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20.

Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. HyunJin!Alfa x SeungMin!Alfa x JeongIn!Omega

~Porque dentro de esta oscuridad,

Tú brillas tan intensamente...

JeongIn sorbió su nariz, usando un papel higiénico para espantar la cantidad de lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos. Como ruido de fondo, mientras miraba por la ventana, no dejaba de escuchar las maldiciones de Felix.

... Bastardos, ratas apestosas, esos jodidos idiotas sin cerebro, imbéciles de primera, basuras malnacidas...

Felix conocía una cantidad impresionante de insultos, pensó JeongIn con los ojos hinchados.

Bebé —dijo MinHo, a un lado de Felix y con una cara evidente de ira—, no creo que lo que JeongIn necesite sea escucharte maldecir una hora entera.

Su amigo soltó un resoplido, pero pareció darle la razón a MinHo, volviendo a enfocarse a sí mismo a través de la cámara del celular. JeongIn no había querido hacer esa vídeo llamada en un inicio, pero ahora, viendo el rostro de sus amigos, supo que era lo mejor. Si bien no dejaba de llorar por lo ocurrido, escuchar la voz de Felix le sirvió como un consuelo ligero.

Tienes razón, por primera vez en la vida —dijo Felix, causando la indignación de MinHo y suaves risas en JeongIn—. Ay, bebé, ¡Quiero estar a tu lado! Darte un fuerte abrazo y hacerte saber lo importante que eres para mí...

Nosotros. —corrigió MinHo.

—... Y también hacerte saber lo valioso que eres —continuó Felix, como si no hubiera oído a MinHo—. Lo que esos alfas hicieron... ¡se merecen algo horrible! Como que... ¡Como que MinHo y ChangBin los acorralen para golpearlos! —miró a su novio, que se sobresaltó ante sus palabras—. ¡Ya sabes lo que debes hacer!

MinHo se veía realmente espantado por sus palabras. JeongIn sonó su nariz, limpiando más lágrimas que soltó, pero un poco más calmado al escuchar lo que le dijo. No sobre golpearlos, aunque sí haciéndole saber que era él para ellos.

Habían pasado tres días desde que se marchó de Seúl y se fue a Busan junto a su padre y hermano. Estuvo muy temeroso de llegar a la casa de su papá, sin embargo, cuando entró, JiHyo les esperaba y, para su sorpresa, le dio un abrazo fuerte que le provocó nuevo llanto. Ella sólo le apretó un poco más, sin decir nada, y eso fue suficiente para él.

JiHyo le había dado su espacio, sin presionarlo a hablar y, mucho más importante, sólo haciéndole saber que estaba allí.

—No es necesario, Lix Hyung, además, no quiero que ChangBin Hyung lo sepa todavía... —suspiró JeongIn, acariciando la cabecita de Berry, que estaba sobre su cama echado—. Ya estoy... Ya estoy algo mejor.

Una pequeña mentira, pero no quería seguir preocupando a Felix. Era una gran mamá gallina si se lo proponía, en especial en lo que a él se refería.

Quiero verte —dijo Felix ahora, algo lastimero—, te fuiste tan rápido, Nini, ¡Ni siquiera pudimos despedirnos! —ahora se notaba que iba a llorar, y eso sería un desastre—. Queríamos mostrarte nuestra futura casita con MinHo, y para su cumpleaños... ¿Vas a venir? ¿O para nuestra boda?

—Hyung, no te preocupes —se apresuró en decir JeongIn, viendo a un MinHo preocupado abrazando a Felix para consolarlo—, claro que iré. Que esté aquí no significa que nuestra amistad termine.

¡Pero conocerás a otros amigos! —sollozó Felix, y MinHo le hizo un gesto de que era mejor cambiar de tema.

—Volveré —dijo con rapidez—, y te presentaré a mi hermano mayor, te lo prometo.

—¿Me llamaste, foxy?

Se sobresaltó al escuchar a su hermano mayor, girándose para verlo en el marco de la puerta. Parecía haber llegado hacía poco de la universidad a juzgar por sus ropas y que todavía llevaba la mochila en su hombro derecho. Beery saltó de la cama para ir a saludarlo.

¿Quién es ese chico? —preguntó Felix, estridente—. ¡Oh, que guapo, JeongIn!

Estoy aquí, por si no sabías. —dijo MinHo con el ceño fruncido.

JeongIn movió la cámara, enfocándose ahora con Chris detrás para que lo vieran mejor. Christopher saludó desde su lugar, un poco confundido.

¡Ay, In, ¿Está soltero?! —preguntó Felix.

¡Bueno, después seguirás hablando con JeongIn! —se quejó MinHo, quitándole el celular a su novio a pesar de sus chillidos—. Te llamamos más tarde, In.

—Bueno, Hyung. —suspiró JeongIn, y el alfa cortó la llamada.

El omega dejó su celular a un lado, ignorando el repetitivo sonido de docenas de mensajes llegando. De seguro eran de Felix quejándose y lloriqueándole, pero después le iba a contestar. Ahora, quería un abrazo de Christopher.

Como si pudiera adivinarlo, su hermano mayor entró a la habitación, dejando su mochila en el suelo y yendo a abrazarlo sin necesidad de que se lo dijera. JeongIn olisqueó su aroma, con el dolor en su corazoncito calmándose cuando reconoció el olor que le envolvió, y frotó su nariz contra el cuello de Chris.

—¿Has tomado agua? —preguntó el alfa, preocupado, mientras Berry volvía a subir a la cama—. No quiero que te deshidrates, bebé.

—Sí —confirmó JeongIn—, y he ido al baño todo el día por eso.

Christopher soltó una risa baja, acariciándole el cabello en un gesto cariñoso. JeongIn no podía creer, todavía, el amor que era capaz de darle el alfa a pesar de que ellos se conocieran hacía tan poco.

Eso hacía las cosas un poco más fáciles. Con el corazón roto, destrozado a más no poder, saber que tenía una familia que le quería aliviaba en algo lo que ocurría. Sin embargo, no curaba por completo a su pobre omega roto.

JeongIn no quería pensar en lo que había ocurrido. Sin embargo, cada vez que se decía que no debía pensarlo, era como si lo pensara con más fuerza. No tenía manera alguna de controlarlo, y en su mente se repetía todo lo que había pasado con ellos.

Con SeungMin y HyunJin. Con sus dos alfas.

Cuando esa idea aparecía, el omega de JeongIn se deshacía en llanto, provocando que él también estallara en lágrimas. Ellos eran sus alfas. Santo Dios, ahora que estaba lejos de ellos, que la nube de amor se evaporó, podía verlo con mayor claridad: su omega los quería. Los quería a los dos. No a uno, no al otro. A los dos. Los dos. Se enamoró de dos alfas, ¿Qué tan irrisorio sonaba eso?

Nunca habría podido elegir, y eso lo volvía peor aún. Eso provocaba que doliera más, porque él nunca habría elegido, y de seguro ambos le hubieran llevado a la cama para ganar esa estúpida apuesta que hicieron. Su omega creó un lazo con ellos, pero de seguro ni siquiera uno de los dos hizo alguno de vuelta. JeongIn siempre fue el omega de la apuesta, ese estúpido chiquillo que rogaba por un poco de amor.

Él nunca sería el omega de un alfa. Nunca podría ser, siquiera, el primero de uno.

Esa idea le provocó nuevas lágrimas, pero se forzó a no derramarlas. Había estado llorando mucho esos días, y si bien sabía que era bueno desahogarse, también le pasaba la cuenta un poco. Casi siempre, acababa el día con un fuerte dolor de cabeza.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Chris, sentándose a su lado en la cama.

—Un poco mejor —dijo JeongIn—. Hoy cociné con JiHyo-imo.

—Eso me dijo mamá —contestó el alfa—. ¿Qué cocinaron?

—Galletas de coco, pero son mías —JeongIn sonrió un poco—, así que no quiero que comas alguna, Hyung.

—¿Cómo es eso? —se indignó Chris—. ¡Soy tu hermano mayor! Y como tal, tengo derecho a comer las galletas que yo desee —y comenzó a hacerle cosquillas, pero tuvo que parar cuando a Berry no le gustó ese gesto y decidió ladrarle, protegiendo a JeongIn—. ¡Traidora!

JeongIn acarició la cabeza de Berry, ganándose un lengüetazo de su parte en toda la mejilla. La perrita no se le había separado desde que llegó, incluso por las noches, colándose en su cuarto y durmiendo a orillas de la cama. Y, cuando se ponía a llorar, la perrita no dudaba en echarse a su lado y lamerle la cara, como si quisiera consolarlo.

—¿No te han llamado o enviado un mensaje? —preguntó Chris, sacándolo de sus pensamientos.

—No —JeongIn sacudió su cabeza—, pero Hyung, los bloqueé. No creo...

No añadió nada más, viendo la mirada ligeramente enfurecida de Christopher. Sabía que su hermano mayor se estaba conteniendo de soltar todo lo que pensaba sobre ellos, y si no lo hacía, era por respeto a él. Chris parecía saber muy bien que no quería oír todo lo que sentía hacia HyunJin y SeungMin, porque JeongIn sabía que le iba a herir.

—Es lo mejor —le dijo Chris, dándole otra caricia en el cabello—, ya verás, cuando el tiempo pase, más temprano que tarde, te darás cuenta de que no eran para ti.

JeongIn asintió en automático, pero su omega casi gimoteó en respuesta por esas palabras. Esa parte sensible de él no estaba para nada de acuerdo.

Sin embargo, no era tan idiota como para siquiera contradecirlo o buscar alguna excusa que les justificara. Lo que ellos hicieron no tenía ninguna explicación decente. Haberlo apostado, enamorarlo e ilusionarlo, jugar con él... Eso era una crueldad enorme, mirara por donde se le mirara.

—Vamos a comer. —dijo, queriendo cambiar de tema porque de alguna forma le agotaba hablar de la situación.

Chris tampoco le quiso seguir presionando más, así que bajaron juntos para ayudar a JiHyo con la cena. Su padre llegaría del viaje exprés que tuvo que realizar a Seúl, otra vez, para buscar los papeles escolares de JeongIn y cancelar su matrícula en el colegio, ya que ahora, en Busan, ingresaría a otro centro académico para terminar sus estudios.

—Será en el mismo colegio donde estudió Chris —le explicó JiHyo el día anterior—, es una prestigiosa escuela de Busan.

JeongIn había hecho un leve mohín al escuchar eso, un poco nervioso por lo que podía significar.

—No tengo buenas calificaciones. —le dijo a JiHyo, avergonzado.

—No debes preocuparte —ella le sonrió, cariñosa—, te ayudaré con los estudios si es necesario.

A él todavía le costaba entender por qué esa mujer era tan dulce y buena con él, cuando fue un hijo fuera de un matrimonio. Cuando era la viva prueba de que su esposo la engañó y estuvo con otra omega. No se atrevía a consultárselo a Christopher tampoco, pues sabía que lo más probable es que la pregunta le enfadara.

Su padre llegó pasadas las ocho de la tarde, apareciendo con ellos ya en medio de la comida. JeongIn, al verlo, no pudo evitarlo y fue a recibirlo con un abrazo, respirando de su aroma alfa. Le había extrañado mucho, se dio cuenta, y aquella idea sólo le provocó demasiada tristeza ya que había olvidado cuánto quería a su padre y el dolor que significó su partida.

El alfa le devolvió el abrazo, besándole la coronilla y acariciándole la espalda en un gesto cariñoso.

—Mi bonito cachorrito bebé. —le dijo el hombre, y a JeongIn le encantaba cuándo lo trataban así.

Lo llevó a la mesa para que comiera junto a ellos, así que pronto les estuvo conversando que no tuvo ningún problema para retirar al omega del colegio y que, al día siguiente, le llevaría a matricular a la otra escuela para que la siguiente semana se integrara.

—No debes preocuparte —le dijo Chris—, si te empiezan a molestar, sólo debes decirles que era un Yang y te dejarán en paz.

—Pero eso no está bien... —comenzó a decir JeongIn.

Ay, todos querrán ser tus amigos —Christopher le pellizcó la nariz—. Y si no te dejan en paz, les vuelves a amenazar con que eres mi hermanito menor.

—No creo que allí se acuerden de ti, cariño —dijo JiHyo—, tienes veintidós y dejaste el colegio hace cuatro años.

—¿Cómo se olvidarían de mi inigualable personalidad? —bufó Chris, indignado.

JeongIn no podía creer que Christopher se comportara tan descarado.

—No pareces de veintidós —comentó el omega—, Hyung luce de diez cuando me molesta.

—¡Tú, mocoso malcriado!

Eran esos buenos momentos los que le hacían saber que las cosas estarían bien. Al menos, hasta que la noche caía y se iba a acostar, con Berry dormitando cerca suyo, y se acurrucaba bajo las mantas. En esa soledad, a oscuras, la sensación de dolor se extendía y ampliaba tristemente. Ahí, sentía más que nunca el no estar rodeado de sus dos alfas.

Aquella idea le golpeaba con fuerza y apretaba su corazón.

Sí, la soledad era terrible, parecía consumirlo o tragárselo. No podía evitarlo, y sólo pensaba en lo que ellos le habían hecho. Y en lo mucho que los seguía amando, a pesar de eso, y cómo fueron capaces de provocarle todo ese daño. Pero lo peor no era eso, sino pensar en el ‹‹que hubiera pasado sí...››.

Por ejemplo, qué hubiera pasado si ellos, en primer lugar, no hubieran hecho esa estúpida apuesta. ¿Aun así se habrían fijado en él? Aunque esa pregunta era rápidamente contestada con una negativa, porque si ellos le cortejaron, le insistieron en salir, fue por la apuesta. Ninguno de los dos le hubiera dirigido siquiera una segunda mirada en caso contrario, y esa idea sólo provocaba más llanto.

¿Y si ellos realmente le hubieran amado? Ese pensamiento ocasionaba más dolor y llanto, pues era lo que tanto quiso, lo que tanto deseaba. Que los dos lo amaran, lo quisieran, y estuvieran dispuestos a hacerlo feliz. Que los dos, en un acto de locura de amor, aceptaran aquella fantasía de estar los tres juntos.

Pero esa quimera se esfumaba con rapidez cuando se daba cuenta de la realidad.

Ni HyunJin ni SeungMin le amaron jamás. Ellos jamás podrían haber amado a JeongIn, y sólo fue ese juego que crearon para su diversión personal.

Malditos fueran mil veces. Lo que le hicieron no tenía... No tenía ningún perdón de Dios.

Y ojalá Dios le quitara pronto ese dolor, porque si no, JeongIn se extirparía el corazón. Eso, quizás, dolería menos que seguir inundándose de todos esos sentimientos crueles.

Eso, quizás, dolería menos que seguir inundándose de todos esos sentimientos crueles.

HyunJin sintió la migraña golpeándolo desde el momento en que abrió sus ojos.

Se removió en la cama, con su nariz hundida en la almohada y percibiendo todavía un poco la loción de bebé que JeongIn dejó luego de tantas noches en ese cuarto. El aroma sirvió lentamente para calmar a su alterado alfa, que llevaba todos esos días removiéndose en desesperación por ver a su omega.

Su omega. Su lindo, precioso y dulce omega.

Quiso girar en la cama, pero casi de inmediato, sintió otro cuerpo que reconoció enseguida: SeungMin continuaba profundamente dormido.

En la bruma del sueño, aturdido y desconsolado, sólo pudo pensar en lo irónico que era eso. Que situación más burda, con ellos compartiendo esa cama por la necesidad de ver (o percibir) a JeongIn. Un triste consuelo luego del desastre que provocaron.

Se sentó en la cama, oyendo los ronquidos de fondo, y mirando a su alrededor. JeongIn se había llevado sus cosas esenciales, como la mayoría de su ropa, sus útiles de aseo personal y la cámara fotográfica que HyunJin le regaló. Por el apuro, se dio cuenta, dejó los cuadernos de clases, algunas prendas de ropa y chucherías pequeñas.

Agarró los cuadernos, revisándolos superficialmente y viendo la bonita letra que poseía el omega. Ahí se dio cuenta de que dejó también uno de sus cuadernos de dibujo, el que usaba para las clases de artes en el colegio.

Lo abrió, observando los hermosos bosquejos que JeongIn realizaba. Todos ellos hechos con carboncillo, siendo tan monocromáticos y sin ninguna gota de color, aunque no dejaban de ser preciosos. El talento del omega era innegable. Sin poder evitarlo, una suave sonrisa se extendió por sus labios, quizás la primera sonrisa en esos cinco días desde que JeongIn se marchó.

Sin embargo, esa sonrisa se congeló al llegar a las últimas hojas. Reconoció enseguida unos ojos dibujados pulcramente, porque esos ojos los veía cada vez que se miraban al espejo. La mirada retratada era aguda, concentrada y un poco intimidante, lo que era mucho decir considerando que sólo era un dibujo.

En la siguiente hoja, estaba ahora él retratado a cuerpo completo, sentado en la mesa y con una taza de café.

A continuación, vio a SeungMin también dibujado, sólo que recostado en la cama y con los ojos cerrados. En la siguiente, los ojos de su amigo alfa, también en esa expresión fuerte y lacónica, hecha con tanto cuidado y dedicación.

Y, Santo Dios, esos dibujos eran los único que poseían algo de color. Parecía que JeongIn había empezado a pintarlos, usando unas acuarelas que se había comprado unas dos semanas atrás, luego del viaje a la nieve que hicieron. Sin embargo, nunca terminó de colorearlos, y el corazón de HyunJin se apretó en dolor.

—Lo extraño.

La voz de SeungMin lo sacó de sus pensamientos, cerrando el cuaderno con cuidado y dejándolo sobre el velador. Se volvió a recostar en la cama, mirando el techo y con los ojos del alfa puestos en él.

—Yo también —dijo HyunJin, con la garganta apretada—, lo extraño tanto. Quiero... Quiero verlo y decirle que... Decirle con muchas fuerzas que... Que lo quiero.

—Se pondría colorado —dijo SeungMin—, y luego yo también le diría que lo quiero, y eso lo haría enrojecer como un tomate —una risa ronca y rota—. Quiero tanto que regrese. Quiero tanto que nos perdone.

HyunJin cerró sus ojos y los apretó con fuerza, como si así pudiera espantar las punzantes lágrimas que empezaron a hacer presión por salir. Él también quería tanto que JeongIn apareciera por la puerta en cualquier momento y les diera una oportunidad más. Una oportunidad que ellos no desperdiciarían para nada.

—Lo necesitamos. —susurró HyunJin.

SeungMin, quizás, antes se habría negado a aceptarlo. ¿Por qué ellos necesitarían de un omega, teniendo tantos otros? Pero ahora, luego del enorme error que cometieron, de haberlo arruinado todo, ahora no le quedaba más que admitir esa verdad: él, ellos, necesitaban a JeongIn a su lado.

JeongIn era su omega. SeungMin estaba más que seguro de aquella idea ahora. No había duda alguna en su cabeza, en su alma ni en su alfa: JeongIn era su omega. Y también sabía que, para HyunJin, era lo mismo. Sólo debía echarle un vistazo para saberlo.

Esa idea, que antes tanto le había torturado, parecía ya no encontrar extrañeza en su interior. Ya no parecía incomodarle. En esos días de completa soledad y silencio, sólo percibiendo el llanto de su alfa, llegó a esa conclusión ya sin encontrar un resquicio de protesta. Qué ironía, pensaba entonces, porque ellos pelearon, discutieron e incluso se dijeron cosas horribles, queriendo agarrar cualquier ventaja por sobre el otro, cuando al final, todo se reducía a eso: él y HyunJin amaban a JeongIn de la misma forma y eran los alfas de ese singular omega.

Giró su rostro, observando otra vez a HyunJin. Se suponía que debían estar en la universidad, ¿No es así? Terminando sus maravillosas carreras y cortejando bonitos o bonitas omegas. Pero ahora, de sólo pensarlo, sabía que ya no podía hacerlo.

—JeongIn no iba a escoger a ninguno de los dos —dijo SeungMin, reflexionando ante ese hecho. HyunJin le escuchó en silencio—. Aunque no se hubiera enterado de la estupidez que hicimos, nunca te habría escogido sólo a ti, ni tampoco sólo a mí.

—Se enamoró de los dos —afirmó HyunJin, y no había amargura en su voz—, y nosotros peleando... Nosotros encelándonos, queriendo demostrarle que uno podía ser mejor que el otro... —una nueva risa destrozada—. Cuando él jamás quiso eso, porque nos quería a los dos.

—Y los dos lo destrozamos —murmuró SeungMin, con la garganta apretada—. Somos realmente unos idiotas.

HyunJin le dio la razón en silencio, con el dolor apretando su corazón. Cada noche, antes de dormir, recordaba la expresión de JeongIn cuando los enfrentó, su rostro deformado por el sufrimiento, con los ojos llenos de lágrimas y sus temblorosas palabras. Incluso si ellos habían acabado con esa apuesta para el momento en que fueron descubiertos, eso no quitaba lo que hicieron: jugaron con el omega como si hubiera sido un juguete. Como si no tuviera sentimiento alguno y fuera un objeto.

Qué vergüenza les daba pensarlo ahora. Esa estúpida apuesta, ese tonto juego, había destruido a la persona que más amaban. A su omega. A ese hermoso chico que conocieron por casualidad y les había abierto su corazón. Ese dulce muchacho que les miraba con los ojos llenos de amor.

Ahora, la vida se sentía gris, como si fuera uno de los hermosos dibujos de JeongIn: tan monocromática, tan descolorida. HyunJin daría lo que fuera porque volviera a tener color, con el omega al lado de ellos.

Como si siguiera ese hilo de pensamientos, SeungMin le dirigió una mirada.

—Podríamos... —susurró SeungMin—. Podríamos buscarlo y explicarle todo. Si le decimos...

—SeungMin —cortó HyunJin, y sin poder evitarlo, le dio un abrazo. Cuando eran más jóvenes solían abrazarse todo el tiempo e incluso ser un poco pegajosos, pero a medida que crecían, esas prácticas las fueron dejando de lado. Ahora, sin embargo, se preguntó por qué dejaron de hacerlo, cuando era tan natural entre ellos—, incluso... Incluso si nos dejara explicarle todo, incluso si nos perdona... JeongIn jamás te escogería o me escogería. Si nos ama a los dos...

—A mi ya no me importa —dijo SeungMin, porque sabía que era cierto—, sólo quiero... Sólo quiero a JeongIn otra vez, con nosotros —el alfa menor lo estrechó en sus brazos—. Si regresa, prometo nunca más hacerle daño. Le cuidaré con todo mi corazón.

SeungMin ya aceptaba eso. Ya no le importaba ni un poco si debía meterse en una extraña relación que incluyera a JeongIn y su mejor amigo, ¿Acaso tenía alguna importancia ahora? Ya no se trataba de ellos... Ahora se trataba de JeongIn. Siempre tuvo que tratarse de JeongIn.

Ellos cometieron dos grandes errores: no sólo apostarlo, sino también obligarlo a escoger, cuando JeongIn jamás pudo hacerlo. Presionaron y presionaron, y ahora, SeungMin sabía la verdad de todo, así que no iba a tratar de negársela.

HyunJin sintió dolor al escuchar esas palabras, con su propio alfa dándole la razón.

—¿Serías capaz de eso? —preguntó HyunJin—. ¿De aceptar... De ver a JeongIn con otro alfa, SeungMin? ¿Qué no sea sólo tuyo?

—Claro que será mío —SeungMin le miró, desconcertado, y se separó de ese abrazo—, mío y tuyo. De los dos. Siempre fue así —su expresión no dejaba duda alguna—, ¿Acaso tu no lo ves, HyunJin?

Ni siquiera tuvo que pensarlo. La respuesta salió de manera inmediata, pues HyunJin tenía el mismo pensamiento de SeungMin: ya no valía la pena poner a JeongIn a una encrucijada, porque era el omega quien los tenía en sus manos. HyunJin aceptaría todo para que JeongIn les perdonara.

—Si lo veo —sin embargo, su voz fue apenas un susurro—, pero...

—Los dos debemos probarle... —prosiguió el menor—. Los dos, juntos, le probaremos que le queremos. Que le amamos. Que no tiene que escoger, porque aceptamos su amor y... Y...

—Nos enviará al diablo. —razonó HyunJin.

—Sí —concedió SeungMin—, y lo seguiremos intentando. Le seguiremos probando que le vemos como nuestro omega. Un omega con dos alfas —una nueva risa, pero ya no rota, sino más bien esperanzada—, un omega con dos alfas dispuestos a hacer todo por él.

Era una locura. HyunJin lo sabía, lo tenía más que claro. JeongIn los mandó a la mierda y les dijo que nunca más quería que lo tocaran. De seguro debía odiarlos con todo su corazón.

Y, aun así, aceptó esa locura. Porque HyunJin sabía que SeungMin tenía razón: JeongIn era de los dos, así como los dos eran de él. Así que no se iba a rendir hasta que el omega les dirigiera otra vez esa hermosa sonrisa que derretía su corazón.

¡Gracias por leer!

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