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Parte Única.

Soberbia: es la apreciación descontrolada de nuestro propio valor, atractivo e importancia ante los demás. Se le considera uno de los pecados más serios. Las personas soberbias se caracterizan por considerarse superiores a quienes les rodean. El narcisismo o vanidad es una manera de ser soberbio.

Kim Taehyung, nacido en cuna de oro, ha vivido toda una vida llena de lujos, sus desayunos, almuerzos, comidas, meriendas y cenas constan cada día de platillos exquisitos que la mayoría de la población mundial jamás podría llegar a degustar y ¿para qué mentir? Su paladar adora aquello.

¿Cómo describirle?

Es, a ojos de todo quién llega a conocerle, un verdadero príncipe encantador, con sus cabellos castaños ondulados, su impecable tez besada por el sol, sus preciosos ojos avellana y aquellos apetecibles y suaves labios carmesí que todo el mundo anhela probar, pero que, casi nadie tiene el privilegio de besar.

Kim Taehyung es el chico más deseado del colegio, no había nadie sin excepciones que no cayera rendido a sus pies, y si bien, habían personas que afirmaban lo contrario, muy en el fondo le deseaban.

Porque, ¿quién no desearía a Kim Taehyung? ¿Quién no podría caer rendido a sus pies?

Aquél joven creció, obteniendo siempre lo que quería, abusando de aquella linda cara y aquél puchero adorable que acostumbraba a hacer para convencer a cualquier individuo a su alrededor de que hiciese todo lo que él deseaba.

Porque Kim Taehyung había sido acostumbrado a nunca recibir un no por respuesta.

Tenía a todo el mundo adorándole como si fuese una especie de ente divino o un Rey.

Y aquello le encantaba.

Le encantaba ser el centro de atención, ser complacido y obtener todo lo que pedía.

Le encantaba que nadie fuese capaz de ponerle un alto, le encantaba lo superior y poderoso que le hacían sentir.

Le gustaba meterse en problemas y salirse con la suya a pesar de los líos en los que se metía. Porque ni siquiera los profesores eran capaces de imponerle castigos, o sabrían que pasaría. El chico podría hacerles perder el empleo en un dos por tres sí se metían con él, así que, aunque no les agradara y lo vieran injusto, preferían tomar sus precauciones y asentir con una sonrisa fingida ante cualquier falta o capricho por parte del joven.

Porque la familia Kim era poderosa y sin duda alguna harían hasta lo imposible si a cualquier persona ajena se le cruzaba siquiera por la mente contradecir, quejarse o desobedecer a su primogénito.

El chico era su orgullo y le atesoraban como a una joya, le llenaban de cumplidos, halagos y bienes materiales, y aquello sólo le alimentaba el ego, la vanidad, el orgullo, y la arrogancia.

Era sencillamente un altanero, disfrutaba de hacer sentir menos a quienes le rodeaban, e incluso humillar a quienes ni siquiera conocía, porque no podía ver más allá de mismo. Porque su percepción de sí mismo estaba por los cielos.

El único deber que tenía, y que por cierto aborrecía, era pertenecer a la comunidad de la iglesia. Por supuesto, no creía fervientemente en la existencia de un Dios, pues era tan alto su sentido de superioridad que no podía creer que existiese un ser mayor a él a quién la gente adorase.

Y tenía envidia de eso.

Para él la mera posibilidad de la existencia de un Dios eran simplemente patrañas. Y podía ver que la gente estaba cegada con aquello. Pero aún cuando le molestaba en sobremanera, no podía hacer algo, y de todas maneras no era como si tuviese ganas de hacerlo.

Taehyung aborrecía ir a la iglesia, le parecía absurdo, mas sin embargo, asistía cada domingo, porque su familia estaba involucrada con la iglesia de la comunidad. Sus padres al poseer tantos bienes, gustaban de compartir estos a los prójimos y por ello, habían fundado una institución benéfica para gente necesitada.

Cosa que, por supuesto, a Taehyung le desagradaba completamente. ¿Por qué sus padres compartían el dinero que se suponía debía ser sólo invertido en él? No lo entendía, y cabe decir que le molestaba en sobremanera.

Al ser activamente participativos en lo que la iglesia mandaba, eran muy importantes en la comunidad y por supuesto, arrastraban a Taehyung consigo prometiéndole que obtendría lo que quisiera a cambio. Y había que decirlo, a Taehyung aquello le parecía justo. Así que los domingos en la iglesia, se transformaba en una persona increíblemente diferente.

Actuaba con humildad, era servicial y regalaba su linda sonrisa a todo el mundo.

"Que lindo y educado que es el primogénito de los Kim" —Era ese el tipo de comentarios que solía escuchar por parte de la gente, y le dibujaban una sonrisa de satisfacción pura.

Si tan sólo supieran de lo que el chico era capaz.

Kim Taehyung aborrecía, con toda su alma, ir a la iglesia los domingos.

Odiaba fingir prestar atención, odiaba escuchar a todas aquellas personas cantar y observarlas bailar con alegría las canciones que el coro interpretaba.

Odiaba tener que fingir orar, hincarse y que al finalizar la celebración, el hombre de túnica que celebraba la misa le rociara con agua bendita.

Era molesto.

Y Taehyung sabía que aquello era en vano, porque ni toda el agua bendita le borraría el pecado. Jamás podría redimirse.

Porque vivía siendo atendido, adorado, llenado de lujos y rodeado de gente que le adoraba, amaba tener al mundo a sus pies y que todos le complacieran.

Y jamás podría arrepentirse, porque aquél pecado que cometía, la soberbia, había crecido en su interior durante todos aquellos años de su crecimiento, había sido alimentado, nutrido. Había sido como regar una planta, porque la gente cuidaba de él y hacia crecer aquél sentimiento de superioridad con acciones, halagos y bienes.

Aquello había sido como una pequeña llama al principio, simplemente al haber deseado golosinas, pero con el pasar de los años aquella llama se avivó hasta convertirse en un ardoroso fuego, porque pasó de ser compensado con golosinas a ser compensado por cada aspecto de su vida.

Toda la gente le adulaba.

Y él lo amaba. A pesar de conseguir aquello con juegos sucios.

Kim Taehyung podría tronar el índice contra el pulgar, y obtendría todo aquello que deseaba, tenía a todos a sus órdenes.

A pesar de que le encantaba la buena vida que llevaba, debía decirse que estaba un poco cansado de la monotonía que ésta era.

Porque siempre era lo mismo.

Degustar comidas exquisitas durante toda la semana, escuchar en el colegio los murmullos sobre su agraciada apariencia e inteligencia, toparse con una infinidad de pretendientes que él creía eran tan tontos al declararsele, pues nadie era lo suficiente interesante como para merecer siquiera un poco de atención viniendo de él. Era un auténtico rompecorazones. Aunque no estaba de más decir que de vez en cuando aceptaba salir con alguien previamente estudiado por él, algún chico o chica, pero lo hacía sólo por la diversión que aquello le traía.

De vez en cuando tampoco le iba mal tirarse a alguien, de cualquier manera para él era sólo un polvo. Si le gustaba, repetía, y si no simplemente decía adiós. Aunque tampoco era como que aquello significara que mantendría una relación íntima con los amantes que acostumbraba a tener. Nadie era capaz de atravesar su frío corazón. Mucho menos con sólo sexo. Y Taehyung estaba bien con eso, pues no le gustaba dejar entrar a la gente a su vida, porque era consciente de que él no podía compartir ni siquiera un poco de amor a alguien más que no fuera él mismo.

Lo que odiaba de aquello, es que a pesar de ser demasiado claro respecto a que para él era sólo sexo, algunos chicos parecían no comprender y para él era frustrante. Porque, ¿quien no podría entender eso? Kim Taehyung no buscaba tener un romance, ni siquiera un amante. Porque implicaba un desgaste para él. Y sinceramente se encontraba bien sólo.

No amando a nadie, mientras todos le amaban.

Y estaba cansado de tener que repetir aquello a cada chico o chica que tenía la dicha de haber mantenido intimidad con él.

En una ocasión, la semana pasó rápidamente y aquél fatídico nuevo domingo llegó, Taehyung estaba seguro de que sería otro día largo y aburrido, pero fuera de todo pronóstico, aquél día cambió su rutina.


Aquél día domingo vio entrar por la puerta a una familia que desconocía, eran nuevos en la ciudad. Aquella familia eran los Jeon, una familia igual de rica y poderosa que la suya, que fue muy bien recibida en la comunidad.

Sin embargo aquella familia no fue lo que cambió su rutina, sino sólo un miembro.

Jeon Jungkook.

Su opuesto en cada aspecto.

Jeon Jungkook, un joven educado, humilde, servicial, comprometido con la sociedad, rebosante de pureza y que evitaba los líos a toda costa.

Jeon Jungkook, era sencillamente todo lo que Taehyung fingía ser por los domingos.

Un verdadero orgullo para sus progenitores.

Y, ¿cómo no lo sería? Si era aplicado, acostumbraba a sacar siempre notas excelentes, nunca les defraudaba, y con aquel inmenso corazón que poseía, estaba siempre dispuesto a ayudar.

Y Taehyung le odió.

Le odió por ser el primero en no adorarle.

Por ser admirado y adorado por todo el mundo.

Le odió, porque aquél precioso chico de largas pestañas, cabellos azabache como el ébano, piel durazno y labios en forma de corazón, le hizo desearle intensamente.

Le odió por la manera tan insana en que deseó que se rindiera ante él y se entregara completamente. En cuerpo alma y corazón.

Taehyung estaba seguro de que quería a Jeon Jungkook con todo su ser, y le mataba ser invisible a sus ojos.

Le mataba no causar efecto alguno en él.

Le amó y le odió al mismo tiempo.
Porque le deseaba, le quería para él solito y no podía tenerle.

Se intentó acercar a él muchas veces, seducirle. Pero al final no podía concretar nada, porque aquél azabache ya tenía a alguien más a quien entregar toda su adoración y amor.

Kim Yong-sun, su novia.

Aquella pequeña chica rubia de rostro inmaculado, que parecía a ojos de todos un angelito, con sus largas pestañas rizadas, sus ojos azules como el cielo, y su personalidad adorable, que Taehyung odió y envidió con todo su ser.

Pero, Yong-sun no era un obstáculo para él, porque Kim Taehyung obtenía todo lo que deseaba, y Jeon Jungkook, tuviese o no una novia no sería la excepción.

Así fue que con el pasar de los días, fue planeando una estrategia.

Iba a mostrarse ante Jungkook siendo justo como era los domingos en su actuación frente a la comunidad de la iglesia. Se iría acercando hasta tener su confianza. Y así finalmente lograría su objetivo.

La familia Jeon no tardó en matricular a su primogénito en el colegio.

Jeon Jungkook, al ser un chico muy inteligente, iba adelantado dos cursos, por lo tanto lo añadieron al grupo de Taehyung, para suerte de éste.

Aquello en definitiva le facilitó las cosas.

Sabía que Jeon Jungkook era un chico listo, así que hizo de todo por ganar su atención.

Aunque no fue demasiado problema, quería mostrarle su inteligencia y eso no sería más que lo que llevaba haciendo cada día de su vida, demostrar que podía con cualquier problema de álgebra o que conocía ya cualquier tema que le enseñaran a su curso.

Taehyung era alguien aplicado, y el hecho de ser halagado por sus calificaciones también le encantaba pues ni siquiera tenía que esforzarse demasiado, era cuestión de practicar y repasar, nada del otro mundo.

Si bien Kim Taehyung podía ser un niño de papá, le gustaba sobresalir en sus notas, aún cuando sabía que si suspendía algún examen, sus padres podrían permitirse pagar la recuperación. Nunca lo hizo por presumir, aunque era consciente de que sus compañeros envidiaban sus perfectas calificaciones y su inteligencia nata.

Y aquello le dibujaba una sonrisa llena de la más pura arrogancia.

Por supuesto que impresionó a Jeon Jungkook, ¿Y cómo no? Si sabía cada respuesta a cada pregunta hecha por el profesor.

Respondía bien cada ejercicio. Sin excepción.

Incluso le superaba. Debía decirse, Jungkook solía batallar un poco con algún que otro tema.

Eso fue lo que atrajo a Jungkook, sin Taehyung haber tenido que acercarse, Jungkook fue solito a buscarle. Y le pidió asesorías.

Digamos que Taehyung no era una persona dispuesta a ayudar. Pero tratándose de Jungkook lo haría. ¿Qué mejor oportunidad para acercarse? Podía aprovechar muy bien aquello.

Así fue como comenzó todo.

Comenzaron a reunirse entre semana.

Sin caer en cuenta de las intenciones que tenía Taehyung, Jungkook fue confiando en él. Hasta convertirse en amigo suyo.

—No puedo comprender cómo es que comprendes todo... —Soltó Jungkook, estupefacto, observando como el mayor respondía los ejercicios con demasiada facilidad.— Cuando los profesores te preguntan algo bi siquiera tienes que pensártelo; sólo das la respuesta y es todo. Te envidio de buena manera, Kim Taehyung.

El mencionado soltó una risita.

—Es cuestión de práctica, tú sabes. —Se excusó Taehyung posando el lápiz sobre el cuaderno y encogiéndose de hombros mientras le dirigía una sonrisa de satisfacción.

—Vamos, sabes que no puedo creerte eso. —Reprochó Jungkook.— Debes tener un truco bajo la manga.

—La verdad no, ninguno.

—Seguro escondes algo Kim. —Insistió Jungkook, soltando una risa y negando con la cabeza.— Algo gordo. Y lo voy a descubrir. Te dejaré al desnudo.

Taehyung le miró fijamente y sonrió con diversión al cabo de unos segundos. Se relamió los labios y habló.

—Es lo que más deseo. —Una sonrisa juguetona y sugerente apareció en sus labios.

Jungkook se puso rojo como un tomate, dándose cuenta del doble sentido que había en aquella frase.

—¡No me refiero a eso idiota! —Exclamó, rojo hasta la punta de las orejas.

Pero fue bastante tarde.

Taehyung sonrió como el gato de Cheshire y sin decir palabra alguna, llevó sus manos hacia los tersos mofletes del contrario.

Jungkook dio un respingo, dirigió su mirada directamente hacia la contraria, dándose cuenta de las intenciones del mayor, quien se relamió los labios de nueva cuenta y miró los contrarios con deseo.

—... ¿T-Taehyung q-qué haces? —Titubeó Jungkook, con la respiración acelerada y los nervios a flor de piel. Su garganta se había secado de pronto.

Taehyung sonrió sin decir palabra alguna y se acercó aún más, tan peligrosamente, interiormente calculaba los movimientos de Jungkook como si fuese un cazador con su presa.

El pulso de Jungkook se había disparado, sentía que en cualquier momento podría desmayarse.

¡Jodida mierda! Taehyung se estaba acercando. ¿Iba a besarle?

No tuvo tiempo para responder coherentemente a aquella pregunta formulada en su cabeza, pues pronto sintió los tersos labios del castaño pegarse a los suyos, supo que ahí tenía la respuesta.

Y no pudo reaccionar.

Se quedó de piedra.

Kim Taehyung le estaba besando.

Y él no hacía nada por apartarle.

¡Maldita sea!, ¿por qué no podía reaccionar? ¿Por qué no tenía la fuerza de voluntad para terminar con aquél beso? Porque le estaba encantando y debía admitirlo...

Kim Taehyung era jodidamente bueno besando.

Sus labios se movían con vehemencia contra los suyos, robándole el aliento y causándole un millar de nuevas sensaciones.

Aquél beso le estaba robando el aliento, estaba acabando con su cordura. Le hacía querer separarse y suspirar como un tonto enamorado.

Le encantaba, pero estaba mal.

Aquello era como sentir un mal tipo de mariposas.

Porque visto en cualquier ángulo, aquello era una locura, era insano, antinatural. Estar besando a alguien de su mismo género estaba mal, era un pecado. E igual de mal era estar besando a alguien que no era su novia. Pero... ¿qué carajos estaba mal con su corazón? Porque éste latía acelerado, contradiciendo a la parte racional de su cerebro que le pedía a gritos que acabara con aquello.

Su corazón latía fuertemente, contradiciendo a la razón.

Su estómago cosquilleaba, como si las mariposas en su estómago hubiesen despertado de repente.

Como si estuviese anhelando más contacto.

Anhelando que Kim Taehyung le acariciase de pies a cabeza. Que besara cada centímetro de su cuerpo con adoración y ternura.

Mierda se sentía enfermo y aún así le encantaba.

Se aferró al castaño, apresándole la camisa entre los puños.

Taehyung se separó con la respiración agitada. Le miró fijamente y sonrió. El azabache tenía ambos ojos cerrados con fuerza y su respiración se mezclaba con la suya. Se relamió los labios y le giró el rostro, hundiéndose en la curvatura de su cuello, en la cual dejó un camino de besos húmedos.

Jungkook soltó un gemido cuando las manos de Taehyung se colaron por debajo de su camisa y acariciaron cada pequeño trozo de su piel con las yemas de sus dedos.

—T-Tae esto... Esto no está bien. —Gimió al sentir al contrario apretar sus pequeños botones. Echó la cabeza hacia atrás y apresó su labio entre sus dientes.

Taehyung sonrió con dicha ante aquel gratificante sonido y comenzó a desabotonar aquella camisa.

—Taehyung... —Susurró, a manera de advertencia, aunque para su mala suerte extasiado. Quería más y era consciente, pero aquello estaba terriblemente mal.

Empujó a Taehyung y como pudo, encontró la fuerza para levantarse de la cama. Las piernas le temblaban y volvían sus movimientos torpes, pero aquello no le importó. Taehyung frunció el ceño, mirándole desde la cama, visiblemente molesto.

Jungkook le ignoró y se abotonó la camisa tan rápido como le fue posible, tomó sus cosas del escritorio del mayor y las guardó en su mochila, que estaba a los pies de la cama.

Al haber guardado aquellos libros, cuadernos y lapiceros, cerró la mochila tan fuerte que casi desgarró el cierre, se la colgó al hombro ante la atenta y fría mirada del mayor y sin dirigirle la mirada o palabra alguna salió por la puerta de madera y bajó corriendo las escaleras.

—Señora Kim, volveré a mi casa. —Avisó alzando la voz después de haber respirado profundamente, esperando que el nudo que se había formado en su garganta no le delatara.

Se llevó las manos a la cara y limpió las rebeldes lágrimas que habían escapado de sus orbes sin permiso. Sorbió por la nariz y se dio media vuelta al escuchar los pasos de Kim Sun Hee que resonaron en el completo silencio que se había formado ante su habla.

Kim Sun Hee, la madre de Taehyung, le miró con confusión, Jungkook le devolvió la mirada con los ojos acuosos, a ella un mandil le rodeaba la cintura y en la mano llevaba un cucharón de madera.

—Pero cariño, ¿no te quedarás a cenar? —Cuestionó haciendo un puchero, que cambió por una mueca tan pronto observó la mirada triste del menor. Dejó el cucharón sobre la mesa del comedor y se acercó, llevando sus manos hacia el rostro del azabache. Le limpió las lágrimas.— ¿Qué sucede pequeño? ¿Ocurrió algo con Taehyung? ¿Discutieron? Porque si fue así y te hizo llorar me va a oír.

Jungkook negó con la cabeza rápidamente.

—No... yo... simplemente me sentí mal, eso es todo. —Mintió, tan naturalmente que se odió. ¿Sabrían ella y su marido de los gustos de su único hijo? Se reprochó mentalmente por aquello, diciéndose que aquél tema no era algo de su incumbencia.

Sun Hee le miró comprensiva.

—Haberlo dicho antes ¿qué ocurre cariño? Puedo darte una aspirina o lo que sea que necesites para aliviar tu malestar.

—La verdad es que prefiero irme a casa señora Kim, tengo algo de náuseas que me han quitado el apetito y el buen humor. No me gustaría quedarme para que tengan que soportar mi mala cara.

Sun Hee hizo un gesto de decepción.

—Comprendo cariño... —Le acarició la mejilla con ternura y acarició sus hombros con cariño.— ¿Te gustaría que te lleve a casa? Así no tienes que volver caminando.

Jungkook le sonrió, la señora Kim realmente era tan gentil, podía incluso considerarla familia aunque no lo fuera.

—La verdad es que preferiría caminar, así tomo aire fresco. Pero muchas gracias por la oferta señora Kim. —Le dirigió una pequeña sonrisa, la cuál la mujer correspondió.

Dejó que la madre de Taehyung le encaminara hacia la puerta y se despidió de ella con un abrazo.

Durante todo el trayecto hacia casa tuvo la mente nublada, hecha un lío.

Al llegar a casa, avisó a sus padres y subió directamente a su habitación, se echó sobre la cama y suspiró.

Se tocó los labios, reviviendo en su confundida mente aquél beso compartido con su mayor.

Había estado terriblemente mal.

Se había dejado cegar por lo que aquél ferviente beso le provocó... pero, ¿si estaba tan mal porque se había sentido tan jodidamente bien?

Mordió sus labios con fuerza. Quería a Taehyung, pues confiaba en él, pero ahora no estaba seguro de querer volver a verle.

Un odio apenas perceptible comenzó a crecerle en el pecho.

Se sentía resentido, pero al mismo tiempo encantado. Y por supuesto necesitaba una explicación por parte del mayor, ¿lo había hecho sin pensar o porque realmente gustaba de él?

Suspiró, metiéndose al baño de su habitación e hizo su rutina de noche.
Lavó su cara y cepilló sus dientes, luego se colocó el pijama y volvió a la cama.

Aquella noche, soñó con un castaño que le sonreía de manera coqueta, le besaba los labios, y ambos se mantenían en su burbuja, jadeantes, deseosos de más, Jungkook dejándose llevar por el delicioso sabor del fruto prohibido en aquellos seductores belfos atrapantes que le besaban con vehemencia y que emanaban el dulce elixir del pecado.

Se despertó sobresaltado.

El beso que Taehyung le había proporcionando aquella tarde, causó en él un caos, profundo como un abismo, un torbellino de emociones que azotaron su corazón con vehemencia.

Estaba mal desear a Taehyung, pero lo hacía. Y por su bien, sabía que debía alejarse de él a toda costa. No planeaba caer en sus juegos.

Pero era demasiado tarde, pues sin caer en cuenta, había caído ya en sus garras.

El ángel cayó enamorado del demonio, y le amó con tal locura que se condenó al abismo por sucumbir a sus deseos.

Los días que le siguieron a aquél día, Jungkook se alejó de Taehyung, cada que se lo cruzaba en los pasillos, continuaba caminando, pasando de largo, cada que sus miradas se encontraban en el salón de clases, apartaba la mirada.

Pero a pesar de todos los intentos que hacía por alejarse, el castaño seguía proyectándose en su mente y en sus sueños, como una sombra, como un fantasma.

Taehyung por el contrario, estaba molesto con él, por haberse alejado. No le quería, pero sí necesitaba de él, necesitaba tenerlo para sí, a su completa merced.

Necesitaba que el azabache se rindiera ante él, que fuera su marioneta.

Lo necesitaba, y sin embargo no hizo nada por acercarse, porque sabía que tarde o temprano él volvería a sus brazos. O mejor dicho, a sus garras. Y le rogaría por un poco de amor y atención.

Estaba completamente seguro de ello.

Cada vez que pasaba tiempo con Yong-sun, Jungkook no sentía las mismas mariposas de antes revolotear en su estómago. Cuando se besaban, no sentía absolutamente nada, ni siquiera una pequeña chispa.

Era cómo si de repente aquél amor que sentía por ella se hubiese apagado en su corazón, y el anhelo que tenía de volver a hablar con Taehyung y comprobar sus sentimientos hacia él se intensificaba, sentía que Taehyung estaba en su sangre, en sus venas, en su cabeza, en su corazón, y no sabía si aquello estaba del todo bien, porque seguía dudando.

Amar a un hombre estaba mal, era lo que había aprendido desde pequeño.

Sabía que era un pecado, y temía que al amarle y desearle tan intensamente su alma se estuviese condenando al infierno.

Pero, ¿cómo ir en contra de los deseos de su corazón?

Los sueños que tenía Jungkook con Taehyung se hacían cada vez más constantes.

Para su decepción, por mucho que quisiera disipar todos aquellos sentimientos encontrados que tenía a causa de él, no podía. Y estaba seguro de que ya no gustaba más de Yong-sun.

Así que terminó con ella. No porque creyera que tenía oportunidad con Taehyung o algo por el estilo, sino porque Jungkook era el tipo de persona que prefería aclarar sus sentimientos y decirlos antes de que fuera demasiado tarde. Porque fingir gustar de la chica les dañaría a ambos tarde o temprano, así que fue honesto.

Nunca quiso herir a la chica, pero fue demasiado tarde pues la rubia lo tomó muy mal. Creyó que Jungkook gustaba de alguien más —lo cuál no era del todo falso— y le reprochó por ello. Pero la verdad es que Jungkook se odiaba a sí mismo, por estar sintiendo aquello.

Creía que no era normal gustar de otro hombre, porque toda su vida lo creyó. Pero, ¿qué se suponía que haría? ¿rendirse? ¿resignarse a que jamás podría reencontrar el amor? ¿qué no lo importante era su felicidad? ¿renunciaría a lo que deseaba solamente porque a vista de la gran mayoría de la población aquello estaba mal?

Suspiró con desgano.

Quizá estaba siendo un pecador por estar enamorándose de Taehyung, ¿sería bueno confesar aquél pecado?

Sin ninguna duda, el sábado por la tarde fue a la iglesia.

Ésta se encontraba vacía, a excepción por aquella mujer mayor que fregaba el piso con el trapeador.

Jungkook se aclaró la garganta, al obtener la atención de la mujer, habló.

—Estoy buscando al padre Choi.

Al ver que la mujer continuaba mirándole, decidió continuar.

—... He venido a confesarme ¿Es eso posible?

La mujer asintió efusivamente, recargó el trapeador contra una de las bancas y fue en búsqueda del sacerdote, quien no tardó en hacerse presente.

—Jungkook, buen día. —Saludó al joven con una sonrisa.

—Buen día padre, espero no ser una molestia, pero no sabía los horarios de confesiones.

—No es problema hijo mío, vamos a ello.

Le indicó con una mano el camino hacia el confesionario, y una vez que ambos estuvieron frente a éste, Jungkook entró, el sacerdote cerró su puerta y entró al lugar por la otra puertecita.

—Ave María Purísima.

—Sin pecado original concebido.

—Bien hijo mío, adelante, te escucho. —Dijo, incitándole a hablar.

Jungkook entrelazó sus manos y las dejó reposar sobre su vientre. Inhaló profundamente llenando de oxígeno sus pulmones y luego exhaló, como si aquello fuese a disipar los latentes nervios que le embargaban.

—Padre creo que estoy maldito. —Habló finalmente, luchando internamente por no flaquear.

El hombre arrugó el entrecejo con confusión.

—¿A qué te refieres con eso hijo mío? —Cuestionó curioso, invitándole a continuar.

Jungkook mordisqueó su labio con nerviosismo.

—Creo que me estoy desviando del camino del bien padre, y no me lo tomé a mal, pero estoy preocupado porque siempre he sido un hombre de bien, siempre estoy dispuesto a ayudar al prójimo, cumplo correctamente con mis deberes y no suelo sucumbir al pecado... Pero hay alguien que está acabando con mi cordura, me está volviendo loco y aquello va en contra de lo que tanto he escuchado decir desde pequeño, va en contra de mi percepción del bien, y de mis ideales.

El sacerdote tardó unos minutos en procesar la información, pero finalmente habló.

—Y, ¿qué es eso que tanto te aflige hijo mío?

—C-creo que me estoy enamorado de un hombre, padre. —Soltó con preocupación, el corazón latiendo con frenesí, como si confesar aquello le llevase a dictar su sentencia de muerte.— Sé que no está bien, pero no puedo evitar pensar en lo mucho que deseo estar con él. En cómo mi corazón se vuelve loco ante una simple mirada de su parte.

El sacerdote quedó en completo silencio por unos cuantos segundos. Se persigno, y apoyó la cara contra las manos, soltando un suspiro y preguntándose internamente que debía hacer.

—¿Estás seguro de eso hijo mío?

—Completamente padre, a éste hombre le deseo, deseo estar con él pero no puedo evitar pensar en que mis sentimientos y deseos van en contra del camino del bien y aquello me detiene. Porque creo que le amo, padre, y sin embargo aquella voz en mi cabeza me dice a gritos que aquello no debe ser así y que debo alejarme, eso he estado haciendo, he estado ignorándole pero a pesar de todos mis intentos por alejarme, vuelvo a encontrarlo en mis sueños, está metido en mi cabeza y me temo que... También en mi corazón.

—Hijo mío, no está mal amar, pero me temo que amar a un hombre va en contra de la naturaleza. Dios creó al hombre y a la mujer.

—Eso lo sé padre, y es por eso que me siento tan mal, temo no ir al cielo cuando muera.

—Querido, intenta aclarar tus sentimientos, no soy quien para juzgarte si después de todo sigues sintiendo lo mismo hacia éste chico, pero que te quede claro; amar jamás será un pecado.

Jungkook asintió sintiendo un nudo en la garganta.

—Creo que eso era todo lo que tenía por confesar. —El cura asintió y salió del confesionario. Abrió la puerta para permitirle al chico salir.

Jungkook sonrió y realizó una reverencia.

—Espero de corazón que el señor te acompañe, te de fortaleza en estos tiempos en que tu mente te atormenta y te guíe por el camino del bien.

—Muchas gracias padre. —Hizo una leve reverencia y se persignó, dando media vuelta y retirándose finalmente.

Aquella tarde, finalmente pudo reunir el valor para hablar con Taehyung, quedaron en encontrarse y así lo hicieron.

Taehyung le recibió con una sonrisa cuando estuvo frente a la puerta de su hogar.

Le permitió pasar y ambos se sentaron juntos en la sala de estar.

—Creí que seguirías evitándome, Jungkook.—Admitió Taehyung soltando un suspiro y se pasó las manos por el rostro.— Si aquello fue por lo del beso, debo pedirte disculpas. Sé que no estuvo bien y no volverá a pasar. Lo prometo... —Por su tono de voz sonaba verdaderamente arrepentido.

Jungkook sintió algo quebrarse en su interior.

—No digas eso, por favor. —Negó repetidas veces, sintiéndose herido.— Taehyung, justo ahora no tengo vergüenza alguna, así que te diré aquello que tanto he estado guardándome para mí mismo. Aquello en lo que tanto he estado pensando y que por más que lo quise no pude dejar de darle vueltas.

Taehyung dejó caer las manos sobre su regazo y le miró, arqueando una ceja con confusión.

—Simplemente no hables ¿sí?; al menos hasta que haya terminado. —Respiró hondo, tratando de encontrar las fuerzas y las palabras para decir aquello que tanto le había estado atormentando.— Esto ha sido un secreto por mucho tiempo, he estado huyendo por mucho tiempo. Y muchas mañanas desperté confundido, Taehyung. Porque, en mis sueños hago todo lo que quiero contigo.

Taehyung sintió el corazón darle un vuelco y le miró, girándose para encararle.

—Pero, ¿qué dices?

—Digo que, justo ahora mis emociones están desnudas, y me están haciendo perder la razón. —Jungkook relamió sus labios, sintiendo a su corazón enloquecer.— Que ahora mismo no tengo vergüenza y te lo confieso: mis pulmones gritan por ti, mi corazón también. Y, no tengo miedo a enfrentarlo, ya no más.

Taehyung trató de articular palabra alguna, pero nada venía a su mente así que prefirió callar, porque después de todo, aquello era lo que Jungkook le había pedido.

—Te necesito más de lo que quiero, Taehyung, más de lo que me gustaría. Así que muéstrame que no tienes vergüenza y si eres capaz de corresponder a mis sentimientos te pido que lo hagas, por favor, muéstrame lo mucho que me amas.

Taehyung relamió sus labios, procesando aquella información. Las palabras de Jungkook retumbando en su cabeza, sonrió victoriosamente ante ellas. Sin dudarlo, atrajo al azabache hacia sí y le besó, con tal vehemencia que Jungkook se sintió desfallecer.

Entre besos ardorosos, caricias y pequeños suspiros, se demostraron su amor. O al menos así lo sintió Jungkook, quien no dudó ni por un segundo en demostrar lo que sentía.

Y así fue, como la oveja se enamoró del león. Pero no ocurrió a la inversa. Así fue como el ángel se entregó al demonio, y éste le llevó a su perdición, a la tentación.

El demonio no amaba al ángel, pero disfrutaba que el contrario sí le entregara por completo su amor. Por lo poderoso que le hizo sentirse al confesarse.

Y como todo un buen jugador, el demonio hizo creer al ángel que le amaba, pero el demonio jamás podría sentir amor por alguien más que no fuese sí mismo.
Y eso el ángel no pudo comprenderlo hasta que fue tarde. Porque el demonio acabó con él, le humilló y se enalteció a sí mismo con el sufrimiento del ser puro e inocente.

Pero aún así, un atisbo de esperanza quedaba dentro del ángel, quien por muy humillado que fue jamás se rindió.

—Acepta ser mío, y lo tendrás todo. —Una vil mentira que presumía ser una verdad, Taehyung sonrió, acariciando las mejillas del azabache con delicadeza, un brillo de satisfacción y malicia invadiendo sus orbes oscuros.

Y Jungkook alzó la mirada, observando aquellos ojos con una mezcla de duda e ilusión. Sin dudar un segundo más aceptó y se entregó a él enteramente, su sudor, su corazón y sus lágrimas, su cuerpo y su alma también, por amor, pero aquello fue su perdición.

Porque Kim Taehyung jamás podría amarle y en lugar de eso le trajo sufrimiento. Pero, ¿qué hizo él? Se rindió ante él, porque pensó que incluso el amor podría cambiarle. Se cegó, creyendo fervientemente que el amor podía cambiar a las personas.

Porque para Jungkook, el amor lo podía todo. Para Jungkook, el amor verdadero era como no sentir miedo cuando estás de pie frente al peligro porque simplemente lo quieres demasiado.

Porque un simple toque del verdadero amor de Taehyung, para Jungkook era como el paraíso tomando lugar de algo maligno y dejándolo arder sin prisa.

Porque por mucho daño que Taehyung instaló en Jungkook, Jungkook jamás dejó de amarle y se entregó a él. Aún cuando cayera a pedazos estando junto a él. Aún cuando su corazón se rompiera ante la indiferencia, abusos y maltratos del mayor, siempre tenía la fuerza para recoger los pedazos y volver a armarlos, se forzaba a hacerlo porque tenía la ilusión de que un día Taehyung le amaría como él tanto le había amado.

Tanto amó el ángel al demonio, que se dejó vencer, dejó que aquél veneno que brotaba de sus labios embriagara su ser entero y le cegara.

El cielo perdió un ángel cuando éste firmó el pacto y se entregó al inminente peligro del demonio.

Él ángel intentó salvar al demonio con su pureza, pero el demonio se compadeció de él, porque jamás podría redimirse.

Pero la paciencia del ángel acabó.

Y una noche, el ángel intentó librarse de las garras del demonio. ¿Cómo había sido tan ciego? ¿Cómo había tenido la fuerza para quedarse con él? Le amaba y creyó que eso sería suficiente, pero jamás lo fue.

—Estoy cansado, Taehyung. Estoy cansado de lo insuficiente que me has hecho sentir todos estos años. De lo desdichado que me he sentido. Y de lo humillado que me siento por haber tenido fé en que cambiarías. Pero sólo tienes ojos para ti y no para mí... Me prometiste que me darías todo.

—Eso he estado haciendo, maldita sea, no sé de que tanto te quejas. —Replicó Taehyung  la defensiva, colérico.

Jungkook negó, sintiendo impotencia ante lo frágil y roto que se sentía por dentro.

—Jamás me amaste, que era lo que yo quería, jamás quise bienes, quería tu amor. Creía que algún día podría obtenerlo si me esforzaba, pero ha pasado tanto tiempo y tus abusos se vuelven cada vez más constantes y más difíciles de soportar... Me has estado queriendo convertir en nada, me has roto, has acabado conmigo y con el puro amor que te ofrecía. —Unas cuántas lágrimas caían por su rostro, pero las limpiaba con rabia.— Estoy cansado de tu estúpida indiferencia, de que me hagas volar alto solo para hacerme caer. Una vez me dijeron que el amor no es malo, pero ahora sé que lo es. Todo lo es en exceso. Yo me dejé caer por el inmenso amor que siento por ti y tú sigues cayendo por el amor tan insano que te tienes a ti mismo, siempre te enaltecias con mi desdicha y es hora de ponerle un alto. Estoy cansado de amar a alguien que no es mío. Por eso debo dejarte.

—Dí que estoy alucinando si quieres, —Habló fríamente alzándo la voz, aquello logró que al azabache le recorriera un escalofrío por todo el cuerpo.— Pero tú sin mí no estás bien, y no lo estarás.

—No Taehyung, tú eres quién no estará bien sin mi. —Respondió, mirándole con ojos llorosos, había intentado ayudarle a salir de aquél estúpido afán de sentirse superior, mas no lo logró, y se resignó a que ni siquiera el amor podía contra aquello.

Porque Jungkook se había enamorado de Taehyung a pesar de su actitud de mierda, y creyó que cambiaría porque llegó a pensar que Taehyung le correspondía.

Pero a Taehyung el amor le nublaba la mente, le hacía sentir superior, le enaltecía el ego. Y no era un sentimiento que pudiese corresponder cuando se amaba solamente a sí mismo.

¿Taehyung le había amado realmente o sólo jugaba con él? Era lo que Jungkook se preguntaba tan constantemente, Taehyung le había dicho que le amaba, incontables veces, pero quizá todo había sido una vil mentira. Una mentira que le ató a él.

Porque Taehyung se refugiaba en Jungkook, la única persona que le quedaba. La única que seguía cegada y le amaba incondicionalmente a pesar de todo, le había entregado su amor puro en bandeja de plata, aún cuando era consciente de que el mayor no merecía aquello.

Soltó un suspiro, limpió sus lágrimas.

Ya no importaba.

Y por el bien de ambos, se giró sobre sus talones, dando grandes zancadas, alejándose con su maleta, saliendo de su vida, abandonándole, abandonando aquello por lo que tanto había estado luchando.

Abandonando al amor de su vida, aunque le dolía dejarle.

Dolía pensar que aquello era un adiós definitivo. Pero era lo correcto y lo sabía.

A pesar de todo, le deseó el bien, porque su alma era pura. Deseó que Taehyung pudiese sentar cabeza y corregir su actitud, tenía esperanzas de que lo lograra... Pero no sucedió.

Y así, Kim Taehyung quedó en la completa soledad, primero había perdido a sus padres quienes fallecieron, luego la gente que solía rodearle y alabarle le abandonó, y ahora, la única persona que le había quedado en el mundo, Jeon Jungkook, se había ido.

Taehyung había abusado del dinero y el poder, únicamente para obtener la gloria.

Pero, ¿dónde había quedado toda aquella gloria?

La había disipado con su actitud arrogante y altanera, sin embargo, aún así jamás se arrepintió.

Porque la soberbia en él y en su corazón había crecido como una mala hierba, si no le cortas, se expandirá en todo tu jardín, debe ir eliminándose o dañará todo a su alrededor.

Y Kim Taehyung jamás tuvo el propósito de deshacerse de su arrogancia, orgullo y vanidad.

Y con ello, se marchitó su alma, como una rosa que no es cuidada. Su alma se había marchitado, porque jamás le dio cuidados, nunca sembró la virtud de la humildad, nunca intentó mejorar como persona, en su interior plantó aquél sentimiento de superioridad y aquél latente desprecio por los demás y de aquella semilla brotaron en lugar de rosas, malas hierbas.

Y no se arrepintió, en cambio se enojó, porque todos quienes le habían adorado se alejaron.

Pero jamás quiso creer que le habían abandonado por su actitud. Él se excusaba, diciéndose a si mismo que aquella gente le había abandonado porque tenían una constante envidia al no ser como él.

Así de nublado tenía el pensamiento.

Era insana la manera en la que durante toda su vida había anhelado ser tratado, con halagos, caricias, reverencias, con obsequios y demás bienes.

Había vivido creyendo que merecía aquello y más, porque a su percepción era un ser inigualable, poderoso, rico, agraciado con su belleza y según él, aquello le daba el derecho de ser adorado.

Había acostumbrado a enaltecerse por sobre todo y todos quienes le rodeaban, a ser el centro de atención, a querer ser siempre complacido y a que la gente hiciera todo lo que él deseara. A que le trataran como un príncipe, pero aquello era insano, llegó al punto en que con sus desprecios y actitud arrogante alejó a toda persona que le rodeaba.

Y, ¿le dolió ser abandonado? No, pero sin embargo se sintió traicionado, tan nublado tenía el pensamiento que creyó que se alejaron porque tuvieron envidia de que jamás podrían ser como él o siquiera semejantes. Creyó que envidiaban su confianza en sí mismo o su superioridad.

Y aquello le volvió loco. Le descolocó por completo.

Le dio una inmensa cólera ante la ira que sintió crecer en su ser como una mala hierba.

Pero aquél ego, vanidad y orgullo jamás desaparecieron, fueron sus fieles compañeros, quienes le llevaron a la perdición sin él caer en cuenta.

Porque era un necio.

Vivió su vida creyendo que todos debían rendirse ante él, que debían tratarle con respeto, alabanzas y bonitas ofrendas.

Y se hundió en la miseria, aunque nunca la percibió. Solamente alzó la cabeza y su mente retorcida hizo lo demás para hacerle sentir bien.

Se recordó constantemente que la gente no podía perdurar en su vida porque probablemente nunca le amaron y en el fondo envidiaban sus riquezas, su superioridad y su belleza.

Pero no, aquella gente no se alejó por envidia, sino porque tenían lástima de que tuviese el pensamiento tan retorcido y aquella percepción sobre sí mismo desfigurada. Aquél afán de querer siempre tener la razón y ser un necio que se enojaba si no la tenía. Incluso así había pasado en los primeros años de su educación secundaria, cuando sacaba una calificación menor que 10, exigía que se la cambiaran, porque según él había respondido todo correctamente. Y los profesores le conocían, no tenían las agallas para hacerle ver que estaba mal toda su actitud. El hecho de hacer berrinches cuando le contradecían, solamente aquello conseguía que le llamaran la atención a sus padres, y ahí llegarían ellos, haciendo oídos sordos a las quejas que tenían sobre su hijo, y exigiendo que sea cumplido lo que su pequeño ordenaba.

La gente le tuvo lástima, le tuvieron odio, se cansaron de él y su actitud de mierda, de lo malcriado que era cuando no obtenía lo que quería, de su estúpido deseo de poseer todo lo que quería y no rendirse hasta finalmente obtenerlo.

Así había tenido a Jungkook, con insistencia, presumiendo sus bienes, nunca dándose por vencido cuando se trataba de él.
Porque él había sido la primera persona en decirle no. Y Kim Taehyung jamás recibía un no por respuesta, y se lo hizo saber.

Porque a toda costa tarde o temprano terminaba obteniendo lo que deseaba.

Y aunque Jungkook fue difícil, le encantó cazarle, le encantó que no fuera una presa fácil. De todas formas finalmente lo tendría y se regodearía con ello.

Kim Taehyung veía algo que le gustaba, le quería y lo obtenía. Así de sencillo.
No importaba que fuera, personas, caramelos, exquisitos platillos, incluso se creía con el poder de humillar a quienes no se dejaban vencer por él.

Como a Jungkook, le llenaba la mente con parloteos de que Dios no existía, cuando hacia algo que él no quería, le hacía pedirle perdón de rodillas, le sugería y daba a entender que jamás tendría satisfacción si no estaba con él. Cuando le sedujo por completo y le tuvo en la palma de su mano finalmente aquella actitud aún peor salió de su interior, abusando de él.

Forzándole a tener sexo y que se mostrase completamente sumiso. A que implorase ser llenado y apremiado. Y aunque al principio a Jungkook le gustó aquello, ser humillado por Taehyung, terminó cansándose.

Kim Taehyung le había hecho perder la razón, perderse a sí mismo. Todo por cuanto había luchado. Le hizo perder la cabeza que incluso llegó a creer que Taehyung le pertenecía. Pero Taehyung no era suyo ni de nadie, mucho menos de sí mismo, porque ni siquiera él hubiese hecho algo por su vida, vivía de la atención y servicios de los demás. Y para qué negarlo, le encantaba creer que tenía el derecho de hacerlo.

Así fue que la gente terminó asqueándose de su actitud, y poco a poco dejándole.

Cuándo llegó su hora de partir, su marchita alma abandonó su cuerpo, murió, en la completa soledad, y cuando le enterraron, nunca nadie fue a dejarle rosas.

Porque, en vida recibió decenas y decenas que siempre recibió con una sonrisa de complacencia, pero que con el tiempo desechó con menosprecio.

Kim Taehyung había poseído un rostro digno de admirar, había poseído dinero, pero jamás debió comportarse así, con superioridad, porque por ello todos le borraron de su mente.

Y nadie oró porque su alma marchita no fuera al infierno.

Así que como todo un pecador, ardió ahí, en el fogoso fuego del infierno, un infierno dónde no era capaz de tener su propio trono.

Las demás almas en pena le menospreciaron, y ahí cayó en cuenta de su ceguedad y su comportamiento despiadado.

Pero jamás pudo redimirse, porque ahora era tarde.

Y debía aceptar su destino.

Quizá en otra vida pudiese ser mejor persona. ¿O no?

© shameless-devil ; 2020

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