Epílogo - Blanco y Negro
https://youtu.be/meCuf3INK7M
Beth tuvo que dejar su taza sobre el platillo para no derramarla producto de los espasmos de su brazo suscitados por la risa que luchaba por contener mientras Charis demandaba que guardase silencio, pues las personas habían comenzado a mirarlas.
—¡¿Es en serio?!
—No es gracioso, Beth. Nunca me había sentido más humillada... ¡fue horrible! ¡No sabía qué hacer!
Beth se limpió las esquinas llorosas de los ojos con la servilleta de papel:
—Resaca y entrevista de trabajo... Mala combinación, Charichi.
—¡¿Y cómo diablos iba a saberlo?! Todo esto pasó tan rápido...
Sentadas junto a la ventana de un pequeño café, ambas sorbían su respectiva bebida mientras charlaban.
—Y acabar siendo rescatada por «el chico de los muertos». No se parece en nada a lo que me contaste, por cierto. Honestamente me esperaba algo completamente diferente.
—¿En qué mentí?
—Para empezar, no es aterrador. Diría que de hecho es algo tierno.
—¡¿Tierno?! —Charis se rio como si fuera la mejor broma del mundo. En definitiva, ella y Beth eran muy distintas—. Sí, prueba a encontrártelo en un pasillo oscuro. —Sin saber por qué, por primera vez desde que lo conocía, se sintió mal de hablar de ese modo a su costa—. En fin... no lo hubiera logrado sin su ayuda. Hizo mucho por mí hoy.
—Incluido limpiar tu vómito.
Aquella rompió a reír, divertida a partes iguales por el recuerdo, como por el gesto escandalizado de Charis cuando la hizo callar, arrojando miradas nerviosas a su alrededor.
Beth respiró hondo para calmarse y acunó el mentón sobre sus dedos entrelazados, con los brazos acodados en la mesa.
—Ay, Charichi... Deberían producir una comedia basada en tu vida y tus desventuras. Juro que te pasan las cosas más extrañas.
—Me alegra que mis desventuras te diviertan tanto.
Charis sorbió su taza. La suya contenía té de menta que sirvió para refrescar su estómago.
—Quiero un panecillo, ¿tú quieres algo?
—No quiero volver a comer nada, nunca más en la vida.
—Suerte con eso. —Beth se levantó para ir a la barra, y Charis se quedó sentada en su lugar, con la vista puesta en el paisaje transcurriendo afuera.
Gente yendo aprisa de un lado al otro, en un fujo interminable, mientras que ella permanecía inmóvil dentro.
Otra vez, el tiempo parecía haberse detenido para ella, pero ahora lo que sentía era calma, y no la incertidumbre de antes, en el vehículo de Daniel
—¿Algo interesante? —preguntó Beth al regresar, y puso sobre la mesa una bandeja con dos panecillos con chispas de chocolate.
—Te dije que no quiero nada.
—Y no te iba a dar nada; son los dos para mí. —Le dijo Beth, con la boca llena de migajas, tras una mordida al primero.
Charis meneó la cabeza y volvió la vista a la ventana.
—No es tan malo aquí, una vez que te acostumbras... —dijo al cabo de un rato. La ciudad de pronto no le parecía tan gris como siempre.
Beth apartó la vista de la ventana y la clavó en ella con una sonrisa suspicaz, con una ceja en alto, sin dejar de masticar.
—¿Qué? —se defendió Charis—. Lo digo en serio.
—No puedes culparme por no creerte; no le diste muy buena publicidad los primeros meses.
Charis suspiró, y pellizcó una esquina del panecillo intacto.
—No, supongo que no... —Se llevó el bocado a los labios y lo saboreó. El sabor y la suavidad de las chispas que colmaron su boca la tentaron, y finalmente tomó el panecillo del plato y le dio una mordida grande—. Pero ahora es distinto. Aún después de lo que pasó con Mason, siento... que no todo está perdido.
Beth alargó una sonrisa, y bajó su taza de café a medio camino a sus labios, de regreso al platillo.
—No está perdido en lo absoluto. ¡Mira, ya tienes un nuevo empleo!
—Temporario.
—¡Y un novio!
—No es mi novio; apenas nos conocemos. —No había pensado en Victor desde la noche anterior, pero ahora, tras todo lo ocurrido esa agitada mañana, de pronto caía en cuenta de otra cosa—. A decir verdad, ya dudaba que llegara a haber algo entre nosotros, luego de lo de anoche. Ahora... supongo que se descarta por completo.
Beth inclinó el rostro, confusa.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque empiezo a trabajar en el Saint John a partir del lunes. No puedo involucrarme con alguien de mi trabajo apenas llegar.
—Bueno, tú lo has dicho: es temporario. ¿No? ¿Cuál es el problema entonces?
—No sé si estaría cómoda con ello.
Beth volvió los labios en un mohín.
—Bien, eso nos deja menos con qué trabajar. De cualquier modo, sigue habiendo cosas aquí para ti. Aún tienes a Daniel.
Charis asintió con una sonrisa.
—Hm...
Entonces, Beth extendió la mano por la mesa y tomó la suya.
—Y me tienes a mí. —Charis levantó los ojos—. Nadie ha dicho que tenga que irme todavía. Es decir... si no tienes problemas en lidiar conmigo otra semana o dos.
Charis fingió una mueca llena de disgusto.
—Si no hay más remedio... Supongo que puedo darte una almohada y una manta. Puedes dormir en la bañera.
Beth fingió a su vez estar ofendida:
—No es el peor lugar en donde he dormido; no creas que con eso te vas a librar de mí si decido que quiero quedarme.
Al cabo de unos segundos rompieron las dos a reír, igual que antes, cuando no importaba nada más.
—No me quedaré eternamente; no te preocupes —dijo Beth, algo más seria—. No creo que pudiera acostumbrarme a la vida de pueblo, de todos modos. Acabaré extrañando las luces, y el caos de la ciudad.
Charis torció un gesto triste.
—Sabes que solo bromeo. No me molesta tu presencia.
—Lo sé. A nadie le molesta mi presencia.
Pese a que sabía que Beth no se tomaba nada personal, se mordió los labios al percatarse de que incluso poniéndolo así, su aseveración continuaba sonando fría y desinteresada. Los meses lejos de Beth le habían quitado algo de práctica a la hora de abrirse con los demás.
—Beth, lo que-... Lo que quiero decir es... que aquí también hay luces y... un poco de caos. Si quisieras quedarte, yo-... Bueno... eso... estaría genial.
Cuando al fin se dio el valor de mirarla, Beth le sonreía con dulzura. Charis alargó otra en respuesta, un tanto abochornada. Estaba segura de que sin la presencia de Beth no hubiese tenido el coraje de salir adelante ni de rearmarse.
Deseó tener el valor de decírselo, pero no pudo. No aún...
—¿Sabes qué, Charichi? lo pensaré. Aunque no prometo nada. Disfrútame por ahora; y luego... ya veremos. Después de todo... yo soy libre. Soy un fugaz chispazo en el orden de las cosas. Un alma errante que va con el viento... —Hizo un gesto dramático con la mano, imitando a un pájaro al vuelo, mientras que sobre la palma de la otra sostenía su tersa mejilla acanelada.
Charis rodó los ojos.
—Eso es muy místico, y todo, pero ¿qué harás cuando regreses ahora que dejaste tu trabajo allá?
—Puedo recuperarlo cuando quiera. La gerenta es como una segunda madre. Y si no resulta, tengo un amigo que puede darme un puesto de mesera en el restaurante rival cuando sea que lo necesite; solo tengo que llamarlo.
—Así que un «amigo» —repitió Charis, con suspicacia.
Una sonrisa culpable asomó a los labios cereza de Beth, y ella se sacudió las sospechas de Charis como si fueran una nube de humo junto a su rostro.
—No me mires así, como si no me conocieras. Deberías estar feliz, vas a disfrutar de mi compañía a partir de ahora. ¿No te alegra haber recibido un paquete tan bueno? Yo le pondría cinco estrellas.
—Estoy a punto de devolverlo y poner una queja. Habla demasiado.
El móvil de Charis vibró sobre la mesa con un mensaje.
Apenas ver de quién se trataba, Beth se hizo con él y abrió la aplicación de mensajería.
—¡Mira quién está pensando en ti!
Se echó hacia atrás sobre su silla al mismo tiempo en que Charis se echó sobre la mesa con la mano estirada en su dirección para quitárselo.
—¡Devuélvemelo!
—¡Es del doctor apuesto! Quiere saber si todavía querrías tomarte un café con él. —Fingió oprimir el teclado, como si escribiera un mensaje en respuesta—. «Mejor una copa de vino en mi casa». Emoji de durazno y de berenjena. ¡Listo! «Enviar».
—¡Beth! —Charis retrocedió hasta ocupar su asiento, con un gruñido exasperado.
Solo entonces Beth le devolvió su móvil, riendo como una niña. Charis hubo de comprobar que decía la verdad por sí misma para convencerse. En efecto, tenía un mensaje de Victor.
Lo releyó un par de veces.
—Huh.
—¿«Huh»? ¿Es todo? Pensé que te emocionaría más.
—¿Por qué? Solo es un café. Además... ni siquiera sé si vaya a aceptar. Ya te dije que no estoy cómoda con esto.
Beth suspiró, le dio una mordida a su panecillo y se hundió en su asiento.
—Te preocupas demasiado, Charichi. Disfruta tu vida. Escucha el consejo de alguien más sabio.
—Soy dos años mayor que tú.
—Dije más sabio, no mayor. En cualquier caso, sigues siendo demasiado joven para actuar como una señora amargada. Acéptale ese café.
Charis soltó un bufido. Era la segunda vez que escuchaba ese consejo.
—De acuerdo... —Tomó un aliento y contempló el móvil en sus manos por algunos instantes.
Del otro lado de la mesa, Beth la contemplaba expectante.
Después, tras considerarlo un momento y después de haber tomado una segunda decisión en el día con el potencial de cambiarlo todo, Charis tecleó rápidamente un mensaje en respuesta, y oprimió la tecla: «Enviar»
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