39: Belleza
Imagen de Shaula e Isamar hecha por Betty, del grupo de WhatsApp. Este capítulo es para ella ♡
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Shaula
¿Qué concebimos por belleza?
Shaula, mujer orgullosa en su alegato de sabiduría, esa noche se descubrió equivocada en cómo definía ese concepto.
Como princesa se le negó una voz, y una plataforma para poder usarla; se le restringió al respecto de su participación en la monarquía, se le dibujó como la nulidad en su real linaje. Por evitar el dolor en egos ajenos, se le condenó a una posición de perpetua inferioridad. Pese a ello, a perder los beneficios de la realeza, nadie redujo las responsabilidades que esto acarrea.
Pulcritud, exigían mientras lavaban y sometían su cabello a calor. Era el más largo sin necesidad de extensiones, el más lacio cuando no le fabricaban ondas artificiales.
Brillo y movimiento se buscó en la cabellera antes de poner en su frente la diadema de oro. Sus ojos con el ahumado justo, sus labios en un tono tierra para enaltecerlos.
Su cintura no podía ser censurada, por lo que se le escogió un atuendo bahamita de dos piezas mientras que sus caderas fueron resaltadas por las cadenas y colgantes en el diseño de su falda.
Un velo semitransparente para sus labios y cabello, los accesorios pertinentes, y estaba lista para ser la mujer ideal.
Cada detalle era un espectáculo.
Su padre aplaudió la audacia de su hija al invitar a sir Volant al baile, y aprovechó el momento para transformarlo en el acontecimiento de la era, opacando incluso el motivo de la celebración.
La temática de disfraces casi no aplicó para ellos. Sir Volant fue de guardia condecorado, lo cual era, y Shaula se apropió del atuendo con el que su madre, la ex reina, anunció su compromiso con el rey a todo Áragog.
Desde el instante en el que Sir Volant pasó a recoger a la princesa hasta el momento en que le tendió su mano para iniciar la caminata al salón, fue todo captado por espectadores ávidos que tomaban notas de cada detalle.
Y su llegada al baile tuvo todavía más eco.
Con una gracia al caminar en tacones solo igualada por los mitos de mujeres ya inexistentes, Shaula tenía el cabello más largo, la cintura más angosta, las piernas más estilizadas y la altura idónea para ser el mayor objetivo de envidia y deseo.
E iba de la mano de un hombre poderoso, físicamente imponente y muy codiciado entre las doncellas casaderas.
Acababan de dar de comer a toda persona hambrienta de los típicos dramas de toda corte.
Y qué gran mentira la que les había dado a degustar.
Shaula no pretendía casarse hasta que su corazón estallase de necesidad, y aquel caballero apenas le provocaba un letargo del que quería salir huyendo.
Ambos ascendieron por las imponentes escaleras hasta llegar al balcón de la realeza, donde se sentaron en la mesa dispuesta para la familia real de Ara. Lesath así lo dispuso, creando todavía más intimidad y expectativas en cuanto al cortejo entre la princesa y su pareja de baile.
Ese detalle no le había agradado, esperaba poder librarse de tener que conversar con sir Volant durante los descansos a los bailes.
Sir Volant mantuvo una correcta conversación con el rey con respecto a sus hazañas, política y comercios. Shaula estaba deseosa de que llegara el primer baile, solo por distraerse en una actividad más recreativa.
Al menos la temperatura no fue un problema, pues había suficiente fuego para aclimatar el lugar.
En medio del aburrimiento, se le ocurrió que, si fuera hasta la mesa donde estuvieran sus damas, al menos ahí podría garantizarse un poco de espontaneidad.
—¿Ha alcanzado a ver a mis damas, sir Volant? —preguntó Shaula.
—No, princesa. Asumo que, al estar disfrazadas y yo poco familiarizado con ellas, me habrán sido irreconocibles.
—Sí. Eso puede ser. —Shaula pasó la lengua por sus dientes en un gesto nervioso que hacía para comprobar si no los había manchado de labial—. ¿Me permite levantarme un momento? Siempre he querido probar el vino de Deneb.
—¿Vino? ¿Para una doncella como usted? —cuestionó el caballero.
Shaula armonizó la más radiante de sus sonrisas, tanto como para que fuera capaz de refulgir más allá del velo sobre sus labios.
—Lo sé, sir, es que en Deneb no tienen un licor más fuerte. ¿Puede creerlo?
El rey se limitó a una expresión resignada mientras se reclinaba en su silla para saludar al siguiente noble entre aquellos que buscaban saludarle. En cambio la cara de sir Volant era de retratar. Por un momento, Shaula lo creyó capaz de levantarse y dejarla sola, como si le hubiese ofendido.
Pero esa expresión fugaz se borró como un espejismo, de inmediato el hombre pareció reconsiderar las palabras de Shaula, y fue cuando dijo:
—Permítame buscar el vino por usted, princesa.
—No se moleste, sir, deseo caminar.
—¿Con ese calzado?
—El mismo con el que subí los ciento cincuenta y ocho escalones.
—No me entiende, alteza —zanjó el caballero como si hablara con un subordinado particularmente rebelde al que por motivos de privilegio no pudiera gritarle—. Me preocupa que se canse pronto y no podamos disfrutar del baile que está por comenzar.
—Sir Volant, me he comprometido con usted a este baile. Si la palabra de una princesa no tiene valor para usted, pues le pido juzgue la mía como la palabra de Shaula Scorp Nashira. En mi disciplina y en mis valores en general, no se concibe el faltar a algo que he prometido. Y no se preocupe por mis pies, que al contrario de los caballeros que pueden dejar su armadura solo para las batallas, yo apenas en mis sueños puedo descansar de los tacones, y he sido perfectamente funcional con esas condiciones todos estos años.
Entonces tomó la decisión arbitraria de levantarse e irse.
Lo ideal habría sido que esperara a que el caballero respondiera, a tener un permiso para retirarse. Pero Shaula no era una princesa ideal. Que su padre dijera lo que quisiese, que los lores lloraran cuanto pudieran. Para anular a Shaula Scorp, tendrían que destruir su carne; para callarla, tendrían que encadenar su espíritu.
Ella no había nacido para lucir un anillo de compromiso, lo sentía en cada hueso de su ser que pedía el fuego sin miedo, como todo buen metal acepta la forja. Tenía un potencial que arrasaría con todo, y por temor a ello era que nadie le permitiría los medios para lograr desarrollarlo.
Bajó las escaleras cual soberana con sus guardias siguiéndola de cerca. Le permitieron su espacio, pero atentos a cualquier peligro.
En medio de los invitados, casi camuflada con ese entorno, se encontró con otro más de los eventos usuales donde las doncellas en sociedad buscaban la aprobación de los solteros con el añoro de una propuesta.
No era un ambiente que le interesara, y no por ello criticaba a las jovencitas. ¿A qué más podían aspirar? Toda mujer necesitaba la protección y el sustento económico que da un hombre en Áragog. Casarse era la meta, ser desdichada la alternativa.
Fiel a sus palabras, buscó algo de beber sin desprenderse del porte que amerita el apellido Scorp. Había un límite incluso para el desacato.
Con una copa del vino más intenso fue cuando los vio llegar.
Un barón y un vizconde, acompañado cada uno de una hermana de la casa Merak.
Altair estaba impecable, vestida de blanco con alas y plumas en honor al cisne de Deneb.
Pero su hermana... Era una transgresora. Cabello suelto cual mendigo, azabache al aire sin la artificialidad de moños, calor o accesorios. Indómito, libre, como su portadora. Y con esa misma carencia de gracia, Isamar cometió el error protocolar de pasar sus dedos por su cabeza, echando el cabello hacia atrás, dándole un movimiento libertino. Llevaba camisa con un botón suelto y una corbata mal anudada. Gabardina larga y calzado masculino eran la cumbre de aquel despropósito, y solo un antifaz negro y el labial más rojo del reino le aportaban feminidad.
Fue ahí donde la pregunta volvió.
«¿Qué concebimos por belleza?».
Shaula sabía que belleza no podía ser simetría, ni pulcritud, ni el cumplimiento de una serie de requisitos estéticos. Porque había muchas que llenaban dichos estándares, mas sus miradas vacías poco impactaban, y su esencia solo variaba en tonos de grises. Así lo supo, que la belleza no era un atributo físico, sino una concepción de la esencia de cada ser, que va más allá de la óptica. Es la autenticidad de quien resplandece, fulmina e impacta más allá de las pretensiones.
No perfección, auténtica belleza; esa que en toda la inmensidad de un glamuroso baile, descubrió brillar solo en Isamar Merak.
El frenesí de unos tambores golpeó con fuerza el pecho de la princesa, quien con una mano en este, dio su espalda para protegerse de las miradas y recuperar el dominio de su respiración.
Era un temblor que no se iba con inhalaciones ensayadas. Temía, por lo repentina de su comprensión. Y es que admiraba a Isamar con ojos embelesados. Admiraba a una mujer con la fuerza del enojo, y sin atisbos de envidia.
«Solo la admiras», se tranquilizó. «Son cosas que pasan en una amistad real».
De pronto las cuerdas comenzaron a rasgarse, y de la pasión de ese acto se produjeron notas que se elevaron al aire, entre los presentes y dentro de ellos, calando hasta los corazones al tiempo en que el gran coro de voces de Deneb se unía a la musicalidad.
Freya Cygnus abrió el baile en honor a su hermanita, posicionándose en el centro vestida de mariposa azul con zapatillas tan flexibles como sus pies. Usó su elasticidad y gracia para mover su cuerpo al ritmo de Resiliencia, una pieza musical que Shaula había aprendido en las dos lenguas que le eran propias.
La canción hablaba de una coraza de valor, de la calidad de un ser que sufre, es derrotado, humillado y vuelve a caer, pero sin dejar de levantarse. Una alabanza al que supera, a la mente que es herida, pero jamás quebrada.
Shaula tenía lágrimas en sus ojos, quería unirse a aquellas voces, cantar como si relatara su propia historia. Tenía un talento que tildaban de vano, pero en ese momento dejó de creer que lo era; porque se convenció, en lo más profundo de su ser, que con solo pararse en medio de esas personas y proyectarse en esa canción, sería libre.
Detrás de ella, unas manos acariciaron sus brazos en consuelo.
Sir Volant estaba ahí, había notado su debilidad, y con el intento de una sonrisa parecía querer infundirle calma.
Le tendió su mano, pues debían abrir el baile junto con el matrimonio Cygnus, y así hicieron.
Bailaron como dictaba el protocolo, con los pasos correctos y las manos en las posiciones adecuadas.
Las doncellas se unieron al baile y eso puso a Shaula en primera fila para observar a Isamar y al barón cómo se apropiaban de la pieza impetuosa.
Las vueltas llegaron a acercarlas tanto, que en un momento Shaula fue capaz de ver cómo la mano del barón descendió hasta los glúteos de su Isa.
Shaula inmediatamente pensó en cómo lord Circinus, la mano del rey, había hecho eso con ella —y el castigo que eso acarreó en su vida— y aunque Isamar rápidamente resolvió la situación girando para cambiar de pareja con su hermana, la princesa escorpión empezaba a notar que sí que tenía el veneno de un escorpión, pues ardía en la punta de sus dedos con ganas de estrangular a alguien.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó sir Volant a Shaula.
—En perfecto estado de salud, sir.
La doncella regresó a su pareja. Shaula no podía dejar de mirarlos en espera de una señal, por mínima que fuera, de que Isamar necesitaba de su intervención. Era como si la música ya no sonara para ella, los pasos ajenos al ritmo, solo podía mirar a esos dos.
Su apellido ardió cuando estuvo en el ángulo idóneo para mirar la cara de Isamar. La veía reír como bajo del agua, radiante mientras el barón tomaba su cintura y la alzaba justo para la vuelta. El brillo del salón solo la iluminaba a ella, y a la soltura con la que le sonreía a ese desconocido.
Su distracción le costó un paso en falso. En ese lapsus de error no solo había pisado a su pareja, sino que su talón se dobló dolorosamente por el largo de sus tacones.
Sir Volant se detuvo por la abrupta interrupción. Shaula intentó quitarle importancia y seguir con la pieza, pero al afincar nuevamente su tobillo emitió un quejido de dolor que alertó al caballero e hizo que la sacara de la pista de baile.
La sentaron en una de las mesas más próximas y revisaron su tobillo de inmediato, buscando vendajes y compresas frías para aliviar el dolor.
—Lo lamento, sir, sé que le debo más bailes...
—No se preocupe por eso ahora, princesa. Lo importante es que descanse y se recupere. Ya encontraremos otra oportunidad para que pueda saldar su deuda.
Shaula forzó una sonrisa, pues esperaba ser disculpada y que el caballero se olvidara de la deuda adquirida, pero por el contrario, al hombre parecía gustarle tanto la atención que le daba estar junto a la princesa, que no se despegó de ella en todo el tiempo que estuvieron sentados.
—Puede ir a bailar, sir, no me opondré.
—Ya le he explicado los motivos por los que no bailo con cualquiera, alteza.
—Esta vez no aplican, ¿o sí? Las jovencitas saben, o asumen, que está cortejando a la princesa de Áragog. Ninguna esperará que se fije en ellas por encima del atractivo de un compromiso conmigo, así que... ¿por qué no va a divertirse?
—Si no creyera en la bondad del corazón de una dama, princesa, hasta pensaría que intenta deshacerse de mí.
Las palabras eran tranquilas y adecuada, pero la mirada que las acompañaba era una temeraria acusación.
A Shaula se le borró todo buen ánimo, su ceja arqueándose en reacción a la amenaza. No debía olvidar, como ilusamente había hecho, que el hombre junto a ella no era más que un asesino con un título bonito.
Un hombre. Y si algo había aprendido de ellos en lo que llevaba en la corte, es que harían cualquier cosa por preservar intactos sus egos. Y Shaula parecía amenazar el de muchos.
—Se confunde usted, desde luego —contestó Shaula al fin. Sus palabras diplomáticas, su mirada resistiendo el fuego.
—Eso creí, princesa.
El hombre le tomó la mano y se la besó con Shaula mirándolo desde la rectitud de su altura.
Sir Volant se quitó la flor que tenía en su muñeca y la transfirió a la de Shaula con los ojos atentos de los invitados. Él lo sabía, quería esa atención.
¿Por qué, si no pretendía casarse? ¿Qué buscaba un caballero condecorado de la publicidad que le daba el cortejo a una princesa?
—Una flor, para otra flor... —dijo el hombre.
—Donde usted ve esa flor, yo veo a una serpiente, sir —interrumpió una muy animada Isamar Merak, acompañada de su pareja—. No la toque mucho, dicen que muerde.
Shaula dejó de contener su aliento, aliviada como nunca de ver a su doncella.
Aunque no pudiera sentir lo mismo por el hombre que la acompañaba...
—Lady Merak —saludó sir Volant besando su mano—. Y usted es...
—Le presento a lord Urus, sir Volant. Y ella es mi mentora y soberana de todos, por supuesto, Shaula Scorp Nashira, princesa de Áragog, embajadora de Baham y pesadilla de sus doncellas.
Lo decía con tal orgullo... Quitando el cabello de su rostro agitado y sonrosado por el baile, sonriendo como si su mayor logro fuera respirar cerca de Shaula.
¿Con qué cara Shaula le explicaría que ya no era embajadora de nada, ni sería jamás soberana de nadie?
—Un placer conocerla, princesa pesadilla —dijo el barón extendiendo la mano hacia la princesa, uniéndose al chiste de Isamar.
Shaula miró la mano de aquel hombre con menosprecio, indispuesta a aceptarla.
—Lo de serpiente me temo que era en serio, mi lord. No se dirija a mí como si de una amiga se tratara.
La alegría del susodicho se esfumó, pasando a un plano más cerca del enojo. No discutió lo dicho, tampoco se retractó, solo tomó a Isamar por la cintura y la pidió volver al baile.
—Porque dejarla respirar no es una opción, desde luego —agregó Shaula en voz baja.
—Shaula... —exclamó Isamar en una especie de llamado a la reflexión.
—¿De qué se supone que está disfrazada, lady Merak? —cuestión sir Volant, más sonriente que nunca.
—De hombre, evidentemente —dijo Shaula.
—De libre, lo llamo yo —corrigió Isamar.
Agregó una reverencia, y cuando estuvo en lo más bajo de su posición, sus ojos aceitunados se clavaron con descaro en el cuerpo de su princesa, recorriéndola hasta llegar al velo que cubría su boca. Había una promesa en esa mirada, una que selló cuando se enfocó en los ojos de la princesa. Algo hubo en ese recorrido que llevó a Shaula a contener el aliento.
Solo entonces, Isamar volvió al baile.
—Ella es algo... —Sir Volant hizo una pausa para conseguir la palabra, pero ya su tono de reproche era esclarecedor—... indigna de alguien como usted. No deberían dejarla permanecer en la corte.
—No me conoce, no entiendo de dónde saca esas conclusiones.
—No necesito conocerla a usted, he visto suficiente de ella. Es irrespetuosa. Al venir aquí vistiendo como un hombre... ¿Qué sigue? ¿Hombres vestidos de hembra?
Shaula contuvo la respiración y cerró los ojos en una fracción de ese proceso. No discutiría en ese asunto, no se arriesgaría a decir algo indebido por un hombre al que no le interesaba convencer.
—Isamar es correcta la mayoría del tiempo, solo se divierte con la posibilidad de impactar con su disfraz. ¿Es ese un delito?
—El disfraz es lo de menos, pero ciertas miradas...
Shaula mordió el interior de su mejilla, su corazón evitando los siguientes latidos como un cobarde. Entonces sir Volant la miró, sonriente y tranquilizador.
—Por cómo se mira con el barón, hasta creería que ya han intimado.
Shaula se obligó a tragar el disgusto, e intentó transmitir franqueza al responder:
—El resplandor de un amor joven, de una pareja destinada, se siente así. Apuesto a que serán muy felices.
—Como usted y yo, princesa.
—¿Disculpe?
—Según las habladurías de esta noche, claro.
—Sí... Por supuesto.
Shaula ya no sabía cómo fingir otra sonrisa más, no con el susto en la boca de su estómago, no con la incomodidad que solo crecía.
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Nota de autora: primer capítulo del maratón de hoy. No van a poder creer lo que está por pasar en los próximos dos capítulos. No sé despeguen de esos comentarios y dejen todo su amor ♡
¿Qué les ha parecido el cap? ¿Qué piensan de Shaula en este?
¿Y de cómo Isamar iba vestida?
¿Qué opinan del baile hasta ahora?
Opiniones de sir Volant aquí.
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