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𝐈𝐈 ; the boy who lived in hell


CAPÍTULO DOS
· • ❝〔 el chico que vivió en el infierno 〕❞ • ·
restauración de la humanidad ; parte II

Distrito Orvud. Muralla Sina. Año 847.

EL GRAN VENTANAL DONDE VICTOR ADMIRABA el jardín de la casa noble de los Mischitun mostraba la escena de una madre y una hija estando en el lugar. La mujer, de cabellos negros puros tenía una mirada angustiada y triste, mientras que la niña, con facciones parecidas a su madre, sonreía y corría mientras balbuceaba palabras que sólo una pequeña de dos años entendería. El noble miraba sin ningún tipo de señal de que le estaba resultando tierno el momento de ambas mujeres, al contrario, creía que estaba viendo el espectáculo más aburrido para sus ojos y, si quería aburrirse un rato, hubiera estado en su hogar escuchando a sus dos hijos menores sobre los dibujos que habían hecho aquel día.

—Tu esposa siempre tiene cara de tener depresión desde que la conocí, Vladimir, ¿lo sabías? —preguntó retóricamente con falta de tacto, su amigo no dudó en darle una mala mirada como si lo estuviera regañando.

Vladimir Mishustin, un hombre alto de cabello azabache y ojos esmeralda suspiró mientras bajaba ligeramente su cabeza, haciendo movimientos de izquierda a derecha en modo de no estar de acuerdo con la actitud de Victor. Decidió dejar de revisar unos papeles que tenía en su escritorio y se levantó para caminar hasta el otro hombre, acompañándolo en la vista que la ventana de su oficina le presentaba.

—Está así por Sylje. Acaba de ingresar a la tropa de reclutas y se siente culpable por todo este tiempo que mantuvo su distancia con ella. —respondió Vladimir escondiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, recordando el día en que su hijastra tomó sus maletas y se fue a la zona de reclutamiento, a pesar del llanto de Sarah y el ruego de Ophelia de que no se fuera—. Todavía le duele haber perdido a su hijo mayor en la Legión y siente que volvió a perder a otro por sus acciones.

Víctor asintió comprendiendo el tema. Es una suerte de las diosas que la mocosa es del norte, habría sido un problema si ella y Jena se encontraran— ¿También se unirá a la Legión como el otro?

—No, planea unirse a la Policía Militar. Tiene la capacidad de entrar y confío que lo lograra. —dijo el hombre—. Pensarás qué tal vez quiere ir ahí para estar con su padre, pero la verdad es que le gustaría también estar alejada de él por también haber tomado distancia desde la muerte de su hermano.

—Vladimir, Vladimir... Deja de referirte a ese hombre como el padre, has sido más su padre que ese subcomandante de la Policía Militar. —comentó Victor realizando un tono burlesco cuando mencionó el puesto del hombre, el nombrado no dudó en torcer los ojos ante eso—. Y en cuanto a tu esposa, puedo llevarla al Culto de las Murallas para que la ayuden espiritualmente. Acercarnos a nuestras diosas es una gran ayuda para los que pierden su rumbo. Tu pequeña Ophelia puede ir también, Catelyn y Einer jugarían con ella. A Sylje le dejo la invitación, todavía tengo presente cuando me dijo que mi gente y yo somos unos misioneros oportunistas.

A pesar de que se tratara de su amigo, no compartían la misma opinión en muchos temas, siendo uno de ellos sus creencias. Vladimir tenía sus dudas sobre la divinidad de las murallas, aunque respetaba que la cabeza de los Hryniv si creyera y fuera un miembro activo en aquel culto que tanto poder estaba teniendo dentro de la política de las murallas. Nunca quiso acercarse a conocer esa religión y tampoco creía que aquello ayudaría a Sarah en cuanto a sus duelos, además, sabía los niveles de fanatismo que Victor podría llegar y no deseaba que eso pudiera generar algún conflicto con su esposa.

—Hablando de hijos, ¿cómo está Jena? —preguntó Vladimir mirándolo con curiosidad. Victor sonrió, tratando de mantenerse sereno ante la mentira que iba a soltar.

—No quería ir a Mitras, pero tuve que convencerla a duras penas. Sé que puede ser difícil salir de su vida cotidiana, pero no tenía otra opción; ser miembro de la corte real de su Real Majestad es un honor impecable y debe realizar su debida preparación como la primogénita de mi casa. —dijo, sonriendo internamente de que su amigo le creyera al instante.

—¿La enviaste con la señora Dibiasky? ¿La que nos preparó en aquel entonces?

—Por supuesto. Será una anciana, pero su calidad de enseñanza es exquisita.

—Y aterradora. Yo por eso juré que ni a una cuadra me acercaré a su academia. —comentó Vladimir con una risa nerviosa, sacando sus manos para tomar otra posición, uno en donde cruzará sus brazos y apoyaba su espalda en el marco de la ventana.

Sin saberlo, aquello era algo que le tranquilizaba a Hryniv de escuchar. Era su amigo y un miembro de la nobleza, pero desconocía de muchas cosas que las murallas escondían. O tal vez eso no era del todo cierto. Tal vez hicieron que él desconociera de esos secretos y Victor estaba involucrado en ello.

Le tenía apreció a la cabeza de los Mischutin, pero más a su poder y a la seguridad que los secretos le daban para seguir siendo lo que era.

—Espero que le esté yendo de maravilla.

—Confío en ello, amigo mío, no por nada es mi primogénita.

Tropa de Reclutamiento de la región sur. Muralla Rose. Año 847.

El dolor que su dedo le transmitía en consecuencia a una uña rota hizo que Jena chillara, maldiciendo en el proceso todo ese plan para vigilar a la última descendiente de los Reiss. Maldito plan, maldita bastarda, maldita sea todo. Para empeorar la situación, se encontraba colgando con la cabeza casi tocando el suelo mientras uno de sus compañeros la miraba con disgusto y aburrimiento.

Era el segundo día de su nueva vida como Maria Lenz, aunque se podría catalogar como el primer día donde iniciaban de manera oficial sus respectivos entrenamientos y, para su desgracia, había iniciado con una prueba de aptitud que no debían fallar o de lo contrario serían enviados a los campos de desarrollo bajo la justificación de que no eran aptos para convertirse en soldados. Palabras del mismo instructor Shadis. Jena no dudó en maldecir en voz baja cuando supo que su compromiso con el plan se veía afectado con ello.

La prueba parecía ser simple, pero la realidad era que era complicada si la persona no conocía el truco mental de este. Jena pensó que si veía los movimientos de sus compañeros, entendería el truco detrás de ello. No hacía falta mencionar que su idea había fracasado y ahora pagaba las consecuencias con un dolor fuerte de cabeza por el golpe más una uña rota.

—¿Ya terminaste de quejarte? —preguntó su compañero con una clara expresión molesta en su rostro, cruzando los brazos mientras veía el lamentable intento de su compañera azabache.

Su nombre: Eren Jaeger. El chico que el día anterior llamó la atención de media tropa por su historia de supervivencia mientras juraba destruir a cada titán que existía en el mundo.

—Estas personas son unas bestias, ¿cómo puede hacernos practicar en estas condiciones? —soltó Jena con indignación, sin darse cuenta que ligeramente había expuesto un acento que muchos lo identificaban como la manera de hablar de las personas de clase alta. Para su fortuna, Eren había ignorado completamente eso.

—Porqué cuando salgamos al exterior, los titanes no nos tendrán piedad para asesinarnos.

¡Ja! ¿Y quién dijo que iré al exterior a pelear con esas cosas? —se burló la azabache alzando una ceja, levantándose del suelo mientras sacudía aquellas partes de su ropa que habían sido impregnadas de tierra—. No soy una suicida desquiciada como esos bastardos de la Legión.

Ya veo, ella es una de los que buscarán entrar a la Policía Militar para vivir en el interior. Eren no pudo evitar realizar una mueca de disgusto mientras la veía—. Si piensas de esa manera tan sólo con la primera prueba, entonces demuestras que no sirves para eso.

—¿Disculpa?

—Mejor vete y deja esto a los verdaderos soldados. —comentó Eren mientras se encaminaba a que le conectaran los cables a su equipo, ignorando la indignación con la que Jena lo miraba.

Aunque sabía que no debía ofenderse, después de todo, una vez que finalizara aquel entrenamiento y se graduara volvería a su vida de noble. Sin embargo, pasar esa prueba de cualquier manera para vigilar a Historia era su prioridad en aquel momento y escuchar el comentario de su compañero sólo la hizo sentirse frustrada.

Se alejó de la zona donde se estaban realizando las pruebas, claramente molesta que ignoraba cualquier mirada que llegara a haber sobre ella. Ni siquiera noto la presencia de Historia a su lado por el enojo que sentía, era tanta que hasta deseaba que al chico llamado Eren Jaeger le fuera igual de mal en la prueba. Lo veía tan confiado, como si creyera que había nacido listo para aquello. No suponía, creía firmemente que ese chico creía que si podía, después de todo, él aseguró de manera confiada que sería la persona que mataría a todos los titanes del mundo. Patético.

Miró por los alrededores antes de que su compañero iniciara su prueba; si Jena fuera capaz de oír a sus instructores, estaría de acuerdo en que habían muchos reclutas talentosos y lo demostraban con la destreza que mostraban al saber mantener el equilibrio de sus cuerpos sin caer al suelo. Notaba que la chica pelirroja que tenía al frente suyo el día anterior lo hacía bien tras escuchar unos consejos que un chico rubio de alta estatura le había brindado; Sasha, quien ahora la apodaban como la chica patata, parecía balancearse despreocupadamente en un equilibro casi que perfecto; Jean Kirstein parecía tener un poco de dificultades al sentir que en cualquier momento caería, pero tres chicos que los veían, Marco Bott, Jasper Burckhard y Lorelei Nari comenzaron a ayudarlo señalando algunas cosas que podía permitir tener completo equilibrio. Efectivamente, eran talentosos. No podía decir lo mismo que ella, pero tampoco de Eren, quien tambaleo a los segundos de haber iniciado su práctica hasta quedar colgando con la cabeza en el suelo.

Jena ahogó su risa, agradeció internamente a sus diosas que haber volteado justo en el momento en que él había fallado.

—No deberías de burlarte cuando tú tampoco lo lograste, Jena. —susurró Historia, mirando con el ceño fruncido a la azabache.

—Cállate y no me llames por mi verdadero nombre, bastarda. —dijo ella entre dientes, mirando a todo lado asegurándose que nadie hubiera escuchado su verdadera identidad.

—¿¡Qué carajo estás haciendo, Eren Jaeger!? —reclamó Shadis enojado— ¡Ponte en vertical!

Las risas de sus compañeros no se hicieron esperar y las de la primogénita de los Hryniv tampoco. Se burlaban de él, claramente. Si bien todos habían quedado impactados por su historia como sobreviviente de la caída del distrito de Shingashina y, posteriormente, de la muralla María, al mismo tiempo sentían que exageraba al hacer su promesa de ser un gran soldado que se uniría a la Legión de Reconocimiento y claro, verlo en ese estado era motivo para ellos de reírse.

¿Qué pasó? ¿Cómo sucedió esto? Tiene que ser una broma.

Jena no lo pudo evitar y se acercó al muchacho para hincarse y quedar a una altura algo parecida a la que estaba, aunque Eren igual tenía que ver a arriba la expresión burlesca de la chica.

—Entonces, así son los verdaderos soldados. —burló haciendo énfasis en el comentario que hizo él minutos atrás, dedicándole una sonrisa que mostraba un poco su dentadura—. Gracias por el ejemplo, Jaeger.

—¡Ni creas que te salvaste por el pobre rendimiento de tu compañero, Maria Lenz! —exclamó Shadis en tono alto, haciendo que la joven de la identidad falsa sobresaltara al escucharlo— ¡Ambos repetirán sus pruebas mañana! ¡Si fallan, den por fracasados sus entrenamientos!

Patético.

A la luz de las velas que iluminaban el comedor, Jena escribía una pequeña carta que iba dirigida a Hans. La tinta impregnada en el papel reflejaba una letra visualmente elegante, demasiado para una chica de su edad. Cuando era una niña, Alysa la hacía escribir oraciones por dos horas para que ella aprendiera a mejorar su escritura hasta que su letra fuera atractiva al ojo del espectador. Era una letra que solamente alguien de la alta sociedad podría manejar, por lo que cada diez segundos levantaba la mirada para asegurarse que nadie estuviera viendo sus escritos, ya que la letra y el contenido dentro del papel podría perjudicarla.

Hans, soy Jena.

Apenas es el primer día oficial y ya quiero irme de aquí; este lugar no es para mí, soy una joven de la nobleza, no una pueblerina que quiere unirse a los profanadores de las murallas. Sé que estoy aquí para asegurar mantener el secreto del rey Rod, pero simplemente no quiero estar aquí, quiero estar con la gente del culto, con mis padres, mis hermanitos, contigo... Mañana tengo que hacer de nuevo una prueba que, si no apruebo no podré avanzar en el entrenamiento. No le digas nada a mi padre, primero veré como me va en la prueba y después le escribiré. Mi rezo a las diosas esta noche será para pedir que sea aprobada para avanzar y seguir vigilando a la bastarda esa.

—Oye, María, ¿podemos hablar?

Rápidamente dobló el papel a la mitad para tapar los escritos que llevaba dentro; actuaba como si simplemente cerraba la carta convencida de que había terminado con lo que desea transcribir en la carta, cuando en realidad, sólo buscaba disimular el susto que la voz de Eren Jaeger le había provocado.

Delante de ella, separados por una mesa de madera, se encontraba el joven con una evidente expresión de preocupación y hasta desesperación, además de poseer vendas alrededor de su cabeza. Ella arqueó una ceja, preguntándose mentalmente el por qué el cambio repentino de comportamiento hacia ella después de esa mañana.

—¿Qué quieres?

—Es sobre mañana, ambos tenemos la prueba y pensé que si nos ayudamos mutuamente...

—¿No dijiste que me fuera y se lo dejara a los verdaderos soldados? —preguntó con ironía, formando una sonrisa de lado que dejó más intranquilo a Eren—. Con razón tu cabecita está soltando humo, querido, la haces trabajar mucho que tu cerebro ya se quemo.

Sin más, intentó irse, pero la voz de Eren hizo que se detuviera al punto en que volteó para verlo directamente a sus ojos color esmeralda.

—María, espera. —suplicó el castaño—. Ya le he preguntado a varias personas y no me quieren ayudar, y tú también debes pasar la prueba. Por favor, tal vez si ambos buscamos ayuda podremos pasar juntos.

Ella inhaló suficiente aire para provocar un suspiro, debía admitir que sentía pena por él, pero no lo suficiente como para que la hiciera cambiar de opinión.

—Si te pones de rodillas y me lo suplicas, lo pensaré.

—¿Q-Qué?

—Lo que oíste, hazlo.

Se sentía humillado, pero los sentimientos de desesperación eran superiores que no le quedó de otra que hacerle caso al capricho de su compañera. Se dejó caer de rodillas frente a ella, mirando que la azabache cruzaba los brazos mientras miraba el humillante momento de él. Juntó sus manos en señal de súplica y dijo:

—Por favor, necesito aprobar y avanzar.

Jena Hryniv simplemente no podía creerlo, pero era una mujer de palabra y debía cumplir con su parte.

—Reza a las diosas para que te hagan un milagro. Las necesitarás.

Sin decir nada más, se fue, dejando al chico anonadado a nada de tener un ataque de nervios que solamente su amigo de cabellos rubios noto y corrió a su ayuda. Jena no se molestó en mirar la reacción del chico, sabía que probablemente le entraría remordimiento por su acción y se sentiría mal. No tenía tiempo para eso cuando su prioridad debía ser su misión.

Salió sin más del comedor, encaminando hacía el respectivo dormitorio que le tocó para guardar el papel escrito y de paso descansar después de ese día, pero había algo que carcomía su cabeza: ella también debía hacer la prueba si quería aprobar y no tenía a alguien que le ofreciera ayuda o diera consejos para no fallar.

Estoy en problemas.

—María, ¿todavía necesitas ayuda para mañana? —la voz de Historia Reiss se hizo presente, molestando inmediatamente a la joven ojiazul por la poca paciencia que le tenía.

—Eso no te incumbe, princesa bastar... —se calló de inmediato cuando noto la presencia de una tercera joven en el mismo lugar.

Era alta, con piel bronceada, pecas en las mejillas y un corto cabellos de color castaño; miraba con indiferencia a Jena, analizándola de pies a cabeza como si la estuviera revisando o bien mirando cada extremo de ella. La azabache de ojos azules no tardó en copiar la acción de la chica, pero mirándola con sospechas por los movimientos de ella.

—Ya hiciste amigos, felicidades, hermanita. —dijo ella volviendo a su identidad falsa, extendiendo su mano hacía la chica de pecas—. María Lenz, soy hermana de esa bruta.

—Ymir. —dijo cortante, dudando por un momento sobre si aceptar el saludo de manos o no. Al final, se lo concedió, aunque ambas hicieron un fuerte aprieto de manos que no traía nada positivo a ninguna de las dos—. Ayude a Krista con la prueba de hoy y me dijo que si podía ayudarte con eso. —de pronto, hizo un jalón para acercar el rostro de Jena hacía el de ella—. Quiero que sepas que no hago este tipo de favores porqué me nazca, así que me debes un favor a cambio.

Había algo en aquella chica que le encendía toda señal de alerta que existía en su ser. Recordaba que era la misma que la noche anterior no les quitaba un ojo encima; la misma chica que siguió sigilosamente a Historia cuando esta se fue a buscar a los dos chicos que habían sido castigados para darles un poco de pan y agua.

Estaba segura que no era una espía de su padre para vigilarla. Víctor era muy consciente de la fidelidad y lealtad que su primogénita tenía; incluso cuando tenía aquel berrinche de no querer irse por tres años a esa tropa de reclutas, Jena le seguía siendo obediente. Él jamás desconfiaría de ella porqué el noble sabía que su hija mayor era una de las tantas personas que bailaban en la palma de su mando.

¿Por qué desconfiaría de ella justo en ese trabajo luego de decirle que el destino de la nobleza dependía de ella? Jena Hryniv era también una noble corrupta a pesar de su corta edad y sabía que si la nobleza caía, ella igual. Prefería soportar esos tres años, aunque no quisiera, que ver su privilegio derrumbarse.

Era por eso que su cabeza generaba la duda de quién era esa tal Ymir y por qué le mostraba poca confianza en las dos supuestas hermanas.

—De acuerdo, te debo el favor. —respondió torciendo los ojos, aunque dando un apretón más fuerte para envíale de señal la poca confianza que le había generado a pesar de recién conocerse—. Si deseas, podemos empezar ya.

A la mañana siguiente.

El truco que Ymir le dio le había dado, con un poco de práctica y ejemplos de por medio, le funcionó de maravilla. Relajó los músculos de sus brazos y piernas en especial, ya que era donde ponía la tensión cuando comenzaba a elevarse y debía de relajarlos para tener mejor movimiento.

Tambaleaba mientras todos sus compañeros la veían, ansiosos por saber su resultado para conocer cuál sería su destino dentro de la tropa. Keith Shadis la intimidaba con la miraba, analizando cada movimiento que hacía para señalar algún error que pudiera cometer y que le costaría su nota en la prueba. Pero ella no le daría la oportunidad de fracasar, ganaría esa prueba a como diera lugar y "María Lenz" seguiría dentro del entrenamiento para convertirse en soldado.

Todo sea por mi gente. Diosas, permitan que pase esta prueba.

—¡Aprobada! —exclamó Shadis con seriedad— ¡Pasaste, pero todavía tienes que mejorar tu equilibrio, Lenz!

Sus compañeros exclamaron con felicidad, ovacionándola por su esfuerzo en su segunda prueba mientras ella sonreía con orgullo. Sólo cuatro personas no lo hicieron y aquellos eran Ymir, probablemente por la desconfianza que le generaba la azabache; Eren Jaeger, posiblemente por resentimiento a ese momento humillante que Jena le hizo pasar; Armin Arlert y Mikasa Ackerman, amigos de Eren qué tal vez estaban preocupados por la nota del chico. Igual su falta de felicitaciones no le afectaron, sólo quería pasar aquello y ya.

Cuando finalmente se liberó de los cables y se fue a reunirse con el resto, cruzó miradas con Eren, a quien lo notaba tenso por ser su turno y ella no dudó en guiñarle un ojo. No para desearle suerte, era su manera de burlarse al demostrarle que si podía con ello.

Podré hacerlo, tengo que hacerlo. Pensaba Eren mientras Shadis conectaba los cables a su propio equipo.

—Eren Jaeger, ¿estás listo? —preguntó su instructor.

—¡Sí, señor! —Lo haré... Tengo que hacerlo. Puede que no tenga el talento, pero tengo mucha determinación.

¿Debería apostar dinero por si vuelve a golpearse el rostro o no? Se preguntaba Jena cruzando sus brazos mientras lo veía.

—Empieza. —ordenó Keith firmemente. Uno de los reclutas, Thomas Wagner, obedeció la orden y comenzó a mover la manecilla que permitió a Eren elevarse hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo.

Todos miraban atentamente al joven que tanto juraba que sería quien vengaría su distrito caído, quien asesinaría a todos los titanes presentes en el mundo y los harían pagar por el sufrimiento que había vivido. El chico, que alguna vez experimentó lo que era estar en el infierno, comenzó a sorprender a todos con el equilibrio que mantenía para evitar caerse; demostrando a todos los que se burlaron y se negaron en ayudarle que él ya lo estaba consiguiendo, cerrando todas las bocas que se rieron el día anterior, incluyendo la de Jena, quien no podía evitar cambiar su expresión a una sorprendida.

Al igual que ella, todos le aplaudieron por su éxito y comenzaron a alentarlo para que continuara con la perfecta postura que estaba manteniendo. Admitían que Eren dio por finalizado las burlas hacía él y ahora se habían transformado en admiración para cada uno de los presentes.

¡Sí, lo hice! Pensaba él, orgulloso por la determinación que había mostrado en la prueba; sin embargo, había celebrado antes de tiempo y perdió la compostura hasta caer de espaldas impactando su cabeza contra el suelo. Sus compañeros callaron inmediatamente e incluso Jena, que pudo haber aprovechado el momento para burlarse como tanto estaba deseando, pegó las palmas de sus manos en sus labios como señal del susto que el golpe que recibió Eren le había ocasionado.

—¿Y ese cambio repentino, Lenz? —preguntó Ymir arqueando una ceja mientras la miraba, la azabache torció los ojos por la pregunta.

—Se acaba de golpear muy fuerte, es lógico que algo así impacte. —respondió, prestando luego atención a Eren que se preocupó cuando Shadis se acercó a él.

—No, espere, todavía puedo...

Pero Shadis dio otra orden.

—Bájenlo.

Y eso hicieron, lo bajaron y desconectaron su equipo hasta que finalmente fue libre, cayendo de rodillas al suelo con una clara expresión de derrota y decepción hacía sí mismo. Todos se sentían mal por él, porqué reconocieron que su esfuerzo estaba dando frutos hasta el último minuto antes de perder el equilibrio. Jena incluso sintió remordimiento ante sus burlas y sólo deseaba acercarse para saber cómo se encontraba el muchacho, aunque a los segundos descartó ello y fingió una expresión de indiferencia.

—Todavía puedo... —se le escuchaba insistir, lo cual le generó una mueca que impedía fingir su falta de importancia hacía el asunto.

Sin embargo, ninguno esperaba la siguiente orden que Keith Shadis daría ante la situación.

—Wagner, dale a Jaeger tu cinturón.

—¡Sí, señor!

¿Qué me dé su cinturón? Se preguntaba mentalmente el castaño.

¿En qué le servirá? Se preguntaba Jena con el ceño fruncido.

Nadie le cuestionó la decisión al instructor, simplemente siguieron la orden y Thomas le entregó su equipo a Eren. Y para sorpresa de cada recluta, incluida Jena, que vieron el tercer intento de Eren de mantener el equilibrio, lo había logrado sin problema alguno. No presentaba temblores, ni balanceos de un lado a otro; mantenía el equilibrio sin problema alguno y eso también lo había dejado sin palabras.

—Pero, ¿cómo? —dijo Jena en voz leve.

—El equipo estaba defectuoso. —explicó Shadis ante la duda que comenzaba a nacer a cada novato—. Los accesorios de metal en el cinturón estaban oxidadas. No me había percatado de esto antes; tenemos que añadirlos a la lista de cosas por reparar.

No puede ser...

—¿Así que trabajó con un equipo defectuoso por un día entero?

—Increíble.

—Sí... es increíble. —admitió Jena asombrada.

—Entonces, ¿cuál es la decisión? —preguntó Eren al instructor con impaciencia.

Shadis lo miro serio—. Está claro, ¡entrena duro!

Eren sintió emoción en ese momento, sin poder contener una sonrisa de celebración mientras seguía notando el asombro de cada uno de sus compañeros, pero en especial, de Mikasa, quien la noche anterior trató de convencerlo de que no siguiera en el entrenamiento por su propio bien.

¿Y ahora qué, Mikasa? ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo luchar contra los titanes! ¡No tendré que depender de ti nunca más!

Luego miró a Jena, a quien le devolvió el gesto anterior guiñando el ojo que más visible le era para ella, en muestra de que él también pudo. La azabache, por su lado, en lugar de molestarse por ello, sintió que habían quedado a mano y aceptaría esa condición.

—Nada mal, Eren Jaeger, nada mal.

INFORMACIÓN ACTUALMENTE NO DISPONIBLE PARA EL PÚBLICO

Existe una red de corrupción en una gran parte de la nobleza y los Hryniv pertenecen a esa red. Son los principales cómplices de la familia Reiss en mantener oculto sus identidades como la verdadera familia real, así como mandar a callar gente que cuestione sobre la corona o bien las murallas.




to be continued...

N/A:
literalmente jena viendo que eren le suplico de rodillas:

bueno, pues holi, aparecí finalmente ahr es que entre a clases y mucha tarea, pero no piense que dejo esto abandonado apenas en el primer capítulo, monster es mi hijo picioso y quiero relucir todo lo que he creado.

conocimos un poco a víctor y ya estamos viendo los primeros pasos de jena como soldado, además de la introducción de un personaje nuevo👀: vladimir mischutin, personaje que tiene mucha relevancia en dull knives, mi fic de armin que esta disponible en mi perfil y pronto subiré el primer capítulo (lectores de bleeding out que estén leyendo, no vayan, hay un fuerte spoiler ahí y no quiero que me peguen ahr)

anyways, no olviden votar y comentar que me ayuda bastante y nos vemos en el próximo capítulo !

con cariño, nicky🌙

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