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1.

Advertencias: omegaverse, fluff y angst mezclado. HyunJin!Alfa x SeungMin!Alfa x JeongIn!Omega.

HyunJin y SeungMin son unos idiotas. In es sólo un bebé unu

~Quiero respirar, odio esta noche~

SeungMin estaba parloteando como loco otra vez.

Frunció el ceño, algo irritado, y guardó sus manos en los bolsillos de su abrigo para darse un poco de calor a medida que caminaban por las calles de Seúl. La nieve caía con lentitud del cielo, quedando entretejida en su cabello color cuervo, y humedeciendo también el pelo de SeungMin.

Soltó un estornudo, mascullando una maldición, y SeungMin pasó un brazo por sus hombros, riendo.

—Anda, HyunJin, ya terminamos el examen, ahora no tenemos nada más por muchas semanas. —dijo SeungMin con diversión, las grandes ojeras en su rostro dando a entender que estaba tan cansado como él.

—Por ahora —gruñó desanimado—. Estas vacaciones de Navidad no duran nada, se van en un abrir y cerrar de ojos. —agregó, haciendo una mueca.

Oh, lo que significa que pronto será mi cumpleaños —le dijo su mejor amigo mientras seguían caminando—. ¿Haremos una fiesta o no?

—Sabes que no me gustan mucho las fiestas —masculló con una sonrisa débil—. Sólo te daré un abrazo y tal vez un regalo, quién sabe —hizo otra vez un mohín antes de estornudar—. Aunque podríamos salir esa noche...

—Si quieres follar con una beta, HyunJin, sólo tienes que decirlo. —bromeó SeungMin con picardía.

El de cabello negro soltó un chasquido, irritado al ver como la nieve seguía cayendo, y codeó a SeungMin en el costado, llamando su atención.

—Vamos a tomar un café —murmuró—, necesito relajarme un poco.

El de cabello rubio rodó los ojos, negando con la cabeza, y buscó con su vista algún lugar que pareciera decente para ir a beber algo con su amigo, teniendo en cuenta lo nervioso que era con los sitios limpios y decentes para comer.

Caminaron unos metros más, hasta que se decidieron por un pequeño café acogedor con varios estudiantes entrando y saliendo, así que al ingresar echaron un vistazo, resolviendo quedarse allí al notar el aire acondicionado que calentaba el local. Se sentaron al lado de una mesita que quedaba en la ventana principal, quitándose los abrigos en silencio y dejando salir suaves suspiros de alivio cuando pudieron dar rienda suelta al relajo.

—¿YeJi sigue queriendo salir contigo, HyunJin? —preguntó SeungMin de repente, mirando la pequeña carta que estaba instalada en las mesas.

—Ya le dije que no cientos de veces —murmuró HyunJin, evidentemente abatido—. Por favor, tengo veintiún años, no estoy interesado todavía en marcar y comprometerme con una omega. De seguro querrá tener hijos, y no estoy listo para un montón de niños que lo único que harán es estresarme en este momento.

—Qué malo eres, Jinnie —dramatizó SeungMin—, si YeJi es tan linda —el de sonrisa perruna hizo un gesto de diversión—. Sería divertido si pudiera tirármela.

—Puedes hacerlo —HyunJin sonrió, retador—, quince mil wons a que no puedes follártela.

Oh, ¿Me estás desafiando? —SeungMin enarcó una ceja—. Veinte mil wons a que no puedes tirar con TzuYu.

HyunJin resopló, una sonrisa pícara en su rostro.

—Un chasquido de dedos y la tengo comiendo de la palma de mi mano. —SeungMin comenzó a reírse mientras HyunJin negaba con la cabeza, sabiendo que su amigo tenía razón con ello: no tenían muchas complicaciones al momento de buscar algún agujero donde descargarse.

—Eres... Bueno, somos unos descarados, Hyung —se burló SeungMin, presionando sus mejillas con sus manos—, mira que anda-...

—Buenas tardes, mi nombre es JeongIn —interrumpió una voz suave—, seré su mesero el día de hoy, ¿Ya tienen claro lo que van a pedir?

HyunJin desvió la vista, comenzando a mirar por la ventana, olisqueando al percibir el dulce olor que exhalaba el chiquillo a su lado. Un omega.

Oh, tienes bonitos ojos.

Levantando una ceja con curiosidad, giró su rostro para chocar con una infantil, avergonzada cara, y unos enormes, preciosos ojos que le llamaron la atención enseguida: uno color verde-azul, mientras que el otro era café, dándole cierto aire exótico y extraño. No era normal ver heterocromía, menos en un omega.

Luego notó como el chico se alejaba unos pasos, retirando bruscamente la mano que SeungMin le acariciaba.

—¿Van a pedir algo? —preguntó rudamente JeongIn, perdiendo el tono suave con el que habló antes.

—Tu número de celular. —dijo SeungMin, sonriendo con coquetería.

JeongIn se quedó quieto un momento, antes de, con lentitud, arrugar el entrecejo con molestia.

—¡YuNa, ven a atender la mesa seis! —gritó unos segundos después, retirándose a grandes pasos.

SeungMin puso una expresión de sorpresa al notar que su flirteo no sirvió de mucho, y HyunJin quiso reír por ello.

Una muchacha de cabello negro se acercó, con una expresión en blanco.

—Mi nombre es YuNa y los atenderé hoy —dijo la alfa tranquilamente—. ¿Qué desean pedir?

SeungMin miró a HyunJin por un momento, para luego girarse, sus ojos buscando al chiquillo que espantó con sus torpes palabras, y viendo cómo atendía otra mesa con una sonrisa dispuesta.

—¿Puedo pedir al chico ese? —dijo SeungMin con una sonrisa amable.

YuNa entrecerró los ojos, soltando un chasquido.

—No, no pueden —dijo con brusquedad—. Si lo van a acosar, les pido por favor que se retiren en este momento.

HyunJin le dirigió una mirada molesta a SeungMin, que levantó sus manos en actitud pacífica, ignorando los ojos iracundos de su amigo.

—Está bien, quiero un cappuccino con un trozo de pastel de selva negra. —contestó SeungMin.

—Un café helado. —fue lo único que dijo HyunJin, sin ver a la chica.

—Enseguida se los traigo. —dijo YuNa sin perder la calma, retirándose unos segundos después.

SeungMin no dijo nada por varios minutos, sintiéndose un poco intimidado al notar la mirada de burla que HyunJin tenía.

—¿Te gustó ese omega, Minnie? —se burló el de cabello negro luego de cinco minutos, una sonrisa guasona pintando su rostro.

—Es bonito —SeungMin volvió a dirigir sus ojos al chiquillo que no parecía tener siquiera la mayoría de edad—. Imagínalo gimiendo debajo de ti, con una expresión sonrojada —los ojos de HyunJin se movieron por el cuerpo del muchacho, por su rostro, y sonrió de lado—. No está marcado, de seguro debe ser virgen, ¿Qué crees tú?

Abrió la boca para contestar, pero de repente YuNa llegó, dejando sobre la mesa lo que pidieron y retirándose luego de preguntarles si iban a querer algo más. Silenciosamente, el mayor volvió a dirigir su mirada a JeongIn, que en ese momento estaba detrás de la barra preparando un pedido, bromeando con otra camarera del lugar, otra rubia bajita, omega también.

Enarcó una ceja, notando que tenía una bonita sonrisa.

—Pienso que sería un buen rato de diversión —dijo HyunJin, tranquilo, y miró a su amigo—. ¿Acaso quieres jugar, Seunggie?

El de cabello rubio desvió los ojos, mirándolo unos segundos en los que esbozó una sonrisa con diversión, probando el pedazo de pastel que pidió. Luego, humedeció sus labios, observando nuevamente al omega, que seguía atendiendo a los clientes con tranquilidad.

No sería la primera apuesta que harían, y no sería la última, eso era seguro. En sus tiempos libres, cuando estaban aburridos, aquel era un juego para pasar el rato, ver quién era más hábil para lograr follar con alguien.

—¿Cuánto dinero? —dijo, ahora sonriendo como un depredador.

—Quince mil wons al primero que se lo lleve a la cama. —dijo HyunJin, desafiante.

—Oh, ¿Tan poco por la virginidad de un chiquillo? —se burló SeungMin, también retador.

—Es un puto omega —razonó HyunJin, acostumbrado a hablar de esa forma—, así que es un juego fácil de llevar a cabo —el alfa miró a JeongIn casi con indiferencia—. Tómalo o déjalo, cobarde, ¿Acaso temes perder quince mil wons?

SeungMin soltó un resoplido, divertido, sabiendo que solo era una provocación vana, porque ambos contaban con el dinero suficiente como para pagar eso, o más, en caso de que perdieran: sus familias estaban bien acomodadas, e incluso les compraron un departamento a los dos para que vivieran allí mientras terminaban la universidad.

—¿Las reglas? —dijo SeungMin, dando a entender que se metía en el juego.

HyunJin bebió un poco de su café helado, oyendo la risa suave del omega, y levantó un dedo.

—Uno: nada de llevarlo al departamento —dijo seriamente, el menor rodando los ojos, sabiendo de antemano aquello—. Dos: las citas no deben ser en lugares demasiado caros —HyunJin puso una expresión pensativa—. Tres: grabar la follada para comprobar al ganador. —SeungMin comenzó a reírse.

—¿Acaso no bastará con su olor? —preguntó, divertido.

—Deja que le agregue morbo, tonto —soltó HyunJin, causando que siguiera riéndose—. Cuatro: nada de arruinar los planes del otro —ahora, el de cabello rubio puso una expresión seria—. Y cinco: apenas uno de los dos se enamore...

—... El juego termina —SeungMin asintió—. Claro, sí, suena bien —extendió la mano, complacido—. Es divertido hacer negocios contigo, señor Hwang.

—Púdrete, Kim. —se burló HyunJin, dándole también la mano.

—Entonces, ¿El juego comienza ahora? —preguntó SeungMin, dirigiendo sus ojos otra vez al omega.

—Supongo que sí. —HyunJin se encogió de hombros, desinteresado.

El menor resopló con diversión, sabiendo de antemano que su amigo iría, de seguro, más lento que él. HyunJin siempre se tomaba su tiempo, sabiendo que el desinterés que fingía tener llamaba más la atención de los omegas, sin embargo, SeungMin también tenía sus trucos: podía ser total y absolutamente encantador cuando se lo proponía. En realidad, era realmente difícil que alguna chica o chico se resistiera a ellos dos.

Terminaron de beber lo suyo y se pusieron de pie para ir a pagar en la caja; afortunadamente, en ese momento él omega estaba atendiendo, quien sólo arrugó los labios en señal de desagrado. Mientras recibía el dinero, SeungMin volvió a tomarle la mano, poniendo una expresión de perrito apaleado.

—Lamento si te hice sentir incómodo hace un momento —dijo con amabilidad mal fingida. HyunJin estuvo a punto de aparentar que vomitaba—, sólo que de verdad me llamaste la atención, JeongIn. Tienes unos preciosos ojos, ¿Lo sabías?

El muchacho frunció el ceño, pero no se hizo atrás, lo que podía ser considerado como una buena señal.

—Está bien —dijo, incómodo—, pero si pudiera soltar mi mano, por favor...

HyunJin olisqueó el aire, notando las feromonas intranquilas de JeongIn, y supo que era su momento de intervenir.

—Oye, SeungMin, suelta al niño —dijo con calma, llamando la atención del omega y el alfa—, lo haces sentir mal. —explicó, observando a los ojos al chico, sin poder evitar sentir cierta admiración al notar el color dispar que le devolvía la mirada.

A regañadientes, el de cabello rubio obedeció, para luego esbozar una sonrisa encantadora.

—Por favor, JeongIn, no pasaría nada si me das tu número de celular, ¿Cierto? —el omega lo miró con incredulidad—. Podría invitarte a salir algún día para pedirte perdón por lo de hoy, juro que no es con malas intenciones.

A dos segundos estuvo HyunJin de rodar los ojos, pero se limitó a desviar la vista, fingiendo que estaba aburrido.

—Si le doy mi número, ¿Promete terminar de pagar? Hay una fila detrás de usted. —dijo JeongIn, exasperado.

El rostro de SeungMin se iluminó y asintió con entusiasmo. Así, cuando la caja le entregó la boleta, JeongIn anotó con rapidez un número antes de entregárselo al alfa, que le dio las gracias con una expresión feliz, retirándose después con HyunJin a su lado.

SeungMin casi podía bailar de la felicidad porque avanzó bastante bien en pocos minutos. O bueno, eso pensaba hasta que HyunJin le dijo, divertido, que comprobara si el número era el correcto o JeongIn solo lo inventó.

—Estás celoso —dijo su amigo, presumido mientras seguían caminando, marcando el número en su móvil—, porque vas a perder esta apuesta, HyunJinnie.

—Sí, como digas, SeungMin. —dijo HyunJin con un bufido, en el momento en que su amigo le sacaba la lengua, llevándose el celular a la oreja.

—Hola, JeongIn, soy SeungMin, te llamaba para-... —el alfa se quedó en silencio de golpe, arrugando el entrecejo, mientras el de cabello negro lo miraba con burla—. ¿Cómo? Ah, vale... Gracias, sí, entendido.

Con el rostro lleno de molestia e irritación, SeungMin cortó la llamada y pateó una pequeña piedra, maldiciendo por lo bajo.

—Déjame adivinar —dijo HyunJin, sonriendo ampliamente—, ¿No era su número?

SeungMin estuvo a punto de girarse para volver al café y exigir su número, pero luego pareció pensarlo mejor para seguir caminando con su amigo. A HyunJin no le extrañaba esa actitud: no era normal que alguien, menos un omega, rechazara a un alfa, en especial a uno como SeungMin, que podía ser un buen partido. SeungMin y HyunJin eran alfas con suerte, mucha suerte: eran guapos, inteligentes, y tenían una buena posición socioeconómica de la que se podían jactar con facilidad.

Muy bien podían terminar marcando, al final de sus vidas, a más de dos omegas, e incluso relacionarse con alguna beta.

—Era el número de una lavandería —masculló el de cabello rubio, enojado—. Mierda, disfrutaré llevar a la cama a ese estúpido omega.

HyunJin simplemente rodó los ojos, sin dejar de caminar, mientras anochecía de a poco en la ciudad.

—Nos vemos mañana, JeongIn. —dijo YuNa tranquilamente, dándole un beso en la mejilla mientras salían del local, su jefa despidiéndose desde detrás de la barra. Su otra compañera, MinJeong, se retiró minutos antes con su novia.

JeongIn, distraído, sólo sonrió para después apurarse en ir al paradero de autobuses, cansado de la jornada. Se puso los audífonos en sus oídos para escuchar música y tratar de relajarse un poco antes de llegar a casa.

Mientras esperaba a que pasara el autobús, trató de no pensar en el hecho de que esa semana su mamá tenía turno nocturno, y de seguro JaeHyung lo estaría esperando despierto para hacerle la vida imposible.

Soltó un suspiro, subiendo al autobús cuando llegó, y fue inmediatamente a los asientos de atrás, tratando de sacar un cálculo para los días que faltaban para su celo. Dos semanas, aproximadamente.

Mordió su labio inferior, sabiendo que tendría que pedirle a JaeHyung que no se acercara a casa esos días.

Frotó su frente, cansado y tratando de no pensar en el idiota de YuGyeom, que seguía fastidiándolo en la secundaria, ni en esos otros dos alfas que lo molestaron durante su horario de trabajo. ¿Acaso no podía tener ningún maldito día en paz? ¿Era tanto pedir?

Dejó escapar un bufido bajo, mirando por la ventana y viendo como las casas se iban haciendo más pobres a medida que avanzaban por la solitaria calle llena de nieve.

Estaba seguro de que si mamá abriera los ojos y se diera cuenta de que JaeHyung no era más que un mantenido, ellos podrían vivir mejor. Pero no podía hacerlo, porque su mamá escogió a JaeHyung como alfa, luego de que el papá de JeongIn se hubiera marchado sin decir nada. ¿Y cómo el podría quitarle una de las pocas cosas que su mamá realmente quería? No podía hacerlo. No podía hacerlo, a pesar de que JeongIn sintiera los devoradores ojos de JaeHyung sobre él, a pesar de tener que hacerle el quite a su padrastro los días en que su mamá no estaba.

No podía hacerlo, aunque sabía claramente que JaeHyung engañaba a su mamá con cualquier beta u omega que se cruzara en su camino.

No podía hacerlo, porque eso sería destrozarle el tonto, iluso corazón que su mamá tenía, a sabiendas de que ella no podría dejar a su alfa, y sólo terminaría sufriendo.

Dejó salir una vez más un suspiro, y su mente, por algún motivo, recordó a los dos alfas que lo molestaron esa tarde. Bueno, al alfa que le coqueteó descaradamente y a su amigo que los ignoró, desinteresado y con expresión aburrida.

No era la primera vez que un alfa le coqueteaba. No sería la última. Estaba acostumbrado luego de haber pasado dos años trabajando en ese café, estaba acostumbrado gracias a la secundaria a la que asistía. Estaba acostumbrado, porque no era idiota, y sabía que era un niño bonito para ellos, una presa con la que jugar, un trofeo más que agregar al montón de trofeos que cada alfa parecía ostentar con orgullo.

Subió sus piernas al asiento, enterrando su rostro entre ellas.

¿Por qué simplemente no lo dejaban en paz? JeongIn no quería nada con los alfas por el momento ni dentro de unos años. No quería que un alfa lo tocara de esa forma, que sólo lo tuviera por unos días como mera diversión para luego dejarlo abandonado a su suerte, haciéndolo sufrir, sentir débil y patético. No quería, muy a su pesar, lucir como su madre.

Miró por la ventana, notando entonces que estaba llegando, y se puso de pie, acomodando su mochila en su hombro.

Presionó el timbre del autobús, despidiéndose del conductor mientras bajaba en el paradero que quedaba a dos cuadras de su pequeña casa. Miró la hora: las nueve de la noche. Todavía tenía que estudiar para la prueba de Álgebra del día siguiente.

Subió la capucha de su sudadera, sin tener un poco de miedo aún cuando las nubes estuvieran tan negras gracias al nevazón, a pesar de que viviera en un barrio calificado como peligroso ni que pudieran asaltarlo. Si era honesto consigo mismo, prefería aquel barrio que la ciudad: al menos, allí, todo el mundo lo conocía.

Unos minutos después, se encontraba abriendo el portón de su casa, con el frío calando por sus ropas, y entró al pequeño hogar que compartía con su mamá y padrastro. Hizo una mueca al notar que no había calor dentro de la pequeña y helada casa.

Pudo oír el ruido de la televisión viniendo del comedor, y soltó una maldición baja.

—Bienvenido a casa, JeongIn —dijo la suave voz de JaeHyung cuando pasó por allí directo a la estufa a leña que tenían—. ¿No saludarás a tu padre?

JeongIn apretó los dientes mientras se arrodillaba ante la estufa y comenzaba a romper las astillas para poder hacer algo de fuego que calentara el lugar. Maldijo en su mente a JaeHyung por ser un completo inútil que no ayudaba en nada para mantener la casa, prefiriendo gastar el dinero que ganaba en putas, alcohol y apuestas.

—Te estoy hablando, In. —gruñó JaeHyung, y el omega sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal al sentirlo tan cerca.

—Primero que todo, no eres mi padre —dijo, tratando de sonar frío—, y segundo, no te cuesta nada hacer algo de fuego. Es lo mínimo que podrías hacer. —se esforzó para que su voz no sonara furiosa, pero fallo miserablemente. No podía ocultar todo el odio que sentía en ese momento.

Pudo escucharlo bufar mientras se alejaba.

—¿Lo mínimo? ¿No bastó con que marcara a una omega utilizada y adoptara a su hijo bastardo?

El crujido que hizo la madera cuando JeongIn la rompió resonó en el comedor.

Tuvo que apretar la astilla para no girarse y tratar de enterrarle aquel pedazo de madera en la yugular.

—Nadie te lo pidió —murmuró JeongIn, encendiendo un fósforo—. Por mí, puedes irte ahora mismo por esa puerta y no volver más.

Vio como el viejo papel de diario encendía, y mientras se inclinaba para cerrar la pequeña ventanilla de la estufa, rogando que la madera prendiera, sintió las fuertes manos de JaeHyung tomándolo de la cintura, juntando de golpe su cadera contra la entrepierna del alfa.

—Prometo ser más participativo en la casa —ronroneó JaeHyung, haciéndolo temblar—, si dejas que te marque, JeongIn.

Hubo un pequeño silencio entre los dos, pesado, tenso, solo oyéndose el chasquido que hacía la madera al comenzar a arder.

—¡Eres mi padrastro! —se retorció el chico desesperado, tratando de alejarse—. ¡Marcaste a... A mi mamá, cerdo!

Logró separarlo, jadeando, y dirigió una mirada de desprecio en su dirección.

No podía negar que era guapo, no con ese limpio, brillante cabello negro siempre bien ordenado, con esos ojos azul hielo que llamaban tanto la atención, con ese porte elegante, llamativo. Pero lo único que sentía JeongIn por ese hombre frente a él era asco, odio y rabia.

¿Cómo su madre lo pudo haber elegido, en primer lugar? De tantos alfas, ¿Por qué él?

—No es como si nos fueran a mirar mal —JaeHyung dio un paso, tratando de persuadirlo—. No sería el primer alfa con varios omegas.

No, por supuesto que no. Un alfa podía tener todos los omegas y betas que quisiera, ¿No es así? Nadie podía contenerlos. Y JeongIn no era hijo de JaeHyung, no de sangre; ni siquiera compartían apellido, así que la sociedad, con toda seguridad, no los miraría mal. Solo sentirían una ligera curiosidad porque un alfa estaba con una omega y su hijo, pero nada fuera de lo común.

Pero para JeongIn era algo horrible, despreciable, considerando que su mamá fingía que JaeHyung era solo suyo, aunque ni siquiera una décima parte de él le pertenecía a ella.

—Asqueroso. —murmuró JeongIn, girándose para ir a su habitación.

Quédate donde estás.

Sus pies dejaron de moverse.

Apretó su mano en un puño iracundo, enterrando sus uñas en su palma y conteniéndose para no comenzar a gritar todas las groserías que pujaban por salir de su boca.

Odiaba tanto, tanto, cuando un alfa utilizaba aquella voz para controlarlo, para obtener algo de él. YuGyeom solía usarla cuando se ponía bastante pesado, antipático, según él. Los clientes insistían con ella cuando querían que les sonriera con esa sonrisita de muñeca que siempre ponía frente a todos. JaeHyung la sacaba cuando JeongIn no ponía nada de su parte, cuando parecía siempre querer enfrentarlo y salir victorioso de una batalla que desde el principio estaba perdida.

Los brazos del mayor se envolvieron en su cintura, y apretó sus labios, esforzándose en no comenzar a llorar.

Los labios de JaeHyung acariciaron su cuello y las náuseas subieron por su garganta.

—Si quisiera, JeongIn —gruñó el alfa a su oído—, podría ordenarte que te pusieras en cuatro, me chuparas la polla como la zorra que eres y gimieras como si estuvieras en celo cuando te folle, pero deberías apreciar que te respeto lo suficiente como para querer que me aceptes por decisión propia y no por una orden mía —sintió su lengua en su piel, y cerró sus ojos—. Trátame con más respeto, soy tu padrastro, ¿Entendido? Y pronto seré tu alfa. Así que cierra esa dulce boquita que tienes y vete a tu habitación.

Antes de quebrarlo por completo, lo soltó y JeongIn se escabulló, prácticamente hiperventilando, hacia su habitación. Cerró con llave antes de echarse en su cama, acurrucándose bajo las mantas como si de alguna forma pudieran protegerlo de lo que acababa de ocurrir.

JaeHyung nunca llegó tan lejos, tocándolo con su boca. Y eso significaba que iba realmente en serio con sus intenciones.

Mordió su almohadón, luchando para no gritar como loco, para no romper a llorar.

¿Por qué le tenía que estar pasando aquello? ¿Por qué su vida no podía ser más fácil, menos complicada, como la vida de esos omegas que siempre mostraban en televisión, todos sonrientes, siendo amados por alguien?

En el fondo, se burló una voz, anhelas el amor. Anhelas que te quieran, que te consientan, que te amen. Anhelas a alguien incondicional a ti.

Pero él no quería sentirse así. No quería anhelar algo que, claramente, no era fácil de tener. Algo para lo que no estaba hecho. Y anhelarlo lo hacía sentir... Lo hacía sentir como un cachorro que era capaz de regresar siempre a los brazos de su amo, a pesar de que lo trataran mal.

No quería convertirse en alguien como su madre. No quería perdonar siempre los errores de los demás para que no lo abandonaran, conformándose siempre con migajas.

JeongIn quería ser tratado como una joya, aunque no fuera más que una copia barata de una.

Mordió su labio inferior, tratando de acurrucarse con más fuerza, sabiendo que él era el único que podía sostenerse a sí mismo. Sabiendo que quebrarse o no por completo dependía sólo de él, de nadie más, porque estaba solo.

Solo en ese triste, cruel mundo que no tenía espacio para él.

adaptación © Hobibuba

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