27: Esclavizar
Shaula fue llevada a la presencia de su padre, donde no tenía ningún indicio de para qué era solicitada.
El rey Lesath había dejado crecer su cabello en los últimos días, lo llevaba suelto hasta los hombros, peinado debajo de la corona de rubíes y escorpiones entrelazados. Antaño, cada hebra de ese cabello resplandecía con la viveza de un blanco similar al del sol de Ara; con el tiempo, muchos de esos mechones se opacaron como cenizas sobre la nieve.
-¿Qué he hecho ahora, majestad?
-No acudir al castillo con tu preparadora después de la reunión del té es un buen comienzo.
-Estoy en perfecto estado, padre, y he aparecido ya. ¿Qué más se demanda de mí? Considero que he entretenido bien a las mujeres que me pediste.
Su padre suspiró y llenó su copa de un vino blanco y espumoso. El buen Lesath no solía beber en presencia de su corte a menos que un motivo de celebración se interpusiera, no quería dar la impresión de ser un holgazán o esclavo de algún vicio. Pero tal vez esos días habían sido demasiados como para querer tolerarlos sobrio.
-¿Sucede algo que deba saber? -interrogó Shaula preocupada al ver cómo su padre se sentaba a ingerir el contenido de su copa.
-Nada que no tenga solución. Solo espero que este vino me diga exactamente cuál es esa.
-¿Tiene que ver con mis hermanos?
-Todo tiene que ver con ellos, al parecer.
-Fuiste a ver a Sargas -comprendió Shaula-. ¿Cómo está? ¿Se arrepiente de lo que ha hecho?
El rey dibujó una sonrisa conciliadora sobre sus labios, y con ella zanjó el asunto.
-Tal vez yo debería ir a verlo -propuso Shaula.
-Tal vez, luego de tu regreso.
Las palabras de su padre crearon tensión en sus músculos, pues ya preveía que la conversación se encaminaba al motivo por el que la habían convocado.
-¿A dónde pretende enviarme, majestad?
-¿Has oído hablar de Deneb?
La pregunta ya podía ser tomada como una ofensa a la educación de la princesa, pero de todos modos la contestó con alarde.
-Las tierras nevadas al norte del reino. El principado de la familia Cygnus.
-Te necesito allá.
-¿Por qué motivo exactamente?
-Política. Para promover y preservar las buenas relaciones con el principado del norte y su gente. Como excusa, hemos aceptado una invitación a celebrar el cumpleaños de una de las princesas Cygnus.
-Comprendo. Debemos honrar a nuestros delegados en el liderazgo del reino con nuestra presencia en eventos como estos. De acuerdo, asistiré. No me entusiasma un evento social más, pero la idea de explorar nuevas tierras y culturas ya me es más apetecible.
-No es lo único por lo que te he mandado a llamar, Shaula. Entenderás que con una simple misiva habría bastado para hacerte llegar los planes.
Sonaba lógico que hubiese otro trasfondo, así que la princesa asintió.
-Debo advertirte de algo sobre este viaje.
-Le escucho, padre.
La princesa Shaula siempre había admirado al hombre que regía al país con aplomo, madurez y una fría maquinación constante para sobrevivir a los entresijos de la corte. Pero ese día, más que a un rey, vio el cansancio del padre al que todavía no perdonaba, y decidió recordarle que, en el fondo, y a pesar de las asperezas entre ellos, él seguía siéndolo.
-El alto lord de Hydra nos acompañará en las celebraciones de Deneb.
Hydra era la región más grande después de Baham, el principado más próspero por mucho, tanto que, como sinónimo de riqueza, se usaba el apellido de su alto lord.
-Ellos son importantes, traen dinero, pero no son peligrosos. ¿Por qué me adviertes de ellos, padre?
-¿No son peligrosos, Shaula? ¿Qué sabes sobre el pasado de tu familia? Sobre los tratados que pactamos y las promesas que rompimos. Las deudas del ayer son las que dictan las reglas con las que jugamos hoy.
-¿Qué sirios le debemos a los Sagitar, padre? -preguntó Shaula anonada, mentando el apellido de la familia que protegía el principado de Hydra.
-Para empezar, es importante que sepas que los Sagitar no son solo importantes, Shaula, son indispensables. Hydra es tal vez, de todas las regiones de Áragog, el principado más sólido en su economía. En lugares como Antlia, la familia protectora se beneficia principalmente de los impuestos y contribuciones de los nobles más pudientes. En Hydra, los Sagitar podrían vivir diez generaciones solo con las ganancias de sus muchos comercios: textil, cultivo, joyería, perfumería... es posible que mucho más de lo que no tengamos constancia para evitar declarar ante la Corona. El dinero de los Sagitar podría comprar todo aquello de lo que nos llamamos dueños por meros votos de fe.
-De eso tengo perfecta noción, padre. Muchos murmuran que, de haber un acuerdo matrimonial para mi futuro, lo concretarías con alguien de dicha familia o un allegado de su agrado.
-¿De haber? Shaula, espero no estés albergando fantasías tales como que podrás eludir tu único deber real para con esta familia y el reino mismo. Te casarás.
-Ha sido un error de gramática, padre, lo lamento. Mi mente está deambulando entre el bahamita y la lengua áraga ahora que estoy enseñando idiomas a mis pupilas.
Su padre le dedicó una mirada entornada, una entre la sospecha y la convicción de que estaba sucumbiendo a la paranoia.
-En cuanto al tema de los Sagitar, es justo un asunto matrimonial el que nos trajo hasta esta tensa relación -terminó el rey.
-¿Alguno estaba interesado en mi madre?
-Miles lo estaban, pero ninguno que se atreviera a desafiarme...
Lesath calló, y Shaula rellenó el vacío de ese silencio con una deducción: alguien sí que se había atrevido, tanto como para dejar en el vientre de la reina un bastardo.
-El asunto es otro. En cuanto Kaus Sagitar contrajo matrimonio con lady Indus, su unión los fortaleció y sus riquezas se multiplicaron. Eran una familia a la cual convenía tenerla como aliados.
»Así que se congregó al consejo, se planteó con la asamblea, y tras consultar con... la reina, concluimos que lo idóneo sería cerrar un acuerdo de inmediato. Pactamos con Kaus Sagitar y su esposa, y se decidió que la primera hija nacida de ese matrimonio sería escogida para casarse con nuestro primogénito y, por consecuencia, puesta en el trono de Áragog como su reina.
-Y esa hija ya existe, padre, es Indyana Sagitar. ¿Es decir que Sargas ya está prometido? ¿Cómo es que estos rumores no se han esparcido todavía por el reino?
-Ese arreglo se acordó antes de conocer más de la reputación de uno de los Sagitar en específico.
-¿Kaus? ¿Trafica vendidas o algo similar? ¿Sus negocios son turbios?
-No, no lo sé, y existe esa posibilidad. Pero te equivocas. Fue lady Indus quien nos hizo reconsiderar nuestro pacto al punto de orillarnos a romperlo.
Shaula abrió los ojos sorprendida de que se tratara de una mujer. Aunque no debía sorprenderle, al parecer toda historia tiene una de esas por cuyos pecados el resto termina pagando una eternidad.
-¿Qué fue lo que hizo la esposa de Kaus Sagitar?
-Llegó a nuestros oídos que había dado a luz un bastardo. Asumiendo que todos somos imbéciles, lo ha integrado a su familia, y fuentes afirman que es tratado incluso mejor que el varón legítimo del matrimonio, al que desprecia y maltrata abiertamente. Lady Indus, además, promueve la promiscuidad de sus sobrinas. Se le dio la oportunidad de enviarlas a rehabilitación en el templo de Ara, pero ha declinado en rotundo en todas las ocasiones. Es una libertina sin cura, y quiere vivir su libertinaje sin consecuencias ni oposiciones, lo cual ha conseguido por sus infinitos privilegios.
»Todavía más preocupante, nuestros espías nos informan que mantiene a su marido adormecido por medio de un veneno piadoso, no es un brebaje asesino, pero dado sus efectos, Kaus Sagitar ya no es ni la sombra del alto lord que solía ser; ahora es poco más que un cuerpo con mente de bebé que deambula y asiente a todo lo que su esposa pronuncia.
-Pero si todo lo que nombras son motivos de sobra para, al menos, enjuiciar a esa mujer.
-Lo sé. Y te diré algo, hija, el poder es envidiable y fácil de aspirar, pero no siempre es provechoso de aceptar. Casar a Indyana con mi heredero implicaría aceptar las garras de Indus en el trono. Eso no es una alianza, es una soga que pones voluntariamente en tu cuello, pero no aprietas al momento.
»Además, aunque no podamos apresar a Indus, la iglesia repudia abiertamente sus prácticas. Si una hereje de su calibre se infiltrara en esta monarquía, perderíamos la bendición del sacerdocio. Somos una teocracia, hija, si perdemos el apoyo de la Iglesia, podemos dar nuestras vidas por perdidas.
-Así que rompieron su promesa de casar a Indyana con el heredero... ¿Cómo recibieron la noticia los Sagitar? ¿Cómo se la hicieron llegar?
-Jamás les dimos la cara. Falté a mi palabra, pero un rey que se muestra acongojado y arrepentido, es un rey débil. No podía mostrar debilidad ante el principado más poderoso.
»Oí las sugerencias del consejo, pero escogí la opción más sana para el futuro reinado. Fue de esas veces que me tocó imponerme como rey, aunque mis decisiones crearan controversia. Una alianza con los Sagitar puede aplicarse negociando un príncipe o una princesa, no el poder de un trono. Entonces, ¿a quién darle esa potestad? La respuesta de hecho fue simple.
-Deneb.
-¿Lo dices porque lo intuyes, o porque sabes el final?
-Lo segundo, aunque sabiendo esto lo primero es obvio. Todos sabemos a quién fue prometido mi hermano.
-Sí. Deneb es tal vez el principado más pacífico. Trabajan extra, consumen lo justo. Son la región más unida y familiar. Quienes rigen en esas tierras, no caen en los excesos o la vanidad. Son una familia llena de templanza y bondad. Y una princesa nacida de tan pacífico matrimonio, y criada en un entorno de valores tan puros, solo puede resultar en una cosa: un lienzo en blanco en el cual escribir mis propios ideales, y los de esta Corona.
-Por eso prometieron a mi hermano a Lyra Cygnus apenas nació, nombrándola la princesa prometida.
-Princesa que ahora ha desaparecido, porque los Sagitar sin duda la raptaron en venganza.
Shaula demostró su escepticismo con la expresividad de sus cejas.
-¿Qué ganan con ello? No honrorás tu pacto a estas alturas.
-A veces no se trata de ganar, sino de no permitir que tu adversario lo haga.
-¿Crees que esté viva?
-Lo está. Y mientras siga respirando, el puesto de reina de Áragog será suyo.
-Entonces, quieres que te acompañe a Deneb para apaciguar a Cepheus Cygnus y su familia, los protectores del norte. Quieres que reforcemos nuestros lazos, que sepan que la familia Scorp no los olvida, que mantenemos nuestro acuerdo y que buscas incansablemente a la princesa perdida. Eso es fácil de deducir, ¿y los Sagitar?
-Se han invitado por cuenta propia, aunque, si investigamos, seguro hallaremos invitaciones con sus nombres. Algún modo habrán encontrado para asistir a dicho evento y estar cerca de nosotros.
Shaula recordó a la mujer que le regaló el perfume con su nombre en la ceremonia de cobro de impuestos. Había sido ella, Indus Sagitar. La tuvo tan cerca...
-¿Crees que intenten hacerme daño, padre?
-Quiero creer que todavía le queda algo de buen juicio a esa mujer. De lo contrario, que Ara la salve. Sin embargo, no nos confiemos. No son nuestros amigos. Nunca, nunca, Shaula, confíes en un Sagitar. ¿De acuerdo?
-Me mantendré alejada de esa familia, padre.
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-Lady Merak, ¿podemos hablar un instante?
Altair Merak se volvió hacia la preparadora de la princesa Shaula con tranquilidad y elegancia.
-¿Sí, lady Briane? -atendió con una ligera reverencia.
-No usted, mi lady. Me dirigía hacia su hermana menor, lady Isamar.
Los modales de las hermanas eran fácilmente contrastantes, ya que la susodicha volteó con ojos entornados y más reacia a una participación verbal pacífica.
Era como si aquella chica vislumbrara en cada mención a su nombre un motivo para alarmarse, o estar recelosa, como mínimo.
-Está por empezar mi tutoría -dijo la doncella a la preparadora.
-No tomará mucho. Acompáñeme.
Isamar miró a su hermana mayor, quien arqueó una ceja como única opinión al respecto.
No había motivo para que no obedeciera, así que salió con la preparadora hacia el pasillo donde Sir Lencio custodiaba.
-¿Sus tutorías las imparte la princesa, Merak? -cuestionó la preparadora.
-Evidentemente, dado que además de su dama soy su pupila.
El rostro de la mujer se contrajo, sus arrugas pronunciándose y en sus labios un temblor contenido. A todas luces, reprimía el instinto que la llevaba a reprender todo lo que en su opinión era una contestación inadecuada.
-¿Y lo hace bien? -fue lo que preguntó la preparadora.
-Shaula Scorp hace todo bien.
Isamar habló con convicción y firmeza, como si le hubiesen pedido jurar ante el altar de Ara sus palabras.
-Parece que la admira.
-¿No admira usted a sus soberanos, lady Briane?
-No a los que demuestran tal derroche de rebeldía y desdén por las reglas como la princesa Shaula.
De los labios de la doncella escapó algo muy cercano a un bufido, pero que dejó la huella de una sonrisa burlona en su rostro.
-¿Qué sucede? ¿No estás de acuerdo con mi opinión de la princesa?
-Creo que usted está convencida de que tiene razón en su veredicto, lady Briane, aunque está errado, pues también estoy segura de que usted no conoce de rebeldía.
-Al parecer, eres una experta en el tema.
-Si hubiese crecido en mi casa, tal vez valorara un poco más lo inmaculado del comportamiento de nuestra princesa.
-Es tu opinión, pero yo soy la preparadora.
Ambas guardaron un tenso instante de silencio, hasta que la mujer decidió desarrollar de inmediato el tema de aquella improvisada reunión.
-Quiero decirte que noté el sobresalto que tuviste en la reunión de té con aquellas esposas.
Isamar mordió su boca, y a la preparadora no le pasó por alto que estaba conteniendo una sonrisa.
-¿Te parece gracioso, Merak?
-Siempre me ha causado gracia cómo se refieren a "las esposas", como si fuesen una especie diferente.
-Señala su casta, es para diferenciarlas de las vendidas.
-¿Quién podría confundirlas?
-Merak, no disfruto mucho de hablar contigo, así que volvamos al punto: te alteraste, fuiste verbalmente desagradable con las mujeres a las que debíamos impresionar por orden del rey.
-Les mandaré una carta con mis condolencias hacia su orgullo.
Las cejas de la señora casi cayeron hacia sus párpados, el ceño tan fruncido que el gesto daba miedo. Si antes sentía desagrado hacia aquella conversación, ahora estaba aproximándose a la línea de la impotencia al no poder callar a esa jovencita maleducada.
-Tu comportamiento nos pone en peligro. Y no olvido cómo reaccionaste cuando me tocó reprender a la princesa. Fuiste la única que se movió detrás de mí, pero tu hermana te detuvo. ¿Pretendías interceder? ¿Te crees con derecho a desautorizarme?
La doncella no respondió, y no por ello no hubo reacción de su parte. Su semblante se ensombreció con ese recuerdo, la sensaciones volviendo a ella, sintiéndose atada mientras los gritos y súplicas aumentaban conforme más golpes propinaba lady Briane a Shaula.
«No se atreva a recordarme ese día», fue lo que quiso decir, pero esa vez, muy a su pesar, supo morderse la lengua.
-Eres una mala influencia para la princesa, Merak. Shaula ya es incorregible en sí misma, pero tu ejemplo la alienta a serlo todavía más.
-Eso es falso.
-Es una realidad, somos lo que nos rodea.
-Yo me rodeo de usted todos los días, lady Briane, y sigo prefiriendo ser la vendida del dios Canis a volverme como usted.
-Cuida tu lengua, jovencita impertinente...
-¿O qué? -Para presionar todavía más a la mujer, Isamar dio un paso hacia ella-. Usted no es mi preparadora. Tiene el apoyo de la familia real y de la Iglesia para corregir a Shaula, pero no a mí. Mi única guía en esta corte es mi princesa, y es a la única a quien debo obediencia.
-Soy yo la escogida para hacer de Shaula Scorp la princesa que este reino necesita, y si considero que no eres beneficiosa para ella, puedo echarte de aquí. Así que no me provoques, o perderás la oportunidad de un buen matrimonio y volverás a tu costa a pescar sanguijuelas.
La doncella no tenía réplica al respecto, las venas en sus brazos lo demostraban bien.
-Si no vas a ser mi cómplice para que Shaula se comporte, entonces no serás nadie aquí. De hecho, creo que debes considerar irte. Un tiempo. Visitar el templo de Ara en un retiro, buscar corrección para tu alma y luego regresar...
-No estoy aquí por mera cortesía, lady Briane, así que no se atreva a volver a sugerir internarme. Mi padre es un hombre tolerante, pero no le gustará saber que su hija favorita está siendo amenazada por una mujer cuyo único poder es la inmunidad para pegarle a la princesa. Las preparadoras son reemplazables, Lesath Scorp la sustituiría en un instante, pero los lords a la altura de mi padre, no.
Entonces la preparadora tragó en seco, mirando con asco y desprecio a los ojos verdes de Isamar.
La doncella sonrió, más amable que nunca, y con una reverencia se despidió para volver al cuarto de la princesa.
Esa tarde se le había permitido vestir la moda de Antlia, por lo que llevaba su corsé negro bastante separado de la falda blanca y sin relleno. Sus guantes de red llegaban hasta sus codos, y el collar negro era incluso más grueso.
Al llegar al estudio con las otras, la princesa la recibió con desapruebo en su expresión.
-Llega tarde, Islaymar.
-Llegué antes que usted, alteza. Ni había despertado cuando ya estaba yo aquí.
-Si no estás cuando doy comienzo a la clase, entonces llegas tarde. Fin de la discusión.
La doncella dibujó una sonrisa teatral en su rostro, poniendo los ojos en blanco apenas le hubo dado la espalda a la princesa, y tomó asiento.
-¿Qué me he perdido?
-Altair nos estaba leyendo un texto que he seleccionado para ustedes.
-Pero, alteza... ¿Qué significa...? -Altair miró de nuevo su lectura-. Da... Deren... ge... Daren... Da... Darangelus. ¿Qué significa "darangelus"?
-Depende. Dame el contexto.
-Pero si no nos dice qué significa la palabra, ¿cómo hemos de a aprender a traducir en bahamita?
Shaula suspiró cansina.
-Ninguna traducción del bahamita a la lengua áraga es literal. El bahamita es un idioma complicado.
-¿Cómo? -preguntó Isamar con interés.
Shaula la miró un instante, pues su voz en la conversación atrajo su atención, mas de inmediato regresó a hablar en general a las tres damas.
-Muchas palabras bahamitas no significan algo en concreto sino
la intención de, además, hay mucho de nuestro lenguaje que se ha suprimido de la lengua áraga. Algunas palabras no significan algo en sí mismas, son conectores que podrían traducirse a diez
cosas diferentes dependiendo de la oración.
»De hecho, no existe un registro accesible que decodifique fielmente su alfabeto, por lo que muchos de los eruditos de Ara que dominan el idioma básicamente se basan en sus estudios de oídas y la práctica de la repetición.
-Le da más mérito a quienes lo hablan -alabó lady Altair a la princesa.
-Sí, aunque no me vanagloriaré. Es prácticamente mi lengua materna, aunque siempre me he comunicado en el idioma común.
-¿La monarca de la vanagloria decide ser humilde con sus súbditas? -cuestionó Isamar.
Shaula le concedió una mirada, sagaz como una víbora. Pero no la condujo a los ojos de Isamar, sino a su cuello, donde la princesa fantaseaba sustituir la gargantilla con sus dedos, y apretar con fuerza. Ya que jamás lograría impartir prudencia a la menor de las Merak, al menos se debía el intento de callarla bajo estrangulamiento.
-Lady Altair -retomó Shaula-, dígame el contexto que le pedí.
-La frase dice... -Altair pasó los dedos por la línea que estaba leyendo-. «Darangelus sha'ha me».
El ánimo de la princesa fue adormecido; su cuerpo estático en el mismo lugar, su mente vagando por recuerdos de una tierra antigua.
-"Mira lo que me hiciste hacer" -tradujo Shaula, su mirada todavía muy lejos de su voz. Luego agregó la pronunciación correcta en su acento rudo y siseante, como el de una serpiente humana-: Darangelus sha'ha me.
-¿Por qué dice eso? -preguntó Isamar acercándose al libro, que estaba principalmente escrito en bahamita, con anotaciones en lengua áraga.
-Es una fábula infantil -explicó su hermana-. Habla de un rey y el diálogo leído es lo que él dice a su esposa luego de golpearla. Según las anotaciones del erudito que lo tradujo, dice que es una historia para niñas, y que la moraleja es no hacer enojar a sus maridos.
-Ya lo había leído. De niña, y como preparación para mi futuro -dijo Shaula tragando en seco. Su mano atestada de anillos de serpientes fue extendida hacia Altair con una floritura, exigiendo el libro-. Son cuentos para niñas, nada que deban estudiar a estas alturas.
-Pero usted lo dijo: las fábulas infantiles son los textos más fáciles para aprender la gramática de otro idioma.
-No discutas con tu princesa, Altair, con tu hermana tengo suficiente.
Lady Altair se disculpó con una reverencia de su rostro y entregó el libro de cuentos a la princesa.
-Prima...
-Que no me llames prima, Jabbah.
-Alteza -rectificó Jabbah con sus dedos recorriendo el mapa con el que estudiaba la geografía del reino-. ¿Qué hay más allá de los límites de Áragog, del agua que nos aisla?
Shaula vaciló, sus dedos jugueteando con la longitud de una pluma sobre la mesa. Isamar la miró con recelo, Altair expectante e igual de interesada que Jabbah.
-¿Qué creen ustedes que hay? Quiero decir, ¿qué clase de mitos existen al respecto?
-Más agua -respondió Isamar al borde de su silla, su corazón martilleando en anticipación a lo que la princesa pudiera revelar-. Y más agua, hasta llegar al mar abierto, donde hay todavía más agua, y monstruos marinos.
-Lo cual es posible -convino Shaula-. Áragog es un reino autosustentable, con todos los recursos naturales y una sociedad bastante egoísta en cuanto a su cultura que no pretende contaminarse con otras costumbres o la evolución de otras naciones.
-¿Existen otras? -cuestionó Altair.
-Es probable, y lo más lógico. Negarlo sería como suponer que el sol es el único en el cielo, solo porque jamás ha visto a la luna.
-Está siendo esquiva, alteza, ¿qué es lo que no nos dice?
Shaula exhaló todas sus objeciones, y les dijo:
-Damos por hecho que existen reinos más allá del mar abierto como decimos que Ara, Canis y todas las estrellas estuvieron vivas en el reino terrenal y hoy imperan en el cósmico: por confiar en la historia. Realmente, no hemos contactado con otra monarquía en, tal vez, milenios. Y así seguirá siendo.
-¿Por qué motivo? ¿No sería hermoso...?
-No, por lo que ya expliqué, Jabbah. No me hagas creer que malgasto mis palabras y haz el favor de retener lo que se te dice. Áragog es un reino orgulloso, y nuestra geografía nos respalda al hacernos autosustentables y aislarnos tanto del resto de civilizaciones. Se dice que el reino más cercano está a miles de millones de millas náuticas. La mayoría ignora nuestra existencia, y los que no, son fieles al Tratado.
-¿Qué es "el Tratado"?
-El pacto que los primeros escorpiones hicieron con los reinos más próximos, los que podemos llamar "fronterizos". Ellos fingen que no existimos y mantienen a su población alejada de nuestras aguas con mitos espeluznantes. A cambio, los dejamos en paz. Ese Tratado es lo que mantiene a Áragog como un universo en sí mismo, y lo que evita la guerra para las monarquías externas.
-¿Quieres decir que fuera de Áragog podrían existir, digamos, esposas de baja alcurnia que no deban vender sus hijas?
Shaula frunció el ceño, tomando por chiste -y uno de mal gusto- el comentario de Isamar.
-Si ellas no venden sus hijas, nadie se postularía para ir a casas de preparación y posteriormente al mercado, eso acabaría con las vendidas. El sistema funciona por esa regla, no entiendo cómo existiría algo distinto en otro lugar.
-Exacto. ¿Y si no existieran las vendidas?
Los inmensos ojos de Shaula se expandieron todavía más.
-¿Cómo sobrevive un reino sin vendidas? La economía se desplomaría.
-Es posible, si ese reino nunca las tuvo.
-Isamar -regañó Altair-, estás en terreno peligroso.
-No todavía -declaró Shaula con énfasis en la última palabra-. Nadie debe ser juzgado por sus pensamientos, pero ya manifestarlos... y a una princesa... Entonces yo tendría cuidado.
Isamar cesó el diálogo y Jabbah volvió al mapa.
-Princesa, este mapa de Áragog está mal...
-Déjame verlo. -Shaula lo miró con ojo crítico, pero no encontró nada que concuerde con lo dicho por su prima-. Yo lo veo en perfecto estado.
-Pero, princesa, fíjese bien...
Jabbah se levantó y señaló con sus dedos la zona del mapa que le parecía errónea.
-¿Ve eso? El terreno baldío entre Cetus y Ara. Dice «Zatah». ¿Es esa una palabra en su lengua para decir «nada»?
-Por el amor a Ara... ustedes están peor de lo que me temía. Qué poco saben de la historia de este reino.
-¿Esas tierras estuvieron pobladas?
-Esas tierras antaño fueron pobladas y prósperas. Zatah era otro de los principados de Áragog, uno que pereció tragicamente hace doscientos años.
-¿Cómo?
-Esa es la parte que se mezcla con los mitos. El hecho es que Zatah existió, era un lugar precioso con una población gigante y una represa que administraba los ríos en canales y permitía la vida en esa región.
-¿Cuál es el mito, princesa? Cuéntenos.
-Se da por hecho que esto ocurrió, y a la vez hay una especie de consenso que nadie expresa en voz alta, y es que todos sabemos que es pura literatura para embellecer el conflicto.
Lo que Shaula no decía era que esa convicción ya no existía en ella. Ahora compartía el secreto de la existencia de los cosmos, y estaba segura de que las historias del pasado debían ser reales.
-No sé por qué motivo, pero la esclavitud era bastante permitida hace siglos, justo en la época de este conflicto -siguió la princesa-. En Zatah había un clan muy grande. Una familia, en realidad. Pero crecieron tanto que atemorizaron a los regentes del principado, temían perder el poder debido al gran número de la familia Leonides.
-¿Cuántos eran? ¿Veinte?
-Una veintena tienen los Scorps nada más en primos -dijo la princesa en tono de desapruebo a la teoría-. Los Leonides eran al menos trescientos.
-Eso es todo un maldito pelotón -exclamó Isamar-. ¿Los progenitores no tenían libros a la mano? Porque parece que solo invertían el tiempo en fornicar.
-¿Te ha enseñado a hablar un sirio, Merak? -espetó la princesa, hastiada de la lengua de su dama.
-Que mi vocabulario no le afecte, alteza.
-Grata sugerencia, Merak, pero ya lo hace.
-No debería, no es usted la que debe encontrarme marido, seré yo quien sufra las consecuencias si esta manera de hablar al final afecta el resultado de mis cortejos.
-Afectas mi reputación como mentora expresándote de ese modo -insistió Shaula, sus manos sobre la mesa para inclinarse más cerca de su dama, su rostro adquiriendo calor al no poder hacerla callar.
-En ese caso -contestó Isamar también llevando las manos a la mesa, a corta distancia de las uñas de Shaula-, castígueme, tiene el poder para ello.
La princesa se tensó ante la provocación, su garganta pasando saliva a duras penas, su mandíbula al borde del quiebre. Isamar la estaba orillando a punto en el que quería ceder a lo que pedía, pero no tenía motivos de suficiente peso. Sin embargo, que su dama la desafiara delante de las demás y encima quedase impune, ese era el verdadero golpe de orgullo.
-No me provoques, Isamar -dijo Shaula, pronunciando el nombre como a un improperio.
-Recuerda mi nombre, alteza -contestó la dama sonriente.
-Te lo advierto, detén ese derroche de seguridad. No somos amigas, y si provocas mi ira...
-Ni quiero ser su amiga, ni lo que busco provocar es su ira, princesa.
Isamar suspiró y cedió ante el temperamento de la princesa, sentándose primero.
-Supongo que me disculpo -añadió la dama, que no parecía afectada por haber perdido la confrontación de carácter-. Haré mi mejor intento por expresarme como es adecuado.
-Yo... -Empezó a hablar Altair en busca de salvar la conversación y desviar la atención de lo que acababa de hacer su hermana-. Imagino que si los Leonides de los que nos habló eran tantos, entonces concebían hasta sus vendidas. Trescientos es un número muy alto para una sola familia.
-Sin importar qué nobles tuvieran en Zatah como gobierno, dicho principado seguía sujeto a las leyes de la corona de los Scorps en Ara -contestó la princesa cuya voz tenía residuos de la confrontación pasada-. Así que dudo mucho que permitieran concebir a las vendidas, a menos que fuera en una especie de corrupción muy bien cubierta.
-¿A quién le importa si las vendidas concebían? -dijo Jabbah-. ¿Qué pasó con los Leonides?
-El alto lord de Zatah tomó la decisión de esclavizarlos.
-¿A todos?
-Fue su medida desesperada para mantenerlos sometidos.
-¿Y se dejaron?
-Nadie decide dejarse esclavizar, Jabbah -acotó Isamar poniendo los ojos en blanco.
-¡Pero eran inocentes!
-Por eso mismo se revelaron -atajó la princesa-. Con el tiempo. Y salió mal. Terriblemente mal.
-¿Murieron?
-Todos, menos uno.
-¿Quién?
-El sobreviviente no importa por ahora, sino el verdugo. Todos fueron derrotados por un solo hombre con alas negras, al que de hecho llamaban Alas Negras: Aquiles. Su nombre, un derivado de la constelación de Aquila, el águila. Un monstruo con poderes dados por las estrellas, usado para herir y masacrar.
Shaula evitó mencionar la especie a la que pertenecía el susodicho, ahora que sabía que los cosmos eran reales, quería cuidarse de ser la responsable de que otros lo descubrieran.
-¿Era el alto lord?
-Era su arma. Y no sería usada solo entonces. La persona que sobrevivió del clan de los Leonides, también absorbía poder de las estrellas, y había sido escogido por Leo, quien le dio su apellido: la constelación del león.
»El león y el águila pelearon casi dos meses, al ser tan ecuánime su poder. Por desgracia, o tal vez era lo que buscaban, de las tierras de Zatah solo quedaron ruinas a raíz de aquel enfrentamiento.
-¿Y quién venció? ¿El león o el águila?
-Ninguno. Se cansaron del conflicto dos días antes de cumplir dos meses en el. Pactaron encontrarse luego y culminar su venganza, pero la monarquía los eliminó antes que su venganza acabara con Áragog entero. La leyenda dice que, aunque fuera en otra vida, ellos están destinados a ese enfrentamiento final.
-Qué historias más horribles y raras las de este reino.
-Es tu reino también, Jabbah, y, nos guste o no, llevas sangre real en tus venas, eres hija de una Scorp, aunque solo lo lleves como segundo apellido. No deshonres esta familia con tus comentarios imprudentes.
Shaula suspiró y aspiró, hinchando su pecho y acomodando su postura.
-¿Alguna tiene más preguntas innecesarias?
~♤•♡•♤~
Esa noche, Shaula encontró en su mesita de noche un libro con un señalador que marcaba el capítulo treinta y tres.
Justo el que le había recomendado Isamar en la noche que pasaron en el invernadero.
«Este es el libro con el que espera pueda hallarme a mí misma», recordó Shaula pasando sus dedos por los bordes dorados de las hojas y los grabados brillantes del lomo.
Decidió que no perdía nada cediendo a la recomendación. Solo era una lectura, nada qué temer.
Todas sus damas se habrían dormido ya en sus respectivas habitaciones, Shaula no esperaba la visita de nadie y solo su segundo guardia estaba al acecho en las afueras de su puerta.
Así que Shaula comenzó a leer.
El capítulo no necesitaba demasiado contexto, pues solo era una pareja en medio de un coqueteo verbal.
Sin embargo, aquel juego de palabras fue adquiriendo algunos detalles más físicos. Una mano en una rodilla, unos dedos sobre el mentón del otro...
Shaula empezó a ser muy consciente de los latidos de su corazón, pues empezaba a sentirlos en su boca. Aquella pareja ficticia estaba haciendo lo que ella estaba destinada a vivir con su marido.
Pero no se leía como lo que le habían dicho a Shaula que sería su futuro. Aquel hombre parecía desear la carne de su amada como se desea el agua para sobrevivir a un desierto. Le arrancaba la ropa como si no pudiera soportar verla vestida un segundo más.
No parecía ni remotamente interesado en hacerla concebir, pues incluso dejó que ella lo montara... como Isamar una vez había hecho con Shaula.
Shaula dejó la mano sobre su muslo. Pretendía dejarla ahí, pero descubrió su tacto agradable y su piel sensible. Aunque estaba tocando su pierna, otra parte de ella reaccionó, una que hasta hacía poco creía muerta de inutilidad.
Las pulsaciones en su centro eran tal, que Shaula creyó posible tomar el su pulso entre sus piernas.
Apretó sus muslos todavía con la mano entre ellos, creyó que eso ayudaría a acallar el grito de su centro.
Pero solo la hizo más consciente de las pulsaciones necesitadas.
«¿Qué? ¿Qué me estás pidiendo?», preguntó Shaula a su cuerpo, removiéndose incómoda por las sensaciones inexploradas.
Destellos de su memoria le dieron la respuesta, sustituyendo a los protagonistas de la novela por la imagen de ella misma, retorciéndose en esa cama, por el hechizo de unos dedos dentro de su cuerpo.
Shaula deslizó su mano, tímida de sí misma, atemorizada de lo que pudiera encontrar. Se armó del valor suficiente para alcanzar su entrepierna, y confirmó sus temores. Estaba tan lubricada, que creyó que su cuerpo estaba pidiendo a un hombre que la usara de inmediato.
Pero no había hombres alrededor, y su virtud estaba destinada como pago de un matrimonio futuro.
Esa noche, solo se tenía a sí misma, a sus dedos, y al recuerdo de lo que la experta había hecho dentro de ella en el pasado.
«Ojalá Isamar estuviera aquí», pensó la princesa, recordando el nombre de su dama como si estuviera grabado en fuego en su retina.
Y es que ardía, todo su centro quemaba, palpitaba y añoraba un contacto que Shaula no se creía capacitada para dar.
¿Cómo hacerlo? Algo estaba pidiendo su cuerpo, y no parecía próximo a desistir de su súplica, pero Shaula no se sentía capaz de ayudarse a sí misma.
Con curiosidad, el dedo que estaba abajo comprobando la humedad, se deslizó hacia arriba por los pliegues. Y ese roce, húmedo y misericordioso sobre una piel que parecía rogarlo, fue suficiente para hacer que los ojos de la princesa se abrieran asombrados por la sensación.
Así que hizo lo mismo, con ese mismo dedo empapado de sus fluidos, pero en retroceso.
Se sentía bien. Por Ara, se sentía tan bien que la princesa mordía su boca y volvió a hacerlo, entonces presionando más.
Estaba buscando el punto que Isamar había encontrado en ella, pero era tan inexperta que simplemente se conformó con rozarlo de ida y vuelta, cada vez más fuerte, cada vez más rápido.
Su mano encontró un ritmo, y su respiración ya no podía disimular cuánto lo disfrutaba.
Sí, eso era lo que había sentido aquella noche, aunque no era lo mismo. No se asemejaba con el temor de estar debajo de su dama, sometida sin poder hacer más que mirar su vientre y caderas, a merced de la voluntad de esa joven y la experticia de sus dedos, que lentamente le demostraban un abismo de estrellas del que jamás le habían hablado ni en mitos.
Le había gustado estar sobre la pierna de Isamar. Era tan suave, tan firme... y Shaula estaba tan húmeda... Montar a Isamar y deslizarse sobre su pierna había sido como probar el placer sin edulcorantes, estimulándose con la promesa de un éxtasis que la hacía querer gritar.
Siguió, su mano moviéndose más rápido por su húmeda entrepierna. A esa punto no pararía, estaba jadeando muy fuerte, tanto como la velocidad con la que se complacía. Su espalda se arqueó por el recuerdo de un rostro... ¡Esa imagen, por Ara! ¿Es que jamás dejaría de recrear en su cabeza el momento en que la lengua de Isamar probó sus fluidos?
Una parte de ella, egoísta y vil, superada por un arrebato de perversidad, deseó tener a su dama menos favorita ahí. Deseó tenerla todas las noches... y esclavizarla a su placer.
Shaula estalló. Fue súbito, sin aviso. Todo su cuerpo tembló eterrorizado a una última sensación que acabó con ella, dejando todos sus vellos erizados, su corazón herido por el golpe, y su cama más húmeda que nunca.
Esa no había sido ninguna cumbre, fue como lanzarse de ella y, de alguna forma, sobrevivir maltrecha a la caída.
Incluso era posible que, en medio de su disfrute o pavor, la princesa hubiera preferido un grito que podría condenarla.
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Nota de autor:
¡Por los pelos de la vagina de Ara! Ay, Shaula... ¿Les ha gustado el capítulo?
¿Qué piensan de la conversación de Shaula y el rey? ¿Qué creen que pueda pasar en el próximo viaje a Deneb?
Y sobre la preparadora y lo que ha conversado con Isamar... ¿Qué piensan?
Isamar estuvo bastante contestona en este capítulo. ¿Qué les parecen sus diálogos?
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