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࿐♡ 01

—¡Príncipe, cuidado! —un general real, apartó al hijo del rey de la ventana que daba vista al bosque.

—Solo es una ventana... y, Seungmin, no me gusta que me digas Príncipe todo el rato, crecí contigo, solo dime Jeongin.

—Pues, Jeongin, es de muy noche y los híbridos atacan a estas horas.

Jeongin, Yang Jeongin, Príncipe del reino, próximo heredero al trono, el próximo "mata bestias" caminaba tranquilamente al lado de su mejor amigo y acompañante por orden de su padre, lo seguía a todas partes para no dejar a Jeongin solo, o al menos, hasta que ese general se dé cuenta de que son más de las 6:30 de la tarde y escape algunas horas para ir a ver a ese panadero que tanto le gustaba.

—Lo sé...

—Sé que tienes curiosidad por ellos, Jeongin... pero es peligroso.

—No... cómo crees, yo no tengo curiosidad, tengo que matarlos, como mi padre, ya sabes, ser fuerte y valiente con mi armadura de 30 kilos —y después de eso, Seungmin se lanzó a reír a carcajadas—. ¿De qué te ríes?

—Si tan solo pudieras levantar un escudo y una espada al mismo tiempo, ahí te creería —le dolía su estómago de tanto reír.

—¡No es mi culpa que los escudos de madera pesen tanto como un árbol de roble! —se cruzó de brazos.

—Jeongin, tu padre levanta cajas de escudos con sus brazos, alrededor de seis en cada uno.

—Bueno... apenas tengo 17 años, aún me falta crecer.

—Sí, se nota —hizo burla de su altura a lo que recibió un suave golpe en su brazo.

Antes de que alguno pueda decir otra cosa, se escuchó una tuba, la que indicaba que, de nuevo, la frontera estaba siendo atacada por los híbridos.

—Quédate aquí —Seungmin dejó a Jeongin en una habitación, para luego ir a lo de casi cada día, proteger el reino.

El joven Príncipe suspiró en su lugar, él igual quería pelear, quería servir a su reino, pero era tan malo haciéndolo que de a poco le prohibieron entrar en batalla.

Esperó un tiempo hasta que las cosas se calmaron, Seungmin volvió con su mano ensangrentada, directo al baño para quitarse ese líquido.

—¿No estás herido? —pregunto Jeongin preocupado.

—No... solo, tuve que matar a una oveja para que se alejen del páramo.

—Oh...

Era algo de cada día, alejarlos, heridos, curarse y seguir su vida.

—Ve a dormir, Jeongin —dijo Seungmin, que apellidaba como los caballeros reales, Kim.

—No tengo sueño —respondió el Príncipe pelinegro.

—Pero yo sí —le sonrió—. Al menos haz el intento, ¿sí? Nos vemos mañana —se despidió con un abrazo y se fue a su habitación.

Jeongin se quedó pensando, lo que Seungmin hacía... derrotar, defender y matar, ¿podría hacer algo así en algún momento? No lo sabía, él era bueno para curar, como su madre, tenía libros y libros de medicina de plantas.

Siempre le interesó la naturaleza y la libertad, pero su padre, su padre tenía tantas expectativas sobre él, sobre ser el "gran mata bestias", aunque era delgado pequeño y débil.

No quería decepcionar a su padre, pero tampoco quería matar, él quería curar.

Mientras mezclaba algunos palos de romero se dio cuenta que ya no tenía dientes de león, no podía hacer el analgésico sin eso.

Mañana tendría que ir a buscar más.

(...)

—Con cuidado, ¿sí? —su madre, una preciosa mujer pelinegra y de pelo largo le dio un beso en la frente antes de que Jeongin se vaya a recoger más plantas para completar medicinas.

—Sí, mamá, siempre medio kilómetro lejos del páramo —y salió del palacio.

Tenía una camisa blanca, con un pantalón de tela negro y una capa café que lo cubría del sol, tenía una canasta de madera en su mano, que tenía compartimientos para separar las diferentes plantas.

Jeongin sabía que las mejores estaban cerca del río, así que fue a uno cercano, pronto encontró plantas de romero, con una tijera empezó a cortar las ramas.

Cabezas de dientes de león, lavandas y ramas de jengibre.

Sin soportarlo más, se sacó sus zapatos adentrando sus pies al río, sintiendo lo fresco del agua hasta que sintió a alguien mirándolo.

—Seungmin... —llamó esperando que sea él.

Luego, un sonido al otro lado del río apareció, se quedó quieto y a dos metros de él apareció un chico, parecía mayor que él, semidesnudo que fue al río a darse un baño, se sumergió para quitarse toda la tierra, y luego lo vio, a ese chico que estaba tan cerca y se acercó.

El joven príncipe se quedó petrificado en su lugar, con miedo de ser atacado, probablemente moriría ese día.

Pero ese híbrido, solo lo miraba con curiosidad, se acercaba lentamente aún dentro del río, hasta llegar a sus pies, donde estaban a sólo centímetros y a juzgar por el cómo Jeongin veía a ese hombre, le calculaba un metro noventa.

Sintió cómo las manos del híbrido tocaban sus pies, levantándolos del agua, talvez demasiado porque hizo caer a Jeongin para atrás.

Aquel chico, de pelo negro y un poco largo, nada estilizado.

—Auch... —Jeongin se había golpeado con una roca, pero cuando abrió sus ojos, el híbrido estaba en su encima.

—¿Auch? —repitió.

Bonita voz....

Con sus manos húmedas por salir del agua, ese chico tocó la ropa de Jeongin, desde la capa hasta su camisa la cual levantó para ver qué había dentro, a lo cual Jeongin se sintió cohibido, pero tenía miedo de ser atacado si hacía algo más.

—Chan —dijo aquel hombre con voz suave y gruesa.

—¿Chan? —repitió con miedo.

—Chan —tomó la mano de Jeongin y la colocó sobre su pecho desnudo y húmedo—. Chan —volvió a repetir.

—Te llamas Chan... —comprendió aun con mucho miedo.

Luego aquel hombre... Chan, soltó la mano de Jeongin, y colocó la suya sobre el pecho de Jeongin, sobre su camisa y lo miró sin decir nada, claro, ellos nos hablaban.

—Jeongin —dijo el príncipe entendiendo que Chan tenía curiosidad en él—. Jeongin —volvió a repetir.

—Jeo... Jeong-in —dijo lento—. Jeongin.

—Sí —sonrió... talvez en verdad no eran tan malos.

El miedo que antes tenía se desvaneció muy lentamente... hasta que el rostro de Chan se acercó velozmente, ahí su miedo volvió más fuerte que antes, pero solo empezó a olfatear su cuello, paseando su nariz desde atrás de su oreja hasta cerca de su clavícula.

—Jeongin —estaba por hacer algo más hasta que escuchó un crujido cerca y gruñendo se alejó velozmente, desapareciendo en el bosque.

El príncipe sentía su corazón latir a mil por hora, estaba en estado de shock.

¡¿Qué acaba de pasar?!

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