➝Lugar: Balcón

    ➝Autora: Ryunick

    ➝Palabras: 400

VIENTO.

Sehun suspiró.

Había salido a tomar un poco el aire al balcón después de un largo día de limpieza de aquella vieja y solitaria casa que había heredado de un pariente que había muerto recientemente. Estaba sucio, sudado y cansado, y pensó que un poco de aire fresco le vendría bien para olvidarse del ambiente rancio y viciado del interior de la vivienda.

Era extraño, pensó mientras abría la corredera y salía al exterior, que a pesar de haber ventilado, el interior de la casa parecía negarse a que nada nuevo, nada limpio y fresco perturbase su asfixiante quietud, y seguía igual de enrarecido que cuando entró por primera vez hacía unas horas.

La noche tampoco estaba de su parte. El ambiente era húmedo y algo pegajoso, pero ni siquiera una suave brisa corría para aliviar su calor y el embotamiento de sus sentidos. La calma era hasta cierto punto inquietante; ni un soplo de viento ni un sonido rompían aquella monotonía que parecía casi de foto.

Entonces lo sintió. Un suave soplido en su nuca. Se giró, asustado por lo repentino de aquel viento, pero no había nadie. Los árboles que poblaban el salvaje jardín seguían quietos e inalterados, nada los había movido. Extrañado, volvió a mirar hacia delante, relegando la sensación a su imaginación.

A los pocos minutos se repitió, pero esta vez aquel tenue soplo vino acompañado de un susurro suave, fantasmagórico.

Sehun.

Es mi imaginación, se dijo sacudiendo la cabeza, estoy muy cansado hoy y mi mente me juega malas pasadas.

Pero el fenómeno volvió a repetirse, el viento más fuerte y gélido en su espalda, su nombre pronunciado con firmeza.

SEHUN.

Se giró de nuevo violentamente en el reducido espacio, agarrándose la nuca que ya estaba helada y quedándose asimismo congelado por lo que vio. El viento rodeaba a una figura fantasmagórica, blanquecina y rala, que le sonreía maliciosamente. Estaba flotando a centímetros del suelo, su pelo largo y blanco se enredaba en los remolinos de viento que había a su alrededor, del viento que ella misma emitía. La figura alargó un brazo hacia él intentando agarrarlo, pero Sehun retrocedió, aterrorizado, chocando con la vieja y oxidada barandilla que no aguantó la presión del cuerpo del chico. Cedió, precipitándose al vacío seguida de aquel que la había hecho caer.

Sehun vio la retorcida sonrisa de aquel ser ensancharse antes de que todo se volviera negro.

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