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☁ La colección | Kyungsoo

    ➝Lugar:  Habitación de Juegos

    ➝Autora:  JA-Park

    ➝Palabras: 7015


LA COLECCIÓN.


Los sueños sobre la habitación en forma de círculo se enmarañaron en su mente una vez más ese día.

Sus retratos, normalmente alegres, pulcros y llenos de sensaciones positivas se volvieron borrascosos, ponzoñosos y a su parecer, retorcidos. Ya no podía pintar como antes y todo debido a los sueños.

Esos con el niño al otro lado de la habitación que le extiende las manos hacia la oscuridad y lo hace girar en ese mundo repleto de máquinas y tiempos a punto de colapsar. La habitación de juegos falsa.

El tic tac del reloj lo trajo de vuelta, haciéndole notar el pincel caído y la pintura tétrica sobre el caballete. Sus dedos están sangrando nuevamente cuando extiende las palmas hacia adelante; la sangre ha resbalado hasta su antebrazo, manchando su camiseta de botones y se ha esparcido por el piso, dañando el bonito diseño de espiral en colores. Al mirar la sangre y las nuevas cicatrices supliendo las anteriores, un escalofrío le recorre el cuerpo al ver lo que ha hecho esta vez.

Frente a él hay un hombre hecho con su sangre, de rasgos finos y delicados, con ojos profundos, tan obscuros como los pensamientos que abarcan su mente y una sonrisa tan peligrosa como el veneno. El chico del cuadro lo mira fijamente, como si intentase decirle algo y KyungSoo cree conocerlo, pero cuando sus ojos vuelven a enfocarse en esa mirada extenuada y cargada de ira, él entiende que no.

KyungSoo no sería capaz de olvidar una mirada como esa.

Sus ojos siguen las líneas descuidadas, las sombras que su sangre dejó al correrse sobre el papel y el contraste del carboncillo que aparece, cubriendo lo que estaba a punto de pintar antes de perder la conciencia; y con una sacudida, KyungSoo aparta la mirada, conteniendo el temblor que nace en su pecho y alcanza su mandíbula cuando siente que ese chico, de algún modo, pertenece a ese sitio oscuro que lo atormenta. No obstante, cuando sus ojos vuelven a contemplar la pintura, la sonrisa que el chico presenta le confirma que sí, ya que no hay modo de que provenga de otro sitio. Tal belleza no existe. KyungSoo lo sabe, pero esto no detiene a su mente cuando evoca la habitación de juegos de sus sueños.

Pero esto es algo común.

Lo que no lo es, son sus sueños con respecto a la sala. La forma en que cada uno cobra más sentido, el cómo son más vividos y el cómo en cada ocasión, reconoce más partes de su propia habitación de juegos en esa. Aunque sabe que no se trata de la misma. Las dimensiones no son exactas, ya que aquella es mucho más grande.

La fantasía está involucrada en ello, no cabe duda, pero el gran boceto en sí mismo es lo que lo atrae y le aterroriza.

Que la habitación de juegos se parezca a la suya puede que sea algo común. Muchas personas sueñan sobre cosas que conocen; que esas cosas sean más grandes de lo común y que sucesos improbables ocurran durante sus sueños, probablemente tenga algo que ver con su naturaleza artística, con su imaginación. Pero que cada noche algo nuevo aparezca y que eso le dé la más pura certeza de que es algo que ha olvidado, le quita fuerzas y lo deja sin aliento.

KyungSoo no quiere creer que sus sueños van más allá de la realidad y que hay algo oculto dentro de su psique que pide a gritos salir. Le asusta al mismo tiempo en que considera que es inevitable, porque una vez que inicia con un boceto, no puede parar hasta terminar la pieza y luego, de ser posible, la colección.

Se levantó de su asiento, decidiendo recoger el pincel caído para colocarlo en su lugar. Luego se limpió las manos manchadas y descolgó la pintura a medio terminar para llevarla con el resto.

Se encontraba allí, en su propia habitación de juegos; rodeado de antiguas maquinas traga monedas y pantallas planas, que aunque él no usa, sus amigos sí.

Como había mencionado, su habitación de juegos no es grande, porque a KyungSoo no le interesan estas cosas. Él es más de libros y películas, de música clásica y teatro, pero al heredar la antigua casa de sus abuelos, sus amigos le hicieron prometer que haría un espacio enfocado en la diversión, por lo que, a regañadientes, KyungSoo se había decidido por tomar un antiguo salón destinado a fiestas y lo remodeló de forma que cada parte de él tuviese algo con lo que sus amigos pudiesen divertirse.

Y aunque al principio KyungSoo no sabía qué debía meter allí, sus amigos se hicieron cargo de ello, adornando cada mesa e introduciendo cada máquina de juegos, incluso, colocando una gran área de estar repleta de caramelos y bebidas de toda clase, inclusive alcohólicas. Sin embargo, el color allí se ha vuelto un problema desde que los sueños aparecieron. A KyungSoo le enferman los colores rojo y amarillo de la espiral que cubre el suelo y le sacude el cuerpo que cada sección de juegos tenga su propio color, ya que ahora no puede soportar los colores alegres de cada pared ni los ruidos que emiten las maquinas al estar todo el tiempo encendidas.

Se fue a sentar en el área de descanso, tomando a su paso un par de golosinas y una lata de café.

Desde su lugar en el mueble puede ver plenamente la habitación, su forma circular y el gran techo abovedado que el arquitecto recomendó quitar. También ve los grandes ventanales al fondo, siendo cubiertos por una cortina de color azul brillante y su nueva colección de pinturas horrorosas. Al verlas sobre la mesa de pool, KyungSoo piensa de inmediato, de forma cansada y nebulosa, en lo que será de él de continuar así y en lo que podría hacer.

Ya se había comprometido a realizar una exposición, había asegurado una fecha y como siempre, había prometido algo nuevo e innovador a su agente. De eso hace ya varios meses y sus ideas han cambiado tanto como su semblante. Las pinturas que llevó allí antes de mudarse terminaron destruidas de forma inexplicable y ahora estos cuadros no dejan de aparecer uno tras otro.

Hay quince en total. Tenebrosos. Sin vida. Incompletos.

Le es imposible comprender qué está sucediendo con él, con los sueños y la habitación, pero cada posible solución se da de bruces con un gran muro de preguntas.

No sufre de falta de inspiración, ya que de ser así no podría siquiera empezar un boceto, pero el simple hecho de estar dibujando cosas totalmente alejadas de sí mismo y que incluso a él le produzcan cierto horror no es nada agradable. KyungSoo piensa que debe hablarlo con alguien o quizás mostrar los bocetos a su agente, pero al pensar en esto, la habitación viene de nuevo, contrastándose con la original y se le ocurre que todo es debido a los sueños.

Los sueños que iniciaron al adquirir la propiedad... no, podría decir que un poco antes que eso. Mientras aún estaba en su pequeña habitación repleta de bocetos.

Puede recordar que al principio sus sueños no eran más que una gran sala oscura y fría por la que caminaba sin parar durante horas. Recuerda que con el tiempo aparecieron cortinas y que al cabo de unos días su caminata se redujo y una luz blanca comenzó a seguirlo desde arriba como si estuviese sobre un escenario. Aunque eso fue todo lo que logró ver antes de mudarse y no creyó que esos sueños tuviesen relación con los presentes, hasta que volvieron con más fuerza y mucho más recurrentes.

El primer sueño que tuvo al llegar a la casa fue el mismo, el gran salón, pero en vez de sólo caminar bajo esa gran luz, un niño abrazado a un conejo de felpa apareció. El niño le sonrió, arrastrándolo hacia la oscuridad y pronto la habitación se iluminó, brillando con los mismos colores que ahora posee su habitación de juegos, sin embargo, allí todo está destruido permanentemente. Las maquinas yacen apiladas a un lado con las pantallas rotas y los botones caídos, al igual que la gran pantalla plana junto a la puerta. Las cortinas derrochan inanidad al igual que la pintura en las paredes y su colección de juguetes parece una pila de basura alzándose sobre una repisa interminable y retorcida, como una rama de árbol seca.

En estos sueños, KyungSoo juega en cada máquina con el niño. Pasea sus dedos por sobre las máquinas y estas gimen de felicidad al ser utilizadas por ambos. Y cuando KyungSoo despierta, tiene la más pura sensación de haberse olvidado algo en el sueño. Como si algo en él faltara en cada ocasión.

Sin embargo, estas pequeñas cosas sólo fueron parte del inicio, algo así como un prólogo hacia las cosas aterradoras que se pueden crear dentro de un lugar destinado a la diversión, ya que después de una semana allí, con la sala ya instaurada, los sueños cambiaron de dirección, alejando el misterio y arrastrando consigo algún pavor. Tomando un empuje hacia algo más tenebroso. Y aunque su comprensión de este nuevo mundo al principio —es decir, los primeros días— era incipiente, ahora es casi sistémica.

Y tal vez esto es lo que no le permite abandonar las imágenes tenebrosas e iniciar el nuevo proyecto. Su comprensión hacia este nuevo mundo, sus visiones, las pinturas y la disociación de su mente.

Otra cosa que le causa pavor con respecto a los sueños, es la languidez que presenta su cuerpo. La palidez que luce su piel y la constante fatiga que ha llegado a sentir al querer pintar algo que no esté relacionado con la habitación de juegos.

Ese día en particular, había despertado con grandes ojeras, con dolor en las articulaciones y la garganta, notando que estaba debajo de la mesa de pool y no en el mueble donde había decidido dormir. Pero como todo lo demás, ya era algo común que se despertase allí como también lo era el estar confundido durante todo el día. De modo que KyungSoo ya no piensa mucho en su bienestar y sólo se permite navegar entre la maraña de pensamientos que lo atraen hacia su sueño más reciente.

El niño que se ha vuelto un chico de su edad.

Sus ojos cansados lo imaginaron en medio de la sala, sustituyendo la forma del caballete por la de él y sus manos se deshicieron de la bolsa de golosinas y la lata de café. KyungSoo lo vio moverse cuidadosamente, sonriendo de esa forma maligna y exagerada. Moviéndose lentamente al saludarlo, pero sin acercarse jamás; y la somnolencia lo envolvió poco a poco, sumergiéndolo en un estado semi consciente que lo llevó a acomodarse mejor en el mueble.

La iluminación en la habitación de juegos bajó gradualmente, trasformando la luz en penumbra y pintando el cielo de naranja a través de las cortinas. Una ligera brisa entró, acariciando la piel del pintor antes de que este se durmiera sobre el mueble, abandonando el espejismo creado por su mente para sumergirse entre las sombras.

Volvió a salir de debajo de la mesa de pool.

Sus rodillas lo impulsaron hacia adelante mientras que el foco blanco lo siguió desde atrás, iluminándolo en su totalidad al ponerse de pie. Sus heridas están sangrando nuevamente y el estupor en su cuerpo junto con el cansancio desapareció por completo, haciéndolo sentir liviano. KyungSoo caminó a través del salón, sin conseguir ver más allá de sus propios pies y conforme el tiempo avanza, la cortina en el salón se deja ver al fondo, cubriendo los grandes ventanales. A un lado de ella aparecieron los juguetes coleccionables, apenas iluminándose de un tono azulado y triste y el mueble retorcido sobre el que descansan, se extendió hacia el techo, produciendo un sonido estridente que dejó un eco al acelerar su corazón.

El patrón continuaba siendo el mismo. KyungSoo lo supo apenas el piso se iluminó de un rojo brillante, tomando su color original en cuestión de segundos para comenzar a girar al sentido de las agujas del reloj, moviendo el diseño de espiral en medio, haciéndolo perderse por varios segundos. Después se iluminó detrás de él el área de descanso, mostrando muebles desgastados, jarrones rotos cubiertos de una sustancia negra que se despliega dentro y fuera de cada uno y dulces viejos, cubiertos de mugre y telarañas. El piso allí está lleno de tierra y varios de sus antiguos cuadros están destrozados en el piso o regados sobre los muebles, mostrándole de forma silenciosa que ya no existen en el plano real.

KyungSoo detiene sus pasos cuando alcanza el medio de la espiral, dando vuelta en círculos junto con ella, viendo como la sala se llena de luz progresivamente, iluminando con tonos muertos cada sección. Desgarrando la realidad a través de formas retorcidas y tenebrosas que le roban el aliento con cada vuelta. Y cuando todo lo que conoce se ha iluminado, un niño emerge de entre las sombras restantes. Él camina con el conejo mutilado entre sus delgados brazos y a medida que avanza, sus rasgos dejan de ser infantiles y su tamaño aumenta, alcanzando la edad de doce años al haber avanzado sólo diez pasos, luego la edad de diecisiete, luego de veinte y finalmente, el niño del conejo alcanza la edad de veinticuatro años, cuando se detiene frente a KyungSoo, dejando caer el juguete de felpa a sus pies.

A medida que el chico crecía frente a él, su ropa iba transmutando al igual que su cabello. Sus rasgos se volvieron finos, marcados; y sus ojos se volvieron igual de cínicos como los que KyungSoo dibujó en la pintura. Al contemplarlo frente a él, recordó el cuadró sobre su caballete, los rasgos pintados con su sangre de forma descuidada y el odio.

El chico liberó una pequeña risa que zumbó de forma imposible en el salón, empujando la sala a sacudirse con su ligero sonido. KyungSoo lo miró fijamente, con el terror estrangulando su garganta y supo que los sueños iban a tener alguna especie de resolución a partir de allí.

Al aceptar esto de forma muda, los brazos de KyungSoo se movieron por sí solos, tomando la mano extendida del muchacho para apretarla y llevarla a un lado junto a la suya mientras que su otro brazo subió a través del fino hombro contrario, envolviéndose en el delgado cuello para permanecer allí. Luego, una triste canción llenó el salón, siendo acompañada de voces diminutas al cabo de algunos segundos. Susurros tenebrosos que auguraban dolor y sufrimiento se alzaron sobre estas voces poco después y los pies de KyungSoo se movieron al ritmo giratorio que el chico impuso. De inmediato, y al estar tan cerca, KyungSoo percibió la frialdad emanando en todo el cuerpo del chico y de forma pavorosa, lo aceptó mientras que su cuerpo giró al ritmo de esa canción llena de horror. Las áreas sumergidas en oscuridad se iluminaron, mostrando de forma indistinta una simple mesa, un área repleta de artefactos de madera y otra con un piano. Esta última fulguró en lo más profundo de su mente, enviando a él un recuerdo sobre su infancia que lo hizo tropezar, deteniendo la música llena de lamentos de inmediato.

El silencio en la habitación le produjo una extraña sensación, como un hormigueo en lo más profundo de su garganta que migró desde allí a sus entrañas hasta apretarlas en un gran lazo retorcido que lo hizo jadear.

Los ojos del chico estaban puestos sobre él, brillando de forma lúgubre a contra luz. No parecía querer moverse y muy dentro de sí mismo, KyungSoo supo de forma inexplicable que él debía hacerlo primero. Entonces cedió ante este impulso, caminando de forma lenta hacia el piano. Y mientras caminaba, una silueta se dibujó en su mente como uno de esos bocetos horrorosos.

Era él, tocando un piano, pero no uno cualquiera. Este piano era inmenso y retorcido, cada una de sus teclas estaba separada por al menos diez centímetros de la otra y en ese espacio libre, carne pegajosa y rosada palpita totalmente viva mientras que ojos oscuros y sombríos descansan sobre el inmenso respaldar, contemplándolo fijamente mientras toca.

Sin embargo, ésta imagen desaparece rápidamente, sacudiendo su cuerpo de forma súbita al desaparecer de su mente y dejarlo con una desagradable sensación de aquiescencia.

Llegó al piano en cuestión de segundos y el chico se situó a su lado, deslizando sus pálidos dedos a través de la tapa para levantarla.

Toca —le dijo, sonriendo de lado antes de apartarse—. Toca para la habitación de juegos, KyungSoo.

El mandato resonó en sus oídos de forma dulce, como una nana que adormece a un bebé, y KyungSoo asintió, tomando asiento en el banquillo sin decir nada. Sus dedos se afianzaron en las teclas y sus pies se deslizaron bajo el instrumento, iniciando una serie de movimientos gráciles y minuciosos que llenaron la habitación de juegos con el triste sonido del piano.

Los ojos del pintor se cerraron al cabo de algunos segundos, dejándose llevar por esa sensación de familiaridad al estar allí y el chico extraño continuó mirándolo, sonriendo y de forma silenciosa, aguardando.

KyungSoo abrió los ojos nuevamente al sentir una extraña calidez emanando del piano; y cuando sus ojos se enfocaron allí, el corazón se le apretujó en la garganta, su cuerpo se impulsó hacia atrás y algo frío lo envolvió desde la cintura, atrapándolo antes de que pudiese caer. Los muñecos coleccionables estaban situados sobre el piano con sus diminutos ojos centellantes dirigidos a su rostro, mirándolo de cerca mientras que una baba espesa y pestilente continúa cayendo sobre las teclas, comenzando a mancharlas de un color verde resplandeciente.

Las extrañas criaturas repletas de alfileres ladearon la cabeza ante el inminente silencio, acomodándose unas sobre otras encima del piano; y sin previo aviso, comenzaron a reír, levantando sus manitas rasgadas para señalarlo. La malicia producida por sus risitas consiguió marearlo lo suficiente como para dejarse caer y una vez más, las manos frías sosteniéndolo se lo impidieron. Su mirada viajó hasta su cintura entonces, ascendiendo hacia la habitación de juegos sólo para terminar contemplando a un sin número de criaturas horripilantes rodeándolo.

KyungSoo tembló, pataleando varias veces para ponerse de pie y otras cuantas veces más para alejar las manos del chico de su cuerpo, pero la fuerza sobrenatural de éste sobre él es tal, que apenas y puede respirar de forma natural.

El chico lo giró sobre su cuerpo, examinándolo fijamente antes de apretarlo contra su pecho, chocando sus labios con los de él de forma rápida. Deslizando su lengua a través de su cavidad de forma dura al apretarse mucho más.

KyungSoo sintió que se ahogaba en un mar de sensaciones inexplicables, ya que al contrario de querer alejarse, algo lo impulsó a corresponder aquel beso de la misma forma y al poco tiempo, el sonido de las criaturas rodeándolos dejó de importar y aquella habitación de juegos retorcida se volvió la suya. Y en medio de aquella espantosa locura, una profunda conmoción cayó sobre él, enviando un hormigueo por todo su cuerpo al ser sacudido por la más impoluta sensación de éxtasis. El chico había llevado sus manos hasta su cuello, apretándolo ligeramente sin la más mínima intensión de separarse y casi de inmediato, el horror apareció, arrastrando consigo una realidad asquerosa.

Una sensación oscura y turbia se apoderó de su cerebro, acarreando consigo la más innata repugnancia al notar el color azulado en los ojos del chico y la frialdad absoluta de su tacto. Y de forma irreparable, KyungSoo sintió que su alma era tomada por algo sumamente maligno. Su cuerpo se volvió rígido ante el beso y la saliva del chico se volvió pegajosa entre sus labios como una sustancia glutinosa de la que no podría deshacerse jamás. Todo lo que sentía ahora le resultaba repulsivo y pronto se sintió enfermo. Contaminado. Y retrocedió, desenredándose del chico, que ahora distaba de lucir como un ser humano con esas extremidades alargadas y filosas.

Su rostro no es más que una masa de carne con una boca gigante y una lengua gruesa y amoratada, mientras que sus manos, tan largas como las patas de una araña, se extienden de forma sobrenatural hasta el piso, luciendo pálidas y transparentes al ser tocadas por la luz blanca que proviene de arriba. Su cuerpo se ha alargado y KyungSoo no supo en qué momento el chico frente a él se arrodilló para simular una estatura normal, pero ahora que lo mira allí, arrodillado y con el cabello blanco y maltratado cayendo a través de sus hombros, no puede evitar sentir nauseas.

Una lengua gruesa y amoratada se paseó entre los labios de la criatura cuando sonrió hacia él, mostrando dientes diminutos y negros; y un olor pestilente le llegó por atrás. Los muñecos se habían reunido mucho más cerca, cargando entre sus brazos pedazos de carne envueltos en tela mientras que otros, llevan consigo huesos roídos y viejos. Las máquinas de juego se han puesto en marcha mucho más atrás, emitiendo sonidos agudos que le perforaron el cerebro al moverse y para cuando KyungSoo quiso escapar de la habitación de juegos, el largo brazo azulado de la criatura lo envolvió, atrayéndolo hacia él de nuevo, estrangulándolo en cuestión de segundos.

Despertó.

Se encontraba sobre el mueble con la bolsa de golosinas regada sobre el estómago y el más claro estupor arraigado dentro de sí mismo. Las sombras del sueño anterior trajeron hasta él una nausea incontenible que le produjo varias arcadas apenas logró ponerse de pie, no obstante, cualquier intento por expulsar la mala sensación quedó en el olvido cuando la puerta de la habitación de juegos se abrió con un débil rechinido.

El cielo azulado se vio a través de la ventana cuando una suave brisa invadió la habitación. Ya había amanecido nuevamente y otro cuadro yacía en el piso, a medio pintar. KyungSoo se movió lentamente hacia él, olvidándose de la persona que caminó casi mucho más rápido que él a su espalda, y cuando tuvo el cuadro entre sus dedos, le dio la vuelta, enderezándose todo lo que pudo para contemplar a Kim JongIn allí parado.

Sus ojos penetrantes se clavaron en él, repletos de preocupación.

—Buenos días, JongIn ah. —Le saludó en un murmullo, ocultando el cuadro de su vista.

— ¿Hyung, se encuentra bien?

JongIn permaneció inmóvil, con los ojos clavados en él sin apenas respirar debido a la impresión y algo en su mirada preocupada consiguió irritar a KyungSoo, que asintió con un poco más de fuerza de la debida y se fue a sentar, dejando el cuadro al revés junto al mueble.

—Estoy bien —dijo después—. ¿Por qué estás aquí?

Pero JongIn no se movió o asintió y esa absurda irritación que KyungSoo había sentido antes volvió a emerger con fuerza. Llevándolo a hacer puños las manos al palpar su propia pierna.

Después de un largo tiempo, JongIn se movió, consiguiendo sentarse de forma incomoda frente a él.

—Ayer... —Su rostro se tornó triste, haciendo decaer su semblante en cuestión de segundos. Eso a KyungSoo le enfadó todavía más.

—Habla de una vez, JongIn. —Escupió de forma dura, sin notar el tono despreciable que salió de sus labios. Pero JongIn en vez de hablar, simplemente guardó silencio, comenzando un movimiento nervioso al frotar las palmas de sus manos sobre sus piernas—. Maldición... —Masculló entre dientes con el fastidio bullendo a través de él como su propia sangre. Estaba tan irritado.

Kim JongIn suspiró, enderezándose sobre el mueble para hablar nuevamente.

—Ayer faltó a nuestra cita. Creí que estaba interesado en... Comprar parte de mi galería. Lo esperé por horas.

Los ojos de JongIn se mantuvieron fijos en los suyos, llenos de expectación, pero KyungSoo no le prestó más atención a que si fuera un mosquito ondeando a su alrededor. La frialdad en el tacto del chico de su sueño se apareció en su espalda, deslizando la viscosidad del beso a través de su cuerpo junto con esa sensación maligna que ahora cree, siempre estuvo en él.

—Lo olvidé —KyungSoo dijo, levantándose para tomar dos cafés de la máquina expendedora junto a la barra—. ¿Por eso ha venido hasta aquí?

—Me ha preocupado, Hyung.

— ¿En serio? —La sonrisa que dividió sus labios al preguntar aquello hizo aparecer un tono carmesí sobre los pómulos de JongIn, pero lejos estaba eso de ser una sonrisa de Do KyungSoo, ya que él nunca sonreiría de esa forma a alguien, ni siquiera al buen y amable, Kim JongIn.

No obstante, JongIn asintió, porque él también está lejos de entender la malignidad que ha tomado a KyungSoo entre sus garras en cuestión de semanas.

Nadie sabe sobre los sueños, los cuadros o el chico que cada vez es más fuerte a través de KyungSoo; y al ignorar todas estas cosas, Kim JongIn recibe el café con dedos temblorosos, repleto de nerviosismo al percibir el hundimiento en las mejillas del pintor y las oscuras ojeras lindando bajo sus grandes ojos.

— ¿Está comiendo bien? —Preguntó el más joven un momento después, bebiendo un sorbo de café—. No debería sobre esforzarse, luce más cansado de lo habitual.

KyungSoo respondió con un gesto evasivo, deslizando una mano por el cuadro descansando a su lado.

—La colección está próxima. Sí, he estado trabajando en exceso, pero me encuentro bien, JongIn ah.

—No lo parece, Hyung —repuso de inmediato, llevando la vista hasta el cuadro junto a KyungSoo—. ¿Eso es parte de su nuevo trabajo? ¿Puedo verlo?

KyungSoo puede recordar que conoció a JongIn en la parada de autobús, éste le ofreció su ayuda con los cuadros que llevaba apilados entre las manos y desde allí han llevado una relación bastante cercana al romance, pero KyungSoo nunca dio el paso siguiente y tampoco esperó que JongIn lo hiciera, debido a que es más joven y demasiado tímido en esa clase de circunstancias.

Ahora le irrita cada cosa que antes creyó adorable en JongIn.

—No.

—Hyung, ¿qué...?

—Necesito que te marches, JongIn. Estoy ocupado con mis pinturas y me estás retrasando. —Indicó dejando su lugar sobre el mueble para caminar hacia la puerta. Entonces JongIn lo imitó, completamente anonadado, deteniéndose para mirarlo mejor desde su lado.

—Kim JunMyeon me dijo que ha estado aquí durante cuatro días enteros —dijo JongIn con cuidado, mordiéndose el labio inferior antes de volver a hablar—: KyungSoo, estoy preocupado por ti. Dime qué sucede.

La falta de formalidad en las palabras de JongIn lo atrajeron de vuelta durante un segundo, logrando sacar algo del antiguo KyungSoo, que irremediablemente, logró sentir la agria sensación que deja el remordimiento al haber hecho algo indebido. No le pareció correcto tratar de esa horrible forma a JongIn, por lo que dejó su lugar en la puerta y emprendió la marcha al lado contrario, hacia el gran ventanal.

—Estoy cansado, JongIn ah. Sólo eso.

Pero no era cierto. Más allá del cansancio, KyungSoo arrojó todo su malestar hacia los sueños sobre esa otra habitación de juegos. Sus ojos se enfocaron en el cielo y los arboles desde allí, contemplando el auto de JongIn aparcado en la entrada.

—Tienes que salir de aquí. De la casa. Al menos por un tiempo —continuó el chico a su espalda, arrastrando un tono avergonzado—. Ven conmigo.

El pintor consiguió imaginarse a JongIn extendiendo una mano hacia él a su espalda, pero no se dio la vuelta. Sus oídos estaban llenos de los sonidos de la habitación de juegos, del pitar de las máquinas y la débil canción emanando de la pantalla plana. Incluso podía oír el crujir de los arboles afuera, pero no la petición de JongIn sobre salir. Eso nunca.

KyungSoo sacudió lentamente la cabeza, dándose la vuelta al encontrarse con el decaimiento en la sonrisa de JongIn, no obstante, él insistió:

—Sólo será por un rato.

Una sombra gigante se presentó a la espalda de JongIn, arrastrándose entre la minuciosa penumbra entre las mesas. KyungSoo no la pasó desapercibida y una pregunta se apareció en su mente al retroceder un poco. ¿Qué estaba pasando con él? Luego la respuesta llegó: no lo sabe. Sólo sabe que no debe salir de allí bajo ninguna circunstancia y entiende, mucho más allá de los sueños, que algo bastante grave va a suceder si lo hace. Algo de preocupación lo invade al presentir una mirada sobre sí mismo, muy distinta a la de JongIn, entonces su corazón se acelera al ser arrastrado fuera de su cuerpo nuevamente.

—Debo continuar trabajando, JongIn —pronunció de forma seca, entre dientes—. Vete ahora.

JongIn separó los labios, sacudiendo la cabeza como si estuviese negando, pero sólo intentaba comprender algo. KyungSoo reconoció ese gesto casi tan rápido como el siguiente, cuando se metió ambas manos a los bolsillos y asintió, apretando los labios sin molestarse en mirarlo.

—Bien —murmuró—. Perfecto.

Y KyungSoo no dijo nada. JongIn se había rendido, aunque no estaba seguro de hasta qué nivel, no obstante, él dejó su sitio en la ventana y caminó hasta la puerta, dejando la mano extendida en el aire al no poder tocar el pomo de la misma para abrirla.

Él miró sus manos de forma confusa y de pronto, como si JongIn estuviese a varios kilómetros de distancia, le oyó decir:

—Hasta luego, Do KyungSoo. Espero que realice una gran exposición.

La habitación pareció oscurecerse ante sus ojos, aunque muy lejos estaba de anochecer y KyungSoo contempló fuera de sí mismo a JongIn abriendo la puerta para salir de allí. Sus pasos eran lentos e inseguros, cargados de resignación y la más clara señal de querer volverse. Pero no lo hizo y KyungSoo escuchó desde su espalda la voz del chico, hablando de forma delicada, diciéndole; cierra la puerta.

Y la cerró, alcanzando a ver como JongIn bajaba las escaleras.

Luego se arrastró hasta el mueble, tomando entre sus dedos el cuadro.

Ese presentaba su propia habitación de juegos y a él mismo sentado en medio, siendo tragado por la gran espiral de colores en el suelo, y a diferencia de los anteriores, que estaban hechos con trazos forzados, este era tan pulcro como sus obras anteriores, tan claro como una fotografía. KyungSoo lo miró por largo rato, detallando cada cosa y sonrió, moviéndose hasta la mesa de pool para tomar el resto.

Él los llevó al medio de la sala, colocándolos en orden, uno junto al otro en el piso y pronto, una inexorable cronología apareció allí.

La sala obscura, la luz, sus apariciones debajo de la mesa de pool y la nueva habitación de juegos repleta de criaturas. La pintura central y hasta ahora la de más tamaño, era la suya propia y casi pasó desapercibida la silueta bajo sus pies de no ser porque las líneas allí se habían salido un poco de control.

El chico aparecía allí, como si fuese su propia sombra y al mirar hacia abajo, buscando su propio reflejo a través del piso, KyungSoo lo vio, sonriéndole abiertamente desde algún otro plano más allá de su propio piso.

Entonces las maquinas pitaron y los muñecos se movieron sobre las repisas, emitiendo un sonido alegre y ensordecedor que lo envolvió, alejando por completo su razón y dejando entrar de forma inexplicable toda esa oscuridad a la que se estaba resistiendo. KyungSoo pensó que el cansancio había dado sus frutos al mirar de nuevo los cuadros y supuso entonces, que ya era tiempo de descansar. JongIn tenía razón, a medias, porque era cierto que él debía salir de allí, pero no de la casa, si no de su propio cuerpo. Él debía abandonar la forma de Do KyungSoo.

El enfermo y siempre agotado KyungSoo. Porque eso era; un pintor enfermo y aletargado, alguien que ya comenzaba a desnutrirse. Entonces, al llegar a esta resolución, KyungSoo dejó que la oscuridad se expandiera de forma gustosa por cada parte de su cuerpo y que invadiera su fatigada cabeza. Dejó que hiciera de sus antiguos dedos sus dedos y sin resuello, la oscuridad tomó su cuerpo por completo, inclinándolo sobre sus rodillas para terminar los cuadros, mientras que su yo consiente simplemente miró desde la nebulosa lejanía el cómo sus manos fueron rasgadas y el cómo su sangre fue depositada sobre un cuenco para que la oscuridad, no, para que el chico de esa otra sala terminara su colección. Porque KyungSoo también comprendió que esos cuadros no eran suyos, que él no los había pintado.

KyungSoo miró sus manos moverse y al mismo tiempo sintió que no lo hacía, pues estaba en ese otro plano y de algún modo, le pareció extraordinaria la forma que lograba estar consciente de sus actos aunque no fuesen los suyos. Su cuerpo ahora pertenecía a ese chico mientras que él se encontraba en ese sitio obscuro y lejano, siendo arrastrado lentamente por el pitido de las máquinas en la habitación de juegos.

Pronto, su visión de los cuadros desapareció como un borrón y sus ojos se cerraron ante la inminente luz blanca que apareció desde arriba. Sus pies descalzos distinguieron la intachable frialdad del piso y su cuerpo se estremeció al ser halado desde el frente, para que caminara.

De nuevo estaba en ese otro plano, vislumbrando las formas retorcidas de la nueva habitación de juegos. Los ojos del gran piano estaban enfocados en él mientras que los juguetes deformes estaban dispuestos alrededor de la sala, abarcándola por completo. Una maquina a la cual le habían salido grandes y puntiagudas patas estaba tirando de él, con una cadena hecha de botones quemados, hacia el medio, mientras que el piso giró, brillando como un carrusel.

KyungSoo movió la cabeza a todos lados, buscando al chico de belleza mirífica, pero sus ojos sólo hallaron la mesa de su sueño anterior en medio de la sala. Junto a ella, un conjunto de utensilios de madera aguardaban sobre una máquina de baile, cuyos ojos eran tan grandes como los de un balón de futbol.

Algo iba a ocurrir allí y de forma curiosa y aletargada, KyungSoo avanzó mucho más rápido, escuchando la vibración espantosa que dejaban el resto de las maquinas al seguirlo. Detrás de él, la pantalla plana emitió en medio de la interferencia su propio cuerpo moviéndose a través de la habitación de juegos al haber acabado los cuadros. Sus muñecas abiertas dejaron un rastro silencioso de sangre al moverse hasta la ventana y en ese plano extraño y distante, KyungSoo alcanzó la mesa, advirtiendo que se trataba de una plancha de acero inoxidable.

Los ojos de la máquina de baile parpadearon enrojecidos y los largos tubos sosteniendo los elementos de madera se extendieron hacia él, haciendo que los tomara sin reparo. Entonces, desde la penumbra restante, emergió el hermoso chico, llenando las sombras con una luz azul muy débil y parpadeante.

Él le sonrió a KyungSoo, estirando sus largos y finos dedos hacia él para besar su mano con suavidad antes de posicionarse detrás de él.

KyungSoo lo observó por el rabillo del ojo, presintiendo las frías manos en sus hombros como el toque de un fantasma, pero el chico no lo tocó y un suave beso fue dejado en la parte posterior de su cabeza. Entonces, cediendo ante un enigmático impulso, el pintor dejó los instrumentos en manos del chico, subiéndose a la mesa para recostarse.

La frialdad lo tomó entonces, provocándole un fuerte escalofrío que le revolvió el cuerpo y reverberó a través de su garganta al mirar al chico sonreírle de nuevo.

El piano sonó en aquel momento, dejándose acompañar por los horribles lloriqueos de las criaturas rodeándolos y el árbol negro y demacrado sosteniendo algunos pocos juguetes se extendió a través del techo, rodeando la sala con un interminable rechinar que se unió como trasfondo a la canción. El cuerpo de KyungSoo se estremeció y los pálidos labios del chico se posaron sobre los suyos una vez más, rosando los suyos de forma atrayente antes de separarse por completo.

La mente confusa de KyungSoo dio un avistamiento de cordura al procesar la gran pinza en alto que ahora el chico llevaba hacia sus dedos y como última señal de existencia, KyungSoo contrajo los dedos, no obstante, la confusión volvió a abrirse paso, dándole cabida a la oscuridad nuevamente. Entonces cedió, otorgando su mano a la hermosa criatura junto a él y sin más reparo, la pinza de madera se situó en su dedo índice y apretó, sacudiendo su cuerpo con dolor. El horror se presentó de lleno entonces, cuando la presión aumentó y el éxtasis se marcó en el chico de forma deliciosa, avistando las primeras gotas de sangre entre la carne magullada de su dedo.

Un grito quiso abrirse paso a trompicones entre su pecho y el desbocado latir de su corazón, pero la opresión migró por su cuerpo, paralizándolo al momento en que un tirón se presentó y la falta de su dedo índice marcó el inicio de un frenesí desquiciado que lo llevó lejos y permitió que el chico tomase el dedo siguiente, apretando y tirando para sacarlo. La sangre manó a través de su brazo y los gritos estallaron en la habitación de juegos tan pronto como las criaturas se aproximaron a la mesa y se sirvieron de las extremidades del pintor, tirando y desgarrando. Cortando con sus filosas garras cada centímetro de piel y mordiendo sin reparos.

Estaban hambrientos. Cegados por la exhibición sangrienta. Y sus gritos, sólo consiguieron alentarlos a devorar su cuerpo.

Los ojos de KyungSoo permanecieron inamovibles de la sonrisa en los labios ensangrentados del chico, mientras que su mente intentaba recordar de forma imposible algo que todavía no había sido arrebatado. Su nombre. ¿Quién era él? ¿Cómo había llegado allí? La confusión causada por el espantoso dolor no lo dejaba pensar, y de forma absurda, KyungSoo creyó que recordar su nombre era algo de suma importancia, pero por más que luchara en contra del horror y la oscuridad, no lo podía alcanzar.

Creyó ser devorado al cabo de una hora y sólo le bastó el mirar un poco hacia abajo para encontrarse con varios retazos de lo que era su cuerpo, desperdigados por la mesa. Su pecho estaba intacto, con la piel blanca siendo manchada con su sangre. Sus brazos y piernas habían desaparecido de su sitio y ahora estaban siendo disputados por las criaturas de la habitación de juegos mientras que el chico continuaba a su lado.

Ellos se miraron fijamente, mientras que la vida se extinguía de los ojos del pintor para darle paso a la somnolencia. Estaba agotado nuevamente, a punto de cerrar los ojos, pero mucho antes de que pudiese dormirse, una voz se hizo presente en la sala, haciendo que la hermosa criatura a su lado girase la cabeza hacia atrás de forma violenta. Sus dedos se entorcharon sobre su pecho de forma atropellada y la voz continuó llamándolo.

KyungSoo apenas y levantó la cabeza, percibiendo un fuerte olor a putrefacción y humedad que le hizo cerrar los ojos.

— ¿KyungSoo? —Murmuró la voz, y el chico a su lado chocó los dientes de forma mordaz, introduciendo su mano a través de su pecho, provocando que KyungSoo gritara con todas sus fuerzas.

Su cuerpo se sacudió de forma veloz, forzosa y un torrente de sangre chapoteó a través de la sala. La mano de la criatura se apretó mucho más fuerte, atravesando la carne y esquivando los huesos y al cabo de un corto periodo, se detuvo, apretando desde adentro su corazón.

— ¿KyungSoo, estás aquí?

Los labios de KyungSoo se separaron de forma débil, emitiendo un agudo sí, al haber recordado su nombre; y su mente, ya disuelta a través del dolor, se apresuró al decirle que estaba soñando, pero ya era demasiado tarde. Con un último tirón, la criatura sacó su corazón palpitante y lo devoró mucho antes de que éste emitiera su último latido. Y al cerrar los ojos por completo, KyungSoo volvió a aparecer en su habitación de juegos.

El pitido de las maquinas lo llamó de forma alegre al igual que los colores, pero como antes, la fuerte sensación de estar muy lejos, nadando entre un mar de oscuridad lo alertó. KyungSoo se vio a sí mismo terminando los cuadros en medio del salón. Luego se levantó, mirando las obras en conjunto.

Una clara colección de la otra sala. De los juguetes, las máquinas y los dulces. Y sin tener nada más que ver, sus pies se arrastraron hacia el gran ventanal, separando las cortinas para dejar pasar la brisa mientras que su cuerpo se acomodó bajo ella, en el piso.

Las oscuridad lo estaba devorando, ya no le quedaba nada más que su sangre, y cuando ésta se agotó, extendiéndose desde sus muñecas hasta mucho más allá del piso, Do KyungSoo dejó de existir y la criatura de sus sueños se presentó ante él, otorgándole un último beso siniestro para hacer posesión de su cuerpo. Reencarnando a través de él como un nuevo KyungSoo...

— ¿KyungSoo, estás ahí? —La puerta se abrió, mostrando a Kim JunMyeon en medio de la oscuridad.

Estoy aquí.

—Por qué tienes la luz apagad... espera, ¿estás jugando?

Lo estoy —sonrió el pintor, despegando los ojos de la gran pantalla plana para mirar al hombre—. ¿Por qué me mira de esa forma?

— ¿Por qué estás jugando?

¿La habitación de juegos no es para jugar? —Kim JunMyeon lo miró de forma sospechosa, inspeccionando la habitación al encender la luz.

Él estaba por decir algo, pero entonces sus ojos se toparon con la colección de cuadros perfectamente acomodada en el piso y una sonrisa se abrió paso en sus labios, abandonando su posición defensiva para aproximarse.

—Ya terminaste —murmuró, agachándose un poco—. Son bastante...

¿Bastante, qué?

—Tenebrosas. Tus trazos son forzosos al principio, pero —JunMyeon se volvió para mirarlo—... son fascinantes. No podía esperar más de ti. No sabía que podías ver de ésta forma la habitación de juegos.

KyungSoo se encogió de hombros, liberando el control para levantarse. Después dijo:

— ¿Vamos a cenar? Tengo hambre.

— ¿Pollo?

—Y cerveza.


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