Capítulo 15. Monique, la Animadora
Capítulo 15.
Monique, la Animadora
—¡¡Monique!! —gritó Amanda con tanta fuerza, que su grito retumbó en todo el barrio. Aunque, para esas alturas, la mayoría de sus vecinos ya se habían hecho a la idea de que no debían ponerle mucha atención a los extraños ruidos que provinieran de esa casa.
La familia Devil se encontraba esa noche reunida en la sala principal de su residencia. Harold y Amanda acababan justo de llegar al mismo tiempo de sus respectivos trabajos, y Monique ya los aguardaba, un tanto nerviosa para comunicarles una noticia importante. O quizás no tan importante en realidad, pero igual debía decirles. Y para facilitar la comunicación de dicha noticia, se había ayudado de un poderoso apoyo visual: su nuevo uniforme de animadora, de camiseta y falda de colores azules y dorados, con las letras GP bordadas en el torso.
La reacción de ambos al verla con aquello puesto había sido bastante similar a lo que Monique se había imaginado. Su madre la miraba con un marcado horror, y su postura era tensa, como si aguardara el ataque inminente de un enemigo. Por otro lado, su padre la miraba con ojos grandes, maravillados y llenos de asombro, y una amplia sonrisa de júbilo en sus labios.
—Por favor, no pierdan la cabeza con esto... —les susurró Monique despacio. Su rostro se encontraba bastante rojo en esos momentos, como quizás no lo había estado nunca en su vida.
Su petición, sin embargo, había caído en oídos sordos.
—¡¿Pero qué demonios traes puesto?! —espetó Amanda, sonando casi ofendida.
—Querida, te ves hermosísima —murmuró Harold con voz cariñosa, teniendo ambas manos cruzadas sobre su pecho.
—No puedo creerlo —susurró Amanda a regañadientes, caminando hacia un lado de la habitación con los brazos cruzados—. Me niego a aceptar que esto es real; ¿por qué, Dioses Antiguos? ¡¿Por qué?!
—Esos colores te quedan de maravilla —exclamó Harold en alto, desbordando orgullo.
—¿En qué fallé? —soltó Amanda mirando al cielo—. Fue por esa maldita caricatura de conejos, ¿cierto? —espetó con brusquedad, girándose de nuevo hacia su hija—. ¡Sabía que sería una terrible influencia para ti!
—¡Ah!, ¡déjame ir por mi cámara! —señaló Harold en cuanto la idea le cruzó por la cabeza, y se dispuso a ir corriendo hacia su habitación. Sin embargo, no fue muy lejos antes de que Monique interviniera y lo detuviera.
—Basta, los dos —exclamó Monique con fuerza, y la mayor firmeza que le era posible en esos momentos (que no era mucha)—. No es para tanto, ¿de acuerdo? Me dijeron que tengo que elegir una actividad extraescolar, y hoy casualmente me invitaron al equipo de animadoras. Y, bueno... le prometí a Karly que al menos lo intentaría. Es como un periodo de prueba; si no funciona, lo dejaré.
—De ninguna manera —declaró Amanda con voz autoritaria, parándose derecha con sus manos contra su cintura—. No voy a permitir que mi hija se vuelva una superficial y frívola animadora. Es algo muy bajo para alguien de tu posición.
—¿Y qué posición es esa? —musitó Monique, desconcertada. Esperaba que a su madre no le agradara la idea, pero no que la odiara a tal nivel.
—¿Qué ocurre, querida? —masculló Harold con tono burlón, cruzándose de brazos a su lado y mirándola de reojo con una sonrisita pícara en los labios—. ¿Las malvadas animadoras no dejaban que te sentaras con ellas en el almuerzo cuando eras joven?
Monique parpadeó dos veces, un tanto destanteada por esa pregunta. Por supuesto, debía ser sólo una broma; dudaba mucho que algo como eso fuera lo que molestara a su madre.
Sin embargo, en cuanto la miró de nuevo, y notó como Amanda desviaba su rostro avergonzado hacia un lado, y sus mejillas se pintaban de un rosado poco común en ella... Monique comenzó a contemplar atónita la posibilidad.
—¡Ni quién quisiera sentarse con ellas! —soltó la ex heroína con fervor, alzando el mentón con orgullo y sacando el pecho—. O pertenecer a su estúpido equipo... Yo estaba bastante ocupada entrenando mis habilidades de combate, fortaleciendo mi magia, y peleando en el campo de batalla con amenazas reales, como para preocuparme por ellas y sus ridículos trajecitos y bombones.
—Pompones —le corrigió Harold en voz baja, aún con esa sonrisita ladina en los labios; se veía que lo estaba disfrutando demasiado.
—Míralo como una forma de practicar y mejorar mis habilidades atléticas, mamá —intervino Monique, queriendo poner un poco de paz al asunto—. Te impresionarías si vieras los increíbles saltos que Karly puede dar. Además...
El rostro de Monique se ensombreció ligeramente, y dejó escapar en ese momento un pesado suspiro de abatimiento.
—Es la primera vez que me invitan a pertenecer a... bueno, cualquier cosa —susurró Monique con ligero pesar en su voz—. En mi otra escuela todos me sacaban siempre la vuelta, ¿lo recuerdan? Sé que aunque hubiera querido entrar a cualquier club, me hubieran cerrado la puerta en la cara si tan sólo lo hubiera preguntado. Así que... no sé —pronunció encogiéndose de hombros—. Creo que es agradable que por una vez alguien quiera que sea parte de su grupo.
Aquello llamó poderosamente la atención de sus padres, y ese sentimiento aplacó cualquier otro que tuvieran con respecto a aquel tema, incluyendo el enojo de Amanda. Ambos se miraron el uno al otro, y sin necesidad de decir nada, el entendimiento entre ambos resultó claro.
—Es bueno que la niña intente cosas nuevas, ¿no te parece? —indicó Harold con voz calmada—. Además, ya la oíste; si no le gusta, lo dejará.
Amanda dejó escapar un largo y pesado suspiro.
—Está bien —masculló mientras se tallaba su frente con sus dedos—. Sólo no descuides tu entrenamiento real, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá —respondió Monique, asintiendo.
—Animadoras —masculló la Sra. Devil con desgano, al tiempo que caminaba hacia la escalera—. ¿Por qué tenían que ser animadoras? ¿Por qué no tallado de madera, o herrería, o alpinismo...?
Siguió soltando algunas otras opciones mientras subía al segundo piso; ninguna de ellas disponible en su escuela, de seguro. Monique y Harold observaron en silencio, hasta que desapareció por completo de sus vistas, y su voz se percibió más apagada. En ese momento Harold se aproximó rápidamente hacia su hija, se paró a su lado, y se inclinó hacia su oído para susurrarle en voz baja:
—Además, creo que es una actividad perfecta para que dejes salir tus emociones y practiques tu rugido.
—¿En verdad lo crees? —exclamó Monique sorprendida. Miró atenta a la escalera para cerciorarse de que su madre no estuviera cerca, antes de seguir hablando, igualmente en voz baja como él—. Ese fue uno de mis motivos para aceptar, pero no estaba segura de si podría funcionar.
—Claro que sí —indicó Harold con convicción—. Después de todo, tu padre fue capaz de canalizar sus emociones y lograr dominar el rugido, gracias al baile.
Monique se sobresaltó un poco, y lo miró fijamente llena de un ferviente escepticismo.
—¿Tú... bailas, papá?
—¡Por supuesto! —exclamó en alto, alzando sus manos de forma casi teatral—. Y no es por presumir pero era bastante bueno, y aún creo que lo soy.
Sin más, el Sr. Devil alzó en ese momento sus brazos al aire, y comenzó a mover su cadera y su cuerpo entero de una forma rítmica que a Monique le resultó un tanto extraña. Era como ver un animal alargado nadando en el agua, creando ondulaciones. Luego, sin detener los otros movimientos, comenzó a deslizar los pies por el suelo, y a moverse de forma grácil, casi como si estuviera patinando sobre hielo. Monique no estaba segura si aquello era impresionante, o perturbador...
—Si quieres que te enseñe algunos pasos, sólo dilo —le propuso su padre con tono gallardo.
—No, gracias —negó Monique rápidamente—. Está bien así. Veré qué puedo aprender del club de animadoras.
—Muy bien —indicó Harold, deteniendo en ese momento su baile—. Pero te sorprendería la cantidad de hechizos que requieren como catalizador un buen baile. Quizás una vez que domines la transformación a Dragón Negro, pasemos a esa lección.
—Suena bien —mintió Monique, esbozando una media sonrisa
—Como sea, esfuérzate con tus pompones, gritos y saltos, ¿de acuerdo? —mencionó Harold con elocuencia, al tiempo que él también se dirigía al piso de arriba—. ¡Rómpete una pierna!
—Eso es para el teatro —masculló Monique, despacio—. No creo que romperse una pierna siendo animadora sea algo bueno...
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El viaje en autobús del día siguiente usando el uniforme de animadora, fue una pizca más incómodo de lo que le resultaba habitualmente a Monique. Para ese punto sus compañeros al menos parecían ya haberse acostumbrado un poco a su apariencia, y ya casi no volteaban a verla con curiosidad; pero eso cambió cuando se presentó en su nuevo atuendo. Monique podía sentir cómo la miraban de reojo, murmuraban entre ellos, se reían y burlaban de ella... o quizás sólo era su mente exagerando como siempre las cosas.
Sea como fuera, era claro que le tomaría bastante tiempo acostumbrarse a eso, si es que algún día lo hacía. Le tranquilizaba al menos saber que todo eso era sólo una prueba, de la que podía zafarse en el momento en el que ya no aguantara. Aunque estaba la otra posibilidad: de que todo eso le terminara gustando más de lo que se esperaba. Improbable, pero no imposible.
Al llegar a la escuela, Monique se cruzó con Karly justo frente al casillero de ésta. Igual como los días anteriores, su amiga portaba también su uniforme de animadora, que por supuesto le quedaba mucho mejor (al menos desde la perspectiva de la propia Monique). En cuanto notó su presencia, Karly se giró hacia ella, abrió muy grandes los ojos, y su rostro entero se llenó de ferviente (e intimidante) emoción al verla en el uniforme.
—¡No puedo creer lo bien que te ves con él! —exclamó Karly con entusiasmo, y se le aproximó rápidamente para inspeccionarla de arriba abajo—. Combina tan bien con tu cabello y tu piel. ¡Es obvio que naciste para usarlo!
—Yo no estoy tan segura —suspiró Monique con desgano—. De entrada, no estoy acostumbrada a usar faldas tan cortas —indicó avergonzada, mientras con una mano intentaba bajar un poco más la falda azul del uniforme. Ésta en realidad sólo le llegaba un poco por encima de las rodillas, pero en efecto era menos de lo que estaba acostumbrada.
—Descuida, traes los pantaloncillos cortos debajo, ¿no? —indicó Karly, despreocupada.
—Pues sí, pero aun así...
—Ya te acostumbrarás —declaró Karly con plena confianza, y rodeó entonces de forma reconfortante los hombros de su amiga con un brazo—. E Incluso disfrutarás la gran libertad que te da.
La campana sonó en ese momento, marcando el inicio de las clases. Pero mientras todos en el pasillo comenzaban a moverse hacia sus respectivas aulas, Karly tenía otro destino en mente.
—Y podrás ponerlo en práctica justo ahora —comentó con entusiasmo, al tiempo que guiaba a Monique por el pasillo, pero no hacia el salón sino en dirección al gimnasio.
—¿Qué?, pero tenemos clase —exclamó Monique, desconcertada.
—Olvida las clases. Hasta la presentación del sábado, tendremos práctica exhaustiva todo el día. No te preocupes, el director lo aprobó... más o menos.
En otro momento quizás Monique habría opuesto mayor resistencia, y cuestionado más duramente aquello. Sin embargo, su mente se había concentrado casi por completo en la parte en la que Karly mencionó la "presentación del sábado". Eso hizo que su cuerpo entero se tensara de golpe.
—¿La competencia que mencionaste ayer? —susurró Monique, dubitativa—. Yo no... voy a tener que participar en eso, ¿o sí?
—Oh, no —respondió Karly rápidamente con voz risueña—. Sólo las más experimentadas participaran en la rutina para la competencia. Es raro que permitan a alguien de primero participar... Bueno, excepto a mí, claro —añadió con orgullo, colocando una mano sobre su pecho—. Ya que logré impresionar a las mayores a tal nivel con mi increíble salto y voltereta, que prácticamente me rogaron que participara con ellas.
—Bueno, eso me tranquiliza un poco —suspiró Monique, aliviada. Por un momento había pensado que iban a hacerla participar en una competencia que era dentro de sólo un par de días, frente a quién sabe cuántas personas. Pero por supuesto, eso sería una tontería; apenas era su primer día en el equipo, después de todo.
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Al llegar al gimnasio, en efecto se encontraron ahí con todos los miembros del equipo de animadoras, en lugar de estar en sus salones. En esos momentos todos estaban haciendo estiramiento y calentamiento, previos a comenzar la práctica, apoyándose entre ellos. Parecían bastante animados, charlando y bromeando, incluso jugando un poco. Todos lucían los uniformes azules y dorados, y por supuesto a todos les quedaba mucho mejor que a ella (de nuevo, al menos así Monique lo veía).
La nueva chica del equipo los contempló fijamente desde la puerta, inmóvil como si temiera dar un paso más delante de donde se encontraba. Le intimidaba tener que interactuar con un grupo nuevo de personas, claro; en especial uno que se veía desde lejos que ya tenían sus grupos de amigos bien formados. Al menos tenía a Karly para guiarla, aunque de seguro ella no podría dedicarse todo el tiempo a cuidarla.
Pero además de su ansiedad social, había algo más que perturbaba un poco el ánimo de la Srta. Devil. El primer día, cuando Karly le dio su tour por la escuela, uno de los sitios que le había mostrado era precisamente el gimnasio. Lo que más recordaba de aquel momento, fue que en cuánto entró la había atacado una sensación inusual, similar a entrar a una habitación que hubiera permanecido mucho tiempo cerrada, aunque no era igual. Con el tiempo había tenido algunas clases de educación física en ese sitio, y la sensación había menguado. Pero en ese momento la había vuelto a percibir, incluso más fuerte que el primer día.
Ahora además de la sensación de entrar a un cuarto cerrado, se le sumaba otra que lo más parecido para compararlo era cuando todo se quedaba abruptamente en silencio, y los ojos de todas las personas se giraban justo hacia ella, fijándose como alfileres en su piel. Lo raro era que ese no había sido el caso; de momento ninguno de los demás parecía haberse percatado de su presencia, por lo que lo más lógico era pensar que sólo era de nuevo su cabeza haciéndole bromas pasadas.
Aunque resultaba curioso que hubiera ocurrido justo en el gimnasio, otra vez. Podría ser una coincidencia...
—Oye, ¿Estás bien? —le preguntó Karly, obligándola a dejar sus pensamientos y voltear a verla—. Te ves pálida. Bueno, más de lo usual.
—No es nada —respondió Monique rápidamente, negando con la cabeza—. Sólo que siempre me siento rara al entrar a este gimnasio.
Karly sonrió, divertida.
—No me digas que estás nerviosa —comentó con un tono de falsa acusación. Monique desvió su mirada sutilmente hacia un lado. No era ese precisamente el problema al que se refería, pero eso no quitaba de la mesa el que, en efecto, sí se sentía de esa forma—. Por favor, amiga. Has luchado contra monstruos del doble de tu tamaño que podrían tragarte viva; esto no es nada.
—Preferiría poder lidiar con esto peleando —suspiró Monique con pesar.
—No podría estar más de acuerdo —comentó una tercera voz de pronto, metiéndose de sorpresa en la conversación.
Monique y Karly respingaron un poco, se miraron la una a la otra, y luego desviaron su mirada al mismo tiempo al punto de origen de aquellas palabras: las gradas justo a un lado. Éstas se encontraban casi por completo vacías, salvo por una personas sentada en la fila de en medio, con sus pies apoyados cómodamente en los asientos de la fila de enfrente, mientras en sus manos sostenía su consola de videojuego a la que parecía poner principal atención.
—¿Billy? —masculló Monique, extrañada.
Karly, por su parte, chistó molesta con la lengua, y se aproximó a las gradas, parándose justo delante de ellas, y delante del inesperado miembro del público.
—¿Y tú qué haces aquí? —le cuestionó con dureza—. ¿No deberías estar en clase?
—¿Qué eres monitor escolar? —le respondió Billy con tono defensivo.
—No, pero soy presidente de la clase, ¿lo olvidas?
—Pues por cómo te ausentas, pareciera que tú misma lo olvidas.
Billy alzó entonces su mirada, volteándolas a ver por encima de la pantalla de su videojuego. Y entonces pronunció con voz más calmada:
—Sólo vine a darle apoyo moral a Monique.
—Gracias, Billy... —masculló Monique, genuinamente agradecida. Aunque si acaso tenía pensado decir más, Karly no se lo permitió en ese momento. Y una vez más, a Monique le tocó quedar en medio de una discusión entre sus dos amigos en la que, por algún motivo, el tema era ella misma...
—No lo necesitamos —exclamó la chica rubia en alto—. Yo le doy a Monique todo el apoyo que necesita.
—Lo dudo, señorita animadora —contestó Billy con aspereza—. A la única que sabes apoyar es a ti misma. Así que alguien tiene que estar aquí por si Monique necesita apoyo de verdad.
—¿Y el amargado que se le pasa con su nariz metida en esa cosa es quien la va a apoyar a ser una buena animadora? —exclamó Karly, claramente más irritada, señalando con un dedo hacia la consola en las manos de Billy—. ¿Por qué no mejor nos dejas de una buena vez...?
—Karly —escucharon que alguien les llamaba, cortando las palabras de la joven. Los tres notaron entonces como Daphne, la subcapitana del equipo, se les aproximaba con paso relajado—. Ya vamos a comenzar. Tu novio puede quedarse a ver, pero no te distraigas, por favor —indicó, justo antes de centrar su mirada en Billy.
—¿Qué? —exclamó Karly, anonadada—. ¡Por supuesto que este inepto no es mi novio! —aclaró con firmeza, señalando con un dedo acusador al muchacho en las gradas.
—Sí, claro —murmuró Daphne, dibujando una sonrisita astuta en los labios. Con ese sólo gesto, a Monique le quedó claro que ella tampoco se creía del todo esa afirmación—. Ve a formarte, ¿sí? —indicó apuntando con su cabeza hacia el resto—. Necesito hablar un par de cosas con la chica nueva.
—Está bien —suspiró Karly, más tranquila, aunque no del todo—. Te veo en la formación —le susurró a Monique en voz baja, y justo después se giró hacia Billy, sacándole la lengua con desdén, casi con actitud infantil. El muchacho apenas le respondió con un gesto indiferente de su mano.
Karly se dirigió con paso veloz hacia la cancha, dejando a Monique a solas con Daphne.
—Ven, Monique —le indicó la subcapitana con tono afable, y con una mano en su espalda comenzó a guiarla hacia el mismo sitio, aunque con paso mucho más calmado. Billy las observó en silencio desde su asiento mientras se alejaban—. Te ves muy bien en el uniforme —señaló la animadora con entusiasmo.
—Gracias... —susurró Monique, vacilante—. Daphne, ¿cierto?
—Así es. Soy la subcapitana, y mi labor principal es quitarle preocupaciones a nuestra capitana, y velar por el bienestar físico y mental de todos nuestros miembros. Así que si ocupas cualquier cosa, o tienes alguna duda, puedes decirme.
—Gracias —repitió Monique como respuesta, aunque en esta ocasión pareció mucho más segura al hacerlo.
Mientras avanzaban, sin embargo, pudo notar un par de miradas sobre ella, las cuales en esta ocasión sí podía constatar que eran reales. Un grupo de tres chicas interrumpieron su conversación en cuanto pasaron cerca de ellas y posaron su atención en ellas; o, más bien, en Monique, y en particular en su nada discreto cuerno.
No pudo evitar sentirse cohibida por aquello, lo que se vio reflejado en la forma en la que agachó la mirada. Daphne lo percibió, por lo que de inmediato se giró en la dirección en la que se encontraban aquellas chicas, que rápidamente desviaron su atención hacia otro lado, fingiendo que ni siquiera las habían notado.
—No dejes que te molesten —pronunció Daphne con seriedad, mirando de nuevo a Monique—. Todos aquí son muy buenas personas, pero la mayoría no había visto de cerca a alguien como tú antes.
—Alguien como yo —repitió Monique despacio, con cierta apatía en su voz. Esto claramente desconcertó un poco a la subcapitana.
—Ah, lo lamento si hice que sonara mal —susurró Daphne, genuinamente consternada—. Igual esto es un poco nuevo para mí. Pero si sirve de algo, es bien sabido que cada vez es más usual que criaturas del submundo asistan a escuelas del reino. De hecho, un rumor dice que el equipo de animadoras de la 24 aceptó este año a una chica mitad lobo entre sus miembros.
—¿En serio? —exclamó Monique sorprendida, alzando su rostro de nuevo por reflejo.
Daphne asintió.
—Dicen que casi no la dejan inscribirse con su escuadra para la competencia del sábado, pero al parecer pusieron mucha presión al respecto, hasta que los organizadores de la competencia accedieron. Fue una noticia muy sonada hace unas semanas, ¿no te enteraste?
—No, la verdad no... ¿Es por eso que me invitaron a unirme al equipo? ¿Para tener también entre sus miembros a una chica que fuera mitad criatura del submundo?
—No, claro que no —se apresuró Daphne a aclarar. Sin embargo, justo después pareció dudar un poco—. Aunque, bueno... si te soy sincera, quién podría responderte esa pregunta es Lily. Ella es la que tuvo la idea de extenderte la invitación, luego de ver en persona y en ese video de internet tus habilidades.
—Te refieres a la capitana, ¿cierto? —preguntó Monique con curiosidad, a lo que Daphne respondió asintiendo.
Monique tenía muy presente las formas en las que tanto Karly como Billy se refirieron a esa persona: Lily Dragora, la reina de la escuela, la chica más popular y hermosa... O al menos al parecer eso era lo que su reputación decía. Mentiría si dijera que no le daba curiosidad saber cómo era.
—Pero no importa el motivo que haya sido —declaró Daphne de pronto, permitiéndose además colocar una mano reconfortante en el hombro de Monique—. Aquí todos somos un equipo, sin excepción, y nos apoyamos entre todos. Y si eres una de nosotros, nada más importa.
—Gracias, Daphne —respondió Monique, esbozando una media sonrisa—. Pero en verdad no estoy segura aún si esto es para mí.
—Es normal sentirse así al inicio. Pero Lily está convencida de que tienes justo lo que se necesita, y ella tiene buen ojo para estas cosas.
Como si hubiera sido invocada por todas las veces que habían pronunciado su nombre, las puertas del gimnasio se abrieron en ese momento, y por ellas entró justo Lily Dragora en todo su esplendor. Avanzó con paso seguro hacia la cancha, luciendo su uniforme azul y dorado debajo de una chaqueta de mezclilla, su hermoso cabello anaranjado sujeto en una cola, y su maleta de gimnasio colgada de un hombro.
—¡Buenos días a todos! —pronunció la capitana en alto, y su voz retumbó en el eco del gimnasio. La atención de todos se centró en ella, y le regresaron su saludo en un sólo grito al unísono:
—¡Buenos días, Lily!
Y entre todas esas voces, Monique estaba segura de haber escuchado la de Karly sobresaliendo de todas las otras.
Todos los miembros del equipo comenzaron entonces a formarse en el centro de la cancha justo frente a su capitana, sin que ésta tuviera que pedírselos.
—Ya está aquí. Ven, querrá conocerte —le indicó Daphne a la nueva miembro del equipo, y pasó entonces a guiarla hacia el frente. Monique la siguió, aunque con paso cauteloso.
Lily se retiró su maleta y su chaqueta y las colocó en el suelo. Alzó sus brazos al aire, comenzando a estirarlos un poco. Viéndola de más cerca, a Monique en efecto le pareció que era una chica bonita, elegante y de porte atlético; le recordaba un poco a su madre, en especial por su cabello anaranjado y largo, aunque con más maquillaje en su rostro del que su madre solía usar. Aun así, no podría decir a primera vista que fuera en efecto la chica más bonita de la escuela; Karly en particular le parecía incluso un poco más linda. Pero, ¿quién era ella para juzgar tal cosa? No era como que fuera muy conocedora del tema.
—Espero que todos hayan descansado lo suficiente —dijo Lily con una larga sonrisa, girándose hacia su equipo—. Nos quedan sólo dos días antes de la competencia. Y aunque sé que todos sentimos que ya dominamos nuestra rutina por completo, recuerden que la perfección está en los detalles. Así que...
Lily dejó su última frase a medio comenzar en el momento que Daphne y Monique se pararon al frente de la formación, y la atención de la capitana se posó justo en ésta última.
—¡Monique Devil! —exclamó Lily en alto con tono alegre, y escuchar su nombre pronunciado de esa forma provocó un pequeño respingo en la jovencita de cabello azul—. Bienvenida, querida. Ven, acércate —le pidió agitando una mano para indicarle que avanzara hacia el frente con ella.
Monique dudó un momento, pero Daphne la incentivó a hacerlo con una pequeña sonrisita amable, y un ligero empujoncito en su espalda. Monique avanzó entonces con paso cauto hacia la hermosa chica de tercero.
—Hola... capitana —le saludó con voz tímida—. Gracias por su invitación...
—Por favor, llámame Lily —insistió la muchacha de cabellos anaranjados, permitiéndose incluso en ese momento estrecharla contra ella en un fuerte abrazo, que no sólo tomó por sorpresa a la propia Monique, sino también a los demás—. Y gracias a ti por aceptar acompañarnos. Estamos muy emocionados de tenerte aquí.
—¿Ah sí? —susurró Monique con cierta desconfianza, teniendo su rostro apretujado contra el pecho de la animadora mientras ésta la abrazaba.
—Chicos, chicas —pronunció Lily en alto, una vez que rompió el abrazo y se giró hacia el resto del equipo—. De seguro ya todos la conocen, pero igual les presentaré una vez más a nuestra nueva integrante: Monique Devil.
—Integrante en periodo de prueba... —susurró Monique en voz baja, pero su comentario pasó desapercibido.
—Por favor, denle un fuerte aplauso de bienvenida justo como se merece.
A la orden de su capitana, todos comenzaron a aplaudir con fuerza. Como era de esperarse, Monique se sintió un poco intimidada por las miradas y aplausos de todas esas personas, pero intentó sonreír y disimular lo más posible. Entre la multitud pudo ver a Karly, que parecía aplaudir aún más que los otros, y la miraba fijamente llena de orgullo. Eso la hizo sentir un poco más confiada.
—Gracias, a todos... —murmuró un tanto vacilante, pero con voz clara—. Estoy... contenta de estar aquí.
—Muy bien —exclamó Lily con entusiasmo—. Antes de comenzar la práctica, ¿alguien tiene alguna pregunta para ella?
Aquello desconcertó un poco a Monique. ¿Iban a tener sesión de preguntas y respuestas o algo así? No estaba preparada para ello... Esperaba que nadie tuviera una pregunta, pero para su mala suerte uno de los animadores varones alzó su mano por encima de la multitud.
—Adelante, Jimmy —le indicó Lily, y el chico soltó sin más la pregunta que tenía en su mente.
—¿El cuerno es real?
—¿Qué? —exclamó Monique, un tanto destanteada por la pregunta—. Ah... sí, definitivamente lo es.
—Se ve afilado —señaló otra de las chicas, sonando preocupada.
—Un poco... sí —respondió Monique dubitativa, e instintivamente alzó una mano para colocar sus dedos contra su cuerno.
Otra chica más alzó su mano, pero en esta ocasión no esperó a que Lily le diera la palabra para poder expresar abiertamente su inquietud.
—No es por ofender, pero... ¿no sería peligroso para el resto? No tenemos rutinas que contemplen a personas con un cuerno en su cabeza. Digo, en un salto o atrapada, podría sacarnos un ojo.
—No había pensado en eso... —musitó Monique, claramente alterada. Ahora tenía un nuevo miedo desbloqueado en su lista.
La preocupación de aquella chica parecía compartida por un par de personas más, que empezaron a murmurar al respecto.
—Ya, ya, nos la arreglaremos, ¿de acuerdo? —intervino Lily con voz de mando—. Recuerden que aquí no vemos problemas, sólo oportunidades. Ahora fórmense.
Se veía que algunos querían comentar más al respecto, pero de nuevo hicieron caso a su capitana y se colocaron rápidamente en tres filas.
—Monique, párate ahí, al frente para que puedas ver mejor —le indicó Lily, señalando a un punto en el centro de la primera fila, al lado de Daphne. La idea no le entusiasmó mucho, pero hizo lo que le indicó—. Comenzaremos con una de nuestras rutinas sencillas para calentar, y para que Monique pueda ir tomando nuestro ritmo. ¿De acuerdo?
Todos parecieron de acuerdo, o al menos nadie estaba dispuesto a discutirlo.
Monique respiró hondo para calmarse, agitó un poco los brazos para soltarlos y se paró firme en su sitio. Sólo debía hacer los movimientos que le indicaban, nada diferente a lo que siempre había hecho con su madre durante los entrenamientos. ¿Qué tan difícil podía ser?
La respuesta a esa pregunta la sabría más pronto que tarde...
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