¡Final!
¡Hemos llegado al final!
Muchas gracias a todos por apoyar esta pequeña historia~
También quiero agradecer a hikaru-fukawara por toda la ayuda que me dio, en especial cuando me quede sin ideas xD
Espero que les guste~
MK espero a que Macaque trajera al grupo de vuelta antes de decidir darles la noticias de que debía irse, inventando una historia rápida de como debía ir por otro camino. El monje se mostro comprensivo, el cerdo y el de piel azul asintiendo ante sus palabras, mientras que los monos se quejaron pero luciendo resignados. Lo aceptaron después de unos minutos de quejarse, MK lamentándose el no tener su teléfono para sacar una foto de la extraña escena que hacia el par. Se despidieron, el menor viéndolos partir con algunas lagrimas saliendo de sus ojos, sin apartar la vista del frente hasta que el pequeño grupo desapareció de su vista.
-¿Listo?- Celestia extendió su mano, mostrando una pequeña sonrisa. El chico respiro profundo, dejando escapar un largo suspiro. Estaba ansioso por ver a toda su familia de nuevo y por volver a su departamento más moderno que el tiempo en el que estaba pero también estaba nervioso por las cambios que su pequeña aventura pudo haber dejado.
-Listo- asintió y tomo la mano ajena, cerrando los ojos ante el remolino de arena que los estaba rodeando. Era hora de volver a su tiempo.
... ... ... ...
MK abrió los ojos de repente, sentándose rápidamente, mirando a su alrededor. Estaba en piyama, con el cabello suelto, recostado en su cama y dentro de su departamento, el cual se veía tan desorganizado como siempre, su despertador indicando que le quedaban uno minutos antes de que sonara su alarma para ir a trabajar.
-¿Fue solo un sueño?- jadeo, sintiendo decepción ante la posibilidad de aquello pero cuando volvió a mirar su mesa de luz, sus ojos se abrieron al ver el pequeño reloj de arena allí, una ola de alivio inundándolo. No había sido un sueño, todo había pasado realmente, él había arreglado la relación del par de monos. Se concentro, sintiendo aquella sensación de poder que se le estaba haciendo tan familiar en su interior y alzando la vista, sonriendo al ver su bastón apoyado contra la pared. Eso no había cambiado, el aun era el sucesor, pero tenía curiosidad. Se levanto, queriendo ver si había algún cambio realmente grande en su rutina, apagando su alarma antes de que sonara, dándose una ducha y poniéndose ropa limpia, atando su fiel bandana en donde siempre la tenía. Miro el pequeño reloj y decidió agarrarlo, guardándolo en uno de sus bolsillos, dispuesto a devolverlo a las cosas guardadas de su maestro. Bajo dando saltos por la escalera, su animo elevándose ante la familiar y muy querida tienda de fideos, viendo a alguien muy familiar ya sentado allí. -¡Tang!- se lanzo a abrazarlo con fuerza y entusiasmo.
-Hey MK- el adulto estaba confundido ante el repentino salido pero no dudo en corresponder el gesto, sonriendo ligeramente, la emoción ajena siendo extrañamente contagiosa.
-¡MK!- el mencionado soltó al mayor y se volteo, sonriendo al ver a su jefe tras el mostrador, agitando una cuchara de madera y con el ceño fruncido. -¡Al fin te levantas, los pedidos se acumulan!- gruño. -¡Mas te vale que te apures o te despido!-
-¡Pigsy!- chillo, lanzándose para abrazar al demonio, quien parecía confundido mientras palmeaba la espalda del menor con torpeza. Lo soltó después de unos segundos, mostrando una gran sonrisa. -¡En seguida entrego todo, señor!- junto todo y lo subió al carrito de entregas, pisando el acelerador. Hizo sus entregas mucho más rápido de lo usual, de muy buen humor, encontrándose con su mejor amiga en el camino. La abrazo lleno de entusiasmo y alegría, la chica correspondiendo sin pensar y con el mismo entusiasmo, ella arrastrándolo hacia la sala de juegos más cercana. Mucho más tarde, se despidió y empezó su camino hacia la casa de su maestro, sintiendo un nudo de emoción en su estomago a medida que subía la montaña pero sintiéndose algo decepcionado cuando nadie más que los adorables monos de pelaje blanco lo recibieron. No había nadie al parecer. Miro hacia la casa del mayor y a pesar de ser una invasión, entro, yendo directamente al gran cuarto lleno de mercancía y otras cosas donde todo empezó, notando fotos nuevas que adornaban las paredes de la casa, fotos del par de monos. Logro encontrar la caja con la que había tropezado, abriéndola, encontrándose con dibujos y fotos, muchos de ellos con aquel grupo tan peculiar pero todas con Macaque ahora incluido, los monos luciendo grandes sonrisas en algunas de las fotos.
-Pareces sorprendido...- hablo Celestia, apareciendo de repente a su lado. -...te dije que habías logrado cambiar su futuro, que habías logrado que volvieran a ser amigos-
-L-Lo sé...pero...- su vista se nublo de repente por las lagrimas. Estaba tan aliviado y feliz de que todo lo que había hecho hubiera funcionado, de haber podido arreglar la amistad de ese par y de no haber arruinado nada. -...e-estoy...tan feliz- sollozo, había estado tan cansado y estresado, tan asustado de arruinarlo todo pero lo había logrado, no había fallado. Intento detenerse al escuchar voces familiares que se acercaban pero no podía, las lagrimas seguían saliendo.
-Hey Kid, viniste más temprano de lo usual pero...- Wukong se detuvo en seco al ver a su sucesor sollozando.
-Hey, ¿Qué te pasa?- Macaque se paro a su lado, notando entonces el estado del menor.
-¡MK!- ambos se acercaron con preocupación, confundidos y con algo de pánico ante el repentino llanto, mientras que el menor solo podría llorar mientras se aferraba a ambos.
-Que niño tan raro...pero noble y amable...- tarareo Celestia, desvaneciéndose por el momento, dejando al par de mono en pánico que intentaban consolar al chico sollozante.
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