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Capítulo 07. Jugar en el Parque

Capítulo 07.
Jugar en el Parque

Ese "otro día" en el que habían quedado para que Karly y Billy visitaran la casa de Monique, resultó ser justo el domingo siguiente. La razón, o al menos la excusa que habían usado, era hacer la tarea de matemáticas. Y de los tres, era claro que Karly era la que más necesitaba ayuda, pues parecía tener problemas incluso con el álgebra básica. Por suerte Monique era relativamente buena en el tema, y también tenía bastante paciencia... hasta cierto punto. Y Karly estaba peligrosamente rozando dicho punto

Para ese momento, un poco después del mediodía, ya llevaban más de una hora dándole vueltas al mismo problema. Los tres estaban sentados en la mesa del comedor de Monique, con Karly a lado de ésta, ambas inclinadas sobre el cuaderno, para ese momento lleno de anotaciones y ecuaciones de todos los intentos que habían hecho para que Karly entendiera cómo resolver el problema. Billy, por su parte, gran parte de ese tiempo se la había pasado sentado en su silla, concentrado en la pantalla y botones de su consola de videojuegos. Ni siquiera se había tomado la molestia de llevar sus libros consigo, o al menos fingir que estudiaba.

—Y entonces —suspiró Monique con cansancio, mientras escribía en el cuaderno—, pasas este número para acá, divides todo lo que ya tenías entre éste... Y listo, X es igual a 45. ¿Entendiste?

Karly observó el cuaderno delante de ella con expresión somnolienta. Parpadeó dos veces de forma lenta, y entonces pronunció:

—Para nada...

Monique soltó un largo quejido, y dejó caer su frente, pegándola contra la hoja de su cuaderno.

—No te ofendas —masculló Monique sin alzar la cabeza—, pero para ser alguien cuya misión es cambiar los estereotipos con los que vives y te etiquetan, no estás haciendo mucho esfuerzo en demostrar que puedes ser buena en matemáticas.

—¡No me regañes! —exclamó Karly molesta, aunque también algo apenada, girándose hacia un lado—. Tengo suficiente con la Srta. Cereza, el director, mi abuela, mi niñera...

—¿Tienes niñera? —preguntó Monique con curiosidad, separando su rostro del cuaderno para mirarla.

—¡No puedo creer que estemos pasando esta linda tarde de domingo haciendo tarea! —exclamó Karly en alto llena de frustración, mirando en dirección a la ventana del comedor desde el cual podía apreciarse el día soleado y templado que había afuera.

—Dilo por ti —masculló Billy desde su asiento, sin apartar la vista de su videojuego—. Yo terminé toda mi tarea ayer.

—Qué mentiroso eres —lo acusó Karly con voz grave—. ¿Quién hace su tarea en sábado?

—Yo también la terminé ayer —indicó Monique, tomando por sorpresa a su nueva amiga—. Sólo estamos haciendo esto porque dijiste que ocupabas ayuda.

Karly suspiró con pesadez, y se talló sus ojos con sus dedos, en una pose casi sobreactuada de frustración. Como si fuera ella la que hubiera pasado una hora intentando explicar algo, y ellos fueran los que no le entendían.

—¿No era claro que con "necesito ayuda con mi tarea", me refería a que "tú" me ayudaras con mi tarea? —comentó con tono de complicidad, además de acompañar sus palabras con un nada discreto guiño de su ojo derecho.

—Eso estoy haciendo —respondió Monique confundida, apuntando hacia el cuaderno frente a ella.

Una expresión de fastidiosa incredulidad adornó el rostro de Karly. Era claro que la doble intención de sus palabras la había pasado de largo.

—¿Qué no ves mi guiño? —masculló entre dientes, señalando a su ojo y volvió guiñar como antes. Monique siguió claramente sin entender—. Bien, tendré que ser directa.

Karly sacó rápidamente del interior del bolsillo de su chaleco un pequeño fajo de billetes rosados con la cara del rey impresa en ellos, y comenzó a contarlo con los dedos, extrayendo dos de cinco.

—Te doy diez lucenios si me haces la tarea.

—¡¿Qué?! —exclamó Monique en alto, casi sonando horrorizada por lo que acababa de escuchar.

Billy soltó un largo bufido al aire en ese momento.

—Típico de Karly.

—Si no ayudas no digas nada, Billy —musitó la chica rubia, volteándolo a ver sobre su hombro—. Y si tú no viniste a hacer tarea, ¿qué haces aquí entonces?

—Claramente vine a ver cómo era el supuesto antiguo Señor del Mal —respondió sin titubeo alguno—. Pero... admito que no es lo que me esperaba.

Dicho eso, se giró hacia un lado, en dirección a la sala de estar de la casa. Ese día, tanto Harold como a Amanda les tocaba descansar, por lo que cada uno pasaba la tarde de domingo a su modo: Harold recostado en el sillón grande de la sala con ropa cómoda, además de su eterna capa, mientras leía el periódico local minuciosamente; artículo por artículo. Amanda, por su parte, había movido la mesa de centro de la sala y colocado su tapete de yoga, y practicaba algunos movimientos de estiramiento y meditación.

—Oye, querida, mira —pronunció Harold de pronto con asombro dese detrás del largo periódico que sostenía—. Parece que subirá el precio de los aguacates esta semana.

—¿Y? —masculló Amanda, estando totalmente abierta de piernas en el centro, y con su torso doblado hacia el frente con asombrosa elasticidad—. Nosotros no comemos aguacate.

—Ah, es cierto...

Dicho eso, Harold cambió tranquilamente de página.

—Tiene mejores días —susurró Monique despacio, al percibir la decepción de Billy—. Hoy es su día de descanso, así que...

No era la primera persona en decirle que su padre, pese a su piel gris, sus cuernos y su capa... en realidad no tenía rasgo alguno de haber sido hace algunos años un malvado y poderoso demonio que estuvo a nada de conquistar el mundo entero. La propia Monique muchas veces lo dudaba también.

—No sabía que aún había alguien que leyera el periódico —comentó Karly, echándole también un vistazo al Sr. Devil—. Creí que sólo los hacían para que las personas los usaran como baños para sus mascotas.

—Papá prefiere leer todo a la manera tradicional —indicó Monique—. No cree mucho en la tecnología.

—Entonces que no vea el Game Station de Billy —indicó señalando con su pulgar hacia la consola de su compañero de clases—. Como sea, ¿qué dices entonces, Monique? —insistió,incluso haciéndole unos coquetos ojos de súplica. Monique, sin embargo, no cayó en el truco.

—No haré tu tarea, Karly. Y menos por dinero.

—Creí que eras la Señora del Mal —farfulló Karly, molesta—. ¿Qué te cuesta una pequeña travesura entre amigas de vez en cuando? No te estoy pidiendo que mates a alguien o me robes un auto... ¿podrías robarme un auto?

—No —respondió Monique, tajante—. Y no soy... la Señora del Mal, ¿de cuerdo? Vamos terminemos con esto, y luego podemos... ir al parque a jugar.

—¿Al parque a jugar? —repitió Karly con voz suspicaz, arqueando una ceja—. No me digas. ¿Y podremos deslizarnos por la resbaladilla y subirnos a los columpios? —comentó con marcada ironía.

— — — —

Una hora después, y ya con su tarea (más o menos) terminada, Karly se encontraba justamente montada en uno de los columpios del parque cercano a la casa de Monique, y se mecía frenética hacia adelante y hacia atrás, alcanzando una considerable altura, al ritmo de sus gritos de emoción.

—¡Superen esto, mocosos! —pronunciaba en alto con todas sus fuerzas, mientras mecía su cuerpo en el columpio de un lado a otro, ante las miradas atónitas y sorprendidas de los niños debajo de ella, que seguían con sus ojos el movimiento de péndulo de su columpio.

Mientras Karly se entretenía con eso, Monique y Billy hacían fila no muy lejos de ahí para comprar paletas heladas. Desde su posición, miraban un tanto sorprendidos a su compañera que, de hecho, parecía ser realmente buena para merecerse en ese columpio: casi parecía que estuviera a punto de darse la vuelta completa por un momento.

—Creí que estaba siendo sarcástica cuando dijo lo de los columpios —indicó Monique, extrañada.

—De seguro ella también lo creía así —respondió Billy, encogiéndose de hombros—. No te tomes tan en serio las cosas que dice. Yo dejé de hacerlo hace rato.

Un par de minutos después, el vendedor le entrego a cada uno una paleta; a Monique una de mora azul, y a Billy una de uva.

—Es un parque muy bonito, en realidad —comentó Monique, mientras lamía su paleta y miraba curiosa a su alrededor—. Es la primera vez que vengo.

—¿De verdad? Pero si vives a una cuadra.

En ese momento pudieron ver cómo estando suspendida en lo más alto por un momento, Karly se soltó del columpio, y aprovechando el impulso que llevaba se lanzó hacia el frente. Eso los puso nerviosos a ambos, y Monique por un momento tuvo el reflejo de lanzare y atraparla. Sin embargo, haciendo alarde de las que debían ser sus sobresalientes dotes de animadora y gimnasta, la muchacha junto sus brazos contra su cuerpo, dio una maroma completa, y luego cayó sobre sus pies en el suelo con completa naturalidad. Una vez en tierra se irguió y alzó sus brazos al aire, lista para recibir los aplausos y gritos de asombro de todos los niños que la veían, y también de algunos de sus padres.

Monique suspiró aliviada. Se permitió entonces dar otra probada más de su paleta, y responder el comentario anterior de Billy.

—Sí, bueno... llevamos poco en esta ciudad, y mi madre insiste en ir a uno que está como a cuatro kilómetros de aquí para entrenar. Así que nunca había tenido oportunidad de pasear por éste.

Billy asintió, agachó su mirada y probó también su paleta en silencio. Se le veía un tanto pensativo; quizás demasiado.

—Tus padres... —murmuró el muchacho tras un rato, jalando la atención de su compañera—. Sí que son diferentes. Resulta raro que hayan terminado juntos... dada su historia, ¿no crees?

Monique torció su boca en un gesto reflexivo, y miró hacia el cielo intentando pensar en cómo responder a esa pregunta. ¿Qué resultaba raro de que el antiguo Señor del Mal se enamorara y se casara con justo la heroína que lo había derrotado y quitado sus poderes? Sí, definitivamente lo era un poco... Y pese haber escuchado la historia decenas de veces, ella tampoco tenía del todo claro cómo era que había ocurrido.

—No es tan raro, en realidad —escucharon de pronto que Karly intervenía, antes de que Monique pudiera responder algo. Se aproximaba hacia ellos por un costado, mientras se tallaba sus manos entre sí. Luego, sin decir nada, le arrebató de un manotazo su paleta a Billy de las manos, y la dirigió a su boca—. Es un clásico "Enemies to Lovers" en toda regla —declaró justo antes de que Billy pudiera decirle algo como queja—. Dos individuos de bandos contrarios, destinados desde su mero nacimiento a combatir el uno con el otro. Todos esos sentimientos de ira, odio y resentimiento que sienten por el otro, son tan intensos como el fuego mismo. Y con cada intercambio de miradas, la tensión entre ambos sólo crece y crece, hasta que ya no pueden más, y ésta explota...

—No necesito plasmar esa imagen de mis padres en mi cabeza, por favor —suplicó Monique, apremiante.

Karly se encogió de hombros, y se metió de nuevo la paleta en su boca.

—Si sabes que eso tiene mis babas, ¿verdad? —indicó Billy, señalando la paleta.

—Siento decepcionarte, Billy, pero no existen los besos indirectos —susurró Karly, indiferente a su comentario.

—No lo decía por... Olvídalo —suspiró con resignación.

Monique miró aquella curiosa interacción, un tanto confundida.

Los tres comenzaron a caminar por el camino de cemento del parque, alejándose poco a poco del área de juegos, y de la que era quizás la parte más concurrida del parque.

—¿Y cómo conoces ese término si dijiste que no te gusta leer? —preguntó Monique de pronto, llena de curiosidad, mirando a Karly.

—¿Cuál término?

"Enemies to Lovers". Es un tropo de literatura, en especial la juvenil y romántica.

—Claro que no —respondió Karly rápidamente, sonando incluso algo defensiva—. Es un tropo de películas y series. Yo sé de lo que hablo; algún día seré actriz.

—¿En serio? —preguntó Billy, sorprendido—. Nunca lo habías mencionado.

—No te lo cuento todo, Billy. Te recuerdo que el que te la pases pegado a mí, no implica que estemos saliendo.

«¿Están seguros de eso?» pensó Monique, siendo de hecho una pregunta que en más de una ocasión le había cruzado por la mente.

—Además, la actuación está en mis venas —añadió Karly con orgullo—. Mi bisabuela fue actriz, y participó en múltiples películas hace como... setenta años o algo así... No importa, el caso es que fue muy famosa en sus tiempos.

—¿De verdad? —exclamó Monique, sorprendida, y ciertamente emocionada—. ¿En qué películas actuó? ¿Conozco alguna?

—Oh, fueron grandes éxitos —señaló Karly con entusiasmo—. Como "El Ataque de los Tomates de Marte"; "La Invasión de los Cabeza de Lechuga"; "Las Papas Vampiro que Vinieron del Otro Lado del Mar"; y la mejor de todas: "Mi Padre es una Berenjena Comunista".

—¿Todas son sobre verduras monstruo? —preguntó Monique, un tanto desconcertada.

—Y frutas. Era un género muy popular en esa época.

—A mí me suenan a títulos de puras películas viejas de bajo presupuesto, que no vería ni por cable —indicó Billy con cierto desdén.

—¿Tú qué sabes? —exclamó Karly con molestia, girándose hacia él como un látigo—. ¿Cómo esperar que alguien cuya percepción del arte se limita a lo que ve en la pantalla de su Game Station, entienda la finura del cine clásico?

—Discúlpame por no estar tan familiarizado con el "fino" género de los vegetales asesinos del espacio.

—Te disculpo.

—No era una...

—Oigan, ¿qué es eso? —exclamó Monique en alto, señalando rápidamente hacia un lado. Su intención era más que nada llamar su atención a otra cosa, y cambiar el tema antes de que se volviera una pelea real.

Sin embargo, cuando se enfocó más en lo que había elegido señalar, rápidamente se dio cuenta de que de hecho sí era algo extraño.

A unos diez metros del camino por el que caminaban, y sin nada más a su alrededor más que los frondosos árboles, se encontraba lo que parecía ser algún tipo de ruinas. Eran cinco altas columnas de diseño antiguo, estando dos de ellas derruidas hasta casi la mitad. La vegetación había crecido entorno a ellas, y aún desde su posición se distinguían los colores de diferentes grafitis que la gente había estado dibujando sobre ellas.

—No sé qué sea —respondió Karly, curiosa—. Vamos a ver.

Antes de recibir respuesta, Karly comenzó a avanzar rápidamente hacia las misteriosas ruinas, y sus amigos rápidamente la siguieron.

De cerca era más claro lo viejo y derruido que era aquello. Pero, además, también se volvió evidente que lo que fuera que estaba ahí antes no siempre fueron esas columnas, pues había vestigios de unas escaleras, y quizás un barandal de piedra. Parecía algún tipo de quiosco, pero era difícil adivinarlo tomando como pista sólo lo que veían.

—¿Es algún tipo de monumento? —preguntó Monique con curiosidad, mientras recorría con sus dedos la superficie de una de las columnas.

—Si acaso lo era, no tengo idea de alusivo a qué se supone que sería, exactamente —comentó Billy detrás de ella—. No concuerda con el resto del parque, ¿no? Es como si no perteneciera a este sitio.

—Bueno, tenemos algo en común —comentó Monique con ligero humor en su tono, e incluso se giró a mirarlo sobre su hombro con una pequeña sonrisita. Fue evidente que Billy o no captó la broma, o no le pareció graciosa, no que la apenó notablemente.

—Y miren esto —escucharon que Karly les decía desde el centro de aquellas curiosas ruinas. Estaba de cuclillas, y miraba hacia la tierra con bastante interés.

Monique y Billy se le aproximaron y se pararon a un lado de ella, viendo lo mismo que había captado tanto su atención. En el suelo, había un gran círculo de piedra de gran tamaño, quizás de tres o cuatro metros de diámetro, con una gran estrella de cinco picos grabada en él, y lo que parecía ser un cráneo bastante realista justo en el centro de la estrella. En la circunferencia exterior, había varias marcas grabadas similares a letras, aunque definitivamente ningún abecedario que hubieran visto en la escuela.

A diferencia de las columnas que lo rodeaban, aquel círculo de piedra se veía intacto, sin daño, sin vegetación cubriéndolo, y sin rastro de vandalismo. Parecía casi nuevo.

—¿Es algún reloj de sol o algo así? —preguntó Karly con curiosidad, inclinando su cabeza hacia un lado para poder ver la figura desde otro ángulo.

—No creo —indicó Monique, negando con la cabeza—. En todo caso parece más algún tipo de calendario. Pero el diseño es peculiar.

—No sé de qué se trate, pero esa estrella y esa calavera no me dan buena espina —indicó Billy a sus espaldas con voz desconfiada—. En serio, ¿qué es este lugar? ¿Siempre ha estado aquí?

—No exageres —susurró Karly, burlona—. Creí que te gustaban las cosas oscuras, góticas, y eso.

—¿De dónde sacaste esa idea? —masculló Billy, como si la insinuación casi le ofendiera.

Monique se inclinó un poco más para poder ver de cerca el grabado en la piedra.

—Estos símbolos alrededor, creo que son runas. Me parece haber visto símbolos similares en los libros de mi padre.

—¿Puedes leerlo? —preguntó Karly con curiosidad, mirando sobre el hombro de su nueva amiga.

—No sé... No le presté mucha atención a mi padre durante esa lección —confesó Monique un poco apenada—. Pero creo que esto habla de... algo así como "almas condenadas"... no, más bien "almas sacrificadas por propia voluntad"... No lo sé. Quizás debamos decirle a mi papá para que le eche un ojo...

Mientras hablaba, Monique aproximó sus dedos hacia las runas, presionando las yemas contra la piedra. Al instante en que su piel hizo contacto, algo pasó. Primero los ojos del cráneo en el centro comenzaron a brillar intensamente con un fulgor verdoso, y cada runa comenzó a encenderse del mismo modo una detrás de otra, como luces de Navidad.

Monique se hizo instintivamente hacia atrás, y con sus brazos hizo que sus dos acompañantes hicieran lo mismo. Desde una distancia más segura, los tres contemplaron como el círculo de piedra se dividía en cinco pedazos, uno por cada punta de la estrella, y estos se retraían hacia afuera, revelando poco a poco que detrás del círculo se ocultaba un gran agujero oscuro en el suelo, similar a la entrada de un pozo, o una cueva.

—Se abrió —masculló Karly, sorprendida—. ¿Qué hiciste?

—Nada, sólo lo toqué —respondió Monique, y justo después dejó escapar un pesado suspiro—. De hecho, eso pasa a menudo. Es... cosa de la magia del Señor del Mal, creo.

—Será mejor no acercarse a lo que sea eso —propuso Billy con voz precavida. Karly, sin embargo, no hizo caso alguno de su sugerencia, y por el contrario se aproximó rápidamente hasta pararse a la orilla del agujero—. ¡Karly!

Billy extendió la mano para detenerla, pero no fue lo suficientemente rápido. La animadora se puso de cuclillas a lado del pozo, y encendió la luz de su teléfono para alumbrar hacia adentro. Había unas largas escaleras de piedra que descendían por el agujero, y se perdían en la oscuridad más allá de donde la luz de su linterna alcanzaba.

—Se ve muy oscuro y profundo —indicó con curiosidad—. Echemos un vistazo. Quizás haya un tesoro, unas ruinas antiguas, o algo. ¡Quizás podríamos hacernos famosos por descubrirlas! Apuesto a que eso merece que te exenten algunas materias, ¿no?

—No, por favor no hagas eso —exclamó Monique, preocupada—. Si algo he aprendido en los quince años que llevo viviendo con mi padre, es que si algo reacciona por sí solo cuando lo toco, debo alejarme de él lo más pronto posible. Siempre hay alguna criatura sellada, una maldición de hace siglos, o una horrible explosión de por medio.

—Eso sólo hace que suene aún más interesante de lo que pensaba —indicó Karly, aún más emocionada.

—Quizás ella tenga razón, Karly —intervino Billy—. Creo que, por sentido común, no deberíamos entrar en un agujero siniestro recién abierto en el suelo.

—No seas cobarde. ¿Qué peligro puede haber? Tenemos a la poderosa Monique Devil para defendernos, ¿o no?

Karly miró a Monique fijamente, con sus ojos tiernos y suplicantes, pidiéndole en silencio que accediera. Y Monique, tan poco acostumbrada a lidiar con las complicaciones de la amistad, no deseaba hacer algo que pudiera molestarla o decepcionarla.

Definitivamente ese deseo de complacer sería algo que tendría que hablar tarde o temprano en terapia... pero no sería ese día. Al menos marcaba su línea en no hacerle su tarea.

—Supongo que sí —suspiró resignada.

—¡Grandioso! —espetó Karly—. Vengan entonces.

Sin esperar más, Karly comenzó a bajar rápidamente los escalones de piedra, alumbrando su camino con la luz de su teléfono.

—Espera, por favor —exclamó Monique con aprehensión, y se apresuró a alcanzarla, alumbrando ella también con su respectiva luz.

Billy permaneció de pie en lo alto unos segundos, observando con bastante desconfianza el camino oscuro delante de él. Tenía el claro presentimiento de que sería una mala idea bajar ahí. Pero si quería al menos saber qué se ocultaba ahí, y en especial si tenía que ver con el Señor del Mal, tendría que arriesgarse.

Con paso menos efusivo que el de sus amigas, comenzó también a bajar los escalones.

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