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19.

Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. HyunJin!Alfa x SeungMin!Alfa x JeongIn!Omega

~Escucha el latido de mi corazón,

Te llama cada vez que quiere~

El día siguiente apenas se dirigieron la mirada o hablaron de algo, sintiendo como las horas pasaban con lentitud, como si no hubiera prisa. Ellos, por el contrario, lo único que deseaban era que pronto llegara la tarde, pues JeongIn les había dicho que volvería a eso de las ocho de la noche.

El único momento en el que se dijeron algo fue para pedir algo de comida rápida, ya que no tenían ganas de cocinarse algo. La discusión del día anterior les había dejado agotados y muy ansiosos por lo que fuera a ocurrir, cada uno de ellos pensando en lo que podría pasar cuando decidieran enfrentar al chico. No querían presionarlo o exigirle una respuesta, sin embargo, la situación ya se había vuelto insostenible para los dos alfas.

HyunJin pensaba en lo que haría si JeongIn lo escogía. Santo dios, lo abrazaría con tanta fuerza, estaba seguro de eso, y le besaría ese bonito rostro de conejito que poseía hasta hacerlo reír. Se iba a asegurar de que no se arrepintiera ni un poco de su decisión, de que ni siquiera tuviera un pensamiento de remordimiento hacia SeungMin. HyunJin le demostraría que con él sería muy feliz.

SeungMin, por otro lado... Estaba prácticamente con la misma idea. Si JeongIn lo elegía, lo primero que haría sería abrazarlo también y besarlo en la boca, para que así se olvidara de cualquier otra idea, en especial de que demostrara un poco de miedo por su elección. Con él, JeongIn no tenía por qué tener un poco de miedo, ya que SeungMin le protegería de todo lo malo en el mundo, incluso de sus propios padres.

Sin embargo, los dos no querían pensar en lo que podría ocurrir con ellos, con su amistad. ¿Podrían siquiera sacarla adelante, aun sabiendo que cortejaron y amaron al mismo omega? ¿Podrían ver a ese omega otra vez y no sentir el corazón acelerarse?

Muy poco probable. Por lo mismo, no se sentían capaces de imaginar ese panorama todavía, a sabiendas de que quedaban pocas horas para que JeongIn llegara. Los minutos seguían pasando con lentitud, pero el momento en que el omega apareciera se acercaba poco a poco, y sus corazones lo único que hacían era estrujarse en angustia y ansiedad. Que terrible situación en la que ellos mismos se pusieron, todo por iniciar un juego tonto y sin sentido que se volteó en su contra.

Cuando dieron las siete, los dos ya sentían los nervios a flor de piel. Ni siquiera prepararon algo para comer, lo único que deseaban era que esa hora pasara rápido para que JeongIn apareciera y pudieran acabar con esa tortura.

Para sorpresa de los dos, esa hora pasó mucho más rápido que el resto del día. Antes de lo que esperaban, dieron las ocho. Casi en automático, miraron la puerta, esperando que JeongIn apareciera.

Las ocho y cuarto. Las ocho y media. Quince para las nueve. Las nueve.

Ambos se observaron a los ojos por primera vez en todo el día. El pánico no hizo más que aumentar, con el corazón desbocado y acelerado.

Las nueve y cuarto. Las nueve y media. Quince para las diez.

Los dos estaban ya marcando el número de JeongIn, con la desesperación creciendo y casi desbordándose de sus cuerpos, cuando sintieron la puerta abrirse. Sus cabezas giraron bruscamente, y contemplaron a JeongIn entrar al departamento.

—In —habló SeungMin primero, y el omega lo observó—, por Dios, es tarde.

¿Ah? —JeongIn se veía un poco perdido, cerrando la puerta—. Ah, sí. No me fijé.

—¿No te...? —HyunJin decidió no regañarlo por eso—. No importa, bebé, pero ven aquí...

JeongIn dio un paso, sin embargo, HyunJin se adelantó porque necesitaba tocarlo. Necesitaba sentirlo, aunque fuera una última vez, bajo su toque. Lo abrazó con fuerza, sorprendiendo al omega, e iba a decirle algo. Al menos, hasta que sintió...

El coco y la canela. El aroma de otro alfa.

Gruñó casi de inmediato, separándose. No pudo decir algo, porque SeungMin lo empujó y también abrazó a JeongIn, que lucía muy desconcertado. Y empeoró cuando su amigo percibió el aroma del otro alfa.

—¿Por qué hueles así? —preguntó SeungMin.

—¿Así? —JeongIn sacudió su cabeza—. Oh... Es que Christopher vino con mi papá. Me impregnó en su aroma.

Los dos oscurecieron sus miradas ante esas palabras. JeongIn fingió no verlos, pasando de largo hacia el comedor, observando que no había comida. Se volteó con lentitud hacia ellos, que seguían muy insatisfechos con su actitud.

—¿Ocurre algo? —preguntó JeongIn.

Que extraña situación, pensó SeungMin, porque el omega se veía.... Se veía raro. No tan pegajoso como solía ser. Algo... Algo extraño. Extraño.

—In —dijo HyunJin, decidiendo tomar la iniciativa—, tenemos que... Que conversar.

—¿Conversar? —JeongIn se balanceó en su lugar—. ¿Ha pasado algo?

—Sí —SeungMin le agarró la mano y llevó hacia el sofá—. Sé que... Que te prometimos que no queríamos presionarte, pero... Pero ya no lo soportamos más, JeongIn. Perdónanos.

—¿Cómo? —JeongIn miró a HyunJin primero y luego a SeungMin, antes de que su expresión cambiara a una de comprensión—. Ah...

Hubo un pequeño silencio entremedio de ellos. Los dos alfas se sentían incapaces de mirarlo a la cara, mientras que JeongIn podía sentir cómo sus pensamientos se revolvían más y más con el pasar de los segundos. No le parecía justo, pensaba superficialmente, que ellos tuvieran el poder de hacerle eso. De volver su mente un montón de hilos y nudos enredados.

—Necesitamos... Necesitamos que escojas —dijo SeungMin otra vez—. Que nos digas con quien quieres estar.

—Con quien quiero estar —repitió JeongIn en un murmullo débil—. Yo...

—Sea la respuesta que des —intervino HyunJin—, la aceptaremos, ¿Bueno, In? No tienes que preocuparte por el otro, sólo por lo que tú quieres.

JeongIn bajó la vista unos segundos, y por un momento, ellos pensaron que tal vez se puso a llorar. Bajo presión, el omega siempre se alteraba y perdía un poco el autocontrol, volviéndolo un desastre lloroso. Ya lo conocían más que bien.

Pero no fue así. JeongIn levantó la vista otra vez, con los ojos un poco idos.

—Bueno, está bien —habló el omega, y su voz tembló—. Sólo... ¿Pu-Puedo pedirles algo más?

—Claro, In, la que quieras. —dijo HyunJin.

—Estamos aquí para ti. —añadió SeungMin.

—Antes de elegir... —JeongIn pareció titubear un poco, tratando de agarrar valor—. Me gustaría saber si... Si hay algo que ustedes quieran decirme. Una última cosa qué decirme.

Los dos se congelaron ante esa extraña petición, sin entender muy bien a qué se estaba refiriendo. ¿Una última palabra que, quizás, pudiera cambiarlo todo? ¿Qué pudiera impulsar una elección?

¿JeongIn quería...?

—Te amo —habló SeungMin primero, de golpe, sobresaltando a HyunJin. JeongIn lo observó—. Te amo, Nini.

—Yo también te amo. —dijo HyunJin, y los ojos del omega también se posaron en él.

—Me aman —una débil sonrisa curvó los labios del omega y sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¿Nada más?

¿Algo más? ¿Qué más podía ser? Ellos sólo querían una respuesta. Un nombre.

Negaron con la cabeza, con el corazón estrujado.

—Nada más —confirmó JeongIn, poniéndose de pie, y comenzó a sollozar—. ¿Ni siquiera contarme lo de la apuesta, SeungMin y HyunJin?

El mundo de ellos se detuvo en menos de un segundo y lo único que pudieron contemplar fue el rostro quebrado y destrozado del omega, que dejó salir todas las lágrimas que estuvo aguantando desde que llegó.

JeongIn acababa de salir del edificio, saludando a su papá y Christopher que ya le esperaban estacionados afuera, y se acordó de pronto de que se le había quedado algo en el departamento.

¡Ah! —dijo, queriendo golpearse contra la pared—. ¡Se me quedaron los supresores!

—¿Cómo? —Chris, que se había acercado para abrazarlo, lo observó como si fuera tonto—. ¿Es qué eres estúpido o qué?

—¡Que pesado eres! —se quejó JeongIn, enrojeciendo—. ¡Ya no quiero verte más!

—No seas así, Chan —intervino su padre—. Vamos, JeongIn, podemos pasar a comprarlas...

—¡No se preocupen! —le tiró la mochila a Chris, que la atrapó entre palabras farfulladas—. ¡Tardaré poco!

Su padre le hizo un gesto de que no había problema, y JeongIn se volteó, corriendo hacia el ascensor para alcanzarlo al ver que las puertas se estaban cerrando. Afortunadamente, logró entrar y marcó el piso nueve, buscando la llave en sus bolsillos con una expresión medio molesta consigo mismo por olvidar algo tan importante. Saltarse los supresores un día podía ser desastroso para un omega.

Una vez llegó al piso, se bajó y fue directamente al departamento. Esperaba que ambos alfas estuvieran todavía en el comedor, sin embargo, al abrir, no vio a nadie allí. Pensó entonces que quizás se fueron a acostar otra vez, al fin y al cabo, era temprano. Él mismo tenía ganas de volver a la cama, odiaba levantarse a esa hora cuando no había nada qué hacer. Por eso, apenas emitió ruido alguno al entrar, ya que no quería molestar a los alfas con algo tan tonto como un olvido.

En el momento en que entró al pasillo, escuchó las voces viniendo de la habitación de HyunJin, que era la que estaba al final.

... Que hice... Sólo fue dar un empujoncito.

Eres un cabrón. —escuchó decir a SeungMin.

JeongIn se detuvo, sintiendo su estómago caer al escuchar esas palabras. No tenía que ser muy inteligente para saber qué estaba pasando, porque era muy evidente que ellos dos estaban discutiendo.

Casi de inmediato, comenzó a sentirse mal por eso, porque él no quería meterse entre ellos dos y hacer que pelearan como si fueran desconocidos. Eso no estaba bien, se suponía que eran amigos, mejores amigos, y que se pelearan por un omega que ni siquiera estaba seguro de a cuál elegir era una idiotez. JeongIn, incluso a veces, pensaba en decirles que era mejor acabar con todo eso ahora, ya que no podía elegir a uno y prefería quedarse sin ninguno a escoger sin estar seguro. Él no quería hacerles ese tipo de daño...

Dijimos que no presionaríamos a JeongIn. —escuchó decir a SeungMin, y se sobresaltó cuando las feromonas de ira y rabia se filtraron por el cuarto. Santo Dios, ¿Era tanto el enojo que sentían? Él mismo empezó a temblar de miedo.

No me jodas, tú igual lo estás presionando —habló HyunJin, con la voz llena de furia—, ¿Crees que no lo sé? Lo llevas de paseo y le compras regalos...

JeongIn cerró sus ojos, sintiéndose mucho peor y casi como si se estuviera aprovechando de ellos. Como si fuera de esas personas que querían sólo dinero de ellos, que sólo aceptaba eso para tener regalos y ser consentido. Era como... Como si lo estuvieran comprando con el dinero.

Pero JeongIn no los quería porque estaban en una buena posición económica. No, eso estaba al final de su lista (y si es que tenía una lista, en primer lugar). JeongIn los quería a los dos porque eran buenos con él, decían que lo querían y consolaban cuando las cosas le superaban. Le trataban como si fuera importante, como si él fuera un omega que valiera la pena a pesar de su monocromía. A pesar de que era un chico triste y sin color.

Esa es una estrategia válida —gruñó el alfa menor—, y no uso a mis padres para convencerlo.

Porque tus padres no lo quieren. —respondió el otro alfa.

Un nuevo gruñido que salió del interior de la habitación. Ya no aguantaba más esa discusión sin sentido y, por lo mismo, dio un paso para entrar, para detener esa pelea y decirles que eso se acababa allí, que no podía soportar que pelearan y se amenazaran de esa forma.

Pero se detuvo cuando SeungMin volvió a hablar.

Puede ser, pero yo no quise apostar, HyunJin.

JeongIn se quedó quieto en su lugar, con la mano levantada y el corazón deteniéndose. ¿Cómo? ¿Qué... Qué cosa tan horrible acababa de oír?

El que apostó toda esta mierda fuiste tú, y no sólo eso, también querías que grabáramos cuando nos folláramos a JeongIn, ¿No es así?

A esas alturas, se le hizo difícil diferenciar quien dijo eso, porque su mente comenzó a hacer una especie de doloroso cortocircuito, tratando de comprender lo que estaba escuchando. Tres palabras concretas se repetían en su cabeza.

Apuesta.

Follárselo.

Grabarlo.

Santo Dios. Santo Dios, ¿Qué era esa cosa horrorosa que ellos estaban diciendo como si nada, como si... Como si...?

Como si él sólo fuera un muñeco al que follar y tirar a la basura una vez se aburrían.

Entonces, ¿Qué te hace mejor para él?

Retrocedió, llevando su mano hacia su boca cuando sintió que un gemido de dolor iba a escapar. Ya ni siquiera sentía su corazón apretado o estrujado, todo lo contrario: no podía siquiera percibirlo. Como si se lo hubieran arrancado y sólo quedara ese vacío allí, ese agujero negro y la sangre saliera a borbotones.

JeongIn se estaba desangrando por el sufrimiento.

¿Me sacas eso en cara? Tú también quisiste apostar y lo sabes muy bien, SeungMin.

La voz de HyunJin se empezó a difuminar a medida que retrocedió, queriendo escapar de ese lugar porque no podía seguir oyendo lo que ellos decían con total normalidad. Como si fuera algo natural.

Pero es que era natural, ¿No es así? No era la primera vez que lo hacían.

Tú aceptaste también esta mierda, así que eso no te hace ni un poco mejor que a mí, ¿Te queda claro?

JeongIn se tambaleó y giró, caminando hacia la salida, apenas siendo capaz de mantenerse de pie. Ni siquiera sabía cómo no se había derrumbado cuando seguía desangrándose.

Porque tú "querías llevarte a la cama a ese estúpido omega".

Llegó a la puerta, comenzando a respirar aceleradamente, con el pánico inundándolo. Sin importarle si metía un poco de ruido, salió de ese departamento, cerrando y apresurándose en ir a las escaleras de emergencia, porque no podía esperar al ascensor. Si se quedaba quieto, si se detenía, entonces el peso de lo que acababa de escuchar le iba a aplastar finalmente, y ese sería su fin. Él necesitaba seguir en movimiento o moriría aplastado por esas duras palabras que aquellos dos alfas confesaron como si no fuera un horrible hecho.

De seguro apuestan quién se lo llevará primero a la cama. ¿No hicieron eso con tu prima?

Esas palabras, que había olvidado por completo, golpearon su inestable mente cuando se detuvo cuatro pisos más abajo para tomar aire. La bilis subió por su garganta y tuvo que tragarse el vómito para no escupirlo todo en las escaleras. Volvió a correr, como si de esa manera pudiera escapar de todo lo que acababa de oír.

Deberías alejarte de esos idiotas. De seguro sólo están jugando contigo, JeongIn.

Tropezó en los últimos escalones y cayó al suelo, pero logró estirar sus manos para que su cabeza no golpeara el concreto. Su respiración, ya acelerada, sólo comenzó a empeorar, a volverse errática, y la garganta se le cerró. ¿ChangBin no se lo había dicho? Le había dicho que ellos sólo querían jugar con él, se lo advirtió, pero JeongIn fue necio.

Más que necio: confió en dos alfas que, desde un inicio, se acercaron con una intención más oscura.

El recuerdo lo golpeó con mucha fuerza cuando volvió a ponerse de pie, apenas siendo capaz de ver a través de las lágrimas que inundaban sus ojos. ¿Estaba llorando? Pero... ¿En qué momento?

La primera vez que se vieron. SeungMin fue muy coqueto y atrevido, muy juguetón y casi invasivo con su espacio. Recordaba... Recordaba que, unos minutos después, luego de que les hubieran dejado los pedidos a ellos, él se encontraba tras la barra, conversando con YuNa, y casi inconscientemente les dirigió una mirada de reojo.

HyunJin sonreía con un poco de burla, con los ojos posados en el omega, antes de desviarlos hacia SeungMin, que se reía con diversión. JeongIn ni siquiera le tomó importancia a ese gesto, lo omitió por completo, porque él no estaba interesado en ese par de alfas que tenían toda la pinta de romperle el corazón.

¿Realmente crees que te dará su marca? ¡Con toda probabilidad, te lo dijo para llevarte a la cama y usarte como una puta!

Apostaron llevarlo a la cama. Apostaron para ver quién era el primero que se acostaría con él y no sólo eso: lo iban a grabar.

Lo iban a grabar. Ellos lo iban a grabar en un momento tan íntimo como ese para reírse de él más adelante.

Salió del edificio y Chris ya lo estaba esperando fuera, con una clara expresión de preocupación que se convirtió en pánico al verlo.

—¿JeongIn? —preguntó Chris, yendo hacia él—. JeongIn, ¿Qué ha pasado?

El omega miró a su hermano.

—Chan Hyung. —habló, antes de derrumbarse por completo.

Sus piernas se doblaron, pero afortunadamente Chris estaba ya cerca y alcanzó a agarrarlo. JeongIn ahora ya estaba llorando a lágrima viva, toda su cabeza repitiendo una sola frase: lo iban a grabar. Lo iban a grabar. Lo iban a grabar.

—In, bebé —le escuchó murmurar, y Chris casi lo arrastró al auto, donde ya estaba su padre con una expresión de total preocupación—, In, cariño, ¿qué pasa?

—Christopher, ¿Qué...?

—No lo sé, papá...

Pudo escuchar superficialmente la conversación que ellos mantenían, pero JeongIn sólo se abrazó con más fuerza a Christopher. Ahora se desangraba sin control alguno, ahora se detuvo y estaba siendo aplastado por la dura realidad que acababa de descubrir. Él estuvo viviendo un sueño, un bonito y hermoso sueño en donde era amado y querido y cuidado con todo el amor del mundo. Él vivió el sueño de Ícaro, volando tan alto, siendo feliz a medida que se seguía elevando...

Pero voló muy cerca del sol. El calor derritió sus alas, la verdad lo golpeó con fuerza, y se dio cuenta de eso mientras caía: eso jamás fue un sueño, sino una pesadilla. Una horrible pesadilla que ellos maquetaron demasiado bien, casi a la perfección: dos alfas cortejando al mismo omega para llevarlo a la cama.

—JeongIn, cariño, por favor...

—Lo iban... Lo iban a grabar... —murmuró JeongIn, abrazado todavía a su hermano mayor, aferrándose a él con una desesperación casi dolorosa—. Lo iban a... A grabar... A grabar...

—¿Qué cosa, In? Dime, ¿Qué cosa?

—Querían grabar... Querían grabar... —y los sollozos se volvieron inentendibles porque el llanto sólo aumentó más.

Christopher decidió no seguir presionando más y su padre sólo se apresuró en conducir, decidido a llevar a su hijo hacia el lugar dónde se estaba quedando para conversarlo con más calma. Sin embargo, el viaje fue terrible, porque los dos no sabían qué decir exactamente ante el llanto desconsolado del omega, con sus feromonas de sufrimiento y dolor inundando el auto. Christopher sólo lo abrazaba y acariciaba el cabello, emitiendo sus propias feromonas de alfa para tratar de calmarlo o, por último, para que dejara de llorar.

Al menos, eso funcionó cuando llegaron al hotel en donde se estaban quedando. Daniel, una vez se estacionó, fue para atrás, abrió la puerta y como si JeongIn no pesara nada, lo agarró de la cintura. El omega tuvo la tentación de quejarse y decir que no era un niño pequeño, que podía ponerse de pie, pero cuando el aroma de su padre lo inundó, la protesta murió en su boca. Fue como tener cinco años otra vez y acababa de caerse de la bicicleta, haciéndose daño en las rodillas.

Su padre lo tomó en brazos y JeongIn lo abrazó del cuello, sin importarle si desde fuera se veía como una imagen graciosa. Buscó acurrucarse en sus brazos, pegándosele de una manera que llegaba a ser dolorosa, sin embargo, su padre no emitió ningún reparo o reproche, sólo le devolvió el abrazo con más fuerza y emitió sus propias feromonas de alfa protector.

—Bien, In, no pasa nada —le murmuró su padre, comenzando a caminar y JeongIn ocultó su rostro en el cuello de Daniel, aspirando su aroma—, papá está aquí y te va a cuidar.

No creía que pudiera seguir llorando, pero eso fue lo que pasó: esas palabras hicieron que sus labios temblaran y volvió a derramar lágrimas, sólo que menos abundantes ahora.

Su padre lo cargó hacia la habitación del hotel, mientras que Chris llevaba su mochila y cosas, además de abrir la puerta para que pudieran pasar. JeongIn no quería separarse de ese abrazo, porque era lo que más necesitaba en ese momento, y emitió un gemido lastimero.

—Sí, cariño, tranquilo —consoló Daniel—, no te dejaré, ¿Vale? ¿Vamos a la cama y hacemos un nido? Eso es lo que necesitas ahora para calmarte.

Asintió apenas con la cabeza y Chirs les siguió, sin emitir palabra alguna. JeongIn no podía estar seguro, pero quizás... ¿Quizás el lazo que ellos tenían le estaba afectando? Recordó la vez que se puso a llorar en el hotel, cuando fue a la nieve, y que su hermano fue capaz de sentir sus emociones. ¿Quizás...?

Pero no pudo concretar esa idea porque volvió a llorar por lo del hotel. Porque la gente le miraba con expresión de que ese no era un lugar para un omega como él, haciéndolo sentir insignificante, sin embargo, SeungMin y HyunJin lo consolaron. Lo consolaron y luego hicieron...

Volvió a sentir ganas de vomitar. ¿Y si ellos grabaron eso? ¿Si grabaron lo que hicieron esa noche?

Su padre pareció percibirlo. Se movió a tiempo, hacia el baño, y soltó a JeongIn para que se inclinara contra el inodoro y pudiera vomitar el desayuno. Sus ojos se pusieron llorosos y la garganta comenzó a arderle a medida que expulsaba el contenido de su estómago, pero suponía que debía soltarlo todo. Era la única forma en la que su cuerpo parecía expresarse ante el dolor de la situación.

Su papá le acarició el cabello y, una vez pareció detenerse, le tendió un vaso de agua para que se limpiara el repulsivo sabor. JeongIn sorbió por su nariz, comenzando a hipar y tartamudear, pero ninguno de los dos alfas le presionó para hablar. Le estaban dando su tiempo para buscar las palabras correctas y poder decir qué era lo que le acongojaba.

Minutos después, se lavó los dientes y una vez estuvo listo, lo llevaron a la cama. Christopher apareció con una taza de té y dos pastillas de ibuprofeno, y JeongIn comenzaba a sentir el dolor de cabeza aparecer con la sensación de los ojos hinchados. Esa era la peor parte de llorar: cuando se detenía y aparecía el dolor físico, que sólo empeoraba el emocional.

Sin embargo, su papá siguió sin preguntarle nada, sólo comenzó a desvestirlo para ponerle el pijama, y se dejó hacer como si nada. JeongIn lo único que deseaba, en ese momento, era que el mundo se acabara para así dejar de sufrir. No quería nada más que cerrar los ojos y despertar, creyendo que lo que escuchó fue sólo una horrible y cruel pesadilla. Una terrible pesadilla, pero nada más que eso, y que sus alfas jamás habían apostado algo tan repugnante como eso.

Sus alfas. Sus alfas.

Comenzó a sollozar otra vez cuando lo acostaron y Christopher se recostó junto a él. Casi a ciegas, JeongIn lo buscó y abrazó, sollozando en su pecho.

—In... —murmuró su hermano mayor.

—Ellos... Ellos... —esta vez el llanto no era como antes, sino más suave y, quizás, más controlado—, Ellos... Ellos no me quieren...

Chris lo apretó contra él, viéndose muy confundido y algo perdido por sus palabras. ¿Cómo no? Luego de todo lo que le había dicho JeongIn sobre cómo le trataban, la forma en que le hacían sentir especial, el hecho de que ellos le estaban cortejando al mismo tiempo...

No tenía ningún sentido.

Sin embargo, lo tenía. Porque todo era una farsa.

—¿Discutieron, Nini? —preguntó Chris, con la voz suave y dulce.

—No... —JeongIn levantó la cabeza, y a través de sus ojos lagrimosos, miró el rostro de Chris—. Ellos... Ellos estaban peleando por mí... Y... Y dijeron... —pareció perder el aire un momento antes de poder seguir—. Dijeron que yo... ¡Que yo era una apuesta! —y nuevas lágrimas se derramaron.

—¿Una apuesta? —su padre habló, sentado en el borde de la cama, con el rostro pálido—. ¿Una... Una apuesta?

—Apostaron... Lle-Llevarme a la cama —barboteó apenas—, el primero que... Que lo hiciera...

El abrazo de Christopher se volvió duro, casi asfixiante, pero a JeongIn no le importaba en ese momento. Necesitaba un ancla que lo dejara pegado a la tierra, o de seguro perdería la cordura para siempre.

—... Y lo iban... Lo iban a grabar... —añadió, con la voz como un hilo, y eso hizo enfurecer a su padre y hermano mayor.

—¡¿Qué demonios?! —Daniel se puso de pie, con el rostro deformado por la cólera—. ¡¿Cómo pudieron...?! ¡¿Quiénes se creen para hacer esto?!

Oh, mi amor... —suspiró Chris, que también estaba muy iracundo, pero necesitaba consolarlo a él primero—. No sé qué decirte, cariño. Pero... Pero yo estoy aquí, para ti, para cuidarte. Mi lindo cachorrito...

—No entiendo... No entiendo por qué... —siguió llorando JeongIn, porque al final, ese era el quid de la cuestión: por qué ellos hicieron eso.

Con qué derecho se creían que podían apostar a un omega. Por qué ellos se sentían capaces de jugar con un omega de esa forma, como si fuera un pañuelo desechable. Y lo peor era eso: que él no era el primer omega con el que jugaban. Quizás con cuantos más habían jugado así, con cuantos se habían acostado.

Su papá también tuvo que abrazarlo cuando el llanto se volvió peor.

Gran parte del día estuvo en cama, acurrucado y llorando por momentos, con la televisión encendida y casi pegado a Chris, que tuvo que recostarse a su lado al notar que las lágrimas no se irían pronto.

Al menos, para la tarde JeongIn ya había dejado de sollozar por largos minutos. Estaba un poco dopado por el aroma alfa de su padre y hermano mayor, sintiéndose como un pequeño niño de cinco años en ese momento. Debido a la situación, los alfas notaron que el omega de JeongIn tomó las riendas al darse cuenta de la gran inestabilidad en la que estaba envuelto el muchacho, y por lo mismo, apenas emitía ruido aparte de gimoteos, carraspeos y balbuceos sin sentido. Sin embargo, ninguno de los dos trató de cambiar la situación, ya que era evidente lo destrozado que estaba JeongIn por lo que acababa de enterarse.

Ahora, incluso, estaba chupando su pulgar, tal y cual hacía cuando tenía tres años y lloraba por alguna situación. Daniel recordaba muy bien que, cuando eso ocurría, tomaba en brazos a su pequeño cachorrito para consolarlo y JeongIn empezaba a chupar el dedo como una forma de alivio.

Así, luego de tomar agua con otras dos tabletas de ibuprofeno, se quedó dormido temprano, demasiado agotado por todo lo ocurrido ese día. Chris y su padre se dedicaron a conversar sobre lo que iba a pasar de ahora en adelante, y llegaron a una rápida conclusión de la que no echarían pie atrás.

En la mañana del domingo, JeongIn despertó pasadas las diez de la mañana, un poco ahogado en el calor de un fuerte abrazo hecho por dos alfas. En la bruma del sueño, pensó brevemente que eran SeungMin y HyunJin, e incluso llegó a creer que lo del día anterior fue una horrible pesadilla. Esa idea desapareció tan rápido se volteó y vio a su hermano mayor durmiendo profundamente, y luego se dio cuenta de que al otro lado estaba su padre.

Sintió nuevas ganas de romper a llorar, sin embargo, logró controlarlo a tiempo y sólo sorbió por su nariz, percibiendo una suave punzada de dolor en su cabeza.

Se enderezó y buscó alguna salida de ese apretado abrazo, pues necesitaba ir al baño. Al final, sólo pudo escapar de la cama abrazando a su papá y subiéndose encima de él, aprovechando que el hombre tenía el sueño profundo. No le sorprendió que siguiera durmiendo a pesar de todo el movimiento (y el pequeño golpe que le dio en su costado) que hizo.

Fue al baño, hizo sus necesidades y limpió su rostro, bebiendo tres vasos de agua al sentirse tan deshidratado. Volvió diez minutos después a la cama, arrastrando sus pies, y vio a Christopher despertándose.

—¿Jeong? —preguntó su hermano mayor.

—Chris —murmuró, subiéndose sobre él y abrazándolo—, te quiero, Chan hyung.

Chris no dijo nada de inmediato, devolviéndole el abrazo en un gesto consolador. JeongIn respiró profundamente, espantando nuevas lágrimas por lo gratificante y extraño que era recibir un abrazo así, como si ese abrazo buscara unir todas las partes rotas de su cuerpo.

Ojalá las cosas fueran así de sencillas. Cerrar los ojos, recibir un abrazo y, puf, todo estaba bien. Todo iba en mejor camino.

Se quedaron así unos largos minutos, abrazándose mutuamente y dejando que eso hablara por ellos. Sólo parecieron salir de esa pequeña ensoñación cuando sintieron a su padre despertar y, para fortuna del omega, el hombre no hizo comentario alguno, sólo se estiró para darle un beso en la frente.

No me los quites a ellos, pensó JeongIn de manera superficial, por favor, no me los quites. Ya no tengo a nadie más, no me los quites.

Papá les preparó el desayuno y fueron a comer una vez estuvo listo. Allí, los escuchó conversar sobre lo que hicieron durante la semana, y en el fondo, JeongIn les agradecía que ellos le distrajeran de toda su pena y dolor. Incluso se encontró riendo por algunos breves momentos.

—JeongIn —dijo Daniel una vez acabaron de comer—, sé que te dije que, si no querías, yo no te obligaría a irte a vivir conmigo. Pero, lo siento mucho, eso no podrá ser así.

—¿Papá? —preguntó JeongIn, un poco desconcertado.

—Anoche saqué un pasaje extra, porque te vas a ir con nosotros a Busan —el hombre le agarró las manos—. Te mudarás conmigo, con tu familia, y no hay forma alguna de que me hagas cambiar de opinión. Esta noche, te devuelves conmigo a tu hogar.

Tu familia. Tu hogar. Quizás fueron esas las palabras que más lo golpearon, porque su padre no había puesto ninguna duda al decírselo, se veía totalmente serio y no parecía dispuesto a admitir una réplica.

Aunque JeongIn ni siquiera intentó negarse. Oír eso, saber que su padre estaba allí para recibirlo y consolarlo en ese momento, era todo lo que necesitaba saber para aceptar esa propuesta.

JeongIn había imaginado una vida allí, en Seúl, junto a sus alfas. Ahora que lo veía así, con el corazón roto, tenía claro que se enamoró de esos dos alfas, y que nunca supo a cuál elegir. Nunca iba a poder elegir, porque su omega los amaba a los dos. Y se había imaginado toda una vida, todo un sueño con ellos... Pero al final, los sueños sólo eran eso: humo que se difuminaba en el cielo a medida que subían. Mientras más alto volara JeongIn, más rápido desaparecía ese humo, y ahora ya no le quedaba nada a lo que aferrarse.

—E-Está bien... —tartamudeó, y su padre lo abrazó cuando vio que iba a llorar.

En ese momento, sin embargo, sólo sollozó unos minutos, devolviéndole el abrazo a su padre y tratando de transmitirle todo lo que sentía con eso. Todo el amor que tenía para él.

—No puedo entenderlo —susurró más tarde, recostado y luego del almuerzo, con Christopher a su lado. Daniel salió a devolver el auto que arrendó esos días para trasladarse a través de Seúl, por lo que se hallaban solos—, ese juego... ¿Cómo pudieron ser tan... tan malos, Hyung? Jugar conmigo, con otros omegas...

—A veces, las personas hacemos cosas sin pensar demasiado en las consecuencias. —dijo Chris.

—Si ellos hubieran sido directos enseguida —murmuró JeongIn—, yo los habría mandado al diablo. No eran... No eran los primeros alfas en pedirme eso.

No, cuando trabajaba en la cafetería, muchos alfas siempre le hablaban de eso. Querían un omega bonito, callado y dulce, y JeongIn cumplía con esas características en todo sentido. Exótico, había dicho una vez una mujer alfa, apuntando a sus ojos bicolores.

Eres un omega muy exótico, bebé —dijo la mujer, y JeongIn sólo permanecía en silencio, recogiendo los platos en los que ella consumió—. Puedo pasar a buscarte cuando salgas y darte un buen momento. Si me gustas...

Gracias, pero no. —contestaba JeongIn, sin mirarla.

Piénsalo —insistía ella—, tengo dinero, soy ejecutiva. Ya tengo dos omegas, pero estoy buscando uno nuevo. Puedo regalarte un bonito departamento y te haré feliz, bebé.

JeongIn volvía a declinar la oferta. Sabía que esa alfa no mentía, siempre iba vestida con buenas ropas, su forma de hablar y gesticular denotaba una clase alta y casi siempre que iba estaba con el celular en la oreja. Pero dos omegas... Eso lo convertiría en el tercero, y dentro de la jerarquía, el tercero era humillante para muchos.

Aunque lo había pensado. Eso ocurrió casi un mes antes de que HyunJin y SeungMin fueran por primera vez a su café, y JeongIn lo pensó varios días. Sí, muchos alfas le ofrecían un buen momento o incluso una marca, y aunque él no se consideraba una persona superficial, la mayoría se notaba que sólo buscaban un buen polvo y no tenían los recursos para mantener a un omega. Él no quería entregarse a cualquier alfa, y si iban a enfrentarse a dificultades económicas, entonces prefería dejarse marcar por alguien a quien amaba. No por cualquiera.

Unos pocos eran mayores y adinerados, y le decían que sería el segundo o tercer omega. Esa mujer debía tener más de treinta y cinco, era muy guapa y, a veces, le trataba con cariño. Le llamaba bebé, y al omega de JeongIn le encantaban las muestras de ternura. Pero siempre se detenía antes de ir demasiado lejos, recordando lo evidente: tercer omega. No el primero. No el que tendría la marca. Sólo sería la tercera opción y porque era exótico.

Así que él ya estaba acostumbrado a esas muestras de intereses. Si HyunJin o SeungMin hubieran sido directos, simplemente los habría mandado a la mierda como hizo la primera vez. Pero ellos insistieron y buscaron la estrategia sucia al darse cuenta de que JeongIn no accedería a sus encantos.

—Los odio. —masculló JeongIn, y no sabía si eso podía considerarse como una mentira. ¿Quizás mitad verdad y mitad mentira?

—No los verás más —le dijo Chris—, no dejaré que nunca más los veas otra vez, In.

Sin embargo, JeongIn lo pensó largamente. Los pasajes a Busan eran para la medianoche, y a pesar de la situación, él no se sentía muy bien yéndose así sin más. Sin... Sin una última conversación. Desaparecer de la nada, esfumarse y convertirse en un fantasma. Además, estaban sus cosas en ese departamento también. Sus ropas, sus cuadernos de dibujos, sus regalos...

Sus regalos. Sus cosas más personales. Tenía que ir por ellos.

Chris le dijo que no. JeongIn insistió y fue cuando llegó su padre. Su padre también dijo que no.

—No te llevaremos allí. —le dijo el hombre, chasqueando su lengua.

—Entonces iré caminando. —dijo JeongIn.

—Te ataremos a la silla. —señaló Chris.

JeongIn frunció el ceño y trató de verse intimidante. Ni su padre ni su hermano retrocedieron.

Entonces, decidió recurrir a su última estrategia. Una vez, Felix llamó a esa estrategia como ‹‹el arma mortal capaz de destruir el corazón de todas las personas a tu alrededor››. Felix se la había enseñado, contándole que la usaba cuando estaba perdiendo una discusión con MinHo.

Hizo un puchero, que tembló a los pocos segundos, y sus ojos comenzaron a liberar lágrimas. Emitió un gimoteo lastimoso, proveniente de su omega, notando cómo ambos alfas se tensaron.

—JeongIn. —advirtió su padre.

Sorbió por su nariz y se limpió la carita con las mangas de su sudadera.

—U-Ustedes no me quieren... —sollozó, soltando más lágrimas.

—No es eso —habló Chris—, pero tienes que entendernos.

—No me quieren. —repitió, y era un poco gracioso de ver, aunque sirvió cuando los vio bajar sus hombros.

—Bien, bueno —dijo su padre, derrotado—, iremos a buscar tus cosas.

—No —el llanto desapareció enseguida—, debo ir solo.

—No hay forma...

Recurrió de nuevo a su estrategia.

JeongIn les agradecía que quisieran acompañarlo, quizás como una forma de darle valor para enfrentarse a ambos alfas, sin embargo, él necesitaba hacerlo solo. Tenía más que claro que, si las cosas se torcían haciendo que HyunJin o SeungMin dijeran algo cruel o fuera de lugar, Chris o su padre reaccionarían violentamente y lo que menos necesitaba era eso. JeongIn sólo... Sólo quería terminar con todo ese estúpido juego que ellos iniciaron.

Al final, los convenció de acompañarlo hasta fuera del edificio. Se estuvo preparando todas las horas restantes para poder enfrentarlos, y cuando faltaba poco para el momento de ir, su estómago se cerró y apenas probó bocado. Su padre y Christopher le preguntaron varias veces si estaba seguro, si no quería echarse hacia atrás, y tuvo la tentación de hacer lo que ellos dijeron en un inicio: escapar. Escapar y desaparecer.

Pero a fin de cuentas, pensaba mientras iban en el taxi hacia los departamentos, si escapaba ahora, nunca iba a regresar y él se quedaría con esa espina clavada en el corazón. Esa espina que provocaba tantas preguntas y pensamientos tóxicos e invasivos que sólo servían para destruirlo. Y JeongIn no necesitaba más de eso.

Al bajarse, su padre le dijo que le esperarían con el taxi, ya que había decidido pagarle al conductor lo necesario para que no se marchara, pues después de eso, debían irse al aeropuerto. Chris le dio un último abrazo, impregnándolo furiosamente en su aroma y diciéndole que, si lo necesitaba, le marcara sin duda alguna. JeongIn se lo prometió.

Así que se bajó. Era todavía invierno y el frío le pegó de golpe, con mucha más fuerza, y pasados unos segundos, caminó hacia el interior del edificio.

El conserje le saludó y JeongIn apenas le devolvió la palabra, entumecido. Subió al ascensor y marcó el piso, observando el número cambiar a través de la pantalla con dolorosa lentitud. Su corazón se estaba apretando a medida que se acercaba al piso en donde ellos vivían.

Para cuando salió, su respiración estaba un poco ahogada. Sus manos temblaron al buscar la llave en el bolsillo, caminando a paso tambaleante hacia la puerta del departamento. ¿Qué estarían haciendo ellos? ¿Riéndose de lo estúpido que era él? ¿Pensando ya en su próxima víctima?

No. Se forzó a no seguir ese hilo, porque si lo permitía, esos pensamientos lo destruirían en menos de un segundo. JeongIn necesitaba mantenerse fuerte, al menos esos primeros minutos.

Puso la llave y la giró.

La puerta se abrió sin mucha fuerza y sus ojos observaron el living-comedor. Pensó que, quizás, cada uno estaría en sus piezas, pero no: estaban allí, frente a él, con expresiones de preocupación.

—In —el primero que dijo algo fue SeungMin, así que lo miró. El alfa de cabello rubio estaba en el sofá, con el celular en la mano—, por dios, es tarde. —y se levantó, yendo hacia él.

Pensó que estallaría en llanto, que los empezaría a recriminar enseguida, sin embargo, su cuerpo actuó en automático. Su cabeza se bloqueó y las palabras barbotearon sin mucho esfuerzo.

Ellos tenían ese efecto, Santo Dios. Ellos podían desarmarlo sólo con un par de palabras.

¿Ah? Ah, sí. No me fijé. —habló, tratando de hilar sus ideas. Todo lo que pensó durante la tarde desapareció y quedó en blanco.

HyunJin también se le estaba acercando, con clara expresión de regaño, pero el omega se mantuvo quieto. Se sentía muy... Muy perdido, porque por el dolor se estuvo haciendo esa imagen de maldad y crueldad. Esperaba ver las sonrisas burlonas, las miradas odiosas, y eso le daría fuerzas para enfrentarlos. Por el contrario, ellos actuaban amorosos y dulces con él.

JeongIn no podía comprenderlo. ¿Por qué? ¿Por qué?

—¿No te...? No importa, bebé —HyunJin pareció cambiar de opinión—, pero ven aquí...

De pronto, HyunJin lo estaba abrazando con mucha fuerza, como si hubieran pasado días y días en los que no se vieron. JeongIn cerró sus ojos, atontado en el abrazo, con las feromonas alfas inundándolos.

¿Por qué ellos eran así, tan cariñosos, cuando sólo estuvieron jugando con él?

Escuchó el gruñido de HyunJin, pero antes de poder procesarlo, ya no era el alfa más alto abrazándolo, sino SeungMin. El nuevo aroma volvió a actuar como sedante para su omega.

¿Por qué ellos eran afectuosos, si él no era más que una apuesta?

Su cabeza sólo hacía cortocircuito en ese momento.

SeungMin también gruñó y se alejó de él.

—¿Por qué hueles así? —reclamó el alfa menor.

A JeongIn le costó procesarlo.

—¿Así? Oh... —hiló los pensamientos, las ideas, la situación dolorosa en la que estaba—. Es que Christopher vino con mi papá. Me impregnó en su aroma.

Pudo notar la tensión en ellos, sus hombros duros, sus rostros molestos, pero JeongIn no tenía tiempo para eso. ¿No era irónico, pensó mientras entraba más al departamento, que actuaran como si realmente sintieran celos?

Tal vez los sentían. A los alfas no les gustaba que tocaran cosas que consideraban como suyas. Y, dentro de ese retorcido juego, JeongIn se convirtió en su posesión.

—¿Ocurre algo? —habló finalmente, agotado y cansado, queriendo acabar con eso. Iba a hacerlo, les sacaría todo en cara, pero HyunJin se le adelantó.

—In —dijo el mayor, serio y volviendo a ir hacia él—, tenemos que... Que conversar.

—¿Conversar? —se mareó un poco, ¿Es que ya sabían que había escuchado? ¿Acaso iban a decirle la verdad?—. ¿Ha pasado algo?

—Sí —SeungMin decidió agarrarle la mano y tuvo la tentación de quitársela, porque no quería tocarlo. Sin embargo, sólo se dejó llevar—. Sé que... Que te prometimos que no queríamos presionarte, pero... Pero ya no lo soportamos más, JeongIn. Perdónanos.

—¿Cómo? —los miró a ambos, a uno primero y luego al otro, y lo comprendió—. Ah...

Le costó captarlo al inicio, pero luego, la idea sólo brilló en su cabeza cual cartel de neón. Ellos querían una respuesta de él, querían saber su elección. Ellos todavía sostenían esa jugarreta sucia, quizás cuánto dinero apostaron y ahora lo necesitaban para quién sabe qué. Se habían cansado de ese juego de dos alfas cortejando a un omega y querían llevárselo ya a la cama.

¿Tendrían la cámara secreta instalada?

—Necesitamos... —esta vez fue SeungMin el que le sacó de sus pensamientos—. Necesitamos que escojas. Que nos digas con quien quieres estar.

¿O lo llevarían a un sucio motel? Un omega como él debía valer eso, nada más. Un omega de segunda clase. O, quizás, ni siquiera era eso. Tal vez de cuarta clase.

—Con quien quiero estar. Yo... —apenas podía hablar, porque las ideas comenzaron a asfixiarlo.

—Sea la respuesta que des, la aceptaremos, ¿Bueno, In? —se apresuró en decir HyunJin—. No tienes que preocuparte por el otro, sólo por lo que tú quieres.

¿Lo que él quería? ¿Realmente le estaba preguntando eso?

Lo que él quería, habría dicho el día anterior, hubiera sido que los dos le aceptaran como omega. Entrar en una extraña relación poliamorosa donde ambos eran sus alfas y no tenían a nadie más. A ningún otro omega. Él los habría amado de cualquier forma y les entregaría su corazón por completo.

Aunque ahora... Ahora, ¿Qué quería?

—Bueno, está bien. Sólo... ¿Pu-Puedo pedirles algo más? —murmuró, tratando de enfocar su vista en los dos.

—Claro, In, la que quieras. —HyunJin tuvo el descaro de sonreírle.

—Estamos aquí para ti. —pero SeungMin tampoco se quedó atrás, sonriendo como si nada.

Y, a pesar de todo el dolor que ebullía en su corazón, él todavía... Todavía quería darles una oportunidad más. De ser valientes y decirle la verdad a la cara: que eso no era más que un juego, que sólo querían acostarse con él y nada más. Quería darles la oportunidad de ser honestos y dejar las mentiras de lado.

—Antes de elegir...

Ellos no se merecían eso de él, pero JeongIn quería concedérselos porque era un tonto.

—... Me gustaría saber si... Si hay algo que ustedes quieran decirme. Una última cosa qué decirme.

Pudo ver sus expresiones de desconcierto, de no entender su petición. Si la situación hubiera sido otra, de seguro se habría reído.

La calmada voz de SeungMin interrumpió sus pensamientos.

—Te amo. Te amo, Nini.

¿Qué? ¿Qué palabras tan fuera de lugar acababa de decir?

—Yo también te amo. —se apresuró en decir HyunJin.

El dolor explotó porque no podía creer en el descaro, en la hipocresía de sus palabras. ¿Amarlo? ¿Tantos deseos de jodérselo tenían que eran capaces de mentir con tal crueldad? ¿Capaces de decir esas palabras, como si no tuvieran peso alguno?

Ahora realmente quería reír.

—Me aman. ¿Nada más?

Los vio negar con la cabeza. JeongIn sólo... Sólo quería acabar con eso.

Se puso de pie y ahora las lágrimas se filtraron, aunque mantuvo la sonrisa titubeante. Al hablar, su voz se sintió ajena, como si estuviera en un sueño.

—Nada más. ¿Ni siquiera contarme lo de la apuesta, SeungMin y HyunJin?

El mundo se detuvo. Dejó de escuchar el tic tac del reloj en la pared, sus ojos sólo observando a esos dos alfas que lo agarraron y usaron a gusto propio.

Ellos se congelaron. Eso duro no más de dos segundos, porque casi de inmediato, perdieron el color de la cara, como si hubieran visto un fantasma. JeongIn se volvió a marear, sobrepasado con sus propias emociones, y se movió hacia su cuarto. El cuarto de invitados.

—JeongIn... —escuchó el barboteo de alguno de los dos, demasiado ahogado como para descifrarlo bien.

Sin embargo, él no se detuvo. Fue a su cuarto, buscó sus bolsos y comenzó a llenarlos de sus cosas, sorbiendo por la nariz, sus hombros sacudiéndose mientras lloraba y sólo pensaba en que ellos ni siquiera lo estaban tratando de negar. Ni siquiera estaban haciendo algo por él.

No, claro que no. Bueno, él ya lo sabía, ¿Para qué negarlo? JeongIn podía ahora irse, no era necesario que lo alojaran más y él dejaría de mendigarles amor.

Por Dios. Él les mendigó amor y eso de seguro les encantó.

Pensó que tardaría más en guardar sus cosas, pero en menos de diez minutos ya tenía todo listo. Arrastró sus dos bolsos fuera de ese cuarto y, en el comedor, los dos alfas ahora lo miraban, pálidos todavía.

—Las llaves —habló, sin dejar de sollozar. No quería hacerlo frente a ellos, pero no podía detenerse tampoco—, aquí están, no me...

—JeongIn —HyunJin habló primero, yendo hacia él—, no, escúchanos, cariño...

—... No me volverán a ver —continuó el omega, tirando las llaves en la mesa—, y no los molestaré...

—Por favor, por favor, In —SeungMin también fue hacia él—, de-déjanos explicarte, no es lo que crees.

—... Molestaré más —finalizó, y trató de esquivarlos, sin embargo, SeungMin se puso frente suyo—. Po-por favor, quítate.

—Escúchanos primero. —la voz de SeungMin se llenó de desesperación y lo agarró de los hombros.

El dolor ya no podía seguir filtrándolo y escondiéndolo. Era mucho para él.

—¡No! —explotó—. ¡No, no quiero escucharlos! ¡No quiero...! —apenas podía ver a través de las lágrimas—. ¡U-Ustedes... Ustedes jugaron conmigo!

—¡No, no fue así, JeongIn! —HyunJin le quiso tomar la mano, pero él se revolvió—. ¡Escúchanos, por favor, JeongIn!

—¿Por qué? —lloró el omega, sin querer mirarlos a los ojos, sin querer que le tocaran—. ¿Por qué? ¿Por qué hicieron algo tan... Tan ho-horrible como eso? —el barboteo desesperado de ellos se detuvo, oyendo sus palabras—. ¿Cómo... Cómo pu-pudieron ha-hacerme esto? ¿Qué les... Les hice yo...?

—No, amor, no digas eso —HyunJin quiso agarrarlo otra vez, sin embargo, el omega sólo retrocedió evitando el contacto—, no... No hiciste nada, déjanos... Deja que te expliquemos todo...

—¿Hay algo que... Que explicar? —JeongIn tragó saliva—. ¿Acaso me... Me dirán que lo que oí fue... Fue una mentira? ¿Fue una mentira acaso? ¡¿Lo fue?!

Silencio a sus palabras. Ambos alfas compartieron una mirada avergonzada, incapaces de observarlo a los ojos y de responder a su pregunta. El último resquicio de esperanza desapareció de JeongIn, porque ese silencio ya decía lo evidente para él.

—Me apostaron —JeongIn frotó sus ojos— y querían grabarlo, ¿No es así? Querían humillarme, destrozarme, sólo porque...

—¡No fue así, JeongIn! —SeungMin habló, con la voz grave—. Al final... Al final no fue así. Cuando... Cuando te conocimos, lo hicimos, ¿Está bien? Lo... Lo reconocemos.

—Pero las cosas cambiaron —apoyó HyunJin—, esa apuesta quedó olvidada, nosotros la... La olvidamos, te lo juramos. Ya no... No existe más.

Sin embargo, a JeongIn no le interesaba escuchar eso. Si no existía más, ¿Entonces por qué seguían hablando de ella, sacándosela en cara?

—Fui un imbécil —murmuró, negando con la cabeza—. Creía que... Que dos alfas me podían querer sin dobles intenciones —les dirigió una mirada de desprecio—, pero sólo... Sólo querían follarme como perros y divertirse con este estúpido omega, ¿No es así? —sintió que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas, aunque ¿Qué más daba?

—No, In, no es así —la voz de HyunJin se tornó llena de desesperación—, nosotros... Nosotros cambiamos, ya no hay esas... Esas intenciones, te lo juramos...

—Mentirosos. —masculló el omega.

—No te estamos mintiendo —SeungMin también se veía angustiado—, de verdad, bebé...

—Entonces, ¿Por qué hicieron eso? —gimió JeongIn, cubriendo su rostro—. ¿Por qué? Yo sabía... Sabía que iban a romperme el corazón, ¡Sabía que iban a reírse de mí! —sollozó sin levantar la vista, sintiendo las lágrimas cayendo por sus mejillas—. Pero me... Me convencieron de que no era así, ustedes me hicieron... Me hicieron creer que yo valía la pena, que me querían, que merecía... Merecía que me quisieran —al levantar la vista los dos alfas se estremecieron, observando los ojos rotos de JeongIn—. ¿Por qué? ¿Acaso quisieron jugar sólo para convertirme en el agujero donde iban a descargarse?

—JeongIn, por favor...

El chico ahora sólo se abrió paso hacia la puerta, ya sin poder seguir mirándolos a las caras.

—¿Por qué? —repitió, con la voz ronca.

Ambos alfas se miraron, sin saber exactamente qué decir. ¿Qué lo hicieron porque simplemente lo consideraron un juego desde un inicio? ¿Qué apostaron porque el omega les pareció lo suficientemente atractivo para ellos? ¿Qué querían grabarlo porque eran unos idiotas que consideraron esa idea divertida?

Cada respuesta parecía más hiriente que la anterior.

—Te amamos. —murmuró HyunJin.

JeongIn levantó la vista con una expresión aturdida, incrédula. Sus mejillas estaban encharcadas por las lágrimas, con los ojos brillantes, y se veía dolorosamente hermoso ante ellos.

—Váyanse a la mierda.—fue todo lo que dijo antes de ir a la puerta y agarrar el picaporte para irse de ese lugar para siempre.

SeungMin, en su desesperación, le alcanzó y agarró del hombro.

—JeongIn, por favor...

Pero el omega ya no quería escucharlos más. Ya no quería oír ninguna palabra de ellos, y sin pensarlo dos veces, soltó su bolso, se volteó y le cruzó el rostro de una bofetada. El alfa retrocedió con un gesto aturdido.

—¡No me vuelvan a tocar! —les gritó, recogiendo las tiras del bolso y abriendo la puerta—. ¡No quiero sus asquerosas manos sobre mí nunca más!

HyunJin ni siquiera alcanzó a decirle algo más, porque JeongIn simplemente salió del lugar, sin molestarse en cerrar la puerta y yendo al ascensor. El alfa mayor sólo se quedó en su lugar, junto a un SeungMin muy aturdido, y cuando recién pudieron moverse, las puertas del elevador ya estaban cerrando.

Pudieron haber bajado por las escaleras de emergencia. De seguro, si corrían, le alcanzarían con facilidad. Podían...

Pero sólo compartieron una mirada más, antes de que el peso de sus acciones cayeran sobre ambos.

—Lo hemos arruinado —barboteó SeungMin, sintiendo cómo su corazón se rompía al procesar lo que acababa de ocurrir—. HyunJin...

—Jamás nos va a perdonar. —susurró el otro alfa, y sólo se devolvieron, derrotados, al interior del departamento, con la angustia invadiéndolos porque acababan de destrozar al único omega que había calentados sus corazones.

Lo destrozaron y rompieron para siempre.

¡Gracias por leer!

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