Capítulo 02. Primer día
Capítulo 02.
Primer día
La vida de Monique siempre estuvo llena de sorpresas y cambios durante estos primeros quince años (y medio). Y recientemente le tocó vivir un cambio más, aunque de un tipo más "común" en comparación a los que estaba acostumbrada, y eso al menos era digno de agradecer un poco.
Harold acababa de ser transferido por su compañía a la sucursal de la misma en Gray Peaks, una pequeña ciudad construida a la sombra de dos grandes montañas gemelas, que durante otoño e invierno se tornaban grises por la neblina que las envolvía (de ahí el nombre). Monique, en cuanto vio aquellos montes por primera vez en una postal de la ciudad, pensó irónicamente que se asemejaban un poco a los cuernos de su padre y al suyo. No sabía si era una coincidencia, pero al menos era un poco gracioso.
Debido a la mudanza, Amanda había tenido también que buscar un nuevo trabajo, consiguiendo con relativa facilidad un puesto como jefa de urgencias en el Hospital General de la ciudad. El administrador de su hospital anterior le escribió una muy elocuente carta de recomendación; todo con tal de que se fuera lo más pronto posible...
Y claro, con todo ello, a Monique le tocaba también cambiar de escuela. Y para la mayoría de los chicos de quince años (y medio), el tener que mudarse repentinamente de esa forma resultaría bastante frustrante y molesto. Pero no era el caso de Monique Devil, que en realidad no consideraba aquello una gran pérdida. No era como si realmente tuviera muchos amigos en su escuela anterior; no desde el incidente del ogro gigante abriendo el techo a mitad del examen, y no tenía tampoco demasiados antes de eso.
Así que en lugar de amargarse o entristecerse por el cambio, decidió abrazar éste de la mejor forma, y verlo como una nueva oportunidad para empezar de cero, y quedarse en el cero. El cero resultaba bastante bueno para ella, dadas sus circunstancias.
La mañana del que sería su primer día de clases, mientras se arreglaba cuidadosamente frente a su espejo (peinarse teniendo un cuerno no es tan sencillo como la gente cree), Monique pensaba detenidamente en cuál sería su plan de acción para ese día. Éste consistía básicamente en:
«Sé invisible y hazte notar lo menos posible.»
Bastante sencillo.
«Habla con el mínimo de gente necesaria, y no hagas enojar a tu nueva maestra —se decía a sí misma mientras pasaba el cepillo por su largo cabello azul—. Y si aparece algún monstruo buscándote, finge demencia y sal de ahí disimuladamente. Si tienes suerte, pasarás a salvo el primer mes sin ningún incidente; quizás incluso puedas tener un compañero de estudios para el segundo mes, y quizás incluso casi un amigo para el tercero. Pero no te hagas ilusiones, Monique; ¿de acuerdo? No estamos aquí para eso, sino para estudiar e intentar no morir en el intento.»
La Monique de su cabeza solía ser bastante estricta con sus planes, aunque no siempre salían como lo esperaba. Pero al menos lo intentaría.
Una vez lista, salió de su cuarto con mochila en mano y bajó las escaleras hacia la planta baja.
Uno esperaría que la casa de un antiguo Señor del Mal y de una antigua Heroína fuera algo así como un castillo de grandes torres y calabozos. Pero, en realidad, la casa de los Devil en Gray Peaks era una residencia suburbana bastante convencional, solamente un poco más grande que su casa anterior, e incluso con jardín frontal y un buzón.
Al bajar, la joven Monique se encontró primero con su padre. Harold se encontraba sentado en la mesa de la cocina, tomando café y leyendo el periódico. El antiguo Señor del Mal era del tipo de persona que prefería aún leer todo en papel; por algo tenía tantos libros físicos en su biblioteca privada, aunque muchos de sus ejemplares llenos de hechizos y maldiciones se encontraban disponibles, y con descuento, en versión electrónica.
El Sr. Devil lucía un elegante traje brillante de pantalones y saco azul, y una bonita corbata roja. Y claro, sobre sus hombros, llevaba aquella larga capa negra de cuello alto, de apariencia raída y vieja, pero que siempre, sin excepción, traía puesta. Incluso cuando iban a la playa, podía estar en traje de baño, pero su capa nunca faltaba. Hacía mucho que Monique había desistido de cuestionarse el porqué.
—Buenos días, papá —saludó la jovencita de un cuerno al pasar a su lado de camino a las cajas de cereal.
—Hey, buenos días, hija —espetó Harold con efusividad—. ¿Lista para tu primer día?
—Supongo. ¿Y tú?
—Claro que sí. Ya tengo mi maletín lleno de cosas de trabajo. —Y mientras hacía aquella declaración, tomó con sus largos dedos el maletín negro que tenía sobre la mesa a su lado, y lo extendió para que su hija pudiera verlo de cerca—. ¿Qué tal?, ¿no se ve profesional?
Monique, con su plato de cereal servido en las manos, le echó un ojo al maletín, que era... bueno, un maletín negro, sin nada en particular.
—Se ve igual que el anterior.
—Pero éste es de cuero —señaló Harold con aún más entusiasmo—. Anda, tócalo.
—No, gracias...
Tras esquivar el maletín nuevo de su padre, Monique tomó asiento en la silla a su lado y tomó el cartón de leche sobre la mesa. Su cereal favorito era de avena con malvaviscos; un poco aniñado para una chica de quince años (y medio), pero eso no le preocupaba demasiado. No le gustaba echarle mucha leche porque se endulzaba demasiado rápido por los malvaviscos, por lo que sólo usaba la indicada para ablandarlos lo suficiente. Y, ¿por qué contarles eso?, ¿acaso es relevante?, se preguntarán; quizás luego se los diga.
Tras dar el primer bocado de su desayuno, Monique se viró hacia su padre y, aun masticando, intentó preguntarle:
—¿Dónde está ma...?
Pero su cuestionamiento se respondió solo cuando los pasos del tercer miembro de la familia Devil se hicieron escuchar, mientras bajaba rápidamente por las escaleras.
—¡Monique! —masculló Amanda, inusualmente emocionada, especialmente considerando la hora del día—. Qué bueno que te alcancé. Mira lo que encontré; esto es perfecto para que te lo lleves a clases.
Amanda extendió delante de ella lo que cargaba con tanto orgullo en sus manos: una larga espada brillante, de una hoja tan filosa que sentías que te cortaba con tan sólo mirarla.
—¡Mamá! —espetó Monique, casi horrorizada—. No voy a llevar una espada a la escuela. Estoy... casi segura de que va totalmente en contra del reglamento.
En realidad dudaba que dicho reglamento mencionara directamente las espadas, pero cualquier persona con sentido común lo concluiría sin necesidad de ello; cualquier persona, menos Amanda Devil.
—Descuida, es mágica —explicó su madre justo después, y agitó entonces la espada hacia un lado con fuerza y ésta se fue encogiendo poco a poco, hasta convertirse en algo más parecido a una daga—. Se hace pequeña, ¿ves? Y así nadie sabrá que la traes contigo.
—¡Eso no es mucho mejor! —exclamó Monique, incluso más inquieta que antes—. Si la encuentran en mi mochila, me expulsarán de seguro.
—Tonterías —bufó Amanda, restándole importancia a dicho argumento. Se aproximó a la silla donde Monique había dejado su mochila, la tomó y la abrió antes de que la joven pudiera hacer algo para impedirlo—. Mira, la puedes meter aquí y tenerla cerca por si acaso la nece...
Amanda había soltado la pequeña espada en el interior de la mochila, y lo siguiente que los tres vieron fue el punta de la filosa hoja atravesando la parte inferior del bolso, sobresaliendo al menos la mitad por dicho agujero.
—Oh... —susurró Amanda, bastante más calmada que la dueña de la mochila—. No te preocupes, creo que tengo un protector por aquí para evitar eso...
La Dra. Devil se alejó con todo y la mochila, comenzando a revisar escrupulosamente en los cajones de la cocina.
—No puede ser —suspiró Monique, resignada y molesta, tomando su frente con una mano, y continuando con su plato de cereal con la otra.
—No es mala idea que tengas una espada a la mano, Monique —indicó Harold un rato después de haber reanudado la lectura de su periódico—. Nunca sabes cuándo puede surgir un Golem de la tierra y atacar la escuela. Querrás estar lista cuando eso pase; créeme.
—No me va a atacar un Golem en la escuela, papá —respondió Monique de mala gana, tomando pequeños bocados de malvaviscos y avena con su cuchara—. Además, una espada no funcionará contra uno.
—Exacto —exclamó Amanda con orgullo. Se aproximó por detrás a Monique, colocando la mochila sobre sus piernas, pero provocando que la joven fuera salpicada por un poco de leche—. Yo le enseñé eso —añadió Amanda, señalándose a sí misma con su pulgar—. Y por supuesto que no la atacará un Golem.
—Gracias, mamá...
—Pero un Limo Ácido Voraz, esos pueden surgir de todas partes y cuando menos lo esperas. Había dos en el baño esta mañana.
—¿En serio...?
—¿Y una espada sí funcionaría con sus cuerpos gelatinosos? —preguntó Harold, genuinamente curioso.
—No por sí sola —se apresuró Amanda a responder—. Pero si usas magia de rayo...
Por la ventana de la sala se pudo apreciar como el largo vehículo escolar color amarillo pasaba por delante de la casa, y se estacionaba justo frente a ésta. Aquello era la señal de salida para Monique.
Tomó rápidamente dos cucharadas más de su cereal, se colgó su mochila al hombro, y se dirigió apresurada hacia la puerta.
—Es mi autobús —indicó teniendo su boca aún ocupada por cereal—. Ya me voy; que tengan un buen primer día también.
—¡Que te vaya bien! —le despidió Harold efusivamente, agitando una de sus manos.
Al momento de colocar un pie afuera y ver de frente el largo autobús, Monique se paralizó unos instantes. Por las ventanillas podía ver a los otros chicos a bordo, y aquello la puso un poco nerviosa.
«Recuerda —se dijo a sí misma—, no hables con nadie, y hazte notar lo menos posible.»
Suspiró con fuerza, y comenzó a caminar hacia el autobús lo más segura y firme que podía. Las puertas se abrieron hacia un lado cuando ya estaba a un costado del vehículo, y el ruido de adentro se hizo más apreciable. Se paró firme, respiró hondo, y colocó el primer pie en los escalones. Y entonces...
—¡Si aparece otro ogro a mitad de un examen recuerda apuntar a los ojos! —escuchó de pronto la voz de su madre gritando a sus espaldas—. ¡Los ojos!, ¡no lo olvides!
Monique se viró lentamente sobre su hombro, sólo para apreciar a sus dos padres de pie en el pórtico de la casa, agitando sus manos en el aire en forma de despedida. Sus labios se apretaron con fuerza, y apenas y logró alzar una mano para corresponderles el saludo. Luego subió apresurada.
El ruido y las voces del interior se habían callado. Y si la atención de alguno de los presentes no había sido llamada por aquella nada discreta advertencia de su madre, de seguro lo fue cuando aquella chica de piel gris, cabello azul y un cuerno se paró justo delante de todos, y estos posaron sus miradas perplejas en ella.
—Buenos días —pronunció Monique despacio, y comenzó a caminar por el pasillo con su cabeza agachada. Nadie dijo nada, pero podía sentir cómo todos la seguían con la mirada.
Se sentó en la última fila, donde había menos gente. Justo después el autobús se puso en movimiento, y el aire tenso pareció irse calmando poco a poco, aunque no del todo.
Monique se colocó sus audífonos y conectó estos a su teléfono. Escuchar un poco de música le ayudaría a abstraerse, y a que el viaje no fuera tan largo... e incómodo.
— — — —
El trayecto a Gray Peaks High tomó unas dos canciones y media. En ese tiempo, nadie hizo el intento de hablar con Monique, o incluso de sentarse a su lado. Aquello de hecho era más que ideal para ella; ser invisible y no hacerse notar, era justo lo que buscaba. Y aunque sus padres no le ayudaron al inicio a cumplir su meta, se disponía a seguir adelante y con firmeza con dicho plan en cuanto pusiera un pie en su nueva escuela.
Cuando el autobús se detuvo frente a la entrada, Monique aguardó a que todos salieran primero, y entonces ella pasó después. Al ponerse la mochila, sintió como uno de sus lápices caía al suelo entre sus pies.
«¡El agujero!» pensó espantada al recordar que su mochila había sido agujerada. La revisó rápidamente por debajo; el agujero no era muy grande, pero lo suficiente para que objetos pequeños se escaparan por ahí. No le quedaba de otra más que ser muy cuidadosa el resto del día, y ponerle un parche cuando llegara a casa.
Pero no debía distraerse demasiado en eso. Tenía un plan y debía seguirlo. Sin embargo, en cuanto bajó del autobús y alzó su mirada hacia el frente, pudo darse cuenta de que su plan no sería tan sencillo como ella esperaba.
Entre la marea de chicos que marchaban hacia el interior del edificio, vio a una chica de cabellos rubios rizados, parada frente a las escaleras sujetando entre sus manos un cartel. Dicho cartel, para la absoluta sorpresa de la recién llegada, tenía escrito con plumón rosado:
MONIQUE
DEVIL
Aunque parecía que en realidad habían escrito originalmente "MONQUE DEVIL," pues la "i" había sido puesta a la fuerza entre "N" y la "Q" con marcador negro, en un insuficiente intento de tapar el error.
Pero eso era lo menos importante del asunto. ¿Quién era esa chica y por qué tenía un cartel con su nombre? Además de todo, miraba expectante y sonriente hacia el autobús como si aguardara a alguien... ¿A ella?
«¿Qué rayos...?» Pensó Monique, vacilante sobre qué hacer a continuación.
¿Se suponía que debía caminar hacia ella y presentarse? ¿Por qué la estaba esperando en primer lugar? Aquello rompía por completo lo que se suponía que haría (no hablar con nadie, para empezar).
Consideró seriamente seguir de largo y fingir que no la había visto. Pero aquello no sólo sería difícil de creer, pues era casi imposible no verla; sería además bastante grosero... Y para bien o para mal, a Monique Devil no le gustaba ser grosera.
Suspiró con resignación, y se aproximó entonces a la chica del cartel.
—Eh, disculpa... —murmuró despacio una vez que estuvo lo suficientemente cerca. La chica se sobresaltó con una inusitada emoción.
—¡Ah!, ¿tú eres Monique Devil? —soltó rápidamente, echándole una mirada rápida de arriba abajo—. Sí, definitivamente tienes cara de Devil.
—¿Qué? —exclamó Monique, sin saber qué quería decir con eso en realidad—. Ah... sí, soy yo. ¿Tú quién...?
—¡Encantada de conocerte! —espetó la chica rubia, tirando hacia un lado el cartel que traía consigo sin el menor miramiento, y rápidamente estrechando la mano de Monique entre las suyas—. Me llamo Karly Bethan; líder de la clase, miembro del equipo de porristas, y presidenta y fundadora de MTJGRP.
Monique se sintió un poco intimidada por la repentina cercanía de aquella extraña.
—¿MT... qué?
—MTJGRP —repitió la extraña, que aparentemente se llamaba Karly—. Significa: Movimiento por el Trato Justo a la Gente Rica y Popular.
Aquella explicación sólo dejó aún más dudas en Monique.
—¿Y qué es eso...?
—Te explico —se apresuró Karly, y sin aviso entrelazó su brazo con el de Monique y comenzó a caminar hacia el interior de la escuela, jalando a la recién llegada consigo—. ¿Has notado cómo en caricaturas, series, películas y novelas, siempre plasman a las personas ricas y populares como egoístas, malvadas y presumidas? ¡¿No piensas como yo que esa es una imagen prejuiciosa y dañina que fomenta el estereotipo y el odio?!
—Nunca lo había visto de esa forma... —susurró Monique despacio, y ciertamente nunca lo había considerado.
—¡Precisamente! —exclamó Karly con incluso más efusividad que antes. Ya en esos momentos ambas habían atravesado juntas las puertas principales y se adentraban en los pasillos de la escuela—. Y justo por eso fundé el MTJGRP, un club dedicado a demostrar que las personas hermosas y ricas, como yo, podemos hacer mucho bien por esta comunidad, y ayudar a las pobres almas menos bendecidas. Como a mis compañeros, claramente menos hermosos, ricos y populares que yo.
—Qué noble...
—Lo sé —murmuró Karly con alarde, sin captar al parecer la pequeña dosis de sarcasmo que había acompañado a las palabras de su acompañante—. En fin, el caso es que, como parte de las actividades caritativas del MTJGRP, yo seré tu guía durante tu primer día de clases aquí en Gray Peaks High, y te enseñaré todo lo que debes conocer.
—¿Necesito un guía?
—¿Y quién no? Personalmente me ofrecí como voluntaria con el director Rough, y él me dijo: "¡Por supuesto que no! Deje de perder el tiempo, señorita Bethan, y vaya a clases ya."
Al repetir aquello, se encargó de agravar un poco más su voz, seguramente intentando imitar la del director. Monique tuvo que admitir que eso sí le provocó un poco de gracia. Incluso podría haber soltado una pequeña risilla, de no haberse contenido.
—Pero, ¿a quién le importa su opinión? —concluyó Karly justo después—. Es sólo el director, después de todo. Así que lo haré de todas formas.
—Te lo agradezco, pero no es necesario —murmuró Monique, zafándose en ese momento del brazo de aquella chica. Tomó entonces su mochila, y comenzó a rebuscar en su contenido—. De hecho, vine de visita con mis padres hace unos días, y en esa ocasión me dieron este panfleto...
Encontró entre dos de sus libros el panfleto que le habían dado, que incluía también un plano de la escuela. Se dispuso a enseñárselo a Karly, pero incluso antes de que pudiera sacarlo por completo, ella se lo arrebató de la mano rápidamente.
—¡¿Panfleto?!, ¡tonterías! —exclamó la rubia con efusividad, pasando a romper dicho papel en cuatro pedazos.
—¡Oye! —espetó Monique, entre sorprendida y molesta. Había anotado ahí su número de salón y el nombre de su maestra...
Karly, sin embargo, no pareció notar su enojo.
—No necesitas eso mientras yo esté contigo —declaró ferviente, y entonces la volvió a tomar firmemente de su brazo—. Tú sólo sígueme...
Y sin más, comenzó a andar con más apuro por el pasillo, y Monique se fue con ella. Al parecer, a la Srta. Devil no le quedaba más opción que aceptar a su guía forzada.
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