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Capítulo 19. Lo Hiciste Espectacular

Capítulo 19.
Lo Hiciste Espectacular

Monique no había visto tanta gente reunida en la escuela como ese día; e irónicamente se trataba de un sábado. El estacionamiento estaba lleno, no sólo de vehículos pequeños, sino también por cuatro autobuses con los colores y nombres de otras escuelas en sus costados. Tuvieron problemas para encontrar donde dejar su vehículo, y su madre tuvo que dar varias vueltas por la cuadra antes de encontrar un sitio adecuado; no era precisamente uno del todo legal, pero dado que ya iban peligrosamente tarde, Monique no podía ponerse quisquillosa.

Los Devil avanzaron hacia el gimnasio, cruzándose irremediablemente con más de una animadora, calentando, conversando, o dirigiéndose también hacia el mismo sitio que ellos. Varios acompañados, por supuesto, por sus padres, amigos, entrenadores... Y aquello fue aún mayor en cuanto cruzaron las puertas del gimnasio.

El sitio estaba prácticamente a reventar, con las gradas ya casi llenas de espectadoras, y los diferentes grupos de animadores congregándose poco a poco en sus respectivos puntos asignados. El único punto completamente despejado, de momento, era el centro de la cancha, en donde cada equipo realizaría su rutina; por lo demás, era difícil avanzar más de un metro sin tener que esquivar a alguien.

—Hay más gente de la que esperaba —masculló Monique, entre sorprendida, nerviosa... y asustada.

—Eso significa más gente que te vea triunfar, hija mía —comentó su padre, rodeando sus hombros de forma reconfortante con uno de sus brazos—. Disfruta su admiración, y aliméntate de ésta —profirió con ímpetu, alzando su puño al aire como si de una ferviente declaración de guerra se tratase.

—Sí, claro... eso haré —murmuró Monique, esbozando una pequeña sonrisita. De los tres, era claro que su padre era el más emocionado con todo ese asunto; quizás demasiado—. Bueno, debo ir y reunirme con el resto del equipo.

—Adelante, querida —indicó Harold, apartando su brazo de ella—. Buscaremos asiento y te veremos más tarde, ¿de acuerdo?

Monique asintió como respuesta. Se giró un momento hacia su madre, esperando quizás que le dijera algo, pero no lo hizo. Amanda estaba con sus brazos cruzados, mirando con enojo hacia un costado; prácticamente con la misma actitud que había tenido desde que pusieron un pie afuera de la casa. De los tres, era claro que la menos feliz con el asunto era ella.

Monique prefirió entonces adelantarse como había dicho, y comenzó a avanzar con paso cauteloso en busca de Karly y los otros.

—¡Rómpete una pierna! —le gritó Harold en alto mientras se alejaba.

—¡Eso es para el teatro! —le respondió Monique, un tanto alarmada. Luego añadió para sí misma en voz baja—: No creo que desear eso en este caso sea buena idea...

Harold la despidió efusivamente con un vaivén de su mano, hasta que la perdió de vista entre la multitud. Sólo hasta entonces Amanda habló al fin.

—No puedo creer que mi hija esté compitiendo en un absurdo concurso de animadoras —masculló con marcada molestia—. Después de todo lo que me he empeñado en reforzar sus habilidades, y encaminarla por el camino del bien...

—Exageras, Amanda —respondió Harold, más divertido que preocupado por el mal humor de su esposa—. ¿Por qué no lo ves más cómo una competencia atlética en donde tu hija podrá aplastar a los demás haciendo uso de las cosas que le has enseñado?

Aquella idea pareció captar el interés de Amanda, que se giró al instante a mirarlo con expresión inquisitiva.

—¿Es ese tipo de competencia en donde Monique podrá aplastar a sus rivales con el peso de su espada? —inquirió con curiosidad.

—No... definitivamente no —musitó Harold con precaución.

Comenzaron entonces a abrirse paso para buscar algún sitio disponible en las gradas, de preferencia en el centro donde pudieran ver mejor.

—Mejor sólo intenta olvidar tus traumas con las animadoras por un rato, y enfócate en animar a tu hija, ¿sí? —propuso Harold con voz animada.

—¿Y qué crees que hago? Estoy aquí después de todo, ¿no?

En ese momento, y de seguro inspirada por todo el cumulo de sentimientos negativo que la carcomían, Amanda se las arregló para hacerles un campo, aunque para ello tuviera que empujar a un sujeto por la espalda con una planta de su pie, y prácticamente hacerlo rodar gradas abajo entre la gente. Y sin remordimiento alguno, se sentó y se cruzó de piernas. Harold no tuvo más remedio que sentarse a su lado sin chistar.

—¿Y por qué tú estás tan de acuerdo con todo esto? —le cuestionó Amanda de pronto, volteándolo a ver de forma acusadora—. Eso hace que todo me resulte más sospechoso.

—Siempre tan paranoica, querida —exclamó Harold, agitando una mano en el aire con indiferencia—. Pero, hablando de eso...

El rostro del Sr. Devil se tornó un poco más serio de pronto, y comenzó a recorrer su vista por todo el gimnasio, o al menos por todo lo que alcanzaba a ver desde su posición.

—¿No sientes algo extraño en el aire?

—¿Además del molesto peso de la muchedumbre reunida en un espacio cerrado? —respondió Amanda con tedio.

—No, no es eso. Es una sensación extraña, pero... un poco familiar.

Harold se quedó un rato más mirando a su alrededor, en busca de algo que le diera alguna pista sobre de dónde provenía esa incomodidad, pero no obteniendo ningún resultado.

—Quizás sólo tengo hambre —concluyó al final, colocando además una mano contra su abdomen—. ¿Vamos a cenar algo delicioso luego de esto?

—Me leíste la mente —secundó Amanda, esbozando incluso una pequeña sonrisita. Eso ya era un avance.

— — — —

Mientras avanzaba, Monique repasaba su mirada por el gimnasio. Había contado al menos cuatro uniformes de animadores diferentes al suyo, lo que significaba que debían ser cuatro equipos de otras escuelas. Cayó en cuenta entonces de que en realidad no sabía cuántos equipos iban a competir, en qué consistía exactamente la competencia, cuál era el premio...

En realidad no sabía nada, pero eso no era su culpa. Hasta hace un día ni siquiera sabía que le iba a tocar competir, después de todo.

Vio a los demás equipos calentando entre ellos, ensayando, algunos incluso efectuando algunas piruetas y saltos. Todos parecían muy dedicados y concentrados en sus tareas. De seguro al igual que Karly, habían pasado semanas entrenando y perfeccionando sus rutinas, hasta dominarlas por completo. Y aun así aprovechaban hasta el último minuto para asegurarse de estar física y mentalmente preparados.

Ese era el nivel de dedicación y empeño que todos ellos ponían en esto que les apasionaba.

Y del otro extremo estaba ella, que daría lo que fura por estar en cualquier otro sitio distinto ese sábado, o al menos estar entre el público animando a su amiga Karly, y no ahí disfrazada de animadora. Porque sí, aquello para ella no era un uniforme; ella no era una animadora de verdad, sólo fingía ser una.

Monique resopló, como si dejara escapar con eso un poco de la presión y ansiedad que la invadían por dentro.

Aún cabía la posibilidad de que no tuviera que hacerlo. Quizás la Subcapitana había lograda convencer a Lily del gran error que eso ameritaba, y reincorporaría a Karly a la formación. Era lo más sensato, y ella parecía una persona sensata... más o menos.

Iba caminando tan metida en todos pensamientos y preocupaciones, que inevitablemente terminó chocando con alguien al no fijarse por dónde iba. Su costado chocó contra el de aquella otra persona que venía en su dirección contraria, y ambos se empujaron mutuamente hacia atrás. Monique retrocedió trastabillando un par de pasos, pero rápidamente plantó sus pies en tierra para evitar caer.

—Lo siento —pronunció apenada, alzando su vista hacia la persona con la que había chocado—, estaba un poco... distraída...

En cuanto su mirada se posó en aquella persona, so voz se apagó en su boca, y sus ojos se abrieron grandes como dos lunas, que de forma inevitable recorrieron su figura.

Era una chica en uniforme de animadora color rojo con negro; uno de los otros cuatro que ya había visto. Era unos centímetros más alta que ella, de piel morena, cabello muy oscuro y abundante, atado en una cola hacia atrás. Pero, sus características más notorias, y lo que provocó la reacción de Monique, fueron las grandes orejas puntiagudas y peludas que sobresalía de su cabeza, del mismo tono oscuro que su cabello, y la cola gruesa que se asomaba desde detrás de ella. Su rostro en general mantenía rasgos comúnmente humanos, pero sus ojos eran dorados y de pupilas alargadas verticales, y de su boca se asomaban dos largos colmillos. Sus manos igualmente tenías garras largas y puntiagudas.

«Una chica lobo» pensó Monique, totalmente azorada. Era una criatura del Submundo, ahí mismo... usando un uniforme de animadora como ella.

Y un recuerdo se le vino a la mente, de unos días atrás. En su primer día practicando con Karly y los otros, Daphne le había mencionado que en otra escuela habían aceptado a una chica mitad lobo en su equipo. Debía ser ella... ¿verdad?

Cuando logró salir de su impresión inicial, Monique notó que su reacción de sorpresa no había sido únicamente suya. La chica lobo de hecho la mirada con igual o incluso más asombro en su rostro, e incluso parecía un tanto asustada.

—Por los Infiernos —exclamó la chica lobo de pronto, y en su voz resonó un fuerte acento—. ¿Eres tú, cierto?

—¿Yo? —preguntó Monique, confundida.

En cuanto aquella chica la escuchó, fue como si en su cabeza algo se encendiera; como si hubiera recordado de pronto que había dejado la estufa prendida, pero por supuesto no era eso. Al instante dio un paso hacia atrás, e inclinó ligeramente su cuerpo hacia el frente y extendió sus brazos hacia atrás, en una pequeña pero perfecta reverencia.

—Disculpe mi torpeza, alteza —susurró apenada—. Yo soy la que no vio por donde iba.

«Oh, por favor, no» pensó Monique sintiendo un nudo en el estómago al verla hacer tal cosa. A lo largo de sus dieciséis años de vida, cuando se cruzaba con alguna criatura del Submundo, usualmente sólo había dos reacciones posibles de su parte: o querían matarla... o se inclinaban y arrodillaban ante ella. Por raro que sonara, Monique prefería la primera opción; al menos si la atacaban sabía bien cómo defenderse.

—Por favor, no hagas eso —le susurró entre dientes. No le pasó desapercibido que aquello había llamado las miradas de más de uno, sino era ya suficiente que se fueran una chica lobo y una chica de piel gris y un cuerno conversando.

—Sí, lo siento —se disculpó la muchacha, apenada, y se incorporó de nuevo al instante—. Es un honor conocerla. Mi madre me ha hablado mucho de usted.

—¿De mí? —exclamó Monique, confundida.

La chica asintió.

—Es la nueva Señora del Mal, ¿no es cierto? La hija de Haroctis Devil.

—Sí... algo así —musitó Monique, colocando una mano atrás de su cabeza—. Pero, por favor, no lo estés diciendo por ahí.

—Como usted diga, alteza —indicó la chica lobo, inclinándose de nuevo por un segundo, quizás por un mero reflejo involuntario—. ¿Acaso participará? No sabía que también era animadora.

—Es algo... nuevo. ¿Cómo te llamas?

—Amelia, alteza. Amelia Moonshine.

—Qué bello nombre —indicó Monique, esbozando una pequeña sonrisa—. Entonces... ¿uno de tus padres es una criatura del submundo?

—Sí, alteza —respondió Amelia, con bastante firmeza, casi como si le respondiera a un general del ejército—. Mi madre es una orgullosa mujer del clan de los Lobos Negros. Y yo estoy igualmente orgullosa de mis raíces.

—Entiendo —susurró Monique, asintiendo un tanto maravillada.

Le sorprendió un poco darse cuenta de que su situación era muy parecida a la suya: una chica adolescente mestiza que vivía en el mundo humano. Pero, a diferencia de Amelia, Monique no podría decir que se sintiera precisamente "orgullosa de sus raíces". Aunque no era tampoco que le fuera posible ocultarlas, en realidad.

En todo caso, no pudo evitar preguntarse qué más cosas tendrían en común.

—Y dime... ¿Cómo te va viviendo y estudiando con humanos? ¿Te tratan bien?

Las palabras habían surgido prácticamente solas de su boca. En verdad deseaba saberlo.

Notó entonces como el rostro de Amelia se ensombrecía un poco, y por primera vez rehuía de su mirada, virándose discretamente hacia un lado.

—No todos —susurró con pesar en su voz, pero casi inmediatamente después una pequeña sonrisita alegre iluminó de nuevo su rostro—. Pero tengo amigos que me apoyan, y hacen todo más llevadero.

Escuchar aquello alegró a Monique más de lo que se hubiera imaginado.

—Sí... entiendo ese sentimiento —susurró en voz baja, no teniendo claro si lo decía más para sí misma.

Como invocada por su pensamiento, escuchó en ese instante la voz de Karly, resonando entre los murmullos de la multitud.

—¡Monique!

Se giró a ver más allá de Amelia. Unos metros detrás de ella, distinguió a su amiga, agitando una mano en el aire para hacerse notar. Monique le regresó el gesto y asintió, para dejarle claro que la había visto.

—Me agradó conocerte, Amelia —le dijo a la chica lobo antes de comenzar a retirarse—. Mucha suerte en la competencia.

—A usted también, alteza.

—Sólo llámame Monique, por favor.

—Lo que usted diga... —Amelia vaciló un momento, pero al final cumplió la petición—. Monique.

Cada una siguió en la dirección original a la que iban, y Monique se dirigió al encuentro de su amiga. Karly se veía bastante animada de verla; ni se le notaba en el rostro que habían estado hasta tarde la noche anterior practicando el salto mortal con giro triple.

—Qué bueno que llegaste —exclamó Karly—. Daphne me ha estado preguntando por ti desde hace rato.

—Lo siento, es que vine con mis padres y no encontrábamos estacionamiento. Hay demasiada gente.

—Y esto no es nada. Si pasamos a las regionales, será el doble o el triple de público.

—Oh, genial —susurró Monique, esbozando una pequeña sonrisita nerviosa.

A su lista de cosas que no entendía de una competencia de animadoras, podía sumarle el que no acabaría ahí como había pensado.

Karly guio a Monique hacia el sitio asignado para ellos, en donde ya pudo divisar al resto del equipo, todos con su uniforme azul y dorado, todos preparándose al igual que los demás.

—Karly, Monique —intervino la voz de Daphne, que rápidamente se hizo notar aproximándose hacia ellas—. ¿Cómo les fue en su práctica? —le preguntó rápidamente, sus ojos brillando nerviosos y expectantes.

—Yo... —balbuceó Monique, un poco insegura sobre cómo responder. Por suerte, Karly lo hizo por ella.

—Bastante bien. Creo que lo ha dominado.

Monique no la desmintió. Lo cierto es que en efecto sus últimos intentos de la noche habían salido bien, y en su mente creía ya haber entendido la técnica y cómo ejecutarla. Pero siempre cabía la posibilidad de un desliz de último momento...

—No saben lo aliviada que me hace sentir oír eso —dijo Daphne, soltando a la vez un largo suspiro de alivio—. Les juro que Intenté de todas las formas convencer a Lily, pero me fue imposible. Se mantiene firme en su decisión. Me temo que tendrás que salir, Monique.

Monique no se sentía sorprendida ni decepcionada por ello. De cierta forma ya se había hecho a la idea, aunque mantuviera la pequeña esperanza.

—Ella saldrá, y lo hará increíble —aclaró Karly, con suficiente confianza por la dos.

—Confío en ustedes —susurró Daphne con voz reconfortante. Le dio a cada una un pequeño apretón en su hombro, y se dirigió de inmediato a hablar con el resto el equipo.

—No puedo creer que en serio vaya a hacer esto —masculló Monique, sonando casi como si le doliera al hacerlo.

—Estarás bien —le dijo Karly, tomándola de los hombros—. Practicaste todo lo que pudiste. Confío en que lo lograrás.

Monique alzó su mirada para verla a los ojos, regalándole además una pequeña sonrisita de alegría. Al escucharla tan confiada, incluso podía llegar a creérselo; sólo un poco.

—Gracias, Karly —le murmuró despacio.

—No me des las gracias. Recuerda que yo fui la que te metió en todo este embrollo en primer lugar.

—No lo digo sólo por esto —aclaró Monique, negando con la cabeza—. Sino a todo. Por aceptarme y ser mi amiga. No sabes lo diferente que ha sido todo por tenerlos a Billy y a ti en mi vida. Haré esto y daré todo de mí... para no decepcionarte.

Karly pareció un poco destanteada por aquellas palabras. Claramente no las esperaba en ese momento y lugar. Un pequeño rubor pintó sus mejillas, sintiéndose de pronto un poco apenada, aunque también visiblemente muy feliz.

—No hay forma en que puedas decepcionarme —aclaró Karly, dándole un pequeño empujoncito juguetón en el brazo—. Eres Monique Devil, después de todo. La que todo lo puede.

—Ojalá fuera cierto —suspiró Monique, aunque también al parecer un poco bromista.

Gran parte de su estrés de hace un momento parecía haberse diluido.

—Ahí está mi estrella —escucharon ambas que exclamaba Lily efusiva, mientras se les acercaba por un costado. La capitana lucía radiante como siempre, sobresaliendo con su sola presencia, incluso en un sitio lleno de tantas personas y otras animadoras. Se paró a su lado, y centró su atención en Monique—. ¿Lista para brillar esta noche?

Monique miró un instante a Karly antes de responder. Ésta la sonrió y asintió.

—Estoy lista.

—Excelente —espetó Lily, aplaudiendo con fuerza—. Ya casi comienza esto, así que —se viró entonces hacia el resto del equipo y habló en alto para que todos la escucharan—, todos los titulares vengan conmigo hacia nuestra posición. La reservas quédense aquí.

Sin objeción alguna, todos comenzaron a hacer justo lo que su capitana les indicaba.

—Karly —pronunció Lily, haciendo que la chica se sobresaltara un poco con sorpresa. Se giró entonces a mirarla.

—¿Sí, Lily? —pronunció Karly con firmeza, parándose delante de ella con el rostro en alto.

—Sé que esto no fue fácil ni agradable para ti —explicó Lily con voz reconfortante, apoyando además una mano sobre su hombro—. Pero no olvidaré que me hiciste este favor, te lo prometo. Luego de esta noche, todo será mucho mejor para ti.

El rostro de Karly se iluminó como el sol al escucharla, y su corazón se aceleró de la emoción.

—Gracias, Lily —respondió despacio, su voz apenas siendo capaz de escapar por sus labios como un pequeño murmullo.

Lily le ofreció un pequeño guiño de complicidad, antes de apartarse de ella.

—¡¿Oíste eso, Monique?! —exclamó en alto, virándose hacia su amiga aún de pie a su lado.

—Sí, lo oí —susurró Monique. Escuchar que Lily reconocía al fin el esfuerzo de Karly, la hacía sentirse más animada a hacer un gran papel esa noche.

—Andando, andando —pronunció Lily en alto, aplaudiendo—. No te quedes atrás, Monique.

—¡Sí!

La joven de piel gris se giró un momento a mirar a su amiga, que le ofreció sus dos pulgares arriba en señal de ánimo. Monique asintió una vez, y de inmediato aceleró para alcanzar a los otros.

Karly permaneció de pie en su sitio, mirando cómo su equipo se dirigía hacia su posición para la ceremonia de apertura. Por supuesto, le hubiera gustado estar ahí de pie con ellos, pero en otra ocasión sería. Si todo salía bien esa noche, todo el esfuerzo habrá valido la pena; tanto para ella, como para la propia Monique, claro. Ahora tendría más amigos, sería popular, incluso quizás...

—Karly —pronunció una voz repentina a sus espaldas, que la hizo soltar al instante un chillido de susto, y girarse presurosa con una mano contra su pecho acelerado.

Al voltearse, a quien miró fue a Billy, que se había hecho un poco hacia atrás luego de aquel gritó por parte de su amiga.

—¡Billy! —exclamó Karly en alto con molestia—. ¿Qué haces acechando en las sombras?

—No estaba... —intentó replicar el muchacho por reflejo, pero se vio como intentó contenerse, y en su lugar adoptar una postura mucho más serena—. Sólo quería hablar contigo.

Karly bufó molesta y se cruzó de brazos.

—Cualquier comentario hiriente que tengas para compartir sobre la competencia, las animadoras, o mi persona, ahórratelo. Esta noche no estoy de humor para tus cosas.

—No es nada de eso —intentó explicar Billy, pero a Karly no le importó, y al instante se giró para darle la espalda. El muchacho suspiró con pesadez y pasó una mano por su nuca con nerviosismo—. Sólo quiero decirte que... lo lamento.

Aún sin ver su rostro, Billy pudo notar como Karly se sobresaltaba un poco al escucharlo.

—¿Qué? —murmuró la muchacha rubia, girándose hacia él para mirarlo con sus ojos bien abiertos.

—Lo lamento —repitió Billy cabizbajo, casi como si le doliera la garganta al decirlo.

—¿Puedes repetirlo? —musitó Karly, extendiendo su oreja derecha hacia él—. Creo que no te escuché bien.

—No te pases —masculló Billy entre dientes.

—Bueno, discúlpame —ironizó Karly—. Es sólo que creí que era casi imposible para el Sr. Cuervo aceptar que se había equivocado.

—Yo no dije que me hubiera equivocado.

—¿Ah, no? —inquirió Karly, enarcando una ceja, intrigada.

Billy volvió a suspirar, y desvió su atención hacia otro lado, rehuyendo al parecer de la mirada acusadora de su compañera. Ésta, a todas luces, esperaba una mejor explicación de por qué se estaba disculpando entonces.

—Simplemente... —balbuceó, sonado incluso un poco nervioso—. Es posible que me haya pasado con mis comentarios sobre las animadoras y su equipo. Debí haber intentado comprender que esto era algo en verdad importante para ti. Así que por eso... lo lamento.

La expresión y la postura de Karly se relajaron. Descruzó los brazos, dejándolos caer a sus costados, y haciendo a un lado su actitud defensiva.

—Vaya, esto sí que es increíble —señaló, genuinamente maravillada—. Debió haberte costado hacerlo, ¿cierto?

—Cómo no tienes idea.

—Está bien, acepto tus disculpas. Por esta ocasión, ¿oíste?

Lo apuntó con su dedo índice, como señal de advertencia. Billy sonrió de manera disimulada, pero Karly por supuesto que lo notó.

—Y, bueno, ya que estamos en esas... —masculló la jovencita rubia, un tanto afligida—. Quizás yo también me equivoqué un poco. Debí haberte escuchado. No tendría que haberle insistido tanto a Monique con que se unieran al equipo, a pesar de que ella repitió varias veces que no quería hacerlo. Y luego la seguí presionando con que continuara hasta al final. Fui muy egoísta, ¿cierto?

—Quizás un poco —respondió Billy sin pensárselo ni un poco—. Pero también creo que lo hiciste porque genuinamente pensaste que la estabas ayudando.

—¿Y cómo lo sabes?

Billy la miró con expresión pícara.

—Es lo que un miembro del MTJGRP haría, ¿no es cierto?

Karly no pudo evitar soltar una sonora risotada al escucharlo, aunque al instante se forzó para que no se prologara de más.

—Buena respuesta. Sigue así, y quizás al fin te deje unirte de forma oficial.

—Me falta la parte de ser rico y popular.

—Oh, no sé. Al menos con una de ellas te pudiera ayudar —indicó Karly, y se le aproximó rápidamente. Y antes de que Billy pudiera reaccionar, comenzó a recorrer sus dedos por sus cabellos oscuros, intentando reacomodarlos—. Quizás con otro peinado, una ropa diferente, una mejor actitud...

—Estoy bien así —indicó Billy con severidad, tomando en ese momento su mano para apartarla de él.

Sus miradas se cruzaron en ese instante, y ambos fueron conscientes de lo cerca que se habían puesto. El rostro de ambos tomó un poco de color, y sin decir nada cada uno dio un paso hacia atrás, recuperando la distancia adecuada.

Karly carraspeó un poco, y se alisó la falda de su uniforme.

—¿Te puedo preguntar algo? —susurró de pronto.

—Si quieres —respondió Billy, más que feliz de cambiar de tema. Y en parte lo hicieron, pero en parte no.

—¿Por qué te pusiste tan pesado con el tema de que Monique se uniera al equipo? —inquirió Karly, mirándolo de soslayo—. ¿Tanto odias a las animadoras?

—Yo no las odio. No fue por eso.

—¿Entonces por qué?

Billy agachó la mirada, pensativo. Karly notó desde su posición como su mandíbula y sus hombros se tensaban, y su puño derecho se apretaba; como si algo le doliera, o estuviera luchando con algo dentro de él que se sentía muy parecido a dolor. Aquello la desconcertó un poco. ¿Qué le estaba afectando tanto...?

—Karly —susurró Billy en voz muy baja, y lentamente alzó su mirada de nuevo hacia ella. Abrió su boca, pero lo que fuera a decir no logró a salir, pues una voz a través de los parlantes de las bocinas se hizo sonar primero.

—Atención, damas y caballeros. Estamos a punto de comenzar con el evento de esta noche. Por favor, tomen sus asientos, y prepárense para deleitarse con las rutinas de nuestros talentosos jóvenes.

A su llamado, le siguió una música electrónica para comenzar a ambientar.

Billy suspiró, casi aliviado, como si aquello hubiera sido su campana de salvación para no tener que decir más; al menos de momento.

—Hablemos después de esto —propuso en su lugar.

Karly no estaba del todo conforme con la idea, pero no le quedaron muchas alternativas. De todas formas ya no podían hablar bien con esa música, y con la competencia a punto de comenzar.

—Seguro. Hablamos después de que el evento termine, ¿de acuerdo?

—Es una cita —bromeó Billy, con una sonrisita socarrona en los labios.

—Ya quisieras —rio Karly, sarcástica, y comenzó sin más a avanzar para colocarse en un sitio cerca de su equipo, pero fuera de la cancha.

No era claro si esperaba que Billy la siguiera o no, pero al cabo de un rato lo hizo. Pero primero, se tomó un momento para mirar hacia la nada, y dejar que todo el desasosiego y la preocupación que le invadían se materializara en su rostro.

«¿Y ahora qué se supone que debo hacer...?»

— — — —

La competencia comenzó no mucho después, con la presentación de las cinco escuelas que competirían esa noche, y sus respectivos equipos. Se presentaron también a los que serían los jueces de esa noche que calificarían cada rutina: la presidenta del comité organizador, el Dir. Rough, y una mujer muy elegante y bonita que, al parecer, era entrenadora de animadoras a nivel profesional; para nada poca cosa.

Siguió unas palabras de la presidenta del comité, y otras más del Dir. Rough, como director de la escuela anfitriona de esa velada. A Monique le seguía sorprendiendo lo importante que al parecer eran las animadoras para toda esa gente. Y tras ese corto tiempo en el que ella misma había sido una, ya no las vería de nuevo igual a como las veía antes.

Terminadas las presentaciones y palabras de aliento, se hizo una explicación rápida de cómo se haría la competencia. Los jueces se colocarían en una mesa a un costado de la cancha, justo frente al área en donde cada equipo ejecutaría su rutina ensayada, al ritmo de la música escogida. Tras demostrar su rutina, cada juez les daría una calificación secreta, y al final entre los tres deliberarían para dar el trofeo de primero, segundo y tercer lugar, aunque sólo el primero y el segundo pasarían a las regionales.

Sencillo de entender. Sólo había pasar a la cancha y dar lo mejor de sí para impresionar a los jueces; lo demás ya no estaba en sus manos.

El último paso para pasar ya las rutinas, fue sortear los turnos en los que cada equipo se presentaría. Para ello, cada capitana sacó de una caja unas esferas con números; a Gray Peaks High le tocó el 3.

Y ya realizadas todas las preparaciones previas, ahora sí tocaba al fin comenzar con la parte interesante de la noche.

El primer equipo acudió a su llamada, apoderándose del centro de la cancha. Y en cuanto su música comenzó a sonar por las bocinas del equipo de audio, empezaron a moverse en perfecta sincronía. Monique observó atenta cada uno de sus movimientos. Eran buenos, igual de hábiles que Lily y los otros, aunque quizás un poco menos precisos en su sincronía. En cuanto terminaron, fueron premiados con una larga tanda de aplausos.

Pero el segundo equipo lo hizo aún mejor; era justo el de la Escuela 24, el equipo de Amelia. Monique puso aún mayor atención a esta rutina, y en especial a la chica lobo que acababa de conocer. Pero aún antes de que incluso empezaran, se percibió una sensación densa y pesada en cuanto el público general posó sus ojos en Amelia; en especial en sus orejas que sobresalían hacia arriba, su larga cola, y garras. Monique lo sintió, y lo notó aún más al voltear a las gradas y ver cómo varios de los ahí sentados murmuraban entre sí de forma discreta. Eso le preocupó un poco.

Sin embargo, si acaso Amelia también notó aquel cambio, no pareció afectarle en lo absoluto, pues hizo un trabajo extraordinario en coordinación con el resto de su equipo. Su rutina se basaba en muchos giros y saltos, y Amelia sobresalía en cada uno de ellos. Al terminar, también recibieron su ronda de aplausos... pero relativamente menor a la anterior, pese a que lo habían hecho de maravilla.

Al notar esto, Monique no vaciló en aplaudir con muchísima más fuerza, intentando que se hicieran oír. Igual Amelia y su equipo no demostraron desanimarse por ello, y se retiraron de la cancha saludando y sonriendo con alegría.

Monique sonrió satisfecha.

Por su parte, desde el centro de las gradas desde las cuales se habían sentado, Harold y Amanda Devil habían estado viendo todo el evento con relativa calma. Y tras esa segunda rutina de la 24, Amanda incluso se unió a los aplausos de felicitación.

—Bien, admito que no es como lo imaginaba —comentó Amanda tras dejar de aplaudir—. De cierta forma, es una demostración aceptable de habilidades atléticas.

—Ah, parece que alguien ya se está divirtiendo —comentó Harold con tono animado.

—Yo no lo diría de esa forma. Pero sí hace que me dé curiosidad ver qué tal le va a Monique.

—Le irá de maravilla. Ninguno de estos chicos le llega ni a los talones a sus habilidades.

—En eso estoy de acuerdo —secundó Amanda, notándose incluso orgullosa al hacerlo.

Por otro lado, aunque Monique no compartía al ciento por ciento la seguridad de sus padres, tras observar con tanto detenimiento esas dos rutinas, le había quedado algo claro. Las dos habían sido buenas y muy bien ejecutadas, con maniobras llamativas y movimientos bien coordinados...

Sin embargo, ninguna tenía una acrobacia tan espectacular y vistosa como el salto final de la suya.

Ahora Monique podía ver con mayor claridad que realmente ese final era la joya de la corona; lo que muy seguramente los haría ganar al final. No le extrañaba que Lily y Karly le dieran tanta importancia, aunque al final sólo reafirmaba su idea de que hubiera sido mejor que lo hiciera esta última.

Pero no había tiempo para seguirse cuestionando al respecto, pues el momento había llegado.

—Y ahora —se escuchó pronunciar la voz del anunciador por su micrófono—, toca el turno de la escuela anfitriona de esta noche: ¡el equipo de Gray Peaks High!

El gimnasio estalló en gritos de emoción, pues todos los demás alumnos, maestros, familia y amigos de la Gray Peaks High comenzaron a vitorear ante la sola mención de su equipo. Y entre todos esos gritos se mezclaban los de un muy orgulloso y emocionado Harold Devil, que incluso se paró en su asiento, alzando sus brazos en alto y haciendo hondear su capa.

—¡Eso es! ¡Tú puedes Monique! ¡Wuh!

—Oiga, siéntese —le reprendió un hombre sentado en la grada de atrás, pero Harold estaba tan ensimismado en su excitación que no lo escuchó.

La emoción de Amanda era más apagada, al menos desde afuera. Pero su atención entera por supuesto que se centró en la cancha, a la espera de la próxima demostración de su hija.

—¿Listos? —preguntó Lily, girándose hacia su equipo con una sonrisa confiada en los labios—. Vamos a darlo todo. ¡Andando!

Todos sus compañeros soltaron un grito de emoción y apoyo. La capitana comenzó a avanzar rápidamente hacia la cancha, y los demás la siguieron de cerca, dando brincos y saludando a las personas a su paso. Entre ellos, por supuesto, iba Monique. Ésta iba bastante menos efusiva que los otros, pero no por eso desalentada; quizás a lo mucho algo nerviosa.

Recorrió su mirada por el público. No tardó en encontrar a su padre, parado y haciendo un escándalo, y a su madre sentada a su lado. Se sintió gravemente avergonzada por ello, así que rápidamente se giró hacia otro lado para no mirarlo directamente.

En otra dirección, cercana de dónde venía, divisó a Karly, que aplaudía con sus brazos en alto, y gritaba con fuerza; parecía ser la más emocionada del lugar. Y unos metros a su diestra, se hallaba Billy, con los brazos cruzados y mirada severa, pero puesta en su dirección. Monique sabía bien que ese no era el sitio en el que le gustaría estar esa noche de sábado, y que desde el inicio no estaba convencido de nada de eso. Aun así, le agradecía que estuviera ahí, y que la hubiera ayudado tanto a practicar.

No todos, pero tengo amigos que me apoyan, y hacen todo más llevadero, le había dicho Amelia, y ciertamente Monique comprendía lo que le decía. Karly y Billy se habían vuelto rápidamente esas personas para ella. Si estaba ahí y haría todo eso, era sólo por ellos.

El sonido de la música en las bocinas la sacó de sus pensamientos y la hizo ponerse alerta en el lugar y momento actual.

Guiados por Lily a la cabeza, la escuadra comenzó a moverse en una sincronía casi perfecta, entre ellos y con la música elegida. Todos eran partes de un delicado mecanismo, del cual Monique era una pieza más.

Todo en el público observaban atentos e impresionados cada uno de sus movimientos y saltos. Karly analizaba a cada uno de sus compañeros, nerviosa y pendiente de cualquier pequeño error y desliz. Billy más que nada miraba a Monique.

Amanda y Harold, por supuesto, tenían su atención puesta en su hija; la primera enfocada principalmente en el esfuerzo físico que ésta aplicaba a cada una de sus acrobacias. Y, como no podía esperar menos, Monique lo estaba haciendo todo de maravilla; pero no tan impresionante como Amanda sabía que era capaz.

—Esos movimientos están muy por debajo de su nivel —comentó Amanda, no como una crítica, sino simplemente señalando un hecho—. Si la dejaran lucirse en todo su esplendor, dejaría a todos estos chiquillos en ridículo en un instante. ¿No lo crees, Harold?

Su esposo a su lado, permaneció en silencio como respuesta a su pregunta. De hecho, había estado extrañamente callado desde hace un rato.

—¿Harold? —masculló Amanda, confundida, girándose hacia él. Le sorprendió notar casi de inmediato algo extraño en su marido. Su expresión estaba petrificada en una inusual expresión de sorpresa, o incluso... espanto.

—Ese baile, esos movimientos... —masculló en voz baja. Y entonces, la claridad lo golpeó como un balón directo en la cara—. ¡Oh no! —gritó muy alto, parándose de un salto de su lugar. Su movimiento fue tan abrupto, que Amanda rápidamente se exaltó también.

—¿Qué? —le preguntó, confundida.

—¡Ya sé de dónde viene esa sensación tan familiar que sentí al entrar! —respondió en alto, como si esperara que aquello diera alguna luz, pero en realidad no lo hizo—. ¡Tengo que bajar!

Y sin más, comenzó a abrirse paso presuroso por las gradas, empujando a cuanta persona tuviera que empujar para poder bajar. Por supuesto, eso no era del agrado de los afectados, que de inmediato soltaron gritos e insultos, pero Harold siguió bajando sin detenerse ni un momento.

—¡Harold!, ¡¿qué haces?! —le exigió su esposa a sus espaldas, pero él continuó sin mirar a atrás.

A Amanda no le quedó más remedio que ir detrás de él, haciendo lujo de una agilidad bastante sobresaliente, que igual no evitaba que tuviera que hacer a un lado o pisar a algunas personas en el proceso.

Una vez llegó al suelo, Harold tuvo la intención de correr directo hacia la cancha, en contra de la escuadra de Gray Peaks High, y en específico contra su hija. Pero sus intenciones de momento fueron interceptadas por una muy, muy furiosa Srta. Cereza, que había presenciado desde su posición como aquel hombre hacia tal ajetreo en las gradas.

—¡¿Qué cree que hace?! —le gritó la profesora pelirroja, interponiéndose en su camino con los brazos extendidos. Harold frenó de golpe por reflejo, antes de chocar con ella. Estando ya tan cerca, la Srta. Cereza pudo contemplarlo con mayor detenimiento—. Oh, esos cuernos, esa piel, ese cabello... —murmuró con marcado desdén, en su voz y mirada—. Es el padre de esa niña, ¿cierto?

—No tengo tiempo, quien quiera que sea —prorrumpió Harold alarmado, e intentó sacarle la vuelta, pero la Srta. Cereza volvió a cortarle rápidamente el camino.

—¡De ninguna manera! No me sorprende que padre e hija sean por igual unos alborotadores y revoltosos. ¡Todos los de su clase son iguales...!

—¡Cállese la boca, señora Urraca! —le gritó Harold, para ese momento ya bastante exasperado.

La Srta. Cereza se sobresaltó, alarmada y atónita por escuchar tales palabras.

—¿Cómo me dijo? ¿Cómo se atreve...?

—¡Harold! —profirió Amanda con fuerza una vez estuvo ya a lado de su esposo. Rápidamente lo tomó del brazo, y lo sostuvo con fuerza para que no se le ocurriera siquiera intentar apartarse de ella—. ¿Qué demonios te pasa ahora?

—Amanda, no lo entiendes —murmuró Harold, nervioso—. Monique está por...

En el momento en el que Harold miró de nuevo hacia la cancha, reconoció con total horror que la rutina estaba a punto de terminar.

Ya sólo faltaba la última parte; la más importante de todas. Monique estaba en la posición de la saltadora, como había practicado tanto la noche anterior. Respiró hondo, y entonces corrió presurosa hacia los dos chicos que le darían el impulso para realizar el salto mortal.

—¡Detente, Monique! —gritó Harold en alto, intentando de nuevo lanzarse hacia la cancha, pero siendo detenido por Amanda y por la Srta. Cereza—. ¡No hagas ese salto...!

Pero su grito fue opacado por completo por la música.

Y además, ya era tarde.

Los dos chicos del equipo impulsaron a Monique, y ésta se elevó en el aire con gran gracia. Cruzó sus brazos contra su pecho, juntó sus piernas, y comenzó a girar con rapidez; una vez, dos veces, tres veces...

Tres giros perfectos, quizás los más perfectos que había hecho de todos sus intentos de prácticas, y ella así lo percibió. Enderezó entonces el cuerpo para colocarse en posición al descender.

Todo se hizo justo y cómo debía de ser. Karly ahogó un gritillo de emoción al notarlo, e incluso Billy se exaltó feliz al verlo. Todo el público había contenido el aliento mientras se ejecutaba el giro, e internamente se preparaban para aplaudir y gritar una vez la música terminara.

Monique descendió del aire, con sus pies bien plantados contra el suelo. Sus piernas se flexionaron un poco, pero de inmediato se enderezó, se paró recta, y alzó sus brazos triunfantes, mirando con una amplia sonrisa al público.

Un instante después, la música paró, y el retumbar de la explosión ensordeció todo lo demás...

A espaldas de Monique, mientras ella seguía viendo al frente con esa sonrisa de triunfo, pedazos de duela volaron en todas direcciones, al igual que el resto de los miembros de su equipo, impulsados por la onda expansiva de aquel repentino estallido de energía que se había suscitado justo en el centro de la cancha.

Monique tardó un poco en reaccionar. Su sonrisa se desvaneció, y bajó rápidamente los brazos. Se giró alarmada, en el instante mismo en el que un destello verde cubría por completo el gimnasio, acompañado de una neblina también verdusca. Monique ajustó su mirada para ver mejor, y distinguió con cierto espanto que tanto la luz como aquella neblina, emanaban ni más ni menos que de un gran agujero circular que se había formado en el suelo, y en el cual ella estaba parada a menos de un metro de su orilla.

—¿Qué es esto...? —masculló Monique, atónita. Y, por supuesto, su reacción era compartida por (casi) todos los presentes.

Los ojos rosados de Monique miraban inevitablemente hacia aquel agujero, que parecía profundo; muy profundo. Y entre todo aquel fulgor y niebla, algo llamó su atención: algo estaba comenzando a subir desde lo profundo de aquel pozo.

Algo grande...

El sonido de una risa resonando a su diestra la hizo reaccionar y girarse. Entre la neblina, vio una silueta alta aproximándose en su dirección, contoneándose con soltura. Poco a poco, conforme se fue acercando, le pareció reconocerla, pero al escucharla hablar lo tuvo más claro.

—Bien hecho, Monique —pronunció aquella persona con voz risueña—. Lo hiciste espectacular. Nadie podría haberlo hecho mejor; ni siquiera yo misma.

—¿Lily? —pronunció Monique, desconcertada.

La silueta surgió por completo de la neblina, y se plantó justo delante de ella. Monique pudo verla mejor, reconociendo en efecto que se trataba de Lily... o al menos en parte la reconoció, pues se veía muy distinta.

Tenía aún su traje de animadora, pero su piel se había tornado de un tono verdoso, y sus ojos de un dorado amenazador, como los ojos de una serpiente. Su cabello igualmente se había tornado verde, pero se veía extraño, como formado por varias hojas de árboles. Y de su espalda, parecían surgir cuatro largos tentáculos que ondeaban en el aire, como si fueran las ramas o enredaderas de un árbol.

Los labios de la animadora se estiraron hacia los lados, dibujando una sonrisa torcida de marcada malicia.

—Lilith Mandrágora, en realidad —le corrigió Lily con tono burlón.

—¿Mandrágora? —susurró Monique, aún bastante confundida.

Lily, o Lilith, avanzó hacia el agujero, hasta pararse justo a la orilla de éste. Echó vistazo a su interior, y su sonrisa se ensanchó aún más.

—¡Funcionó! —gritó en alto, emocionada, seguida de una risotada alegre. Se giró entonces hacia Monique para encararla con esos grandes y penetrantes ojos de serpiente—. Mi querida Monique Devil, quiero presentarte a mi madre: la gran y poderosa Lady Mandrágora.

Antes de que Monique lograra reaccionar del todo a esas palabras, vio con claridad como del agujero detrás de Lily surgía la silueta oscura de una enorme criatura; o al menos su cabeza de momento, y la identificó como tal cuando un par de ojos grandes y cubiertos de un fulgor verdoso se hicieron notar, y se fijaron justo en su dirección.

—¿Hola...? —masculló Monique, un poco nerviosa, alzando una mano tímidamente a modo de saludo.

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