3.
Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. HyunJin!Alfa x SeungMin!Alfa x JeongIn!Omega
Estoy atrapado dentro de mí mismo,
Y estoy muriendo...
En el sueño, JeongIn volvía a tener catorce años.
Se vio a sí mismo más pequeño, delgado y nervioso, tratando de hacer su tarea, aunque, miserablemente, no entendía nada de lo que estaba leyendo. Los números parecían confundírsele en su cabeza, mezclando las letras también, y soltó un gemido bajo, frotando su frente.
Idiota. Eres tan idiota, pensó haciendo una mueca, y tomó otra vez el lápiz. No quería pensar en la posible mirada de decepción que, con toda probabilidad, su mamá le dirigiría.
Su papá sólo suspiraría, tranquilo, antes de acariciarle el cabello con cariño, diciéndole que estaba bien. Que no importaba si no era bueno en matemáticas.
Un alfa te tomaría si fueras más inteligente, murmuraría su mamá mirándolo, ¿Qué importa si eres bueno en artes? A nadie le interesa eso.
Hizo un rayón en el cuaderno, sin poder entender ni un poco las fórmulas, y escuchó el primer grito.
Cerró sus ojos con fuerza, poniéndose de pie y caminando hacia la cama. Una vez se echó sobre ella, no pudo evitar abrazar la almohada para hundir su rostro allí, como si de esa forma pudiera ahogar los gritos y las discusiones.
Otra vez estaban discutiendo. JeongIn odiaba tanto cuando discutían.
Apenas podía oír lo que estaban gritándose sus padres, de seguro, algo sobre él. Quizás sobre mandarlo a otro colegio, quizás sobre buscarle algún tutor para las matemáticas, quizás sobre buscarle a algún alfa ricachón con el que pudieran casarlo. Su mamá era la partidaria de esto último, y seguía insistiendo a pesar de la negativa de su padre, del terror de su hijo.
Silenciosamente, abrió la puerta.
—¡Me tienes harto, HyeJi! —gritó Daniel—. ¡No eres más que un maldito problema!
—¡Soy tu omega! —contestó HyeJi—. ¡Tuve a tu hijo!
Tembló por algún extraño motivo.
—¡Desde ahora, no lo eres más, ¿Me escuchas?! —JeongIn volvió a temblar, apretando el borde de la puerta—. ¡Te reniego como mi omega!
JeongIn mordió su labio inferior al oír el gemido de su mamá.
—¡Me iré de aquí!
—¡Daniel, no!
—¡Te quitaré de mi custodia! —JeongIn dio unos pasos, ansioso, desesperado.
—Papá... —murmuró desde su habitación, sintiendo las lágrimas cayendo por su rostro.
—¡Daniel, soy tu omega! ¡¿Qué pasará con JeongIn?! ¡Es tu hijo!
—Papá... —susurró, temblando.
—¡No metas a mi hijo en esto, HyeJi! —pudo escuchar la puerta abriéndose, y gimió, queriendo alcanzarlo, queriendo decirle que no se fuera, pero pareciera que el pasillo se alargaba, haciendo imposible que llegara al comedor.
—¡Si te vas, Daniel, nunca más lo verás, ¿Me oyes?! ¡Nunca!
—¡No puedes impedirlo!
—Papá, no te vayas...
—¡Me llevaré a JeongIn de aquí!
—... Llévame contigo... —sollozó, como un pequeño, débil niño roto.
Alcanzó el comedor, pero entonces la puerta resonó, la habitación quedando vacía, y JeongIn lloró, cayendo de rodillas.
—¡No te vayas! —gritó, desesperado—. ¡Papá, vuelve! ¡Por favor, por favor! ¡No te vayas!
Pero solo el silencio le contestó.
Al principio, por supuesto.
Porque la pesadilla siempre terminaba de la misma cruel manera, no tenía forma de evitarla. No había forma de tratar de resistirse.
Unos fuertes, enormes brazos lo rodearon por la cintura, levantándolo, meciéndolo, pegándolo a un frío pecho, y sintió el aliento de JaeHyung en su oreja, enviando escalofríos por toda su espina dorsal.
—Ahora somos solos tú y yo, JeongIn. —murmuró su padrastro antes de morder su cuello.
JeongIn despertó de golpe, su rostro encharcado en lágrimas, y se sentó en la cama.
Cubrió su boca, tragando la bilis que subía con rapidez por su garganta. Forzándose a no romper a llorar, a no quebrarse por completo, miró la hora: las nueve de la mañana. Miércoles. Su turno comenzaba a las dos de la tarde.
JaeHyung debía estar en casa, al igual que su mamá, que tenía turno en la noche otra vez.
Estoy a salvo, quiso convencerse, fallando patéticamente.
Sus pies tocaron el suelo, y al levantarse, miró su rostro en el espejo, haciendo una mueca al verse.
Ojeras enormes bajo sus ojos. Rostro pálido, cansado. Las pesadillas, definitivamente, estaban volviendo otra vez. Pesadillas que aparecieron cuando su padre se marchó, que reaparecieron con la llegada de JaeHyung y que ahora hacían acto de presencia una vez más.
‹‹JeongIn, por favor, ¿Puedes lucir más bonito? ¿Cómo piensas conseguir un alfa luciendo así?››.
Casi podía oír a su mamá diciendo eso.
Frotó su rostro con las palmas de sus manos, tratando de ahogar los pensamientos.
Lo hace por mi bien, pensó, poniéndose de pie, mamá solo quiere lo mejor para mí. Un buen alfa que me mime, que me preñe y nunca me abandone. Lo que ella quiso para su vida. ¿Lo que yo quiero para la mía?
Salió de su habitación para dirigirse a la cocina, y al entrar se arrepintió enseguida, porque su mamá estaba besando a JaeHyung como si en ello le fuera la vida. Frotándose con fuerza y liberando feromonas sexuales, comportándose como una omega sin control, como si estuviera casi en celo.
Quiso vomitar.
Sólo se aclaró la garganta, desviando la vista mientras iba a calentar el agua. Notó de reojo como HyeJi soltaba una risa baja –como si fuera una tonta colegiala enamorada– y se ponía de pie para, con toda probabilidad, prepararle un café a su amado alfa.
Porque, por supuesto, JaeHyung era incapaz de hacer algo tan fácil como eso.
JeongIn terminó de prepararse el té, sabiendo que quizás aquello lo relajaría un poco, y se sentó en la mesa, evitando la fría mirada evaluadora del alfa sobre él.
—¿Debes ir a trabajar hoy, cariño? —preguntó HyeJi, dejando el pan tostado sobre la panera.
—Turno de dos a nueve. —dijo con calma, comenzando a untarle mermelada al pan.
—JeongIn, tienes dieciocho años. —empezó a decir su mamá.
—Mamá... —murmuró JeongIn, cansado.
—Deja de trabajar y preocúpate de conseguir a un alfa, JeongIn —espetó HyeJi—. Si no vas a seguir estudiando después, ¿Qué pretendes? Te tocará un alfa de baja clase y serás miserable.
—¿Me estás diciendo que busque a alguien ricachón? —dijo, incrédulo.
—Por supuesto que sí. —ella entrecerró los ojos.
—¡Los alfas con dinero suelen tener como veinte omegas! —gritó, descontrolado.
—¿Y qué? Si te tiene a ti en un buen lugar, entonces todo está bien. —prosiguió HyeJi.
JeongIn desvió la vista, apretando la cuchara, sin dejar de sentir los ojos de JaeHyung sobre él, burlones. Decidió no decir nada, porque sabía que, si seguía hablando, sólo terminaría perdiendo. No iba a jugar un juego donde la partida ya estaba perdida.
—¿Acaso quieres solo un alfa para ti, In? —dijo suavemente JaeHyung, y el menor se tensó. Odiaba ese tono amable, dulce, porque siempre anticipaba algo peor.
—Por supuesto que no —contestó, antes de apretar sus labios para añadir—. Sé cuál es mi lugar.
HyeJi asintió, satisfecha, pero JaeHyung solo estrechó los ojos en actitud desconfiada.
Huiré antes de que me atrapes, pensó bajando la vista. Nunca seré tuyo. Si tengo que matarme antes, lo haré, pero jamás me tocarás.
Esa fue una pobre promesa que sirvió para aliviarlo un poco.
—Veamos, HyunJin, ¿Quieres un... Café helado?
—¿Acaso eres adivino, Innie?
—Tienes cara de cansancio este día y cuando eso ocurre, te gusta el café helado —el de cabello negro le dirigió una leve mirada sorprendida, por lo que sólo se ruborizó, nervioso repentinamente—. Te lo traigo enseguida.
HyunJin asintió en respuesta, viendo al chico girarse y marcharse, antes de bajar la vista hacia ese redondo, bonito trasero que notó el día anterior. Esos ajustados jeans le daban una vista espectacular.
Comenzó a juguetear con su celular, su mente distrayéndose por algún motivo hacia lo que pasó los últimos días. En especial con cierto omega con bonita sonrisa. Estuvo frecuentando ese café de forma inevitable, siempre bajo una pobre excusa, y muchas veces terminaba hablando con JeongIn de cualquier tema, por muy superficial que fuera.
Lo miró de reojo, notando sus ojeras, y una sensación extraña se asentó en su estómago.
Su relación con JeongIn estuvo mejorando de una inexplicable manera esos días. Al principio, el muchacho se mostraba nervioso y alterado, limitándose sólo a hacer y dar preguntas y respuestas cortas, pero de a poco fue dándole conversación, sacándole cierta información importante con la que trabajar.
Y JeongIn, raramente, comenzó a agarrarle cierto gusto a hablar con él, incluso a sonreírle de vez en cuando, y a tratarle con mayor confianza. No así como estaba ocurriendo con SeungMin.
Estuvo a punto de sonreír de forma burlona al pensar en su amigo.
SeungMin se hallaba a punto de entrar en un colapso cerebral por el simple hecho de que JeongIn lo ignoraba descaradamente.
HyunJin nunca tuvo tanta ventaja en una competencia: de alguna forma, se ganó por completo la confianza de ese muchachito, a diferencia de su amigo, que sólo obtenía del omega palabras entrecortadas y respuestas frías. Definitivamente, la primera impresión para él menor fue lo importante.
Y nadie rechazó tantas veces a SeungMin, como lo hacía ese chiquillo de ojos bicolor.
—Acá está, HyunJin —dijo JeongIn llegando, dejando el café helado sobre la mesa junto a algunas galletas de chocolate—. Cortesía de la casa.
El alfa enarcó una ceja, negando con la cabeza y sintiéndose un poco divertido por ello.
De alguna forma, el chico era encantador: con esos ojos dispares, ese revoltoso cabello azabache, esa piel pálida y actitud tranquila y amable. Le sorprendía que alguien como el omega no tuviera a un alfa a su lado, pero logró adivinar, gracias a ciertas actitudes que captó observándolo, que JeongIn quería estar seguro de su elección.
Podía comprenderlo, de alguna forma. Si se dejaba marcar por un alfa, debía estar completamente de acuerdo con la persona que escogería. Su madre tuvo cierta suerte con respecto a su alfa.
—Te noto distraído —comentó de pasada, mirando nuevamente sus ojeras. La sensación que sintió antes volvió a su estómago—, ¿Está todo bien? Sabes que puedes decirme lo que sea.
Se quedó bruscamente callado ante la última frase, tratando de evitar arrugar el entrecejo por las palabras soltadas. En especial porque no era algo que él, normalmente, diría. Nunca mostraba demasiado interés por lo que le podía estar sucediendo a sus parejas sexuales.
—¿Eh? —JeongIn asintió, un poco a la defensiva—. Tengo muchas cosas en mente. —fue lo único que dijo, antes de retirarse.
HyunJin suspiró, tomando un poco de la bebida, y pensó en alguna forma de acabar con esa apuesta pronto. Pasaron ya varios días desde que la hicieron, más de dos semanas, y si bien iba con cierta ventaja, no tenía aún muchos avances que lo dejaran satisfecho. Omegas y betas anteriores se negaban un par de días, para luego aceptar e ir a un auto a follar como locos, pero JeongIn... JeongIn parecía reacio a quedarse mucho tiempo a solas. A dejar que lo tocaran más de lo normal.
Tenía una actitud normal en un omega, por supuesto: nervioso, de voz suave, tímido, sumiso. Pero, al mismo tiempo, solía ponerse a la defensiva demasiado rápido, a pensar con cuidado antes de decir algo, a no mirar demasiado a los ojos. A rechazar las claras insinuaciones que le daban los alfas.
HyunJin lo vio, en vivo y en directo, no solo con SeungMin: JeongIn no permitía, se negaba, se alejaba, si algún alfa le coqueteaba. Le sonreía más de lo normal. Le pedía su número de teléfono. Le tocaba la mano en actitud dominante.
JeongIn lucía como si no estuviera interesado en tener un alfa.
Pero HyunJin podía leer en sus ojos todo lo contrario, podía verlo en su rostro, en sus movimientos. JeongIn lucía como alguien que quería ser salvado. Como alguien que quería ser amado.
¿Salvado de qué? ¿Amado por quién?
El pobre chico no tenía oportunidad alguna de que un alfa, con buena situación económica, se contentara sólo con él. Si tenía suerte, tendría que compartir a su pareja con otro omega o beta. O si quería ser el único, entonces tendría que ser feliz con un alfa sin dinero, que apenas lo podría sacar adelante.
Sin embargo, a JeongIn no parecía importarle. No parecía buscar ni dinero ni lujos. ¿Cómo llevarlo a la cama, entonces?
JeongIn no aceptaría una cita fácil con él que terminara en sexo a menos que...
Hizo una mueca de disgusto.
Enamorarlo. Esa parecía la única solución.
Uno por amor solía cometer las peores locuras del mundo, y si HyunJin le prometía la luna, el sol, el cielo eterno, JeongIn se abriría de piernas. Y de paso, le terminaría rompiendo el corazón cuando lo dejara. Cuando le dijera que fue todo una apuesta.
A HyunJin no le importaría hacer aquello. ¿Qué le importaba a él que un omega se enamorara y su corazón se rompiera? No, solo le daba cierta lástima por JeongIn, porque el pobre chico se ilusionaría por su culpa.
Iba a tener que decirle la verdad en un lugar público, así quizás el omega no reclamaría nada. O tal vez...
Miró al menor de reojo, que hablaba con la camarera de cabello negro y de cara indiferente.
Era un omega bonito, para nada insistente, no exigente. Tal vez, si le gustaba lo suficiente, podría tomarlo como primera pareja. JeongIn lucía como alguien fácil de controlar, así que le aclararía, apenas la apuesta diera fin, que él no pensaba quedarse sólo con él. Que sería su primera pareja, sí, pero que no sería exclusivo. HyunJin le dejaría en claro que no le gustaban las escenas de celo.
Pero eso sería más adelante. Primero, vería que tal era, luego decidiría si se lo quedaba.
—¿Quieres algo más, HyunJin Hyung? —preguntó JeongIn, acercándose unos minutos después al ver como acababa de beber su café helado.
Vamos a jugar la primera carta.
—Innie, no bromeaba cuando dije que podías decirme lo que fuera —contestó, tranquilamente—. Puedes hacerlo en cualquier momento.
El joven se quedó quieto un momento, entornando un poco los ojos, y sus ojeras pareciendo marcarse más con dicha acción.
Luego, JeongIn relajó su rostro, esbozando una tímida sonrisa.
—No seas tonto —el omega recogió la copa, poniéndolo en la bandeja—. ¿Cómo podría hacerlo en cualquier momento? Vienes acá solo algunas veces.
Enarcó una ceja con lentitud, antes de mirarlo con una sonrisa, tratando de lucir amigable.
—Dame tu número.
Brutal, limpio. Un alfa autoritario, no dispuesto a recibir un rechazo.
JeongIn frunció el entrecejo, su omega interior temblando al notar la mirada divertida, pero imponente de HyunJin.
—HyunJin... —murmuró, casi sin voz.
El de cabello largo se enderezó, sin embargo, suavizó un poco su expresión.
—No voy a molestarte —dijo—, de eso puedes estar seguro. Es para estar comunicados.
El omega mordió su labio inferior, indeciso, pero al mirar los ojos oscuros de HyunJin, notando que lucían suplicantes de alguna forma, dejó salir un suspiro.
—Está bien —masculló—, anótalo en tu móvil.
HyunJin trató de no mostrar su sonrisa de satisfacción, así que solo sacó su celular, dejando guardado el número del muchacho y marcarlo.
JeongIn lo miró con sorpresa cuando sintió su móvil vibrar en su bolsillo.
—No quería el número de una lavandería. —dijo, medio burlón el alfa.
El menor enrojeció, avergonzado.
—No se lo des a SeungMin —suplicó JeongIn—, por favor, HyunJin, no quiero que lo tenga.
A punto estuvo HyunJin de soltar una risa baja de triunfo.
Casi podía ver frente a él el rostro enojado, furioso de SeungMin, gritando un montón de maldiciones al ver que no estaba avanzando en nada, que estaba perdiendo la apuesta.
—Claro —dijo, honesto—, no te preocupes. No le daré tu número a ese idiota.
JeongIn lo miró un momento, en silencio, y luego...
Luego, por primera vez desde que comenzaron a hablar, le dio una sonrisa enorme, mostrando todos sus dientes, las comisuras de sus ojos arrugándose por lo que parecía ser la primera sonrisa de diversión que vio en su rostro.
Y algo, en el interior de HyunJin, pareció removerse.
SeungMin soltó un suspiro, irritado, mientras cortaba un pedazo de carne, evitando mirar a sus padres que comían frente a él en actitud relajada, aunque podía notar como la tormenta iba a desatarse pronto.
Muy pronto, para su gusto.
Su mamá, una bonita omega que parecía sacada de una pintura, limpió su boca con una servilleta antes de mirar a su hijo, sus lindos ojos color avellana exigentes.
—Seung, ¿Cuándo te saldrás de la carrera?
Estuvo a punto de soltar un gemido cuando su padre también limpió su boca. ¿Por qué cuando el alfa los visitaba a su casa fuera de la ciudad, donde su segunda pareja vivía junto con su hijo, parecía siempre dispuesto a hablar de lo mismo?
—Eres un Kim —declaró su padre—, te ordené que estudiaras derecho.
Frotó sus sienes, exasperado, a punto de golpear su cabeza contra la mesa.
Su padre sólo hizo un ruido de desaprobación ante la clara actitud negativa de su hijo, pero a SeungMin le dio lo mismo. Al ser el tercer hijo de su padre, no le importaba decepcionarlo. No aspiraba a estar siempre dentro de las prioridades de su padre, por lo que contentarlo tampoco estaba dentro de las suyas.
El alfa frente a él, alto, de cabello negro, elegante, era uno de los abogados más reconocidos de Seúl, y tenía bajo su cuidado a tres omegas. La primera, vivía junto al alfa, su marido, dentro de la ciudad y tenía dos hijos con ella, a quienes SeungMin no conocía para nada ni le interesaba conocer. La segunda era su madre, que tenía esa preciosa casa en el campo que cuidaba con mucho amor, y recibía la visita del hombre tres veces a la semana para comer juntos, además de los obvios períodos de celo. El tercer omega era, por lo que sabía SeungMin, un muchacho joven, que su padre tomó un año atrás. El chico vivía en un pequeño departamento, y al parecer estaba preñado.
A SeungMin no le importaba. No realmente. Al menos su padre lo iba a ver de vez en cuando, les daba dinero, y no lo andaba presionando para que tuviera una pareja. Incluso su mamá era bastante relajada en ese tema, no así cómo la madre de HyunJin.
Sin embargo, con los estudios...
—No me gusta derecho. —repitió como siempre, bebiendo un poco de vino.
Su padre tensó su mandíbula mientras su mamá soltaba un chasquido de reprobación.
SeungMin no se sintió ni siquiera culpable por ello. Sabía que su mamá lo único que quería era que fuera un hijo bueno y complaciente, que la ayudara a ganarse más la atención de su alfa.
Pero SeungMin no era, en primer lugar, alguien complaciente. No le interesaba ser ante los ojos de su padre otro hijo más del montón: apenas pudiera valerse por sus propios medios, mejor, así podría marcharse e iniciar una nueva vida junto a alguien que pudiera ser su pareja.
—Apenas termines medicina —gruñó su padre—, entrarás a derecho, ¿Me oyes?
—No —SeungMin bajó la copa, poniéndose de pie—. No vas a manejar mi vida, ¿Entendido?
—¡SeungMin!
—Volveré después.
Su mamá pareció querer decir algo más, pero su padre le indicó con un gesto que se quedara en silencio, y la mujer obedeció, mientras SeungMin se marchaba, resoplando en voz baja.
Odiaba tanto que su madre no fuera capaz de pensar por sí misma y rebatirle la más mínima cosa al hombre, obedeciendo siempre con una sonrisa dispuesta. SeungMin no quería a alguien así como pareja. Quería a alguien con quien pudiera discutir, con quien pudiera llevar una buena conversación que no se limitara a monosílabos. Alguien a quien mirar como un igual, que pensara por sí mismo, que no se quedara callado y obedeciera a todo.
Subió a su auto, de mal humor, pensando en alguna forma de distraerse, y le envió un mensaje a HyunJin para saber si estaba haciendo algo interesante.
HyunJinnie:
Estoy coqueteándole a JeongIn.
Frunció el ceño, maldiciendo a gritos al encender el auto, sin poder creer que HyunJin llevara tanta ventaja en comparación con él. Dos semanas pasaron desde el inicio de esa apuesta, y no había forma de que pudiera pasar la pared de hielo que el omega ponía inmediatamente apenas abría la boca; no así con su amigo, que siempre recibía respuestas amables de parte del omega, e incluso algunas sonrisas suaves.
SeungMin no iba a admitir abiertamente de que estaba celoso de HyunJin y lo que fuera que estuviera haciendo, que daba resultado con JeongIn.
Ningún omega lo desesperó tanto como ese muchacho estaba haciendo, mirándolo siempre con indiferencia, casi con molesto desdén. En cambio, a HyunJin nunca le contestaba mal, nunca lo miraba con desprecio.
SeungMin no quería perder esa estúpida apuesta, menos con HyunJin, que se lo terminaría restregando en cara por años.
Mientras conducía hacia la cafetería, sin dejar de murmurar maldiciones, trató de buscar algo en lo que pudiera agarrarse, alguna forma de poder lograr su cometido, pero no podía encontrar nada. JeongIn no le estaba dando posibilidad alguna para poder seducirlo.
Su celular vibró, y vio que su mamá le había enviado un mensaje.
Soltó un chasquido de fastidio al leerlo.
Mamá:
Si la próxima vez te marchas así, SeungMin, tu padre no te dará más dinero. Mándale saludos a HyunJin.
Bufó con incredulidad, conteniéndose para no contestarle groseramente, sabiendo de antemano que su madre pegaría el grito al cielo si lo hacía.
Su familia y la de HyunJin eran bastante cercanas, ambas madres siendo muy amigas desde jóvenes, y no dudaron en dejarlos juntos para jugar cuando los tuvieron. Así que conocía a HyunJin desde pequeño, recordando con exactitud que su amigo cuando era niño tenía la misma cara de mejillas regordetas y sonrisa enorme que ahora.
Incluso su padre y el padre de HyunJin se conocían; no eran buenos amigos, pero mantenían una positiva relación y ambos jóvenes estaban al tanto que se juntaban a hablar de vez en cuando. Quizás los dos hombres se dedicaban a buscar alguna pareja decente para sus hijos.
Volvió a bufar, estacionando su auto fuera de la cafetería, y miró por el ventanal.
¿Qué?
No pudo evitar quedarse quieto al ver como HyunJin parecía estar hablando con JeongIn, quien...
¿Acaso JeongIn le daba su número de celular al alfa?
Apretó el manubrio, sin poder desviar sus ojos de la escena.
HyunJin gesticuló con su móvil, y pudo ver como el omega se ruborizaba y tartamudeaba algo, causando que su amigo sonriera de lado.
Entonces-...
Una enorme, bonita sonrisa se extendió por el rostro del omega. Una sonrisa que no vio nunca en su rostro; una sonrisa que iba dirigida a HyunJin, a nadie más.
Hizo un mohín de celos y rabia.
Yo vi a ese omega primero, quiso escupir, bajándose del auto. No tuve que haber hecho la apuesta, solo tuve que haberlo dejado para mí.
JeongIn volvió a la barra, sin perder el leve rubor en su rostro, y SeungMin entró al lugar tratando de no dar rienda suelta a la molestia que parecía carcomerlo por dentro.
Se sentó frente a HyunJin, que apenas le dirigió una mirada.
—Tienes una cara horrible. —comentó HyunJin con tranquilidad.
Apretó sus labios.
¿Ni siquiera me dirás que ya tienes el número de JeongIn?, quiso decir, pero en lugar de eso, sólo abrió la boca para hablar sobre otra cosa. Eso pensaba hasta que JeongIn se acercó, poniendo una expresión en blanco al verlo.
—¿Vas a pedir algo, SeungMin? —preguntó con la voz indiferente.
Los ojos oscuros del alfa se encontraron con los del de cabello negro, y los notó burlones, divertidos.
SeungMin se prometió mil veces que no dejaría que HyunJin ganara.
No dejaría que tocara lo que era suyo.
¡Gracias por leer!
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