Capítulo 06. Bienvenida a Gray Peaks High
Capítulo 06.
Bienvenida a Gray Peaks High
Monique se giró lentamente, casi temerosa, hacia la multitud que ya se había hecho presente una vez que fue claro que el peligro había pasado. En sus rostros se reflejaban diferentes y desbordantes emociones, pero a Monique ninguna de ellas le parecía buena. Confusión, asombro, y en especial miedo. Podía sentir eso y mucho más surgir de sus ojos, e impregnarse en su piel.
Se abrazó a sí misma con aprehensión, y desvió su rostro hacia otro lado. Era lo mismo de siempre; lo mismo que ocurría en cada escuela, cuidad o sitio la que iba. Siempre, tarde o temprano, terminaba cubierta de esas mismas miradas. Tenía la esperanza de que en esa ocasión pudiera postergarlo un poco más, pero era claro que había fracasado en su meta.
Ni siquiera tuvo la oportunidad de terminar su primer día como una chica normal y...
—Eso... fue... ¡Asombroso! —escuchó de pronto que una voz pronunciaba de golpe, retumbando entre el enorme silencio que había reinado hasta ese momento.
Monique se sobresaltó y se giró rápidamente hacia el origen de aquel repentino grito. En medio de toda la multitud, distinguió rápidamente la figura de Karly. Tenía sus brazos alzados en alto en el aire, una larga sonrisa le cruzaba el rostro de extremo a extremo, y sus ojos brillaban intensamente con emoción.
Las miradas de todos, no sólo la de Monique, se fijaron en ella. Avanzó rápidamente hacia la jovencita de piel gris, parándose justo delante de ella.
—¡Tú sola derrotaste a ese brabucón! —espetó, señalando emocionada hacia los pedazos de petrificados de Sandtrak en el suelo—. Con tu espada, y tus rayos, y tus luces. ¡Como una verdadera heroína! ¡Es increíble!
—Gra... cias —masculló Monique, dubitativa. No estaba del todo segura si lo decía en serio o si era algún tipo de sarcasmo que no comprendía.
Pero Karly de hecho hablaba bastante en serio.
—¡Te mereces una gran ovación, Monique Devil! —soltó al aire con todo el entusiasmo propio de una animadora experimentada como ella, y se giró de un brinco hacia la multitud—. ¿No están de acuerdo conmigo? ¡Vamos! Aplaudan y griten todos, que esta chica les acaba de salvar sus tristes vidas.
Al principio pareció haber una vacilación general entre las personas. Sin embargo, poco a poco los aplausos comenzaron a hacerse presentes, escalando cada vez más y más hasta que, para el asombro absoluto de Monique, se convirtió en una casi ensordecedora marejada que la inundó por completo. Los gritos no tardaron en acompañar a los aplausos, soltando frases como:
—¡Muchas gracias!
—¡Eres increíble!
—¿Puedes enseñarme a hacer eso mismo?
—¿Ese cuerno es real?
Monique estaba casi en shock. ¿En verdad esas personas le estaban agradeciendo el haberlas salvado? ¿No le temían? ¿Estaban de hecho agradecidas... y la admiraban? Debía aceptar que aquello era una sensación totalmente nueva para ella, y no estaba segura de cómo lidiar o reaccionar a ella. Al final, su sentir se exteriorizó una leve pero presente sonrisa, que se asomó en sus labios como una delicada pincelada.
Lamentablemente, no duró mucho.
—¡Nada de ovaciones! —exclamó con aún más fuerza una voz chillona, haciéndose notar aún más por encima del ajetreo. Todos fueron callándose uno a uno, mientras la figura de la Srta. Cereza, coronada con sus distintivos cabellos rojizos se habría paso entre el gentío—. ¡Nada de aplausos! Miren todo este desastre, miren lo que le pasó a nuestro autobús —indicó, señalando con una mano hacia las ruinas de lo que hace poco había sido uno de sus autobuses escolares—. Y todo es por tu culpa, jovencita —añadió girándose de lleno hacia Monique, apuntándola con su dedo acusador—. Sabía que serías un problema desde el principio. Personalmente me encargaré de que pagues por esto, ¿me oíste?
—Ya bájele a su estrés, Srta. Melaza —intervino Karly, parándose delante de Monique de forma protectora, y encarando a la profesora.
—¡Yo no le bajo nada a nada! Y es Cereza, CEREZA...
—Ya, ya, basta de tanto escándalo —se escuchó de pronto una voz mucho más apaciguadora. La Srta. Cereza, Karly y Monique se giraron al mismo tiempo hacia la entrada principal de la escuela, por donde salía en ese momento la persona que había hablado.
—Dir. Rough —murmuró Karly, despacio.
Monique contempló con detenimiento a aquel hombre que bajaba las escaleras principales de la escuela. Era un señor mayor, quizás de cincuenta, bajo y delgado, con piel morena y cabeza calva, aunque con rastros canosos de cabello oscuro al igual que su bigote. En general parecía alguien bastante... normal, por decirlo de alguna forma. Aun así, su sola presencia resultaba de alguna forma tranquilizadora, en especial para Monique.
Aquel hombre se paró delante de ellas, y contempló a Monique con sus profundos y grandes ojos cafés. Al parecer le hacían falta sus anteojos, pues tuvo que achicar un poco los parpados para así enfocar su vista lo suficiente para poder verla.
—Tú debes ser la Srta. Devil, ¿no es cierto? —comentó esbozando una pequeña pero cándida sonrisa.
—Sí, señor —asintió Monique rápidamente.
—¿Lo ve, director? ¿Lo ve? —exclamó la Srta. Cereza molesta, señalando hacia los destrozos y los rastros de arena—. Esto es justo lo que le dije que pasaría si dejaba que estas... criaturas vinieran a nuestra escuela. ¿Ve el peligro que representa esta niña?
El director negó enérgicamente con la cabeza.
—Yo lo único que veo es a una jovencita valiente, que arriesgó su vida para salvar a sus compañeros de escuela de un grandote buscapleitos.
—¿Qué? —exclamaron al mismo tiempo la Srta. Cereza y Monique, ambas igual de sorprendidas, aunque por motivos distintos.
—La Srta. Bethan tiene razón —comentó el Dir. Rough—. Para variar...
—¡Oiga! —exclamó Karly ligeramente molesta. El director la ignoró y prosiguió.
—En efecto te mereces la gratitud de todos, Srta. Devil.
—Pero, el autobús... —masculló la Srta. Cereza, atónita.
—Los autobuses se pueden reparar o comprar —respondió el director, negando de nuevo. Se giró entonces hacia la multitud de chicos y chicas que miraban aún expectantes la escena—. Los estudiantes son lo más importante de cualquier escuela, Srta. Coraza.
—¡Es Cereza! —espetó la profesora con enojo—. No es tan complicado.
Unas risas burlonas se escaparon de las bocas de varios los chicos, causando que un sonrojo pintara las mejillas de la apenada profesora.
—Sin embargo —pronunció el director de pronto con mayor severidad, y como respuesta inmediata a esto las risas de todos se apagaron. Su mirada se había fijado en el arma que Monique aún sostenía en su mano—. En el reglamento se especifica que los alumnos no pueden portar armas punzocortantes en los terrenos de la escuela. Eso incluye, por supuesto, las espadas.
Monique se sobresaltó y se giró rápidamente a ver el arma en su mano, y por mero reflejo la intentó ocultar detrás de ella, aunque claro era ya demasiado tarde.
—Me temo que eso la hace merecedora de... una tarde de castigo.
—Sí, señor —murmuró Monique con voz apagada, agachando la cabeza.
—¡¿Sólo una tarde?! —exclamó la Srta. Cereza en alto, casi ofendida. Y Monique en parte la entendía; ella había pensado que la expulsarían por llevar aquello.
—Bueno, bueno, ¿qué hacen todos aquí parados? —comentó el Dir. Rough alzando la voz, y girándose hacia todos los demás—. Muévanse, que es hora de ir a sus casas. Los que se iban a ir en ese autobús, pueden tomar alguno de los otros, o irse caminando por hoy. Es bueno un poco de ejercicio de vez en cuando. Andando, que de seguro tienen mucha tarea que hacer o algo.
Los estudiantes en el tumulto no necesitaron mucho más para comenzar a moverse, yendo cada uno a su respectiva dirección. El único que se quedó en su sitio observando, fue Billy.
Una vez que dio aquella instrucción, el director se giró una vez más hacia Monique, y le ofreció otra más de sus amables sonrisas.
—Bienvenida a Gray Peaks High, Srta. Devil.
—Gracias, señor.
El director le hizo un pequeño guiño, casi de complicidad, y entonces se giró para volver con paso lento hacia el interior de la escuela. Quien también se retiró, aunque con un sentimiento bastante distinto, fue la Srta. Cereza. Ésta lo que le ofreció a Monique antes de irse fue una mirada rápida de absoluto desprecio, que de nuevo Monique sintió casi como un cuchillo atravesándole el pecho. Y sin decir nada, se dirigió también hacia adentro de la escuela.
Monique suspiró. Su maestra la odiaba, pero al menos parecía que al director le agradaba un poco.
Ya cuando casi todos se fueron, Monique se viró una vez más hacia los restos del autobús, y de pasó también a los de Sandtrak. Aquello le recordaba de forma amarga lo que había ocurrido. Y aunque esa vez hubiera terminado relativamente bien, sabía que nos sería la última...
Suspiró resignada, agitó su espada hacia un lado y ésta se encogió rápidamente. Pasó a querer guardarla en su mochila, lo que la hizo recordar rápidamente el agujero de su mochila que se había hecho esa mañana. Alarmada, revisó su contenido y notó que no sólo el agujero seguía ahí, sino que se había hecho más grande; lo suficiente como para que incluso sus plumas, cuadernos, libros y en realidad todo lo que ahí traía se hubiera salido por él.
Echó un vistazo a su alrededor, y pudo notar sus útiles esparcidos por todo el estacionamiento. De seguro se habían salido durante todo el ajetreo de la pelea.
Soltó una pequeña maldición silenciosa, y se dispuso a recogerlos uno por uno.
—Monique, espera —comentó Karly a sus espaldas, y rápidamente la alcanzó mientras se agachaba a recoger sus libros. Billy la seguía unos cuantos pasos detrás—. Eso fue increíble, ¿cómo aprendiste todos esos movimientos y trucos? Te movías, ¡wush! Y luego golpeabas, ¡crash! Y los rayos, ¡bang!
—Karly —exclamó Billy con seriedad, cortándola—. No creo que tenga deseos de hablar de eso.
—¿Por qué no? —exclamó Karly, incrédula. Sin embargo, al mirar de nuevo a la chica nueva, y como recogía sus cosas en silencio y sin mirarlos... pudo darse cuenta por sí misma de que no estaba tan errado en su aseveración.
Tras un par de minutos de silencio, la voz de Monique al fin se hizo notar, aunque fue más como un escaso susurro afligido.
—A eso justo me refería cuando dije que siempre pasa algo malo cuando estoy cerca. Lo que dijo esa criatura es cierto: mi padre fue hace algunos años el Señor del Mal, y mi madre fue una famosa y poderosa heroína. Y yo, inevitablemente, heredé un poco de cada uno. Y aunque suene genial, lo cierto es que cosas como las de hace un rato pasan a cada rato.
Se alzó en ese momento, apretando contra su cuerpo todos sus libros, cuadernos, y todo lo demás que había podido recoger. Demasiado para llevarlo cargando hasta su casa, pero no era que tuviera de otra.
Dejó escapar un pesado suspiro de cansancio y resignación.
—Al mudarme aquí lo único que quería era ser una chica normal y pasar desapercibida, para tener una vida tranquila de escuela. Pero luego de esto, es claro que eso no será posible. Como sea, lo mejor será que todos ustedes se mantengan lo más alejados de mí. Será lo mejor para todos...
Dicho eso, dio un paso hacia el frente con la determinación de irse de una buena vez a casa.
—¡Espera! —pronunció Karly con ímpetu, y justo después la tomó firmemente de su hombro para evitar que avanzara demasiado. Monique se giró a mirarla sobre su hombro, y notó como la miraba con ferviente determinación, y una amplia sonrisa en los labios—. Monique, tú... tienes piel gris y un cuerno. Desde el primer vistazo es bastante evidente que no eres una chica del todo "normal".
—¿Eh? —exclamó la jovencita, algo confundida.
—Sí, la verdad el cuerno por sí solo es un poco incriminatorio —secundó Billy, encogiéndose de hombros.
—Pero eso no es nada malo —se apresuró a aclarar Karly, pues el desconcierto se había vuelto más que evidente en el rostro de Monique—. ¿Quién quiere ser una chica normal cuando puedes hacer cosas increíbles cómo esas? Además, nos acabas de salvar la vida a todos. Yo, Karly Bethan, porrista, líder de la clase, y jefa del MTJGRP, sé muy bien como reconocer a una persona genial cuando la veo. Y tú eres la chica más genial que ha pisado esta escuela; después de mí, claro. Y si alguno tiene un problema contigo por eso, ¡pues que se muera!
—Para lo que pueda servir, eso también va por mí —comentó Billy, sonriendo por primera vez desde que Monique lo había conocido.
De nuevo las sensaciones que le inundaron el pecho resultaron nuevas y desconcertantes para Monique luego de escuchar tan lindas palabras. Y de nuevo, no supo bien como exteriorizarlas, más allá de una pequeña sonrisa. Y claro, también en la forma de un profundo:
—Gracias...
—Ay, no vayas a llorar, que eso te quitará algunos puntos de genialidad —masculló Karly con tono bromista, cruzándose de brazos.
—Está bien, no lo haré —comentó Monique, y rápidamente pasó sus dedos por sus ojos, limpiando cualquier rastro que pudiera delatarla.
—Déjame ayudarte con eso —señaló Karly, arrebatándole rápidamente de los brazos los libros y demás útiles que Monique cargaba consigo... y pasándoselos al segundo siguiente a Billy para que él los cargara.
—Oye —se quejó Billy, pero Karly no le hizo caso. Se paró a lado de Monique, la rodeó con un brazo, e hizo que comenzaran a caminar.
—En serio, ¿no considerarías unirse al equipo de animadoras? Tienes buenos movimientos; creo que puedes sernos de mucha utilidad.
—En verdad no me gusta ser el centro de atención —masculló Monique, insegura—. Además de que no me considero del todo... "animada".
—No todas nacemos con el talento, querida Monique. Algunos necesitan pulirlo con esfuerzo y dedicación. Quédate conmigo y te mostraré cómo hacerlo.
Sin opción a decir cualquier cosa, incluido quejarse, Billy las siguió a ambas unos pasos detrás, cargando él sólo todos los útiles. Y los tres se dirigieron charlando en dirección a la residencia de los Devil.
— — — —
Karly y Billy acompañaron a Monique hasta la acera justo frente a su casa, en donde Billy al fin pudo entregarle sus libros de regreso. Luego de agradecerles sus atenciones de todo el día, Monique les ofreció entrar, pero ambos tuvieron que rechazarlo por lo tarde que era, dejándolo para "otro día". Ambos se despidieron de ella, y se encaminaron en direcciones diferentes.
Más alegre de lo que se había sentido en mucho tiempo, Monique se dirigió hacia la puerta de su casa. Los recuerdos buenos y malos de todo lo ocurrido aún la acompañaban, pero se esforzaba por enfocarse en los primeros.
Al entrar, le sorprendió un poco escuchar las voces de sus dos padres a la distancia. Avanzó hacia el comedor, y ahí los encontró a ambos, sentados a la mesa, cada uno con una taza de café en sus manos. Se encontraban charlando animadamente, aunque cortaron su conversación de tajo en cuanto notaron su presencia, y centraron su atención en ella.
—Hey, Monique —murmuró Amanda sonriendo—. Al fin llegas.
—Y ustedes igual —comentó la chica, mientras se aproximaba a la mesa para dejar sus útiles sobre ésta—. ¿Los dos salieron temprano?
—Queríamos saber cómo te fue en tu primer día —señaló Harold con entusiasmo—. Y compramos pizza para celebrar —añadió además, extendiendo una de sus manos de largos dedos hacia la caja de pizza familiar en el centro de la mesa—. Los chicos de la oficina dicen que es la mejor de esta ciudad, pero eso lo juzgaremos nosotros mismos.
Monique asintió, y sin espera tomó asiento delante de sus padres.
—¿Cómo te fue? —preguntó Amanda con curiosidad, mientras Harold abría la pizza y comenzaba a servir un pedazo para cada uno.
—Me fue bien, de hecho.
Aquella respuesta tomó visiblemente por sorpresa a ambos.
—¿De verdad? —pronunciaron al mismo tiempo entre sorprendidos y emocionados.
—Amanda, creo que lo que veo ahí es una sonrisa —indicó Harold, señalando con uno de sus largos dedos hacia el rostro de Monique—. Una genuina.
—¿Qué? —exclamó Monique casi asustada, e instintivamente llevó sus manos a su boca para cubrirla—. Claro que no.
Ambos rieron divertidos por la reacción tan ingenua de su hija.
—A mí me parece que entonces te fue bastante bien, en realidad —señaló Amanda, apoyándose contra el respaldo de su silla—. ¿Hiciste acaso algún amigo?
Monique se tomó un momento para meditar en la forma correcta de responder aquella pregunta. Tomó el pedazo de pizza que su padre le había servido y le dio una buena mordida a la punta de ésta.
—Creo que sí —respondió entre mordidas—. Al menos dos, creo... Pero, ¿a ustedes cómo les fue? —preguntó rápidamente, antes de que a alguno se le ocurriera hacer alguna otra pregunta.
—Bastante aburrido —masculló Amanda, encogiéndose de hombros y tomando también su respectivo pedazo—. Sólo un accidente de auto con cinco heridos, un idiota que se estrelló con su motocicleta, un ladrón de bancos herido por la policía, y muchos niños que querían su vacuna de la Influencia o no sé qué. Nada interesante.
—Pues yo sí me divertí —exclamó Harold entusiasmado—. ¿Pueden creer que nuestra oficina tiene una resbaladilla gigante que lleva desde el segundo piso hasta la planta baja? ¿Por qué demonios usarías el elevador o las escaleras teniendo algo como eso? Además, en la máquina expendedora de la cafetería tienen mis chocolates favoritos...
Monique escuchó atentamente los relatos de sus padres, mientras comía su pizza. Y aunque a ella misma le resultaba extraño, ciertamente aquello parecía el final perfecto para un día que, si bien de perfecto no había tenido nada, tampoco había sido del todo malo.
Y sobre la pizza, no podría asegurar si era o no la más deliciosa de la ciudad, pero... definitivamente no estaba mal.
— — — —
Mientras la familia Devil cenaba, sus tres integrantes ignoraban que alguien los vigilaba de cerca, desde la acera de enfrente detrás de un árbol, y mirando discretamente hacia la ventana de su comedor.
Billy Trevor había dicho que se iría a casa al igual que Karly, pero en realidad no se había ido demasiado lejos. Y en ese instante observaba a Monique y a sus padres comiendo pizza, riendo y charlando animadamente... como una familia normal. Y aquella escena ciertamente le resultaba confusa, en más de una forma.
Su teléfono sonó en ese instante, tomándolo un poco desprevenido. Lo sacó rápidamente de su bolsillo, y le echó un vistazo a la pantalla. Era un número privado, pero Billy no tuvo problema alguno en saber de quién se trataba. Respondió al instante y lo aproximó a su oído.
—Habla Cuervo.
—¿Lograste hacer contacto con el objetivo? —masculló la voz de mujer al otro lado de la línea, una que él reconoció a la perfección.
—Sí, todo pasó como dijeron —respondió con seriedad, sin apartar su vista de la ventana de los Devil—. Creo que me he ganado su confianza.
—Excelente. Mantente cerca y alerta a cualquiera de sus movimientos. ¿Está claro?
—Sí, pero... —masculló claramente indeciso, y dejó su frase sin terminar en el aire.
—¿Pero? —exclamó la mujer al teléfono con brusquedad—. ¿Pero qué?
Billy respiró hondo, intentando buscar fuerzas y claridad para expresar lo que le cruzaba por la mente en ese momento.
—Es sólo que... no parece ser el tipo de persona que creí que sería. Fuera de su apariencia y sus poderes, se comporta como una chica bastante... normal. ¿Están seguros de que...?
—No es tu trabajo cuestionarte esas cosas, Cuervo —exclamó la mujer con tono de regaño, que hizo que el joven se estremeciera un poco—. Sólo cumple con tus órdenes.
—Sí, señora —respondió el chico, está vez sin titubeo alguno.
No hubo mayor despedida luego de eso, y la persona al otro lado simplemente colgó. Billy guardó de nuevo su teléfono, echó un último vistazo a la ventana de la casa, y entonces ahora sí emprendió su camino su casa.
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