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𝐢𝐯. el cielo miente como de costumbre

𝗺𝗼𝗻𝘀𝘁𝗲𝗿 𝗶𝗻 𝗺𝗲  |  𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟒.
"on another chance again the heaven lies
as usual, there is no quite life for me"


Tus manos hicieron que tu esencia bailara sobre cualquier lienzo en blanco que se interpusiera en tu camino, descifrar tu propia creatividad para poder plasmarla siempre te fue sencillo. Hasta ahora.

El aula de arte parecía un sitio distante a tu realidad cuando fue complicado concentrarte si quiera en una idea para desarrollar sobre el papel. En cambio, de reojo, captaste a cualquier otro en la sala concentrado en su propio trabajo.

Moviste con impaciencia tu pie, te envolvía una incomodidad extraña. Bajaste tu mirada hacia tu mano, donde aún se paseaba el calor de su mano, el fantasma de su toque. Era constante que regresara cuando quisiera a tu pensamiento, el bonito y misterioso brillo de su mirada te seguía aunque intentaras distraerte haciendo cualquier tontería. Después de esa noche te fue imposible calmar el calor que nacía en tu pecho cuando divagaste por él. ¿Volverías a verlo?

Sacudiste tu cabeza, intentando despabilar el peso agobiante de los recuerdos. Respiraste hondo para desvanecer la tensión en tu cuerpo. Fue inútil. Al momento las luces del salón parpadearon al compás del tic-tac del reloj sobre la pared. Pensaste que fue solo una visión tuya pues nadie se inmutó.

Pero las luces no eran lo único inusual, captaste tus propios rayones y trazos irregulares formando una mancha extraña, la sombra de un rostro extraño que eras incapaz de reconocer, al menos al momento.

Las luces parpadean de nuevo. El ambiente era pesado y el susurro de los bolígrafos sobre el papel se vuelve más ruidoso. Y sin percatarte tu mano comenzó a moverse fuera de tu control, detallando cada vez más el rostro en el centro de la hoja. Había una sonrisa deforme y tétrica, que parecía burlarse de ti.

Sentiste miradas indiscretas que te perseguían desde cada esquina de la habitación, pero tus compañeros estaban ensimismados en su propia plática. Apartaste la mirada hacia tu alrededor, buscando una respuesta que explicara la extraña escena que al parecer solo tú estabas presenciando. En un instante fugaz podrías jurar haber visto una figura alta, observándote fijamente desde el lado opuesto en el aula. Una sensación familiar se apodera de ti, el mismo miedo que habías sentido el día que lo viste por primera vez. Al chico de la fotografía. No, a Robert ¿Verdad?

"No es real". Pestañeaste repetidas veces cayendo en cuenta de la débil voz en el fondo de tu mente luchando contra la paranoia, evitando que te ahogaras en terror absurdo. Pero, si no era real, por qué aún escuchabas tan desbocado a tu corazón. No es real, repetiste al ritmo de tus latidos incesantes. Posaste las manos las manos en tu rostro, queriendo palpar tu realidad, aún seguías ahí y no era un sueño extraño. "Cálmate". Capturaste el susurro, casi dudando que tu misma lo hubieras emitido.

Tu cuerpo se sobresaltó cuando alguien te tomó del hombro. La persona llamo a tu nombre. —¿Estás bien?— Preguntó a tu lado una voz masculina que reconociste rápido.

Sí, supongo que sí— Respondiste evitando ver a tu compañero de clase, te levantaste de tu asiento y fingiste mirar el reloj. La clase había terminado. Volteaste hacia tu mesa, contemplando horrorizada tu grotesco boceto. —Vaya mierda, eh—. Dijiste para ti misma mientras arrancabas la hoja de tu cuaderno, tomaste el resto de tus cosas y caminaste en dirección al bote de basura con el papel arrugado en mano.

Hey, no debe ser tan malo— Habló tu compañero detrás de ti. Lo enfrentaste un breve instante, entrecerraste tus ojos juzgando sus verdaderas intenciones. Solo habías cruzado plática con él un par de ocasiones. Matthias Thorne era uno de tus escasos compañeros del club de arte, un tipo alto, de cabellera oscura y rebelde.

Claro, tienes toda la razón— Soltaste con sarcasmo, observaste tu obra por última vez antes de romperla y desecharla, intentando también deshacerte de los restos del miedo en ti.

Alguien no amaneció de buen humor— Matthias entona burlón, procurando seguir tu paso acelerado cuando sales del aula, persiguiéndote a través del pasillo. Ibas considerablemente rápido, casi sin ocultar que querías librarte de él. —¿Tanta prisa tienes?— Pregunta irritado, tomándote del brazo con cierta brusquedad, haciéndote detener en la salida del edificio.

¿Qué quieres, Matthias?— Forcejeas para soltarte de su agarre, dando un paso atrás para marcar distancia.

Te he visto, no estás del todo bien, quería ofrecerme para acompañarte— Hace una pausa, recorriendo tu expresión. —Al menos hasta que estuvieras mejor.

Había un tinte peculiar en su voz, uno que te hacía creer que sus palabras tuvieran un doble sentido que no querías explorar.
Gracias, pero prefiero irme sola— Procuraste mantenerte cortés, a pesar del malestar que comenzaba a crecer en tu estómago. Aún te mantenía acorralada y se aprovechó para dar un último estirón a tu brazo, que hiciera que te pegaras aún más a su cuerpo.

Al borde de tu arranque de ira, el entorno advirtió un cambio repentino como si una densa fuerza, mordiendo lo sobrenatural, se aproximara sobre ambos. Matthias ciñó su enganche en tu brazo, captaste su expresión de sorpresa ser remplazada por una de miedo. Aprovechas la mínima oportunidad para encajar tus uñas en su muñeca, y su agarre flaquea inmediatamente dejándote libre, con una prominente marca rojiza en tu piel.

Encaras aquella figura que había emergido a tus espaldas. Ahí estaba una vez más, la viva causa del vuelco en tu corazón. Su aura dominante lo delata, Robert entra en escena.

Me parece que no escuchaste bien— Dice por lo bajo, dejando fluir en su voz una autoridad tan fría que envía un escalofrío por tu espalda. —Ella prefiere irse sola.

Matthias retrocede torpemente haciendo obvio su nerviosismo, la seguridad con la que había actuado antes se desvaneció. Algo en la intención oculta que ardía en los ojos de Robert, hacia que fuera imposible desafiarlo. —Yo... solo quería...— Balbuceó buscando una excusa que le evitara problemas.

Robert permaneció sin emoción visible, levantó su rostro con autoridad y bastó con que diera un paso adelante para intimidarlo aún más. —No fue una sugerencia. Vete ahora—. Observaste a Matthias, enredándose en sus propios pasos alejándose en dirección opuesta.

La tensión del aire pareció disiparse, pero la cercana presencia del hombre a tu lado aún mantenía tus vellos en punta. Regresó en tu dirección, apreciaste como ligeramente se suavizaba su semblante al tomar registro de tu rostro.

¿Estás bien?— Preguntó, capturando la cautela en tus movimientos cuando acariciaste tu herida.

Asentiste lentamente, ignorando el audible golpeteo de tu corazón. —Gracias, señor Gray— Lograste reunir débilmente las palabras, consiguiendo sacar una sonrisa casi imperceptible en el rostro del hombre.

No hay de qué. Nadie tiene derecho a incomodarte, mucho menos en mi presencia— La rara familiaridad en sus palabras te descolocó, sin entenderlo, la sospecha se plantó en el fondo de tu pensamiento queriendo diseccionar su objetivo, había un peso que te alarmaba sin descanso. A cambio, le ofreciste una delicada sonrisa que pudiera distraerlo.

¿Y qué lo trae por aquí?— Cuestionas su singular encuentro. Tratando de disuadir tu reacción anterior —¿Qué es lo que está
buscando en un lugar como este?— Dices con un toque de desafío.

Robert mantuvo su mirada fija en la tuya por un largo momento, como si considerara cuidadosamente su respuesta. Luego, con una sonrisa que prometía más de lo que decía, respondió en un tono suave y cargado de intención.

Me gusta vagar por cualquier rincón, este pueblo es pequeño pero siempre se puede encontrar algo nuevo. Algo interesante— Dice él, notas el especial énfasis que añade al final mientras te obsequia una sonrisa cómplice —Quizás... algo o alguien que pueda hacerme ver Derry desde una nueva perspectiva.

La insinuación en sus palabras quedó flotando en el aire, y aunque parte de ti sabía que era peligroso seguirle el juego, no podías evitar sentirte atraída por él, por esa mezcla de encanto y oscuridad que irradiaba.

Por un mísero instante apreciaste como la cálida luz solar hacía resaltar sus rasgos marcados y angulosos, te embriagaste con su imagen casi irreal. Hasta que una punzada de alerta ataca tu subconsciente y te arrebata de tu pequeña ensoñación.

Vaya... tal vez eso es lo que yo necesite. Explorar un nuevo enfoque—. Refieres  pensativa, envuelta en los inquietantes recuerdos fugaces de los últimos días —Digo, antes de que el mío termine por consumirme.

Robert inclinó la cabeza, su expresión mostrando una mezcla de curiosidad y algo más que no podías descifrar del todo.

Viendo que a duras penas salí ilesa del salón de arte— Mencionas, desviando tu enfoque al edificio, más concretamente a la enorme silueta que parecía observarte desde el opaco ventanal del aula. Tu respiración se detiene por un instante.

Parece que has tenido una clase más intensa de lo usual. ¿Todo está bien?— Él infiere con su voz plagada de serenidad.

Frotas tus párpados cuando no logras ver más aquella sombra, que parecía vigilarte por el rabillo del ojo. Giras tu cabeza y su mirada verdosa te encuentra de inmediato, enviando una oleada de emociones a tu torrente. Te hizo sentir como si pudiera ver directamente dentro de ti, descubriendo tus dudas pero por sobretodo, tu miedo.

Sí, supongo que solo fueron un par de cosas raras. Nada que no pueda manejar— Sueltas tratando calmar tu rastro de tensión.

Robert da un paso hacia ti, acercándose con cautela, asimilando un cazador acechando a su presa. Tu ritmo cardiaco se altera, percatándose de la reducida distancia entre ustedes, al punto en el que percibes el sutil aroma que desprende. Masculino, una mezcla de madera y algo oscuro, casi indefinido.

El hombre levanta una ceja, evidenciando su curiosidad. —¿Cosas raras? ¿Cómo qué? Me cuesta imaginar algo que te perturbe.

Su manera de expresar, retándote a revelarle más, acrecentó tu nerviosismo. Parte de ti quería contarle lo que había sucedido, cómo habías sentido una presencia aterradora en el aula. Pero había algo que te decía que él ya lo sabía, o al menos, que sospechaba más de lo que dejaba ver.

Evades su mirada expectante, perdiéndote en el entorno que los rodeaba. —Solo... sensaciones extrañas, sombras que no deberían estar allí— Haces una diminuta pausa, repasando lo absurdo en tus palabras. Temiendo ser juzgada por el tipo —O tal vez solo estoy cansada.

Él prosigue sin perderte de vista, como si no quisiera desperdiciar una pizca de tu imagen.
Cansancio. ¿O tal vez hay algo más, algo que se niega a salir de la superficie?

Sus palabras te hicieron estremecer. Suspiras suavemente en búsqueda de calma. —No sabía que fueras tan observador, Robert.

Robert se inclinó un poco más cerca, sus ojos verdes reflejan los tuyos. Se apropia del tiempo, haciéndolo parecer lento, y obligándote a que te aferres a la idea de que lo único que existe en ese momento es su proximidad.

Sus labios se curvan de nuevo en una sonrisa.
Tal vez solo soy observador cuando se trata de cosas que realmente me interesan... como .

El calor ataca tus mejillas, y tu corazón galopa rogándote dejarte llevar al borde de ese precipicio, con tu razón advirtiéndote que cualquier movimiento en falso te haría caer. Pero también te carcomía la tentación de ver hasta donde podrías manejarlo.

Te plantas firme, decidida a desafiarlo.
Entonces, Robert. ¿Qué haces cuando algo te interesa tanto?— Analizas su semblante casi satisfecho. Recorriendo tu rostro deteniéndose por un instante en tus labios antes de volver a encontrarse con tus ojos.

Lo exploro, lo descubro, lo entiendo... y lo disfruto— Revela en un susurro repleto de intención.

En un recóndito lugar de tu pensamiento escuchas la voz de Joe, trayendo de vuelta su plática en la cafetería. Todo en Robert era incierto, lo rodeaba una neblina de incógnitas que no estabas segura que pudieras resolver. Te asqueaba admitir el gusto que tenías por aquella atracción poderosa que irradiaba. Tú también querías descubrir más, querías descifrarlo.

El estruendo lejano del campanario de la iglesia te saca de tu ensimismamiento. Era tiempo de irte. Sales de su cercanía, como si una fuerza invisible te repeliera. Pones una de tus manos en su pecho para darle un débil empujón, que ni siquiera lo mueve en realidad. —Me encantaría seguir hablando, pero me temo que debo irme.

Él levanta una de sus grandes manos y cuando estás segura que la dirige a ti con afán de detenerte, en realidad, la guía al centro de su pecho. —Sí me permites preguntar, aún hay algo en ti que me intriga. Y me gustaría que me lo aclararas antes que te pierdas por ahí.

Cruzas los brazos, como un gesto de defensa. Mantuviste la guardia en alto esperando aquella pregunta que no contestaste la vez anterior.
¿Cuál es tu nombre?

Finalmente, después de considerarlo un largo tiempo, con el peso de su mirada esperando tu respuesta, decidiste ceder. Y lo confiesas. Robert pareció saborear el sonido de tu nombre, como si fuera un secreto que finalmente había sido revelado.

Lo susurra un par de veces, repasándolo gustoso. —Un nombre bello, como quien lo posee— Habla en voz baja, profunda, derrochando su energía atrayente a su favor.

No estaba segura de decírtelo antes... pero parece que todo es distinto ahora— Le sonríes ligeramente, desviando su atención de la rojez que iluminaba tu rostro.

Te admiraba a través del intenso verdor en sus ojos, memorizando cada uno de tus gestos. —Ahora que sé cómo llamarte... tal vez podamos empezar a entendernos mejor.

La risa oculta en las comisuras de tus labios decae lentamente, percatándote del umbral que habías cruzado por decisión propia. Lo despides y tomas tu camino, huyendo del lugar. Primero con pasos lentos, indecisos, en ningún momento pretendes mirar hacia atrás. Sabías que lo que venía después sería algo completamente nuevo, algo que te tentaba tanto como te aterraba.

_____________

Esa noche no conciliaste el sueño. Estabas sentada en la cama, dando ocasionalmente ojeadas a la tormenta a través de la ventana. Pretendías dormir al compás del sonido de la lluvia, pero los recuerdos te hundían entre más procurarás evadirlos.

Buscabas minimizar la situación diciéndote que no era la primera vez que te encontrabas con un hombre atractivo en un lugar inesperado, pero algo en Robert Gray era diferente. Podías contar con una sola mano sus encuentros minúsculos a través de los días, y ya te sentías como si estuvieras atrapada en una red invisible, tejida con cada palabra que había dicho, con cada mirada que te había dirigido.

Cerraste los ojos, buscando bloquear tus pensamientos envolventes, pero era inútil. Aquel rostro seguía apareciendo en tu mente, esa sonrisa que era al mismo tiempo encantadora y aterradora.

Te levantaste de la cama, incapaz de soportar el peso de tus pensamientos. Caminaste hacia la ventana y miraste hacia afuera, deslizaste el marco esperando que el aire fresco de la noche aclarara tu mente. En su lugar, lo que sentiste fue un escalofrío que te recorrió la espalda. Nunca te acostumbrarías a eso.

Todo había sido tan... extraño. Desde el primer momento en que sus ojos se encontraron con los tuyos, habías sentido algo distinto, una conexión que no entendías y que te asustaba. Recordabas la forma en que te había hablado, cómo sus palabras parecían tener un peso mayor que el de cualquier conversación común. Había algo en él que te atraía y te repelía al mismo tiempo, como si estuvieras ante un abismo que te invitaba a saltar, pero te advertía del peligro.

Escuchaste el leve ruido del papel sobre tu escritorio, revoloteando por la brisa repentina. Te acercaste para tratar de ordenar aquel desorden. En mitad de las hojas la encontraste como siempre, vieja y maltratada, aquella fotografía antigua que aún no te atrevías a desechar.

"¿Quién es realmente?" te preguntaste en voz alta, mientras revisabas por milésima vez la imagen. Admirando el aterrador parecido entre el joven protagonista de la foto y el hombre que tenía dando vueltas incesantes. No podías dejar de pensar en ello. ¿Fue tu imaginación? ¿O realmente había algo más, algo más allá de lo que podías comprender?

Al momento, la habitación completa se iluminó por un vibrante relámpago. Un trueno excesivamente fuerte hizo temblar todo en el lugar. Consigo la habitación quedó casi en completa oscuridad, de no ser por la pequeña vela aromática encendida sobre tu buró. Cortesía de tu madre.

Pero aquel destello era diminuto comparado a la inmensa negrura que ya comenzaba a asfixiarte. Te precipitaste para alcanzar la vela, en el proceso tropezaste con un bulto, supusiste que era tu mochila. Tanteaste en el suelo para recogerla pero encontraste algo más. Aproximaste la vela al suelo.

Tomaste aquel retazo de papel, reconociste el trozo maltratado entre tus manos. La obra horrorosa que habías creado y desechado horas atrás. Estabas segura de que lo era, aunque a duras penas podías descifrarlo en la oscuridad. Allí, en el centro de la página, estaba el dibujo. La figura que habías trazado no era nada que hubieras planeado, era algo que había emergido de tu subconsciente, oscuro y perturbador. Lo que más te perturbaba era el rostro: una mezcla grotesca de sonrisas forzadas y ojos vacíos que parecían mirar directamente a tu alma.

"¿Pero qué...?" Murmuraste a duras penas completando tu propia incógnita. De repente, un relámpago iluminó la habitación de nuevo, sentiste algo detenerse en lo profundo de tu pecho, como si tu corazón no pudiera latir más. Juraste haber visto la figura del dibujo reflejada en el espejo al otro lado de la habitación, solo para desaparecer cuando la oscuridad volvió a reinar.

Tu respiración se aceleró, y el miedo comenzó a cerrar su mano helada alrededor de tu corazón. No podía ser real. Era solo un dibujo, solo el resultado de una mente cansada y perturbada por lo que había ocurrido en la clase de arte. Pero en ese momento, no podías convencerte a ti misma de que era solo tu imaginación.

Te levantaste de nuevo, sintiendo la necesidad de moverte, de no quedarte quieta en medio de la oscuridad. Pero mientras caminabas hacia la ventana, con la intención de buscar algún tipo de luz en el exterior, algo más llamó tu atención. Una risa grotesca, haciendo eco entre pared y pared. Una risa que ya habías escuchado antes.

Te congelaste, escuchando con atención, pero el sonido se desvaneció tan rápido como había aparecido. Con el corazón acelerado, te giraste hacia la puerta, con el impulso de salir de la habitación, de escapar de la sensación de que algo no estaba bien, de que algo o alguien te estaba observando. Pero justo cuando tomaste la perilla de la puerta, un último relámpago iluminó la habitación, revelando por un segundo una figura distinta, vestía un traje blanco, era enorme comparado contigo. Estaba de pie justo detrás de ti en el espejo.

Gritaste, un sonido ahogado y desesperado, y abriste la puerta de golpe, corriendo hacia el pasillo, dejando atrás la oscuridad de tu habitación y esa presencia que ahora sabías que no solo existía en el papel.






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