o salir a investigarlo. Optarías por la primera opción si no fuera porque entre todas las horribles posibilidades, existía una que te empujó a salir de tu cuarto.

Corriste a la planta baja sin mirar detrás. Por más que buscaras, en el fondo de tus pensamientos deseaste que todo fuera imaginación tuya. Después de todo, tú mente podía estar vilmente jugando contigo.

¿Estas bien?— Preguntó tú madre desde la entrada de la casa. La búsqueda te traía tan ensimismada que fue su voz la que te sacó del trance.

Creí que había alguien más— en tu mente tal vez no sonó tan ridículo como cuando contestaste a su pregunta. Ella negó balaceando su cabeza de lado a lado y bajo la mirada para observar lo que sostenía en sus manos, tú hiciste lo mismo. —¿No es demasiado temprano para que llegue la correspondencia?— cuestionaste.

Debe ser que el cartero tiene tus mismos horarios de sueño— bromeó ella. Aunque ya sabias que más que chiste era también reprimenda. Aún así sonreíste bobamente. Así fue hasta que viste la expresión de su rostro cambiar, estaba confundida. —Hay una carta para ti— te miró sin saber qué pensar al respecto.

Tomaste el pequeño sobre en el que solo se podía leer la dirección de tu residencia. Lo rasgaste para divisar su contenido, detectaste que en su interior solo había un trozo de papel desgastado que cuando le diste la vuelta tenía algo más.

Era él nuevamente. Pero había algo distinto. Todos los rostros que aparecían en la fotografía estaban tachados, los rayones eran imprecisos, era aún más notorio pues resaltaba el color borgoña con el que lo habían hecho. No lo tomaste con rareza pues creíste saber quién era la responsable de ello.

Corriste hasta el teléfono fijo en la pared de la cocina y tecleaste rápidamente una secuencia de números. Esperaste hasta que escuchaste que habían tomado la llamada. —Así que al final si lo hiciste, imbécil— dijiste riendo en el micrófono del teléfono. Nadie contestó.

Jolene, ¿estás ahí?— No había respuesta aún. En su lugar el ruido de la intermitencia era lo único que el auricular propagaba por tu oído, lo raro era que entre más escuchabas más nítidas se hacían las risas de una multitud de niños. Juraste que detrás de ese bullicio escuchaste la misma respiración que antes, en tu habitación, añadiéndole el sonido de su risa grotesca. Concluiste la llamada.

No te percataste que el miedo atacó tu sistema a tal manera que estabas arrugando con fuerza la fotografía en tu puño. Rápidamente intentaste devolverla a su estado original, fallaste.

_____________

Te juro que es real, había un intruso o un acosador, yo que sé— continuaste defendiendo la veracidad de tu anécdota sin importar qué tan incierta sonara. Parecías un niño pequeño intentando convencer a sus padres que su mentira era real. Pero Jolene seguía negándose a que tu relato fuera más que un sueño. —Y como quieres explicar entonces que justo me enviaron esa foto— cuestionaste ya cuando tu paciencia estaba al borde de la exaltación.

Ante su negación la frustración te inundó, tú mirada le suplicaba abstenerse a juzgarte. —Oye quiero creerte pero entiéndeme— dijo ella, aferrándose a la oposición —¿Cómo quieres que descubra eso?— Su pregunta era tonta. ¿Por qué se estaba comportando tan irracional y terca? Parecía que no fuera ella, en cualquier otro momento estabas segura que te apoyaría, pero ahora era distinto. 

Llevaste tus manos a tu rostro y con las puntas de tus dedos sobaste tus párpados. Estabas exhausta. —Ni siquiera se por que te lo conté, de todos modos— manifestaste, sin procurar que fuera en voz baja pues las palmas de tus manos amortiguaron tu voz.

La pequeña campana de la puerta, tintineó por sobre todo la bulla presente en la cafetería.

¿Estas segura de que tienes la foto en realidad?— inquirió intentando que le dieras si quiera una prueba. Y de no ser porque tu distracción te llevo a mirar hacia la puerta de cristal, hubieras explotado en estrés.

Cuando tu entrometida mirada registró al desconocido que había entrado al local, hiciste tu mayor esfuerzo para no hacerte evidente y ahogaste un jadeo de sorpresa.

Su altura lo hacía resaltar por encima del mar de cabezas que estorbaban en tu campo de visión. Seguiste cada uno de sus movimientos y lo analizaste.

Los mechones rubios, casi castaños, cayeron lado a lado de su rostro. Tenía la misma delicadeza y finura en cada una de las facciones que decoraban su rostro. Aún de lejos lo notabas. Parecía un sueño vuelto realidad, o tal vez una pesadilla disfrazada de tu más reciente fantasía.

De no ser porque tus emociones comenzaron a delirar por su presencia, te habrías percatado que tenía compañía, a su lado, una linda chica sostenía su brazo y le sonreía casi tan encantada como tú.

¡Oye, escúchame!— Expresó Jolene, mientras agitaba su mano frente tu cara. Volteaste en su dirección, desconcertada, internamente te preguntaste si ella también lo había notado. —Has pasado los últimos dos minutos babeando por ese tipo.

¿Lo estás viendo?— Tu curiosidad te había levantado el ánimo. —Solo dime que te diste cuenta de lo mismo que yo— la tomaste de los hombros y dándole pequeños empujones para que te contestara.

Sí, lo veo. Estas fantaseando por el noviecito de Emilie Donovan— comentó tu amiga, fingiendo una voz chillona, y dándole especial énfasis al dato de que el muchacho no estaba soltero.

¡Que bueno que esto no sea alucinación mía!— Soltaste con alivio, hasta que caíste en cuenta en el comentario que Jolene había hecho —Espera, ¿cómo que su novio?—Preguntaste con el fin de corroborar que lo que escuchaste estaba en lo correcto.

Es lo que yo creo. Al menos lo he visto dos o tres veces los últimos días. Parece que la visita diario— supuso la chica.

¿Y vas a afirmarlo con solo eso?— La interrogaste. A este punto tu curiosidad también estaba colmando su paciencia.

¡Porque es obvio! Además solo hace falta prestar atención a como se comporta con él— replicó irritada.

Medianamente pudiste empatizar con su sentimiento, aunque eso no calmó tus ansias por conocer como era posible ese grado de similitud que tenía aquel joven con el de la imagen. El detalle era que no tenías ningún motivo razonable para acercarte, y la idea de socializar se volvía remota.

Mientras tú divagabas, Jolene terminaba su desayuno. Con ambas distraídas no había quien les diera el aviso de que cierto rubio mantenía su encantadora mirada directo en su dirección, o más bien tu dirección. No bastó mucho tiempo para que lo percibieras. Quizá fue por una fuerza externa o la singular sensación de sentirte observada.

Un escalofrío te recorrió por la espalda y te estremeciste con el encuentro a la lejanía. Él no hizo ningún gesto que te permitiera detectar una parte mínima de lo que pensara u opinara. Su sola presencia era indescifrable.

Rompiste el contacto visual, pues sentiste el jalón que tu amiga te estaba dando para indicarte que era tiempo de irse. Te levantaste de tu asiento y procuraste no perderla entre las personas del lugar. Pronto, cuando se acercaron a la salida, ella tomó distancia mientras tú te quedaste atrás.

En tu intento por acelerar el paso tropezaste levemente. Antes de reaccionar para equilibrarte por ti misma, alguien te detuvo. Cuando sus manos rodearon tus brazos, te sostuvo con cierta fuerza, tu cuerpo tembló ante el tacto y tu mente te envío una alerta, como si pasaras peligro.

Tus palpitaciones se aceleraron cuando sus bonitos ojos verdes te analizaron, estaba expectante de cualquiera que fuera tu siguiente movimiento. Te parecía repulsiva la creciente emoción que presentabas, ahora que podías escanearlo a mayor detalle, debido a la cercanía.

Yo...ya tengo que irme— le avisaste con detenimiento, ¿por qué estabas nerviosa? —Gracias por ayudarme— tal vez ni siquiera te había ayudado y solo era una manera de tener algún tipo de contacto físico contigo, pensaste. Pero era muy ridículo, eso sólo podría ser si le interesaras ¿no? O simplemente estabas sobrepensando.

Él no respondió nada, no sabías si no te había entendido o siquiera escuchado. Así que solo le sonreíste antes de escabullirte de su toque. Cuando te perdió de vista, sonrió. Por fin había comenzado el juego.




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