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Segunda parte

Segunda parte

Perth

Abrió los ojos y el pensamiento de la locura que estaba cometiendo volvió a asaltarlo. Dejó el cuerpo desnudo de Saint bajo las sábanas y le sumó una manta para que no se enfriara, se dio unos segundos para mirarlo, las mejillas en un tono rosa, las pestañas castañas haciendo una medialuna en la piel translúcida, los labios rojos y un poco agrietados luego de ser bien usados. Se vistió con rapidez, no podía seguir con esto, había cruzado todos los límites, y la conversación de la noche anterior le había recordado donde deberían estar sus lealtades. Lo vio removerse pero solo se abrazó a una almohada, a su pesar sonrió, Saint podía llegar a ser como un gigante oso de peluche aún cuando tenía una lengua afilada y una actitud pendenciera.
Se vistió con rapidez, buscó el celular, sus llaves y salió a la llovizna densa que caía en la madrugada. No miró los mensajes, ya sabía lo que decían, el tiempo límite estaba llegando a su fin.
Caminó con el paso apresurado, la cita del día comenzaba temprano y hoy era su turno de recibir el cargamento que sería redirigido a toda la ciudad. Cuando llegó al puerto los camiones estaban en sus puestos, cada uno de los miembros de la organización a los lados esperando las órdenes que los haría funcionar como una unidad. Sonrió hacia dentro, giró los hombros que se habían tensionados y se sacó la máscara que usaba cada vez que estaba con Saint y que ya sentía como propia. Apartó al castaño de su mente, este era su lugar, el mismo que alguna tendría que haber sido de su hermano si no hubiera sido orillado a quitarse la vida.

-Ojo por ojo -habló entre dientes antes de volcarse a su actividad.

A media mañana llamó a la única persona que había estado a su lado cuando su mundo se derrumbó, quería hacerlo sentir orgulloso, había logrado minar dos frentes, no solo tenía en la palma de la mano al dueño del "El dominio del Rey", sino que tenía a un contador nuevo en un puesto estratégico. Por un segundo recordó al cerdo que había intentado abusar de Saint, el deshacerse de él había sido un placer y a la vez un golpe de suerte.

-Perth -lo recibió con una palmada en la espalda- la coordinación de hoy estuvo bien lograda, todo está en camino.
-Sabes que puedes confiar en mí.
-¿Lo otro?
-Solo pon el día -dijo sin pensar aunque algo se asentó en su espalda- yo armaré mi coartada.
-¿El contador?
-Listo para seguir nuestras órdenes.
-Perfecto… verás, el señor Suppapong será un rey, pero yo soy el diablo y tengo mi propia ley, si tan solo no se hubiera entrometido, su principito no tendría que pagar las consecuencias.

"Principito", la palabra resonó en su cabeza y se filtró en su cerebro.
Dejó de poner atención pero mantuvo el rostro despojado de emoción mientras intentaba recordar los rasgos de su hermano, los cuales se hacían cada vez más borroso.
Ojo por ojo, su mundo se regía por esa norma, así lo aprendió, así lo creía y de esa forma lo ejecutaría.

-¿Cuántas personas necesitas? -escuchó la pregunta como algo lejano.
-Ninguna, yo me encargo, quiero hacerlo solo.
-Hecho -dijo mientras lo despedía con un gesto.

Dio unos pasos para salir de la oficina hasta que lo escuchó hablar de nuevo.

-Y Perth… en tres días lo quiero terminado.

Movió la cabeza a modo de reconocimiento y salió.
"Ojo por ojo" tuvo que repetirse una vez más, la suerte ya estaba echada, Saint era la moneda de cambio. 

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-¿Estás enfermo? -el tono preocupado del otro lado del teléfono lo hizo sonreír aunque no quisiera.
-Solo un simple resfriado -mintió.
-Ohhhh, si quieres puedo ir a cuidarte.
-No va a ser necesario, en dos días estaré bien.
-Pero te extraño -la voz se sintió como un susurro en su oído- mucho…
-¿Si? -se sintió un adolescente.
-Sabes que si…
-Entonces ¿Qué te parece si te recojo mañana luego del trabajo?
-¿En la empresa?
-Saint… sabes que nadie puede saber de nosotros, va contra las reglas.
-Si si -sonó ansioso- ¿entonces donde?

Con total frialdad le dio una dirección, una plaza alejada que conocía de memoria parte del territorio controlado por la organización, sabía que allí era un lugar seguro para lo que iba a hacer, allí lo dominaban todo.
En el momento señalado lo esperó en su moto, era la primera vez que la montaba frente al castaño. Lo vio aparecer con su ropa de oficina, el pantalón de vestir gris, una camisa y un sweter, las mejillas rojas de haber caminado de donde sea que el taxi lo hubiera dejado, de seguro en alguna avenida poco concurrida. Observó sus ojos chispeantes, la sonrisa dulce apenas mostrando los dientes.
Estaba a tiempo, todavía podía salirse de eso, no lo merecía, Saint no era culpable de nada, era un ser inocente que pagaría por pecados ajenos. Cuando estuvo a su alcance lo apretó con fuerza e inhaló el aroma característico de su piel, quiso probarlo, saciarse una vez más de su cuerpo cálido y tierno, pero sabía que era imposible.

-¿Estás bien? -habló con la voz suave que adoraba- tendrías que haberte quedado acostado.
-No es nada -logró decir- y quería llevarte en la moto.
-¡No sabía que tenías una! -respondió entusiasmado como un niño. Sintió que se le apretaba el pecho.

Los brazos se ajustaron a su alrededor durante el trayecto que lo llevaría al lugar elegido. Se reveló contra el sentimiento de pérdida inminente, contra la adrenalina que le pedía huir junto a él, que lo imperaba a olvidarse de todo, de su jefe, de la organización, de su hermano y el padre del castaño.
No hizo caso, este era su destino.

-¿Vives aquí? -preguntó mientras se sacaba el casco.
-A veces…

Miró la fachada del edificio, en nada parecida a la del edificio de departamentos donde pasaban casi todas las noches, el lugar era un ambiente de mala muerte donde se juntaban a cerrar tratos y alguna vez había sido el hogar donde vivió junto a su hermano. Sintió los pasos tras él cuando subieron los escalones hasta el segundo piso, la mano de Saint nunca soltó la suya. Una vez traspasada la puerta no pudo evitar avalanzarse sobre sus labios, morderlos con devoción hasta hacerlos sangrar.

-Hey… -pronunció el otro una vez que lo dejó respirar.
-Hey…

Tomó aire, necesitaba concentrarse, este era el momento, seis años para tomar una vida a cambio de otra.
Se permitió perderse un segundo en las pupilas canela, llevó las palmas a las mejillas y las dejó un segundo allí antes de besarle la punta de la nariz.
Se separó varios pasos, con cada uno se despojaba del sentimiento que lo ataba al otro.

-Tenía un hermano -dijo con tono despreocupado- era mayor que yo.

El movimiento rápido de los ojos le indicaron que estaba perdido por la declaración.

-Era todo para mí -siguió el relato apartándose cada vez más en el pequeño espacio- no teníamos a más nadie, él estudiaba y trabajaba a la vez para mantenerme, era muy difícil en ese entonces, pero lo logró. Comenzó a trabajar con la gente de aquí, ¿este lugar?, es todo lo que consiguió en ese momento, pero éramos solo nosotros dos y por un tiempo no necesitamos mucho.

Observó al otro que aún seguía parado en el centro de la habitación, el instinto le decía que parara ahora y corrieran de los recuerdos que lo llevarían al peor final.
No lo hizo.

-Cuando yo tenía quince años, él consiguió su primer trabajo importante, y de allí su gran oportunidad de demostrar de lo que era capaz -inspiró con fuerza y soltó el aire antes de continuar- era contador.
-No… -una luz de reconocimiento se filtró en su mirada.
-Este departamento no era nuestro, pertenece a alguien más... todo debe pagarse en la vida.
-¿Qué…
-Hace seis años, yo estaba en el instituto cuando vinieron a buscarme.
-No Perth… -vio la lástima reflejada al llegarle el entendimiento.
-Lo habían despedido de su trabajo -rió con amargura- lo acusaron de lavado de dinero.
-Yo no sabía -balbuceó.
-Y dime Saint -lo miró con todo el odio acumulado- ¿que son unos dólares en el imperio de tu padre, que son unos dólares en los dominios del rey, principito…?
-Perth…

No lo dejó terminar, sacó el arma que había dejado colocada a su alcance y apuntó al pecho, al punto que más amaba y odiaba a la vez. Las manos de Saint fueron al frente como si eso fuera a frenarlo.

-Te dije Perth, te expliqué -las palabras salieron atropelladas- podría haberse venido todo abajo, mi padre no tuvo la culpa.
-¡Terminó bajo un colectivo! -escupió con furia- como un animal en el borde al camino.
-Perth -dijo agitado- por favor, baja el arma.
-Y tú, viviendo tu vida de principito mientras yo no tenía a nadie -se acercó un poco más sin dejar de apuntar- ¡tu padre siendo felíz mientras a mí me quitó todo!
-No es así -intentó razonar- te conté lo que estábamos pasando, no fue su culpa, por favor Perth, baja el arma, por favor…
-Me quedé solo, me quitaron lo que más quería -dio un paso más y apoyó la pistola sobre el pecho- y yo le devolveré el favor.

Por un segundo el aire dejó de fluir, el tiempo fallando en su continuidad, todo detenido en el espacio, observó los párpados cerrados con diminutas venas en su piel translúcida, la humedad colgando de sus pestañas, la palidez de sus labios entreabiertos.

-No lo hagas… -sonó el ruego con voz temblorosa- por favor Perth…

Sólo debería apretar el gatillo y sería el fin, cumpliría con su designio, se libraría del dolor de la pérdida de su hermano y cumpliría su venganza.

Ojo por ojo.

Ojo por ojo con un ser inocente, un ser que no hizo más que confiar en él, una persona que la primer noche juntos, medio dormido susurró que lo amaba.
Cerró lo ojos para evocar la imagen de su hermano, pero solo podía ver a Saint, el castaño en el instituto discutiendo cuando sabía que tenía razón, en la empresa demostrando su inteligencia, en su departamento, hablando sin parar mientras preparaba la cena.
Colocó el seguro al arma y la dejó a un costado sin apartar la mirada de su rostro.
Percibió el cambio de respiración y como el llanto salía a lágrima viva.

-Vete -le ordenó con la garganta apretada.
-No -se quedó plantado frente a él.
-Vete por favor, aléjate.
-No -repitió y se colocó a centímetros- no voy a dejarte.
-Deberías irte -alcanzó sus mejillas que tenían rastro de llanto- solo voy a lastimarte.
-No quiero dejarte -llevó las manos a su espalda, la cabeza descansó en su pecho- nunca más vas a estar solo, olvidaremos esto, olvidaremos todo.

Lo apretó con fuerza con la intención de fundirse en él, de ser parte de su cuerpo y su alma.

-Perdón perdón -buscó sus labios- perdóname aunque no lo merezco, aunque deberías dejarme.
-No pienso hacerlo -le sonrió sobre la boca- estoy enamorado de ti.
-Yo también te amo -lo abrazó con mayor fuerza- haré todo para merecerte.

Cerró los ojos para empaparse con la sensación de la calidez que lo envolvía, con el aroma sutil del cuerpo que lo sostenía tanto como lo sostenía él.
Levantó los párpados cuando percibió otra presencia, pero no tuvo oportunidad.

-Eres tan cobarde como tu hermano -la presencia de Mark, su jefe, ocupando un lugar en la entrada- él también me falló.

El sonido paralizó su cuerpo, el retumbar de la explosión dentro de las cuatro paredes.
Esperó el dolor pero no había nada.
O si…porque el peso laxo cayendo de sus brazos se sintió como ser desgarrado, despedazado en mil partes. Supuso que estaba gritando, que lo estaba llamando, pidiéndole que no cerrara los ojos.

-Saint… -lo recostó en el suelo de alfombra que comenzaba a absorber la sangre que se derramaba- Saint… no cierres los ojos.

Rebuscó en el bolsillo por el celular pero no estaba allí.

-Perth ...no-no…no me dejes -el color iba abandonando su piel mientras el rojo se escapaba entre sus labios- Pppe-perth.
-Aquí estoy amor -lo acunó mientras palpaba para buscar la entrada de la bala- no voy a dejarte.
-Te teen-tengo mied-ddo -los ojos se entrecerraban.
-No va a pasar nada -trató de presionar la herida en uno de sus costados- ya de seguro alguien llamó una ambulancia, van a ayudarte y estarás bien.
-P-p-perth… -un estertor sacó sangre de su boca- voy vo-voyy con mi mamá.
-No -lo besó en los labios húmedos y pegajosos- no voy a dejarte, no vas a ningún lado.
-Voy -cerró los ojos un segundo y los volvió a abrir, algunas lágrimas fluyendo libres- vo-voy voy con ella

Perth lo supo en los ojos que ya no enfocaban, en la translucidez fantasmagórica, en el ahogo al forzar la respiración y se rindió a la fatalidad del destino.

-Tú mamá te está esperando -besó su frente mientras lo acomodaba sobre su regazo- eres energía y vas a reunirte con ella.
-Si… -intentó una sonrisa.
-Y yo iré después -se le quebró la voz al hablar- tú espérame, yo te encontraré.
-Ss-ssi.
-Te amo -lo besó con todo el dolor que era capaz- te amo.

No hubo respuesta mientras lo dejaba en el suelo, cuidando de acomodar el cuerpo sin vida que quedó laxo sobre el suyo, los ojos canela que lo habían vuelto loco ya no se abrirían, sus labios ya no lo llamarían, no pelearían con él, sus dedos no reposarían sobre su piel.
Lo besó una vez más, su aliento ya había dejado el mundo.

Acomodó el cuerpo sobre la alfombra y le besó la frente por última vez antes de salir aún con el sabor de su sangre en los labios.
Tomó el arma y salió sin mirar atrás, corrió bajando las escaleras haciéndose un hueco entre los curiosos que comenzaban a subir, la visión de la policía en la entrada no lo amedentró y siguió su camino.
No había mentido, muy pronto se reuniría con Saint, antes ajustaría la última de sus cuentas y luego se volvería energía para nunca volver a separarse.

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