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11. El video

https://youtu.be/UUrQHSLMI8U

El jueves había pasado casi inadvertido, y ya era la madrugada del día viernes.

Por fuera de uno que otro sollozo mitigado de Sam o Jemima, el salón estaba inmerso en un silencio fúnebre. Habiéndose negado a pagar el rescate, Monsieur desapareció de la estancia, de regreso con su mujer, dejando atrás nada más que los estragos de su fría determinación.

—Tiene que haber otro modo... —murmuró Charis.

Samuelle sacudió el rostro bañado en lágrimas con una negativa:

—Todo lo que tengo es de Monsieur. Mis tarjetas, mi casa, mis autos... Todo está a su nombre. No puedo prescindir de nada. No tengo nada...

Charis llevó la vista a Roel. Este meneó la cabeza con gravedad:

—No podría jamás llegar a igualar esa suma.

—¡¿Y todos juntos?! —insistió ella—. Tengo... mi auto. Quizá con eso y mis ahorros... O podría pedir prestado a mi hermano. Si reunimos todo lo que tenemos, ¡podríamos-...! Quizá se podría-...

Pero a medida que lo razonaba, conforme se oía a sí misma en voz alta, poco a poco se convencía de que era sencillamente imposible. Se calló antes de tener que llegar a esa tortuosa conclusión. Prefirió dejar viva dentro de sí aunque fuera una pequeña esperanza. Estas se acababan, así como las alternativas; y necesitaba algo a lo que asirse para no derrumbarse.

Y no tuvo que terminar lo que estaba diciendo para encontrarse alrededor con ánimos abatidos y miradas fatalistas. No hubo palabras de apoyo, esperanzas, ni nada que reafirmase su afán en creer que todavía existía una manera.

—¿Entonces qué? —sollozó Charis al final de una larga pausa, sin hallar consuelo en ninguno de los rostros presentes—. ¿Nos sentamos a esperar que acabe el plazo y que Jesse sea asesinado?

Tras otro momento de silencio, Daniel se acercó e hizo un intento por rodear sus hombros. Ella se sacudió, sintiéndose frágil y que se desmoronaría ante cualquier tipo de tacto.

—No... No, dan.... ¡Déjame-...!

—Hablemos afuera —pidió él con suavidad. Charis cesó de luchar y sus ojos se suavizaron al escrutar los suyos, ante lo que halló en ellos.

Había estado tan abrumada por la situación que no se había parado ni un momento a considerar de qué manera estaba afectando todo aquello a Daniel. Y él se había mantenido tan inalterable hasta ese momento, que Charis casi le creyó indiferente; pero le bastó ver por primera vez con detenimiento la expresión luctuosa de su rostro, con las facciones pálidas y languidecidas, y la mirada hundida entre párpados oscuros y surcados de pliegues, para convencerse de que él estaba tan desolado como ella.

Consintió y se dejó llevar cuando él la impelió a salir afuera, al jardín frontal de la casa.

Se percató gracias al tono acero que matizaba el cielo que se avecinaba el amanecer. Habían permanecido despiertos toda la noche, y parecía que hubiesen sido solo minutos desde la fatídica llamada.

Charis inhaló profundo, pero le fue inútil, y continuó sintiéndose ahogada y atrapada, igual que dentro de la casa. Bajo la espesa bóveda de nubes que cubría el cielo esa madrugada se encapsulaba un ambiente denso y húmedo, el cual se cernía sobre la mansión De Larivière, volviendo el aire pesado y asfixiante.

Cruzó los brazos sobre su pecho y tembló de frío. Pero no quiso volver por su abrigo. No deseaba ver más expresiones mortecinas, y el viento helado le ayudó a despertar, pues adentro la falta de sueño y el cansancio amenazaban con derribarla.

Daniel espero a que ella se compusiese un poco antes de hablar. Y al hacerlo, su voz sonó extraña; mellada por la fatiga y constreñida a través de cientos de emociones silenciadas.

—La situación es... complicada para todos —inició.

Ella dejó escapar un bufido:

—«Complicada» es decirlo un poco a la ligera, ¿no te parece?

—Charis —su nombre sonó casi como un ruego en los labios de Daniel, y aquello bajó parte de sus defensas—, no sabes cuanto desearía el poder de resolver esto, pero no está en mis manos. Ni siquiera vendiendo la casa de mis padres y la de mis abuelos; todo lo que yo tengo junto con todo lo que tú tienes, podríamos siquiera acercarnos a esa cantidad. Sin contar con que sería imposible prescindir de todo antes del final de la semana. Solo quedan dos días...

—Gracias por la dosis de lógica, Daniel. Suponía que era difícil, pero ahora, gracias a ti, sé que es completamente imposible. ¡Realmente necesitaba perder todas las esperanzas!

—Esa no es mi intención.

—Entonces quizá lo mejor sea que no digas nada...

Daniel se llevó una mano al rostro y tiró con fuerza de sus facciones, casi como si intentase arrancarlas de su cara. Vació todo el aire de su pecho.

—¿Crees que no estoy desesperado igual que tú?

—¡Ya sé que todos lo estamos!, ¡pero intentar ser lógicos no ayuda en nada! ¡¿Es eso todo lo que tenías para decirme al traerme aquí?!

Daniel abrió los labios para responder. Pareció a punto de gritar, pero al final enmudeció y volvió a cerrarlos, exhalando en su lugar un profundo respiro. No habló sino hasta recomponerse por completo:

—Quiero encontrar una solución, Charis. Pero primero... necesito entenderlo todo.

Fue el turno de ella de quedarse muda, y lo indagó con expresión culpable, a sabiendas de lo que quería decir, pero sin querer darse por aludida hasta corroborarlo.

—... ¿Qué es lo que hay que entender?

—Sabes bien de lo que hablo —aseveró él—. ¿Por qué esas personas buscan a Jesse? ¿Qué asuntos tiene con ellos el señor De Larivière? ¿Cómo murieron, en verdad, los padres de Jess? ¿Acaso... todo lo que me dijiste era mentira?

Charis negó con la cabeza. Al menos de eso era inocente.

—No lo era. No te dije ninguna mentira; solo omití las cosas que pensé que no me correspondía contarte. Pero ahora ya no importa mucho...

Daniel se tomó unos instantes. Charis esperaba que se enfadase más todavía. Que se sintiese traicionado una vez más y las cosas empeorasen. Pero en lugar de eso su amigo respiró hondo, y al hablar, lo hizo con su tono afable de siempre:

—En ese caso... ¿querrías comenzar de nuevo?

Charis se mordió los labios, mientras lo consideraba. Aquella podría ser su última oportunidad para ser honesta. Serlo por ambos, de una vez por todas. Respiró y reunió el valor necesario para relatarle toda la historia:

—Esto ya pasó una vez. Jesse... ya fue secuestrado antes.


****

Daniel escuchó en silencio todo el relato, de principio a fin, y aún luego de que Charis terminó de hablar, él no dijo nada; solo lo meditó por largo rato en un mutismo absoluto, con expresión lúgubre.

El sol ya había salido para cuando llegaron al final del relato.

—Di algo, por favor —rogó Charis—. Este silencio está por volverme loca.

Daniel inhaló el aire de la mañana y exhaló un halo de vapor.

—No es... como si hubiera mucho que pudiera decir.

—¿Qué sientes? —insistió ella— ¿Qué piensas?

—¿Qué siento? —Daniel sacudió la cabeza y se echó el cabello hacia atrás con un resuello parecido a una risa, pero sin humor—. ¿Qué debería sentir después de convencerme de que no conozco a mi mejor amigo en absoluto? ¿Siquiera... sigue siéndolo?

Esta vez parecía implorar por una respuesta que ella no supo darle, y ante lo cual Charis solo calló.

Él continuó, con tono adolorido:

—¿Sigue siendo el mismo muchacho? Quien se quedaba en los turnos de noche conmigo aunque no le correspondía; el que almorzaba conmigo en mi apartamento; el único amigo que tuve por años... ¿Fue todo el tiempo esta persona desconocida? —Conforme hablaba, su voz se iba elevando y sus ademanes se volvían más imperiosos—. ¡Ni siquiera sé cómo sentirme al respecto incluso de saber que podría morir... porque para mí es como si Jesse Torrance, el verdadero, ya hubiese muerto hace mucho tiempo!

—No digas eso... —rogó Charis.

—¡¿Crees que me agrada sentirme de este modo?! ¡¿Crees que no elegiría cualquier otra cosa antes que sentir que fui un estúpido todo este tiempo?! ¡Que fui el idiota al que le vieron la cara... o-...!

—Daniel, ¡no es-...!

—¡... o un amigo terrible! —la interrumpió él y se pellizcó con fuerza el puente de la nariz—. Quien no hizo un esfuerzo por conocer a la persona que tuvo al lado por tanto tiempo. Y no sé qué es peor... Quizá prefiero creer lo primero... para no sentirme como una mierda por lo segundo.

Charis lo contempló por largo rato, pestañeando lentamente. Parecía como si la coraza alrededor de Daniel, aquella que le había mantenido por meses oculto, colapsara de a poco, revelando debajo a la persona que ella había sabido todo el tiempo que era en realidad. La persona que nunca había dejado de ser.

—Jesse es el mismo —rebatió ella—. Es el mismo chico tímido, torpe, socialmente inepto que se avergüenza fácilmente y que no puede conectar dos frases largas. Esa persona desconocida que dices no es él; es quien se supone que debía ser para cumplir las expectativas de un hombre cruel y narcisista que no lo conoce en verdad. No como nosotros; porque nosotros sí conocemos al real.

Daniel se limitó a escucharla sin el coraje de mirarla. Charis cerró la distancia entre ellos y tomó su rostro entre sus manos.

—No lo culpes por ocultártelo. Él solo te protegía. Intentó protegernos a ambos. Yo no se lo permití... y ahora ese hombre, Guillaume, sabe todo acerca de mi familia.

Daniel abrió los ojos con pasmo:

—... ¿Cómo dices?

Charis suponía que él ya podía darse una idea después de su relato, pero aún necesitaba entender quién era realmente Guillaume De Larivière, para así comprender por qué Jesse había debido omitir tantas cosas con respecto a él. Determinó que habiendo admitido todo, solo quedaba una cosa por confesar:

—Era lo que quería decirme cuando me llamó a su estudio. Intentó amedrentarme amenazándome con mis seres queridos.

—No puedo creer lo que me dices...

—Yo no me arrepiento de nada, pero estoy segura de que Jesse no hubiese deseado jamás ponerte en el mismo peligro. A ti, a Erika, a tus abuelos y a tus padres... —Estrechó con más fuerza su rostro—. ¡Porque te adora, Daniel! ¡No te quepa la menor duda!

Daniel lo meditó unos segundos, mordiéndose los labios. Ahora todas sus defensas parecían derribadas.

—Las personas detrás de esto... ¿son las mismas que detrás de Beau? —Lució culpable; a punto de hacer una confesión propia—. Benjamín me dijo que la noche que llovía y en que Jesse desapareció en realidad fue a hablar con Beau a la cárcel.

Charis se sorprendió de esa revelación, pero no era descabellado:

—Seguramente lo sospechaba y haya ido en busca de respuestas. Es probable que lo sean...

—Todo tiene sentido... y a la vez nada lo tiene. —Daniel se sujetó la cabeza, exasperado—. Nunca hubiese imaginado nada de esto... Pero tú sí lo sabías; y aun así...

Ella se alejó dolida, adivinando sus siguientes palabras.

—¿Aún piensas... que no hubiese hecho lo mismo por ti?

Él sostuvo su barbilla para hacer que lo mirase:

—Lo que quería decir es... que eres mucho mejor persona que yo. —Daniel cerró los ojos. Charis percibió que estos tenían un brillo extraño. Las lágrimas no llegaron a asomar, pero la sal de las mismas fue suficiente para enrojecer sus lagrimales y delatarlo—. Si yo no le hubiese dado la espalda-... Si hubiese estado con ustedes hasta el final, quizá-...

—Dan, no...

—Debí detener a Carter esa noche. Interceder por él como tú lo hiciste. Lo dejé solo cuando me necesitaba... Y ahora está en manos de gente terrible, y su vida corre peligro, y es por mí.

Charis lo acalló, acunando otra vez su rostro entre sus manos y después lo rodeó entre sus brazos y lo atrajo hacia ella.

—No fue tu culpa. Y no soy mejor que tú —le dijo, luchando contra las lágrimas—. Soy humana. Y tú también, Daniel. Los dos nos hemos equivocado... Pero sufrir por eso no ayudará en nada.

Sintió el cuerpo robusto y grande de Daniel amoldarse contra el suyo como algo maleable y frágil, por completo rendido a su abrazo, casi en una búsqueda afanosa por consuelo.

—No sé qué hacer... Ojalá pudiera resolver esto..

La rodeó más estrechamente y Charis lo aferró por su parte con más fuerza, igual de anhelante por un poco de seguridad. Por tierra firme en esa deriva aterradora. Y aunque solo fuera por un momento, se sintió a salvo. Y pudo ver la costa con un poco más de claridad.

—La única persona en cuyas manos está el poder de hacer algo, no está dispuesta a hacerlo...

Fue entonces que algo se encendió en su cabeza y sus recuerdos volvieron atrás, muy atrás... a la noche en que Jesse le confesó todo. En su momento no creyó que fuera relevante. Pero ahora, de pronto, parecía serlo.

—¿Qué sucede? —preguntó Daniel cuando ella se alejó, con expresión perpleja, mientras lo meditaba.

En lo que intentaba recordar sus palabras exactas, Charis llevó los ojos de un lado al otro, y luego acompañó a su mirada inquieta por pasos erráticos en una dirección y otra:

—Jesse me dijo que no sabe si hubo un rescate la primera vez... ¿y si nunca lo hubo? —resolvió en un susurro sin fuerzas.

Daniel la contempló sin entender:

—¿Qué diferencia haría?

Charis pasó por su lado de regreso a la casa en una apresurada marcha, dispuesta a conseguir respuestas:

—Es lo que planeo averiguar.


****

https://youtu.be/wOBYtPThI8o

En cuanto entraron en la casa y se dirigieron al salón principal, Luk estaba allí, acompañado solo de Jemima.

—¿Y Sam?

—Monsieur Duboi la acompañó a visitar a Madame —dijo aquel—. Si la necesita, puedo-...

—No. Es contigo con quién quisiera hablar. ¿Podrías venir un momento?

Luk pestañeó sobre sus cansados ojos azules, contemplándola con curiosidad. Accedió a ir con ella, pero el barullo no le pasó inadvertido a Anton, quien abandonó su puesto en el vestíbulo de la casa, donde parecía hacer guardia y se hizo presente en el salón.

—Esto no te concierne —le dijo Charis, apenas divisarlo en la puerta, listo para seguirlos.

Pero este no dio pie atrás sino hasta que Janvier intervino, emergiendo del corredor de la segunda planta, hacia las habitaciones. Seguramente esperaba allí por Monsieur, de quien no parecía separarse jamás, a menos que así se le ordenase.

—Quédate aquí por si Monsieur te necesita. Yo iré con ellos.

Y fue solo entonces que el otro se aplacó, mientras que Janvier los acompañó a ella, a Daniel y a Luk, de regreso afuera.

—Tampoco te he requerido a ti —le dijo Charis—. Pero si alguien tiene que vigilarnos, al menos tú puedes aportar algo; no como ese imbécil.

Una vez en el exterior, ubicados en la veranda de la mansión, Charis no perdió tiempo en empezar a hacer las preguntas:

—Luk, dime una cosa. La primera vez que esto ocurrió... ¿qué sucedió? ¿Qué pasó con el rescate? Monsieur no lo pagó, ¿verdad? Jesse lo desconocía; pero ustedes dos deben saberlo. —Se dirigió con lo último a Luk y a Janvier por igual.

Luk se sumió en un largo y contemplativo silencio. Intercambió un gesto discreto con Janvier antes de hablar.

—No lo hizo.

Daniel y Charis se dedicaron por su parte una mueca perpleja:

—Lo supuse —siseó Charis—. ¿Por qué no lo hizo?

—El asunto es más complicado de lo que parece, señorita. Le aseguro que Monsieur tenía sus motivos —dijo Janvier.

—¿Justifican que estuviera dispuesto a dejar morir a su nieto? Sin embargo él me contó que ustedes lo rescataron. Dado que necesitan permiso de él hasta para ir al baño, imagino que no estaban siendo proactivos, ¿Me equivoco? Lo puedo esperar de Luk, pero no de ti —aludió a Janvier—. Él los envió.

—Lo supone con bastante convicción —dijo aquel, y Charis alzó las cejas, retadora.

—¿No fue así?

—No; tiene razón —admitió Luk—. Fuimos en busca de él por orden de Monsieur. No fue fácil; perdimos a dos de nuestros hombres ese día.

—Monsieur confiaba en que nosotros podríamos encargarnos. Y lo hicimos. Es todo cuanto necesita saber —intervino Janvier.

—El accidente que mató a la familia de Jesse —recordó Charis—. Y los dos secuestros... ¿Quiénes son realmente estas personas?

Luk y Janvier volvieron a guardar silencio. Charis sabía que con Janvier era inútil, por lo cual se centró únicamente en Luk a la hora de buscar respuestas certeras. No obstante, él parecía igual de renuente a hablar, por otro motivo diferente.

—¿Cuánto le ha contado Jesse sobre su familia?

—Cuidado, Corbin —le dijo Janvier. Luk Corbin parecía dividido entre su lealtad a Monsieur y su cariño por Jesse.

Charis se explicó, rogando porque ganara lo segundo:

—Sam fue quien me contó toda la historia. Me dijo que la familia De Larivière tenía negocios no del todo honestos en Europa y que tuvo que emigrar a causa de eso. Y que ganó enemigos aquí tan pronto como se hizo un nombre. Dijo que lo más probable es que se trate de enemigos de Monsieur.

Luk echó un vistazo a Janvier. Este le dio otro de advertencia. Mas al final de lo que pareció ser una breve disyuntiva consigo mismo, Luk admitió lo que sabía:

—Mademoiselle omitió una parte.

Charis pestañeó, sorprendida.

—¿Cuál?

—El que para poder salir del continente a salvo y llevándose lo que poseía, la familia De Larivière tuvo que traicionar a otra facción. Una familia franco-italiana procedente de Calabria. Se trataba de una facción aliada.

Era la pieza que faltaba para Charis. Todo empezaba a cobrar forma a partir de allí. La versión de Jesse y la insistencia de los criminales.

—Jesse dijo que la saña con la cual actuaban era como si esos hombres odiaran a su abuelo... Así que se trata de ellos.

—Todos los miembros de esa facción fueron exterminados. Si quedó alguno, no serán sino familiares distantes o nietos perdidos. Todo esto ocurrió a principios de los sesenta. Es improbable, señorita —difirió Janvier.

—Pero no imposible... Por eso Madame se desmayó; por eso Monsieur no quiere pagar el rescate. Porque si son ellos en verdad, y lo que buscan es venganza, eso quiere decir... —Sintió un escalofrío, y embozó su rostro en la palma de su mano, sin atreverse a terminar esa idea.

—Que le harán daño a Jesse aún si el rescate se paga —concluyó Daniel en su lugar.

Luk lo meditó un momento:

—Confiemos en que no. —Se ganó dos miradas esperanzadas—. Sean quienes sean, no ganan nada con asesinarlo; por el contrario, mientras le mantengan vivo cuentan con un modo de manipular a Monsieur De Larivière. Si ese fuera su propósito, lo hubiesen hecho ya.

—Roel lo cree también —dijo Charis, con algo más de optimismo.

—La venganza es un incentivo poderoso; pero el dinero vale más —afirmó Luk—. Si nos confiamos en eso, es posible que haya una esperanza de recuperar a Jesse antes de que determinen proceder al peor caso. Si solo tuviésemos una pista de dónde pueden estar... Sólo una pista...

Luk no terminó su frase. No parecía que Edouard Janvier le simpatizara mucho, pero la confianza con que le observó al decir aquello parecía ser ciega.

Charis empezó otra caminata por el área de la veranda mientras barajaba sus opciones. «Sólo una pista»...

Se frenó de pronto en seco sobre su paseo:

—Si hubiera un rescate... debería haber un intercambio de dinero en efectivo, ¿no? —aventuró—. Sería demasiado arriesgado pedir depósito en una cuenta bancaria.

Luk y Janvier se miraron el uno al otro y asintieron. Daniel había pasado a indagarla, atento. Ella prosiguió:

—En ese caso, las personas que recojan el rescate tienen que venir e ir hacia algún lado. Si el rescate se pagase, ¿qué tan factible sería seguirlos?

—O al menos... tener una vaga idea de dónde tienen a Jesse, según la ubicación en la que se realice el intercambio —secundó Daniel.

Charis se unió a su suposición con otra firme cabeceada. De pronto parecía haber una pequeña luz al final del camino. Débil, pero allí estaba.

—Janvier, ¿crees que podrías encontrarlo dado el caso?

Aquel lo meditó:

—Hay una posibilidad. Pero tendríamos que ser cautelosos. Lo estarán esperando; un paso en falso y el joven señor podría pagar las consecuencias.

—El verdadero problema es que no hay rescate si Monsieur no consiente en pagarlo —dijo Luk.

Charis arrojó un vistazo a Daniel y determino que, como él, necesitaba entenderlo todo para saber qué opciones tenían. Reanudó su paseo frenético, en busca de cualquier pista, pieza faltante o cabo suelto. Y en su repaso de todas las partes incompletas del cuadro, acabó por detenerse en las pinceladas más nimias.

—Jesse me dijo que su abuelo no lo visitó ni una sola vez en el hospital —recordó—. ¿Por qué?

Luk apretó los labios. Pareció renuente a contestar por un momento:

—Tenía... cosas en las que pensar.

—¡¿Cómo qué?! ¡¿Qué podría ser más importante?!

—No se atrevía a mirarlo —sentenció Janvier—. No se atrevió a ver los estragos en persona.

Charis entornó los ojos. Daniel se hallaba igual de confuso.

—... ¿«En persona»?... ¿Qué quieres decir?

Janvier y Luk se tensaron, intercambiando miradas reservadas por los rabillos de los ojos. Janvier optó por guardar silencio.

—La primera vez —fue Luk quien habló, e hizo una pausa— hubo un video.

—¿A qué te refieres con «un video»?

Janvier se abstuvo otra vez de responder y Luk prosiguió por ambos:

—Los hombres que secuestraron a Jesse, en el intento de manipular a Monsieur para pagar el rescate... grabaron un video. —Llegado a ese punto parecía que luchaba con las imágenes en su cabeza—. Janvier y yo lo rescatamos antes de que pudieran enviarlo, así que lo dejaron allí para que lo encontrásemos, como alguna clase de broma cruel.

Charis inhaló hondo. Escuchó a su lado el respiro de Daniel, casi al unísono. Aquel se adelantó a preguntar lo que ella no pudo.

—... ¿Qué había en ese video?

—Monsieur no quiso mirarlo hasta el final —dijo Janvier.

—No pudo —rectificó Luk.

Un escalofrío sacudió a Charis. Las cosas iban de mal en peor.

—¿Cómo llegaron esas personas a Jesse la primera vez?

Aquella parecía ser la pregunta clave. La que ataría todos los cabos. En ese punto, Luk ya no relataba la historia como quien la hubiese oído, sino como quien había sido parte de la misma:

—Monsieur planeaba enviarlo a estudiar a Francia, a un internado, lejos de su familia y todo lo que conocía. Hubo una gran pelea, desde luego. Madame Ophelie se involucró, y también su padre, Andrew. Pero no sirvió de nada. Nadie se puede oponer a Monsieur. Jesse escapó de casa la noche antes de su viaje. Y fue cuando esas personas se las arreglaron para atraparlo.

Charis sintió la ira bullir en lo más hondo de su pecho.

—O sea que fue su culpa; igual que ahora...

Daniel había pasado a apoyarse en la baranda del pórtico, con el rostro abatido en una de sus manos.

—¿En dónde está? —murmuró Charis—. El video, ¿lo tiene él?

Luk se encogió de hombros. Janvier se había quedado en silencio. Al final, acosado por tres insistentes pares de ojos, tuvo que confesar:

—Monsieur me lo dio a mí, y me pidió que me deshiciera de él.

—... ¿Y lo hiciste? —preguntó Charis, y él apenas fue capaz de mirarla. Ella boqueó—: lo tienes... ¡Janvier, dime si lo tienes!

—... Lo tengo —admitió tras una larga vacilación.

—Dámelo.

Daniel levantó la vista, sin comprender sus motivos.

—No puedo hacer eso, señorita. Monsieur fue claro en sus instrucciones, y yo las desobedecí.

—Por un motivo lo conservaste —presionó ella—. Por si él cambiaba de opinión. Por si era necesario que lo viese. ¡Dámelo, por favor!

—¿Qué planeas hacer? —le interpeló Daniel.

—Planeo que ese hombre se haga responsable de todo lo que le ha causado a su familia.

—Con mayor razón aún, no puedo acceder a lo que me pide —zanjó Janvier.

—¿Qué es lo que intentas proteger? ¿El bienestar emocional de ese hombre o tu trabajo?

Janvier se mostró agraviado por primera vez. Más incluso que la ocasión en que Charis lo había abofeteado.

—He trabajado para Monsieur probablemente por más tiempo del que usted ha estado viva, señorita. Créalo o no, su bienestar es mi prioridad por encima de cualquier cosa.

—¿Y si fuera la única forma? —insistió ella— Si lo conoces tan bien y te preocupas de tu señor tanto como dices, entonces sabes lo que pasará si algo le ocurre a Jesse por culpa de su orgullo. ¿Qué será entonces de Monsieur? Debe haber un motivo por el cual no pudo visitarlo en el hospital, y por el que no pudo ver ese video... y para buscarlo por tanto tiempo. ¡Tiene que haber aunque sea un poco de cariño por su nieto en ese frío y duro corazón!

Janvier lo reflexionó por algunos instantes, con aspecto frío e intransigente. Tanto Charis como Daniel y Luk le observaban ahora expectante y con súplica.

Al final, el perro más fiel de Monsieur soltó derrotado el aire por la nariz.

—Está bien... Le daré el video. Pero debe saber esto: si cualquier cosa ocurre como consecuencia, será su responsabilidad.

—Qué así sea —aceptó Charis.


****

https://youtu.be/c9xy6HQH6VU

Mientras aguardaban por el regreso de Janvier, Daniel hubo de ausentarse para comprobar el estado de Madame y Charis se quedó a solas con Luk. Él tampoco había dormido casi nada desde la desaparición de Jesse, pero aguantaba en pie, listo para acatar cualquier orden o ir a donde le enviasen. Charis se admiró de su persistencia. Comprendió gracias a ello que más allá de la lealtad de un trabajador a su jefe, existía entre Luk y Jesse una genuina amistad. Así como la que Jemima le profesaba.

Aunque todo en su interior le gritaba que no indagase, su curiosidad pudo más.

—Luk... ¿en qué condiciones estaba él cuando lo hallaron?

Aquel inhaló hondo antes de responder.

—Nefastas —susurró—... No sé a ciencia cierta lo que pasó, pero puedo hacerme una idea. Pasó un largo tiempo recuperándose de sus heridas. En cuanto a la huella emocional... no sé si lo haya hecho alguna vez.

—¿Qué quieres decir?

—Terrores nocturnos, ataques de pánico, crisis ansiosas... Antes de eso era un muchachito callado, pero luego de eso... Él nunca habló de ello. Se negó a la terapia.

—Y el video... ¿lo viste tú?

—No.

—¿Janvier no te lo permitió?

—Yo no quise —admitió él—. Aunque llevo un tiempo en este negocio y he visto muchas... «cosas»... es diferente, ¿sabes? Es decir... verlo cuando involucra-... Cuando se trata de alguien-... De una persona que-... A la que uno-...

—De un ser amado —terminó Charis.

Luk pareció avergonzado de responder, pero al final asintió con una suave cabeceada.

Janvier entró por la puerta echando miradas alrededor como si creyera estar haciendo algo malo.

Charis se esperaba recibir una vieja cinta VHS, o quizá un CD, pero todo lo que Janvier le entregó fue un sobre amarillento, el cual contenía una diminuta tarjeta de memoria. Parecía insignificante junto a lo que albergaba.

—... ¿Tú lo has visto? —preguntó a Janvier.

Él apretó los labios. Después asintió sombríamente.

—¿Qué debería esperar?

—No le recomiendo mirarlo, señorita. Pero si debe hacerlo... no se lo impediré. En cuanto a Monsieur... le ruego tener su edad en consideración.

—Su edad no era excusa antes. Y ahora no lo es para que afronte las consecuencias. Ahora, llévame con él. No tienes que hablar si te pone en una situación complicada. Yo lo haré y le explicaré todo.


****

https://youtu.be/lWdxoboaCt8

Cuando se presentaron en la habitación de Madame, Monsieur estaba con ella, sosteniendo su mano. La dama dormía profundamente, y lucía al hacerlo como una emperatriz en su cama de doseles.

A su lado, Sam y Roel hacían guardia mientras que Daniel hablaba con Guillaume en voz baja sobre algo; posiblemente referente al estado de salud de su esposa.

Todas las cabezas viraron al advertirla en la entrada, y Charis avanzó por la estancia procurando no hacer ruido al caminar para no perturbar el descanso de Madame.

Observó apenada a Madame y deseó poder pedir disculpas a Sam a través de su mente por lo que estaba a punto de hacer.

—Monsieur... —lo llamó poco antes de llegar con él. Decidió aludirle con el respeto que demandaba, aunque no lo mereciera y ella no tuviera la menor intención de otorgárselo.

Este lucía irritado, aunque se guardó de decir nada hasta que ella estuvo a una distancia en que pudiera oírle sin que tuviese que alzar la voz:

—¿No guardas respeto ni siquiera por la delicada salud de mi esposa, muchacha?

A su lado, Daniel estaba perplejo.

—Lo que nos ocupa no puede esperar —dijo Charis a Guillaume—. Tenemos que hablar.

—¿«Tenemos»?

—Es preciso que lo hagamos.

—Aún no escucho un motivo.

Charis sacó de su bolsillo la tarjeta de memoria y la alzó frente a su rostro:

—¿Sabe lo que es esto, señor De Larivière?

La mirada de Monsieur se tornó gélida. Luego voló directamente a Janvier a sus espaldas, y este bajó la vista, amedrentado. Sam y Roel observaban confusos.

—El parecer... mis hombres trabajan para ti ahora —dijo Guillaume—. Creí ordenarte que te deshicieras de él —espetó a su subordinado.

—¿Por qué? —intervino Charis—. ¿Cómo puedes saber lo que hay en él si ni siquiera tuviste el valor de verlo?

—Hay cosas que no entiendes, muchacha. Y yo-...

—¿Por qué huyó Jesse la primera vez?

—Eso concierne solo a mi familia.

—Porque, al igual que ahora, elegiste ser un monstruo. Por eso no pudiste verlo... Porque te sientes culpable. Porque tú lo provocaste la primera vez, y has vuelto a repetirlo. —Agitó la tarjeta de memoria frente a ella—. Pero ahora lo verás... Si eres demasiado cobarde para hacerlo solo, entonces te acompañaré hasta el minuto final si con eso me aseguro de que lo termines. Tú y yo veremos esto juntos, Guillaume.


****

https://youtu.be/buwfFvVUGpg

Los corredores de la mansión De Larivière nunca le habían resultado a Charis tan largos como durante aquella caminata terriblemente silenciosa junto a Guillaume, con destino a su estudio.

Aún le costaba creer que hubiese podido convencerlo de ver juntos el video, y no sabía si aquello serviría para persuadirlo de pagar el rescate.

Su estómago se constreñía de manera dolorosa con cada paso más cerca de su parada final, y al mismo tiempo en que mil imágenes luchaban por abrirse paso en su imaginación, de lo que aquella grabación podía contener, ella libraba una batalla propia para no permitirle el paso a ninguna.

Si un tipo duro como Edouard Janvier se lo había desaconsejado, no podía llegar a imaginarse qué había en las imágenes, pero estaba dispuesta a tomar el riesgo si existía la menor posibilidad de ablandar el duro corazón de Monsieur.

Detrás de ellos, caminaba Janvier en un silencio tan ceremonioso que por momentos se olvidaba de que eran escoltados por él y la imagen por su visión periférica del gigante de rostro cuadrado y cabello cobrizo la tomada desprevenida y la hacía sobresaltarse.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Monsieur de pronto—. ¿Tanto es tu morbo? ¿Quieres verlo en verdad?

—Si por mí fuera, lo quemaría —dijo Charis—. Pero lo veré si tengo que hacerlo, con tal de que tú lo hagas.

Monsieur guardó silencio por otro tramo del camino. Se detuvieron entonces frente a una de las decenas de puertas del corredor de la primera planta. Charis supuso que allí acababa su camino. Detrás de esa puerta se encontraba el estudio de Monsieur y cualquiera fuera el medio audiovisual que fuera a servirles para reproducir la tarjeta de memoria que ella estrujaba en su mano sudorosa.

—Lástima que no seas más que una vulgar chiquilla —dijo Guillaume De Larivière antes de abrir la puerta—. Con tu fuerza de carácter... hubieses sido una esposa apropiada.

Charis no sabía si se trataba de un cumplido o un insulto; podría ser cualquiera tratándose de ese hombre, por lo cual optó por no interpretar la intención de ninguna manera en concreto y responder solo al sentido más literal de su comentario:

—Eso debería decidirlo Jesse.

En cuanto Monsieur abrió la puerta, Charis fue a entrar pero él se lo impidió, apostándose en la entrada. Extendió la mano hacia ella con la palma abierta:

—La tarjeta de memoria.

—No —espetó Charis.

Guillaume tensó la zona entre sus cejas pobladas y canosas:

—¿Cómo esperas que me fíe de tu juicio si tú no eres capaz de confiar en mí?

—Porque usted no tiene motivos para desconfiar.

—Tengo tantos como los tienes tú.

Charis se mordió los labios un momento. Al final estrujó por última vez la tarjeta dentro de su palma y se la extendió a Monsieur.

Este no le dio las gracias. Entró en su estudio, oscuro como boca de lobo y Charis cruzó el umbral detrás de él.

Sin embargo, antes de que pudiera dar un solo paso más, Guillaume hizo una seña a su subordinado, Janvier, y la zarpa de este se cerró certera alrededor del brazo de Charis, para luego jalarla fuera del estudio, cuya puerta Guillaume cerró de un golpe, tras lo que solo pudo oír el sonido del seguro cuando la trabó del otro lado, impidiéndole el paso.

Solo entonces, Janvier la soltó.

—Mis disculpas, señorita Cooper.

—¡¿Por qué lo has hecho!! —Charis aporreó la madera con el puño hasta que le dolió—. ¡¡Guillaume!! ¡Abre la puerta! ¡¡GUILLAUME!!

Después de que Janvier se alejó, Charis estuvo aporreando por otro largo tiempo la entrada sin aval. Monsieur no abrió, pero Charis podía escuchar lejano el murmullo de un video y podía ver la luz azulina de una pantalla bajo la puerta, desde el interior del estudio.

Intentó oír pegando el oído a la puerta, pero los sonidos eran demasiado bajos para que pudiera distinguir ninguna voz o sonido, y finalmente, rendida, se sentó por fuera de la puerta del estudio con los brazos cruzados sobre sus rodillas contra su pecho, y allí aguardó a que terminase.

Luk vino a verla y la convenció de salir de allí y regresar con ellos al salón, a lo que Charis accedió solo después de un largo tira y afloja con él.

—El que te quedes aquí no cambiará la decisión que tome Monsieur —dijo él al momento de rodearle los hombros para impelerla a caminar—. Ven al salón y bebe algo caliente.

Al momento de llegar al salón, Sam y Roel estaban de regreso en el salón, por lo cual supuso que Daniel se estaba ocupando de Madame. Charis notó sobre sí varias miradas curiosas por todo el trayecto al interior de la estancia, pero no hizo caso a ninguna. Fue directamente a desplomarse en el sillón más próximo y Luk le dio a Jemima la indicación de traerle un té caliente y le dijo, acariciando con afecto fraterno sus hombros, que todo iba a estar bien, antes de dejarla en el salón junto a los demás para ir a reunirse con Janvier a esperar noticias.


****

https://youtu.be/bZnhaBlJSZs

En lo que parecieron ser horas después, pero que no había sido en realidad más que una, Janvier se presentó en la estancia listo para dar un anuncio. La resolución final.

Los demás aguardaron expectantes. Charis saltó de su asiento, dejando su taza de té en la mesa auxiliar junto a ella, y Daniel, quien ya estaba de regreso, vino a situarse a su lado y la envolvió con un brazo, listo para contenerla, cualquiera fuera el veredicto.

—Monsieur... ha consentido en pagar el rescate —determinó Edouard—. Acaba de terminar una llamada con esa gente.

Sam exhaló un pequeño grito lleno de alegría, y ella y Jemima se estrecharon la una a la otra mientras que Roel acariciaba los hombros de ambas y sonreía.

Charis sintió la carga de su pecho disolverse como sal en el agua. Daniel la estrechó contra sí y dejó salir un respiro aliviado cerca de su oído.

—Lo lograste —le dijo, lleno de conmoción, y ella sollozó luchando contra sus lágrimas de esperanza.

No obstante, Janvier parecía todo, menos portador de buenas noticias con esa revelación.

Charis se paralizó en los brazos de Daniel.

—¿Qué es?... ¡¿Qué sucede?! —demandó saber.

—Hay una condición —reveló Luk, y su gesto se torció lleno de culpa al aludirla a ella—. Demandan que sea Charis quien entregue el dinero.

Todos los rostros del salón fueron directo a ella. Miradas llenas de escrutinio, alarma y pesar.

—... ¿Yo?

—Han dicho que no confiarán en ningún hombre de Monsieur. En especial no quieren ver por ningún lado a Janvier. Temen a una trampa —aclaró Luk—. Y saben que Monsieur no arriesgaría a nadie de su familia. No quieren a nadie más que no sea usted —dijo a Charis.

—Claro que no —intervino Daniel, antes de darle tiempo siquiera a pensarlo y se interpuso frente a ella, apostado hacia Luk como una sombra—... ¡No! ¡Ella no irá!

—¡¿Cómo siquiera saben de ella?! —quiso saber Sam, con el rostro crispado otra vez de miedo y el cuerpo tembloroso.

—Al parecer asumieron que están relacionados cuando los vieron juntos en el lugar en donde ocurrió el secuestro —dijo Janvier.

La mirada de Daniel, ahora llena de preguntas, volvió a indagarla. La de Charis rehuyó con remordimiento.

—Esto es ridículo... ¡Ella no tiene nada que ver! —dijo Sam. Roel la contuvo, rodeando su espalda, y Sam se libró de su brazo—. ¡No podemos enviarla con esas bestias! ¡¿Quién sabe qué le harán?!

—Es la condición, Mademoiselle.

—¡El señor De Larivière no puede estar considerándolo! —dijo Daniel.

—Es muy peligroso para ella. ¿No hay otra manera? —secundó Roel.

—Lo haré.

En medio del tumulto, la respuesta de Charis dejó un silencio sombrío en la estancia.

—¡¿Estás loca?! —Vociferó Daniel. Charis lo ignoró, limitándose a lanzarle una mirada dolida—. ¡No estás pensando en hacerlo en verdad!

—¡Si es lo que piden para liberarlo, entonces lo haré! —corroboró ella.

—¡¿Crees que es tan fácil como darles el dinero y ya?! ¡Podrían tomarte cautiva también; podrían hacerte daño!

—Charis, querida, es un riesgo demasiado grande —le dijo Sam—. Yo también quiero recuperar a mi bebé, ¡pero esto es demasiado!

Luk se adelantó.

—Yo iré con ella. Accedieron a eso al menos. Pero es la única a la que permitirán acercarse con el rescate.

—Yo iré con ustedes —secundó Sacha, ganándose de parte de Sam un gesto lleno de agradecimiento—. No me conocen a mí. —Después se volvió a Charis y a Daniel y les dirigió una expresión llena de conforte—. Estaremos allí durante todo el intercambio.

Un denso silencio embargó la sala. Todas las miradas volvieron de regreso a Charis.

Ella no tuvo que pensarlo mucho. Ni aunque lo hubiera hecho, halló que hubiese sido capaz de cambiar de parecer. Su decisión estaba tomada:

—Lo haré.


****

https://youtu.be/jW-qKceHogE

Domingo, final de la semana y el día acordado, Charis y Luk se presentaron juntos en la oficina de Monsieur. Este se hallaba en su lugar acostumbrado frente a la ventana, de espaldas a la puerta. No obstante, había algo respecto a él. Le rodeaba un aura extraña que parecía helar el aire a su alrededor, como si ese lugar del estudio, aquel donde él se hallaba de pie, se encontrase de manera casi imperceptible, tan solo un poco más oscuro que el resto de la habitación.

No le habían visto la cara desde que viera el video y consintiera en pagar el rescate. Charis sufrió un presentimiento aciago solo de imaginar los motivos. ¿Qué habría visto aquel día el severo Monsieur De Larivière para derribar sus recios muros y convertir a aquel hombre inhiesto y orgulloso en un anciano retraído y melancólico?

Probablemente no lo sabrían jamás. y no sabía si quería saberlo.

Callado como un sepulcro, no hizo más que señalar con un gesto un maletín sobre su escritorio, el cual descansaba cerrado.

Luk se apresuró a tomarlo, pero Charis se lo impidió.

—Espera —le dijo, y abrió el maletín para inspeccionar su contenido.

Jamás había visto tanto dinero junto en su vida. No podría saber a simple vista cuál era la suma, pero parecía estar todo allí. Sino, ¿por qué se tomaría Monsieur tantas molestias solo para quedarse corto en un par de miles?

—Si quiere contarlo, es libre de hacerlo —le dijo Guillaume. Su voz se oía mellada y exhausta. No sonaba como él en absoluto.

Charis hubiese estado dispuesta a hacerlo, solo para molestarlo y enfatizar el hecho de que no confiaba en él, pero no tenían tiempo que perder. La hora se aproximaba.

—Vamos —dijo a Luk, y este tomó el maletín a su indicación, tras lo cual hicieron el camino de regreso hasta la puerta.

—Muchacha —la llamó Monsieur.

Charis se detuvo bajo el quicio:

—... ¿Sí?

—Recupera a mi sucesor —fue todo lo que él le dijo.

Y aún pese a su tono sombrío y distante, y la frialdad del término empleado para aludirle, Charis percibió algo en él cuya capacidad para lo cual nunca se hubiese imaginado que poseyera un hombre tan cruel y despreciable como Guillaume De Larivière. Lo que había en su voz era un indicio muy leve de súplica. Ella asintió aunque no pudiera verla. No necesitaba que nadie se lo pidiera. En especial él. Para ella nada cambiaría jamás todo lo que había hecho, ni lo que había debido atravesar su familia por su causa.

Después ella y Luk se retiraron al fin, dejándolo solo. Abajo esperaba ya listo el auto de Luk, y Sacha y los demás aguardaban por ellos.

Por el camino, Charis se ató el cabello como pudo en una cola baja apretada. Vestía su ropa más cómoda y calzado deportivo. Estaba asustada, sí; pero también tenía esperanzas. Y aunque fueran minúsculas, era más de lo que podía decir de las horas previas al consentimiento de Monsieur de interceder por su nieto.

Aún así, no podía controlar los nervios que entorpecían sus pasos de piernas trémulas, el palpitar acelerado de su pecho, el dolor de su estómago ni las náuseas que nublaban su vista por momentos y amenazaban con sumirla en una crisis nerviosa. Debía mantenerse fuerte a como diera lugar. Todo dependía de ella ahora.

—¿Lista? —preguntó Luk.

Ella tuvo que mentir:

—Sí.

Aquel le entregó el maletín. Estaba pesado.

—Durante el intercambio, asegúrate de abrirlo antes para ellos —le indicó Luk—. Hazlo de manera que puedan ver su contenido claramente. Deberás sacar algunos fardos para mostrarles que no hay trucos debajo.

Charis fue dando cabeceadas a cada una de sus instrucciones, atenta para no perder detalle.

—Es de suma importancia que mantengas todo el tiempo las manos alejadas de tus bolsillos o de las zonas holgadas de tu ropa. —Luk hizo un especial énfasis en esa parte—. No les des absolutamente ningún motivo para creer que llevas armas encima. De otro modo... ellos podrían dispararte.

Charis sintió su estómago retorcerse de modo agonizante

—Si hago todo eso, ¿ellos me entregarán a Jesse?

La expresión de Luk se ensombreció:

—Habrá que ver...

—¡¿Cómo que «habrá que ver»?!

—No sabemos si se conformarán con esto, o viendo que obtienen lo que piden, se les ocurra demandar otra suma.

Charis se detuvo sobre la marcha a observarlo con los ojos abiertos al límite obra del pasmo:

—¡¿Y me lo dices hasta ahora?!

—Es una posibilidad que no podemos descartar —le dijo Luk.

Ella sostuvo su cabeza en la mano libre:

—Esto es una pesadilla...

Luk volvió sobre sus pasos para llegar con ella y le situó una mano tras la espalda:

—No te preocupes. Janvier estará cerca. Es nuestra garantía.

—Ojalá yo pudiera hacer más —suspiró Charis.

—Esto que haces ya es mucho —le aseguró Luk—. Jesse no se equivocaba contigo.

Aquello le hizo levantar el rostro, conmovida:

—¿Él... hablaba de mí?

—Todo el tiempo. Me contó todas tus hazañas. Dijo que eres la persona más valiente y tenaz que ha conocido. Y eso es decir bastante, considerando que me conoce a mí —bromeó.

Charis sintió su garganta cerrarse, casi sin permitir el paso a su voz temblorosa, llena de conmoción:

—¿Dijo eso?

—Lo hizo.

Y la expresión reconfortante en su rostro, junto con aquella complicidad de hermano mayor que le recordó a la que antes solía compartir con Mason, y la que había empezado a tener con Noah, le hizo entender por qué Jesse le veía como tal, y se alegró de que le tuviera en su vida.

—Lo harás bien —la calmó Luk—. Vamos, ya casi es la hora.

https://youtu.be/cct69M2gmuo

Charis lo siguió por toda la casa y después afuera, y desde la veranda de mármol y piedra de la mansión observó a toda la familia reunida de Jesse y los trabajadores de Monsieur. Los únicos rostros faltantes eran los de Monsieur y Madame, y Charis le hizo una promesa en su fuero interno a esta última, al momento de arrojar una última mirada a la ventana de la habitación donde dormía la reina de ese sombrío castillo. Que recuperaría a su príncipe perdido como fuera.

Una vez en el aparcamiento frontal hubo de despedirse de todos. Sam, Roel, Jemima y Daniel la aguardaban. Los primeros le dieron una calurosa despedida, llena de recomendaciones, buenos deseos y agradecimientos. Jemima se retorcía preocupada la falda. Daniel apenas la miraba. De pie sin moverse en su sitio más que para tambalearse de manera casi imperceptible víctima de la inercia de su respiración, parecía un sonámbulo.

Sam estrujó a Charis con toda la fuerza de sus delgados brazos, ya débiles por todas las angustias:

—Ten mucho cuidado, mi cielo... Haz todo lo que te digan y estarás bien. No sabes cuan valiente es lo que estás haciendo, y lo mucho que significa para todos nosotros.

—Lo traeré de vuelta sano y salvo —aseguró Charis.

—Sabemos que lo harás —le dijo Roel y le dedicó una sonrisa encantadora—. Ahora sube, querida, es mejor no enfadar a esos bastardos.

Charis esperó alguna clase de despedida de Daniel. Aunque fuera una mirada, pero esta no llegó. Él se había negado hasta el final. En el transcurso de esos dos días había intentado por cada medio posible disuadirla, pero ella se mantuvo firme.

Viendo que era inútil esperar cualquier gesto cordial después de ir contra todos sus deseos, Charis se introdujo en los asientos traseros del auto, mientras que Sacha y Luk ocuparon los delanteros.

No obstante, antes de que pusieran el vehículo en marcha, Daniel abandonó su lugar al último instante y vino hasta su ventanilla.

—No lo hagas —le suplicó y alcanzó su mano para estrujarla en la suya—. Charis, por favor... no lo hagas.

Tener que arrancar su mano de la de Daniel terminó de romper lo poco que quedaba de su corazón maltrecho, pero Charis tuvo que mostrarse fuerte ante él.

—Regresaré —le dijo—. Y traeré a Jesse conmigo.


****


El grifo de la ducha tembló unos segundos antes de liberar un chorro de agua que bailó salpicando gotas gélidas a todas partes, antes de adquirir un caudal estable. Estaba demasiado fría; pero no le importó. Se libró de las percudidas ropas lo más rápido que pudo para no darse tiempo de desalentarse por la temperatura y se metió bajo el chorro de agua. Le escoció en las heridas y en los golpes más recientes, y el frío paralizante le hizo jadear varias veces antes de determinar tomarse el menor tiempo posible. El necesario para librarse de la suciedad, el sudor y la tristeza. Si podía aminorarles el dolor a sus seres queridos del suplicio de los últimos días compareciendo ante ellos en condiciones aceptables, pensó que era lo menos que podía hacer después de todo lo que había causado con sus descuidos.

Salió del agua tan pronto como se sintió limpio otra vez y se estrujó el pelo con fuerza. Después se cambió a la muda de ropa que le trajeron sus captores y que le indicaron usar, probablemente para esconder las condiciones en que le habían mantenido los últimos días y alentar un intercambio más amistoso. Le iba ancha, pero estaba limpia.

Se le vinieron de pronto a la mente el hospital, y los años que había pasado en la pequeña ciudad de Sansnom. Nunca se había quejado de sus circunstancias, pero en ese momento en que la veía tan lejana, más que simplemente aceptarla, sintió que amaba demasiado su vida. Aquella le había dado otra oportunidad; un horizonte nuevo... y una vez más todo se iba a la basura.

En cuanto le avisaron que Monsieur había consentido en pagar su rescate, no pudo ni siquiera alegrarse, pues todo lo que experimentó fue incredulidad. E incluso ahora no podía sentir otra cosa que una conformidad extraña, ante cualquiera que fuera el resultado de todo aquello. No le dieron más detalles, solo que vería pronto un par de caras conocidas y aquello fue incentivo suficiente para salir de su enajenación y hacer el último esfuerzo por estar al menos presentable, si acaso el rescate resultaba ser cierto. Pero algo se sentía fuera de lugar. Las cosas no podían haber sido tan fáciles... ¿O eran los recuerdos nefastos de la última vez que había permanecido cautivo a manos de las mismas personas lo que distorsionaba sus expectativas?

Tuvo de pronto el pensamiento curioso de morir. Le pareció que toda su vida se había encontrado bien con la idea, pero si tal era el caso en esta ocasión, le entristeció percatarse de que ni siquiera podría morir en el sitio que tanto le había dado. Estaba tan lejos, y no podía decirle a alguien que era allí donde quería ser sepultado... En la tierra cálida de Sansnom. No en el enorme y frío panteón De Larivière.


****

https://youtu.be/vtFFNC90v9w

El camino en auto transcurrió en lo que se sintió al mismo tiempo como un pestañeo y una eternidad. Charis se mantuvo tranquila los primeros kilómetros de camino, pero en cuanto el auto abandonó la seguridad de la ciudad para empezar a adentrarse más y más en la espesura de un denso y oscuro bosque, sus nervios afloraron por su piel en la forma de sudor frío, erizando sus poros y el vello de sus brazos hasta su nuca.

En cuanto el auto se detuvo y Sacha apagó el motor, Charis comprendió que habían llegado al lugar acordado y tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos para no empezar a jadear, producto de las náuseas y el miedo. Apretujó contra ella el maletín y miró por sobre los asientos delanteros a ver si podía ver algo. Pero todo lo que distinguió fueron árboles y bosque.

Sacha y Luk se bajaron, y ella bajó de última y caminó con ellos hasta el sitio frente al auto.

Entonces, entre los árboles, surgió el mismo Fiat negro a bordo del cual había visto a Jesse por última vez. Dos sujetos se bajaron del mismo, a los cuales ella reconoció enseguida. Estaban el cincuentón de pelo negro y cano a los costados y el gigante. Pero no vio a Jesse por ningún lado.

Los tres avanzaron y fueron a situarse frente a su propio vehículo.

—¿En dónde está el joven De Larivière? —demandó saber Luk.

El hombre del cabello cano le clavó la vista a Charis y luego al maletín que sostenía. Después hizo una seña hacia su vehículo y la puerta de atrás volvió a abrirse. Del interior emergió el tipo bajo que había apuntado a Charis con el arma, y detrás de él, de un tirón poco amable, arrancó del asiento trasero al último ocupante del coche.

Charis boqueó al verlo, y su imagen se tornó borrosa ante sus ojos cuando estos se le llenaron de lágrimas obra de las emociones conflictuadas.

Aquel se dejó llevar obedientemente, pero en cuanto la vio, sus ojos exhaustos se agrandaron y se paralizó en la marcha.

Un intento de lucha Jesse para  librarse de su captor e ir con ella acabó con su cuerpo siendo empujado contra el vehículo y el cañón de un arma contra su sien.

—¡Calma! —le dijo el que lo retenía—. Estarás con ella en un momento.

Charis se inquietó en su lugar, pero Luk la retuvo en su sitio.

—Atenta. Puedes hacerlo —le dijo en voz baja, y después le hizo una señal para indicarle avanzar.

https://youtu.be/r98D8GVTjVE

Él y Sacha se quedaron atrás, mientras que ella avanzó con el maletín firmemente afianzado contra su cuerpo, atemorizada de hacer cualquier movimiento con las manos, al acordarse de la recomendación de Luk. Jesse la contempló avanzar con los labios apretados en una línea, todavía amenazado por la pistola de su captor. Charis percibió un suave movimiento de su cabeza en una negativa suplicante conforme ella se acercaba.

Una vez frente a ellos, a una distancia segura, hizo tal y como Luk le había mostrado. Se agachó y puso el maletín en el piso. Lo abrió y removió con las manos temblando frenéticas los fardos al interior para probar que no escondía nada sospechoso y luego sacó dos y los mostró en alto, verificando ante los hombres frente a ella que eran reales. Después cerró el maletín, se irguió con él y esperó.

El gigante de rostro cuadrado se acercó para recibir el maletín, pero Charis dio un paso atrás:

—Entréguenme a Jesse primero —demandó—. Si corro después, pueden solo dispararme y tener su dinero.

El hombre de sienes canosas sonrió y sus secuaces se rieron con él. El bajo de cabeza rapada, el cual aprisionaba a Jesse, soltó un silbido.

Después, el cabecilla hizo un gesto hacía él, y este se acercó con su prisionero, sin dejar de apuntarlo. Y una vez frente a ella, el gigante soltó las amarras de sus manos y el otro lo soltó y lo impelió de un empujón a avanzar para alejarse.

De pie frente a ella, libre de amarras y de las garras de sus secuestradores, Jesse la contempló estupefacto. Charis le sonrió suavemente y después le hizo un gesto hacia el auto de Luk, donde él y Sacha lo aguardaban.

—Ve —le susurró.

—... Pero-... Charis, n-...

—El pago está hecho, chico. Eres libre —le dijo el cabecilla—. Vete antes de que cambie de parecer.

Jesse dudó en su lugar, pero al final hizo lo que le indicaban y continuó su camino. Charis se quedó en su lugar con el maletín y espero a que se hubiese alejado lo suficiente. Entonces, avanzó el último trayecto y extendió el pago al hombre del arma, el que tenía más cerca, para concluir el intercambio.

Se fijó en que este tenía una mancha marrón en uno de los ojos azules. Y al momento de tomar el asa del maletín, con la contraria aquel le pellizcó el mentón y ella se apartó disgustada con un chasquido de su lengua.

—Merci, bombasse... —le dijo.

En ese momento, el hombre levantó la mirada detrás de ella y Charis alcanzó a ver la más ligera mueca en sus labios, pero fue suficiente para transmitirle un horrendo escalofrío.

https://youtu.be/-LQE1aJAyYQ

Todo transcurrió en un segundo.

Un sonido ensordecedor restalló en el bosque, haciendo ecos entre los árboles. Charis se encogió aterrorizada, cubriéndose la cabeza con un grito mudo. Azuzados por el horrendo sonido, sus recuerdos la llevaron una vez más de vuelta a ese día fatídico en su adolescencia.

Vio nuevamente el arma humeante en la mano de Mason, y luego a su padre desplomado en el suelo. Despertó abruptamente de su breve pesadilla, y se encontró de regreso en la realidad, en medio del bosque, con la mueca horrible del sujeto frente a ella, teñida de una burla sádica.

Todos los músculos de su cuerpo se contrajeron con un terrible espasmo y sintió su corazón hundirse hasta el fondo de su estómago, en donde el ácido lo royó y carcomió a medida que tomaba conciencia de lo que ese sonido significaba, y la llevaba de sus horrendas memorias, a la realidad.

Temblorosa, viró sobre los talones, y todos sus miedos cobraron vida ante sus ojos. Sacha tenía el brazo en alto y al final del mismo empuñaba una pistola humeante.

Jesse se había paralizado a mitad de su camino hacia el auto, como si estuviese a punto de caer.

Medio segundo después, Luk se desplomó frente a Sacha, justo al instante en que Charis terminó de dar la vuelta sobre sus pies para averiguar qué ocurría.

https://youtu.be/EH5kdlkOsvk

—... ¡¡LUK...!! —el grito gutural de Jesse rompió por segunda vez el silencio del bosque, cuando los ecos del disparo todavía parecían rebotar entre los troncos.

Sacha dirigió el arma al suelo, disparó por segunda vez y el cuerpo ya lánguido de Luk se estremeció en su lugar, quedando inmóvil de forma permanente. Después, disparó dos veces más, una en cada una de las llantas delanteras del vehículo en que habían llegado allí y emprendió la marcha para alejarse.

Jesse corrió en dirección de Luk, pero Sacha interceptó en tres largas zancadas su camino. Hubo una pelea muy corta entre ellos antes de que consiguiera asestar un golpe con la culata del arma en su sien, y este se desplomase inconsciente sobre su brazo.

—¡¡JESSE!!

Charis se vio retenida por detrás por el mismo hombre de la primera vez, quien empezó a jalarla en dirección al auto. Ella peleó con todas sus fuerzas, mirando con horror como Sacha se aproximaba con Jesse en los brazos, dejando atrás el cuerpo inerte de Luk.

Fue empujada hasta la parte posterior del vehículo, donde la cajuela aguardaba abierta, y empujada al interior. Segundos después, Sacha apareció allí y arrojó a Jesse junto con ella.

Lo último que vio Charis fue el gesto frío e inclemente de Sacha, el gentil guardaespaldas de Sam, antes de que la puerta de la cajuela se cerrase de un golpe, bloqueando el paso de la luz y sumiéndolos a ambos en completa oscuridad.

Habían tenido la libertad en la punta de los dedos, y la habían perdido de nuevo en un pestañeo.


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