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Capítulo Catorce
❝ Domingo ❞
Los domingos eran días ocupados para todos los miembros de la familia Chae. El primero en despertar era el señor de la casa; su reloj siempre sonaba a las siete de la mañana y lo primero que hacía al salir de la cama era dejar un beso en la frente de su esposa para después dirigirse con pasos silenciosos hasta el baño de la habitación donde cambiaba su pijama por el conjunto deportivo que preparaba la noche anterior. Y tan sigiloso como un ratón, salía de habitación cuidando de no pertubar el descanso de la mujer que amaba.
Sobre el piso de la cocina comienzan a verse los primeros destellos de una mañana que se toma su tiempo en salir. El señor abre el refrigerador y bebe el licuado de proteína que, en opinión de sus hijos, parece engrudo de prisión, pero que le da la energía suficiente para salir a correr por el vecindario durante cuarenta y cinco minutos a un ritmo constante que acompaña con música de los setentas.
Para cuando el señor Chae pasa por la tienda de conveniencia más cercana, su esposa ya está despierta y luciendo tan hermosa como una actriz de dramas. Lleva el cabello recogido en un moño y viste con una bata de satín color rosado que le obsequió su esposo hacía poco tiempo; sigue una rutina bastante sencilla para limpiar su piel y baja a la cocina, donde lo primero que hace es revisar cuánta fruta fresca les queda o si es necesario ir a la tienda de la señora Choi. Por fortuna aún les quedan fresas, algunas naranjas y un poco de piña. Entonces se pone manos a la obra y comienza a preparar el desayuno al ritmo del jazz suave.
Es el aroma de su comida lo que despierta a Maya de su sueño y la hace salir de la recámara de ChangKyun, quien no despierta por la súbita sensación de vacío que ha dejado la samoyedo en su cama, sino por un mensaje de texto que resuena por la habitación casi a las siete y treinta. Mantiene la cabeza oculta en la almohada mientras busca el dispositivo a tientas sobre la mesa de noche. El brillo de la pantalla lo hace cerrar los ojos pues contrasta de sobremanera con la oscuridad de la habitación. A los pocos segundos se encuentra sonriendo en cuanto lee el nombre de JooHeon y su usual mensaje de buenos días.
—¿Por qué siempre despierta tan temprano? —murmura para sí mientras escribe una respuesta al mensaje, terminando con el emoticón de una abeja.
A esas alturas no le apetece volver a dormir, pero tampoco tiene muchas ganas de salir de la cama. Sin embargo, es el desastre que impera en su habitación —y tal vez también el hecho de que su mejor amigo vendrá al mediodía para terminar el proyecto de geografía— lo que lo obliga a abandonar la calidez de sus cobertores. Se pasa los dedos por el cabello mientras camina hacia la ventana para dejar entrar un poco de luz natural y para que circule el aire mientras se dispone a ordenar su escritorio y a recoger los libros que yacen sobre la alfombra.
—Buenos días, mi amor —dice la señora Chae con voz suave, dando pequeños toques en la puerta. Se escuchan los pasos de Maya por las escaleras—. Despertaste temprano, ¿dormiste bien?
—Lo hice —responde, acercándose para besar la mejilla de su madre y recibiendo la taza de té que traía consigo, tomándose unos segundos para saborear el toque de miel que la mujer acostumbra poner y que es la cantidad exacta para que no opaque el sabor de la manzanilla—. ¿Ya volvió papá?
Ella negó.
—Tardará un poco, le pedí que comprara unas cosas cuando regresara.
ChangKyun asiente lentamente, dando otro sorbo al té. No puede evitar notar la mirada curiosa de su madre.
—JooHeon vendrá cerca del mediodía, vamos a terminar un proyecto.
—De acuerdo, entonces les dejaré bocadillos. Toma tu té y baja a desayunar después, iré a despertar a tu hermano, dijo que tenía qué terminar varias cosas de la escuela y que quería comenzar temprano.
—Buena suerte con eso —dijo con una pequeña sonrisa volviendo a sus labores de limpieza.
Cuando ChangKyun terminó su té, ya había terminado de ordenar su habitación y Maya descansaba cómodamente sobre el pequeño sofá que daba hacia el escritorio mientras el muchacho se daba una ducha con agua tibia. Cuando terminó, se puso una playera de su banda de rock favorita y unos pantalones de algodón que le daban una apariencia cómoda, pero también lucía lo suficientemente arreglado para cuando JooHeon llegara.
El ruido proveniente de la planta baja le indicaba que su padre ya había regresado y que la cocina había pasado a convertirse en un escenario donde los utensilios de madera se volvieron micrófonos y sus padres eran las estrellas. De momento no quería interrumpir esa felicidad, así que fue hacia la habitación de su hermano sólo para confirmar, una vez más, que su madre era la única persona en poder despertar a HyungWon. Lo encontró regando las flores que habitaban afuera de su ventana mientras tarareaba una vieja canción, preguntándose si desde afuera se vería tan fantasioso como lo imaginaba.
—Buenos días, hermanito. Amaneciste de buen humor —dijo ChangKyun, dejándose caer sobre la cama de su hermano—. Debo reconocer que es increíble que mamá sea la única que pueda despertarte, eres el tipo de persona que no despertaría incluso si el mundo estuviera a punto de acabarse.
—Debe ser una habilidad de las mamás —respondió, un tanto distraído por cómo el agua caía sobre los pétalos de los narcisos. Aunque en realidad era una mentira que despertó a causa de la voz de su madre—. Te ves bien, ¿vendrá JooHeon?
—¿Por qué asumes que me vestí así por él y no por mí? A veces me gusta vestirme bien, me recuerda que el sentido de la moda no se hereda.
—¿Lo dices por papá?
—Y también por ti.
—A mí me gusta cómo me visto —«También a HoSeok le gusta»—. Pero eso no responde mi pregunta.
ChangKyun se quedó en silencio unos segundos, jugando con el peluche color lila que descansaba sobre la cama.
—Sí, Honey vendrá. Pero eso no tiene nada qué ver con mi apariencia.
—Por supuesto que no —contestó HyungWon con una sonrisa burlona.
ChangKyun le lanzó el oso de peluche para después salir de la habitación con un adorable color rosado iluminando sus mejillas mientras HyungWon reía.
HyungWon dejó el muñeco sobre la cama y se acercó hacia donde descansaba Dolly, cuyo hogar estaba decorado por bonitas flores de colores. El muchacho tomó su teléfono y no pudo evitar sonreír al leer el mensaje de HoSeok. Un suspiro abandonó sus labios, dejando una sonrisa en su lugar de la cual Dolly fue el único testigo.
—¿Está bien si te tomo una foto? Es para HoSeok —preguntó HyungWon, la pequeña tortuga lo miró y un ligero movimiento fue suficiente para darle una respuesta—. De acuerdo, pon tu mejor sonrisa.
HyungWon tomó varias fotografías de Dolly de distintos ángulos, asegurándose de halagar la belleza natural de su compañero, incluso le puso una pequeña flor sobre el caparazón.
Agradecía que HoSeok no le hubiera hecho preguntas respecto al día en que lo encontró llorando bajo un árbol de cerezo; aquel día HoSeok le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y le obsequió una de las flores que descansaban sobre el césped recién cortado y que HyungWon se había encargado de conservar entre las páginas de una novela de Jane Austen. Todas las preocupaciones que tenía respecto al apodado príncipe de la escuela habían quedado en un segundo plano cuando esa misma noche, después de las nueve y veinte, HoSeok le había enviado una fotografía de sus gatos que rozaba en lo graciosa y en lo adorable.
—Te ves muy bien, Dolly —dijo él con una pequeña sonrisa.
Entró a la conversación que había comenzado con HoSeok ese mismo día más temprano de lo que a uno le gustaría y le mandó las fotografías de su adorable tortuga, recibiendo una respuesta inmediata.
—HoSeok también dice que te ves bien.
La tortuga parpadeó dos veces antes de caminar hacia el agua de su pequeño hogar. HyungWon le agradeció por ser su modelo y se dispuso a bajar a desayunar. Dejó su teléfono cargando sobre el escritorio y salió de la recámara no sin antes recordarle a su fiel compañero que le traería algo delicioso para comer.
🌸 🐢 🌸
JooHeon tenía una letra muy bonita, desde el punto de vista de ChangKyun. Su favorita era, sin duda alguna, la letra cursiva con la que el rubio solía firmar las tarjetas de cumpleaños o de navidad que intercambiaban ambas familias durante las festividades, además de que en los últimos años había adquirido el hábito de firmar con sus iniciales, «JH», cualquier cosa que le obsequiara a ChangKyun. Y en realidad a él le encantaba.
Así como ChangKyun tenía cierta facilidad para tratar con temas relacionados a la ciencia o a las matemáticas, JooHeon lo era para todo aquello relacionado a las bellas artes (tal vez por eso se llevaba tan bien con MinHyuk). Era ese contraste en sus habilidades uno de las tantos puntos que ambas madres de familia juraban que hacía más fuerte su relación.
En ese momento, JooHeon se encontraba concentrado en terminar las detalladas ilustraciones que había comenzado el día anterior con un lápiz y que ahora cobraban vida con los colores y las técnicas con las que eran aplicados. ChangKyun se encontró mirándolo con atención en repetidas ocasiones, interesado en la delicadeza de los movimientos que el rubio hacía con las manos y en la canción que tarareaba.
—Kyunnie, ¿ya terminaste? —preguntó JooHeon con una sonrisa tímida y las puntas de las orejas de un precioso color cereza. ChangKyun lo miraba desde el otro lado del escritorio, con la barbilla descansando sobre la palma de su mano.
—S-sí, digo, uh... Sí, ya terminé... Una parte, pero ya es un avance —dijo, mirando la pantalla de su computadora, sus manos y cualquier otra cosa que no fueran los bonitos ojos de JooHeon, el reloj digital era una de esas cosas.
La pantalla brillaba, mostrando que eran casi las cuatro de la tarde. No les faltaba mucho por hacer, pero no habían comido nada que no fueran los bocadillos que la señora Chae les había llevado antes de salir con su esposo hacía un par de horas, y ya casi era la hora del paseo dominical de Maya.
—¿Tienes hambre? —preguntó ChangKyun con voz suave.
JooHeon dejó el lápiz de color sobre el escritorio y asintió a la pregunta con sus ojitos cargados de cansancio.
—Tomemos un descanso y vayamos a comer, ¿quieres pizza?
JooHeon asintió, poniéndose de pie
—Yo la pido, ¿prefieres papas o dedos de queso?
—Dedos de queso está bien.
JooHeon acarició un poco la cabellera de su amigo antes de tirarse sobre la cama con su teléfono en mano. Un gesto que a simple vista no parecería nada más que una muestra de afecto, pero últimamente ChangKyun buscaba recibir más contacto físico por parte del rubio, le gustaba, de cierta manera lo hacía sentir tranquilo y le dejaba un cosquilleo en el pecho.
ChangKyun se puso de pie y salió hacia la recámara de HyungWon. Tocó la puerta tres veces, escuchando la calmada voz de su hermano antes de entrar. HyungWon tenía un par de libros apilados sobre el escritorio, el navegador abierto en una página de física y el cabello recogido con broches para mantenerlo lejos de su cara.
—Pedimos pizza, por si tienes hambre.
—Gracias, Chang —respondió, intercambiando su vista entre la pantalla de su computadora y la libreta frente a él—. Pero tú viniste por otra cosa.
—¿No puedo preocuparme por que mi hermano mayor tenga una buena alimentación?
HyungWon enarcó la ceja, ChangKyun suspiró y expresó el motivo de su visita.
—¿Aún te queda mucho por hacer?
—No, terminé hace un rato y decidí adelantarme un poco en los temas.
ChangKyun lo miró curioso, pero de cierta forma aquello no le extrañaba.
—De acuerdo... Entonces, ¿podrías llevar a pasear a Maya? —dijo, ahora HyungWon lo miraba—. Por favor, aún nos falta terminar una parte del trabajo y ya sabes cómo se pone cuando no sale a pasear a la hora de siempre. Por favor, Wonnie, por favor, por favor.
—¿Seguro que no es una excusa para quedarte a solas con JooHeon?
—¿Estás insinuando algo?
—No.
—Cómo sea, sólo llévala al parque que está cerca de aquí. Hay muchos perros, deja que juegue con algunos hasta que se canse y regresen. Ya lo has hecho.
—No lo sé, hace tiempo que no saco a pasear a Maya. ¿Y si se siente incómoda?
—No lo hará, ella te quiere mucho. Además, Dolly no tiene porqué enterarse —susurró el menor, mirando de reojo al estanque de la pequeña tortuga—. Por favor, Wonnie, hazlo por mi princesa.
HyungWon suspiró pesado y asintió mientras se llevaba la mano al cuello. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el juvenil rostro de ChangKyun, quien salió de la habitación diciendo: «Gracias, gracias, eres el mejor hermano del mundo».
Apagó su computadora y se aseguró de arreglar un poco su espacio de trabajo antes de cambiarse de ropa; sólo iría al parque a pasear a su mascota, unos pantalones deportivos y una sudadera bastarán. Preparó una pequeña mochila donde llevaba su teléfono, las llaves de su casa y alguna que otra cosa importante que pudiera llegar necesitar. Y, por supuesto, se aseguró de llevar consigo la novela que estaba leyendo en ese momento.
Salió de su habitación en cuanto los más jóvenes le avisaron que había llegado la pizza. Maya estaba recostada en su cama a un lado del ventanal, con la correa cerca y un brillo de expectación en sus ojitos.
HyungWon sólo tomó una rebanada de pizza, y apenas se acercó a Maya, la preciosa samoyedo se puso de pie y meneó su colita con alegría.
—Vamos, Maya, tengamos una cita —dijo él con voz suave, acariciando la cabecita peluda de la perrita.
Maya lo siguió hasta el recibidor, donde le colocó la correa y le pidió que se portara bien. ChangKyun y JooHeon se despidieron de ellos y lo único que el menor de los Chae esperaba era que su princesa no le terminara gastando alguna broma a su hermano.
🐢 🦮 🐝 🍕 🐺
Maya se estaba portando muy bien. Se detuvieron en un par de ocasiones en su camino hacia el parque porque la samoyedo siempre llamaba la atención de quién estuviera cerca, sumando su actitud alegre y amigable. Llegaron al parque en más tiempo de lo esperado, pero aún había suficiente luz de día como para dejar que jugara libremente con los otros perros.
HyungWon se sentó en uno de los bancos que daban a la jardinera de un gran árbol que proporcionaba sombra y un agradable olor a frutas. Maya lo siguió y se mantuvo quieta mientras el muchacho le quitaba la correa y le daba indicaciones; después, como si fuera una niña pequeña, Maya salió corriendo hacia donde los otros perros y pronto se encontró jugando con un golden y un labrador. HyungWon había escogido un buen lugar en el parque porque podía cuidar a la preciosa Maya y a la vez disfrutar de la brisa fresca de un atardecer que se aproximaba.
Revisó rápidamente su teléfono, pasando por mensajes de texto de su hermano, unos cuantos de sus padres y por los que había en el chat grupal que compartía con MinHyuk y KiHyun, donde el mayor no dejaba de preguntar sobre la cita que habían tenido el presidente del consejo y Son HyunWoo; HyungWon también estaba interesado en saber, pero sabía que lo mejor sería esperar a que KiHyun decidiera contarles sobre eso. Hasta entonces, MinHyuk sería como aquel pequeño pomerania que brincaba de un lado a otro.
Un suspiro abandonó sus labios al ver la conversación con HoSeok, no le había respondido desde hace un par de horas y HyungWon creyó que, al ser de un grado superior, tal vez se encontraría ocupado con sus deberes escolares.
«O tal vez ya no le interesas. Se habrá dado cuenta de cómo eres en realidad y se aburrió de ti...»
Negó. HoSeok no era así.
Guardó el dispositivo en su mochila, cambiándolo por la novela de Charles Dickens que recién había comenzado a leer y se dirigió a la página marcada con el colorido y simpático separador cortesía de Lee MinHyuk.
Consciente de que debía cuidar de la que algunos niños llamaban «nube andante», HyungWon procuró no sumergirse demasiado en la narrativa de Dickens; su vista buscaba constantemente a Maya para después volver por unos minutos a su lectura. Cuando veía a Maya pudo darse cuenta del panorama que había en el parque ese domingo por la tarde; se encontró con familias de todo tipo disfrutando de la belleza natural de las áreas verdes, de parejas que caminaban con las manos entrelazadas y miradas que desbordaban amor. A lo lejos pudo ver a un chico rubio, bastante alto, jugando con un golden retriever al que se le parecía bastante; junto a él estaba un muchacho un poco más bajo, con el cabello de un color azabache brillante y una sonrisa que a HyungWon le recordó a los cachorros maltés.
Suspiró y buscó a Maya. La encontró jugando con un pequeño grupo de perros que corrían felices tras una pelota; se veía feliz. La miró brincar en el aire, atrapando la pelota con el hocico y cayendo sobre sus patas con una gracia digna de concurso. «De verdad que Chang la tiene muy consentida», pensó, y es que Maya realmente parecía una princesa. La samoyedo miró en su dirección y corrió hacia él, con las orejitas levantadas y los ojitos brillantes. HyungWon la miró confundido cuando le dejó la pelota sobre su regazo, se sentó frente a él con la lengua de fuera y meneando la cola de un lado a otro con un alegre compás.
—¿Quieres que juegue contigo? —preguntó HyungWon con voz suave, sorprendiéndose cuando vio a los otros perros acercarse y adoptar la misma postura que la samoyedo— ¿Qu-quieren que ju-juegue con ustedes?
—¡Oigan! ¡Chicos, regresen! —exclamó una voz que HyungWon conocía perfectamente. Sus mejillas se sonrojaron al verlo—. Oigan, no pueden irse así de repente, pueden perder... HyungWonnie.
HyungWon, aún tímido, saludó a HoSeok con su mano libre y por un momento fue consciente de su atuendo; HoSeok se veía bien, en realidad siempre se veía bien, bastante bien, en cambio él parecía que había dormido más de diecisiete horas seguidas.
—Hola, HoSeok... Uh, ¿s-son tus...?
—¡Ah! No, bueno, sí, digo, en realidad son los perritos del refugio así que podría decirse que sí —respondió con una adorable sonrisa tímida—. Maya estaba jugando cuando salió corriendo, supongo que quería invitarte a jugar.
—¿Ya conocías a Maya?
—Sí, hace unos días me encontré con JooHeon y otro chico, Maya estaba con ellos. No fue difícil reconocerla, no vienen muchos samoyedo al parque.
—Ah, entonces vino con ChangKyun.
—¡Sí! Ese era su nombre. Entonces lo conoces.
HyungWon asintió.
—Es mi hermano menor.
—Oh, ya veo —dijo HoSeok con timidez, acariciando la cabeza de uno de los perros—. Parecía agradable, se veía como un buen chico.
—Lo es... A veces —dijo y ambos soltaron una risita. Los perritos los veían curiosos, siguiendo su mirada hacia la pelota que HyungWon aún traía en sus manos; el muchacho pronto fue consciente de ello y agregó:— Creo que esto es suyo. Maya me lo trajo.
HoSeok tomó la pelota, rozando ligeramente los dedos de HyungWon en el proceso.
—¿Te gustaría jugar con nosotros?
Y como si Maya pudiera leer las expresiones humanas, se colocó detrás de HyungWon y lo empujó levemente hacia adelante con ayuda de su cabeza. HyungWon, quien tenía las mejillas pintadas de un color tan precioso como el de las flores de cerezo, aceptó. Podía jurar que la sonrisa de HoSeok se había ganado, sin lugar a dudas, el segundo puesto en la lista de cosas que HyungWon podría ver todo el día (el primero siempre sería ver a Dolly nadar).
Charles Dickens pasó a un segundo plano, acompañando los mensajes de texto de sus amigos y las preguntas de ChangKyun sobre el estado de su pequeña Maya. En realidad, todo parecía haber pasado a convertirse en uno de los universos lejanos como los que HyungWon tanto amaba leer cuando era niño, y aquello también le ocurría a HoSeok. Sin darse cuenta, su relación estaba evolucionando a pasos pequeños pero constantes —como los de las tortugas— hasta llegar a este punto, donde todo lo demás se volvía la viva imagen de una pintura hecha con acuarelas y ellos eran los únicos protagonistas en un fondo con tintes rosados y dorados.
HoSeok amaba la risa de HyungWon y ese mismo día, al llegar a casa por la noche, le preguntó a su madre cómo se sentía enamorarse de verdad. La respuesta que le dio vino acompañada de una taza de té y una historia de la que se ahorró las partes tristes; HoSeok entonces supo que haría lo que estuviera en su alcance para proteger la risa más hermosa que había escuchado jamás y al dueño de tan bella melodía.
Los perritos jugaban alegremente con los muchachos hasta que el sol comenzó a caer; el cabello de HyungWon tenía pequeños mechones rizados y rebeldes marcando su propio camino en esa suave cabellera.
—Se está haciendo tarde —murmuró HyungWon cuando HoSeok y Maya se acercaron—. Creo que ya es hora de irnos, a ChangKyun no le gusta que Maya esté fuera tan tarde.
—¿Puedo acompañarte a casa? —preguntó HoSeok en un momento de valentía, HyungWon lo miró y sus orejas sonrojadas le parecieron adorables.
Los ojitos de Maya iban de HyungWon hacia HoSeok; claro que ella sabía lo que estaba ocurriendo, por eso soltó un ladrido y acarició con su cabeza las piernas del mayor. HyungWon rio por lo bajo y con las mejillas tintadas del color de los cerezos dijo:
—¿De verdad? No queremos causarte problemas.
—No lo harán, créeme. Así YunHo puede pasar más tiempo con YeoSang —dijo, mirando al chico rubio—. Y yo puedo pasar más tiempo con ustedes.
HyungWon sonrió, terminó de ponerle la correa a Maya y caminaron hacia la entrada principal del parque; HoSeok se despidió de su compañero y del chico que lo acompañaba, y caminó al lado de HyungWon en un silencio que estaba lejos de ser incómodo.
Maya caminaba por delante de ellos, a paso calmado y notablemente feliz por haber pasado una tarde divertida en compañía de otros perritos. HyungWon y HoSeok intercambiaban pequeñas conversaciones triviales de manera ocasional en donde el adorable chico de cabellos rizados siempre terminaba con una cálida sonrisa en los labios. HoSeok se sentía increíblemente feliz en ese momento y daría lo que fuera para que durara para siempre; HyungWon bañado en la delicada luz dorada del atardecer, escuchar su voz, tan suave como la seda, hablando sobre temas que a ambos les gustaban y que provocaban una chispa de genuina felicidad en los ojos del menor.
Llegaron a un vecindario bastante bonito, donde las casas eran grandes, pero no demasiado; de fachadas modernas y jardines bien cuidados, con preciosos arbustos bien cortados y luminarias que iluminaban la vereda de una manera elegante y sencilla. Se sentía como un lugar tranquilo para vivir, aunque a primera vista parecía ser muy diferente al vecindario donde vivía la familia de HoSeok.
La residencia de la familia Chae estaba al final de la calle, perfectamente diseñada para adecuarse al desnivel natural del terreno. El jardín era sencillo, pero podía notarse el trabajo y el cariño con el que era cuidado. Al frente, en la planta alta, había un balcón que daba hacia un ventanal donde las cortinas de algodón proveían de privacidad y frescura. HyungWon suspiró al ver la tela moviéndose con la brisa del atardecer.
—Supongo que mis padres ya están en casa —dijo—. Gracias por acompañarnos, HoSeok.
—Gracias por permitir que los acompañara —dijo él con voz suave, sin apartar la mirada de HyungWon—. Me gusta estar contigo, Wonnie.
El muchacho lo miró.
—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto que sí. Eres interesante, gracioso, tierno; siempre tienes algo qué decir sobre cualquier cosa y eso me gusta —dijo HoSeok, embelesado por el chico frente a él—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Se-seguro.
—¿Te han gustado las flores?
HoSeok no le permitió a las estrellas robarse el color de los pétalos de cerezo que iluminaban las mejillas de HyungWon, mucho menos esa sonrisa.
—Mucho —respondió, sus manos jugaban con la correa de Maya, quien los veía curiosa—. Son lo que más espero cada mañana, y cuando las veo siento que mi corazón se llena de felicidad.
Maya intervino de la misma manera en la que los protagonistas de esa clásica película sobre dálmatas lo hicieron. Si bien, HoSeok no permitió que las estrellas se llevaran la sonrisa de HyungWon, sí les permitió presenciar la melodía que creaba la sincronía de sus corazones (concierto para que el Maya tenía asiento en primera fila). HoSeok le pidió permiso silenciosamente a HyungWon para poder acercar sus manos; las manos de Chae eran delicadas, delgadas, y las de HoSeok eran suaves y tenían la temperatura correcta.
—Quiero que seas feliz, HyungWonnie, siempre —dijo—. ¿Me permitirías seguir siendo parte de esa felicidad?
Claramente MinHyuk gritaría de emoción si se enterara de lo que hizo «su pequeño Wonnie» antes de despedirse de HoSeok. Sin embargo, ese es un secreto que solamente Maya y las estrellas del atardecer jamás revelarían.
🐰 ✨ 🐢
¡Holaaa!
Ha pasado una eternidad desde que actualicé esta historia, por eso en cuanto salí de vacaciones me puse a escribir y, con suerte, este no será el único capítulo que publicaré durante las vacaciones de invierno.
Originalmente iba a ser un capítulo largo, pero no quiero que sean tan diferentes uno del otro, por eso decidí partirlo por la mitad. 🤭
También quiero contarles de los Winter Awards organizados por TD_Editorial en donde tengo el honor de ser jueza en compañía de más autorxs MonWenee súper talentosxs. Hay muchas historias interesantes participando, y si quieren inscribirse aún pueden hacerlo. ¡Anímense! ✨🫰🏼
No olviden dejar un comentario o una estrellita porque me hacen muy feli.
Besitos de mariposita.
No olviden tomar agua. ✨
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