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10. Hielo frágil

https://youtu.be/CBS38PmH9Ds

Sentados en el auto, en medio del solitario aparcamiento del hospital, sin un alma alrededor afuera, Charis todavía no se atrevía a mirar a Jesse a la cara.

Había creído que él se bajaría para huir apenas aparcasen, y eso ayudó a mantener a raya su ansiedad durante el camino; pero en vez de ello, él permaneció inmóvil en su asiento. Y sin el ruido del motor, el silencio se hincó de forma ineludible.

Cuando Charis se dio el valor de mirarlo, se fijó en que él abría los labios a punto de decir algo. Aguardó nerviosa. Pero entonces Jesse abrió la puerta, susurró un «gracias» casi inaudible, y se alejó por el aparcamiento, directo al hospital.

Una vez en soledad, Charis sintió que volvía a respirar normalmente, y se hundió en su asiento con un suspiro. La noche anterior no había hecho más que disculparse por el incidente de la fotografía, y que luego cada uno se fuera a dormir por su cuenta. Sin embargo, el sentimiento de haber hecho algo malo no le permitió pegar un ojo. No volvieron a mencionar el asunto por la mañana.

Por una parte se sentía responsable; como si hubiese hurgado en una especie de herida ya cicatrizada que volviera a sangrar por su culpa, pero por otro no podía evitar sentirse injustamente acusada. ¿Cómo hubiera adivinado que una simple fotografía tendría implicancias tan serias como para que Jesse decidiera quitarle la palabra, o para que no se dignase a mirarla desde ayer? ¿Qué tan importante era en verdad la misteriosa mujer del retrato? ¿Qué significaba para él esa mujer? Más importante... alguien como ella.

Ese rostro de una belleza casi inquietante continuaba grabado en su retina...

Charis sacudió la cabeza sin querer pensar más en ello. Recuperó las llaves y se echó el bolso al hombro para bajar. Antes comprobó su maquillaje para asegurarse de que había cubierto bien los golpes. Parte de la inflamación perduraba, sobre todo cerca del pómulo, pero lo disimuló acomodándose el cabello de ese lado, esperando porque nadie más lo notase, y se bajó del auto.

Conforme caminaba al hospital, una imagen por su visión periférica la detuvo poco antes de alcanzar la entrada. Iba tan abstraída en lo sucedido que no se percató de que se sentía observada, hasta que se fijó en que, fumando cerca de la puerta, Victor Connell la seguía con los ojos.

Se observaron el uno al otro por un instante.

Pensó que él se acercaría para intentar hablar, pero no lo hizo. ¿Por qué el súbito cambio? ¿No estaba desesperado por hablar con ella? ¿No le había enviado cientos de mensajes?

Él le dio una calada a su cigarrillo y le quitó la vista. Eran los mismos de aquella noche en el club; lo supo por el olor. Pensar en ello hizo decaer sus ya mellados ánimos. Victor había pasado a la historia también. Así era el paso de todas las personas por su vida; pasajero y sin importancia... Daniel y Beth eran lo único sólido que tenía en la vida. Y hasta hacía poco, creyó que Jesse lo era también.

Sin más que decir, reanudó su marcha y se internó en el hospital.

Pronto todo terminaría. Su remplazo acabaría, y dejaría el hospital. Se alejaría de todo... De Victor, de Daniel, y del Saint John; ese sitio oscuro que no albergaba para ella sino penurias.

Y se alejaría de Jesse.

https://youtu.be/zaAAkGzfDsc

La fotografía se quedó con él, como si alguien pudiera quitársela si la separaba de su cuerpo aunque fuera por un instante. Se durmió sujetándola contra su pecho, y esa mañana la guardó entre sus ropas cuando se cambió para ir a trabajar.

Después de años de no mirarla, la mujer en el retrato resultaba casi una extraña, pero sus ojos seguían siendo demasiado familiares; aunque no lo viesen. Jesse siempre deseó tener una fotografía donde ella no mirase a la distancia; sino a la cámara. A él.

Extrañaba cómo se sentían sus ojos en él... El modo en que miraban al sonreír, o cuando se reservaba algo. Incluso cuando estaba enfadada o triste. Pero ella ya no estaba... Se quedó atrás junto con todas las cosas de su pasado que eran dolorosas el día en que las enterró en su memoria. Todo lo que quedaba era su foto... y su cadena.

El resto era historia.

El cuerpo que le tocó atender ese día era el de una mujer joven de cabello oscuro. Sus miembros ya estaban rígidos obra del rigor mortis, y su piel fría, alguna vez clara, de una palidez mortal.

Jesse lavó con cuidado su cabello, y limpió su cuerpo de forma metódica, esmerándose en dejarlo impoluto. Tras terminar, contempló por largo tiempo su rostro.

Parecía como si durmiera, pero su pecho estaba estático, desprovisto de aliento. En un impulso, tocó su mejilla con los nudillos. Estaba tersa y lozana. Fría, pero ella solía serlo. Igual que él. Sin embargo, no era la misma frialdad. Faltaban sus mejillas sonrosadas.

—No eres ella —susurró. Había ciertas similitudes; él siempre las encontraba; pero nunca las suficientes—. No. No eres ella...

Pasó gran parte del día en la morgue, ocupándose de sus obligaciones. Desde prepararlo todo antes de la llegada del forense para la autopsia del siguiente cadáver, hasta limpiar y ordenar el lugar.

A medio día lo llamaron para retirar un cuerpo de una de las habitaciones, y horas más tarde, después de los arreglos rigurosos y de hacer el papeleo correspondiente, los entregó a los respectivos servicios fúnebres. La morgue quedó vacía, y él se quedó allí, reflexionando en el silencio.

Pensó en lo mucho que apreciaba su trabajo. Estar alrededor de personas fallecidas no implicaba ninguna clase de regocijo, desde luego; pero tampoco existía cabida a experimentar ninguna otra clase de emoción, y quizá fuera eso lo que le gustaba. No había expectativas. No esperaba nada de sus pacientes; pero del mismo modo, ninguno de ellos esperaba nada de él. Olvidaba pronto sus caras, y ellos nunca conocerían la suya. Se sentía seguro con ellos. Se sentía a salvo... Y prefería no cuestionarlo. Temía complicar la única cosa que significaba paz y calma en su vida.

Pero no podía quedarse en la morgue eternamente. Terminadas sus labores allí, debía salir y volver a ponerse bajo el foco de la mirada de los demás.

https://youtu.be/ZIWYkq4nyyw

La gente nunca se había fijado demasiado en él. ¿Por qué lo harían? Nada en él resultaba particularmente llamativo; al menos... nada que saltara a la vista. Y él lo prefería de ese modo. Había pasado años viviendo así, moviéndose por las sombras del hospital; por lo sitios más solitarios; por los lugares más recónditos. El resto del personal conocía su rostro, desde luego; algunos incluso sabían su nombre, pero ni su nombre ni su cara significaron jamás gran cosa en el día a día de las personas que le rodeaban.

No obstante, algo había cambiado en los últimos días. Por primera vez en mucho tiempo sintió miradas sobre él. Se vio detenido en repetidas ocasiones mientras recorría los pasillos, para recibir saludos, preguntas sobre su estado —algunas genuinas, otras capciosas—, y el eventual cumplido por lo que consideraban que había hecho por Charis.

Fuera de eso, no halló nada fuera de lo ordinario. Ninguna cara nueva, ninguna pregunta sospechosa... Eso le ayudó a sentirse tranquilo, aunque nunca del todo. Porque la gente lo notaba ahora. Y odiaba pensar en aquella como su nueva realidad. Prefería creer que tarde o temprano volvería al anonimato. Quizá los eventos eran aún muy recientes; quizá con el tiempo volverían a olvidarse de él...

Por lo pronto, tenía que salir a enfrentar sus miedos. Aún si debía mostrar su cara otra vez. Aún si eso implicaba volver ver a Charis...

Aunque ella no hubiese hecho preguntas la noche anterior, Jesse sabía que tenía muchas. Precisamente de la clase que más detestaba responder. Deseó de pronto volver a aquellos días, cuando ella no quería saber nada de él. Cuando lo detestaba... ¿Había cometido un arriesgado error al dejar entrar en su vida a otra persona?

Todas las dificultades que había tenido el último tiempo tenían que ver de alguna manera con Charis. Desde enfrentar situaciones que nunca se hubiera imaginado, hasta mostrar partes suyas que ni siquiera Daniel conocía. Pero por mucho que quisiera convencerse de que desearía nunca haberla conocido... se estaría mintiendo a sí mismo.

Dejando todo listo abandonó la morgue y se dirigió al piso superior.

https://youtu.be/r98D8GVTjVE

Apenas aparecer en la primera planta, captó miradas sobre él, pero estas fueron distintas a las del día anterior. Había cierta sospecha cautelosa en ellas... La gente le echaba vistazos y bajaba la vista, reservándose algo. ¿Por qué?

Conforme recorría los pasillos con el estómago apretado y un persistente cosquilleo en la nuca, donde sentía taladrarle las miradas de quienes dejaba atrás, sus nervios crecían. Se sentía atravesando un sendero oscuro, al otro lado del cual no podía ver nada, pero donde le acechaba alguna clase de amenaza que no podía anticipar.

La aparición de Victor al final del pasillo no le dijo gran cosa. Esperó que estuviera de mal humor, como siempre, que le reclamase por cualquier motivo estúpido o que intentara hacerse el gracioso llamándolo por algún apodo. No obstante, fue en cuanto el pasillo entero se paralizó y un denso silencio viajó de un extremo al otro del corredor, que tuvo su primera pista de que, lo que fuera que hubiera cambiado, tenía que ver con él.

De un segundo a otro le tuvo justo en frente.

Tenía la piel de las mejillas roja y tirante, los ojos ensombrecidos bajo un espeso ceño y una mueca temblorosa en los labios apretados.

Jesse estaba acostumbrado a su mal temperamento, pero nunca había visto a Victor tan enojado como lo parecía ahora. Solo hubiese deseado conocer la razón para saber a qué atenerse.

—¿Dónde demonios has estado todo el día?

—Ocupado. —Lo tajante de su tono le sorprendió incluso a él.

Victor torció una sonrisa furibunda.

—¿Así es como me hablas ahora?

Jesse exhaló por la nariz, armándose de paciencia.

—Victor. ¿Qué quieres?

—Te haré una pregunta. Una pregunta muy simple. —Fue casi un siseo entre labios palidecidos por el modo en que los tensaba—. ¿Qué hay entre tú y Charis?

Jesse parpadeó. De todas las cosas que se hubiese esperado oír, aquella ni siquiera estaba en las posibilidades.

—... ¿Qué?

Victor se precipitó otro paso hacia él. Hablaba bajo, como si no estuviera ya todo el pasillo mirándolos.

—No te hagas el tonto conmigo —masculló—; ni siquiera lo intentes. Llevo años pensando que lo eras, pero tal parece que eres más listo de lo que te gusta hacer creer a la gente, ¿no es así? —Victor se refrenó, y moderó su tono, mas por un tiempo corto antes de empezar a levantar la voz otra vez—. Sé que salieron de viaje los tres, con Deming. Pero eso no es todo, también sé que Deming tuvo que quedarse atrás por asuntos familiares, y presumo que desde entonces ustedes dos se han estado quedando juntos.

https://youtu.be/nqzkWsNl8o0

Jesse se mantuvo en silencio unos segundos, antes de contestar.

—¿Cómo... sabes todo eso?

—Como si todo el hospital no los hubiese visto llegar juntos esta mañana en su auto... Solo contesta a mi pregunta, Torrance. ¿Está contigo ahora? —Su voz estaba distorsionada por la rabia, pero lo disimuló con una risa, como si fuera la mejor broma del mundo.

Jesse hizo el afán de escabullirse por su lado para marcharse, pero Victor lo retuvo atenazando su brazo lesionado, haciéndole emitir un jadeo con el tirón.

—No te atrevas a dejarme hablando solo.

—No hay nada entre nosotros. ¿Querrías soltarme ahora?

En lugar de eso, Victor le propinó a su brazo una sacudida.

—¿Qué hacen entonces quedándose en casa del otro?

Por si la ansiedad suscitada por las extrañas miradas de todos sobre él no hubiera bastado para arruinar su humor, la afronta de Victor Connell empezaba a calentar sus ánimos al punto en que comenzó a sentir que algo burbujeaba en su cabeza. Se zafó de un tirón que le disparó una corriente dolorosa hasta el hombro, la cual ignoró para continuar su camino.

—Eso no es de tu incumbencia.

Para ese momento, todos los ojos estaban sobre ellos, y ya nadie hacía ningún tipo de esfuerzo por disimularlo.

Victor lo frenó nuevamente, hincándole los dedos sobre el hombro del mismo brazo.

—¿A dónde crees que vas?

—Suéltame...

—Torrance, ¡te lo advierto...!

Aunque lo último que hubiese querido era responder a sus provocaciones, el dolor mermó gran parte de su paciencia y Jesse viró en redondo para encararlo.

—Si tanto quieres saberlo, haz que te crezca un par y pregúntaselo a ella. —Se sacudió su mano con brusquedad—. O, mejor, acepta que ya no quiere tener nada que ver contigo y deja de enviarle mensajes, de acosarla con llamadas, y de vigilar lo que hace como un maldito psicópata.

Oyó gemidos de asombro recorrer el pasillo de un lado al otro. A Victor le cayó la boca abierta.

—Así que es cierto. —Su mandíbula todavía parecía incapaz de mantenerse en su sitio correcto—. No te preocupes. Siendo así... no me meteré entre ustedes; solo quería corroborarlo. Después de saber que ha estado durmiendo contigo ya no querría tocarla ni con un palo, de todos modos. —No hubiese habido más desprecio en su tono al decir lo último aunque se lo hubiese escupido a la cara—. Lo que me sorprende es que no esté con Deming. Solo dime una cosa, ¿hay alguna razón por la que hayan empezado a reunirse cuando él está fuera de la ciudad?

—No sabes de lo que hablas... —Las implicancias de todo aquello para Charis le molestaron más que los insultos directos a su persona.

En aquel punto Victor fingía reírse como un loco.

—¿Ah no? No me digas que lo están haciendo a escondidas. No lo esperaba de ti, honestamente, pensaba que eras amigo de Deming. —Torció una mueca con repugnancia—. De ella... no me sorprende en absoluto; considerando lo fácil que se acostó conmigo.

Un silencio sepulcral se extendió por todo el lugar.

Jesse solo podía escuchar un zumbido; pues lo que fuera que estuviese hirviendo en su interior subió hasta su cabeza y le nubló los sentidos y el juicio. Sintió con claridad el tirón de todos los tendones de su mano derecha cuando la volvió en un puño, pero no anticipó el momento en que, casi por voluntad propia, este se disparó y voló directamente hacia la cara de Victor Connell.

El impacto de sus nudillos contra la carne de su mejilla emitió tres sonidos simultáneos. Un golpe amortiguado, el sonido ahogado que escapó de la garganta de Victor, y el desagradable crujido de todos los dedos de su mano.

Aquel salió despedido hacia atrás. El golpe no bastó para tirarlo, pero sí para hacerlo trastabillar patosamente en el intento de recuperar el equilibrio; solo para ir a chocar con un carro de punción, provocando que todo lo que había encima se tambalease y cayese con un estrépito.

Hubo un coro generalizado de voces por todo el pasillo en la forma de un boqueo de sorpresa.

Como si el tiempo se hubiese detenido, quedaron ambos inmóviles. Victor lo observaba con la mano todavía contra el rostro y los ojos fuera de sus órbitas. La piel de su frente estaba roja y colmada de venas palpitantes.

Victor se echó sobre él con los puños dispuestos en alto. Jesse no lo vio venir; para ese momento todavía no reaccionaba ante lo que había hecho, pero aquel desapareció repentinamente de su campo visual, cuando dos personas surgieron de la nada y le bloquearon el paso.

Los dos hombres que acudieron a retenerlo fueron Julius y Rodrick.

Por su parte, Jesse permaneció inmóvil, contemplando la escena sin mirar realmente, como si todo a su alrededor fueran siluetas borrosas sin forma, y escuchando los gritos enfierecidos de Victor, que se oían lejanos bajo el aún persistente sonido del zumbido en sus oídos.

—¡¡Lo voy a matar!! ¡Estás muerto, Torrance! ¡¡MUERTO!!

Una de las manos de Victor dio un zarpazo con el que consiguió atenazar su ropa a la altura del cuello. Jesse no hizo nada por librarse; se limitó a dejarse sacudir por los tirones en lo que Julius y Rodrick luchaban para contenerlo. El silencio se había roto para dar paso a un intenso barullo.

Y entonces, otra figura apareció frente a él. No le vio el rostro; se metió entre ambos en la forma de un borrón, pero distinguió cabello rojo. Una mano más pequeña y delgada atenazó la de Victor, obligándole a soltarlo, y se plantó frente a Jesse, escudándolo tras su espalda.

—¡¿Qué demonios crees estás haciendo?!

Solo su aparición consiguió aplacar a Victor, quien cesó de debatirse y retrocedió resollando como un animal. Tardó unos instantes en componerse. Echó miradas alrededor con ojos todavía desorbitados, y tras percibir las miradas de todos sobre él, se irguió tembloroso, y se acomodó el pelo y la ropa. Ahora lucía abochornado.

—Victor. ¡¿Qué diablos está pasando?! —repitió Charis.

Este no le respondió. Evadió su mirada, y la sobrevoló con ella para ir a instalarse de nuevo sobre Jesse.

—¿Vas a dejar que te defienda una mujer, Torrance? Vamos afuera si eres tan hombre. Terminemos lo que empezaste.

—Nadie va a ninguna parte —zanjó Charis—. Te he hecho una pregunta, ¡¿qué diablos ocurre aquí?!

Victor se llevó una mano a la comisura e hizo el afán de limpiarse. No sangraba; todo lo que tenía en el borde de la boca era saliva, pero llevaba impreso el golpe todavía fresco en la forma de un hematoma.

—Pregúntaselo a tu patético novio.

Charis giró sobre los talones e indagó al aludido con una mirada ceñuda, todavía agitada tras lo que parecía haber sido una carrera, antes de irrumpir en la pelea:

—Jess... ¿qué diablos...?

—¡Está bien, no hay nada que ver aquí! —Lydia surgió de entre la muchedumbre y empezó a disiparla—. Hay trabajo que hacer, damas y caballeros, y no se está moviendo nadie. ¡Andando! —Dio un par de palmadas en el aire.

En cuanto la multitud se diluyó para retornar cada uno a sus labores, Lydia fue directamente hacia Victor:

—Le recuerdo, doctor, que esto es un hospital; no un ring de boxeo. Si quiere arreglar sus problemas con alguien, le sugiero que lo haga fuera de horario laboral y en ningún lugar próximo al recinto.

Victor estuvo a punto de responder, cuando Rodrick jaló de su hombro para alejarlo de allí:

—Vamos, no hagas nada que te pueda perjudicar a ti —le advirtió.

Tras aquello, su mirada fiera fue también en búsqueda de Jesse, pero él no pudo verla por mucho tiempo antes de que por su parte fuera jalado por Charis en la dirección contraria.

https://youtu.be/_ZDDGwFXYE4

Apenas vio el camino, todavía revivía imágenes en su cabeza; imágenes que parecían irreales. Bien podría haberlo imaginado todo; sin embargo, el hormigueo de sus nudillos era evidencia suficiente para contradecirlo. ¿Qué seguía ahora? ¿Sería despedido por lo que había hecho? Preferiría mil veces que Victor cumpliese su promesa y lo matase.

Una vez lejos, en un corredor desierto, Charis sostuvo sus hombros y lo hizo retroceder hasta que su espalda topó contra la pared:

—Jess, ¡¿qué mierda pasó allá?!

Contempló por algunos instantes sus ojos grises. Pese a lo alterados que lucían, estos le trajeron una extraña calma; como si una fuerza lo jalara de regreso a la tierra. Tuvo que tragar saliva y humedecerse los labios antes de poder hablar.

—Charis... Hice algo... muy malo...

Sintió recién allí en totalidad el dolor del golpe. Levantó la mano frente a su rostro para evaluar el daño, pero a medio camino Charis la tomó entre las suyas y la examinó. Sus nudillos estaban inflamados y cubiertos por un parche de piel violácea y sanguinolenta que contrastaba con su tez lechosa.

—¡Pero, ¿qué diablos...?! —gimió—. ¡¿Víctor te hizo esto?!

—Yo lo hice... Yo... Yo lo golpeé.

Charis le clavó la mirada. Su ceño descendió hasta ensombrecer sus pupilas y tornarlas de un gris oscuro.

—... ¿Qué?

Jesse soltó un pesado respiro y echó la cabeza hacia atrás, hasta tocar con ella la pared.

—Me van a despedir...

—Espera... ¿estás hablando en serio?

—Sí... Me van a despedir.

—No me refiero a eso. ¿Golpeaste a Victor? ¡¿Por qué?!

Jesse abrió los labios, pero después de pensarlo por unos instantes, volvió a callar. No se vio capaz de decírselo.

Con un suspiro resignado, Charis volvió a jalar de su brazo para guiarlo a otro sitio.

Antes de saberlo estuvieron en un lugar que le trajo un deja-vu. Ella lo condujo al mismo sitio del que meses antes él había sustraído una unidad refrigerante para tratar su muñeca lesionada, cosa que ella hizo también en esta ocasión, y luego lo llevó por el mismo camino hasta la oficina de Daniel, en dónde, tras abrir con la llave que le extrajo del bolsillo del uniforme, le instó a entrar.

Después de sostener la unidad de refrigeración contra sus nudillos por algunos minutos, la inflamación disminuyó, pero restaba sobre su piel perlada de la evaporación del frío el tono malva de los moretones.

—Me van a despedir... —repitió Jesse, por tercera vez.

—No lo harán. Victor no te reportará por esto; no si quiere salvar algo de dignidad. No puedo creer que en verdad lo golpearas... ¡¿Por qué hiciste esa estupidez?!

Él volvió a callar.

Charis se rindió, y evaluó sus nudillos de cerca, girando con cuidado su mano en la suya.

—Se ve muy mal... ¿Te duele? —Él negó, pero su expresión lo contradecía—. Dime la verdad, Jess, ¿qué fue lo que hizo Victor para enojarte tanto?

Aquel se mordió los labios y su rostro desapareció bajo su espeso pelo negro. Charis exhaló. Si algo recordaba del caos, era el modo en que todos murmuraban sin quitarle la vista. De pronto la respuesta parecía obvia.

—Puedes decírmelo —exhaló—. Sé que habló de mí. Lo sé... por la forma en que todos me miraban.

Jesse torció más profundamente el gesto.

—Él... insinuó algo... nada caballeroso.

Charis sintió la sangre hervirle. Miles de cosas se le pasaron por la cabeza; pero se domeñó para no empeorarlo más. Cuando habló lo hizo con tranquilidad.

—Dime qué fue lo que dijo de mí ese imbécil.

Jesse movió la cabeza y exhaló:

—Yo no... no puedo, es que-... —Lucía acorralado y nervioso. Volvía a portarse como él mismo—. No... me hagas repetirlo. Por favor...

—Sabes que me enteraré eventualmente, aunque no me lo digas. Lydia me lo dirá; o se lo dirá a todos y luego lo escucharé por algún rincón. Y será peor para mí.

—Aún si te enteras después, yo no...

Ella lo consideró unos instantes, mortificada.

—Así que... dijo algo tan malo de mí que no te atreves a repetirlo, pero él no tuvo problemas en gritarlo en mitad de un pasillo lleno de gente. —Jesse guardó silencio, y todo tuvo sentido entonces— ¿Y por eso lo golpeaste?

Él soltó un brusco aliento.

—Yo nunca había-... Yo jamás-... Golpear a alguien así, yo no-...

Ella lo frenó cubriendo su mano con la suya. Estaba tan fría como siempre, excepto en el área lesionada, la cual percibió caliente al tacto.

—Lo sé —lo cortó—. Y te estoy agradecida. Aunque no debiste hacerlo. Esto podría traerte problemas. Aún si no te reporta, Victor no te dejará en paz a partir de ahora. ¿En verdad valió la pena solo por defender mi honor?

Jesse le retiró la mano y la extendió frente a él, moviendo los dedos con cuidado para evaluar su estado. Lo pensó un momento, y después asintió.

—No te reconozco —dijo Charis.

—Yo tampoco. Pero... no me arrepiento. —Su voz sonó más segura que nunca. Pero inmediatamente después volvió a encogerse, avergonzado—. Lo siento... no hubiese querido ponerte en una posición embarazosa.

—No lo hiciste. No fuiste tú quien dijo esas cosas de mí.

—Me refiero... a lo que dijo Victor cuando tú-... Es decir, todos... lo escucharon. ¿Y si ellos-...? ¿Y si en verdad lo piensan? Es decir... que tú y yo...

Su rostro se coloreó ligeramente al decir aquello, y Charis sonrió con tristeza.

—¿Así que no querrías que la gente pensara eso?

—No lo... digo por mí.

Charis suspiró y volvió a atenazar su mano. Después, volvió a ponerle la unidad de refrigeración contra los nudillos. Aunque continuaba fría, el contenido, de un azul brillante, ya se había vuelto líquido otra vez.

—Lo que crea la gente me da igual. Lo que sea que estén pensando no es cierto. Porque tú no eres ese tipo de hombre. No eres como Victor —resolvió—. Tú... eres un caballero, Jesse. Y si piensan que hay algo entre los dos, por mí pueden creerlo. Más bien... sería un halago que todos piensen que soy tan afortunada.

No fue consciente de lo que había dicho sino hasta notar el silencio que ocasionó. Y al levantar la vista para mirar a Jesse, el ligero color que antes teñía su piel, colmaba ahora su rostro de forma muy evidente. Tras los lentes, sus ojos color ámbar la examinaban con perplejidad.

Jesse se aclaró de pronto la garganta y tomó de la mano de Charis la unidad de refrigeración. Lo hizo con el cuidado con que siempre la trataba, y dejó en sus dedos la impresión fría de sus dedos, aunque los suyos ya antes sostenían el plástico helado de líquido refrigerante.

—D-devolveré esto. Ta-también... debería volver al trabajo.

—Sí... y yo —musitó Charis—. Y... no golpees a nadie más por mí, ¿de acuerdo?

No lo estaba mirando, pero le oyó exhalar una suave risa por la nariz:

—Lo intentaré.

El día terminó sin más incidentes. Para cuando Charis acabó con su jornada, no tuvo que esperar demasiado a que Jesse acabara la suya, y subieron juntos al auto. La noche estaba helada, pero la calefacción al interior mantuvo a raya el frío en el trayecto de regreso.

Después de un camino silencioso, una vez de regreso en el apartamento, después cambiar su ropa de trabajo por el pijama, Charis insistió en tratar otra vez la mano inflamada de Jesse, para lo cual se sentaron al sofá.

En lo que atendía sus nudillos con algunos cubos de hielo envueltos en un paño de cocina, Charis comenzó a dar vueltas otra vez en su cabeza a la fotografía. Se percató de que el asunto había quedado prácticamente olvidado solo gracias a lo ocurrido durante esa tarde, pero seguía estando allí, estancado sin resolverse.

—Jesse —comenzó, pero bastó con pronunciar su nombre para que procediera a morderse los labios, refrenando lo que quería decir—. Oye, yo-...

—Lo siento —se adelantó él.

Ella levantó la vista abruptamente, y casi al mismo tiempo, Jesse bajó la suya.

—Por lo de anoche. Yo no debí-... No quise-... —Exhaló una bocanada—. Fui rudo contigo, sin explicarte nada.

Charis sonrió, algo más aliviada. Volvía a ser él.

—Tenías razones para molestarte, supongo. No debí hurgar en tus cosas sin preguntar. En fin... yo también lo lamento.

Jesse permaneció mudo el resto del tiempo. Y al cabo de otro largo silencio sin respuestas, en cuanto empezó a sentir gotear desde el paño en su mano los cubos deshechos de hielo, Charis se levantó para ir a la cocina.

—Sécate. Prepararé algo de comer.

Dejó a Jesse atrás y se metió en la cocina sin querer seguir indagando. Estuvo allí por largo rato, pensando en todo y en nada mientras pensaba qué cocinar.

Un estruendoso golpe en la puerta la arrancó violentamente de sus pensamientos y le hizo levantar la cabeza. Cuando miró hacia la sala, Jesse la observaba de vuelta.

—¿Quién será? —jadeó.

—Tiene que ser el señor Miller. —Bufó—. Estoy retrasado en la renta.

Él se levantó tranquilamente y fue hasta la puerta, mientras que ella aguardó en la cocina.

Charis escuchó el seguro de la puerta, y después el pestillo cuando Jesse la abrió. Pero entonces, inmediatamente después, escuchó un portazo tan fuerte que casi pudo sentir vibrar las paredes del viejo apartamento, y hacer eco en todo el edificio. Dio un repullo, ahogando un jadeo.

Después, salió de la cocina, alarmada.

—¡¿Jesse?! ¡¿Qué-...?!

Aquel estaba apoyado contra la puerta como si intentase retenerla, aunque estaba cerrada. Los lentes le habían resbalado a mitad de la nariz y la observaba por encima de los cristales con los ojos muy abiertos.

—Charis... ¿por casualidad... le diste a tu hermano esta dirección?

—... ¡¿Es Mason?!

No necesitó respuesta, pues otro coro de azotes contra la puerta inundó el lugar, y la voz que tanto temía resonó desde el otro lado:

—¡Sé que estás allí! ¡Abre, Charis, maldita zorra desgraciada! ¡Sé lo que hiciste, puta! ¡Sé que me denunciaste!

Sintió como si el alma se le drenase por los pies y se le desparramase por el piso, dejándola sin fuerzas. Por algunos instantes todo lo que pudo hacer fue intentar regular su aliento para no ahogarse con él. Su mano viajó a su rostro y se instaló sobre su boca, aterrorizada de hacer cualquier sonido, incluso el de respirar.

—Sé que estás ahí, perra, ¡¡te vi entrando en el edificio!!

—Llama a la policía —le dijo Jesse.

Y ella fue directo a buscar el teléfono móvil.

Entonces, con el teléfono prestado temblándole en la mano, antes de que pudiera marcar, un sonido diferente al de un golpe de puño se estampó del otro lado. Algo que sonó como una patada, y con lo cual toda la puerta vibró a punto de abrirse.

Jesse se hundió más contra la misma cuando esta se remeció contra su espalda:

—No hay tiempo. Tienes que salir de aquí.

—¡Pero ¿cómo?!

—La escalera de incendios —le dijo él, indicándole la ventana con un gesto de su cabeza—. Sal por la ventana, y usa la escalera de incendios. Corre a tu auto y vete. Llama a la policía cuando estés a salvo.

Charis dudó en su sitio, pero se movió acuciada por una segunda patada, la cual logró desencajar el seguro de la puerta e hizo saltar el pestillo.

—¡Corre! —le gritó Jesse, y fue el impulso que necesitó para darse la vuelta del todo y salir por la ventana.

https://youtu.be/E1kbG1Y4rhQ

Afuera el viento nocturno le sacudió la ropa y el pelo sobre la cara. Charis tembló, de frío y de terror. Apenas salir, un estruendo acompañado de un crujido, como si hubiesen malogrado la madera, le indicó que la puerta había cedido, y pudo corroborarlo en cuanto viró y vio en el umbral la figura alta y gruesa de su hermano, observándola con furia, del otro lado de la fina silueta de Jesse.

—¡VE! —le gritó él, al momento de bloquear el camino de Mason y colgarse de su brazo para entorpecer su avance.

Charis dudó antes de obedecer y echar a correr finalmente escaleras abajo, dejando atrás el primer tramo.

Mason no le haría nada a Jesse. Vendría directamente a por ella para no perderla... o eso esperaba.

Y segundos después, los pesados pasos de alguien remeciendo las escaleras le dieron la razón. Levantó la vista y vio el enorme cuerpo de su hermano mayor sobre ella por el enrejado del suelo de metal. La silueta recortada de Mason ya descendía por el primer tramo, directo hacia ella.

—¡No te vas a escapar, maldita! —rugió, saltando escalones de dos en dos, haciendo vibrar la estructura como si fuera a desbaratarse en cualquier momento.

Charis se sostuvo tan duro de las barandas que le dolió el interior de las palmas con el pinchazo frío y áspero del óxido del metal, y apresuró el ritmo. El hierro helado y húmedo bajo las plantas de sus pies desnudos le entorpecía los pasos, y sus piernas temblorosas no le permitieron correr lo rápido que hubiese querido, por lo que, antes de saberlo Mason estuvo casi sobre ella.

Se preguntó si sería lo bastante veloz para llegar a su auto con el tiempo suficiente de arrancarlo e irse.

La frenó de súbito en sus pasos la terrible sensación de una mano grande enredándose en su pelo, y el consecuente tirón que no solo la detuvo, sino que la jalo hacia atrás con fuerza, haciéndola gritar de dolor y miedo. Vio el rostro de Mason solo por un momento, antes de avistar un fino brazo aparecer por un costado de su cabeza y estrellar un golpe con el codo contra el lado de su frente, haciendo volar la gorra de béisbol y que su cara se volviera un borrón, tras lo cual el mismo brazo se enrolló alrededor de su grueso cuello.

Se vio libre de pronto, no obstante, la pérdida de equilibro la arrojó contra la baranda, en donde se aferró, dando un tumbo. Sufrió un intenso vacío en el estómago al mirar abajo. Si hubiese sido solo un poco más alta, su cuerpo se hubiese doblado contra la baranda a la altura del estómago y no de sus costillas, las cuales si bien resintieron el golpe, le salvaron de caer al vacío.

Miró de vuelta hacia la cima y vio a Mason echado contra la baranda del lado contrario en el piso superior, forcejeando con alguien. No tuvo que ver las delgadísimas piernas por entre los gruesos pilares que eran las de Mason para saber quién era su nueva víctima.

Su primer impulso fue el de seguir corriendo y salvarse, pero la detuvo una fuerza mayor, y se tambaleó sobre los talones antes siquiera de empezar a bajar el siguiente tramo de peldaños.

No podía abandonarlo. No podía escapar y dejarlo atrás lidiando una vez más con sus problemas. No otra vez.

Armada con esa resolución, Charis ascendió a zancadas por el camino que había dejado atrás, directamente hacia su hermano.

—¡¡Suéltalo!! —le gritó al momento de escabullirse bajo su brazo para situarse junto a Jesse, quien se hallaba por completo inmovilizado por las enormes zarpas de Mason alrededor del cuello, y con medio cuerpo colgando sobre el vacío, a punto de caer, retenido solo por la baranda.

Mason sangraba de una de las cejas, parcialmente ciego del mismo ojo por el flujo de sangre, pero sin soltar a su nueva víctima.

No obstante, con ambas manos ocupadas en su presa, no pudo defenderse del golpe que Charis disparó con todas sus fuerzas directamente hacia su rostro, y ella percibió con claridad contra los nudillos el desagradable crujido del cartílago de su nariz cuando se le dobló a un costado con la fuerza de la acometida.

Mason soltó a Jesse casi al instante. Se llevó las manos al rostro bañado en sangre de su ceja y sus fosas nasales, y Charis aprovechó esa breve oportunidad para sentarle ambas manos contra el pecho y empujarlo lejos de ellos, empleando todo el peso de su cuerpo, antes de darle oportunidad de volver a lanzarse contra ellos.

https://youtu.be/-LQE1aJAyYQ

El impulso la hizo caer hacia adelante al mismo tiempo en que el cuerpo de su hermano se derrumbó hacia atrás, y ambos se precipitaron escaleras abajo.

En el breve momento en que voló por los aires sintió un horrible acceso de vértigo. Ni siquiera pudo gritar. Sin embargo, un brazo delgado le rodeó firmemente la cintura y a pesar de que no impidió que sus pies resbalasen por los primeros escalones, golpeándose las piernas y la cadera al caer contra la dureza del metal, sí tuvo éxito en impedir que siguiera cayendo.

Mason no fue tan afortunado.

Todo lo que pudo ver Charis fue a su hermano convertido en un atadijo de pesados miembros que rodó por los peldaños en la forma de un enorme borrón. Pensó que la baranda lateral de las escaleras le detendría, pero, como si la maldición que antes hubiese podido caer en ella determinase reclamar ahora la suerte de su hermano, obra de su estatura y su peso, al momento de caer contra la barandilla Mason se dobló justo a la mitad, y la parte superior de su cuerpo se precipitó del otro lado, llevándose el resto de él al vacío.

El alma que antes le cayera a los pies retornó a ella solo por un instante breve, antes de escaparse otra vez por su boca cuando gritó el nombre de su hermano hasta sentir que se desgarraba la garganta.

El tiempo pareció detenerse; y la noche se volvió un poco más negra.

Charis se debatió en la cima de las escaleras para acudir a ver a su hermano, pero los delgados brazos a su alrededor la retuvieron como una prisión de la que no pudo, ni supo si deseaba escapar, impidiéndole asomarse y mirar lo que había sido de él al final de la caída.

Muerto. Mason estaba muerto. Y ella lo había matado.

https://youtu.be/CM6GhcqUPqA

Las horas después del accidente fueron confusas. Entre los gritos de Charis, las balizas de la ambulancia y el murmullo de la gente aglomerada alrededor, apenas pudo oír lo que dijeron los paramédicos cuando subieron el enorme cuerpo de Mason Cooper al vehículo en una camilla.

Jesse no le permitió a Charis ir con él en la ambulancia aunque lloró, imploró, le gritó y le golpeó el pecho con los puños cuando la retuvo. Tampoco la dejó conducir. No podía hacerlo en su estado, o tendría un accidente. Y la muerte ya rondaba demasiado cerca.

En cambio, lo hizo él. Condujo más lento de lo que lo había hecho para llevar a Daniel, pero más rápido de lo que le hubiese gustado, azuzado por ella.

—Lo maté... Lo maté, Jesse. Maté a Mason... Maté a mi hermano...

No cesó de repetirlo hasta que llegaron a las puertas del hospital Saint John, el lugar que no parecía albergar sino experiencias traumáticas para Charis, y el cual, quizá sumaría otra más esa noche. La peor de todas.

Hubo mucho movimiento en el hospital, y por primera vez Jesse no fue parte de él y en cambio le tocó presenciar todo desde fuera como un espectador. No obstante, sabía que era posible que se viera obligado a asumir su rol eventualmente, cuando tuviera que llevar a la morgue una camilla con el cadáver del hermano de Charis, si es que acaso no acababan ambos en un viaje sin retorno a la estación de policía, como sospechosos de su asesinato.

Eso, si lo peor ocurría.

No obstante, si bien lo que Mason le había hecho a Charis ameritaba el peor de los castigos a su parecer, sabía que su muerte significaría un golpe más duro para ella que para nadie. Y pese a todo lo ocurrido, se encontró deseando que los doctores que ahora mismo le estaban operando pudiesen salvar su patética vida.

No por él, sino por Charis.

Jesse introdujo en el teléfono móvil prestado la tarjeta SIM de Mason, que recuperó de las pertenencias que les entregaron, y en el que por algún milagro todavía conservaba el número de su hermano mayor, Noah. Solo gracias a ello fue que pudieron comunicarse con él, e informarle de lo ocurrido.

Por encima del tono mellado y arduo de su voz abrasada por el llanto, Charis se oyó nerviosa y avergonzada durante todo lo que duró la llamada, como si hablase con un completo desconocido. Cuando cortó, Jesse le preguntó si él vendría, pero toda la respuesta de Charis fue un rotundo: no lo sé.

Sin embargo, veinte minutos después, pudo conocerlo al fin. Al mayor de los hermanos Cooper.

Noah Cooper era muy diferente de Mason. Se presentó en el hospital vestido de forma casual, pero cuidada. Tenía el cabello de un tono más castaño que rojizo, peinado prolijamente, pero los mismos ojos grises que parecían correr en la familia. Era tan alto como Mason, pero más bien delgado, como Charis, y su expresión, si bien algo distante, resultaba tranquilizadora. Era bastante apuesto; lucía joven para sus medianos cuarenta.

Aunque, según sabía, él y Charis ya no se hablaban hacía muchos años, la forma en que se saludaron fue tan fría como la de dos hermanos que se han visto apenas hace un par de horas.

No estaba solo. Entró acompañado de un hombre mayor, corpulento, alto pese a lo que la edad hubiese podido mellar su estatura y cuyo rostro le transmitió una extraña familiaridad. Había visto ese rostro poco antes, sobre el suyo, unos veinte años más joven, y torcido en la forma de una mueca enrabiada.

—Papá... —musitó Charis al verlo.

Y Jesse creyó que podría haberlo adivinado sin haberla oído. Porque Mason era la viva imagen de su padre.

https://youtu.be/6n22QdaVias

—¿Por qué no nos lo dijiste? —preguntó Noah al final de una larga pausa entre ellos, tras que Charis terminase de explicarle todo.

Jesse se aseguró de apartarse lo suficiente para darles privacidad, pero para ese momento la voz de ambos se había elevado a un punto en que podía oírlos hablar claramente.

Su padre permanecía en un silencio sepulcral, mirando al piso desde la silla en que se había acomodado, en donde se frotaba la pierna. La misma pierna sobre la que Jesse le había visto cojear todo el trayecto hasta allí.

—¿De qué iba a servir? ¿Hay algo que cualquiera de nosotros haya podido hacer alguna vez respecto a Mason? —El tono de Charis todavía era impreciso gracias al llanto reprimido—. Tampoco creí que fuera a importarles, para ser honestos.

El señor Cooper exhaló un profundo respiro y movió la cabeza. Noah llevó la vista de su padre a su hermana menor.

—¿Te estás escuchando, Charis? ¿Oyes lo que dices frente a papá?

—No le importó cuando regresé. ¿Por qué iba a importarle ahora? —Los dos evitaban a toda costa la mirada del otro, mientras que el hijo mayor intentaba mediar—. Este hombre no fue el mismo padre para Mason o para mí, que fue para ti.

—Si tan solo Mason y tú me lo hubiesen permitido, las cosas podrían haber sido diferentes. —Fue la primera vez en que Preston Cooper habló. Aun así, lo hizo sin mirar a ninguno a la cara.

Charis le dio el costado de su cuerpo y se pasó los nudillos por las esquinas de los ojos prontos a las lágrimas para secárselos, al tiempo en que se sorbía la nariz.

Jesse apartó la mirada de ellos y la puso en el suelo. ¿Era realmente el momento de recriminarse los unos a los otros conflictos del pasado cuando un miembro de la familia estaba moribundo en el hospital después de atacar a otro? Sin embargo... ¿tenía cara para juzgarlos?

Contuvo los deseos de acudir y apartar de allí a Charis. Pero era algo que solo concernía a ellos como familia, y que debían sortear antes de recibir noticias, para así estar preparados para afrontarlas, cualesquiera que fueran.

Como si hubiese sido capaz de predecirlo, finalmente un doctor apareció en el pasillo. Jesse lo conocía, era el único médico cirujano del Saint John, el mismo que había atendido a Daniel. Con más de cuarenta años de trayectoria, si había alguien capaz de salvar la vida de Mason, era él.

Jesse se levantó de su asiento y se aproximó a Charis, a sabiendas de que si lo peor había ocurrido, nadie de su fría familia la contendría. Estuvo junto a ella en un parpadeo con un brazo alrededor de sus hombros, y se ganó una mirada inquisitiva tanto de su padre como de su hermano.

Los cuatro aguardaron expectantes.

—El señor Cooper está estable de momento, pero será trasladado a cuidados intensivos, y deberá permanecer en observación por ahora —les comunicó el doctor.

Por acto reflejo, Charis se dio la vuelta en torno a él, y su rostro febril de llanto descansó por algunos instantes sobre su hombro. Jesse le frotó los brazos con suavidad.

A partir de allí el médico les dio todo el diagnóstico de Mason; los procedimientos que habían debido practicarle para salvarle la vida, los posibles pronóstico, las probabilidades de recuperación, y todo lo concerniente a su delicado estado. Con varias costillas rotas, un pulmón perforado, la mandíbula, un hombro y el codo del mismo brazo dislocados y múltiples contusiones, Mason se había salvado por los pelos, pero lo más probable era que tuviera secuelas por largo tiempo.

Jesse se sintió mal de alegrarse, pues eso significaba que no volvería a molestar a Charis durante ese tiempo.

Desde luego que aquello no lo eximía de los cargos por violar la orden de alejamiento impuesta en él por Charis, y el ataque a ella, cuyas lesiones fueron constatadas poco después por la policía, en el mismo hospital, y las cuales le trataron oportunamente. Más allá de un par de golpes de poca importancia, afortunadamente ella no tenía más heridas, por lo cual el proceso fue expedito.

https://youtu.be/UUrQHSLMI8U

Durante el tiempo que demoró en ese procedimiento, en lo que era nuevamente interrogada, Noah se acercó a hacer preguntas por los pormenores del incidente, y a las que Jesse respondió de acuerdo solo a la información que intuyó que Charis se sentiría más cómoda si él compartía.

—Ya veo... —suspiró Noah. Tras algún momento, sacó de su bolsillo una tarjeta elegante que le entregó a Jesse, con un nombre y un número. «Noah Preston Cooper. Abogado»—. Sé que ella no lo haría jamás, es demasiado orgullosa para eso, y espero que no llegues a necesitarlo, pero si cualquier cosa ocurre alguna otra vez con Charis, por favor, llámame.

—Lo haré...

Noah echó una mirada al pasillo oscuro, y luego a la silla donde su padre todavía permanecía sentado, en un profundo absorbimiento.

—Qué recuerdos en este hospital. Mi esposa tuvo aquí a nuestros dos hijos. Y... muchos antes de eso, Charis... —Paró de golpe de hablar y echó un vistazo alrededor, como si verificase que ella no estaba cerca—. ¿Ella... te lo ha contado?

—Me dijo que algo le pasó aquí cuando era niña, pero que no lo recuerda bien.

Noah dio una cabeceada y se humedeció los labios.

—Supongo... que está mejor sin recordarlo. —Hizo una pausa larga, durante la cual pareció debatirse. Finalmente, habló. Lo hizo casi al volumen de un secreto—. A los nueve años... hubo que operar a Charis para removerle las amígdalas. Durante su estadía en el proceso preoperatorio compartió la habitación con una niña de su misma edad, que tenía problemas muy severos al corazón. La noche en que operaron a Charis, poco después de que fuera trasladada de regreso a la habitación, su compañera de cuarto sufrió un paro cardiorrespiratorio del que no pudieron recuperarla, y, tristemente, falleció en el lugar.

» Nunca supimos bien todos los detalles, pero tal parece que una enfermera recién egresada confundió las camas a la hora de llenar el papeleo para el traslado del cuerpo de la niña fallecida, y las señaló incorrectamente. Debido a esa confusión, Charis fue llevada por error a la morgue, todavía bajo los efectos de la anestesia.

» Cuando fuimos a verla y no la encontramos, pensamos que había sido cambiada de habitación, y empezamos a hacer preguntas y a buscarla. Pero para cuando se dieron cuenta del error y fueron por ella a la morgue, ella ya había sido puesta en el interior de una cava mortuoria. Estuvo encerrada ahí por casi tres horas.

Noah tuvo que hacer una pausa para respirar hondo y calmar lo que pareció un repentino acceso de rabia al recordar los hechos. Jesse sufrió un intenso escalofrío. Escuchaba mudo; paralizado e incapaz de pestañear siquiera.

—La sacaron gritando de allí. Se había destrozado todas las uñas intentando abrir y herido las manos golpeando las paredes del compartimiento. Como apenas había tenido una cirugía en la garganta, debido a sus gritos su estado se complicó considerablemente, y tuvo que permanecer mucho tiempo en el hospital. Pero fue un tiempo tortuosamente largo. Despertaba por las noches gritando, con pesadillas, y sufría intensos ataques de pánico para los cuales había que sedarla casi por la fuerza, porque estaba aterrorizada de dormirse y ser puesta en una cava mortuoria otra vez. —Noah dio otro respiro, largo y dificultoso—. Ella... podría haber muerto allí. Congelada, asustada...

Si él parecía agobiado incluso de recordarlo, Jesse no imaginó cuán espantoso debía haber sido para la propia Charis. Preston Cooper oía el relato en silencio, con el rostro torcido por el dolor y la ira contenidos.

—No creo que nunca más se haya recuperado de eso —prosiguió Noah—. A partir de ese día no quiso entrar otra vez en un hospital. Tuvo terror a la oscuridad, a quedarse sola, y a los espacios pequeños y cerrados. También a la muerte... y a la idea de morir.

Finalizado el relato, Jesse permaneció callado por largo tiempo reflexionando en ello.

Era algo que no solo no hubiese podido saber de otro modo, en otras circunstancias, sino que jamás se hubiese imaginado, y que hizo que pudiera comprenderla a otro nivel diferente.

Revivió los momentos que él mismo permaneció encerrado en una cava, obra de la broma de mal gusto de Victor Connell. Aunque breves, recordaba perfectamente el olor putrefacto, la oscuridad aplastante, el frío acerbo y la humedad que calaba los huesos. Sin embargo aquello desenterró otro recuerdo aún más antiguo. Y revivió gracias a él un aspecto más emocional del trauma. La soledad y la desesperanza; el miedo a no salir nunca...

Todo tenía sentido al fin. Por eso Charis odiaba el hospital. Y por eso había pasado tanto tiempo odiándolo a él. Porque le recordaba aquel evento terrible. Porque él era y vivía rodeado de todo lo que a ella le aterrorizaba.

Charis apareció al final del pasillo, poco después.

—No le cuentes nada de esto, por favor —le dijo Noah al oído—. Como dije, si no lo recuerda, quizá sea mejor de ese modo. —Jesse asintió, dispuesto a mantener su promesa. Noah le palpó el hombro—. Eres un buen chico. Me alegro de que ella te tenga.

Charis lucía completamente exhausta cuando llegó con ellos.

—¿Estás bien? —preguntó Jesse al ir a encontrarla, y ella asintió.

—Por hoy ya no hay mucho más que hacer —dijo Noah—. Llevaré a papá a casa, y vendremos mañana temprano a ver cómo sigue Mason. No te preocupes por la cuenta del hospital. Yo lo resolveré —les aseguró, y Charis negó.

—De ninguna manera, compartiremos los gastos.

—De eso nada —le dijo Noah, y procedió a pincharle la nariz entre los dedos.

Charis se sorprendió y agrandó los ojos.

—No hacías eso... desde que estaba niña.

—Lo siento —se rio él—. La costumbre. Pecosa...

—Larguirucho —contraatacó ella.

Los dos se contemplaron con afecto fraterno, el cual pareció devolverle a ella algo de las energías perdidas.

Después, Noah ayudó a su padre a levantarse de la silla.

—Será mejor que vayan a casa también. —Al momento en que su padre estuvo de pie, Noah le rodeó la espalda con un brazo y lo instó a caminar—. Celebraré el otro mes el cumpleaños de Timothy, mi hijo menor. Cumple catorce. Ven —dijo a Charis—. Y trae a tu novio. Me agrada —le dijo, arrojando un gesto en dirección a Jesse.

Ninguno de los dos pudo decir nada debido a la sorpresa, antes de que el padre de Charis se dirigiera por última vez a ella.

—Adiós, Charis... Cuídate, hija.

—... Adiós, papá. Tú también... —respondió ella, casi en un murmullo.

Se quedaron solos en la sala de espera. Charis se dio la vuelta para mirar a Jesse y sus labios se torcieron en un intento de sonrisa que no fue sino una mueca apesadumbrada.

—Un día de estos... en serio pensarán que eres mi esposo —intentó bromear.

Él falló en forzar otra. No podía quitarse de la cabeza la imagen de la pequeña Charis, gritando desesperada al interior de una fría cava mortuoria. Le pareció por un momento más frágil y vulnerable que nunca. Experimentó entonces un impulso extraño; uno como el que llevaba años sin sentir. El de estrecharla en los brazos y sostenerla hasta conseguir de algún modo borrar esa memoria de sus recuerdos. Disculparse con ella por no entenderla antes, y asegurarle que nunca volvería a pasar por algo así otra vez.

—Charis, yo-...

—Esposo... —repitió ella de pronto, como si se hubiese acordado de algo, moviendo de un lado al otro las pupilas por sus ojos ya cansados y enrojecidos—. Marla —musitó, y buscó entre los contactos de su hermano en el teléfono móvil prestado, el número de su exmujer.

Tardaron en contestarle. Ella se iba poniendo nerviosa con cada segundo. Tuvo que marcar varias veces más, y la razón era obvia. Marla pensaba que era Mason.

Finalmente, alguien respondió.

—¡Marla! Sí, sí... Soy yo —saludó Charis—. Sucedió algo. Pero... por favor, no te alarmes.

https://youtu.be/3y3ZoakWs7o

Jesse no podía oír nada del otro lado, por lo que volvió a ocupar una de las sillas de la sala de espera y aguardó en lo que la conversación transcurría. Charis le relató brevemente todo lo ocurrido al teléfono, haciendo reiteradas pausas para reafirmar con palabras de consuelo a la persona del otro lado.

—Estará en observación por ahora, pero dijeron que está estable. Aún... si quisieras venir, yo podría acompañarte, o podría quedarme con los niños, y-....

Charis cesó de hablar de golpe. Transcurrió otro rato largo. Muy largo... Y Jesse notó como la expresión de ella pasó de la confusión a la perplejidad, y luego a la alarma.

—... ¿Qué?... ¡Pero-...!

Y entonces, tras otra pausa, transfiguró a una profunda tristeza, aunque restaba la sorpresa en sus ojos abiertos de par en par. Se le escapó un arduo respiro que le hendió el pecho.

—¿Por qué no me dijiste que-... ? —Charis cerró los ojos con fuerza y se pellizcó el puente de la nariz al tiempo en que movía la cabeza—. Sí... No... Sí, entiendo, pero-... No, yo-... Tranquila. Yo... lo entiendo.

Otro largo silencio. Para ese momento, aunque no quería inmiscuirse, estaba atento a la conversación, intentando descifrar qué decía la persona del otro lado.

Finalmente, Charis dejó escapar un largo aliento.

—Sí, yo también... También lo siento mucho. Tranquila; está bien... Sólo cuídate, por favor. Y a los niños. Diles que yo-... Que su tía los ama mucho. —Su voz se rompió de forma lastimosa en la última sílaba, y Charis paró de hablar, apretando los labios.

Respondió a algo que le dijo Marla, asintiendo con la cabeza, como si aquella pudiera verla, y, después de un adolorido adiós, cortó la llamada.

Estuvo por largo rato sosteniendo el móvil frente a sus ojos, con aspecto derrotado, el rostro pálido y el pecho tembloroso. Estuvo mirándolo hasta que la pantalla se apagó por inactividad.

Charis cruzó los brazos contra su pecho y estrujó el aparato con un suspiro que dirigió al techo, pestañeando rápidamente. Jesse se levantó y camino hacia ella. No quiso preguntar; no era de su incumbencia. Pero no necesitó hacerlo.

https://youtu.be/buwfFvVUGpg

—Marla... —musitó Charis, en cuanto se giró hacia él, y su expresión neutra se resquebrajó, revelando su verdadera pena. Los labios le temblaron y sus brazos se ciñeron con más fuerza alrededor de sí misma, como si intentara mantenerse en una sola pieza—. Marla se fue del estado. Y se llevó a los niños con ella.

Vio sus intentos por mantenerse fuerte; pero entonces, sus hombros se sacudieron en el más desgarrador de los estremecimientos, y su garganta emitió un sonido amortiguado antes de dejar escapar un sonoro resuello, con lo cual acabó de desmoronarse por completo.

Jesse caminó el último trecho en su dirección. Y en el momento en que le extendió los brazos, Charis se abandonó a ellos, y abatió el rostro sobre uno de sus hombros, el cual empapó con lágrimas, remecida por sollozos mudos.

Jesse le permitió todo el tiempo del que fuera a necesitar para desahogarse, meciéndola suavemente y acariciando su cabeza.

Una silueta alta al fondo del pasillo, de pie en medio de la oscuridad, lo sobresaltó, y contuvo el aliento unos segundos, hasta que pudo reconocerla.

—Daniel...

Aquel observaba desde allí sin moverse y ni emitir sonido; el rostro surcado por la consternación. Parecía apenas llegado de un largo y cansado viaje.

Su mirada se trasladó a la sollozante Charis entre sus brazos, y luego de regreso a él, con una expresión que obligó a Jesse a soltarla sin saber bien el por qué.

Aquella levantó la vista, sorprendida, y bastó una mirada en la misma dirección que él para percatarse de lo que ocurría, solo que su reacción fue muy distinta.

—Dan... —masculló con la voz rota, y separándose de Jesse, avanzó por el pasillo en su encuentro en una carrera torpe, al final de la cual se hundió en sus brazos. Y allí, firmemente envuelta por ellos y con el rostro contra su pecho, los sonidos antes mitigados de su garganta se hicieron evidentes hasta cobrar la forma de un llanto lastimero.

Se trataba de Daniel, después de todo... Quien podía consolarla en la manera en que él nunca hubiese podido. Porque, a diferencia de él, aquella era parte de su esencia genuina.

https://youtu.be/wOBYtPThI8o

Cuando salían los tres del sector de pabellón de cirugía hacia la solitaria estancia principal del hospital, se toparon con la última persona a la que Jesse hubiese querido ver en ese preciso momento; el oficial Jiménez. Era el jefe de policía de la única estación de la pequeña Sansnom después de todo, por lo que no era de extrañar que tarde o temprano fuera a verse involucrado en cada uno de los casos que sacudían aunque fuera un poco la monotonía monocromática de la ciudad.

Jesse evitó su mirada lo más que pudo, e intentó pasar de largo, pero no pudo evitar que Daniel se detuviese junto a él, atento a lo que tuviera para decirles cuando a su vez, el oficial se paró junto a ellos.

Daniel sostenía todavía a Charis rodeándola por los hombros, por lo que aquella, aunque todavía enajenada por todas las últimas circunstancias, se detuvo cuando él lo hizo, y levanto al policía una mirada abochornada, que ocultó tras un mechón de su cabello, tan rojo como su rostro y sus ojos tras su muy reciente cese de llanto.

—Ya me han puesto al tanto de lo que ocurrió. Fue muy valiente, señorita Cooper. Le garantizo que en el caso de que Mason Cooper decida tomar acciones legales, tiene todas las de ganar.

Ella negó.

—No lo hará. —Y de eso pareció segura.

—Gracias por todo, Benjamín —le dijo Daniel—. Jess, quédate con Charis, por favor. Tengo que ir a la recepción de emergencias. Entro mañana a mi turno.

Jesse asintió y se acercó a regañadientes en lo que el oficial continuaba hablando con ella. En cuanto llegó junto a ellos, Jiménez se detuvo en lo que le estaba diciendo a Charis para contemplarlo.

—Ah, Jesse Torrance —lo saludó.

Jesse respondió con una mueca tensa. A su lado, estaba su compañero, Carter. Quien le devolvió un gesto igual de hostil que el suyo.

—El héroe otra vez —dijo con mordacidad.

—En absoluto...

—No es lo que me han contado mis oficiales —secundó Jiménez.

—¿También tienes otra identidad? —inquirió Carter.

Alarmado por su extraña elección de palabras, Jesse levantó la vista. Cualquiera en su lugar hubiese sido más inteligente y se hubiese reído de la broma, pero su paranoia le hizo reaccionar de la peor forma posible, cuando tragó saliva y susurró:

—¿A qué... te refieres?

Charis le disparó una mirada furtiva.

Carter parecía muy orgulloso de sí mismo con la reacción que había provocado en él.

—Un hombre vino a la estación hace poco, preguntó por alguien llamado Jesse, aunque su apellido no era Torrance, era diferente; raro... El hombre tenía un nombre raro también. Algo... Janvier.

Jesse enmudeció. Desgraciadamente, el tiempo necesario para que todos lo notasen.

—No lo conozco. —Mintió, pero estaba seguro de que todo en su lenguaje corporal le estaba delatando, pues Jiménez no le quitaba de encima una mirada llena de escrutinio, como la del viejo zorro cuya astucia a esas alturas, tras tantos años en la policía, debía estar curtida.

—Él parecía conocerte bien —dijo Jiménez—. No quiso darme mucha información, pero habló de una joya. Una flor de Lis —dijo, echando un vistazo al sitio en su pecho donde la misma permanecía oculta por su ropa. Jesse se paralizó—. No te preocupes, no le dije dónde encontrarte, primero pensé que deberías saberlo, pero es posible que te lo topes eventualmente. Y quizá deberías reconsiderar hablar conmigo cuando tengas tiempo.

Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas. El tono de Jiménez no fue tentativo; sino más bien acusador. ¿Mentía? ¿Intentaba acorralarlo?

Sintió náuseas, frío, el cuerpo pesado, y que se caería si no se sujetaba de algo pronto. Todo lo que encontró fue el hombro de Charis, el cual estrujó involuntariamente. Sintió la piel del hombro desnudo de ella erizarse con lo que supuso que era el gélido contacto de su mano temblorosa, y la dejó ir al acto, en cuanto ella giró para indagar en su rostro con sus ávidos ojos grises.

—... ¿Jess?

—Nos vemos, muchacho —se despidió Jiménez.

—Adiós, Torrance —añadió Carter, haciendo hincapié en su apellido. Jesse captó un claro tiento malicioso en su voz y en el modo en que lo siguió con la mirada al marcharse.

Se quedaron solos. La habitación continuaba dándole vueltas sin detenerse; las paredes cerrándose a su alrededor, a punto de aplastarlo.

—Jess —masculló Charis, pero su voz se oyó amortiguada en sus oídos.

—¿Me permites... ese teléfono móvil? —pidió Jesse, y Charis dudó un momento antes de facilitárselo—. Espérame aquí, por favor. Si llega Daniel, dile... que pueden irse sin mí.

Sin esperar respuesta, se separó de ella y cruzó el hospital casi en una carrera, directamente hacia el pasillo que desembocaba en las escaleras hacia la morgue. Sabía que nadie iría hasta allí, pero menos Charis. Y necesitaba estar a solas.

Una vez salvó de dos en dos los peldaños de las escaleras hacia el sótano y se encontró abajo en la oscuridad abovedada del pasillo, marcó nerviosamente en la pantalla el número que ya sabía de memoria. Dejó sobre ella la impresión húmeda de sus dedos cubiertos por sudor frío, y cuando se llevó el aparato al oído, lo hizo con la mano temblándole de forma frenética.

Del otro lado, le respondió aquella voz conocida, que llevaba meses sin escuchar. Pero antes de que le dijera nada, Jesse la interrumpió y habló primero.

—Sam. —Tuvo que forzar un buche de saliva por su garganta constreñida—. Sam, je... je crois qu'il m'a trouvé.

Un sonido en la cima de las escaleras le hizo levantar de golpe la vista.

Allí, al final de los peldaños, a la luz del foco justo encima de ella, Charis lo escrutaba perpleja. Jesse no pudo hacer otra cosa que devolverle la mirada en silencio, sin atreverse a retirársela.

Desde un extremo al otro de las escaleras, los dos se contemplaron por largo tiempo, hasta que, sin otra cosa que decir a la persona del otro lado de la línea, Jesse cortó la llamada.

Sintió como si el suelo se volviera hielo frágil bajo sus pies, el cual comenzara a resquebrajarse lentamente.

A mitad de lasescaleras, en medio de ellos, la luz proveniente de arriba era devoradaprogresivamente por la oscuridad del sótano. Y la única que iluminaba susalrededores se apagó cuando la pantalla del móvil se fue a negro, dejándolotodo en penumbras, tal como si hubiese acabado de partirse el hielo bajo suspies, y las aguas gélidas le tragasen, sumiéndolo en una oscuridad en la quedeseó desaparecer para siempre.


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