Epílogo.
—Gracias por traerme.
Rin volteó a mirarlo con una ceja alzada, chasqueando la lengua seguido de un bufido incrédulo.
—Como si hubiera tenido otra opción.
Obviamente no la tuvo, porque ni siquiera él es tan desgraciado.
Aquella noche del café, después de la pelea con la señora en el ascensor, y de pasar la noche juntos, Rin no firmó ningún papel, lo recordó pero como Isagi no se lo pidió esperó paciente hasta que lo hiciera.
Aunque hubieron distintos contratiempos que no hicieron más que alargar la espera, fue el día antes de entregar el dibujo que ambos pudieron verse de nuevo.
Rin recibió a Isagi en su departamento con una ceja alzada y los brazos cruzados, recibiendo una sonrisa divertida del chico de ojos azules.
Era cierto que a Itoshi no le molestaba su presencia, y hasta le parecía divertida la forma en la que Yoichi hacía lo posible para pasar más tiempo con él, diciendo que se quedaría a cenar, luego a ver una película hasta que una cosa llevó a la otra, los besos intensos los llevaron a la cama, sin preocuparse por nada más.
Hasta que Rin se despertó de su cómodo sueño por culpa del insufrible sonido de una alarma que no era la suya.
Era exageradamente temprano para él que nunca tenía clases antes de la una de la tarde, así que con todo el malhumor que le traía el despertarse antes de tiempo, golpeó con su puño el pecho de su acompañante, quien jadeó de sorpresa por el golpe que le arrebató el aire.
—¡Rin! ¡¿Qué mierda?! —gruñó el pelinegro cuando se levantó, tallandose los párpados para apartar el sueño.
—Tu alarma no deja de sonar y es muy molesta. Apaga eso y vuelve a dormir. —respondió el de ojos turquesa con la voz ronca. Cuando estaban acostados, Itoshi tenía a Yoichi abrazado de la cintura, ahora que el mayor se incorporó en la cama, el brazo del menor se encontraba sobre su pierna, dejando ligeras caricias con sus dedos.
Es muy temprano aún...
—¡Es muy tarde! —chilló Isagi, levantándose con rapidez y casi cayéndose de la cama por tener los pies enredados en las sábanas.
Rin se mantuvo acostado en su cama, cambiando su posición para tener la barbilla apoyada en su mano mientras veía a Isagi correr de aquí para allá, intentando encontrar su ropa para luego entrar al baño de invitados.
El de ojos turquesa caminó con calma hasta su propio baño, se cepilló los dientes y luego fue a la cocina para hacer café.
—¡Es muy tarde! —gritó Isagi una vez más, mientras que Itoshi tenía un café en la mano, viéndolo caminar con el cabello mojado y la misma ropa de ayer.
—Te ofrecería mi ropa, pero seguramente te verías ridículo y muy obvio con la diferencia de tallas. —comentó en respuesta.
—No importa, de cualquier forma tengo que ir a casa a buscar el dibujo, podré cambiarme de camiseta allá. —contestó mientras ataba sus zapatos, antes de mirar su reloj una vez más. —Si es que tengo tiempo de ir a casa... ¡Mierda! Si no llego a tiempo Ego no me dejará entrar y voy a reprobar. ¡Y todos sufrimos demasiado por ese dibujo como para terminar reprobando!
Yoichi gimió angustiado, mientras que el Itoshi bufó con diversión, paseando su vista por las marcas que tenía el mayor en su cuello.
—Parece que disfrutaste parte de este sufrimiento. —Se burló el menor, ganándose una mala mirada de su acompañante.
—No es gracioso, Rin. Si llego tarde con Ego, él... —Isagi de pronto se quedó en silencio, antes de voltear a verlo con ojos suplicantes. El Itoshi ya veía a dónde se dirigía todo esto. —A menos que mi guapo modelo tenga la amabilidad de llevarme en su bellísimo auto.
—No.
—¡Por favor, Rin!
Después de un par de lamentos y súplicas, Itoshi aceptó porque realmente solo se estaba haciendo el difícil por diversión, se duchó con rapidez y se vistió de forma sencilla pero presentable con una jeans negros y una camiseta de gris que permitía ver sus marcados brazos.
Una vez en el auto, Yoichi parecía más calmado, porque a la velocidad que iban, no había forma de llegar tarde. Siguió sus instrucciones hasta un complejo departamental que no era el mejor del mundo, pero tampoco era tan feo a la vista, estacionaron al frente, e Isagi salió del auto, alegando que volvería pronto, sin darle tiempo al menor de responder.
Debieron ser diez minutos, quince a lo mucho, antes de verlo volver con la respiración pesada, una camiseta diferente y una mochila negra llena de manchas de pintura sobre su hombro. El pelinegro sonrió antes de subir al auto, así que condujo con calma, la poca distancia que faltaba hasta la universidad del mayor.
Ahora estaban en el estacionamiento de la universidad, con unos milagrosos quince minutos de sobra y ambos se están mirando a los ojos.
Es un sentimiento extraño porque es hoy.
Hoy se entrega el dibujo por el cual empezó todo.
Aunque, ni tan así, tal vez debían dedicarle ese, cuando empezó todo, al alcohol en sus sistemas aquella noche y a la forma casi antinatural en que ambos combinan, llevando sus interacciones físicas a velocidades que nadie más alcanzaría.
Pero ese dibujo es la razón de su reencuentro, porque tal vez de otra forma, Isagi no se habría empeñado tanto en localizar a Rin, en seguirlo, en convencerlo, en volver ese revolcón de una sola noche a muchas noches más (aunque “muchas” es exagerar ligeramente, solo ha pasado dos veces más) en volver eso en una clase de relación de amigos con derechos, o conocidos con derechos o lo que sea.
Pero por ahora está bien, ellos deben ver hasta qué punto están dispuestos a llegar, qué es lo que quieren, y si alguna vez podrían volverse oficiales o si solo quedará en un “lo que pudo ser”.
Isagi lo está mirando a los ojos y sonríe, se inclina hasta el asiento trasero del auto para tomar su mochila, y vuelve a mirar a Rin.
La mano de Isagi se acerca hasta acariciar la mejilla del menor con la punta de sus dedos y esto se siente como una puta despedida. Y odia ese sentimiento.
—Gracias por todo, Rin. No debías hacer esto.
—¿Hasta ahora me lo dices? Estoy muy seguro de que la noche del museo fuiste muy insistente al respecto.
—Siempre tuviste la opción de negarte. —Itoshi estaba a punto de responder sarcástico como siempre pero Yoichi lo calló con un beso en los labios. —Déjame ganar esta ¿Sí?
—¿Te rindes tan fácil? —Rin se siente decepcionado, más de lo que quiere admitir porque siente como si Isagi se estuviera rindiendo con todo, como si fuera la última vez, como si no fuera a seguir insistiendo, como si todo fuera a acabar justo ahora.
—Solo esta vez.
Porque hoy no deja de sentirse como un adiós.
—Nos vemos, Rin.
Cuando Isagi se va, el auto queda en un silencio pesado y casi doloroso. Se siente raro pensar que tal vez sea la última vez.
Porque ahora Isagi ya no tendrá razones para buscarlo, y aunque no lo admitiría ante nadie, no puede mentirse a sí mismo, la posibilidad de que el mayor solo lo haya usado como su modelo y nada más es algo que duele.
Le duele más de lo que le gustaría admitir.
Su celular vibra en su bolsillo, y lo revisa para ver que es un mensaje del agente de una modelo que va a fotografiar más tarde preguntando si los planes seguían en pie, envía su respuesta con rapidez confirmando su asistencia.
Y con el celular en la mano, los dedos de Rin tiemblan por un segundo antes de dirigirse a la galería de fotos y lo primero que ve es a Isagi.
Isagi con una taza de café en la mano y la mirada algo preocupada, pérdida en dirección a la ventana del apartamento. Rin lo vió cuando salió de su habitación luego de cambiar su ropa y no pudo resistirse a fotografiarlo.
Después es una foto de Yoichi acostado sobre la cama de espaldas, otra con él de lado, con la sábana cubriendo hasta su cabeza y luego sentado con la almohada entres sus manos y el ceño fruncido, más divertido que molesto, amenazándolo para que dejara de tomarle fotos.
Pero es que Rin es así, las fotografías son su vida y cuando siente la necesidad no puede evitar fotografiar lo que ve.
A veces son cosas sencillas, como las hojas de los árboles, las personas caminando en una calle aglomerada, o el cielo en el atardecer.
A veces son cosas raras, como una paloma picoteando un trozo de mochi en el suelo, o una lata de gaseosa derramada.
A veces son personas, aunque casi siempre, cuando fotografía personas es por trabajo. Y llega un punto en dónde se vuelve aburrido fotografíar personas, sobretodo cuando lo hace según un horario, buscando el ángulo perfecto de una persona que no te hace sentir ningún tipo de emoción.
Porque los fotógrafos son artistas.
Y por supuesto que un artista puede hacer arte sin sentirlo, usando la técnica como única guía. De esa forma, un dibujante puede crear una silueta humana sin complicaciones, una bailarina hacer una pirueta sin siquiera pensar y un cantante puede recitar de memoria la escala musical. Y todo esto puede ser perfecto, si es que hablamos de técnica, pero al momento de hablar de sentimientos, no podemos encontrar algo menos bello.
Una fotografía puede ser perfecta, si hablamos de ángulos, iluminación, sombras, efectos y demás.
Y el resto del mundo puede sentir algo, pero su creador, aquel que estuvo detrás de la cámara y fue el culpable de tocar el botón para capturar el momento, no puede sentir nada más que la mínima satisfacción de cumplir el trabajo y recibir su dinero.
Cuando Rin fotografía modelos, se siente de esa forma.
Han habido pocas ocasiones dónde sí, sintió emoción, sintió alegría, sintió su corazón acelerarse al ver el resultado porque son cosas que pueden pasar con las y los modelos pero también lo puede sentir al fotografiar una rana en un estanque.
Hay momentos perfectos que lo llenan, que lo hacen sentir vivo, que le recuerdan el porqué de su pasión y su amor por la fotografía.
Hay momentos, hay lugares, y hay personas que pueden hacerlo sentir así.
Y se siente como un maldito estúpido por creer que Isagi es una de esas personas, porque ellos dos no son nada.
Son un par de chicos que tuvieron sexo casual en una fiesta.
El hecho de que Isagi sea artista era cosa del azar y que decidiera tenerlo de modelo era una simple casualidad pero...
Las casualidades habían acabado.
Seguramente no volvería a recibir una llamada, ni un mensaje de su parte, y aún si lo hiciera...
¿Qué sentido tenía seguir alargando lo inevitable?
Vió la última foto y ahí estaba Isagi la noche anterior, con una sonrisa coqueta en los labios, la camisa ligeramente levantada, el cabello algo despeinado, una mano extendida en su dirección pero sus ojos no miraban a la cámara.
Arrojó el teléfono al asiento del copiloto, antes de golpear el volante con sus puños y luego su frente contra el mismo, dejando escapar un suspiro cargado de frustración de sus labios.
El teléfono volvió a sonar. Aunque se sentía agotado, volteó a verlo por acto reflejo, y aunque quiso ignorarlo, pensó que lo mejor sería revisarlo una vez más, asegurarse de que no era nada importante y luego volver a casa, porque no tenía sentido seguir como un idiota estacionado frente a la universidad de su ¿Modelo? ¿Conocido? ¿Compañero sexual? Mierda, ya no importa.
Estiró su cuerpo hasta alcanzar el teléfono, pero antes de volver a su lugar, logró ver un trozo de papel blanco en el extremo del asiento del copiloto, casi debajo del mismo. Se estiró un poco más hasta sujetarlo entre sus dedos para después sentarse correctamente en su asiento.
Extendió el papel frente a sus ojos, y su firma en la parte inferior de la hoja no hacía más que dejar en claro lo obvio.
Isagi había olvidado el documento.
La respiración quedó atorada en su garganta por un segundo, porque esta mierda debe ser una puta broma.
Es una oportunidad de verlo de nuevo.
En menos de diez putos minutos, de una u otra forma, el destino, la vida o la maldita mala suerte de Isagi le estaba restregando en la cara la oportunidad de tener a ese lindo desgraciado frente a él una vez más.
Lo cual le dió rabia y gracia a la vez. Una risa amarga salió de sus labios, porque definitivamente esta mierda debía ser alguna clase de broma del universo.
El teléfono vuelve a sonar en su otra mano, de forma casi inconsciente lleva el dedo pulgar al sensor de reconocimiento para desbloquearlo y solo desvía la vista del documento por un segundo, para ver el celular de nuevo y encontrarse una vez más con la imagen de Isagi.
Y lo recordó, en esa fotografía Isagi no estaba viendo a la cámara porque en ese momento ambos estaban mirándose a los ojos mientras el mayor lo invitaba a acercarse más. Por eso fue la última, porque después de esa foto, Rin soltó el celular y se besaron.
No necesitó nada más para apagar el motor, sacar la llave y salir del auto, guardando el celular en su bolsillo y trotando un poco, tratando de no parecer tan desesperado ni apurado pero por lo que Yoichi le contó, el tal Ego es un imbécil exigente que seguramente no permitiría un retraso de ningún tipo, mucho menos uno tan estúpido como olvidar el documento en el auto.
Se acercó a lo que parecía ser la recepción, y con un par de palabras vagas, intentó preguntar a qué aula debía ir. Fue algo difícil porque la recepcionista no le entendía, y él tampoco sabía muy bien cómo explicarse, tomando en cuenta que no sabía cuál era el nombre de la clase y ella no tenía tiempo para buscar a cual clase asistía justo ahora el estudiante Isagi Yoichi.
En un momento de claridad, Rin preguntó en qué aula el profesor Ego daría su clase, no tenía ni idea de cuál era su apellido pero la recepcionista sí, le dió el número del aula junto a las indicaciones. Y su reloj decía que faltaban menos de dos minutos para iniciar la clase, porque Isagi le había repetido la maldita hora como cien veces para así no llegar tarde.
Trotó con rapidez, esquivando estudiantes sobretodo a los pocos que parecían reconocerlo, cuando llegó al pasillo que debía. Se detuvo, respirando despacio para recuperar el poco aire que perdió y se arregló el cabello un poco para que no fuera obvio el apuro que llevaba. Junto a él, un hombre alto y desgarbado de cabello negro en forma de hongo, y con unos lentes de montura gruesa lo observó por un momento con sus penetrantes ojos, antes de seguir con su camino que parecía ser el mismo que el suyo, así que caminó lo más cerca posible para tener la oportunidad de entregarle el documento a Isagi, sin que el de ojos azules reciba un castigo por su desliz.
El hombre alto abrió la puerta, dando un paso hacia atrás un segundo después.
—¿A dónde va, Isagi? —preguntó el de lentes. Rin que venía pocos pasos por detrás, se acercó, pensando que seguramente el de ojos azules se había dado cuenta al último minuto del documento extraviado.
—Eh- Y-yo iba a... —La voz de Isagi titubeó con el rostro desolado y triste, pensando seguramente que ya no tenía oportunidad.
—Él venía por esto. —Rin habló, consiguiendo que ambos pelinegros frente a él cayeran en cuenta de su presencia. El profesor lo miró con una ceja alzada mientras que Yoichi parecía haber visto al mismísimo Da Vinci frente él.
El profesor se bajó los lentes ligeramente para verlo, apartándose de la puerta y permitiendo que Rin estuviera a la vista de todos. El de ojos turquesa sintió que un repentino silencio se apoderó del lugar, pero lo ignoró, concentrándose en el rostro de Isagi, en el brillo de sus ojos y en su sonrisa.
—¿Y eso es...? —Ego preguntó, mirando el papel en la mano del pelinegro más jóven.
—Es mi firma de consentimiento por el cuadro con mi imágen. —respondió con indiferencia, acercando el documento a la mano de Isagi con una sonrisa divertida. —Voy a suponer que en esta ocasión si lo olvidaste accidentalmente.
—Supones bien, me gusta verte pero no arriesgaría mi calificación ni por tu lindo rostro, Rin.
La mano del de ojos azules no pudo alcanzar el documento porque el profesor ya lo había tomado, Itoshi lo miró con fastidio por su grosera interrupción.
—Puedes despedirte de tu amiguito, Isagi. La clase está por comenzar y por tu error de casi olvidar el documento serás el primero en presentar.
—De acuerdo, profesor. —La respuesta de Yoichi sonó algo molesta aunque lo dijo con una sonrisa cortés. El profesor se alejó un poco, así que los ojos azules volvieron a mirarlo, en esta ocasión con una sonrisa sincera. —Gracias de nuevo, Rin.
—Ya se me está haciendo costumbre salvarte.
—Si eso te molesta, prometo salvarte a tí en cuanto tenga la oportunidad.
Rin chasqueó la lengua seguido de un bufido divertido.
—No lo necesito.
—Nunca digas nunca, Rin. —Isagi sonrió bonito, volteó ligeramente para ver detrás de él, algunos estudiantes los miraban de reojo, Ego estaba ocupado acomodando metódicamente cada uno de los elementos de papelería sobre su escritorio, así que el pelinegros volvió la atención en su dirección. —Adiós...
—Que aburrida despedida. ¿Tuve que preguntar como idiota cuál aula era la tuya para esto?
—¿Qué es lo que quieres entonces, Rin?
—¿Qué tienes para ofrecer? —Itoshi se burló, con una sonrisa coqueta y los ojos potentes sobre el más bajo.
Porque él es así, y lo está retando, Itoshi no cree que Yoichi sea capaz de hacer cualquier mínimo movimiento frente a un salón lleno de personas que lo conocen y podrían comentar sobre sus acciones pero hay algo muy pequeño que Rin no consideró...
Y es que Isagi es mucho más valiente de lo que creía.
El de ojos azules se acercó veloz y furtivo dejando un beso casto sobre los labios de Rin, quién sorprendido y casi cauteloso, simplemente dejó una mano en la nuca del mayor hasta que esté se separó.
Era la primera vez que se besaban en público y el silencio ya no existía a causa de los murmullos, y Rin lo miraba con los ojos abiertos, considerablemente anonadado y sorprendido.
Rin se quedó sin palabras, viendo como una sonrisa burlona se plantó en los labios de Isagi mientras hablaba.
—Gané.
Es la forma en la que Isagi lo dice, con la burla impregnada en cada letra de esa palabra, lo bien que sabe lo mucho que le molesta, que en este tira y afloja Rin siempre llevó la delantera, y en un descuido, Yoichi pateó el tablero, demostrándole que no puede preverlo todo, que hay mucho más que no le ha mostrado, muchas jugadas que no han intentado.
El de ojos turquesa capta con rapidez esas palabras, no hay nada que odie más que perder y su semblante cambió a uno de entendimiento y luego una mezcla de fastidio con diversión.
—Esto no significa absolutamente nada.
—Lo que digas, intento de villano.
Isagi sonrió y unió sus labios a los de Rin una vez más.
—Yoichi ¿Podría dejar de besar a su modelo y venir a presentar su obra de una vez?
—¡Voy! —contestó separándose con el sonrojo profundo inundando hasta su cuello.
—Este juego aún no termina. —Rin se lo dice, justo antes de salir por la puerta mirando directamente a los ojos de Isagi.
—Por supuesto que no. Esto acaba de comenzar.
Pudo escucharlo apenas como un murmullo lejano, y sonrió con diversión, sintiendo algo de alivio en su interior al enterarse que Isagi tampoco quería que todo eso acabase.
Y es que cuando Itoshi Rin conoció a Isagi Yoichi, y la forma que tenía de continuar su juego, quiso creer que ya nada seguiría siendo tan monocromático en su vida.
[¿Fin?]
¡Y se acabó!
Wow, Monocromático llegó a su final mucho más pronto que Opaco, y es increíble saber que tardé menos de un mes en acabarlo.
¡Y que en menos de un mes ya tenga más de 2k de vistas!
¡Muchísimas gracias a todos! Por leer, por votar y sobretodo gracias a cada persona que se tomó el tiempo de comentar.
Sus comentarios me alegraron mucho y de verdad se los agradezco ❤️
Espero que pudieran disfrutar de Monocromático, hice un esfuerzo de mantener a Rin lo más posible dentro de su personalidad canon, aunque debemos admitir que él es un poquito complicado jsjs.
Lo amo y amé escribir Monocromático, aunque admito que a veces me daban ganas de hacer comentarios muy al estilo Isagi, traté de mantenerlo más sobrio y serio, tal como es Rin.
Si tienen alguna duda pueden dejarla, si quieres decirme/preguntar algo con gusto los leeré/responderé.
¡Adiós y de nuevo, muchas gracias!
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