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࿐♡ 06

—Eso es todo por hoy, Chan —Jeongin acababa de enseñarle la conjugación de verbos a Chan, avanzaba rápido.

—Jeongin —dijo el más alto.

—¿Sí? —respondió el príncipe guardando las tizas que utilizaba para enseñarle.

—¿Yo te agrado? —preguntó, aunque en verdad el "agradar" no estaba bien definido, ya que Jeongin lo expresó como querer, gustar, apreciar y algunas cosas más.

—Sí, claro que me agradas —se dio la vuelta, viendo a Chan detrás de él con una sonrisa.

—Qué bueno —y lo abrazó.

—¿Te gusta abrazarme? —preguntó Jeongin, ya que Chan cuando no estaban en clase siempre estaba pegado a él.

—Sí —y su posición de abrazo favorita era por atrás, también le gustaba que Jeongin le devolviera el abrazo, pero en esa posición, si lo levantaba del suelo o se agachaba, su nariz chocaba con su nuca y podía aspirar su dulce y suave aroma natural.

—Ah, ¿sí? —dijo aun guardando sus cosas, sin prestarle atención a Chan.

—En verdad me gusta —él era mitad animal, aunque podía comunicarse como un normal, sus instintos también actuaban a veces.

Como ahora, los felinos, cuando quieren a alguien o les interesa otro, lamen en lugares exclusivos, las madres suelen lamer la frente de sus hijos, pero cuando es otra clase de cariño, los lugares son: nuca, detrás de las orejas y cuello.

Jeongin guardaba sus cosas, tarareando mientras lo hacía, de pronto sintiendo cómo su mayor lo apretaba más en el abrazo, levantándolo del suelo, hasta que ya no podía tocar el suelo.

—¿Quieres ir a dormir? —Jeongin preguntó, pues cuando Chan quería acostarse con él en brazos, lo levantaba y se lo llevaba.

Pero no hubo respuesta, simplemente un ronroneo grueso y áspero seguido de algo húmedo que empezó en su nuca.

—¿Qué ha-haces? —preguntó Jeongin dándose cuenta de que era su lengua.

Tampoco hubo respuesta en palabras, solo sensaciones y esa era una lengua húmeda y algo áspera, como la de los felinos, que se pasaba desde su nuca hasta detrás de su oreja derecha para bajar por su cuello, separándose luego de algunos segundos.

—Chan... ¿Es-esto pasa en algún libro? —trató alcanzarlo con su mano, pero solo logró atrapar su ropa, la cual apretó en sus temblantes manos mientras cuestionaba con su voz cohibida y temblorosa.

—No —fue honesto.

—E-Entonces... tal vez... —y sintió otra vez su lengua en su nuca, está vez yendo hacia la izquierda—. Oh~ —escapó de sus labios, sin saber qué estaba pasando en ese momento, pero al mismo tiempo, sin querer que acabase.

—Jeongin —pronunció Chan.

—¿Sí? —respondió Jeongin con una voz suave y temblorosa.

—¿Ya guardaste las tizas? —preguntó.

—Sí... hace un momento yo... —y su cuerpo fue volteado chocando miradas con Chan quien se hizo paso entre sus piernas, abrazando su torso desde esa posición, subiéndolo al mesón donde Jeongin solía darle sus clases.

Y continuó su trabajo, empezó a lamer su cuello, desde su manzana de Adán hasta cerca de su clavícula.

¿Jeongin? él estaba embriagado por todo lo que estaba sintiendo en ese momento, sus piernas abrazaban la cintura del híbrido y sus brazos correspondieron el abrazo que el contrario le dio, sosteniéndose de su cuello.

Jeongin sintió como el otro se separaba y lo miraba fijamente, vio cómo el chico de pelo algo largo se lamía los labios y se acercaba a él.

Esperando algo, Jeongin cerró sus ojos, pero ese algo nunca llegó, pues Chan únicamente unió sus frentes.

—¿Puedes explicarme estas palabras? —dijo el más alto de repente.

—¿Ah?

—Hay palabras en los libros que no entiendo —señaló dos libros apilados en una esquina de la mesa.

—¡Oh! —Jeongin aterrizó de nueva cuenta a la tierra—. Claro —le sonrió—, pásamelos.

Chan, sin separarse alcanzó los libros, dándoselos a Jeongin.

—Huracán... Okey, más adelante te explicaré por qué se crean, pero por ahora, los huracanes son fuertes fuerzas de aire que van en círculo y destruyen muchas cosas —pasó a la siguiente palabra—. Luciérnaga... Bueno, son bichos que tienen su colita algo abultada y que brilla en las noches.

—Oh, así tiene más sentido —apoyó su cabeza en la curvatura del cuello de Jeongin.

—Proteger... —se puso nervioso—. Es cuando defiendes o no dejas que algo malo le pase a algo.

—¿Por qué?

—Básicamente, porque ese algo es preciado para ti —le sonrió.

—Oh...

—Esas son todas, es momento de almorzar, vamos a...

—¿Por qué alguien besa a otra persona? —preguntó de repente, él sabía qué era un beso, Jeongin le dijo que era un choque de labios, pero no sabía la razón.

—Porque la quiere, la ama, porque es un signo de lealtad, es una demostración de afecto.

Y esas tres palabras se quedaron en la cabeza de Chan.

Demostración de afecto...

¿Así demostraban su cariño los normales? Tal vez debería empezar a demostrarlo en el idioma que Jeongin sabía.

—Vamos, tenemos que almor... —y sin saber lo que podía haber pasado, solamente sintió los labios de Chan encima de los suyos, que se movían de manera muy inexperta, pero lenta.

Jeongin estaba atónito. ¿Qué se supone que debía hacer?

—Chan —se separó un momento—, yo creo que... —pero el híbrido no paró, es más, ahora continuó el beso aprovechando que había abierto sus labios, continuando, hizo caso a su instinto, añadiendo humedad a ese beso.

Jeongin se sorprendió de gran manera, Chan acababa de meter su lengua al beso, lo más raro, es que le estaba siguiendo el beso.

—¡Espera! —Jeongin colocó sus manos en el pecho de Chan.

—¿Qué pasa?

—Así... es muy fuerte —sus piernas estaban temblando.

—¿Cómo quieres que lo haga? —preguntó.

Fue el turno de Jeongin de no responder con palabras y tomando iniciativa con sus dos manos sostuvo el rostro de Chan, acercándose hasta hacer chocar sus labios suavemente.

Empezando a mover sus labios, sintiendo cómo era correspondido de inmediato, también percibiendo cómo el abrazo que antes Chan le daba se convertía en un agarre que acariciaba su cintura.

—Jeongin —llamó Chan

—¿Sí? —respondió el príncipe.

—Abre la boca —y cuando sintió que el más bajito hizo caso, metió su lengua sin preguntar o decir más, sintiendo sus sabores, sintiendo el calor, sintiendo ese "algo" que nunca había sentido antes.

Y Jeongin, en vez de pararlo porque iba demasiado rápido, trataba de seguirle el ritmo, no besaba mal... nada mal.

Y de pronto, el ambiente cambió cuando las manos del más alto se introdujeron dentro de su camisa y su cuerpo empujado hasta llegar a estar acostado en ese mesón.

¿Qué estaba pasando?

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