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epílogo.

Capítulo final.

... Dame tu mano, sálvame, sálvame,

Necesito tu amor antes de que caiga, caiga...

Lisa pegó un grito de ánimo cuando la ceremonia se dio por finalizada, observando a ambas alfas sonreír junto al resto de sus compañeros luego de haberse graduado con honores. Dio un grito de apoyo, sin importarle llamar la atención a su alrededor y, mucho menos, ignorando las miradas que las madres de sus novias le dirigían.

―Doctora Kim ―escuchó que reflexionaba el padre de Jennie―, suena bastante atractivo, ¿Es por eso por lo que te enamoraste de mi hija, Lisa?

La omega suspiró al escuchar esas palabras. A pesar de los años, el padre de Jennie no parecía haber cambiado ni un poco... Así como el padre de ChaeYoung tampoco, que no había ido a la ceremonia al no considerarlo importante. Lisa lo había conocido cuando cumplió un año con ellas y no fue una experiencia demasiado agradable.

―Me enamoré de su dinero, señor Kim. ―le dijo al adulto, que enarcó una ceja con elegancia, mientras la madre de Jennie bufaba por la molestia.

―Por supuesto ―razonó el hombre―, el dinero siempre enamora. Una pena que te hayas fijado en la hija y no en el padre.

En definitiva, ese alfa jamás cambiaría.

Volvió a poner una sonrisa cuando las vio bajar del estrado, adelantándose para ir a darles un beso y abrazo por su graduación. Ambas alfas no tardaron en alcanzarla, primero ChaeYoung, que le estampó un sonoro beso en la boca, y luego le tocó a Jennie, que la hizo girar antes de hacer lo mismo.

Al separarse no pasó por alto las miradas que varios compañeros de las alfas le dirigieron, pero las pasó por alto. Al fin y al cabo, ya se había acostumbrado a ellas, pues a donde quiera que iban, siempre se les quedaban mirando. A la gente parecía sorprenderles demasiado que una omega anduviera de la mano con dos alfas.

―Se veían muy guapas allí. ―comentó Lisa.

―Siempre estamos guapas, en especial cuando sabemos que estarás aquí. ―dijo Jennie, inclinándose a darle otro beso.

―Quítate ―ChaeYoung la empujó, haciendo que Lisa sacudiera su cabeza en una negativa―. ¿Te quedarás toda la semana, bebé? Te extrañamos mucho.

―Conversemos de eso después ―dijo Lisa, ignorando las quejas de Jennie―, sus madres han venido y no quiero más motivos para que me odien.

Escuchó sus resoplidos, pero simplemente las ignoró para volver a ir hacia donde estaban ambas omegas con expresiones de haber olido mierda. No era ninguna novedad y, con el pasar de los años, Lisa simplemente se había acostumbrado y llegó a la conclusión de que era mejor ignorarlas. Mientras no soltaran sus comentarios imbéciles, podía soportarlas.

Pronto iban a cumplirse cuatro años de esa calurosa tarde de agosto, en la boda de sus amigas, cuando oficializó la relación con ambas alfas. A veces, Lisa miraba hacia atrás y pensaba en todo lo que había pasado, todo lo que sintió, y lo comparaba en cómo estaba ahora. Esa chica deprimida y monocromática había ido cambiando con el pasar de los años, ahora tan llena de colores propios, y estaba satisfecha con eso, con la vida que llevaba ahora. Era... Sanador.

El padre de Jennie les dio un regalo a las dos chicas, con ChaeYoung algo conmovida gracias al tierno gesto. A pesar del retorcido humor que poseía, se notaba que quería tanto a Jennie como a ChaeYoung, y eso ya era algo de admirar en opinión de Lisa. Además de que tenía bien sujeta la lengua afilada de la madre de Jennie, que ante la imposibilidad de decir algo, simplemente miraba con desprecio a Lisa.

Además, no es como si pudiera decir mucho (y lo mismo pasaba con la madre de ChaeYoung), pues al fin y al cabo... Lisa lucía sus dos marcas con orgullo desde hacía dos años atrás. La esperanza de esas mujeres de que esa relación extraña pudiera terminar se murió cuando la vieron la semana después de que ocurrió, con las bocas abiertas y gestos fuera de sí.

Fue todo un tema, además. Cuando Jennie y ChaeYoung cumplieron los veintidós, producto de la ley sobre tener un omega a esa edad, tuvieron que apelar e iniciar todo un trámite para comprobar que estaban en proceso de tener uno. A los jueces no les había hecho ninguna gracia la existencia de esa relación poliamorosa, pero ante la ausencia de una ley que lo regulara, poco pudieron hacer. Fue algo agotador y extenuante, sin embargo, a esas alturas, la pareja estaba feliz por haberlo hecho.

Más tarde, fueron a cenar las tres juntas a un bonito y familiar lugar. Lisa entonces les dio sus regalos.

―Los hice yo ―confesó, mientras Jennie era cuidadoso para abrir el papel de regalo, en tanto ChaeYoung lo destrozaba―, si no les gusta...

―No digas eso ―dijo ChaeYoung―, todo lo que venga de ti, nos encanta.

La omega sacudió la cabeza, sin poder creer que a pesar de los años, siguieran siendo tan... Románticas con ella. No es como si le molestara, sólo que le resultaba un poco extraño. A veces, la omega todavía pensaba... Tenía esos pensamientos intrusivos sobre que todo eso iba a terminar en algún momento, que ellas nunca iban a contentarse sólo con una omega...

Y luego, las alfas parecían percibir esa idea, ese pensamiento, e iban hacia ella para abrazarla, besarla y recordarle, entre suaves caricias y toques, que Lisa era la única omega de sus corazones.

―¡Vaya!

El grito de Jennie la sacó de sus pensamientos. Observaba el cuadro con admiración, ese cuadro que la omega trabajó con tanto ahínco. Era de Jennie, hecho primero con carboncillo y luego pintado en algunas partes con acuarelas. Mono y policromático.

―Está hermoso. ―dijo ChaeYoung, también admirando el suyo con esos ojos brillantes.

―¿De verdad? ―Lisa sintió un golpe de ansiedad―. Mi profesor me preguntó si los iba a exponer, pero le he dicho que no... Son muy privados. Son... Es la forma en que las veo. Con tantos colores, incluso negro y blanco...

Su barboteo torpe se vio callado cuando Jennie le agarró la mano, mientras que ChaeYoung se estiraba para agarrarle de la barbilla.

―Los amamos, Lisa ―le aseguró Jennie―, así como te amamos a ti.

Asintió, sintiendo sus ojos ligeramente llorosos ante esas palabras. Ante lo que era ya obvio para muchos, pero a ella le encantaba escuchar cada día, porque volvía loco su corazón. Porque le hacía ver...

―Tenemos una exposición en la universidad la siguiente semana. ―les dijo con timidez, con esa sonrisa que los hacía sonreír de manera inevitable.

Le hacía ver que ella era la primera de un alfa. De sus alfas. La primera y la única. Y siempre lo sería.

FIN.

¡Gracias por leer!

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